Estas ultimas dos semanas de lluvia ininterrumpida a lo Macondo y las peripecias del proceso para la elección de autoridades de la Universidad de El Salvador, son situaciones que nos obligan como izquierda social, a buscar horizontes de análisis que rebasen la cotidianidad y la coyuntura y nos permitan identificar las tendencias básicas del desarrollo de nuestra sociedad y las modalidades generales y perspectivas que asume el proceso revolucionario salvadoreño. A continuación presentamos algunas ideas al respecto de estos temas.
Las tormentas naturales y sociales de los últimos años
El carácter altamente vulnerable de nuestra sociedad es uno de los rasgos que determinan su situación estructural y las tendencias de su desarrollo. Es un rasgo que esta unido a su naturaleza dependiente y atrasada. Estas son las tres dimensiones que explican y encarnan su raíz capitalista. Es un capitalismo en una sociedad vulnerable, dependiente y atrasada. Por lo que nuestro desafío, nuestra utopía, es un futuro sustentable, independiente y con justicia social.
Es una sociedad que enfrenta periódicamente la destrucción provocada por su alta vulnerabilidad social frente a los fenómenos naturales como terremotos y tormentas, y sus correspondientes consecuencias de deslaves, inundaciones, emigraciones, damnificados, ayuda internacional, etc. Estas crisis periódicas son el reflejo de un paradigma ambiental dominante altamente destructivo, el del capitalismo globalizado.
Por otra parte, los fenómenos naturales han contribuido a cimentar la organización social. Los terremotos de 1965, 1986 y 2001, así como las tormentas y huracanes desde el Mitch en 1998 fueron plataformas desde las cuales se impulsaron amplios y combativos movimientos sociales y populares. Como ejemplo, los terremotos de 2001 si bien neutralizaron la lucha contra la dolarización, a la vez sirvieron para el ulterior surgimiento tanto del Bloque Popular Social, BPS, como del Movimiento Popular Revolucionario 12 de Octubre, MPR-12.
El desafío que tenemos en la actualidad es el de transformar la destrucción física y sufrimiento provocados por estas dos semanas de lluvia, en organización, conciencia y movilización para exigir una vivienda digna y servicios públicos básicos; así como la legalización de las tierras. Y no esta fácil, el peso de la dispersión inclina la balanza hacia la indiferencia y la petrificación. Y deja de llover y todo regresa a la normalidad de la precariedad.
Por otra parte, debe señalarse que la Administración Funes se lució durante esta última crisis provocada por las lluvias. Demostró un alto nivel de organización y de gestión de la emergencia y hoy se encuentra empeñada en la fase de la reconstrucción. Esto vino a derribar la tesis de la incapacidad gubernamental. No obstante esto, el grado de destrucción provocado es significativo, un golpe a la yugular del sector rural productivo.
No es casual por esto que la derecha mediática esta acentuando el problema de la delincuencia, para borrar de las mentes de los votantes, el excelente trabajo realizado por el gobierno central. Asimismo las cúpulas empresariales extrañan la manipulación de la ayuda internacional que les caracterizó a lo largo de la historia, y que les permitía olímpicamente saludar con sombrero ajeno. Al final podemos decir con George Harrison here comes the sun.
La crisis de la izquierda en la UES
Durante septiembre y octubre hemos vivido un nuevo proceso para la elección de autoridades en la UES. A esta altura podemos ya hacer un balance y esbozar un listado de fortalezas y debilidades, así como evaluar la conducta de los actores principales de este interesante proceso.
Como fortalezas podemos señalar el respeto a los procedimientos legales establecidos por la Asamblea General Universitaria, es un avance del proceso de institucionalización. A la par de esto se encuentra lo que es fundamental, que radica en la participación masiva de la comunidad universitaria en el proceso. Esto es esencial y expresa el espíritu democrático del demos universitario.
Por otra parte, como debilidades, desde nuestra óptica, se encuentra lo engorroso del proceso y la falta de correspondencia entre la consulta popular y la decisión en la AGU. La AGU se coloca por encima de la voluntad de la Comunidad Universitaria. Y esto es inconveniente y refleja todavía una visión elitista.
Pero la debilidad principal estriba en nuestra falta de capacidad como fuerzas de izquierda universitarias en consensuar un programa y una formula única y presentarnos en cinco formulas separadas. No obstante la identidad de visión y trayectorias, pudo más nuestro espíritu sectario y el resultado es el desplazamiento de la conducción universitaria, por nuestra probada incapacidad de llegar a acuerdos.
Una consecuencia de la dispersión orgánica e ideológica de las fuerzas de izquierda universitarias es la atomización y aislamiento del movimiento estudiantil, el cual ha sido históricamente el corazón de la Universidad. Y muchas veces el corazón del movimiento popular. Al desligarse de las luchas populares cae frecuentemente en radicalismos estériles o en pragmatismos oportunistas. Y la responsabilidad principal por estas conductas es nuestra, de la incapacidad como izquierda social de atraer, formar políticamente y conducir a los gremios y frentes políticos universitarios.
Triste mensaje de intolerancia en estas elecciones, para una nueva generación de estudiantes que se incorporan a la vida política. Incluso una de las fuerzas participantes, Unidad Universitaria, concluyó el proceso fracturada a su interior. El desafío para este nuevo periodo que inicia es el de reunificar a la izquierda universitaria. Y es un camino cuesta arriba. No será fácil, pero tampoco es imposible. Es un reto.
Pero mientras no se reactive el movimiento estudiantil, el movimiento popular seguirá debilitado, sin nuevos cuadros que asuman los desafíos de la conducción política, como fue en el pasado. Lo mismo sucede con el movimiento obrero, el movimiento campesino y el movimiento cultural, que fueron cuatro pilares de las luchas populares y hoy aparecen disminuidos, debilitados, fragmentados e invisibilizados, sin agenda, sin rumbo claro.
Modelos de país en disputa
Los Acuerdos de Paz de 1992 marcaron el inicio de una aguda disputa por definir el rumbo de El Salvador. La derecha y los imperios confiaban en humillar al FMLN en las urnas, derrotarlo electoralmente o en última instancia, permitirle que creciera pero limarle las garras y los colmillos a la fiera, cooptarlo, asimilarlo, domesticarlo. Han pasado veinte años y estos planes en términos generales, fracasaron. Y hoy el FMLN es parte del gobierno.
Y la crisis actual tiene como trasfondo tres calles de salida, tres modelos de país. El primero es el de país hacienda, el de país empresa. Un régimen político autoritario, un régimen económico de libre mercado y una sociedad y cultura elitista. O sea la restauración oligárquica. Este es el proyecto de ARENA. Regresar al pasado.
El segundo modelo es el de país protectorado, el de país ONG. Un régimen político democrático, un régimen económico neoliberal y una sociedad y cultura globalizada. O sea la continuidad del actual modelo socialdemócrata. Este es el proyecto de la Embajada USA. Mantener la situación existente.
Y un tercer modelo, que no acaba de cuajar, el de país nación, el de país independiente. Un régimen político democrático, un régimen económico proteccionista y una sociedad y cultura incluyente. Este es el proyecto de la izquierda política y social. Una opción de futuro.
¿Cómo caracterizar a la sociedad salvadoreña?
Entre los rasgos principales que caracterizan a la sociedad salvadoreña del siglo XXI se encuentran los vinculados a las transformaciones impuestas por la globalización neoliberal como aquellos relacionados con la evolución de las modalidades del sistema capitalista dependiente de nuestro país.
El punto de partida es el reducido espacio territorial y la alta densidad poblacional. En 1524 se rompe con el régimen de comunidad primitiva y se establece un régimen feudal-esclavista que llega hasta 1821. Fueron 300 años de sociedad colonial que moldearon los rasgos principales de nuestra identidad nacional. En 1932 el genocidio de 30,000 indígenas inaugura la dictadura militar que llega hasta 1992, y que es derrotada por una Guerra Popular Revolucionaria. En 2009 se rompe con 20 años de gobiernos de derecha y se instaura un gobierno de izquierda.
Entre los nuevos rasgos de la situación salvadoreña podemos señalar los siguientes:
La economía se ha internacionalizado. El capital nacional ha sido paulatinamente desplazado del control sobre los más importantes sectores productivos. El modelo neoliberal implantado a partir de 1989 provocó la destrucción de la agricultura y la industria, y nos empujó hacia el abismo de un consumismo irracional.
El sistema político logró trasladar al plano electoral la disputa histórica entre los sectores oligárquicos y los sectores populares. Derecha e izquierda, ARENA y FMLN, son hoy las expresiones abiertas del enfrentamiento ancestral entre oprimidos y opresores. Y la batalla se trasladó de las trincheras de los frentes de guerra a cada uno de los 262 municipios que comprende el país. Las fuerzas armadas regresaron a los cuarteles y este es un gigantesco avance y los medios de comunicación asumieron el control ideológico.
Otro rasgo fundamental es la ruptura territorial y poblacional. Una tercera parte de nuestra población vive hoy fuera del país. Y no se trata como en el pasado siglo de una emigración selectiva. Hablamos de una nación en dos territorios. El Salvador se partió. Y toda estrategia de lucha que no considere este elemento es una estrategia parcializada.
La delincuencia en sus diversas modalidades ha pasado a formar parte de la estructura social con un peso sobredimensionado, como resultado de la profundización de la opresión de clase, manifestada como precariedad social, como una situación en la cual los sectores populares han perdido la capacidad de defenderse mediante la organización social.
Antes el temor a la represión política paralizaba a los sectores populares. Hoy el temor a la delincuencia cumple este mismo papel. La opresión se manifiesta en mayores niveles de penetración ideológica y de indefensión ciudadana. De la misma manera que la explotación asume modalidades como la flexibilidad laboral y un creciente ejercito industrial de reserva.
Otro aspecto de la sociedad salvadoreña actual es la polarización política. Y esto no es negativo sino que refleja la ya prolongada correlación de fuerzas, que viene desde el conflicto armado y que se mantiene en equilibrio, sin un desenlace definitivo. La ruptura de este equilibrio estratégico y el paso a una contraofensiva mediante la acumulación de fuerzas y la construcción de poder popular es el requisito básico para una nueva transición política, esta vez hacia el socialismo. Por el momento todo indica que esta será realizada por la vía electoral como forma principal de lucha.
También es el crecimiento de la influencia ideológica de la derecha. La derecha ha logrado incursionar exitosamente y recuperar áreas estratégicas de la lucha por la hegemonía cultural. Esto explica la situación de equilibrio general existente, ya que se avanza en lo político pero nos estancamos o se retrocede en lo ideológico.
Las iglesias fundamentalistas, los medios de comunicación beligerantes, el consumismo irracional, los espectáculos deportivos y artísticos, el escapismo académico, la desintegración familiar, los nuevos temores, los bajos niveles organizativos, entre otros configuran el paisaje ideológico de ríos y volcanes favorable a la derecha.
¿Cómo caracterizar a la revolución salvadoreña?
El 23 de febrero de 1980 la Coordinadora Revolucionaria de Masas presentó su Plataforma programática del Gobierno Democrático Revolucionario, documento histórico que reflejó las necesidades del desarrollo de la sociedad y de la revolución en aquel momento. Han pasado casi 32 años desde entonces y resulta interesante registrar los cambios de visión y como el mismo término de revolución ha sido mimetizado por el de cambio. La derecha ha logrado demonizar esta palabra. Entre los cambios estructurales que se proponían con el GDR estaban los 10 siguientes medidas:
“Nacionalizar todo el sistema bancario y financiero. Nacionalizar el Comercio Exterior. Nacionalizar el Sistema de Distribución de la Electricidad y de las Empresas de Producción de las mismas que estén en manos privadas. Nacionalizar la refinación del petróleo. Realizar la expropiación, de las empresas monopólicas en la industria, el comercio y los servicios. Realizar una profunda Reforma Agraria. Realizar una Reforma Urbana. Transformar a fondo el Sistema Tributario. Establecer mecanismos de ayuda crediticia. Establecer un sistema de planificación de la economía.” (1)
Ha pasado mucha agua por los puentes de la revolución desde la lucha por ese programa. Y naturalmente ha venido siendo modificado a partir de los cambios en la situación. En el Programa de Gobierno del FMLN para el 2009-2014 “Cambio en El Salvador para vivir mejor” el entonces candidato Mauricio Funes establece como prioridades, entre otras, las siguientes:
“Trabajaremos en la generación de empleo decente, en la reducción del costo de los
bienes necesarios para una vida tranquila de la familia salvadoreña, en la estricta aplicación de la ley sin privilegios ni distinciones, en la superación de nuestra tradicional vulnerabilidad socio-ambiental, todo ello con base en la vigencia y promoción permanentes de los derechos humanos con el fin integral de reconstruir la institucionalidad democrática, la tranquilidad ciudadana y el tan deteriorado bienestar de las familias salvadoreñas.” (2)
El carácter de la revolución esta determinado por el grado de desarrollo económico, político, social y cultural alcanzado por determinada sociedad. En nuestro caso a partir del análisis de nuestra sociedad podemos concluir que la revolución que madura en nuestro país es una revolución democrática y antiimperialista, orientada hacia el socialismo.
Democrática porque necesita ampliar, profundizar, que echen raíces las actuales transformaciones políticas y extender estas a los terrenos de la economía, la sociedad y la cultura. Y antiimperialista porque necesita romper con los grilletes que la sujeten a los dictados de los Estados Unidos y de otras potencias. Existe un vínculo entre ambos aspectos. Y en nuestra realidad, el aspecto democrático camina más de prisa que el aspecto antiimperialista, el cual se complica por la presencia de una tercera parte de la población en suelo estadounidense. Y el diseño de cualquier estrategia de lucha debe tomar en cuenta este crucial elemento, esta delicada dialéctica.
¿Cuáles son los amigos y enemigos de los cambios?
La inmensa mayoría de la población salvadoreña, de dentro y fuera de nuestras fronteras, esta interesada en un cambio, en la transformación de nuestra sociedad. Fue precisamente este deseo colectivo lo que se transformó en voluntad política y permitió el triunfo logrado el 15 de marzo de 2009, con la derrota de ARENA y la llegada a la presidencia de Mauricio Funes.
Entre los enemigos de los cambios podemos señalar a las cúpulas empresariales que se han beneficiado de la conducción del estado para sus propios intereses, a los altos dirigentes de los partidos de derecha, a los jerarcas de iglesias construidas a partir del anticomunismo, a los dueños de los medios de comunicación conservadores y a sectores ultrarreaccionarios de la derecha centroamericana y estadounidense.
Por otra parte, los grandes consorcios internacionales se han apoderado de las palancas principales del aparato productivo y de la economía de consumo, luego de desplazar a la oligarquía financiera, a la cual se le ha permitido como socios menores, dedicarse al lucrativo negocio de bienes raíces, hoteles, construcción y comercio.
Estos consorcios internacionales están interesados en mantener y ampliar el carácter dependiente de nuestro país, y esto es negativo, pero por otro lado, parecen aceptar la existencia de un régimen democrático, lo que es positivo. Invierten en la economía y esto es también positivo. Lo que se necesita es establecer límites a sus ganancias y el respeto a la legislación laboral nacional.
Entre los amigos de los cambios, o fuerzas motrices, o el sujeto revolucionario, se encuentran en primer lugar los trabajadores de la ciudad y del campo, públicos y privados, los campesinos, los cooperativistas, las capas medias urbanas y rurales, los desempleados, vendedores ambulantes, sectores de la micro, pequeña y mediana empresa, e incluso grandes empresarios patriotas, así como amplios sectores de la diáspora.-
(1) www.cedema.org
(2) www.sanchezceren.com
San salvador, 27 de octubre de 2011