Otra izquierda es posible

Otra izquierda es posible

Por Roberto Rubio-Fabián*

Tal como lo señalamos anteriormente, la izquierda debe honrar su espíritu crítico, y ser capaz de criticarse a sí misma y sus propias bases conceptuales. Los conceptos de lucha de clases, dictadura del proletariado, plusvalía, el materialismo histórico, etcétera, son totalmente insuficientes para dar cuenta del complejo y acelerado mundo en que vivimos. La realidad ha cambiado mucho, pero el pensamiento de la izquierda, especialmente la latinoamericana, poco.

¿Cuáles son o deben ser sus nuevas bases conceptuales? Por el momento no lo sabemos a ciencia cierta. Lo único que sabemos con certeza es que lo que se tiene está desfasado, y que actualizar sus ideas acorde a la cambiante realidad es uno de los grandes retos de la izquierda hoy en día.

Por tanto, uno de los puntos de partida de la “otra izquierda posible” tiene que ver ante todo con actitud mental: intelecto amplio, pensamiento dinámico y dialéctico, abierto a críticas y nuevas ideas, tolerancia, en fin, con neuronas frescas, curiosas e inquietas. No solo es la fe en el credo sino también la duda en el mismo lo que mueve montañas.

Solo así la izquierda irá construyendo y encontrando los conceptos y enfoques que tanto necesita para interpretar mejor los signos de estos tiempos. Irónicamente, estos llamados al cambio provocan reacciones conservadoras y de no-cambio al seno de cierta izquierda. Traigo a cuenta dos simpáticas e ilustrativas sentencias de dos lectores que comentaron por internet la primera parte de este artículo, las cuales hablan por sí solas: “la izquierda es la izquierda y punto”, “buscar otra izquierda es ir al encuentro del juego de la derecha”. El dogma es infalible y punto, y quienes lo cuestionan son los tentados por el diablo. Amén.

Además de una actitud mental abierta ¿qué demanda otra izquierda posible? ¿Qué otras cosas deben definir la izquierda actual? Ante todo, capacidad de sentir y de conmoverse. No basta solamente tener mente amplia y nuevos conceptos, ideas o teorías para interpretar mejor la realidad, sino también “corazón” para sentirla. En este mundo frívolo, competitivo e individualista, la izquierda debe destacarse por su alta sensibilidad e intolerancia ante la injusticia, su capacidad de conmoverse ante la pobreza y el dolor ajeno, su generosidad y humanismo, su apego a la honestidad y la verdad, por su sencillez y humildad y su alergia a la prepotencia y la arrogancia. El profesional de las ciencias sociales que se considera de izquierda no solo debe saber medir con rigor estadístico los niveles de pobreza, sino también saber percibir con lágrimas el sufrimiento concreto que hay tras de ella; saber descubrir y sentir la gente detrás de las cifras. ¿Podrá imputarse de izquierda aquel que pasa absolutamente indiferente al drama humano que se esconde del otro lado del vidrio de su vehículo cuando le intentan limpiar el parabrisas, o ante el que no tiene más remedio que humillarse para pedir limosna en la calle? El cerebro de los que se consideran de izquierda no solo debe estar ejercitado en su racional y analítico lóbulo izquierdo, sino también en su sensible y sintético lóbulo derecho, porción cerebral donde biológicamente se procesan y experimentan las profundidades del afecto.

Los de izquierda no deben ser y actuar como tales por resentimiento, frustración, odio u oportunismo, sino por convicción, esperanza, amor e interés por el progreso y bienestar del mundo y la humanidad. Si no se acciona como tal, cuando los autodenominados de izquierda detentan y saborean las mieles del poder, de sus sombreros mágicos salen los escondidos y pequeños dictadores que anidan en sus amargadas almas.

En fin, ser de izquierda, de la otra izquierda posible, no solo implica una nueva actitud mental, una actualización del concepto y del pensamiento, una manera renovada de ver e interpretar la realidad, otra forma de pensar, sino también una activación del sentir, una remoción de las capas de la indiferencia, una zambullida a las profundidades de las más nobles y bellas energías de la Tierra y de los seres humanos que pertenecemos a ella.

No solo lo que piensa y siente define a la izquierda sino también lo que hace y practica. ¿Son de izquierda los gobiernos que se autodefinen como tales? ¿Podemos calificar de izquierda lo que hacen y practican los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Bolivia (Ecuador merece mis respetos y comentarios aparte)? ¿Se pueden calificar de izquierda los procederes y las experiencias del llamado Socialismo del Siglo XXI? ¿Otra izquierda es posible? Sobre esto trataremos en la próxima entrega.

*Roberto Rubio-Fabián es director de FUNDE – Fundación Nacional para el Desarrollo – Publicación en la LPG

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