Que lo tiren al Mapocho…

Hermanos y hermanas:
Desde el sábado me encuentro en Santiago de Chile para programar un taller en vih y sida junto con EPES y la Iglesia Evangélica Luterana en Chile. Por lo tanto debo confesar que no tengo absolutamente nada que ver con los acontecimientos que se precipitaron el domingo por la tarde. En ese momento había llegado a mi hotel después de una larga caminata por el centro de Santiago y estaba recostado comiendo deliciosos duraznos chilenos cuando comienzo a escuchar bocinas en las calles y para mi sorpresa la radia anunciaba la muerte del dictador. Sentí que no podía quedarme en la habitación de hotel en aquel momento histórico. Pense en ponerme mi camisa pastoral para ir al lugar de encuentro de la ciudadanía pero no quería desatar un conflicto eclesiástico e internacional. Era fácil decir que la muerte del dictador era un tema latinoamericano pero era más difícil justificar la presencia de un pastor luterano argentino en aquella concentración sin ningúna autorización. Era como invadir territorio y los argentinos y los chilenos somos muy susceptibles en cuestion de invasiones. Así que fuí uno de los participantes de la primera hora en la concentración en Plaza Italia, un punto intermedio e indefinido donde se termina el centro de la ciudad y donde aún no comenzó el paquetísimo barrio de la Providencia. Al llegar aún no eramos muchos ni muchas. Jóvenes, carteles y muchas banderas de Chile. El rojo era el color preferido tanto por hombres como mujeres. Muchos coches con mucha gente y todos cantando. La alegría se veía empañada por cierta tristeza al saber que la muerte fue más rápida que la justicia. La creatividad de los canticos y de los carteles improvisados y hechos con mucha rapidez me conmovieron. Además de gritar: ¡Que lo tiren al Mapocho! en varios lugares escribieron: Felíz Navidad sin Pinochet: Ha muerto Pinochet, viva la muerte; No hay mál que dure cien años!. Muchas personas de más de 40 años gritaban: Aún estamos vivos e invocaban frecuentemente los organos sexuales de la madre del dictador. Muchos jóvenes, muchas botellas de champagne que nos bautizaba a todos y nos constituia en una comunidad que miraba con mayor confianza el futuro sin olvidar el pasado. Muchas familias con sus niños y con sus perritos. Mucha alegría, mucha paz, mucha marcha. Desde la Plaza Italia nos encaminamos acompañados por orquestas diversas y cornetas múltiples hacia la Moneda, la sede del gobierno. Todo en tranquilidad y paz. La provocación de la polícia fue muy evidente. No había nada que justificara los caminos lanza agua ni los caminos que gaces lacrimógenos. La policia en Chile aún actua en forma autónoma e independiente del poder político. Los medios mostraron hasta el artazgo las escena finales olvidando la muchedumbre que recorrió la avenida principal en paz.
Seguramente esta muerte cierra el proceso de transición y el futuro será difícil pero mejor.
Un abrazo de un protagonista que no quiso ser solo un espectador.
Lisandro

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