Vientos paraguayos en El Salvador
Joaquín Villalobos 5 JUL 2012 – 21:28 CET12
En países pequeños y pobres como El Salvador o Paraguay, con economías poco diversificadas, el Estado es fácilmente controlable por unas pocas familias acaudaladas y esto obstaculiza su desarrollo democrático. En Paraguay los viejos poderes destituyeron al primer presidente de la oposición, casi porque les caía mal. En El Salvador las elites económicas han provocado una crisis entre los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La oposición salvadoreña no gobernó durante más de un siglo. Las viejas elites y sus descendientes eliminaron a los competidores que asumían posiciones moderadas, al tiempo que usaban el anticomunismo para presentarse como los únicos que deben y pueden gobernar. Los inmigrantes de origen europeo que se volvieron dueños de El Salvador, prohibieron incluso que los inmigrantes árabes compraran tierras para evitar competidores.
La larga lista de opositores asesinados o exiliados incluye militares, intelectuales y empresarios prominentes. Enrique Álvarez Córdoba, miembro de las llamadas 14 familias, fue asesinado junto a dirigentes populares por la Guardia Nacional en 1980. Ese mismo año asesinaron al arzobispo Romero y en 1989 a seis sacerdotes jesuitas. En El Salvador la moderación ha sido siempre una posición de alto riesgo.
Napoleón Duarte, quien gobernó durante la guerra civil gracias al apoyo de los Estados Unidos, fue saboteado por las elites económicas. Éstas realizaron paros empresariales en plena guerra.
Paradójicamente sin Duarte, que viabilizó el apoyo estadounidense, los insurgentes habríamos ganado la guerra, sin embargo, no lo perdonaron ni a él ni a su partido, la Democracia Cristiana. Al terminar la guerra civil, las elites perdieron la capacidad de matar, pero se propusieron polarizar al país para preservar el monopolio del poder. Infiltraron, dividieron y debilitaron a la Democracia Cristiana y favorecieron la polarización con los comunistas de la ex guerrilla del FMLN. El anticomunismo les permitió ganar elecciones y gobernar 20 años, hasta que una alianza entre el FMLN y Mauricio Funes, un periodista de izquierda moderada, les ganó las elecciones en el 2009. Ya en el Gobierno, Funes guardó distancia del radicalismo del FMLN y de Chávez, pese a que pudo haber recibido miles de millones de dólares de Venezuela.
El monopolio de poder de las elites salvadoreñas sólo ha entrado en crisis cuando se dividen sus propias filas. Esas divisiones se manifestaron con golpes de Estado muy violentos en el pasado y fueron la causa principal de la guerra civil en los 80, cuando se dividió la Iglesia, los empresarios y los militares en medio de crecientes protestas populares detonadas por fraudes electorales y represiones brutales. Ahora, luego de 20 años de gobiernos de ARENA, las elites se dividieron nuevamente, Antonio Saca, empresario de medios de comunicación de origen árabe y último presidente de ARENA, se separó del partido, formó el suyo, se alió con el actual presidente Funes y se acercó a la Democracia Cristiana y a Conciliación Nacional, los dos partidos más antiguos del país.
Saca piensa buscar de nuevo la presidencia y es puntero en las encuestas contra todos los posibles candidatos. El surgimiento de una tercera fuerza basada en la alianza Saca-Funes con marcas electorales, por ahora débiles, pero de medio siglo de existencia, crearía un nuevo balance político, sacaría a El Salvador de la polarización y podría provocar que por primera vez en la historia del país la oposición obtenga dos victorias electorales consecutivas.
En un país tan pequeño es en extremo difícil tener un Poder Judicial sin influencia de las elites económicas; los magistrados son, han sido o podrían llegar a ser sus empleados, y en la Corte Suprema se dirimen muchos de sus grandes negocios. El año pasado, previo a una elección parlamentaria, la Corte Suprema de Justicia le quitó la legalidad a la Democracia Cristiana y a Conciliación Nacional. Este y otros ataques políticos de la Justicia provocaron un contra ataque legal de los partidos con el nombramiento de nuevos magistrados desde el parlamento, desatando la actual crisis entre todos los poderes del Estado. En la superficie hay diversidad de argumentos legales y hasta morales, pero el problema principal es que el surgimiento de una nueva variable política podría poner fin al control patrimonial del Estado por parte de las viejas elites y esto se les hace intolerable.
Las elites saben que la polarización con un FMLN dominado por los comunistas significa que gobernarán por muchos años, al punto que se han desatado conflictos en el interior de ARENA por la candidatura presidencial animados por la seguridad de que ganarán fácilmente la próxima elección. Asustados porque esto se arruine han comenzado a rumorear sobre paros empresariales, protestas, disolución del Congreso, violencia callejera, golpe de Estado y hasta de apresar a Saca y a Funes por corrupción.
La hegemonía de los comunistas en el FMLN fue posible porque sectores de centro izquierda se subordinaron ingenuamente a sus posiciones durante la transición; algunas de esas voces, de nuevo ingenuamente, se han subordinado a los poderes económicos que han desatado una ola anti-política contra los partidos. La anti-política podría traerle graves problemas al país como ya ocurrió con la polarización. La crisis no tiene solución por vías legales, sino políticas entre los tres futuros contendientes. Nada es más corrupto que el monopolio del poder. Este no es un problema de buenos contra malos, sino de establecer un real balance de poderes y una buena competencia, porque es esto lo que le produce beneficios a la gente y no la bondad o las intenciones de los políticos.