Socialismo ontológico

Socialismo ontológico

Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)

Creo firmemente que no existe ninguna esfera y ningún fenómeno de la naturaleza, la sociedad, el pensamiento y el conocimiento; incluyendo la espiritualidad y la fe, a la cual no pueda realizarse una aproximación científica. En cada caso la ciencia aporta el rigor y la metodología que permite penetrar en las esencias y acercarse a la verdad.

Examinar científicamente un fenómeno no lo cambia ni lo deforma, sino que permite comprenderlo mejor. El arte, la fe o la filosofía no son ellos mismos disciplinas científicas, aunque son mejor comprendidas por quienes se aproximan a ella con los recursos de las ciencias.

Por otra parte, pese a que la verdad es relativa y concreta, siempre es única. En términos estrictamente teóricos, en ningún campo y respecto a ningún asunto, hay más de una verdad. El relativismo no es una postura científica, sino un acto de evasión. Las doctrinas políticas y los sistemas políticos no son excepciones.

Quienes asuman el introito como una profesión de fe epistemológica, tienen razón, lo es y sirve para proponer que, libradas a su arbitrio, sin ingerencia ni imposiciones, a pesar de las diferencias entre las civilizaciones y las culturas, todas las sociedades, cada una en su momento, hubieran llegado aproximadamente a las mismas formas de convivencia.

Ese destino común, como común fue el origen, resultó dramáticamente alterado debido a la precedencia originada en etapas tempranas del desarrollo, en virtud de la cual, algunas sociedades alcanzaron conquistas en elementos económicos y tecnológicos que les proporcionaban ciertas ventajas. Las élites gobernantes, especialmente las coronas y el papado europeo convirtieron aquella precedencia en instrumento de dominación y base de una pretendida hegemonía que impidió el curso normal de los procesos civilizatorios.

Desde esta percepción puede asumirse que existen ideas, instituciones, valores e incluso formas de organización política que pudieran considerarse compatibles con la condición humana, incluso como valores universales cuya entidad, en última instancia, los coloca más allá de los intereses, las luchas y las coyunturas derivadas del carácter conflictivo de las relaciones sociales en sociedades divididas en clase.

La idea de que puede existir un pensamiento político que por acoplarse a la condición humana, llegado a cierto punto, puede ser esencialmente compatible con todas las civilizaciones y con todas las culturas y especialmente con los intereses de los individuos que forman las diferentes sociedades es un magnifico punto de partida para creer que, no obstante los avatares y las tragedias, en la andadura del hombre sobre la tierra, es todavía posible un final feliz para todos.

La esencia gregaria común a todos los seres humanos los hace criaturas racionales que necesitan vivir en sociedad, lo cual significa también bajo ciertas condiciones de colectivismo, no por razones accesorias, sino porque la cooperación es la base de las relaciones de producción y de la existencia social. La búsqueda de la felicidad y del bienestar, las ansias de saber y el amor a la libertad, común a todos los humanos, bien pudiera conducir a metas, ideas directrices y formas de convivencia compartidas.

El curso de estas reflexiones inevitablemente conduce a la pregunta de: Cuál es o pudiera ser ese pensamiento suficientemente inclusivo y flexible como para ser compartido por los hombres de todas las culturas, razas y civilizaciones. Cuál es la forma de organización política capaz de servir de cauce a las más elevadas aspiraciones de realización humana Y cuáles son las ideas que pudieran auspiciar semejante curso.

Si bien las respuestas no son simples y pueden parecer esquemáticas; toda sociedad que se aproxime a los más legítimos ideales humanos, deberá ser esencialmente justa y democrática, entendiendo la democracia como un real protagonismo de las mayorías. Cosa referida a mayorías cultas, ilustradas y capaces de ejercer una participación decisoria. Los líderes de una sociedad así y sus organizaciones, incluyendo las de la sociedad civil deberán corresponder a ese diseño.

En una sociedad avanzada, democrática, culta y participativa, conducida por líderes legítimos y probos, seguramente imperará la justicia social y serán escrupulosamente respetados los derechos humanos de todas las generaciones, es decir los derechos políticos, económicos, sociales y culturales. No importa como se le rotule, pero finalmente, una sociedad así será una sociedad socialista.

La idea del ³Socialismo Ontológico² pertenece al teólogo brasileño fray Betto, un sociólogo y hombre de fe ligado a la Teología de la Liberación. Como pensador avanzado, Betto es un crítico del stalinismo y del sistema que en nombre del marxismo se implantó en la Unión Soviética y Europa Oriental, pero no por ello deja de ser un socialista consecuente. ³Soy – dijo recientemente – un socialista ontológico².

La ontología es una rama de la metafísica, esfera de la filosofía especulativa que procura encontrar las causas últimas del ser universal, a partir de la experiencia humana en su más alto grado de abstracción. De ese modo en sus reflexiones se eleva sobre los defectos de la obra humana concreta y de las contingencias para, más allá de ellos, como en lontananza, percibir los valores esenciales en el socialismo. En este entendido, me afilio al Socialismo Ontológico. Ahora, como mínimo, somos dos. Las inscripciones siguen abiertas.

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