I- NÚCLEO DE REFLEXIONES
(Primera parte).
1- Que es Tendencia Revolucionaria.
2- Tendencia Revolucionaria y Poder
Introducción:
Como es muy normal y comprensible, considerando el nivel de confusión, desmoralización y frustración que aún persiste en buena parte de la izquierda salvadoreña, latinoamericana y seguramente de la izquierda mundial, así como las limitaciones de nuestro propio desarrollo, existen muchos vacíos de elaboración teórica y política cuyo abordaje ha venido presionando nuestras cabezas cada vez mas, en la medida en que la TR se ha ido desarrollando, abriendo nuevos espacios y convirtiendo de forma irrenunciable, en un referente visible de la llamada Nueva Izquierda, tanto dentro como fuera del país. Hasta ahora hemos venido contando más que con un arsenal de ideas plenamente elaboradas, con una fuerte convicción de que no podemos rendirnos y claudicar ante un poder económico, ideológico, político y militar, que se presenta y reconoce así mismo como victorioso e invencible en todos los terrenos y especialmente en el de las ideas.
Desde esta perspectiva, la necesidad de ordenar y desarrollar mas y mejor nuestras ideas y pensamiento, se convierte en una necesidad apremiante para avanzar y consolidarnos no solo política y organizativamente, sino también ideológicamente.
Es evidente que nunca tendremos, ni debemos proponérnoslo, todas las respuestas. La realidad de nuestra práctica política nos presentará siempre nuevas preguntas; tampoco debemos ignorar ni mucho menos temer a la necesidad de precisar y corregir ideas que en un momento determinado hemos dado por acertadas, tratando infaltablemente de ser coherentes con los principios que nos animan, sin ser esclavos de verdades supuestamente inamovibles.
En esta tarea no debemos pretender resolver los déficits de la teoría de la revolución mundial, ni siquiera los de la revolución salvadoreña, pues tal tarea rebasa, sin duda, nuestras modestas capacidades. Con este entendido, lo que a continuación presentamos, como un aporte a la discusión de nuestros compañeros y compañeras no son verdades absolutas, ni siquiera verdades a secas, solo son ideas para avanzar, para luchar y para continuar en la pedagogía de la revolución, que siempre tendrá un caudal fabuloso de momentos para luchar y aprender, aprender para luchar y luchar aprendiendo.
1- Que es la TR:
Esta es la primera pregunta que nos hacemos nosotros mismos/as y nos hacen otros/as y de la misma surgen otras preguntas, algunas veces incluso, a manera de respuestas: ¿somos una organización?, ¿una fuerza?, ¿un proyecto político?, ¿un partido marxista leninista?, ¿un movimiento social?, ¿la vanguardia del proceso revolucionario salvadoreño?, ¿el estado mayor de la revolución?, ¿un destacamento de lucha del pueblo?, ¿un intelectual orgánico colectivo del movimiento social? y otras.
Sin duda que muchas de estas preguntas- respuestas tienen que ver con lo que somos o queremos ser. A propósito, cabe recordar que en el Congreso de Abril del año pasado (Noviembre de 2001) la opinión prevaleciente fue de que TR dejaba de ser una tendencia del frente y pasaba a convertirse en parte integrante de un nuevo sujeto, en construcción ,de la revolución.
Sin embargo a mas de un año de esa definición y luego de muchos intentos por reunir y unificar esfuerzos con otras iniciativas u organizaciones políticas existentes, con el pensamiento puesto en construir ese sujeto, no concebido, de ninguna manera como el único, la realidad que tenemos es que lamentablemente y por variadas razones, prácticamente todas se fueron extinguiendo y no se avizora, al menos en el corto plazo, el surgimiento de nuevas, lo cual nos obliga sin desechar aquel planteamiento, a nuevas búsquedas y definiciones en apego a esta situación objetiva.
Esta realidad nos plantea como desafío irrenunciable la necesidad de asumir de mejor forma la responsabilidad de la organización de la lucha popular, concientes de que por ahora no podemos formar ese sujeto del cual nos pensábamos parte, sin que ello implique nuestra renuncia a continuar en el empeño de entendernos con otros actores del movimiento social. O sea que la razón de la existencia misma de la TR de convertir al pueblo en sujeto de su auto emancipación requiere de nuevas definiciones teóricas y adecuaciones prácticas (políticas y organizativas).
No hay dudas de que TR no es un partido político marxista leninista, o trostkista o maoísta, ni mucho menos pretende ser un partido político electoral; tampoco encajamos en el concepto tradicional de organización: no tenemos un presidente o secretario general, ni comité central, ni comités departamentales. Únicamente los cbr y la Coordinación, ni “cuadros revolucionarios a tiempo completo”. El porqué somos así no ha sido hasta ahora motivo de discusión, ni mucho menos de conflicto; tampoco hemos tomado la decisión de no crear nunca ese tipo de figuras o estructuras.
Con relación a la adscripción o no a una corriente determinada del marxismo o a otras corrientes de pensamiento, ya nos hemos pronunciado en los documentos del Congreso; lo único que habrá que añadir por el momento, es que en la experiencia de la izquierda mundial, estas adscripciones no han servido en general, para mostrar la “garantía revolucionaria” ni de personas, ni de organizaciones o movimientos, ni de la infalibilidad de tal o cual línea, aunque por supuesto, ha habido y hay revolucionarios ejemplares que se identifican de una u otra manera.
Lo que ha sido bastante evidente es que, en el seno de la izquierda mundial, estas adscripciones sí han servido para dividir, atacar, señalar, destruir al otro u otra, ya sea a nivel de organización o en lo individual. Es reconocido ampliamente que muchas organizaciones o movimientos de izquierda lamentablemente pasan mas tiempo combatiendo entre ellas mismas que con el enemigo.
Sin embargo las nuevas luchas populares, tanto en Europa como en América, han mostrado éxitos cuando han logrado traspasar esas barreras y han marchado tras objetivos bien definidos, marxistas de todas las denominaciones, anarquistas, socialistas, comunistas, ecologistas, movimientos de mujeres, jóvenes, etc., ya sean desde estructuras partidarias o desde movimientos sociales. La TR debe recoger esta experiencia importante, en el sentido de que mas allá de las definiciones nominales debemos guiarnos en nuestra política de alianzas y de búsqueda de articulación de frentes o movimientos, por la práctica de lucha que cada fuerza realice, así como por los objetivos que en cada coyuntura pretendamos alcanzar.
En lo que concierne a la formación y educación de nuestros miembros/as, debemos en primer lugar, estimular al estudio y conocimiento del pensamiento y teorías elaboradas por destacados luchadores revolucionarios, marxistas o no marxistas, en especial de América Latina y de nuestro país ( para el caso, El Che Guevara, Simón Bolívar, José Martí, Monseñor Romero entre otros).
Así mismo, no tenemos estatutos, ni programa; sin embargo, cuando estábamos preparando el Congreso se discutió este aspecto y se elaboró un documento con varias ideas que pueden servir de base para la elaboración de un programa y sin duda que no habría mucha dificultad para hacer unos estatutos. No obstante estas carencias que a lo mejor a lo que podríamos considerar como “limitaciones,” la realidad objetiva es que nos hemos venido desarrollando, no necesariamente en el aspecto orgánico, pero sí en lo referido a la presencia e influencia política; se ha ganado identidad propia, reconocimiento adentro y fuera del país y capacidad de generar espacios de movilización popular.
En cuanto a la cuestión del programa lo que hay que resolver es no tanto si se elabora o no, sino algo mucho mas importante, mucho mas central que eso; lo cual tiene que ver con como nos situamos en relación a las diversas organizaciones, movimientos e iniciativas de lucha popular existentes y a las demás que haya que crear o que surjan en el contexto de la lucha social y política.
Si vamos a plantarnos frente a ellas para decirles: “este es nuestro programa, este es el programa de la revolución, sígannos que nosotros somos la vanguardia y venimos a conducirlas hacia la victoria de la revolución” tal como fue el discurso de las organizaciones revolucionarias del siglo pasado; o si, por el contrario, lo concebimos de otra forma.
Hay en la actualidad muchas razones para pensar y sostener que este planteamiento no nos llevaría a ninguna parte. Una de ellas es la legítima desconfianza que luego de los acuerdos de Chapultepec y la metamorfosis sufrida por el frente y muchos de sus ex dirigentes, el pueblo tiene hacia lo que se denomina “izquierda”, la cual se manifiesta de diferentes formas, entre ellas la mas común es la renuencia de los sectores populares a apoyar cualquier tipo de iniciativas que han sido presentadas en distintos momentos como “nuevas” o “alternativas”.
Si por el contrario nos concebimos como un movimiento que vive dentro del pueblo, integrado por luchadores y luchadoras sociales que somos parte, no simples acompañantes de los que sufren la explotación, la exclusión y todo tipo de asimetrías propias de la naturaleza del sistema injusto que padecemos y que desde allí construimos juntos espacios de resistencia y protesta, levantando demandas concretas y proponiendo soluciones a sus problemáticas que también son nuestras, sin decir “ nosotros tenemos las soluciones”, sino que las buscamos y encontramos o construimos desde el pueblo, abordaremos la cuestión del programa desde otra pedagogía y perspectiva. Esto significa ver mas que el programa, el proyecto alternativo de sociedad, que se constituirá a partir de valores, principios e ideales, como un horizonte mas general, que ha de requerir no de un programa, sino de muchos programas a lo largo de su construcción y que pasa sin falta por el desmontaje del actual orden existente. Pero a la vez, el proyecto alternativo nacerá y se forjará en el seno de la lucha misma y desde los movimientos y organizaciones que la impulsen, es decir, desde el pueblo.
Formuladas estas cuestiones de otra forma, la disyuntiva se nos presenta de la siguiente manera: o elaboramos el programa nosotros, o se construye en el seno de la lucha, desde el pueblo.
En cuanto al estatuto, hay que plantear que el mismo tiene como objetivo normar el funcionamiento de cada una de las instancias de la organización o movimiento de que se trate; establecer requisitos de ingreso, o para tener derecho a pertenecer o no a algún organismo terminado, niveles de autoridad y reglas disciplinarias. Sin disminuir la importancia que pueda tener cierta normatividad, dos conceptos pueden ayudar a ver las cosas desde otra perspectiva: en la TR nadie tiene mas autoridad que el que el otro u otra le reconocen. Por encima de que alguien haya sido electo en tal o cual responsabilidad, o de la pertenencia de una u otra instancia, es el nivel de compromiso de cada quien, de su entrega y responsabilidad diaria en el cumplimiento de las tareas, que son asumidas siempre consciente y voluntariamente, lo que se traduce en un cierto nivel de autoridad y de credibilidad de cada compañera y compañero.
El otro concepto tiene que ver con la disciplina: existe al respecto, un enfoque que vincula la disciplina al apego o acatamiento de ciertas normas aceptadas como válidas y de absoluta obligatoriedad; al respecto, nuestro enfoque es el de entender la disciplina como una acto de libertad y no de sometimiento, determinado por la conciencia y el compromiso, que parte de reconocer que en la lucha revolucionaria nadie da mas allá de lo que su conciencia y compromiso con la causa del pueblo le determinan.
A manera de conclusión en cuanto a que es la Tendencia Revolucionaria, podemos expresar: Es un movimiento, una fuerza política integrada por luchadores y luchadoras sociales, voluntaria y libremente incorporados/as, que continúan creyendo que la revolución no solo es necesaria, sino también posible y que se reúnen para pensar y analizar la realidad nacional y mundial haciendo acopio del pensamiento revolucionario mundial, desde el espacio socio- político de los excluidos y excluidas, desde los explotados y explotadas, pero que además organizan y planifican acciones y propuestas políticas orientadas a desarrollar e impulsar distintas iniciativas de movilización y lucha popular, en la búsqueda de una sociedad mas libre, justa y solidaria.
2-TR y Poder:
En este apartado lo importante a discernir es si nosotros somos un agrupamiento de ex militantes o no del frente que estamos en esto debido a que no podemos vivir sin la creencia de que hay que continuar pensando en “ estar en contra”, como una forma de estar en paz con “dios” o con nuestras conciencias, mientras nos morimos de viejos, o por otras circunstancias; es decir, que, o somos una especie de “izquierda testimonial” como sostienen los reformistas y socialdemócratas, o estamos en realidad comprometidos de pies a cabeza a entregar nuestros mayores y mejores esfuerzos por construir, o contribuir a construir, una sociedad mas libre y justa y solidaria, mas allá del capitalismo.
Este aspecto nos lleva directamente al siempre presente y apasionante debate sobre el tema del poder. Básicamente en el escenario latinoamericano, y para no meternos a otro tipo de análisis mas históricos y filosóficos, que sin duda son también necesarios y muy importantes, dos son las tesis que mas se discuten, entre otras razones, por lo destacado de los procesos y movimientos que las sustentan; nos referimos a la conocida posición de los zapatistas que han dicho no estar interesados en tomar el poder, aunque al parecer el concepto poder tiene, en esa acepción, un uso restrictivo en el sentido de entender el poder como gobierno. Desde esta perspectiva “la construcción de la sociedad sin exclusión, donde quepan todos y todas” se logrará a partir del poder ejercido desde la sociedad civil la cual tendrá a partir de su organización, la capacidad de determinar que los que mandan, manden obedeciendo.
La otra tesis, más tradicionalista en la perspectiva marxista predominante en buena parte de la izquierda latinoamericana desde la época soviética, es la de las FARC, (aunque cabe destacar que últimamente han venido modificando su planteamiento incorporando el pensamiento de Bolívar y asignando mayor relevancia a la lucha del movimiento popular) quienes declaran que ellos están luchando por tomar el poder y construir la sociedad socialista. Con este discurso han venido desarrollando una heroica batalla por casi cuarenta años y ahora constituyen una fuerza político militar que se ha convertido en principal desafío para la política del gobierno de Estados Unidos hacia América Latina.
De nuestra parte, pensamos que no se pueden realizar las profundas transformaciones que la construcción de una nueva sociedad requiere renunciando a la dirección del estado o sea dejando el gobierno en manos de otros sectores, fuerzas o personas que no comparten los mismos propósitos, mas aún conociendo que en el aparato estatal se concentran grandes recursos económicos, jurídicos, políticos y militares fundamentales a la hora de impulsar cambios o de oponerse a ellos. No es casual que las oligarquías se aferren a tener en sus manos el timón del estado y cuando lo han perdido, no escatiman esfuerzos para tratar de recuperarlo; las experiencias de Nicaragua y Venezuela grafican meridianamente esta realidad.
Pero igual, la misma experiencia venezolana ilustra que no basta para las fuerzas revolucionarias y el impulso de su programa, tener el gobierno y limitar su poder a ello. Hugo Chávez no hubiese vuelto al gobierno sin el poder con que contaba en otras instancias de la sociedad, como los sectores patrióticos de la fuerza armada, pero principalmente sin el apoyo de la organización popular que se movilizó e insurreccionó en casi todo el país, cercando algunos cuarteles en incluso el palacio de Miraflores.
En este sentido nosotros partimos de que para transformar radicalmente la sociedad, se requiere la construcción de organizaciones y movimientos dispuestos y capaces de luchar a través de todos los medios de lucha posibles o históricamente necesarios, no solo en contra del orden de injusticia explotación y exclusión existente, sino también por la instauración de un nuevo orden social . En el contexto de la lucha, siempre que haya voluntad y disposición popular, se irán generando, de forma contradictoria o sea con altas y bajas, avances y retrocesos, niveles de correlación de fuerzas y estados de ánimos favorables a esas transformaciones, capaces de derrotar el viejo orden y derrumbar el estado de cosas existente instalando un gobierno que sea síntesis de esta correlación, abriendo paso a la constitución de un nuevo bloque histórico o agrupamiento de fuerzas, expresiones de clases y grupos sociales, que logran, en la coyuntura adecuada, ponerse al frente del timón del estado o sea del gobierno, sustituyendo al bloque anterior y asumir la responsabilidad de emprender las tareas revolucionarias del momento .
Sin embargo, este no es mas que el comienzo; la garantía de que el programa de transformaciones se lleve a cabo tiene que ver con otras muchas variables de índole interna y externa, tanto económicas como políticas, difíciles de establecer desde ahora; pero como un horizonte a seguir, la apuesta nuestra será la de reunir pueblo y poder, devolviendo el poder al pueblo, impidiendo que este se elitice o se ponga al servicio de pequeños grupos de la sociedad, ya sea de capitalistas, de burócratas o seudo dirigentes revolucionarios. Dicho en otros términos: el espacio de poder conquistado con la instalación del nuevo gobierno deberá ser siempre expresión del poder del pueblo es decir, del conjunto de agrupamientos movimientos u organizaciones que defienden e impulsan en la práctica de la lucha diaria, las demandas y aspiraciones de las mayorías. El gobierno, o sea el poder del estado, para que sea realmente del pueblo tendrá que fundamentarse en la más amplia y firme organización popular; sin ella aquel no será alcanzable y si así lo fuera, no perdurará. La idea de “mandar obedeciendo” la cual asumimos como correcta, solo la vemos posible, si el que “manda” es expresión de los “mandados”, para que sean estos los que manden.
En este orden de ideas, a largo plazo, lo que está planteado es la reunificación plena del pueblo con el poder, fenómeno éste que deberá coincidir con el momento histórico en el cual los medios de producción estén en manos de los productores, o sea de la sociedad libremente organizada y dueña de su propias realizaciones y destino. Este es, desde nuestro enfoque, el momento de la desaparición del poder mismo, el momento, concebido como momento histórico, del fin del Estado y de todas las demás instituciones diseñadas para alienar, enajenar o negar la verdadera auto emancipación del ser humano, el de la humanización de la humanidad.
Otro aspecto vinculado a todo esto es el de cómo se plantea el paso, por parte de las fuerzas revolucionarias al control del Estado, y si tal paso es o no necesario. Al respecto es conveniente recuperar un poco la intensa discusión que se generó al interior de la izquierda salvadoreña luego de terminada la guerra, cuyo centro era esencialmente este punto y en la cual abundaban las opiniones de que se podía “gobernar desde abajo” tal como lo expresaban los sandinistas luego de su derrota electoral del año 1990, así como la de que era posible construir una especie de “economía popular” e incluso, espacios de la “sociedad alternativa” o de islotes de socialismo en el contexto del capitalismo.
Esta idea cobró relativa fuerza en algunos sectores a partir, primero, de los apoyos logrados por algunas organizaciones no gubernamentales mediante la cooperación internacional y posteriormente de la posibilidad de lograr el control del gobierno de los ciertos municipios a través de las elecciones. Ambas experiencia s han demostrado que allí no ha surgido nada nuevo, y que incluso la pérdida de alcaldías no significó, para el bloque de poder dominante mayores trabas para el impulso del modelo, sino más bien en muchos casos contribuyó grandemente para su efectivo despliegue.
A diez años de esas discusiones, las cosas han sido puestas en claro por la experiencia: esos intentos fueron fracasando uno a uno y lo que en definitiva se impuso, inundando todos los resquicios de la sociedad fue el modelo privatizador a ultranza o sea el neoliberalismo, que tiene a El Salvador como ejemplo de uno de sus mayores éxitos en Latinoamérica en cuanto a su aplicación se refiere, para lo cual el control del gobierno fue, como se constata a lo largo de todo el continente, factor central e indispensable. Esta situación reafirma la necesidad de resolver la cuestión del poder (entendido como gobierno) favorablemente a las fuerzas del cambio como condición indispensable para el impulso del programa o programas necesarios para la construcción del proyecto alternativo de sociedad.
Otro aspecto a considerar es la forma o la vía (pacífica o violenta o ambas combinadas) en que este problema del poderse resolverá, lo cual será determinado por múltiples circunstancias históricas que habrá que prever y que se irán perfilando en la medida en que la lucha popular se aproxime a esas cimas.
Finalmente conviene abordar la interrogante siguiente: la de si la TR se propone gobernar el país o no. Esto nos lleva a la vieja y tradicional definición de que los partidos políticos (incluyendo a los que se definen como marxistas leninistas) están hechos para gobernar, que su fin es precisamente hacer gobierno para desde allí impulsar su programa. La TR no asume esta forma de ver las cosas, su apuesta no es a gobernar, sino a lograr avanzar en la conquista de la sociedad que soñamos para nuestro pueblo. No vemos el gobierno como un fin en si mismo, sino como un instrumento que debemos contribuir a arrancar de las manos de la burguesía para ponerlo al servicio del impulso del proyecto popular; no se trata de que gobierne la TR, sino de que gobierne el pueblo. Tampoco se trata de que desde ese nuevo gobierno se ejecute el programa de la TR, sino de que se ejecute el programa del pueblo.
San Salvador; agosto de 2002.