25 de enero: van cuatro décadas…

25 de enero: van cuatro décadas… – Thursday, March 20, 2003 hora 23:54

Dr. Danilo Velado

Las cosas sucedieron así: el 24 por la noche en el “Salón Azul” de la Asamblea Legislativa (un área cuadrada donde 54 diputados se hacinaban para dejar lugar al “público” que estaba, baranda de por medio, en la parte trasera de los curules; y donde posiblemente, de pie y apretujados, cabrían unas cincuenta personas).

Esa noche, los partidos de oposición se habían reunido para discutir la forma de realizar elecciones libres. Tres meses antes, el 26 de octubre de 1960, había sido lanzado del poder el Presidente de entonces, José María Lemus, a quien Oscar Osorio, su predecesor, “escogió” para que lo sucediera. Más adelante contaré lo que Osorio nos dijo en México, cuando compartíamos un asilo.

Volviendo a las fechas: 25 de enero de 1961, los aviones de la Fuerza Aérea habían sobrevolado desde tempranas horas varios puntos de San Salvador, con específica mención de los cuarteles. Como quiera que el que escribe vivía en La Rábida, los aviones pasaban raudos, con fuerte sonido por volar tan bajo sobre las casas de los estupefactos citadinos que no se explicaban, en un inicio, qué ocurría.

Días atrás yo había vendido “el chapudo” (un viejo carro Hillman bautizado así por Tulio Sáchez Segovia, compañero de afanes periodísticos) vendido, digo, a Serafín Quiteño, con quien compartíamos la redacción de El Diario de Hoy, pues Serafín tenía otro carro igual de desvencijado y de los dos iba a conseguir integrar uno solo…
Las instalaciones del periódico estaban en la 8ª. Calle poniente, precisamente frente a lo que se conoció como Cine París. A ese mismo lugar había llegado también, alrededor del 10 de ese mismo enero, José Luis Salcedo Gallegos, abogado y escritor, gran amigo y asesor que fuera del posteriormente Director de la Guardia Nacional, José Alberto “chele” Medrano. Cuando llegó a la redacción del Diario iba furioso, con un revólver – como siempre lo usaba – calibre .38 al cinto. “Mirá hijueputa” fueron las primeras palabras cuando se dirigió a mí, sentados uno a la par del otro en la propia redacción “por vos me echaron de la Universidad, me declararon hijo indigno; pero te voy a aniquilar física y moralmente, oíste?” En verdad, en una asamblea estudiantil celebrada en el auditorio de Derecho, tomé la palabra para pedir que a Salcedo, que era profesor de la UES, se le declara hijo indigno de la Universidad por sus nexos golpistas, pues él andaba llevando, como todos los comprometidos en ese golpe del 25 de enero, una pequeña navaja de conchanácar, con una complementaria y delgada cadena que daba la impresión de ser llavero pero que instituía, a su portador, como persona que estaba en contra de la Junta de Gobierno que había sucedido a J. M. Lemus. Era la “señal” de quienes confabulaban.
Confabulación que se concretó ese mismo 25 de enero en horas de la madrugada, y a raíz de lo cual fuimos algunas decenas de nosotros a dar a México. Pero sigamos con lo del 25: esperaba, entonces, el bus que me llevaría a El Diario, a eso de las siete y media de la mañana, cuando se me acercan dos individuos vestidos de paisano (eran de la GN) y tomándome del saco, me dice uno de ellos:
— Ud. es el bachiller Velado?
—Sí, les contesto
— Pues va a pasar con nosotros porque…
No dejé que terminara de hablar y de mi cintura a la vez saqué una escuadra (que era calibre 22, casi inocua; y encima de eso no tenía cartucho en la recámara…. uno se ríe después de aquellos avatares! La tal pistola me la había prestado un amigo porque no quería yo que Chepe Luis Salcedo me agarrara con las manos vacías…) ellos entre tanto empezaron a buscar su arma en el interior de la camisa. De inmediato corrí a diez metros, entré a una tienda donde boté la cámara, propiedad de El Diario, con la que había estado tomando fotos del foro oposicionista la noche anterior hasta eso de las 11. Me dice el dueño de la tienda:
— ¿Qué te pasa, Danilo?
Respondo:
—Me viene siguiendo la policía…
Y él, de inmediato, me dice entre afligido y preocupado:
— Pero andate al carajo porque yo soy empleado del Ministerio de Defensa!…
¡Bonito medio de escape que había buscado! Sin embargo, seguí adentro de la casa, había una escalera sobre un pequeño muro, salté a la casa vecina, me dice la señora de igual modo qué ocurría y cuando le explico me consuela:
— Métase al baño, ahí enfrente….
— No, le digo, si me vieron entrar en la casa vecina, ya vendrán luego a registrar esta.
Voy de nuevo al fondo de la casa y otra escalera, con más altura:
— No se vaya por ese lado — me dice la señora – que en ese mesón viven unos “orejas”— ¿Y aquí? Pregunté, en tanto ya caminaba por el canal de aguas lluvias sobre el tejado.
— Ahí viven unos profesores – me explicó. La historia sigue con que no registraron esa casa, mi amigo que ahí residía fue (ya casi al mediodía) por un automóvil prestado, retorné por el mismo sitio donde ya habían registrado, y le dije a mi amigo que me llevase a la Universidad: estaba cerrada. A la Embajada de Honduras, recién había cambiado de dirección. Opté por la Embajada de México porque el Embajador, un ilustre diplomático de grata recordación, Emilio Calderón Puig, era amigo de algunos periodistas que solíamos ser invitados a sus fiestas.
“Parece que este hotel le está gustando a mucha gente” me dice como al tercer día el Embajador, a la hora de compartir su mesa al mediodía. Y es que ya para entonces se habían refugiado ahí Fabio Castillo Figueroa, que era miembro de la Junta depuesta. El general Adán Parada, que fuera Ministro de Defensa de Lemus pero que participó en el golpe en contra de él, y quien durante los tres meses de la Junta se desempeñaba como Presidente del equivalente ahora al ISTA. Roque Dalton igualmente y muchos otros más (alrededor de veinte) que, posteriormente, hicimos el exilio menos afectante cuando nos reuníamos, en no pocas ocasiones, en casa de los Carías Delgado, algunos de ellos exiliados y otro más que ya estudiaba en México.
Qué significó para cada quien ese ostracismo? He de mencionar que al igual que Fabio Castillo, en México estuvieron asimismo René Fortín Magaña, actualmente Magistrado de la Suprema Corte y Ricardo Falla Cáceres, en años posteriores Gerente de la Compañía Salvadoreña de Café con quien estuve laborando como asesor periodístico durante algunos años. Ricardo dejó gratos recuerdos en muchos y asimismo fue combatido por su gestión en la Compañía por otros más. Ya hace varios años que emprendió el viaje final.
El significado, retornando al párrafo anterior, fue diverso para cada quien: Roque partió hacia La Habana, Fidel Rodríguez Quintanilla, ex Director de la Policía Nacional en época osorista, se quedó un tiempo en México, lo mismo que Osorio y el general Parada… los demás fueron regresando al pasar los meses y haberse instalado el gobierno de Julio Adalberto Rivera, a mitad del año 62. Pero hay otras cuestiones más que bien vale la pena rememorar, para trazar un parangón entre aquellos días y los que vivimos: cuarenta y un años y una guerra, no han hecho cambiar mucho las cosas.

(Este y otros artículos del mismo tema fueron escritos al inicio del presente año, 2003).

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