Poesía Salvadoreña Contemporánea

29 noviembre 2007
Poesía Salvadoreña Contemporánea

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Indudablemente los últimos treinta y cinco años de la historia y de la literatura salvadoreñas están marcados por el conflicto social que desembocó en la guerra civil y que polarizó a la nación entera. Al inicio de esta etapa ocurrieron las muertes de los más prominentes poetas de la generación que consolidó un primer canon de literatura salvadoreñal: Claudia Lars (1899-1974), Raúl Contreras (1896-1973), Pedro Geoffroy Rivas (1908-1979), Vicente Rosales y Rosales (1894-1980), Serafín Quiteño (1906-1987), Hugo Lindo (1917-1985) y Lilian Serpas (1905-1985), entre otros. Estos hechos ocasionaron el lógico recambio generacional y coincidieron con una gran efervescencia política iniciada con el secuestro y asesinato del empresario Ernesto Regalado Dueñas, en 1972. Este hecho fue la primera manifestación de la existencia del Ejército Revolucionario del Pueblo, uno de los cinco grupos que después conformaron el Frente “Farabundo Martí” para la Liberación Nacional, FMLN.
En ese mismo año de 1972 la Universidad de El Salvador (UES) fue ocupada por el ejército, lo que marcó el declive de tan importante centro de estudios, imbuido de las mismas contradicciones que ya dividían a la sociedad entera. Antes de la invasión, en la Editorial Universitaria se publicaron algunos de los libros fundamentales de la literatura salvadoreña, como las Obras escogidas de Salarrué (Salvador Salazar Arrué) proyecto ejecutado entre 1969 y 1970 por el poeta Hugo Lindo y apoyado por el rector de la Universidad, Rafael Menjívar Larín. Fue ese un primer intento de recopilación de la obra de uno de los más destacados narradores salvadoreños, y es una obra importante además, porque incluye el único poemario de Salarrué: Mundo nomasito (republicado en edición aparte en 1975). Dicha editorial era dirigida por Ítalo López Vallecillos, quien publicó además las Obras Escogidas de Claudia Lars, con prólogo de Matilde Elena López, la Antología general de la poesía de El Salvador, de José Roberto Cea, el importante poema Los nietos del jaguar de Pedro Geoffroy Rivas, y muchos más.
El otro poema fundacional de Geoffroy, Vida, pasión y muerte del antihombre, así como sus trabajos lingüísticos, vieron la luz por la misma época en la Dirección de Publicaciones. En esta etapa, los integrantes de la Generación Comprometida nacidos alrededor de los años treinta estaban en plena etapa de madurez y producción: Rafael Góchez Sosa (1927-1986), Álvaro Menéndez Leal (1931-2000), Ítalo López Vallecillos (1932-1986), Mercedes Durand (1933-1999), Irma Lanzas (1933), Waldo Chávez Velasco (1933-2005), Eugenio Martínez Orantes (1932-2005), Manlio Argueta (1935), Roberto Armijo (1937-1997), José Roberto Cea (1939) y Roque Dalton (1935-1975), entre otros.
Fue la primera generación poética que pasó por las aulas universitarias, y desde ahí combinó el quehacer poético y el trabajo sostenido en diversas disciplinas académicas. Además de ser el más depurado poeta lírico de su generación, como lo atestiguan sus poemarios Biografía del hombre triste, Imágenes sobre el otoño, Puro asombro, Inventario de soledad y Espejo (inédito), Ítalo López Vallecillos fue un destacado investigador histórico (El periodismo en El Salvador, Gerardo Barrios y su tiempo, La influencia de México en la Independencia de Centroamérica, La insurrección popular campesina de 1932 y La dictadura del general Maximiliano Hernández Martínez), amén de dirigir tres de las más importantes editoriales universitarias centroamericanas: la de la UES; UCA Editores de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, y la Editorial Universitaria Centroamericana, EDUCA, ésta última durante su exilio en San José de Costa Rica.
Otros miembros de la Generación Comprometida se volcaron a diversos géneros, como Menéndez Leal, quien escribió teatro y cuento además de poesía. Entre sus obras poéticas más relevantes, destacan: Los júbilos sencillos, Banderola de señales, Silva de varia música, Antología inédita, Antología heroica y Bip bip bip haikús. Expulsado de la academia militar, Menéndez Leal incursionó en el periodismo radial y la docencia universitaria. Irreverente, subversivo, polémico incluso, el mejor personaje de Álvaro Menén Desleal, como se firmó muchas veces, fue él mismo.
Manlio Argueta es conocido sobre todo como novelista, pero en su obra poética temprana destacan Un hombre por la patria, El animal entre las patas y En el costado de la luz. Argueta, lo mismo que otros de sus compañeros de generación, se vio obligado a salir de El Salvador a raíz de la ocupación de la Universidad. Su obra novelística es muy conocida dentro y fuera del territorio salvadoreño e incluye: El valle de las hamacas, Caperucita en la zona roja (obra con la que obtuvo el premio “Casa de las Américas” en 1977), Un día en la vida; Cuzcatlán, donde bate la mar del sur; y Milagro de la paz, entre otras. Radicó en San José de Costa Rica, donde no sólo realizó la mayor parte de su obra novelística, sino que la dio a conocer. Actualmente es director de la Biblioteca Nacional de El Salvador.
Por su parte, Roberto Armijo se encontraba becado en Francia cuando ocurrió la ocupación de la Universidad y se quedó en aquel país donde realizó una importante actividad diplomática que contribuyó a la declaración franco-mexicana (1981) que reconoció al FMLN-FDR como fuerza beligerante en el conflicto salvadoreño y sirvió como primer empuje hacia el proceso de paz. Armijo publicó La noche ciega al corazón que canta, Seis poemas y una elegía, y participó en la antología colectiva De aquí en adelante junto con Manlio Argueta, Tirso Canales, José Roberto Cea y Alfonso Quijada Urías. De ese grupo, Quijada Urías marchó al exilio en Nicaragua en 1981. Sólo Tirso Canales y José Roberto Cea continuaron trabajando en el país en forma ininterrumpida. Debido a su larga permanencia en el extranjero, la obra poética de Armijo, por lo demás muy importante, ha sido conocida tarde y mal en El Salvador.
Hubo otros escritores que por su edad no se agrupan ni como parte de la generación de los mayores ni de la comprometida, con quien, sin embargo, tuvieron vínculos ideológicos. Oswaldo Escobar Velado (1919-1961) muerto prematuramente de cáncer después de dejar perdurable influencia sobre los poetas jóvenes; Matilde Elena López (1919), quien desarrolló una destacada labor docente y ensayística, autora del poemario Los sollozos oscuros, y Claribel Alegría (1924), más conocida por su obra narrativa, quien ha publicado los poemarios: Aprendizaje, Pagaré a cobrar y otros poemas, Sobrevivo, Suma y sigue, La mujer del río Sumpul, Y este poema rio, Variaciones en clave de mí, Umbrales, Luisa en el país de la realidad y Saudade. Aunque nacida en Nicaragua, es una de las escritoras salvadoreñas con un trabajo extenso y consistente.
Roque Dalton es el poeta salvadoreño más conocido a nivel internacional. Ganó el primer lugar en el certamen “Casa de las Américas” con Taberna y otros lugares (1969), un hito en la poética nacional. Anteriormente había sido finalista del mismo certamen con El turno del ofendido. En 1970 renunció a sus labores en el Comité de Colaboración de dicho instituto y en 1973 ingresó clandestinamente a El Salvador, donde se integró a las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Un grupo de miembros de esa organización lo asesinó el 10 de mayo de 1975. Cinco años antes, en Barcelona había publicado Los pequeños infiernos, con palabras de José Agustín Goytisolo; y en 1974, en México, Las historias prohibidas del Pulgarcito. Sus Poemas clandestinos circularon en San Salvador a partir de 1980 precisamente así: clandestinos y reproducidos en hojas mimeografiadas. Un libro rojo para Lenin apareció en Managua, en 1986, y Un libro levemente odioso, en México, en 1988. Referente obligado de una generación que creció a la sombra del personaje literario y político, Dalton ha sido para muchos poetas salvadoreños ese “paisano inevitable” que Darío fue para los nicaragüenses.
De sus contemporáneos José Roberto Cea incursionó en poesía con Los días enemigos; Casi el encuentro; Códice liberado, con el que ganó el segundo accésit del Premio Adonais, Madrid (1966); Todo el códice, primer finalista del Premio Leopoldo Panero (1967), Náufrago genuino, Mester de picardía, Misa-mitin, Los herederos de Farabundo y Los pies sobre la tierra de preseas. Nacido en Izalco, localidad con una fuerte presencia de hablantes del nahuat, Cea reivindica en su obra la raíz de la identidad indígena.
En los cuarenta nacieron Alfonso Quijada Urías (1940), Francisco Andrés Escobar (1942), Rafael Rodríguez Díaz (1943), David Escobar Galindo (1943), Rafael Mendoza (1943), Dina Posada (1946), Ricardo Lindo (1947) y Alfonso Hernández (1948-1988). Con Sagradas escrituras (1969) y El otro infierno (1970), Alfonso Quijada Urías logró sendas menciones honoríficas en el certamen de “Casa de las Américas”, aunque fue Los estados sobrenaturales y otros poemas, en 1971, el libro que tuvo mayor impacto sobre la poesía salvadoreña. De este grupo, sin embargo, Escobar Galindo es quien tiene una trayectoria más destacada. Dueño de una indudable maestría en el uso del verso clásico, y con una obra torrencial de gran calidad que le ha granjeado numerosos premios internacionales, es autor de los poemarios Extraño mundo del amanecer, Destino manifiesto, Sonetos penitenciales, Las máscaras yacentes, El libro de Lilian, Doy fe de la esperanza, Cornamusa, Guijarros de humedad, Devocionario, y El jardín sumergido, entre otros.
Amén de incursionar con éxito en la novela, el teatro y de publicar desde 1985 un cuento semanal en La Prensa Gráfica, Escobar Galindo también participó en la comisión negociadora que firmó los Acuerdos de Paz. Es rector de la Universidad “Dr. José Matías Delgado”. Los demás poetas siguieron muy diversas trayectorias vitales: Rafael Mendoza estudió Derecho, Letras y se dedicó a la publicidad sin abandonar la poesía. Ha publicado Los muertos y otras confesiones, Confesiones a Marcia, Testimonio de Voces, Los derechos humanos, Entendimientos, Los pájaros, Sermones, Homenaje Nacional, Elegía a Media Asta y Poemas para morir en una ciudad sitiada por la tristeza. También fundó, en 1966, el grupo Piedra y Siglo, del cual formaron parte Ricardo Castrorrivas, Jorge Campos, Luis Melgar, Chema Cuellar, Uriel Valencia, Jonathan Alvarado Saracay y Ovidio Villafuerte, así como la página La iguana en flor.
Alfonso Hernández murió tras un combate el 10 de noviembre de 1988 en las faldas del volcán de San Salvador. Miembro del grupo armado Fuerzas de la Resistencia Nacional, encarnó el ideal del poeta guerrillero. Fundó, junto con los escritores Jaime Suárez Quemain, Rigoberto Góngora; Mauricio Vallejo padre, Humberto Palma, Jorge Mora San, Marvin y Geovani Galeas, Nelson Brizuela, David Hernández y Chema Cuéllar, entre otros, la revista La cebolla púrpura. Por su parte, La masacuata agrupó a Roberto Monterrosa, Manuel Sorto, Rigoberto Góngora y Rolando Costa.
Rafael Rodríguez Díaz y Francisco Andrés Escobar han desarrollado una extensa e intensa labor docente dentro del Departamento de Letras de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, UCA. El primero publicó Amor medieval y Oráculos para mi raza, además de animar peñas literarias, dirigir las revistas Taller de Letras y Papeles de la tertulia, y el programa Flor y canto de la radio YSUCA.
Francisco Andrés Escobar ha escrito cuento, ensayo y teatro, además de sostener una intensa labor como docente, actor y director teatral. En 1995 ganó el Premio Nacional de Cultura, el galardón más importante que concede el estado salvadoreño. Ha publicado en poesía Petición y ofrenda, y Solamente una vez.
Dina Posada se destaca por una obra de profundo e irreverente erotismo. Reside desde hace más de veinte años en Guatemala y ha publicado Hilos de la noche y Fuego sobre el madero.
Nacidos en los cincuenta, Horacio Castellanos Moya (1957), David Hernández (1955) y Rafael Menjívar Ochoa (1959) han incursionado sobre todo en la narrativa. Junto con Castellanos Moya, Miguel Huezo Mixco (1954), Mario Noel Rodríguez (1955) y otros tres poetas publicaron La margarita emocionante (1979), en Editorial Universitaria. Huezo Mixco también ha publicado Pájaro y volcán, (UCA Editores, 1989) una antología de poetas combatientes.
Nacido en Tegucigalpa, Honduras, Horacio Castellanos Moya, por su parte se ha dedicado a su trabajo periodístico y sobre todo a la novela. En este género publicó La diáspora, El asco, El arma en el hombre, Donde no estén ustedes, La diabla en el espejo, e Insensatez, entre otros.
Maestro de educación básica y media en escuelas del interior del país y poeta de preponderante vena lírica, André Cruchaga (1957) dio a la imprenta Enigma del tiempo, Roja vigilia y Rumor de pájaros.
Jaime Suárez Quemain (1950-1980), dramaturgo, poeta y editor del periódico El Independiente, fue secuestrado y asesinado durante la peor etapa de represión de la guerra civil.
Tras el fin del conflicto El Salvador entró en una breve etapa de crecimiento económico que se vio frenada posteriormente por la recesión. Durante los años noventa asistimos a una revitalización de la actividad cultural. Sin embargo, el país aún arrastra un rezago enorme debido a múltiples causas, tanto económicas como políticas y sociales, que sería largo enumerar. El nuevo clima, sin embargo, ha permitido que surjan producciones más libres y voces nuevas.
Quizá uno de los hechos más significativos de los últimos años ha sido la exploración de diversas identidades, lo que está contribuyendo a enriquecer el imaginario colectivo. Una de las manifestaciones de esto es el trabajo de un grupo creciente de escritoras que han comenzado a crear espacios propios y a definir una obra personal de mayor exigencia sin recurrir necesariamente a las instancias tradicionales, en su mayoría dominadas y dirigidas por los escritores, y sin supeditarse tampoco a unos cánones definidos también mayoritariamente por los hombres.
Claudia Herodier (1950), licenciada en Filosofía, ha publicado Volcán de mimbre (1978), con el que ganó el segundo lugar en poesía en los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala; María Cristina Orantes (1955), hija de los escritores Alfonso Orantes y Elisa Huezo Paredes, publicó Llama y espina (2002); Carmen González Huguet (1958) ganó los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala, en 1999, y publicó Testimonio (1994), además del monólogo teatral Jimmy Hendrix toca mientras cae la lluvia (2004). Ha incursionado también en la narrativa con sus novelas El rostro en el espejo, La historia tatuada, Flores de papel, Bienvenidos al olvido, y los libros de cuentos: Mujeres y El color de la melancolía.
Silvia Elena Regalado (1961) dirige la Unidad de Cultura “Roberto Armijo” de la Universidad Tecnológica y editó en 2002 a la colección “Juntas llegamos a la palabra” donde apareció su libro Izquierda que aún palpitas, además de Traición a la palabra, de Claudia Herodier, Insumisa primavera, de Silvia Matus (1950), Atravesarte a pie toda la vida, de Nora Méndez (1967), Al costado del paraíso, de Eva Ortiz (1961), y Oficio de mujer, de Carmen González Huguet. Regalado publicó además Pieles de mujer (1995). Roxana Beltrán (1967) y Susana Reyes (1971) pertenecen también a esta generación. Susana tiene publicada en la colección Nueva Palabra de la Dirección de Publicaciones, Historia de los espejos (2004) y Nora, La estación de los pájaros (2004).
Rafael Menjívar Ochoa: nació en San Salvador, en 1959. Ha vivido en México donde se dedicó al periodismo y a la literatura, y actualmente dirige la Casa del Escritor, situada en la antigua Villa Montserrat, residencia de Salarrué en los Planes de Renderos, Panchimalco, donde funciona un prometedor taller literario. Ha publicado: Los años marchitos, Historia del traidor de nunca jamás, Los héroes tienen sueño, De vez en cuando la muerte, Trece, Tiempos de locura. El Salvador, 1979-1981, entre otros.
Entre los poetas nacidos hasta 1973 las voces más importantes son René Rodas (1963), Javier Alas (1964), Otoniel Guevara (1967), Luis Alvarenga (1969) y Jorge Galán (1973). René Rodas vivió en Canadá durante muchos años y volvió a El Salvador en 2005. Ha publicado Diario de invierno, Civilus Imperatur y La balada de Lisa Island.
Javier Alas: nació en Quezaltepeque, departamento de La Libertad, en 1964. Ha publicado: Luna de basalto; Mar, te deberé mi cadáver; Abisal; Quimeras y la antología Piedras en el huracán (San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos, 1993).
Otoniel Guevara formó parte del taller literario Xibalbá integrado en la Universidad de El Salvador que incluyó a varios poetas jóvenes en los años ochenta. Publicó El Solar (1987); El violento hormiguero (1988); Lo que ando (1993); Lejos de la Hierba (1994); y Tanto (1996).
Licenciado en Filosofía, Luis Alvarenga publicó Otras guerras (1995) y Libro del sábado (2001) además de desarrollar una importante labor como investigador literario. Actualmente dirige la Dirección de Publicaciones e Impresos, además de la Revista Cultura, dos de las instituciones culturales más longevas del país.
Jorge Galán es Maestre de Poesía por parte de CONCULTURA, ha ganado los Juegos Florales de Quetzaltenango (2004) y el premio Adonais (2006). Publicó El día interminable (2004) y Breve historia del alba (2006). También cultiva la novela, el teatro y el cuento infantil.
Desde sus inicios, la poesía salvadoreña encontró difusión en revistas y periódicos. Un país donde la producción editorial es menos que exigua no permite otra cosa. Han sido muy importantes las revistas El Papo, cosa poética; La cebolla púrpura, La masacuata, Abra, Taller de Letras, Papeles de la tertulia, Realidad, Cultura, Alkimia y Paradoxa, entre otras, además de los distintos suplementos culturales de los periódicos, como Latino Cultural, Tres mil, Astrolabio, La iguana en flor, Búho, y muchos más.
Quizá las figuras más prometedoras entre las nuevas voces que están surgiendo últimamente sean Abraham Moisés Alvarado y Emerson Santiago Ayala. El primero tiene diecisiete años y estudia segundo año de bachillerato técnico en el Instituto Emiliani. Forma parte de los alumnos de la Escuela de Jóvenes Talentos en Letras, programa de alto rendimiento dirigido en forma conjunta por la Universidad Dr. José Matías Delgado y el Ministerio de Educación, desde su fundación en junio de 2005. Moisés obtuvo el primer lugar del Concurso de Literatura Joven de la Fundación Paiz edición 2007.
Emerson Santiago Ayala, por su parte, nació en el Cantón Santa Lucía del municipio de Ciudad Arce, departamento de La Libertad, el 17 de julio de 1990. Está cursando segundo año de bachillerato en el Instituto Nacional de El Congo, INCO, de Santa Ana, y al mismo tiempo es alumno de la Escuela de Jóvenes Talentos en Letras. Emerson obtuvo el segundo y el tercer lugar del Concurso de Literatura Joven de la Fundación Paiz edición 2007, con dos trabajos distintos: “Recomenzar” y “Tri-bulación”. En su corta experiencia como incipiente escritor ha aflorado en él inclinación por lo clásico, lo que ha dado por llamar un “rerrenacimiento”, el deseo por expresar algo en todas sus creaciones, sin abandonar las bases de la estética y la métrica tradicional. Algo que lo divierte y motiva para continuar.
(El articulo original sobre “Poesía Salvadoreña Contemporánea” apareció en Cuadernos Hispanoamericanos, No 678, diciembre 2006. La autora ha enriquecido y actualizado el trabajo, especialmente para una edición de Isla Negra)

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