«Mensaje a los Comunistas
Las relaciones tradicionales entre los cristianos y los marxistas, entre la Iglesia y el Partido Comunista pueden hacer surgir sospechas y suposiciones a las relaciones que en el Frente Unido se establezcan entre cristianos y marxistas y entre un sacerdote y el Partido Comunista.
Por eso creo necesario que mis relaciones con el Partido Comunista y su posición dentro del Frente Unido queden muy claras ante el pueblo colombiano.
Yo he dicho que soy revolucionario como colombiano, como sociólogo, como cristiano, como sacerdote. Considero que el Partido Comunista tiene elementos auténticamente revolucionarios y, por lo tanto, no puedo ser anticomunista ni como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote.
No soy anticomunista como colombiano, porque el anticomunismo se orienta para perseguir a compatriotas inconformes, comunistas o no, de los cuales la mayoría es gente pobre.
No soy anticomunista como sociólogo, porque en los planteamientos comunistas para combatir la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la falta de vivienda, la falta de servicios para el pueblo, se encuentran soluciones eficaces y científicas.
No soy anticomunista como cristiano, porque creo que el anticomunismo acarrea una condenación en bloque de todo lo que defienden los comunistas y, entre lo que ellos defienden, hay cosas justas e injustas. Al condenarlos en conjunto, nos exponen a condenar igualmente lo justo y lo injusto, y eso es anticristiano.
No soy anticomunista como sacerdote, porque aunque los mismos comunistas no lo sepan, entre ellos pueden haber muchos que son auténticos cristianos. Si están de buena fe, pueden tener la gracia santificante y si tienen la gracia santificante y aman al prójimo se salvarán. Mi papel como sacerdote, aunque no esté en el ejercicio del culto externo, es lograr que los hombres se encuentren con Dios, y, para eso, el medio más eficaz es hacer que los hombres sirvan al prójimo de acuerdo a su conciencia.
Yo no pienso hacer proselitismo respecto de mis hermanos los comunistas, tratando de llevarlos a que acepten el dogma y a que practiquen el culto de la Iglesia. Pretendo, eso sí, que todos los hombres obren de acuerdo con su conciencia, busquen sinceramente la verdad y amen a su prójimo de forma eficaz.
Los comunistas deben saber muy bien que yo tampoco ingresaré a sus filas, que no soy ni seré comunista, ni como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote.
Sin embargo, estoy dispuesto a luchar con ellos por objetivos comunes: contra la oligarquía y el dominio de los Estados Unidos, para la toma del poder por parte de la clase popular.
No quiero que la opinión pública me identifique con los comunistas y por eso siempre he querido aparecer ante ella en compañía no solamente de estos, sino de todos los revolucionarios independientes y de otras corrientes.
No importa que la gran prensa se obstine en presentarme como comunista. Prefiero seguir mi conciencia a plegarme a la presión de la oligarquía. Prefiero seguir las normas de los Pontífices de la Iglesia antes que las de los pontífices de nuestras clases dirigentes. Juan XXIII me autoriza para marchar en unidad de acción con los comunistas, cuando dice en su encíclica Pacem in terris:
«Se ha de distinguir también cuidadosamente entre las teorías filosóficas sobre la naturaleza, el origen, el fin del mundo y del hombre, y las iniciativas de orden económico, social, cultural o político, por más que tales iniciativas hayan sido originadas e inspiradas en tales teorías filosóficas; porque las doctrinas, una vez elaboradas y definidas, ya no cambian, mientras que tales iniciativas encontrándose en situaciones históricas continuamente variables, están forzosamente sujetas a los mismos cambios. Además, ¿quién puede negar que, en dictados de la recta razón e intérpretes de las justas aspiraciones del hombre, puedan tener elementos buenos y merecedores de aprobación?»
«Teniendo presente esto, puede a veces suceder que ciertos contactos de orden práctico, que hasta aquí se consideraban como inútiles en absoluto, hoy por el contrario sean provechosos, o puedan llegar a serlo. Determinar si tal momento ha llegado o no, como también establecer las formas y el grado en que hayan de realizarse contactos en orden a conseguir metas positivas, ya sea en el campo económico o social, ya también en el campo cultural o político, son puntos que sólo puede enseñar la virtud de la prudencia, como reguladora que es de todas las virtudes que rigen la vida moral tanto individual como social.»
Cuando la clase popular se tome el poder, gracias a la colaboración de todos los revolucionarios, nuestro pueblo discutirá sobre su orientación religiosa.
El ejemplo de Polonia nos muestra que se puede construir el socialismo sin destruir lo esencial que hay en el cristianismo. Como decía un sacerdote polaco: «Los cristianos tenemos la obligación de contribuir a la construcción del estado socialista siempre y cuando se nos permita adorar a Dios como queremos.»
Camilo Torres.»