Lunes, 01 de Junio de 2009
Un gobierno, un régimen y un poder político
Dagoberto Gutiérrez
Este día se inicia el gobierno de Mauricio Funes y el FMLN se inicia como partido de gobierno, ARENA intentará hacerse partido de oposición, y las derechas trabajaran para recuperar la porción de poder político perdido el 15 de marzo.
El pueblo, es decir la mayoría, como artífice de los acontecimientos guarda una esperanza cautelosa, mientras la disputa por el control del aparato no da lugar para delinear suficientemente el rumbo del proceso, este, que contiene el horizonte estratégico, también contiene medidas, pasos, proyectos y la seguridad que se necesitará movimientos en el timón como cambios de dirección, pero sin perder el horizonte que determina para donde vamos, con quienes vamos, quienes son nuestros amigos, aliados, enemigos cercanos y los mas peligrosos. El rumbo es el que contiene los objetivos no negociables y determinan, en definitiva, la naturaleza del gobierno y, desde luego, si se trata de un gobierno nuevo o de un régimen nuevo.
Resulta claro que nada de lo anunciado se podrá realizar dentro de los marcos del neoliberalismo, y aunque la tentación de armonizar la renovación con la conservación sea muy fuerte, lo cierto es que en este caso se necesita botar junto con la ropa sucia, la batea con que se ha lavado ésta y al niño que se ha lavado, de otro modo el cambio no trascenderá del equipo gubernamental.
La crisis, con sus alas multicolores, parece dominar el escenario, pero esto es solo apariencia, porque en el mismo manejo de ésta se necesita una nueva posición que desde un principio establezca que, a diferencia del pasado cercano y lejano, los pobres no paguen con su vida los costos sangrientos de la crisis capitalista, esto significa que manejo de crisis y proyecto nuevo, se necesitan mutuamente y, ésta, la crisis, es el escenario adecuado, como pedido a los reyes magos de Ilobasco, para la construcción de un nuevo poder político.
Este es, en efecto, el cambio anunciado y el esperado aunque no siempre sea el mas visible, porque este se anunciará, si es poder político nuevo, con las medidas populares necesarias. En todo caso las dos fuerzas fundamentales para que el gobierno de Funes gobierne para el pueblo, que en esto consiste el poder político, son por un lado el pueblo organizado y no organizado que es el alma y cerebro de este proceso torrente y por otro lado, el gobierno mismo de Mauricio Funes y este en particular; del entendimiento, paciencia, tolerancia y compromiso dependerán los avances o retrocesos del proceso mismo.
Si la crisis es el ambiente inesperado del proceso de cambio hemos de saber, que el cambio mismo es una especie de crisis y solo cuando este cambio carece de rumbo definido puede llegar a producir la crisis del cambio que seria como perder las alas y los pies en pleno viaje.
El pueblo presiente que nada será fácil y eso está bien y confía cautelosamente en que los nuevos funcionarios tengan compromiso con la gente y eso sigue estando bien; pero si el pueblo piensa que la seguridad de los cambios viene de arriba como milagro del cielo, se equivoca totalmente, porque se trata de combinar, con la mayor armonía, el apoyo y la presión, el conocimiento y el poder, la confianza y la duda porque todo gobierno es del pueblo u apoyado por este en la medida en que este gobierno apoye al pueblo, estos son los términos irrenunciables de una gestión gubernamental olorosa, como bola de jabón de cuche, a la gente que ríe y llora, canta y sufre, vive y muere.
Desde 1821, el pueblo nunca ha saboreado, como hoy, el olor de la guayaba y esta que es el poder está, sin embargo, cercado por la ideología de derecha dominante, por los aparatos ideológicos y el poder de la derecha tradicional.
Sin embargo, todo este aparataje resultará superable si aprendemos a usar con probidad, firmeza y sabiduría, los enormes recursos políticos del poder ejecutivo y si se aprende que el cielo del aparato estatal depende de la tierra de los seres humanos, al fin y al cabo, toda revolución es una boda armoniosa entre el cielo y la tierra, pero los cambios, para ser tales, deben quebrar, con su avance, los poderes que hasta ahora han impedido las transformaciones necesarias y deben establecer el nuevo poder político que permita y asegure que se gobierne con todos, pero preferentemente para las mayorías explotadas y oprimidas de la patria.