Yo quisiera iniciar recordándoles que cuando me presenté, si bien no estaban todos, les dije que yo era hijo de Alberto y Mercedes. Y dije eso por una razón muy importante y fundamental. Cuando fueron las elecciones del año ’70, me acuerdo que mi mamá Mercedes votó por Alessandri y mi papá Alberto votó por Tomic. A poco andar el proceso de la Unidad Popular ellos se hicieron allendistas y cuando todo el proceso estaba en el caos, en las colas, en el desabastecimiento, en el enfrentamiento en las calles, la manipulación de los medios de comunicación, etc., ellos formaron a sus siete hijos en dos elementos que ya venían con una historia, los valores cristianos y las concepciones socialistas.
Mis padres nunca fueron marxistas, jamás fueron marxistas. Sin embargo, ellos formaron un grupo grande, una familia numerosa que tiene claramente un compromiso revolucionario, un compromiso con el cambio.
Por qué cuento esto. Porque yo creo en las minorías abrahámicas. Creo que la construcción de los grandes procesos de cambios los hacen individuos que a veces son anónimos como Alberto y Mercedes.
Entonces, el abordaje que quiero dar a este tema pasa por hacer dos preguntas que me parece que son fundamentales. Preguntas que hago desde mi perspectiva de cristiano, laico, católico y dirigente de un partido que es la Izquierda Cristiana de Chile. Esas dos preguntas fundamentales son el rol político de los cristianos, ¿existe?. Si existe, ¿cuál es?. Y si existiendo, ¿cuál es la dimensión política que tiene la fe?. Primera cuestión.
Segunda cuestión, de qué socialismo estamos hablando. Estamos hablando de un socialismo romántico, de algo que ya pasó o estamos hablando de un nuevo proyecto que da cuenta de otros elementos, de un nuevo proceso revolucionario que hay que construir. ¿Cuál es el socialismo de hoy?. Hacia qué socialismo nos caminamos. Esas dos preguntas me parecen fundamentales como para avanzar, o determinar, o intentar determinar, cuál es específicamente el rol político que los cristianos podemos jugar dentro de un nuevo proceso revolucionario.
Creo que todos los que estamos acá podemos hacer varias constataciones. Una primera constatación es que la Iglesia, especialmente la Iglesia Católica, ha tenido un fuerte proceso de involución cuyo principal exponente es Juan Pablo II. Que dentro de su desgraciado reinado ha implicado procesos de involución que han llevado a dejar casi en la destrucción la teología de la liberación. Uno pudiera, desde la perspectiva en que nosotros queremos que sean las cosas, pensar que sigue viva pero en la practica la teología de la liberación ha sufrido una derrota importante dentro de los marcos de influencia que en algún momento tuvo en el proceso de los últimos 20 o 30 años.
Lo segundo, tiene que ver con que, efectivamente, la fe tiene una dimensión política y la dimensión política de la fe pasa no por concepciones filosóficas sino que pasa por una palabra sencilla y simple que se llama amor. Esa es la concepción política fundamental que tiene para los cristianos, la intromisión, la metida dentro del proceso revolucionario el amor. Simplemente el amor. Palabra que a veces la gente que participa en política teme poner en el tapete como si fuera algo propio del romanticismo y no tuviera que ver con todos los otros elementos que forman parte del amor, la fraternidad, la justicia, la búsqueda de la dignidad y tantas otras cosas que tienen su fundamento único y exclusivamente en el amor.
Entonces, esto trae aparejado, para aquellos que estamos o queremos construir un nuevo proceso de revolución, formas que expresen en plenitud esa dimensión política que yo he llamado amor. Porque, claramente, no cualquier forma expresa amorosamente lo que nosotros queremos construir como un sueño. No de cualquier manera nosotros podemos hacer práctica esos sueños. Estamos determinados de alguna manera por esa utopía que queremos construir y es necesario que haya una correlación directa, perfecta entre la forma y los fines de lo que nosotros buscamos. Esa es una segunda tarea para aquellos cristianos que queremos participar de un proceso de construcción del socialismo, de la revolución.
Yo quisiera hacer alusión a algunos conceptos de cuál es el socialismo en el que creemos. Creemos en el socialismo que explica que los medios de producción están en manos del Estado. Esa es la concepción del socialismo que queremos construir. Hoy día de alguna manera tenemos que entender que el socialismo se acerca mas a ciertas formas igualitarias y justas de convivencia humana, que tiene que ver con una multiplicidad de otros temas, que tiene que ver con temas que pasan por la espiritualidad de las personas, que pasan por la cultura, que pasan por formas de interrelacionarse con los seres humanos y que no necesariamente tienen que ver con quién es el dueño de los medios de producción, porque tiene que ver con una integridad, tienen que ver con algo mas grande.
El partido al que yo pertenezco, la Izquierda Cristiana lo elegí por dos cosas. La primera fue que era un partido que se identificaba con un proceso revolucionario, era un partido no marxista y era un partido que entendía que en el marxismo hay elementos fundamentales que contribuyen a comprender los procesos de transformación de la sociedad pero todavía se quedaba dentro de una mirada unilateral materialista, que no daba cuenta de esto otro. Por lo tanto, qué significa ser socialista hoy día, cuál es el proyecto al cual encaminamos. Yo diría que hay algunas cuestiones, algunos consensos que son básicos. Somos socialistas aquellos que negamos el capitalismo. Primer concepto. Somos socialistas aquellos que negamos el capitalismo, no solo por la forma en cómo se establecen los medios de producción sino que, negamos el capitalismo por todas las características socio políticas, económicas y culturales que el capitalismo implica. Somos socialistas aquellos que somos capaces hoy día, en nuestra convivencia cotidiana, en nuestra convivencia con nuestros adversarios políticos, con nuestros enemigos políticos, en nuestra convivencia con nosotros, entre nosotros, con nuestras familias, con nuestras mujeres con nuestros niños, somos capaces de anticipar una experiencia distinta a la experiencia que nos ofrece el modelo capitalista.
Cuantos de nosotros vivimos permanentemente en la incoherencia. Tenemos un discurso que no es carne en nuestra cotidianidad, en nuestro día a día, en nuestra relación con nuestros hijos, en nuestra relación con nuestros compañeros de universidad o con lo que sea.
Bueno, somos socialistas si somos capaces de hacer ese esfuerzo cotidiano por traspasar al hoy ese proyecto futuro que estamos imaginando y que, todavía, a lo mejor de una perspectiva teórica no hemos sido capaces de armar.
Cómo hacemos socialismo. En esto hay recetas de antiguos que todavía nos sirve y que creo que Luis Emilio Recabarren nos puede dar luces en ese sentido. Hacemos socialismo con el cooperativismo, con la autogestión, con una democracia que, efectivamente, represente el sentir y el querer del conjunto de todos aquellos que estamos imaginando una utopía y una realidad distinta.
Yo quisiera, terminar parafraseando a Leonardo Boff que decía: “es deseando lo imposible que nos abrimos paso a la concreción de lo posible”. Y quisiera, finalmente, decir que esta es la oportunidad de rendir un homenaje a un hombre que se inscribe dentro de los grandes hombre de la humanidad, que está al lado de Martín Luther King, que está al lado de Gandhi, que está al lado de tantos otros. Un hombre que no era cristiano pero que en sus prácticas y en su vivencia, con sus potencialidades y sus debilidades, que también, naturalmente, las tenía fue capaz de vivir valores cristianos. Por eso un homenaje muy sentido a Salvador Allende Gossens.