28 De Febrero De 1977: Una Lección Digna De Ver
Licda. Norma Guevara de Ramirios
Se cumplirán 31 años de aquél 28 de Febrero de 1977 en que la dictadura militar masacró al pueblo en la Plaza Libertad y sus alrededores cuando reclamaban por el fraude electoral cometido contra de la Unión Nacional Opositora que postuló al Coronel Ernesto Claramount y Antonio Morales Erlich a la Presidencia y Vice Presidencia de la República.
Era incuestionable para el pueblo su voluntad expresada en las urnas y desconocida por el régimen militar.
La UNO era la coalición de tres partidos, el PDC, el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) y la Unión Democrática Nacionalista (UDN), el cambio hacia un régimen civil y democrático era anhelado profundamente por la población.
Ante el fraude la gente salió a la calle sin pensar en pertenencia partidaria, a defender lo suyo, a expresar su descontento con la burla de la “autoridad electoral”.
Aquélla madrugada del 28 de Febrero, había sido precedida de una creciente solidaridad y combatividad del pueblo.
Dos días después de las elecciones se desarrolló una enorme concentración en la Plaza Libertad y marcha hacia el parque Centenario; de los barrios capitalinos, de municipios aledaños y del interior venían ciudadanos a mostrar su indignación y surgió así la necesidad de concentrarse en la Plaza, convertida en tribuna popular extendida alrededor de quince cuadras.
Artistas, sindicalistas, estudiantes, comerciantes, agricultores, sacerdotes, mujeres de los mercados y otros llegaban, se turnaban voluntaria y espontáneamente en la plaza, llevaban comida, donaban sus cinco, diez centavos, para sostener aquélla protesta esperando que el CCE diera un veredicto apegado a la voluntad popular y castigara el fraude.
El CCE y sus mandantes se inclinaron por confirmar el fraude; mediante la represión, sólo así podían compensar el rechazo popular recibido.
A la media noche del 27 de Febrero el Padre Navarro ofició una preciosa misa, estábamos unas 15 mil personas, al iniciar la madrugada del nuevo día empezaba una jornada Musical con la Banda Tepehuani. Tuve el honor de ser maestra de ceremonia en aquélla jornada y cuando recién iniciábamos, apareció la información desde los cuatro costados de la Plaza; el cerco militar contra un pueblo desarmado era total, las reacciones iniciales variadas: de cólera, temor, indignación; surgían voces: El Pueblo Unido Jamás será Vencido; Viva Claramount, hasta las frases duras que ponían el dedo en la cobardía política enmascarada de fuerza.
Un Coronel del Movimiento de Unidad, tomó la palabra con tono retador sin resultados, luego Claramount con su carisma habló logrando unificar el estado anímico de todos. Pidió que cantáramos el Himno Nacional y luego exigió racionalidad orientando lo que haríamos.
Estaba previsto que de ocurrir algo, pediríamos apoyo a la Iglesia El Rosario y así fue, pero la gente era más de lo que allí se podía albergar.
Miles de compatriotas rompieron el cerco por el costado oriente y corrieron hasta la Terminal de oriente, sufriendo represión en todo el trayecto, igual ocurrió en los alrededores, y como si esto fuera poco, rompieron vitrales para dejar caer gases lacrimógenos a quienes habían logrado refugiarse en la Iglesia El Rosario.
La dirección de la UNO pidió a la Curz Roja sacar por grupos a la gente asediada por tropas, orejas y sicarios.
Aquélla comunión de pueblo con quienes representaban el anhelo de cambio dejó su huella.
Fue la semilla de convicciones nuevas, la principal era que, por medio de las elecciones ya no se podía continuar batallando.
En medio del estado de sitio el pueblo se reveló en toda la capital y otros lugares; semanas después y pese a una Ley de Garantía y Defensa del Orden Público (anti popular), creció el más grande movimiento popular organizado y la guerrilla se fortaleció.
La historia señaló rutas. Quienes creíamos que era innecesario otro camino cambiamos de opinión, la lucha fue larga y dolorosa; no en valde al finalizar el conflicto mediante la negociación, en los temas abordados y en los Acuerdos de Paz, se consignaron las reformas al Sistema Electoral necesarias e incumplidas todavía, negadas desde la derecha, y urgidas por quienes amamos la democracia real.
A los héroes y mártires de aquélla gesta, loor y gloria.
De aquélla forma dictatorial de encarar la demanda popular de cambio debemos aprender todos para que jamás se repita el dolor de aquél 28 de febrero ni del conflicto que le siguió.
Al Doctor Guillermo Manuel Ungo, dirigente del MNR y fallecido otro 28 de Febrero en 1991, un justo y merecido reconocimiento.