2008: la economía, la política y el poder

2008: la economía, la política y el poder

Termina el año en medio de la mayor incertidumbre y angustia de los débiles y de estremecimiento con miedo de los poderosos. Al nivel planetario, el capitalismo entra en una crisis no superable de sobreproducción, en donde la enorme capacidad productiva ha superado la capacidad de consumo de la producción del planeta.

Los bancos más poderosos están en ruinas, las mayores empresas han perdido mercados y ha terminado, con la mayor derrota, aquella globalización neoliberal que junto a la reestructuración neoliberal y la financierización de la economía capitalista se establecieron como solución o rutas de escape al intrincado problema de la superproducción capitalista.

Pues bien, estos 3 recursos han fracasado y en este año estallan todas las contradicciones, debilidades y conflictos que los movimientos populares del planeta venían señalando y denunciando reiteradamente. Por supuesto que el estremecimiento resulta mayor en aquellos regímenes más dependientes de la política, la economía y el espíritu del imperio estadounidense y eso es, precisamente, lo que ocurre con el régimen de derecha arenero montado en el país desde el fin de la guerra popular. Este es, entonces, el rasgo político fundamental del año que termina, en otras palabras, es la derrota política, económica, teórica e ideológica del proyecto de la derecha neoliberal implantado en El Salvador de pos guerra.

Hay que destacar también que en el 2008 se desarrolló el movimiento popular en el terreno teórico, programático y político. Aquí están situados los más diversos colores ideológicos, y siendo todos ofendidos y víctimas del neoliberalismo, se está encontrando, con flujos y reflujos, los acuerdos políticos necesarios que, conservando la identidad de cada organización, aseguren que esos acuerdos se conviertan en acciones políticas.

En el mismo escenario hay que destacar el rompimiento del acuerdo político entre la clase dominante oligárquica y burguesa y la clase gobernante del país. Estoy hablando de los diferendos entre ARENA, como equipo partidario administrador del poder oligárquico y la oligarquía como dueña de ese poder. Este conflicto resulta novedoso y su reflexión infaltable a la hora de dibujar el país en que nos encontramos al final del año.

No se puede ignorar el devastador daño a la naturaleza de El Salvador generado por la lógica capitalista aplicada al grado tal que de no enmendarse la errada depredación, ni el capitalismo mismo, ni el país, ni la sociedad, podrán ser viables, en un mediano plazo, en esta parte del mundo.

Resulta evidente las angustiosas e insuperables carencias con que termina su periodo el gobierno de Antonio Saca y como la política aplicada ha producido la mayor y más extendida de las pobrezas sociales, ambientales, intelectuales, educativas y de salubridad que el país conoce, así como también ha producido el mayor y más concentrado proceso de enriquecimiento que se haya visto en nuestro país.

El 2008 es, por esto y por otras razones, el año más extremo de los conocidos, y sin embargo es durante este año en el que el pueblo ha recibido la mayor tormenta ideológica imaginable de la derecha y del capital, y es hasta ahora que esa ideología ha resultado derrotada por una realidad terca y absorbente. Por supuesto que es en el 2008 cuando el pueblo ha aprendido más a hacer política, es decir a descubrir en el corazón de la realidad, el ejercicio del poder político, a encontrar en ese escenario, los intereses que se juegan y a aprender a descubrir los suyos propios y los instrumentos para defenderlos.

Por eso es que este es un año rigurosamente político dominado por la confrontación entre la política de los de arriba que siguen haciendo lo mismo, sin darse cuenta que ya no pueden, y los de abajo, que parecen entender cada vez mas que ni quieren continuar sometidos a la brutal política neoliberal y que pueden terminar con ella.

La campaña política es el trapiche donde se está moliendo toda esta caña con sus mieles y, aunque los dueños de las instalaciones son oligárquicos, los operarios y la caña misma ya no lo son. Por eso es que el inveterado recurso electoral amenaza hoy con producir el cambio del equipo gobernante.

Esto es verdaderamente relevante en nuestra sociedad y va más allá de la alternancia constitucional.

En verdad lo que se necesita y exige la realidad es el cambio de política, de poder y del ejercicio del mismo, cambio de economía y de lógica económica, de teoría y de fundamento teórico, de país y de sociedad, pero todo esto constituye el proceso histórico en el que se inscribe la lucha del pueblo.

Las elecciones y la campaña electoral son parte de este proceso y así como lo fue la guerra popular en su momento, es la parte más sonora y más colorida del proceso político del país; pero esta campaña electoral con todo y sus tambores se amamanta en una campaña política que la alimenta y fortalece las posibilidades electorales del pueblo. Esta resulta ser la relación entre el inmenso torrente popular que viene desde los años 30 del siglo pasado y la coyuntura electoral actual.

Aquí se encuentran actores políticos que cumplen un determinado papel institucional de mucha relevancia y sujetos políticos populares que en esta coyuntura se dan la mano para propiciar y estimular una victoria electoral necesaria e insustituible.

El año 2009 es, por eso, el escenario en donde el pueblo necesita ser capaz de construir los acuerdos y alianzas políticas necesarias entre sus diferentes destacamentos e instrumentos.

Las condiciones así lo exigen, la inteligencia política así lo indica y la práctica histórica así lo enseña.

El poder ganado en las urnas deberá ser asegurado desde un gobierno incorruptible, eficiente, justo y limpio, claramente identificado con los intereses de los débiles y de los de abajo.

Y al mismo tiempo, este ejercicio institucional deberá ser asegurado y hasta defendido por el verdadero poder político del movimiento popular que deberá, al mismo tiempo, conservar su independencia, su capacidad de crítica y su madurez frente a los ritmos inevitables del proceso de cambio. Esto deberá funcionar frente a cualquier opción resultante en las urnas.

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