Lunes, 22 de Marzo de 2010 / 09:18 h
Un grave error histórico
Dagoberto Gutiérrez
Terminada la guerra, se abre el período histórico de la postguerra como no podía ser de otro modo y sin embargo, la mayoría de los jefes insurgentes decidió sepultar a la postguerra y revivir a la paz.
En el fondo se entendió, que la guerra popular recién terminada también finalizaba el conflicto que le dio origen y al mismo tiempo se pensó que entre guerra y paz no existía encuentros amorosos furtivos y no furtivos.
Aunque se pensaba así, en realidad, todo se preparaba para renunciar a la lucha política y alistarse para la lucha electoral, por supuesto que se entendía que entre menos político fuera lo electoral mas votos se podían cosechar de una población irredenta y sedienta de justicia.
Eran los momentos en que el FMLN, como acuerdo político, agonizaba y estaba listo para su ataúd mientras, con la misma danza fúnebre, se preparaba, al cadáver revivido, para que se presentara, con el mismo nombre y el mismo color como partido político.
Se trataba de amasar, con diferente levadura a un nuevo actor preparado y animado con la autoridad y el prestigio del FMLN para actuar adentro del sistema político, acatando sus reglas y defendiendo el juego que se juega con estas reglas.
En este período, para cada organización del FMLN había llegado el momento de definir, fuera de la guerra, su identidad política, su naturaleza ideológica como presupuesto para concertar una nueva alianza política, diferente a la dio origen al FMLN guerrillero.
El nuevo momento histórico y la postguerra exigía que cada organización se definiera así misma ante el mundo de la época y la nueva correlación de fuerzas local y planetaria, sabido era que no teníamos identidad ideológica, nunca la tuvo el FMLN y por eso era alianza y no unidad, la clave era siempre el de los acuerdos políticos concertados, los que ahora tenían que registrar el nuevo escenario histórico construido.
Este camino era la respuesta para la continuidad histórica del proceso político y exigía mantener a salvo las particularidades ideológicas y las personalidades de cada organización, conociendo, asimilando y respetando las diferencias para construir una nueva alianza política, esta vez la correspondiente al nuevo período histórico.
En lugar de este rumbo se decidió, con poca oposición, mínima reflexión y abundante entusiasmo electorero, renunciar a la continuidad histórica y adoptar el modus operandi del sistema político, asumiendo su defensa y acatando sus reglas, abjurando del poder político para buscar parte del botín de la administración de la cosa pública.
Se trataba de hacerse funcionario y desligarse de todo aquello que tuviera olor, color o sabor de movimiento popular; en fin, fue una especie de “adecentamiento” de la lucha política para renunciar a la tarea de hacer política independiente, popular y propia para adoptar y ser adoptado por la política del estado realmente existente.
Este fue el diseño que exigió la disolución auto-mática de todas las organi-zaciones que integraron al FMLN para crear el instru-mento electoral llamado partido FMLN, esto cortó, con navaja afilada, la rica y necesaria discusión que cada organización desarro-llaba en sus propios patios para definirse. En lugar de esto, las membresías y militancias fueron vacia-das en un nuevo actor del régimen político, apto para disputar votos, pero no el poder, dócil para respetar reglas, pero sin tocar el juego que se juega con esas reglas.
Un fin de semana, de esos que empiezan cuando un día viernes termina y en una asamblea llena de calor y gallardetes, se decidió la disolución del Partido Comunista de El Salvador y así, la organización que había enfrentado con éxito a las dictaduras, que había mantenido invicta y vigorosa un proyecto revolucionario, que había aplicado una sabia política de alianzas, que había superado con victoria el áspero trapiche de la guerra, fue aniquilada por sus mismos dirigentes y por los votos de sus militantes.
Este error, junto al de la disolución de las organizaciones hermanas, ha pesado mucho a la hora de recuperar el rumbo que asegure la continuidad del proceso. El momento actual está permitiendo que la continuación establecida en esos años sea superada por un nuevo cauce histórico que permita recuperar los caminos perdidos. Así sea.