Los partidos políticos y la crisis política

Los partidos políticos y la crisis política

Dagoberto Gutiérrez

En ningún momento como en el actual, las instituciones han funcionado con tanta salud, desempeñando cada cual su papel correspondiente; pero, a diferencia del pasado, mostrando ante el pueblo su verdadera naturaleza política. Así las cosas, el pueblo tiene ahora la oportunidad de descubrir, adentro de una ley, la maniobra política que la sustenta, y en el caso del decreto 743, el verdadero objetivo político de maniatar a la Sala de lo Constitucional.

La Sala de lo Constitucional, al sentenciar políticamente, es decir, basándose en la política de la Constitución, libera el hacer estatal del control partidario y, fundamentalmente, rescata la política del secuestro partidario y la pone en manos de la ciudadanía como un instrumento de lucha por la democracia. Al mismo tiempo, determina que los ciudadanos están por encima de los partidos políticos. Aquí estamos ante un rompimiento con un antiguo orden, que establecía el predominio partidario sobre la voluntad ciudadana, y esto significa un golpe al régimen burocrático de partidos que se estableció constitucionalmente desde 1983.

Todos los partidos han declarado la guerra a la Sala de lo Constitucional y todos se enfrentan a la ciudadanía, sin percatarse de ese enfrentamiento y, en algunos casos, como el del Partido FMLN, rompiendo incluso con un discurso de izquierda, y apareciendo y pareciendo a la derecha del partido ARENA.

La situación de este partido resulta ilustrativa, porque al finalizar la guerra de 20 años, el FMLN, que fue una alianza política de comunistas, anticomunistas y no comunistas, desaparecen, al agotarse el acuerdo político que le dio origen. Aparece el partido FMLN que rompe la continuidad histórica y es creación estatal dedicado a la lucha electoral, a la captura de posiciones en el aparato del Estado, al cultivo de una posición positiva ante la realidad, y a una especialización en el fortalecimiento del orden estatal. Una de las primeras decisiones teóricas fue, por eso, la renuncia a la figura de post guerra y a su substitución por la figura de la paz.

Este partido renuncia a la lucha política y adopta todo el trafico partidario electoral, ganando experiencia en la defensa de un orden, del cual se beneficia y al cual le debe sus avances electorales. Este orden es, justamente, el de la democracia representativa que sepulta toda forma de democracia participativa. Es un orden capitalizado y monopolizado por los partidos, que establece que políticos son los que controlan los aparatos estatales y que política es la que se hace en esos aparatos. Semejante visión busca impedir que el ciudadano haga política, es decir, que establezca sus intereses, los medios para lograrlo, construya sus instrumentos políticos y establezca sus alianzas, independientemente de los partidos políticos, y que sea la comunidad el ámbito determinante del hacer político.

Así se establece una distancia creciente entre este partido y los seres humanos de carne y hueso y también entre este partido y el pueblo; porque cada persona equivale a un voto y cada ciudadano es un votante que hay que capturar.
Las sentencias de la Sala de lo Constitucional rompen las reglas y también el juego del orden en el que este partido se amamanta; y el sentido y la fuerza transformadora de las sentencias que alteran las reglas, y en esa medida el mismo juego, han permitido mostrar a la cúpula del partido FMLN como una fuerza conservadora, precisamente, del orden, del orden partidario repudiado por toda la ciudadanía. Su defensa del decreto 743 ante la propuesta arenera de derogarlo ha puesto a esta cúpula en el lugar que le corresponde y en el que está desde hace años: a la derecha de la sociedad, y como una fuerza que renuncia a una posición negativa ante la realidad, porque resultando beneficiada por esa realidad que hay que cambiar, no puede respaldar, sin lesionar gravemente sus beneficios, cualquier cambio en las reglas del juego, ni mucho menos, del juego mismo.

Los militantes de este partido han de aprender a mirar a su cúpula y a su partido a partir de la conducta real ante los hechos políticos concretos y no a partir de discursos, colores, o concentraciones. Porque de otro modo, estarán obligados a creer que todo aquel que critica semejante conducta política es porque proviene de la derecha, o a aceptar, como de izquierda, una posición que choca con las opiniones y las posiciones del movimiento social y político del país. Y esto es, en todo caso, un tremendo contrasentido que solo es explicable por la renuncia a reflexionar políticamente y a sustituir esta reflexión por el simple cálculo electoral.

Es plenamente sabido, y todo militante medianamente relacionado con la sociedad, lo sabe, que es vigorosamente creciente la opinión de retirarle el voto favorable a este partido y a este gobierno en las próximas elecciones, y por supuesto, que aquí está planteada la distancia política creciente entre una victoria electoral de este partido y su significado como victoria del pueblo, o lo que es lo mismo, que el pueblo no considera suyas las ganancias electorales, porque al convertirse los partidos políticos en fines en sí mismos, y dejar de ser instrumentos de la gente para convertirse en instrumentos del Estado, facilitan la comprensión del pueblo sobre la necesidad de construir sus propios instrumentos, y ante la renuncia de los partidos de hacer política en beneficio de la gente, la convicción popular de construir sus propios instrumentos se impone.

La presente coyuntura determina, por eso, la necesidad del pueblo de construir una política independiente, de contar con sus propios instrumentos, de construir comunidad, de convertirse en sujeto político y actuar desde su poder a favor de un nuevo orden y una nueva sociedad.

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