Iván Molina Jiménez *
Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930**
La Embajada de Estados Unidos en San José, en noviembre de 1944, envió a John Edgar Hoover, director del FBI, un interesante documento, proporcionado por “…una fuente confiable y confidencial…”, el cual consistía en un conjunto de pequeños esbozos biográficos de los principales líderes comunistas de Costa Rica. El párrafo correspondiente a María Isabel Carvajal advertía:
“esta mujer es la hija ilegítima de Isabel Carvajal (Quesada) [sic: el segundo apellido era Castro]. Se informa que su padre fue Gaspar [sic: el nombre era Andrés] Venegas, pero él nunca la reconoció. Nació en San José, Costa Rica, en 1902 [sic: fue en 1888]. Aunque de humilde origen, fue bastante bien educada y durante algún tiempo trabajó de maestra en la enseñanza primaria. Es soltera. Es bien conocida en Costa Rica como escritora, y por algún tiempo dirigió una revista llamada ‘Celajes’ [sic: la directora era María Delia Carvajal]. Su trabajo mejor conocido es un libro de cuentos para niños, llamado ‘Los Cuentos de mi Tía Panchita’ (The Stories of my Aunt Panchita). El nombre CARMEN LYRA aparentemente lo adoptó como un pseudónimo y también debido a su nacimiento ilegítimo. Esta mujer estuvo estrechamente asociada con Manuel Mora y Rodolfo Guzmán en la formación del Partido Comunista de Costa Rica en 1931, y algunas fuentes consideran que fue realmente la organizadora del Partido y que usó a Mora y a Guzmán a fin de tener hombres a la cabeza de la organización. En cualquier caso, es incuestionablemente una de las más inteligentes e influyentes líderes del Partido, y por largo tiempo ha sido miembro del Comité Central y del Buró Político, siendo la Secretaria de Actas y Correspondencia de este último.” 1
La información sobre Carlos Luis Fallas Sibaja era similar: de acuerdo con el documento que el director del FBI posteriormente, y con carácter confidencial, envió al Secretario de Estado,
“Fallas es el hijo ilegítimo de Adelina Fallas (Sibaja). Nació en San José [sic: fue en Alajuela], Costa Rica, el 5 de abril de 1909 [sic: fue el 21 de enero de ese año]. Se dice que su padre es el Coronel Roberto Cantillano, quien rechazó reconocerlo. Fallas es soltero, pero aparentemente planea casarse con MATILDE LAFIN DRUMM tan pronto como ella se divorcie de su presente marido, RAFAEL DE BUEN (Y LOZANO). Fallas fue uno de los fundadores del Partido [sic: se afilió al Partido después de su fundación] y siempre ha estado extremadamente activo, habiendo sido encarcelado varias veces por ser excesivamente entusiasta en sus actividades. Zapatero de oficio, consagra todo su tiempo a su trabajo como miembro del Congreso Nacional y como Secretario de Propaganda del Buró Político del Partido Vanguardia Popular. También es miembro del Comité Central del Partido y Secretario para la Zona Pacífica de la CTCR. Aunque Fallas tiene solo una educación elemental, parece ser extremadamente inteligente y recientemente el Partido le ha confiado el arreglo de varias cuestiones laborales entre el Partido y la United Fruit Company. Aparentemente, ha manejado esos asuntos a entera satisfacción del Partido.” 2
Los errores en las fechas de nacimiento y de otra índole, aparte de sugerir que la persona que elaboró el documento probablemente era de origen extranjero, por lo cual estaba poco familiarizada con ese tipo de datos vitales, son un indicador del carácter ocasionalmente falible del aparato de inteligencia imperial. El particular interés de este último –pese a sus eventuales equivocaciones– por el quehacer político y social de los principales líderes de la izquierda costarricense no era nuevo, sin embargo, y databa incluso del período anterior a la fundación en San José del Partido Comunista (el 6 de junio de 1931). 3
1. De cómo Tía Panchita inquietó a un imperio
La visibilidad de Carmen Lyra en la esfera pública de la época, debida a sus labores docentes (fue la que introdujo el método Montessori para la educación pre-escolar en el país), a su protagonismo durante la lucha contra la dictadura de los Tinoco en 1919, a sus artículos en la prensa y a su éxito como escritora (de Los cuentos de mi tía Panchita se vendieron tres ediciones entre 1920 y 1926), facilitó que, una vez que se adhirió al Partido Comunista,4 se convirtiera en una figura muy observada por la diplomacia estadounidense asentada en San José, especialmente entre 1931 y 1933. El primer informe disponible en que se cita a “…la espiritual escritora de nuestra Tiquicia…”, como la definía en junio de 1931 el periódico La Tribuna, es de febrero de 1932, cuando Carvajal fue identificada como una de las 25 mujeres que, al lado de otros 175 varones, participaron en una marcha de
“…simpatía con los ‘hermanos’ quienes habían caído en los recientes disturbios en El Salvador, ‘asesinados’ por el General Martínez.” 5
La legación imperial en San José, dos meses después, en abril de 1932, comentaba una edición de Trabajo, el periódico semanal de los comunistas, y destacaba que
“de particular interés es un artículo sobre ‘niños trabajadores’ escrito por CARMEN LYRA, cuyo nombre verdadero es Isabel Carvajal. Esta mujer ocupa un puesto público como superintendente del kindergarten de San José (Escuela Maternal), y es prominente en el pequeño grupo de los así llamados ‘intelectuales’ de Costa Rica, conformado por Joaquín García Monge y otros.” 6
La preocupación imperial por las actividades de Carmen Lyra se acrecentó a medida que su participación política tendía a ampliarse y diversificarse. La legación informó que el 19 de noviembre de 1932, el Partido logró movilizar a cerca de 600 personas, que asistieron a una manifestación efectuada en uno de los parques de San José, y que una de las oradoras en dicha protesta fue Carvajal.7 El peligro de que esta última se valiera de su prestigio docente e intelectual y de su posición en el sistema educativo para difundir el comunismo entre las maestras, también desveló a los funcionarios del imperio.
La amenaza descrita pareció cobrar fuerza en marzo de 1933, cuando los comunistas, según comunicó oportunamente la legación, empezaron a impartir a los trabajadores clases nocturnas de marxismo y economía antiimperialista. El informe concluía que
“…Carmen Lyra (Isabel Carvajal) es una de las líderes comunistas más activas en Costa Rica. Ella y otras maestras de escuela pública son evidentemente los principales instructores de las clases nocturnas.” 8
El clímax del interés imperial por Carmen Lyra fue alcanzado poco después, tras los violentos sucesos del 22 de mayo de 1933, cuando una manifestación de trabajadores desocupados terminó en un enfrentamiento con la policía. La legación destacó que, a raíz de tal incidente, varios empleados públicos fueron despedidos, entre los cuales figuraba, por supuesto,
“…María Isabel Carvajal, llamada aquí CARMEN LYRA. Estaba empleada como directora de la ‘Escuela Maternal’. Después del enfrentamiento de la última semana, escribió varios artículos particularmente violentos en la prensa local. No obstante una advertencia final del Ministro de Educación Pública, ella continuó con sus ataques contra los funcionarios del Gobierno, a raíz de lo cual fue cesada. Como podría esperarse, el resultado han sido ataques aun más violentos contra el Gobierno. Esta mujer será un factor a ser tomado en cuenta en el futuro en cualquier movimiento radical en Costa Rica.” 9
Los datos anteriores fueron complementados por otro informe, en el cual se explicó con más detalle el conflicto entre Carvajal y las autoridades educativas, al indicarse que, en entrevistas publicadas en la prensa,
“…se le cita diciendo que el Ministro de Educación Pública había pensado que podría comprar su opinión por la pequeña suma de ¢165 al mes (su salario como maestra), pero que ella prefiere ser libre para expresar sus convicciones. Hay ahora un movimiento en curso para establecer otra escuela, operada por el Partido Comunista, para Carmen Lyra, en la cual ella recibirá su salario de donaciones individuales.” 10
La legación estadounidense, dos semanas más tarde, complementó los datos anteriores en un documento adicional, en el que acotaba:
“la prensa local ha anunciado que el próximo 17 de junio aparecerá una nueva publicación titulada ‘CARETAS’, editada por Carmen Lyra (Isabel Carvajal), la líder comunista recientemente despedida de su posición como maestra…, y Antonio Zelaya, un errático reportero periodístico y un participante en el intento de sublevación en [el cantón alajuelense de] Grecia [en 1930].” 11
El informe precedente supuso el fin de ese peculiar interés imperial por Carmen Lyra: en la documentación disponible, producida por la legación de Estados Unidos en la década de 1930, únicamente se la cita una vez más, el primero de septiembre de 1935. El comunicado de esta fecha advertía que el grupo articulado en torno a la revista Liberación, editada por Vicente Sáenz, se proponía fundar el Partido Socialista Costarricense, y que
“prácticamente todo escritor costarricense anti-estadounidense es incluido en la lista de los ‘principales colaboradores’: Juan del Camino, Antonio Zelaya y Carmen Lyra…” 12
2. Tía Panchita comunista
¿Por qué la diplomacia imperial se preocupó tanto por Carmen Lyra entre 1931 y 1933, y por qué ese interés tendió a decaer después de este último año? La primera pregunta obliga a considerar un problema que, curiosamente, destaca por su ausencia en las investigaciones sobre el Partido Comunista de Costa Rica: el vínculo entre tal organización y los círculos intelectuales de la época.13 La escasa información acopiada sobre este tema evidencia que personas de orientación radical, como el profesor Joaquín García Monge, editor del Repertorio Americano, críticos sociales al estilo del escritor cartaginés Mario Sancho,14 y otros de tendencias anti-imperialistas, aunque simpatizaron con la nueva agrupación de izquierda, optaron por no afiliarse a la misma.
Las razones por las cuales procedieron así pudieron ser diversas: quizás les pareció una organización excesivamente radical, dada la violencia verbal de su temprana propaganda;15 tal vez temieron que, de abrazar el comunismo, sus empleos, carreras y prestigios intelectuales se verían muy afectados; o a lo mejor consideraron, simplemente, que no tenía sentido que personas con trayectorias ya definidas en la cultura del país, y con edades superiores a los 35 años como mínimo, se comprometieran con una organización de izquierda dirigida por un círculo de jóvenes estudiantes veinteañeros sin experiencia.
La única figura intelectual de peso que se integró al Partido en el momento de su fundación fue una mujer, Carmen Lyra, quien con sus 43 años prácticamente le doblaba la edad al Secretario General de esa organización, Manuel Mora Valverde (22 años). ¿Por qué lo hizo? La decisión de unirse a los comunistas quizá obedeció a una estratégica y compleja confluencia de intereses entre esos jóvenes de izquierda y Carvajal. La destacada trayectoria intelectual de esta última no fue suficiente para evitar que, por su condición de género, de hija ilegítima, de crítica social y de mujer soltera e independiente, ocupara una posición marginal y subordinada en los círculos femeninos y radicales de San José.
La ausencia (o una participación muy discreta) fue lo que caracterizó el papel jugado por Carmen Lyra en las políticas sociales alentadas y patrocinadas por el Estado liberal y la Iglesia Católica en Costa Rica a partir de la década de 1880. El que así fuera se explica, en parte, porque la intelectualidad radical de comienzos del siglo XX, a la cual pertenecía Carvajal, consideraba que este tipo de filantropía era una farsa de los acaudalados para defender sus privilegios.16 El trasfondo de tal queja era la fuerte presencia de mujeres burguesas y de sectores medios en los variados programas de beneficencia.
Las damas vicentinas (1878), las juntas de caridad, los orfanatos, hospitales y asilos, la Casa del Refugio (1907), los comités antialcohólicos y La Gota de Leche (1913), entre otros programas, organizaciones e instituciones, abrieron espacios para que señoras y señoritas, al revalorizar los papeles domésticos de la mujer (en particular, el maternal), reivindicaran en la esfera pública el aporte decisivo que daban al país, sobre todo en las áreas de la educación y la salud.17 El corto trecho que separaba estas actividades de la defensa de sus intereses laborales y políticos no tardaría en ser cruzado.
La politización inicial de ciertos sectores de esas señoras y señoritas ocurrió al calor de la lucha contra la dictadura de los Tinoco, durante las movilizaciones de junio de 1919. La culminación de este proceso de construcción de una identidad de género, que combinaba elementos patriarcales con los principios de la democracia liberal y las nuevas imágenes de lo femenino promovidas por la temprana cultura de masas, fue la fundación, en octubre de 1923, de la Liga Feminista Costarricense. Esta organización jugó un papel decisivo en 1924 y en 1928, al defender con éxito la equidad salarial docente y evitar que se dieran aumentos de sueldo solo para los maestros varones; y en 1925, al dirigir la campaña –al final fallida– en pro de la aprobación del voto femenino.18
Las “Colonias Escolares Permanentes”, orientadas a mejorar la salud de los niños de escasos recursos y propuestas en 1920 por el doctor Solón Núñez, futuro Ministro de Salubridad Pública, fueron al parecer el primer programa social, impulsado por el Estado liberal, en el que participó Carmen Lyra. La abogada Ángela Acuña afirmó que Carvajal fue el “…alma de este movimiento…”,19 pese a lo cual solo alcanzó el puesto de secretaria de la junta directiva de 1923. La presidencia y la vicepresidencia de tal proyecto fueron ocupadas, en su orden, por Esther de Mezzerville y Genarina de la Guardia, dos filántropas de los sectores acaudalados de San José. La primera, aparte de directora del Colegio Superior de Señoritas (1922-1926), fue vicepresidenta de la Liga Feminista (1923) y presidenta honoraria de la Liga Antialcohólica (1924) .20
El limitado papel jugado por Lyra en tales instancias se explica, en mucho, por la distancia política e ideológica que la separaba de algunas de esas tempranas feministas costarricenses, especialmente de Ángela Acuña, una decidida partidaria de la dictadura de los Tinoco que no vaciló en amenazar –maternalmente– a sus opositores con “…partir en cuatro el corazón de estos falsos y miserables hijos de mi patria”.21 Carvajal, aparte de destacar en las movilizaciones populares contra tal régimen, no compartía una de las preocupaciones básicas del círculo de mujeres ya indicado, cual era la aprobación del voto femenino, como se verá más adelante.
La inserción de Lyra en la cultura oficial tras la caída de la dictadura fue propiciada, sin duda, por sus vínculos con Núñez, ex-maestro rural, ex-inspector escolar y antiguo radical de comienzos del siglo XX, y con otro disidente de 1900 y Ministro de Educación entre septiembre de 1919 y mayo de 1920, Joaquín García Monge. La administración de este último fue el marco en que se gestó la beca estatal que poco después (el 12 de junio) se le otorgó a Carvajal para viajar a Europa con el fin de que ampliara sus conocimientos sobre enseñanza preescolar; y tras su regreso al país en 1921, se incorporó como profesora de literatura infantil en la Escuela Normal de Costa Rica, dirigida por su viejo compañero del Centro de Estudios Sociales Germinal (1912) y ex-ácrata, Omar Dengo .22
La carrera institucional de Lyra avanzó todavía más en 1925, cuando fundó, junto con Luisa González, una maestra de origen popular, y Margarita Castro Rawson, una profesora proveniente de una acomodada familia josefina, la Escuela Maternal, un kindergarten cuyo fin era explorar, con base en la pedagogía de María Montessori, las peculiaridades de los párvulos de hogares trabajadores. La preocupación por tal problemática condujo a Carvajal a organizar, en febrero de 1929, el Comité del Niño Obrero y a proponer, al mismo tiempo y en términos similares a los expuestos por Luis Felipe González Flores (Ministro de Educación entre 1914 y 1917), la creación de un Patronato Nacional de la Infancia .23
La apertura de tal institución ocurrió en 1930, con González Flores como director y Lyra como la única mujer integrante de la junta directiva, aunque en condición de suplente. La designación en el Patronato supuso la culminación de la inserción de Carvajal en la cultura oficial, un proceso que supuso a la vez una valoración mayor de sus escritos por parte de las autoridades educativas. La autora de Los cuentos de mi tía Panchita (1920), aparte de textos cortos que circularon en periódicos y revistas, había publicado una obra de teatro en 1914, La ilusión eres tú (en colaboración con Francisco Soler), y dos libros en 1918, En una silla de ruedas y Las fantasías de Juan Silvestre. 24
El acervo literario anterior y su experiencia de profesora de literatura infantil en la Escuela Normal desde 1921 no bastaron, sin embargo, para que piezas de Lyra fueran incluidas en las lecturas escolares. La primera vez que esto ocurrió fue en 1929, cuando Moisés Vincenzi escogió un breve ensayo de dicha autora, titulado “El Monumento a Don Juanito”, como parte de sus Fragmentos para dictado. La labor de Carvajal en este campo culminó en 1933, es decir ya durante su etapa comunista, cuando editó junto con Elías Leiva y Carlos Luis Sáenz, un libro de texto para cuarto grado .25
La experiencia de Lyra en cuanto a su inserción en la cultura oficial fue un proceso similar al vivido por esos jóvenes que se radicalizaron a partir de 1900. El mercado cultural de entonces, con escasas opciones de empleo y pocas vías de ascenso, estaba controlado por un conjunto de intelectuales ya mayores y más conservadores, que ocupaban puestos claves en el aparato estatal, especialmente en instituciones como el Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional, la Tipografía Nacional, el Instituto Físico-Geográfico, la Escuela Nacional de Bellas Artes y el sistema educativo.
El desafío que tenían por delante figuras como Joaquín García Monge, Omar Dengo y José María Zeledón, entre otros, era ampliar y diversificar el mercado cultural, con el fin de crear condiciones óptimas para impulsar sus propias carreras. El eje de su estrategia fue plantear, en la esfera pública, la existencia de una aguda “cuestión social”, que exigía ser tratada con urgencia: el empobrecimiento de los sectores populares de la ciudad y el campo, producto de la concentración de la riqueza. El discurso que elaboraron sobre esta temática, en sus novelas, poesías y ensayos, tenía una doble cara: una potencialmente explosiva, y otra muy identificada con la ideología liberal del progreso.
El lado subversivo de sus escritos y conferencias consistía en la denuncia de la explotación laboral, del crecimiento de la pobreza (visible sobre todo en el universo urbano), de las campañas electorales como farsas al servicio de los poderosos, y del imperialismo estadounidense, en particular del dominio de la economía bananera en Limón por parte de la United Fruit Company. Lo anterior se aunaba con el afán por difundir entre los trabajadores citadinos un diverso conjunto de ideas anarquistas y socialistas, y con llamados a apoyar el abstencionismo electoral, la organización obrera y el sindicalismo.
El perfil no contestatario de estos radicales se desprendía de su énfasis en que los sectores populares de la ciudad y el campo, para alcanzar su plenitud física y espiritual, debían ser redimidos mediante una educación apropiada, una que sería proporcionada por esos mismos jóvenes. Este ambicioso proyecto de ingeniería social, al tiempo que revalorizaba la función de los intelectuales, sirvió de base para que los izquierdistas de comienzos del siglo XX se integraran poco a poco en el programa civilizador de los liberales, el cual se proponía difundir en los medios obreros, artesanos y campesinos los valores –entre otros– de la disciplina, el respeto, la higiene y el patriotismo. 26
La Escuela Maternal no fue una excepción, ya que en 1930 publicó un folleto de diez páginas, eco de trabajos similares impresos desde comienzos del siglo XX, y titulado Creación de buenos hábitos en los niños, con el fin de que los padres, entre otras prácticas, acostumbraran a sus hijos al
“baño diario… [a] decir la verdad… tratar bien los libros… dejar terminado lo que se comienza a hacer… ponerse de pie cuando se canta el Himno Nacional… rezar con devoción… jugar sin hacer jarana… cumplir las obligaciones que se le han encargado… Poner atención al recibir una orden a fin de cumplirla bien…” 27
La integración de los radicales de 1900 en el programa de los liberales de civilizar a campesinos, artesanos y obreros fue facilitada porque esos intelectuales, más allá de sus diferencias de edad e ideológicas, compartían un profundo desprecio por las culturas populares, sobre todo por su dimensión más plebeya. Las creencias de los de abajo usualmente eran etiquetadas como supersticiones, sus lenguajes eran calificados de soeces, sus prácticas cotidianas eran definidas como escandalosas y anti-higiénicas, sus diversiones eran catalogadas de bárbaras (licor, drogas, peleas de gallos), y su falta de disciplina laboral, visible en el culto a “San Lunes”, siempre era motivo de queja.
La convergencia de los intelectuales radicales y liberales fue propiciada por otro factor adicional: su preocupación por el avance de una temprana cultura de masas, que complicaba los proyectos oficiales de educación y de control social. La exitosa alfabetización del país (un 67,2 por ciento de la población de 9 años y más podía leer y escribir en 1927)28 facilitó que los sectores populares de la ciudad y el campo dispusieran de modelos culturales ofrecidos por las novelas de aventuras y del corazón, el teatro, el cine, el deporte y el periodismo amarillista, cuyos valores eran a veces muy distintos de los promovidos por la jerarquía eclesiástica, las autoridades educativas o la juventud disidente. 29
La librería “La Lectura Barata”, abierta en el San José de 1914 por un grupo de intelectuales radicales, fue el escenario de un interesante conflicto cultural, en el que participó Carvajal: de acuerdo con Cristián Rodríguez, el local descrito quebró, debido a que
“los recursos económicos de los amantes de las bellas letras son siempre limitados, y una librería que se abstenía de ofrecer las novelas de Carolina Invernizio, las Aventuras de Nick Carter, con sus espeluznantes truculencias e inartísticas ilustraciones en colores, y las de Rocambole, tenía pocas posibilidades de prosperar en nuestro medio. Y pensar que la librería pudiera… abatirse a las granjerías del vulgo era algo inconcebible, aun en el caso de peligro de muerte de la empresa, y si alguna vez las consideraciones prácticas hubieran ejercido presión, que no la hubo, para que se depusiera el estandarte del ideal, allí estaba… una dependiente modesta pero firme, con la que no valían palabras blandas: Carmen Lyra… un día… entró de improviso en la librería una apuesta joven, con todo el aspecto de impenitente y romántica lectora, y le preguntó… si tenía allí ‘La Reina del Mercado’ de Carlota Bramé… Había que ver la cara de angustia de Chabela, tratando de disuadir a la cliente… Le explicó que Carlota… era una novelista de mal gusto y que [en la librería] no esperaban tener las obras de esa autora ni las [de otros escritores parecidos]… la joven lectora salió disparada a buscar la novela… en alguna otra librería más ‘comprensiva’.” 30
Las áreas de confluencia entre liberales y radicales, y la integración de estos últimos en las instituciones culturales y sociales del Estado, fueron la base de un proceso progresivo de desradicalización, que se visualiza en el contraste entre el Centro de Estudios Sociales Germinal (1912), y la Universidad Popular (1926). El primero, de orientación anarquista, tenía entre sus propósitos organizar a los artesanos y obreros, afán que culminó, en enero de 1913, en la fundación de la Confederación General de Trabajadores, y pocos meses después, en la convocatoria para participar en la primera manifestación del primero de mayo. La segunda, se limitó a impartir conferencias sobre temas diversos, de “La vida de Sócrates” a los “EE.UU. en la historia del derecho”. 31
La carrera de Carvajal, forjada en el marco de los procesos descritos, era ya impresionante en 1918, cuando cumplió los 30 años: en 1912, participó en la fundación del Centro de Estudios Sociales Germinal; en 1913, codirigió el periódico infantil San Selerín y fue oradora durante la primera celebración del primero del mayo en el país; en 1914, se vinculó a la librería “La Lectura Barata”, editó la revista ácrata Renovación y coescribió una obra de teatro; en 1917, era una de las 7 mujeres que junto a 45 varones integraban la Comisión de Literatura del Ateneo de Costa Rica; y un año después, publicó un libro de cuentos y una novela. 32
La ampliación y diversificación del mercado cultural, promovida a partir de 1900 por los jóvenes radicales, abrió espacios para que Lyra, tras fracasar en su intento por convertirse en monja en 1906, desplegara sus talentos literarios, sin que pesara su ilegitimidad. Lo que sí supuso una diferencia en contra de Carvajal fue su edad, ya que era más joven que varios de sus compañeros, y su género, puesto que los círculos intelectuales de la época eran esencialmente varoniles. El efecto de tal condicionante se traducía en la práctica en que las mejores oportunidades quedaban fuera del alcance femenino.
El universo intelectual, a la vez que le ofrecía ciertas opciones a Carvajal, la limitaba, al condenarla a una posición subordinada, condicionante que pronto fue evidenciado por el proceso de inserción de los radicales en la cultura oficial. La beca para viajar a Europa se le otorgó tarde (a los 32 años), en 1920, cuando Joaquín García Monge había sido Ministro de Educación, José María Zeledón era diputado y Omar Dengo, de la misma edad de Lyra, era director de la Escuela Normal. El joven Carlos Luis Sáenz, incluso, ya dirigía a sus 21 años una escuela: la Porfirio Brenes, ubicada en el cantón josefino de Moravia. 33
La reivindicación de la equidad de género, entre los círculos de radicales, no tenía sentido para Lyra, dado que se encontraba aislada y prácticamente sola en un mundo que era, en esencia, masculino. La integración con los grupos de mujeres vinculadas con la filantropía y con las políticas sociales patrocinadas por el Estado liberal tampoco era una opción para Carvajal: por un lado, su ilegitimidad alentaba toda una serie de prejuicios en su contra (los que contribuyeron a que desechara su vocación monjil en 1906); y por otro, ella compartía las duras críticas que sus compañeros varones formulaban a las actividades benéficas emprendidas por esas señoras y señoritas de abolengo.
La poca identificación de Lyra con esas mujeres burguesas y de sectores medios fue tal que, aunque participó con algunas en las movilizaciones en contra de la dictadura de los Tinoco en 1919, y en las “Colonias Escolares Permanentes” a partir de 1920, no se incorporó a la Liga Feminista. Las criticó ácidamente en un texto que publicó en 1923, El barrio Cothnejo-Fishy (una caricaturización de las familias burguesas de San José que vivían en barrio Amón),34 y durante el debate público sobre la aprobación del voto femenino en 1925, apenas apoyó un sufragio limitado a las ciudadanas educadas, con el fin de evitar que las que no lo eran fueran presa fácil de influencias conservadoras, especialmente de tipo eclesiástico.35 Carvajal radicalizaría su oposición a esta reforma electoral en el futuro cercano; en febrero de 1932, en un artículo publicado en el periódico comunista Trabajo, expresó:
“no vale la pena trabajar por conseguir el voto de la mujer. ¿Qué cambio hondo, trascendental, habría en la vida de Costa Rica si las mujeres pudiéramos votar por don Ricardo Jiménez, Manuel Castro Quesada, Max Koberg o Carlos María Jiménez? Las cosas seguirían como están porque ninguno de esos señores se atrevería a echar abajo las prerrogativas del capital el cual tiene arregladas las cosas de tal manera, que mientras unas mujeres pueden estarse arrancando pelos de las cejas o haciéndose masajes para no engordar, otras tengan que estar paradas en charcos o dobladas lavando o cosiendo… Las mujeres de la clase trabajadora del mundo entero debemos esforzarnos por derrumbar la podrida estructura económica de la sociedad capitalista y no por sostenerla. Eso del feminismo es un absurdo… La humanidad se compone de hombres y mujeres, y es a los hombres y a las mujeres de la clase trabajadora oprimida por la riqueza de unos pocos, a quienes les toca luchar unidos para volver habitable esta tierra.” 36
El resultado de todo lo anterior fue que Lyra se aisló de los círculos femeninos más organizados de las décadas de 1910 y 1920, al tiempo que, dada su posición de única mujer en una intelectualidad radical aplastantemente varonil y el puesto de base que ocupaba en el sistema educativo (era una simple maestra de primaria), carecía de espacios para forjar discípulas. Esto empezó a cambiar a partir de 1921, cuando su docencia en la Escuela Normal le permitió empezar a articular un grupo de jóvenes educadoras con fuertes preocupaciones sociales, del que formarían parte, entre otras, Luisa González, Corina Rodríguez, Adela Ferreto y Emilia Prieto.
El ingreso de Carmen Lyra al Partido Comunista en 1931 fue precedido por lo que fueron, al parecer, dos experiencias frustrantes. La primera era producto de que la pobreza de muchos de los niños que asistían a la Escuela Maternal conspiraba contra los sueños pedagógicos de Carvajal que, al decir de su discípula Luisa González, definía su labor docente en tal institución “…como echar agua en un canasto.” El producto de tal desencanto fue Siluetas de la Maternal, cuadros publicados a partir de 1929, en las cuales
“…como si escribiera con una aguja candente, denunció en relatos magistrales, como aguafuertes, las escenas más crudas y grotescas de la vida de aquellos niños, de aquellas madres y de aquellos hogares deshechos por la ignorancia y por la miseria.” 37
El paso de Carmen Lyra por el Patronato Nacional de la Infancia tampoco fue, al parecer, una experiencia gratificante, a lo que quizá contribuyó el director de tal entidad, Luis Felipe González Flores, un defensor acérrimo de la inferioridad intelectual femenina.38 Los prejuicios de este último, en todo caso, no impidieron que varias mujeres, algunas vinculadas a la Liga Feminista y a los programas sociales patrocinados por el Estado, presentaran ponencias en el Primer Congreso del Niño, organizado por la institución indicada y efectuado en San José entre el 26 de abril y el 3 de mayo de 1931. 39
El trabajo con niños en edad preescolar calificaba a Carvajal como una expositora clave; pero no fue ponente en el Congreso, una decisión que pudo estar basada, entre otras razones, en que en tal evento se le brindó un homenaje a John M. Keith “…por su actuación en las instituciones de caridad y la protección que dio a muchas familias pobres.“40 El tributo dado al pariente de uno de los fundadores de la United Fruit Company (1899) difícilmente agradó a una intelectual que por esa época acababa de escribir Bananos y hombres, una fuerte crítica de la explotación de los obreros bananeros. El epílogo de todo esto ocurrió unos meses después, cuando Carmen Lyra renunció a su puesto en la directiva del Patronato, y en su lugar, fue nombrada Amparo viuda de Zeledón, una de las promotoras de La Gota de Leche (1913), dueña de la Botica Francesa y de la textilera “El Laberinto” y figura crucial en las actividades de beneficencia. 41
El inicio de la década de 1930 encontró a Carvajal enfrentada con un futuro sombrío: aislada de las organizaciones feministas, y con una inserción limitada en las políticas sociales del Estado, la Maternal y el Patronato le ofrecían un espacio en extremo estrecho para poner en práctica sus proyectos. El universo intelectual, a su vez, le permitía solo un crecimiento subordinado, dada su condición de género en círculos dominados por los varones; y por si lo anterior fuera poco, el radicalismo de los izquierdistas de comienzos del siglo XX, entre los cuales figuraban muchos de sus amigos, parecía agotado.
La estrategia de Carvajal, de cara a tales desafíos, consistió en acercarse a los nuevos grupos radicales, sobre todo de estudiantes, que empezaban a configurarse a fines de la década de 1920. Ella les podía ofrecer, aparte de su propia experiencia, del prestigio de su nombre y del beneficio de sus contactos y amistades, su casa para realizar tertulias, y las instalaciones y equipos de la Escuela Maternal para imprimir proclamas y volantes.42 Fue en el marco de tal experiencia que Lyra, tras participar en (y quizá decepcionarse de) la Liga Cívica (1928), el Comité Seccional del APRA de Costa Rica (1929) y el Partido Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (1929), fundó en abril de 1931, es decir en vísperas del Congreso del Niño, la Asociación de Estudiantes de Cuestiones Eléctricas, con el fin de discutir y combatir las contrataciones en curso, que tendían a consolidar el monopolio de la Electric Bond and Share Corporation sobre el suministro de energía. 43
El contacto inicial con los comunistas, según Luisa González, ocurrió una mañana, cuando
“…encontramos el periódico Revolución tirado debajo de la puerta principal de la Escuela [Maternal]. Era una pequeña hoja impresa, doblada en dos. La había deslizado allí, el carpintero revolucionario Gonzalo Montero Berry, obrero inteligente y culto, uno de los fundadores del Partido Comunista de Costa Rica. Era el primer periódico rojo que editaban los jóvenes comunistas, audaces y valientes estudiantes de derecho que alzaban por primera vez en Costa Rica, la bandera de la hoz y el martillo. Carmen Lyra lo recogió con gran curiosidad… Una tarde de la semana siguiente, me invitó a leer un pequeño folleto en francés, que ella iba traduciendo… era el Manifiesto Comunista de Marx y Engels.” 44
La descripción de González es complementada por el testimonio de Jaime Cerdas, según el cual
“desde el año 1929, Manuel Mora, Ricardo Coto Conde, Luis Carballo y yo, todos estudiantes de Derecho, junto con unos obreros, Gonzalo Montero Berry y Carlos Marín Obando… formamos un grupo de estudio que se llamaba Asociación Revolucionaria de Cultura Obrera (A.R.C.O.)… El grupo tenía al principio un carácter más bien antiimperialista, sin orientación marxista. Pero pronto nos cayeron en las manos el Manifiesto Comunista y otra literatura marxista. Esto entraba al país por medio de los marinos que llegaban a Limón, y un amigo nuestro allá, Abel Dobles, nos la enviaba.” 45
Los textos de González y Cerdas, sin embargo, son problemáticos en varios sentidos. La fundación de ARCO, en febrero de 1929, fue obra de un círculo de dirigentes obreros, interesados en abrir una universidad popular, similar a la que existió en 1926. Los estudiantes anti-imperialistas de la Facultad de Derecho se integraron a la Asociación posteriormente, y la politizaron; sin embargo, todavía entre el 15 de marzo y el 17 de mayo de 1930, cuando tiraron los diez primeros y únicos números de Revolución, su orientación no era definidamente marxista, ya que en dicho semanario lo que se proponía como necesario para el país era la creación de un partido socialdemócrata. 46
La radicalización marxista, a juzgar por el contenido de Revolución, se habría dado en un período muy corto, entre marzo-mayo de 1930 y junio de 1931, y fue condicionada, de acuerdo con Cerdas, por el acceso a la literatura comunista. Lo arduo de conseguir textos de tal índole se evidencia en el énfasis de que los mismos venían al país casi clandestinamente, y a veces en otros idiomas, por lo que Carmen Lyra se vio obligada a efectuar la traducción que indica González. Esta visión, sin embargo, contrasta con los datos disponibles: en el San José de 1908, la “Librería Española”, a la par de las novelas de Ponson du Terrail, Carolina Invernizio y Carlota Bramé, ofrecía ya varios títulos de Marx y Engels, en cuenta El capital y El origen de la familia. 47
La fundación del Partido Comunista en junio de 1931, más que producto del acceso casual a literatura marxista, en un contexto de creciente organización de ciertos sectores de trabajadores urbanos, fue fruto del interés de un círculo de jóvenes estudiantes por consolidar una opción propia, diferente de los esfuerzos dirigidos por una intelectualidad mayor, cuyo radicalismo evidenciaba ya signos de estancamiento. El desafío que tenían por delante Manuel Mora y sus compañeros era ir más allá de la seccional del APRA, de la Liga Cívica, de las posiciones anti-imperialistas y de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales.
El desvelo por superar a sus predecesores y competidores, y ofrecer en las esferas cultural y electoral una propuesta renovada, fue lo que los condujo al comunismo, una alternativa estimulada por el descontento que la crisis económica generó en los sectores populares, al deteriorar sus condiciones de vida, y por la expectativa de conseguir financiamiento externo de la Internacional Comunista.48 La juventud de esos jóvenes facilitó tal curso de acción porque su edad les permitía excusar el radicalismo de su proceder, en cuenta de su violencia verbal; no en vano, de ellos decía el Presidente de la República, Cleto González Víquez, en 1931:
“…son muchachos sinceros, bien intencionados, cabezas calientes que quieren componer esto, solo que por un camino equivocado.” 49
La percepción de González Víquez, de que solo eran unos muchachos, quizá fue compartida por el grueso de los intelectuales, pero no por Carmen Lyra. La juventud de los líderes comunistas, y la condición de género e ilegitimidad de ella, dos bases diferentes de subvaloración social, abrieron un espacio de empatía, que propició la comunicación y la colaboración. La diferencia de edad en favor de Carvajal facilitó que, pese a ser mujer, pudiera asumir un liderazgo entre esos varones juveniles, a los cuales podía tratar casi maternalmente, como una vieja, sabia y apreciada tía.
El esfuerzo que desplegaron los comunistas por incorporar a sus filas a los viejos radicales de 1900 es un tópico inexplorado. Lo que sí es más claro es que varias de tales figuras trataron, con poco éxito, de instrumentalizar el Partido en función de sus propios intereses. Este fue el caso de Joaquín García Monge, quien en 1930 fracasó como aspirante a diputado por San José de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales, y pretendía que Manuel Mora y su grupo apoyara, en las elecciones de 1932, la candidatura diputadil de Octavio Jiménez (alias Juan del Camino). El rechazo de su propuesta molestó a tal extremo al editor del Repertorio Americano que, en una carta dirigida a la líder aprista peruana, Magda Portal, y de fecha 10 de febrero del último año citado, afirmó:
“aquí los apristas se disgregaron; unos se hicieron nacionalistas, menos mal; otros, los de más peso (Carmen Lyra, Betancourt, Luisa González) se hicieron comunistas, esto es, se pasaron al lado de los que estorban. Los comunistas en Hispano-América, separados de la realidad inmediata e imbuídos en ideologías extrañas, no construyen, estorban.” 50
El proceso de negociación específico a raíz del cual Carmen Lyra se afilió al Partido es otro tema no investigado. El ser la única de los radicales de principios del siglo XX que lo hizo fue, sin embargo, una casualidad muy ventajosa para ella, ya que se convirtió en la adquisición cultural más valiosa lograda por esa nueva organización de izquierda en el momento de su fundación. Esta condición jugó a favor de la influencia de Carvajal, visible por ejemplo en varios de los contenidos del programa mínimo que sus jóvenes camaradas publicaron en el periódico Trabajo el 13 de marzo de 1932.
La propuesta comunista se diferencia de las avanzadas por otras agrupaciones de izquierda (la de la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales en 1929, y la del Socialista Costarricense en 1936),51 por su énfasis en la higienización del país y en la creación, financiada por el Estado, de colonias escolares, casas cuna y de maternidad, y kindergardens y escuelas maternales; y por proponer la equidad de género en términos políticos, jurídicos y salariales.52 Esto último sugiere que Lyra compartía, desde antes, los principios defendidos por la Liga Feminista, pero que no los apoyó porque no se identificó con sus integrantes; aunque también pudo ser el caso que, una vez afiliada al Partido, se percatara del potencial organizador de las mujeres en la arena política.
Las explicaciones anteriores no son excluyentes, y pueden ser complementadas con una tercera. La propuesta en pro de la equidad de género quizá fue parte de un amplio esfuerzo de los comunistas para atraerse el apoyo de las mujeres más preparadas del país, especialmente las maestras, quienes en la década de 1920, bajo el liderazgo de la Liga Feminista, se movilizaron en contra de aumentos salariales exclusivos para los docentes varones.53 El éxito que pudo tener una estrategia tal se ignora, dado que en las investigaciones sobre el Partido el protagonismo femenino es un tema ausente.
Lo poco que se conoce, sin embargo, destaca el papel jugado por un círculo de maestras, en el cual figuraban, Luisa González, Emilia Prieto y Adela Ferreto. La primera logró que su esposo, el doctor Gonzalo González, se afiliara al Partido; la segunda consiguió que su marido, el artista Francisco Amighetti, se acercara a la organización, y la tercera, de acuerdo con sus propias palabras,
“debe haber sido en el treinta y dos… yo venía de la iglesia, de misa y me dije: ¡Qué cosa! Todo este miedo que tengo sobre los comunistas es, simplemente, puro miedo. La verdad es que los comunistas tienen razón… Y me puse a hablar con Arnoldo [su hermano menor, quien también era maestro]… Yo empujé a Arnoldo… para que ingresara al Partido… Después [en 1936] ingresó Carlos Luis [Sáenz, esposo de Adela].” 54
El estratégico desempeño de tales mujeres descubre una de las contribuciones fundamentales de Lyra a la configuración del Partido: servir de vínculo para atraer a tal organización a jóvenes docentes de uno y otro sexo, convencidos por la propia ideología educativa de la época, y a menudo también por su participación en los programas de ingeniería social patrocinados por el Estado, de que les correspondía jugar un papel crucial en el mejoramiento del país.55 Carvajal, además, se convirtió en un enlace privilegiado entre los comunistas y otros sectores sociales, ya se tratara de intelectuales radicales que no se afiliaron a tal organización de izquierda, o de las señoras y señoritas de abolengo.
El líder del Partido Socialista Costarricense, Vicente Sáenz, admitía en enero de 1936 que a Manuel Mora, con quien tenía una polémica en la prensa, “algunas veces lo he visto en casa de Carmen Lyra. Y allí hemos conversado.“56 Jaime Cerdas, a su vez, evocaba cómo, alrededor de 1944, los comunistas le organizaron a su ex-munícipe por San José en 1932, el asturiano Adolfo Braña, acabado de escapar de un campo de concentración nazi en Francia,
“…diversas reuniones para denunciar el nazismo. Carmen Lyra convocó a una en su casa, para que muchas señoras de sociedad oyeran de labios de una víctima un testimonio de primera mano.” 57
La utilización de tal casa como un espacio de encuentro complementario al local que tenía el Partido databa de 1931, cuando Lyra organizó una reunión para facilitar la afiliación a la nueva agrupación de izquierda de varios integrantes del Comité Seccional del APRA (grupo al cual pertenecía Rómulo Betancourt). La vivienda indicada, una vez que estalló la guerra civil en España en 1936, también se convirtió en un eje de la solidaridad con los republicanos, un proceso encabezado por Carvajal y Luisa González que propició un acercamiento entre la intelectualidad radical no comunista y la que sí lo era. 58
3. “Un líder comunista de Alajuela”
El descendente interés de la diplomacia imperial por Lyra quizá obedeció a que, tras ser despedida del sistema educativo en 1933, se consideró que ya no era tan peligrosa; sin embargo, otra razón que explicaría el desplazamiento en el foco de atención de los funcionarios estadounidenses, fue la misma dinámica del Partido. El enfrentamiento del 22 de mayo del año especificado supuso el inicio de una etapa de creciente agitación social, conducida por los comunistas, que culminó en 1934 en varias huelgas: la de los zapateros en enero, la de los trabajadores azucareros de Turrialba en mayo y octubre, y la más importante de todas, cuyo epicentro fue la vertiente del Caribe, la bananera de agosto y septiembre. 59
El quehacer sindical del Partido se aunó con un exitoso desempeño electoral: en los comicios de medio período de 1934, los comunistas lograron elegir, a nivel local, ocho munícipes propietarios y cuatro suplentes (y estuvieron a punto de dominar el ayuntamiento del cantón central de la provincia de Heredia), y sus dos primeros diputados.60 El avance experimentado por la izquierda, especialmente en cuanto al apoyo que consiguió en las urnas, desconcertó a una diplomacia imperial que, todavía en septiembre de 1932 y tras comparar a los distintos países del istmo centroamericano, sostenía que en Costa Rica las tendencias rojas
“no son serias. Existe una gran clase media que actúa como estabilizador.” 61
Los agentes imperiales, enfrentados con lo que parecía ser un ascenso del todo inexplicable del comunismo, se preocuparon por identificar con precisión a los líderes del Partido; en el curso de este proceso, conocieron a Carlos Luis Fallas (Calufa). La primera vez que se le cita en la documentación disponible fue a raíz del conflicto del 22 de mayo de 1933. El informe correspondiente, fechado cuatro días después del evento, consigna que
“los desórdenes que dieron por resultado cinco policías y cuatro rebeldes seriamente heridos, se dice que fueron iniciados por un individuo de apellido Fallas, un líder comunista de Alajuela, quien urgió a la multitud a no prestar atención a la policía y marchar a la oficina del Ministro del Interior.” 62
El liderazgo de Fallas durante la huelga bananera de 1934 permitió que los funcionarios estadounidenses lo conocieran mejor, especialmente después de que, en septiembre de ese año, corrió el rumor de que ese joven comunista de Alajuela (tenía 25 años entonces) se proponía iniciar una lucha de guerrillas en el Caribe,63 amenaza muy creíble, dada el peso de los nicaragüenses –en cuenta de algunos que procedían de las filas de Sandino– entre los obreros bananeros.64 El interés de la diplomacia imperial por Calufa es, a la vez, un indicador de su ascenso dentro del Partido, una experiencia que ofrece un interesante contraste con la de una educadora y escritora como Carmen Lyra.
La afiliación de Fallas ocurrió poco después de la fundación del Partido, entre julio y agosto de 1931: en este último mes, fue electo como Secretario de Acuerdos de la célula comunista de Alajuela, en 1933 ya era el líder de la misma y, en 1934, fue candidato a diputado en el tercer lugar de la papeleta por San José. El éxito vertiginoso de su carrera política y sindical se aprecia mejor cuando se considera que en junio de 1933, a raíz de un discurso que pronunció en julio de 1932 en el cual supuestamente difamó a los secretarios del Congreso, fue condenado a un año, un mes y un día de destierro en la provincia de Limón, que fue el lugar escogido, tras consultar con sus superiores, por el joven alajuelense. 65
¿Por qué se convirtió Fallas en comunista y cómo se explica su veloz ascenso dentro del Partido? El propio Calufa ofrece una respuesta en una autobiografía corta que publicó en 1957:
“nací el 21 de enero de 1909, en un barrio humilde de la ciudad de Alajuela. Por parte de mi madre soy de extracción campesina. Cuando yo tenía cuatro o cinco años de edad, mi madre contrajo matrimonio con un obrero zapatero, muy pobre, con el que tuvo seis hijas. Me crié, pues, en un hogar proletario.” 66
El énfasis en su extracción obrera, con que empieza su autobiografía, era sin duda estratégico para el líder comunista de 1957, pero un examen más detallado del trasfondo doméstico del escritor alajuelense ofrece una visión distinta. La familia de Fallas por el lado de su madre, tal como es descrita en Marcos Ramírez (una novela de sus años infantiles publicada en 1952), es una de agricultores prósperos, dueños de cultivos de caña, un trapiche y un molino, que eran atendidos con varios peones; además uno de los hijos de la casa vivía en San José, ya que era estudiante de leyes, una carrera profesional dominada por los jóvenes burgueses de la época.
La experiencia proletaria de Fallas fue así circunstancial, condicionada como estuvo por un embarazo ilegítimo, que disminuyó las opciones de su progenitora en el mercado matrimonial. El que lograra casarse, pese a eso (aunque con un novio de inferior posición social), es expresión del apoyo que le brindó una familia que tenía suficientes recursos, ya que lo usual era que las madres solteras permanecieran sin ir al altar, una tendencia que se acentuaba a medida que se incrementaba el nivel de pobreza de tales mujeres. La excepcionalidad del caso de Calufa se vislumbra otra vez al considerar la trayectoria escolar y laboral que se perfila en su autobiografía:
“cursé los cinco años de la escuela primaria y luego dos de la enseñanza secundaria. Tuve que abandonar los estudios, fui aprendiz en los talleres de un ferrocarril [el del Pacífico] y, a los diecisiete años, me trasladé a la provincia de Limón… feudo de la United Fruit Company… En Puerto Limón trabajé como cargador, en los muelles. Después me interné por las inmensas y sombrías bananeras de la United, en las que por años hice vida de peón, de ayudante de albañil, de dinamitero, de tractorista, etc. Y allí fui ultrajado por los capataces, atacado por las fiebres, vejado en el hospital.” 67
El acceso al colegio, en la Costa Rica de comienzos del siglo XX, era muy limitado; en tal sentido, Fallas era parte del privilegiado 8,6 por ciento de los varones, nacidos en todo el país entre 1906 y 1915, que cursó por lo menos un año de secundaria.68 La deserción escolar, muy frecuente en los jóvenes que no eran de extracción burguesa, no supuso para Calufa una fase de empleo informal como trabajador infantil en las calles (una etapa común para muchos hijos de familias de extracción popular),69 sino su ingreso directo como aprendiz de mecánico en uno de los dos talleres estatales –el otro era la Tipografía Nacional– en que tendía a concentrarse parte de la aristocracia obrera. 70
El conflicto con un compañero de trabajo, que supuso el abandono del puesto de aprendiz, fue la causa del viaje a Limón. La mejor preparación escolar de Fallas (a lo que se unía su afición por las novelas de aventuras que probablemente no vendía la librería “La Lectura Barata” en 1914) le era muy ventajosa en el mercado laboral urbano de San José, dado que el grueso de los jóvenes de su edad difícilmente contaba con la primaria completa; pero no en el puerto limonense. Los inmigrantes afrocaribeños tenían un nivel educativo superior al de los costarricenses y dominaban las mejores opciones de empleo, tendencia reforzada por la nueva jerarquía étnica y de clase que empezó a configurarse en la vertiente Caribe del país en la década de 1920. 71
El poco espacio que existía para un inmigrante como él en el universo laboral urbano de Limón fue quizá lo que impulsó a Fallas a trabajar en las plantaciones de la United Fruit Company. La experiencia fue traumática para un joven cuyo modelo del empleo agrícola era el que prevalecía en la finca de sus abuelos maternos; con todo, logró ascender de peón a tractorista, un evento inusual para un asalariado que no era afrocaribeño. La vuelta a su lugar de origen ocurrió poco después:
“andaba en los 22 años cuando regresé a Alajuela para ver morir a mi madre. Entusiasmado por las ideas revolucionarias y anti-imperialistas que por ese entonces comenzaban a agitar al proletariado costarricense, ingresé al naciente movimiento obrero y, para poder vivir y luchar en las ciudades, aprendí en tres meses el oficio de zapatero, oficio que ejercí por largos años. Intervine en la organización de los primeros sindicatos alajuelenses y en la dirección de las primeras huelgas…” 72
La venida a Alajuela, aunque en lo inmediato se explica por lo que ocurría con su madre, tenía como trasfondo la decadencia cada vez más aguda de la actividad bananera y el deterioro de las condiciones laborales, en especial las de los obreros de origen latino.73 El escaso atractivo que tenía volver a Limón en 1931 fue probablemente lo que condujo a Fallas a permanecer en el casco urbano alajuelense y aprender el oficio de zapatero, decisión que coincidió con el proceso de radicalización de los operarios del calzado.74 La conversión de Calufa al comunismo fue por lo tanto casual, como se desprende de la evocación de Jaime Cerdas:
“…en la noche… [los comunistas] hicimos una reunión del carajo [de desocupados] en nuestro local, y la gente seguía en las aceras… Por cierto que esa noche conocí a Carlos Luis Fallas. Un amigo que era empleado judicial en Alajuela, Claudio Alvarado Oreamuno, lo había llevado a la reunión. Los dos fueron oradores en el acto, como delegados de Alajuela… Claudio me presentó a ‘Calufa’, y esa misma noche lo afiliamos como militante…” 75
La decisión de Fallas de adherirse al Partido en tal ocasión quizá se originó en el profundo descontento que existía entre los trabajadores por la crisis económica que afectaba al país; y a lo mejor, para esas fechas, él ya compartía varias de las ideas izquierdistas que circulaban profusamente desde tiempo atrás. El proceder de Calufa, sin embargo, podría explicarse a la vez porque se percató de las opciones que esa organización comunista le ofrecía para crecer, dado su acervo cultural, sus logros escolares y sus diversas experiencias laborales, y no se equivocó, como se evidencia del desempeño que tuvo en el futuro cercano.
El ascenso de Fallas en el seno del Partido, que supuso para él un proceso paulatino de intelectualización, fue explicado en la autobiografía como un desvío puramente fortuito:
“en mi vida de militante obrero, obligado muchas veces a hacer actas, redactar informes y a escribir artículos para la prensa obrera, mejoré mi ortografía y poco a poco fui aprendiendo a expresar con más claridad mi pensamiento. Pero, para la labor literaria, a la que soy aficionado, tengo muy mala preparación; no domino siquiera las más elementales reglas gramaticales del español, que es el único idioma que conozco, ni tengo tiempo ahora para dedicarlo a superar mis deficiencias.” 76
La intelectualización de Calufa, sin embargo, no fue casual: a un proceso de este tipo, contribuía su afición por la lectura y su preparación escolar, superiores al del común de los obreros. La ventajosa inserción que logró en el Partido se explica también por una corriente de opinión que prevalecía entre la dirigencia de esa organización de izquierda, según la cual los únicos que debían aspirar a los puestos de elección popular eran los proletarios.77 Esta perspectiva, compartida por figuras como Carmen Lyra y Manuel Mora, fue provechosa para la carrera de Fallas, en su condición de trabajador en vías de intelectualizarse.
El otro factor que facilitó el ascenso del Calufa fue producto precisamente de la escasez de intelectuales: aparte de los estudiantes de leyes, de Carmen Lyra y de varias figuras procedentes del Comité APRA, el Partido carecía de un círculo de personas instruidas amplio y consolidado. Las pocas figuras con esas características eran, además, bastante jóvenes (casi todos eran veinteañeros), lo que favoreció la construcción de una fuerte identidad generacional. El sentido de pertenencia a una organización especial fue reforzado por la persecución de que fueron víctimas por parte de las autoridades, que consolidó su solidaridad juvenil, al tiempo que, al avivar su fe en la causa que defendían, contribuyó a que asumieran su participación social y política como una cruzada. 78
La falta de intelectuales de peso afiliados al Partido –fuera de Carmen Lyra– coadyuvó a que las pugnas ideológicas y personales fueran limitadas y a que, en el corto plazo, la organización superara el peligro de verse fragmentada en tendencias. La identidad que les deparaba su juventud fue otro decisivo factor que los unificó y permitió que, en adelante, el curso político de la agrupación corriera paralelo con el ciclo de vida de su dirigencia. La correspondencia entre uno y otro fue facilitada por la poca influencia que tuvo la Internacional Comunista sobre los jóvenes rojos de Costa Rica, cuya formación en leyes contribuyó a que elaboraran su propia versión del comunismo, “a la tica” (transformaciones sociales alcanzadas por vía de la reforma, no de la revolución), varios años antes de que en el Moscú de 1935 la política de frente popular fuera sancionada oficialmente. 79
La carestía de intelectuales que distinguió al Partido en sus primeros años se convirtió en un estímulo para que en su seno se abrieran espacios para configurar círculos de ese tipo. Esta opción fue especialmente importante para mujeres como Luisa González y Adela Ferreto, y para obreros al estilo de Calufa, quienes en otras organizaciones políticas o culturales, dirigidas por varones de mayor edad y con un prestigio ya consolidado en la esfera pública, difícilmente hubieran podido destacar. La agrupación comunista, en cambio, y dadas las particularidades de su propia dinámica, sí promovía su intelectualización, al encargarles actividades secretariales, periodísticas y de propaganda.
La medida en que la carrera literaria de Carlos Luis Fallas fue impulsada por la organización a la que pertenecía es un asunto que falta por investigar. Lo cierto, en todo caso, es que Mamita Yunai, impresa en 1941, se originó en el informe que Calufa elaboró como fiscal comunista de las votaciones efectuadas en Talamanca en febrero del año anterior, el cual poco después publicó en Trabajo.80 La evidencia disponible no permite afirmar que la agrupación de izquierda colaborara en financiar la edición de tal novela, aunque existen precedentes de este tipo: en 1940, el Partido patrocinó el tiraje de Raíces de esperanza, de Carlos Luis Sáenz, un texto de poesía social y política. 81
Lo que sí es indudable es que, en el corto plazo, Mamita Yunai, por la fuerza con que denunciaba la explotación de los trabajadores por parte de la United Fruit Company, se convirtió en un éxito internacional sin precedente en Costa Rica; otros libros de Calufa corrieron una suerte parecida, según lo expresado por él en 1957:
“en 1940 escribí Mamita Yunai, publicada en Costa Rica en 1941, y que pasó desapercibida por años, hasta que el soplo poderoso del gran poeta Pablo Neruda la echó a correr por el mundo: hasta el momento se ha editado en italiano, ruso, polaco, alemán, checo, eslovaco y rumano y pronto aparecerá también en búlgaro y en húngaro; se editó de nuevo en español en Chile en 1949 y en Argentina en 1955, donde actualmente se prepara su reedición. Y ahora esta edición mexicana [de 1957] que es la definitiva. En 1947 publiqué la novela ‘Gentes y Gentecillas’… En 1952 publiqué aquí ‘Marcos Ramírez’… traducido ya al francés, al alemán y al polaco (actualmente se prepara una nueva edición española, en Argentina). Y en 1954 publiqué aquí ‘Mi Madrina’, en un tomo que contiene dos novelas cortas y un cuento y que se tradujo y editó ya en Polonia.” 82
El zapatero comunista de Alajuela, en poco más de diez años a partir de 1941, se convirtió en el escritor costarricense mejor conocido en el exterior y más traducido a otros idiomas (aunque no al inglés). La cuestión que falta por aclarar es en qué medida tal proceso fue producto del desempeño comercial exitoso de los textos de Calufa, o de una ventajosa inserción de los mismos –cuyo valor literario no se impugna aquí– en la cultura oficial transnacional del universo comunista. El que echó a correr por ese mundo los libros de Fallas fue, después de todo, un poeta de izquierda, y fueron vertidos en su mayoría a las lenguas prevalecientes en la Europa sovietizada del este.
El apropiado tratamiento de este problema exigiría examinar, en detalle, las fechas de traducción de las distintas obras de Calufa, y el número de ocasiones en que fueron editadas; en particular, sería importante determinar cuándo tales textos dejaron de circular en el bloque comunista. Los libros de Joaquín Gutiérrez y de Fabián Dobles, otros dos escritores vinculados al Partido, también deberían ser objeto de una exploración similar, ya que varios de ellos fueron traducidos a idiomas de los países socialistas, aunque no en escala comparable con las novelas del zapatero alajuelense.
4. Un pasado para rescatar
La fuerza de la cultura oficial en Costa Rica se basa en su capacidad para integrar las ideologías y las figuras contestatarias, en un proceso en el cual las despoja de sus contenidos más críticos y subversivos. El líder del Partido Comunista en Costa Rica, Manuel Mora Valverde, que fue combatido durante gran parte de su vida por el periódico La Nación, órgano de los intereses más poderosos del país, fue –tras su óbito, por supuesto– prácticamente canonizado por dicho diario entre diciembre de 1994 y enero de 1995, ejemplo que fue compartido por otros medios de prensa, por los círculos políticos y por la academia. 83
El proceso de inserción de Mora Valverde en la cultura oficial del país no fue, sin embargo, gratuito. El costo es visible, por ejemplo, en los considerandos con base en los cuales la Universidad de Costa Rica le otorgó en 1992 el “Premio Rodrigo Facio”, en la justificación que adujo la Universidad Estatal a Distancia para conferirle en 1994 un “Doctorado Honoris Causa”, y en el elogio que le tributó el Colegio de Abogados en 1995. La característica común de esos textos es que la palabra comunista únicamente se cita dos veces, en alusión al Partido, y no a quien fue uno de sus fundadores en 1931. 84
El proceso de “descomunistización” a que fue sometido Mora Valverde tenía el precedente de limpiezas ideológicas similares, que les fueron aplicadas, entre otros, a Carlos Luis Fallas y a Carmen Lyra. Rogelio Sotela, en sus Escritores de Costa Rica (1942), optó por no elaborar biografías de las jóvenes promesas, entre las cuales figuraba Calufa, ya que en su opinión pertenecían “…más al porvenir…”; pero de Carvajal, aparte de los datos propiamente bibliográficos, explicó poco de su vida y se limitó a advertir escuetamente: “desde 1931 ingresó con gran fervor al Partido Comunista.” 85
El escritor Carlos Luis Sáenz, pese a que se afilió al Partido desde 1936, en la pequeña biografía de Carmen Lyra que elaboró en 1970 para la sexta edición de Los cuentos de mi tía Panchita, destacó el activismo político de Carvajal “…como periodista, expositora de ideas y como hábil dirigente…”; pero evitó especificar su pasado comunista.86 El crítico Abelardo Bonilla, trece años antes, en su Historia de la literatura costarricense (1957), precisaba a su vez que el valor literario de Calufa consistía en que
“no hace propaganda ideológica, pero denuncia sobre la realidad y lo hace con risa e ironía que recuerdan el espíritu de la picaresca española. Contrariamente a lo que hace el intelectual de izquierda, este narrador nos da un mundo novelesco, que él observa desde una posición superior.” 87
La afiliación de Carmen Lyra al Partido es un dato ausente en el examen que de su producción escrita efectúan Margarita Rojas y Flora Ovares en 100 años de literatura costarricense (1995);88 y en la edición de Mamita Yunai que la empresa Lehmann publicó en 1971, se acota que, aunque tal novela
“…ha sido traducida a muchos idiomas, quizá con el doble propósito literario y proselitista, para nosotros tiene un valor un tanto diferente: es una obra literaria definitiva y tiene aspectos históricos, cuyas circunstancias hemos ido superando gracias a nuestro régimen democrático, a la educación de nuestro pueblo y como consecuencia por haber tenido gobiernos moralmente fuertes frente de grandes empresas.” 89
El poeta Alfonso Chase, una de las personas más preocupadas por divulgar los escritos de los intelectuales radicales de 1900, y un admirador de Carmen Lyra, afirma en un libro publicado en 1997 que el ingreso de Carvajal al Partido fue extremadamente perjudicial para su carrera literaria:
“de 1931 en adelante, la labor política aprovechó sus fuerzas, como dirigente intelectual del Partido Comunista de Costa Rica… Su prosa de combate denota inteligencia y vigor, pero exhibe, también, elementos del más refinado sectarismo, visión unilateral y pérdida evidente del humanismo, que antes de hacerse comunista le hiciera tener una visión más amplia de la sociedad… Si bien el país ganó a un dirigente intelectual de gran valía, en el campo de las ideas, fue perdiendo paulatinamente a una escritora…” 90
El olvido discreto, la justificación disimulada o el repudio abierto del pasado comunista de Lyra y Fallas fueron procedimientos que, aparte de explicarse por intenciones ideológicas que convendría explorar en detalle posteriormente, fueron facilitados por la tendencia de los investigadores de la literatura, tradicionales o postmodernos, a desvincular a los escritores de sus vidas y de sus contextos sociales y culturales, con el propósito de concentrarse en el examen de sus obras literarias. Este énfasis tiene, entre otras consecuencias, la de descartar, por su escaso valor, los textos políticos que, en su momento, elaboraron Carvajal y Calufa.
5. Propaganda electoral y pensamiento político
El programa mínimo del Partido Comunista, aparte de recuperar un variado conjunto de reivindicaciones populares e intelectuales, que se debatían públicamente desde comienzos del siglo XX, proponía una serie de transformaciones que, en la práctica, suponían profundizar las políticas sociales del Estado liberal. La mesura de tal propuesta contrastaba, sin embargo, con la violencia verbal que distinguía la temprana propaganda comunista, un factor que contribuyó a que a la organización no se le permitiera inscribirse para competir en la elección presidencial de febrero de 1932. La estrategia de los líderes de izquierda, de cara a la votación municipal de diciembre del año indicado, fue variar el nombre de su agrupación, que en adelante se llamaría Bloque de Obreros y Campesinos.
La primera experiencia electoral del Partido se limitó a los cantones centrales de las provincias de San José y Alajuela; en el caso josefino, el Bloque capturó el 10,8 por ciento de todos los votos, y aunque en los distritos aledaños a la ciudad, todavía bastante rurales, únicamente alcanzó el 5,6 por ciento de los sufragios, en el casco capitalino (que concentraba el 34 por ciento del electorado provincial y el 11,8 por ciento del nacional), obtuvo el 20,4 por ciento de la votación. La izquierda evidenció, en diciembre de 1932, que podía ser electoralmente exitosa en el epicentro de la política costarricense. 91
El principal logro de la campaña comunista de 1932 fue elegir dos regidores al ayuntamiento de San José y, a la vez, alcanzar otra victoria decisiva en términos simbólicos e ideológicos. El fiscal del Bloque, Manuel Mora Valverde, tras cerrarse las urnas, presentó una demanda de nulidad ante la Junta Electoral Cantonal de San José: según la denuncia, en el distrito de Zapote fue emitido un número que no se pudo precisar de sufragios fraudulentos, por lo que procedía anular los 175 votos depositados en dicho lugar. El reclamo fue acogido y, gracias a la abrogación de la votación zapoteña, que redujo el cociente para la elección de los puestos en disputa, el Partido alcanzó su segundo munícipe.
El desempeño que tuvieron en 1932 demostró a los comunistas que el juego electoral convocado por el “gobierno burgués terrateniente” –según la expresión de Mora Valverde en 1934– podía operar a su favor, incluso en cuanto a la denuncia del fraude. Esto era fundamental, dado que las irregularidades eran un componente básico de los comicios.92 El Partido, de cara a una votación, y aparte de la expectativa sobre el porcentaje de votos que podría capturar, enfrentaba la incertidumbre adicional de si lograría controlar eficazmente las prácticas fraudulentas; de lo contrario, cualquier triunfo en las urnas corría el riesgo de ser desvirtuado.
El Bloque aprendió en 1932 que podía competir ventajosamente en la arena electoral y ejercer un apropiado control del fraude. El éxito logrado tal año fue propiciado, además, por el elevado abstencionismo que caracterizó a esos comicios municipales (un 61,1 por ciento), fenómeno que volvió a darse en la elección de diputados de 1934 (un 58 por ciento). Los comunistas, en esta última votación, solo compitieron en las provincias de San José y Limón, en las cuales alcanzaron el 12,7 y el 25,7 por ciento de los sufragios respectivamente, caudal que representó un 5 por ciento de todos los votos emitidos en el país; en tal ocasión, alcanzaron sus dos primeras curules en el Congreso.
El caso de la ciudad de San José es útil para explorar la dinámica electoral de los comunistas. El Partido capturó, en el casco capitalino, 1.104 votos en la elección edilicia de 1932, 1.658 en la votación diputadil de 1934, y en 1936, 1.229 sufragios en los comicios presidenciales, y 2.105 en los municipales. El electorado que votaba por el Bloque, de acuerdo con esta estadística, estaba conformado por un sector estable y disciplinado, que le aseguraba al Partido un mejor desempeño porcentual cuando el abstencionismo se elevaba; y por un grupo de sufragantes, compuesto por indecisos e insatisfechos, que en determinadas circunstancias podían darle un apoyo parcial o temporal a la izquierda.
La especificidad de esta dinámica empezó a vislumbrarse en 1936, pero no en 1934, cuando el Partido, en el contexto de su creciente éxito electoral, intensificó su trabajo sindical y condujo varias de las principales huelgas de ese año. El liderazgo comunista en la lucha social, sin embargo, no se tradujo en crecientes utilidades en las urnas, como lo patentiza el caso de San José, donde el apoyo para la izquierda en los comicios presidenciales de 1936 fue inferior al que lograron en los diputadiles de dos años antes. La experiencia en Limón fue similar: pese al destacado papel que jugó el Bloque en el conflicto bananero de 1934, en 1936 el caudal de votos a favor de tal organización disminuyó o se estancó.
La participación de los comunistas en las luchas sociales, en especial en las que suponían un enfrentamiento agudo con los patronos o el Estado, pronto demostraría ser electoralmente contraproducente. Los costos organizacionales y personales que tenía tal estrategia, en términos de la persecución, encarcelamiento y destierro de los dirigentes del Partido, junto con la violencia verbal y física asociada con esas experiencias, eran factores que podían influir en que el sector de votantes indecisos e insatisfechos, que sufragó por el Bloque en 1932 y 1934, se abstuviera de volver a hacerlo, como al parecer ocurrió en 1936.
El proceso de toma de consciencia de que existía tal condicionante precisa ser investigado todavía; pero a partir de 1935 el Partido empezó a bajar su perfil en cuanto a su liderazgo en las luchas sociales y, después de 1936, en el contexto bastante adverso de la administración de León Cortés –un admirador del fascismo y el nazismo–, se afanó por ampliar y consolidar su caudal electoral, en particular por convertir en un electorado estable a su sector de votantes residuales. El éxito logrado en cuanto a esto último no se conoce, aunque es claro que el apoyo a favor del Bloque se elevó de 4.594 a 10.187 sufragios entre 1936 y 1938: un 5,1 y un 11,6 por ciento de la votación total del país en uno y otro año.
El llamado “comunismo a la tica”, a la luz de lo expuesto, fue también parte y resultado de una estrategia electoral que facilitó la inserción exitosa del Partido en la vida social y política de Costa Rica. Los dos folletos que componen este volumen, elaborados por dos de los escritores más prestigiosos del país, permiten recuperar una faceta bastante desconocida de su producción impresa, y asomarse a la cultura comunista que se configuró en la década de 1930. La existencia de esta última y su proyección en la esfera pública es otro de esos temas inexplorados a los que urge extraditar del olvido.
El grano de oro y el peón, escrito por Carmen Lyra y publicado en 1933,93 es un opúsculo de extremo interés, porque evidencia la temprana preocupación del Partido por aproximarse al universo cafetalero y, según el título de la serie a que pertenecía tal folleto, conversar con los campesinos, ya se tratara de los peones o de los pequeños y medianos productores. El opúsculo de Carvajal es útil a la vez para conocer cuál era el enfoque que los comunistas tenían sobre la problemática social del café, y sus propuestas para enfrentarla, datos básicos para entender mejor por qué el Bloque, con la excepción de Limón, no logró en sus primeros años un amplio apoyo electoral en el agro.
El folleto empieza con un planteamiento que era, en cuanto a lo social, preciso analíticamente, pero casi suicida en términos electorales: en fincas de 10 o de 25 manzanas, típicas de muchos caficultores que contrataban mano de obra asalariada, existían relaciones de explotación. Lyra, de inmediato, complicaba todavía más su exposición, al afirmar que el ascenso social en el universo cafetalero únicamente podía explicarse como producto del engaño y el robo de que era víctima el peón. El énfasis inicial puesto en la contradicción capital-trabajo difícilmente agradó a la pequeña y mediana burguesía agraria.
El grueso del opúsculo, tras esta introducción electoralmente incorrecta, tiene por eje la denuncia de los mecanismos que permitían a la cúpula de exportadores y beneficiadores del grano de oro dominar a los pequeños y medianos caficultores. El texto de Carvajal, en este sentido, es un eco fiel de las quejas y las reivindicaciones que, desde principios del siglo XX, expresaban tales agricultores, y que quedaron plasmadas claramente en el Prospecto de la Asociación Nacional de Productores de Café, de 1922, en el que advertían:
“largos y penosos años hace ya que los productores de café vienen soportando pacientemente la tiranía del exportador que paga su producto a un precio ridículo y del todo injusto, sin tener en cuenta las privaciones y miserias en que viven aquellos mismos que han formado y forman sus fortunas con su laborioso trabajo e incesante esfuerzo.” 94
La diferencia principal entre El grano de oro y el Prospecto consistía en que el primero, aparte de urgir a caficultores y peones a organizarse bajo el liderazgo comunista para defender sus intereses, no ofrecía propuestas concretas para elevar sus condiciones de vida y de trabajo. El segundo, en cambio, planteaba opciones de corte cooperativista: a partir de la venta de acciones, conformar un fuerte capital social, que permitiría a la Asociación financiar apropiadamente las cosechas de los pequeños y medianos productores, asumir el beneficio y la exportación, estimular el mejoramiento de los cafetales y efectuar campañas publicitarias a favor del café costarricense en los países consumidores. Los peones también tenían un espacio que compartir en esta peculiar utopía:
“…creemos de justicia… al enumerar los incalculables beneficios que reportará al productor la Asociación compacta y la mutua cooperación, pensar en los que hayan de obtener los mismos peones que ayudan a cada cual en sus trabajos, ya que no se trata de libertar a los unos en detrimento de otros, sino de alcanzar una liberación completa del trabajador costarricense en general. Con este fin y de común acuerdo, se establecerá el mínimun del salario que deba devengar cada trabajador, así como del número de horas que deba dedicar a esas labores. Es necesario que cada asociado comprenda las ventajas que obtendría con una peonada satisfecha de sus remuneraciones y sin tener por delante la constante preocupación del mañana, que abate al más fuerte espíritu y destruye toda noble ambición. Alcanzar para dar: tal debe ser el lema de la Asociación.” 95
El Prospecto, que guardaba un discreto silencio sobre la contradicción capital-trabajo en el universo cafetalero, enfatizaba en la colaboración de los peones con sus pequeños y medianos patronos para enfrentar más eficazmente a exportadores y beneficiadores de café. La eficacia ideológica de este procedimiento, que tendía a ubicar el conflicto social en una escala ascendente más que en una descendente, es ajena al opúsculo de Carmen Lyra. El grano de oro y el peón, con su acento en la explotación de los jornaleros, eventualmente contribuyó a disuadir al electorado rural de apoyar al Partido: en 1936, solo el 35,6 por ciento de los votos emitidos a favor del Bloque, en todo el país, procedía del campo.
La cuestión de cómo atraerse el apoyo de los jornaleros y de sus pequeños y medianos patronos, sin descartar el conflicto capital-trabajo que era parte de esas relaciones, desveló a los comunistas durante sus primeros años, sin que al parecer la pudieran resolver apropiadamente en el corto plazo. El esfuerzo por penetrar el agro, en todo caso, se diversificó a fines de la década de 1930, cuando “Tío Conejo”, el popular personaje de Los cuentos de mi tía Panchita se afilió al Partido y debutó en las páginas de Trabajo, y cuando el Bloque organizó la compañía de títeres “La Vacilona”, de la cual formaban parte Jobito y Malaquías, los cuales según dicho periódico
“…representan a nuestro campesino, [y] han ido por las villas vecinas a la capital, aclarando en verso sencillo, compuesto por nuestro compañero Carlos Luis Sáenz, las ideas que en el alma del pueblo dejan las calumnias que sobre los comunistas y su concepto de la Religión, la Propiedad y la Familia, andan regando los propagandistas a sueldo del calderonismo [Rafael Ángel Calderón Guardia, candidato presidencial del partido Republicano Nacional].” 96
El avance electoral de la izquierda en el agro empezó a evidenciarse desde 1938, un proceso asociado con una disminución significativa de la violencia verbal que caracterizaba el discurso del Partido, y con el bajo perfil asumido, después de 1934, por dicha organización en las luchas sociales. La política de frente popular, impulsada por la Internacional Comunista a partir de 1935 afianzó el desplazamiento ideológico y estratégico experimentado por el Bloque que, a la luz de la prevista victoria electoral de León Cortés en 1936, pasó de denunciar a defender la llamada democracia burguesa.
Los comunistas, en la elección municipal de 1938, capturaron el 19,8 por ciento de los votos en los distritos agrícolas del cantón central herediano (excepto Sarapiquí), y en los comicios de diputados de 1942, alcanzaron más del 30 por ciento de los sufragios en áreas esencialmente rurales, con altas tasas de alfabetismo y fuerte presencia de peones y de pequeños y medianos cultivadores de café y de productos básicos. Este fue el caso de Santo Domingo de Heredia: el Bloque logró el 44,4 por ciento de la votación diputadil en tal circunscripción, clásicamente cafetalera desde el siglo XIX. 97
El texto de Carlos Luis Fallas, El peligro de la dictadura, fue publicado en 1935 por la Federación de Trabajadores del Atlántico;98 a diferencia del opúsculo de Carmen Lyra, que se concentra en el universo del café, el de Calufa, aunque fue escrito especialmente para los asalariados de las bananeras, está dirigido al conjunto de los sectores populares, tanto a los obreros como a los pequeños productores, comerciantes y propietarios. El conflicto capital-trabajo, en contraste otra vez con el enfoque de Carvajal, es definido como el que enfrenta al grueso de la población explotada con la gran burguesía explotadora.
La perspectiva de Fallas, electoralmente más eficaz que la de Lyra, evoca ya una posición tipo frente popular; sin embargo, en el folleto son visibles todavía una serie de planteamientos típicos de la fase discursivamente violenta del Partido, como la denuncia del Estado, por ser un instrumento represión, del aparato educativo y de la religión por engañar a los trabajadores, de una ley únicamente eficaz para la burguesía, y de la propiedad privada, la libertad y la patria, disfrutables solo por los explotadores. El énfasis de Calufa, en este contexto, en la unión entre las clases medias y los asalariados es interesante porque, aunque quizá expresaba una consigna partidista, también podía ser producto de su temprana experiencia de vida que, de acuerdo con su novela Marcos Ramírez, transcurrió entre una familia proletaria de San José y otra de agricultores prósperos en Alajuela.
La campaña electoral de 1935-1936, en la que fue escogido Presidente León Cortés, es el verdadero eje del folleto de Fallas, el cual denuncia los peligros de una victoria cortesista y tiende a equipararla con el inicio de una dictadura fascista. Esto último se explica, aparte de por la admiración que la cúpula del cortesismo tenía por Mussolini y Hitler, por el tono fuertemente anticomunista de su propaganda. El temor de ser ilegalizados y masacrados era muy intenso en el Partido, ya que sus contrapartes de Guatemala y El Salvador, bajo las tiranías de Ubico y de Hernández Martínez, acababan de experimentar procesos de esa índole. 99
La parte final del texto de Calufa trata aspectos específicos de la vertiente del Caribe, en particular la organización de los trabajadores bananeros para enfrentar a la United Fruit Company que, junto con la burguesía criolla, se esforzaban por lograr que los comunistas fracasaran en las urnas en 1936. La expectativa de Fallas de que esto no ocurriría, y de que en los comicios de tal año el Partido aparte de conquistar la municipalidad de Limón elegiría al diputado por esta provincia, no se cumplió, un dato que destaca el desfase existente entre la participación del Bloque en la huelga de 1934 y el apoyo electoral que consolidó, posteriormente, en esa área geográfica.
La portada del opúsculo de Carmen Lyra contiene un grabado de Gilbert Laporte, en tanto que el folleto de Fallas incorpora otro de Francisco Amighetti, dos figuras del círculo de artistas que se configuró en la década de 1930 y que estuvieron muy cercanas al Partido, un aspecto que la investigación plástica ulterior usualmente tendió a descartar. Los dos creadores citados, aparte de elaborar retratos de dos líderes del Bloque, Carlos Luis Sáenz y Rómulo Betancourt, destacaron entre los que ilustraban Trabajo y varios libros de texto que fueron preparados por docentes de izquierda. 100
Epílogo
Los folletos de Lyra y Fallas fueron reimpresos en el año 2000 por la Editorial de la Universidad de Costa Rica, lo cual supone una invitación propicia para explorar no solo el pensamiento social y político de tales escritores, sino para empezar a recuperar la cultura comunista que se configuró en la sociedad costarricense en la década de 1930, con su particular sensibilidad por las condiciones de vida y laborales de la llamada clase trabajadora, y su crítica del orden establecido. El rescate de ese legado, en una Centroamérica asediada por la globalización neoliberal, es –por supuesto– algo más que un proyecto académico.
Notas
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*Escuela de Historia. Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica, América Central. Correo electrónico: ivanm@fcs.ucr.ac.cr
**La primera versión de este trabajo se publicó como introducción del libro Ensayos políticos (San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000), el cual reproduce un folleto de Carmen Lyra y otro de Carlos Luis Fallas que circularon originalmente en la década de 1930.