Nicaragua 19 de julio, veintiocho años después.

Nicaragua 19 de julio, veintiocho años después. La “era” sandinista 2007
El FSLN de nuevo en el gobierno… no en el poder

Sergio Ferrari

El 19 de julio de 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN) conquistaba el poder en Nicaragua luego de tan largos como
difíciles años de lucha guerrillera. De la dirección nacional colegiada,
entre los nueve comandantes de la revolución, se proyectaba
particularmente Daniel Ortega Saavedra, quien 28 años más tarde, el 10
de enero del 2007, llegaría de nuevo al gobierno del país, esta vez a
través de elecciones. Entre uno y otro momento se sucedieron once años
de revolución sandinista –una de las experiencias sociales más
transformadoras en todo el continente latinoamericano. Y dieciséis años
de tres sucesivos gobiernos “neoliberales” que sentenciaron el retroceso
social de Nicaragua, convertido hoy en el segundo país más empobrecido
del continente. Balance de la dinámica nicaragüense a seis meses de la
victoria electoral del FSLN.

Nueva etapa… ¿pero cuál?

Un balance de estos seis primeros meses exige de antemano preguntarse si
se trata de un gobierno revolucionario –al estilo del sandinismo de los
años ochenta- o de una democracia “formal” o “normal”, de las que
existen en tanto países del mundo. Una vez respondido ese interrogante,
se puede avanzar entonces en el análisis de lo que se puede esperar del
gobierno actual del FSLN.

Tras la reflexión del periodista William Grigsby, se esconde la
disyuntiva esencial de la coyuntura de ese país centroamericano. Y la
auto-respuesta del director de la Radio La Primerísima no deja lugar a
dudas: “no hay una correlación de tipo político para pensar que hoy se
puede implementar una revolución como en los ochenta. Sin embargo, hay
una oportunidad de oro para sentar las bases para salir de la miseria
profunda que aqueja al país”, subraya.

“No espero una revolución, lo que espero es que sea un buen gobierno.
Que ataque las causas y las consecuencias de la miseria. Y que pueda
articular un programa de desarrollo nacional”, enfatiza Grigsby, uno de
los más agudos analistas políticos del país. Su programa diario, “Sin
Fronteras”, transmitido a las diez de la noche, constituye uno de los
escasos puntos de referencia para el análisis político, en un país donde
hoy predominan medios de comunicación superficiales y amarillistas.

Lo hecho y lo que falta hacer

Una de las primeras medidas de Daniel Ortega consistió en decretar la
gratuidad de la educación y la salud, decisión de alto valor simbólico
en un país en el cual en los tres últimos lustros la privatización de
buena parte de los servicios públicos hizo explotar la brecha social
entre ricos y pobres.

Tal como lo indica un balance de los primeros cien días del nuevo
gobierno elaborado por el Instituto para el Desarrollo y la Democracia
(IPADE), el ahorro del gasto público y la condonación de la deuda con el
BID (Banco Interamericano de Desarrollo), permitieron aumentar hasta un
3.21 % el presupuesto para el 2007, con respecto a la propuesta
presentada por el presidente anterior. De ese aumento, un 18 % fue
destinado a la salud, un 54 % a la educación y casi un 24 % al Bono
Productivo Alimenticio, tres de las áreas esenciales de la política
social que comienza a implementar el FSLN.

Y si la lucha contra la pobreza constituyó una de las principales
banderas electorales sandinistas, el Programa “Hambre Cero” –que retoma
el nombre de un plan similar implementado por Lula en Brasil- se perfila
como la propuesta esencial de ese combate en las regiones rurales más
marginadas.

Con un presupuesto de 30 millones de dólares anuales, Hambre Cero tiene
como objetivo beneficiar anualmente a 15 mil familias –75 mil en cinco
años-, asegurándole a cada una 2 mil dólares a través de la entrega de
una vaca y ganado menor, semillas, y otros medios para promover la
recuperación de la producción campesina. Eligiendo para comenzar la
implementación, las regiones rurales más marginadas.

Para el sociólogo Orlando Nuñez, padre teórico de este programa, una
idea esencial del sandinismo 2007 “es de pasar de un Estado con el
perfil de Gobierno+corporaciones (privadas), a un Estado con el perfil
Gobierno+ asociaciones. La lucha para lograrlo no será sólo política
sino también económica y habrá que organizarse no sólo políticamente
sino económicamente, incluso aprovechando las reglas impuestas estos
años por la derecha”.

Reflexión que explica las propuestas organizativas centrales que tiende
a promover el Gobierno en sus próximos cinco años. La primera, las
asociaciones de pequeños y medianos productores, con un acento gremial,
que permita recrear un sujeto económico prácticamente desaparecido como
consecuencia de tres lustros de políticas neoliberales que beneficiaron
únicamente a los grandes productores.

La otra propuesta, más en el terreno político, son los Consejos de Poder
Ciudadano, implementados en todo el país, desde barrios y comarcas,
pasando por municipios, departamentos y culminando a nivel nacional.

La consigna “el Pueblo Presidente” y la democracia directa que impulsa
el sandinismo “va mucho más allá de un discurso político. Es un nuevo
esquema organizativo basado en leyes de participación votadas en
gobiernos anteriores”, explica Harold Urbina, colaborador de la
Procuraduría de los Derechos Humanos.

La coherencia entre objetivos y medios participativos aparece en el
argumento del joven militante. Debe recrearse la forma de participación
a nivel nacional para poder implementar las tres metas inmediatas del
programa del FSLN. “El bienestar ciudadano a partir de la recuperación
de los servicios públicos desmantelados y privatizados; la reactivación
económica y productiva; y las transformaciones sociales para combatir la
pobreza”. Para ello, insiste Urbina, es importante además una nueva
lógica de política y cooperación internacional, “sobre la base del
comercio justo, la igualdad entre naciones, el respeto entre Estados. Y
por eso apostamos a la Alternativa Bolivariana para los pueblos de
nuestra América (ALBA), promovida especialmente por Venezuela”.

La reciente instalación en Nicaragua del Banco Nacional de Desarrollo
Económico y Social de Venezuela (Bandes) con más de 10 millones de
dólares de capital inicial proveniente de ese país -con la óptica de
reactivar al campesinado- y el apoyo de Venezuela en petróleo para dar
respuesta a una de las peores crisis energéticas que soporta Nicaragua,
son resultados pragmáticos de esta nueva referencia de política
internacional en marcha. Caracas ha prometido financiar el 50 % de la
factura petrolera nicaragüense para permitir liberar fondos que deberán
ser destinados a proyectos sociales.

Una oposición al acecho

La victoria del FSLN en las elecciones de noviembre 2006 fue ajustada.
Su 38 % de votos, aunque le permitió alzarse con el triunfo, no le
asegura invulnerabilidad en el parlamento donde su bancada es
minoritaria. Las dos fracciones liberales sumaron 52 % de los votos y la
disidencia sandinista reunida alcanzó un 9 %.

En estos seis primeros meses de gobierno las críticas cotidianas de la
oposición han ido aumentando el tono. Prácticamente no hay anuncio o
actividad gubernamental que no sea fuertemente criticada. Y no son
secretas las discusiones entre los tres sectores opositores para
impulsar lo que ellos denominan “una alianza anti-Ortega”.

A pesar del esfuerzo inicial “moralizante” de Daniel Ortega de reducir
los megasalarios del ejecutivo y sus ministros, a fines de mayo fue
revelado un publicitado caso de extorsión contra inversionistas
europeos-norteamericanos en turismo. Según la revista ENVIO, de la
Universidad Centroamericana, “la extorsión la realizaba el ex alcalde y
ex diputado del FSLN y actual cónsul nicaragüenses en Liberia (ciudad
del norte de Costa Rica), Gerardo Miranda, señalado ya por corrupción en
su gestión municipal…”

Dicho escándalo, todavía en vías de investigación judicial, animó aún
más a la oposición no sólo política sino también de centros de estudios,
ONG, redes y plataformas.

La Coordinadora Civil, creada en 1998 luego del huracán Mitch que azotó
el país –fuertemente opositora hacia los dos últimos gobiernos
liberales- se ha venido convirtiendo también en los primeros meses del
2007 en portavoz de la actual crítica anti-sandinista que propician
algunos sectores medios. Compuesta por unas 600 organizaciones, sigue
reivindicando la denuncia a todo conato de corrupción y se preocupa ante
la falta de claridad del FSLN en sus negociaciones con el Fondo
Monetario Internacional y las instituciones financieras.
La falta de información sobre ciertas áreas y políticas de Gobierno, así
como los repetidos cambios de ministros –especialmente mujeres- en estos
primeros meses de gestión, conspiran contra la consolidación del
Gobierno de Daniel Ortega. Así lo explicaba el IPADE en su
documento-balance de los primeros meses: “la ausencia de información del
Gobierno genera une estado de incertidumbre y una percepción negativa
ante la ciudadanía…”.
Por otra parte, ciertos aspectos “formales” de la vida política, como la
decisión de Ortega de no ocupar la antigua Casa de Gobierno
argumentando medidas de ahorro y de desempeñar sus funciones en la
sede de su partido, irritan sobre manera las sensibilidades de la
oposición. Que critica además el rol protagónico de Rosario Murillo,
esposa del presidente, designada secretaria del Concejo de Comunicación
y Ciudadanía, función que la convierte en la principal portavoz
gubernamental junto con el mandatario.

Los desafíos de futuro

Dos momentos políticos a mediano plazo se perfilan como trascendentes.
El primero, en enero del año que viene, cuando se vencerá la prórroga de
la decisión de las reformas constitucionales y se reabrirá un acalorado
debate nacional a partir del cual la oposición intentará disminuir los
poderes del ejecutivo.

El segundo, las elecciones municipales de noviembre del 2008, a las que
la oposición intentará transformar en un plebiscito contra el FSLN.

En esa perspectiva, los retos de cara al próximo año y medio son
desafiantes para el sandinismo. Que debe asegurar una buena gestión de
gobierno, asumiendo la responsabilidad de un Estado que ha sido
literalmente diezmado por las administraciones anteriores. Dando
respuestas a demandas sensitivas de los sectores más marginados del
campo y la ciudad; materializando una recuperación económica efectiva;
resolviendo la ya aguda crisis energética –con cortes de electricidad
que en junio llegaron en algunos barrios capitalinos a las 8-10 horas
diarias- e imaginando pistas para la creación de nuevos empleos,
consigna que constituyó durante la campaña una promesa electoral
movilizadora.

Por otra parte, y en paralelo, numerosas energías deberán ser dirigidas
para implementar el nuevo concepto de participación ciudadana –los
Consejos- que tanta desconfianza crea entre los sectores medios y la
oposición político-social. Una pista participativa cuyo éxito o fracaso
dependerá, esencialmente, de la capacidad de la militancia sandinista
para comprenderla como una oportunidad y no como un privilegio
verticalista y autoritario.

No menos importante será también para el Gobierno dotarse de una
pedagogía de comunicación todavía ausente, que impacte en la gente,
aclare las dudas, movilice y entusiasme. En una sociedad donde no hay
euforia y donde los estragos de tres gobiernos neoliberales se perciben
tanto en la vida cotidiana como en la conciencia y en la débil
organización de la gente.

Lejos están los años 80, su euforia participativa y la capacidad –casi
automática- de convocatoria del sandinismo en el poder. En una nueva era
en la cual el FSLN es “solamente” Gobierno.

– Sergio Ferrari, de regreso de Nicaragua
Colaboración E-CHANGER y periódico “ Le Courrier”, Suiza

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