Norma Guevara: En el camino, pero falta mucho por andar…

La importante líder del FMLN dice: somos antimperialistas, no antiamericanos y los modelos se refundan tanto en la izquierda como en la derecha

Por Juan José Dalton
SAN SALVADOR – El derrumbe del sistema socialista en Europa, con la Unión Soviética a la cabeza, hizo creer que el movimiento izquierdista mundial había quedado en la total orfandad y debilidad, difícil de sobrevivir y superar.

Sin embargo, tras la caída del Muro de Berlín, el triunfalismo de la corriente
neoliberal y el supuesto “fin de la Historia”, las izquierdas latinoamericanas
comienzan a andar sin mayor “tutelaje”: los comunistas habían perdido a la URSS; los guevaristas y guerrilleristas habían perdido a la Nicaragua sandinista y Cuba iniciaba una crisis de “Padre y señor mío” que aún subsiste.

El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) fue una fuerza que sobrevivió al embate de la derrota global. Desde su fundación en 1980 lleva en su seno sectores de todo el abanico de la izquierda contemporánea: marxistas-leninistas, marxistas católicos, socialdemócratas, socialcristianos y algunos sectores de iglesias protestantes.

Esta fuerza sobrevivió al colapso del Muro de Berlín, y en la actualidad ha
iniciado un proceso de cambio y transformación en El Salvador, desde el gobierno recién conquistado, después de casi dos décadas de finalizada la guerra civil.

Norma Guevara, una de las principales dirigentas del FMLN, actualmente jefa de la fracción legislativa del partido de gobierno, explica en esta entrevista con ContraPunto cuál ha sido la trayectoria de su partido, así como el modelo que en perspectiva impulsa y defiende.

¿Cuál es su visión de la izquierda latinoamericana en la actualidad?
En los años 70 tuvo lugar en América Latina un empeño de las fuerzas
revolucionarios, de los intelectuales de la Revolución, de dejar de lado lo que podría llamarse o caracterizarse como eurocentrismo; es decir, vivir en América Latina, con poblaciones pobres, indígenas y marginación, pero pensar en construcciones políticas como que si viviéramos en Europa.

Aquello fue valedero para la democracia cristiana, la socialdemocracia y para los comunistas. Las prácticas que se dieron en el continente, por un lado, las derechas con dictaduras férreas y graves violaciones a los derechos humanos, y por otro, el desafío de la lucha de las fuerzas revolucionarias. Aquellos desafíos no eran los que tenía la sociedad europea. Nuestro desafío era contra las dictaduras.

Eso lleva a que América Latina sea en el mundo de hoy un polo del que emergen nuevas prácticas de la lucha política y social, por la justicia y la democracia. Y por lo tanto, estas nuevas prácticas permiten sistematizar los caminos y las vías de las transformaciones. Procesos que tienen una esencia transformadora, por lo tanto revolucionaria, pero que no corresponden en la actualidad a un concepto clásico de una revolución, como un acto de fuerza en un momento.

América Latina está escribiendo su propia historia de soberanía, justicia y
democracia. Y lo está haciendo en un contexto de crisis del capitalismo mundial. Ello legitima más la búsqueda de modelos propios. Es una época en la que tampoco podemos hablar de una igualdad de procesos.
¿No es una paradoja que las izquierdas latinoamericanas estén arribando al poder o estén en el poder cuando el modelo socialista sucumbió en Europa y está en crisis?

Bueno, habría que ver las dos crisis… No sería justo fijarse sólo en que hay crisis en los sistemas que emergieron en el siglo pasado como revoluciones socialistas, cuando el sistema capitalista no ha parado de tener crisis. Claro, el capitalista es un sistema más viejo, con capacidad de reponerse, eso sí.

Pero los procesos sociales se recrean o se refundan, en la derecha y en la
izquierda. Tenemos el caso de China… Cuando se afirma, por ejemplo, que la Humanidad vive ahora dentro de un solo modelo, no es cierto. La población de China es una gran porción de la población mundial; está Viet Nam, Corea del Norte, Cuba… Esto, digamos, la parte más visible, que no sucumbió en esa ola de derrotas de procesos revolucionarios.

Por otra parte, en América Latina no venimos en retroceso, sino que en medio de esa crisis, cuando las derechas creyeron que no había más y que la Historia llegaba a su fin… No creímos en eso y ahora estamos construyendo caminos y no hay final. Ni tampoco nos hemos metido en esas discusiones sobre en qué modelo inscribirse o cuál nos gusta más. En Ecuador y en Bolivia hay procesos sociales casi simultáneos en el tiempo, pero diferentes.

Lo que si se aprecia es que la lucha armada ya no es un método que tenga validez. El FMLN en eso expresó perfectamente su posición cuando en una crisis, creada por quién sabe con qué intenciones, en 2006, cuando se dieron los hechos violentos frente a la Universidad-UES (un manifestante disparó con un fusil a un pelotón de policías y asesinó a dos de ellos). Entonces dijimos que era cierto, que habíamos asumido la lucha armada, que fue necesaria (durante la lucha antidictatorial). Pero dijimos también, que ahora estamos aquí y seguimos luchando, la lucha nuestra fue la que abrió la paz y que en esta etapa estamos luchando políticamente por las mismas banderas y por los mismos programas.

No hemos arridado la bandera de la democracia ni la demanda de la defensa de los derechos humanos, con sus deudas del pasado. Ahora está vigente la demanda de la pobreza, que no sólo está vigente, sino que si nos descuidamos se agrava.

En la lucha no sólo se requiere ser luchador, sino tener motivos para luchar. Estamos en el camino, si, pero todavía estamos lejos de la realización de nuestro programa y de la justicia.

Habla de programas…
Ya en 2001, cuando todavía todos estos países latinoamericanos que han logrado esos avances y no existían esos procesos, el FMLN dijo que no saldremos adelante, con más niveles de democracia –no sólo como práctica electoral, sino como modo de vida- si no sacamos del rezago en que vive la población rural.

Mientras no superemos los niveles de vida marginal de decenas de miles de familias y llevemos el progreso económico a estas familias, no se dinamizará la economía ni se posibilitará el surgimiento de un mercado interno más alto que tendrá sus efectos en la reactivación de la industria y en el mejoramiento del nivel de vida de la población.

Con la visión que teníamos ya en 2001, después de la visión de país que trazamos en 1996, ubicamos las enormes necesidades del país: el gran déficit estructural que tiene El Salvador y que tenemos que resolver para llegar a decir que el pueblo vive dignamente, como soñamos que debe vivir, no sólo una minoría.

¿Y hoy que están en el gobierno?
Hoy que hemos ganado el gobierno, vemos subrayada aquella necesidad. Ahora con otros matices, como por ejemplo, la soberanía alimentaria y la crisis que se nos vino en este tiempo: la crisis energética y la alimentaria a nivel internacional. Vemos hoy que no basta con ordenar las ventas del centro de la ciudad. Hay que comenzar, incluso, a aprender a producir frijoles, maíz, verduras… Granos, frutas y hortalizas que antes se producían en El Salvador, han tenido que ser traídos de Honduras y hasta de Etiopía.

Hay suficientes manos para trabajar, a pesar de nuestra estrechez territorial y que no hay suficiente tierra con vocación de ser cultivada para ser un país productor, pero no vamos a salir adelante sino incrementamos los niveles de producción para poder alcanzar esa soberanía alimentaria que necesitamos.

Ahora que estamos en el gobierno, aquella visión programática, definida en 1996 y en 2001, la vemos y sentimos que tenemos un problema más agudo por los efectos de la crisis internacional, que se une a la crisis estructural que padece el país.

Estamos viendo crisis en Europa: Portugal, España, Grecia, Turquía; en países del norte de Europa, que han tenido una estabilidad, una economía que llamaron de “bienestar”, que llevó a muchos a decir que no se necesitaba pelear contra el capitalismo o que la socialdemocracia bastaba, no hay que ser anticapitalista, sino perfeccionarlo… Hoy vemos a estos países en crisis, perdiendo el modelo de bienestar que las clases trabajadoras habían alcanzado.

Pero imaginate, nosotros no llegamos a esos modelos… Entonces, ¿cómo estamos? Este es uno de los grandes desafíos de la izquierda salvadoreña.

Bien, pasemos ahora a otros puntos… ¿Me puede decir qué piensa del último congreso del Partido Comunista de Cuba? ¿Qué espera la izquierda salvadoreña de Cuba?

Creo que los pasos que está dando Cuba en la actualidad corresponden a un nuevo momento de su Revolución, que es la revolución pionera de nuestro continente. Lo importante es que el proceso en Cuba, desde sus inicios, en su defensa, al enfrentar el bloqueo criminal, se ha hecho de la mano del pueblo. Vimos que el documento que sirvió de base para el congreso tuvo una participación de 7 millones de cubanos y pudieron reunir más de tres millones de planteamientos entre aprobaciones, críticas, objeciones, sugerencias y dudas. Todo esto nos dice que la Revolución en Cuba está viva, es vital y no le da la espalda a los
problemas, sino que los reconoce y plantea un camino para resolverlos.

Eso es lo que corresponde en un proceso de transformación que es la esencia de una revolución, es decir, responder al desafío del tiempo en que estamos viviendo, con un enfoque de libertad, soberanía, el respeto al ser humano y la búsqueda de su desarrollo; que no haya aplastamiento de nuestros países.

¿Me pudiera hablar ahora de la relación que la izquierda salvadoreña ha tenido con Estados Unidos, después de haber sido enemigos? Y tal vez una precisión: ¿Es el FMLN antiamericano como dicen algunos analistas?

Ojalá que se mantenga la potencia de estos procesos propios que se están dando en América Latina; tenemos la filosofía de pensar con cabeza propia, con pie en tierra… Estados Unidos debe respetar nuestras identidades. Hoy existe suficiente madurez de los procesos latinoamericanos para un lograr entendimientos. Nadie niega el papel de Estados Unidos en la economía, pero tampoco desconocemos la
esencia imperialista de ciertas prácticas como al que está pasando actualmente con la intervención en Libia.

En una relación de respeto, de amistad y soberanía, tenemos que tener la
libertad de decir cómo miramos los procesos que se dan en el mundo y ellos no debe interferir en la posibilidad de construir relaciones de respeto con Estados Unidos. Este enfoque sobre Estados Unidos, desde la firma de los Acuerdos de Paz, Shafick (Shafick Handal, el fallecido miembro de la Comandancia General del FMLN) lo dejó establecido y lo ha repetido Salvador Sánchez Cerén posteriormente, quizás con más profundidad. En las reuniones con Bernard Aronson (subsecretario de Estado de Estados Unidos), antes de firmarse el acuerdo paz, se dijo y lo dijo Aronson: “se acabó la guerra”. El FMLN recoge esas palabras: esta mano con la que hemos luchado es la misma mano que extendemos para transformar a nuestro país.

¿Antiamericanos?
No, nunca hemos sido antiamericanos ni antinorteamericanos, hemos sido antimperialistas. Ello porque las conductas imperiales de gastarse más de dos millones de dólares diarios para que el ejército local matara gente, eso no lo podíamos aplaudir. Lo valoramos y lo señalamos como una conducta imperialistas e intervencionista; lo condenamos en su tiempo. Por otra parte, valoramos lo que muchos estadounidenses hicieron hasta en los momentos más álgidos de la guerra nuestra, como es el caso del congresista Joe Moakley, que tuvo una posición de
venir y observar, de controlar la ayuda que el gobierno de Ronald Reagan estaba dando al ejército salvadoreño, pese a que se violaban grandemente los derechos humanos.

¿Cómo aprecia las críticas que hacen algunos sectores de izquierda, incluso, algunas bases del FMLN, que dicen que el FMLN ya no es un partido de izquierda; que es ahora neoliberal, de derecha y cuanto más, reformista?

No se cuántos miembros del FMLN sostienen eso. De los que están fuera del FMLN, no lo dudo, aunque hayan estado antes. Pero lo cierto es que debemos hablar de un proceso, que tiene dirección y períodos, a través de lo cual se avanza. Cuando se negoció la paz muchos dijeron que ese era un enfoque equivocado. Cuando nos hicimos partido político, muchos dijeron que ese era un enfoque que caminaba hacia la derecha. Cuando muchos se fueron de nuestras filas fue porque “éramos muy de izquierda” y decían que había que acercarse más a la derecha… O sea, el cuestionamiento al FMLN, no a la dirección (porque las direcciones han
cambiado y hemos tenido cinco secretarios generales), siempre han existido.

Existe el criterio propio y la libertad de pensar. Lo que hay que preguntarse es que: ¿Si hubiera ganado Rodrigo Ávila (de ARENA) la Presidencia de la República, las familias pobres de 100 municipios tendrían transferencias monetarias condicionadas o Bonos para Salud y Educación? ¿Si
hubiera ganado Ávila los ancianos de 32 municipios pobres estarían recibiendo pensiones? ¿Si hubiera ganado Ávila las cuotas obligatorias para tener acceso a un hospital nacional o a una unidad de salud se habrían suprimido? ¿Si hubiera ganado Ávila el enfoque anticrisis que busca proteger a los más débiles hubiera garantizado la estabilidad de niños y niñas en las escuelas, en las que ahora se
da alimento, útiles y calzado?

Por este camino de preguntas te podría llevar a muchas respuestas. ¿Estarían ya abiertos los caminos de Verapaz después que bajaron aquellos ríos de piedras en la tormenta de 2009? ¿Si hubiera ganado Ávila estaría procesado judicialmente el ex ministro de Salud por falsedades materiales e ideológicas, y negociaciones ilícitas o corrupción? ¿Si hubiera ganado ARENA se habría elegido a magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) capaces de decir que la difamación de los medios es igual a un delito?

Los cambios no son quizá en la cantidad y calidad que el país necesita.
Recordemos que venimos con rezagos estructurales, déficit y una herencia pesada, además, en medio de una grave crisis internacional. Pero no me cabe ninguna duda, que todas estas cosas que he mencionado, responden a un segmento de población que inspira una lucha transformadora y que dan un carácter revolucionario y de izquierda. Ello no fuesen posibles si hubiera ganado la derecha.

Yo no tengo porqué luchar sólo por la autoproclamación de que se me reconozca como “izquierda”; nuestro camino es de izquierda y vamos realizando los cambios gradualmente, en la medida de las condiciones que tenemos; las transformaciones, repito, son insuficientes todavía. Pero tenemos un horizonte y un rumbo. Y es bueno aclarar que estas transformaciones tienen un sentido: no se está trabajando para oligarquías, se está haciendo para las mayorías.

Antes y durante la guerra había una diferencia entre el revolucionario y el
demócrata. Pero en la actualidad, ¿Qué es ser revolucionario?
Bueno, te cuento que en las organizaciones que conformamos el FMLN había muchos matices con eso de democracia y revolución. Yo, que vengo del Partido Comunista, recuerdo que un día que estábamos pegando un afiche y que la policía por poco me detiene, el slogan decía: hay tres motivos para luchar unidos: derrotar la dictadura, derrotar el fascismo y construir un gobierno democrático.

El programa de gobierno del FMLN era el del gobierno democrático revolucionario. En el FMLN, en cada una de sus organizaciones, tenía un enfoque que da motivo a esa diferenciación: el que es militante revolucionario tiene que ser más exigente y sacrificado que un demócrata a secas. Entonces, en eso radica que el revolucionario era capaz de dar la vida en la lucha contra de la dictadura. En cambio, a un demócrata le pedís que se pronuncie contra la dictadura, que se apoye a un sindicato. No es que se maltratara, sino que queríamos tener un nivel superior.

Hoy resulta que alguien que se cree “el revolucionario más grande” es el que pide la elección por personas y el abandono de los programas y de los proyectos colectivos. Tienen derecho a pensar así, no nos podemos oponer a esos pensamientos, pero nadie nos puede imponer que despreciemos nuestra historia y nuestro ser actual de preferir el espíritu de instancias colegiadas y colectivas, en las que somos capaces de unir y poner cada uno su talento, no el personalísimo talento, en función de una colectividad para servir mejor a los propósitos superiores, de país y de transformación.

Aquí, en el legislativo, por ejemplo, tenemos una fracción en la que procuramos que no vaya a faltar un médico, más de algún ingeniero, un abogado, que haya alguien que sepa de educación. Pero si nos tocaría por la vía individual, pudiéramos llegar a tener una Asamblea Legislativa integrada sólo por abogados.

Pero la realidad nos lleva a la necesidad de tener herramientas que son
motivadas por conocimientos profundos. El individualismo es una corriente posmoderna que pretende negar el valor de las ideologías, de las militancias, de los colectivos, de los partidos, de las visiones programáticas, para poner por delante un tema, una persona, una noticia y un dinero. Existen, pero no nos pueden imponer ese criterio a quienes queremos ser de otro modo.

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