Lilian Navas, una ausencia muy presente
mayo 28, 2014 Voces Comentar
Publicado en: Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Nacionales, Voces Ciudadanas
El tambor de la tormenta sacudía el techo de la pequeña habitación, la luz de los focos de la calle se filtraba por una pequeña ventana medio abierta que daba a la calle mientras el resto permanecía totalmente oscuro. Las calles empezaban a llenarse del agua de la lluvia y en una pequeña cama en cuya cabecera se levantaba una especie de muro de diarios, libros y revistas, una mujer de cerca de 80 años respiraba gruesamente.
Dagoberto Gutiérrez
Son las doce de la noche y es un día jueves, es este jueves recién pasado 22 de mayo, la respiración inunda la pequeña estancia y se abraza con la oscuridad y con la soledad, nadie sabe que a esa hora, en ese día y en ese lugar una vida se fuga con la muerte y Lilian Navas deja de ser para empezar a ser.
La vida resulta ser un regalo y cada quien aprende a usar este regalo de la mejor manera, a nadie le enseñan a vivir y cada quien tiene que aprender a hacerlo a costa de su propio pellejo. Siendo muy joven Lilian aprendió a vivir en el lado izquierdo de la vida, a moverse en la esquina clandestina, en el árbol de la resistencia y en el callejón de una existencia y una vida enfrentada a los poderes, a los opresores y a todo aquello que significara injusticia y opresión sobre los humildes.
La Lilian era muy pequeña de estatura, con una carita redonda, una risa entre nerviosa y desafiante, con una palabra que intentaba cortarle las alas al aire y que siempre fijaba posición. Parecía que pesaba las palabras en una balanza de plata y media la letra con un metro de diamante, escuchaba con atención y aprobaba con entusiasmo cuando estaba de acuerdo y se oponía con cautela en el desacuerdo. Aprendió a vivir de su trabajo y a trabajar para vivir, siempre pareció y apareció solitaria, pero siempre en medio de la muchedumbre, en las manifestaciones de protesta, en los primeros de mayo, en las campañas electorales de oposición y de resistencia. Supo que votar no decide nada que todo depende de elegir y de quien elija.
No se le conocieron amores rutilantes ni amoríos clandestinos, aunque no tenia mal concepto de los hombres, pero sin duda, era muy cuidadosa en el arte de jugar con el amor y con el corazón, pero siempre fue una muchacha alegre, dueña de la vida y sobre todo, dueña de la independencia tanto en lo que tiene que ver con las ideas como en lo relacionado al pensamiento.
La guerra la encontró en la calle vendiendo y distribuyendo los periódicos clandestinos y siempre parecía y aparecía como alguien inofensiva y nada digna de peligro, pero no se sabía que ahí, en esa pequeña mujer estaba expresada y encerrada toda la resistencia, toda la indignación y toda la claridad y firmeza que algún día encontraremos en toda la gente, en todas las calles y los caminos.
Los años y la edad la fueron sorprendiendo así como nos sorprende a todos porque avanzando lentamente, como si fueran hormigas tenaces, los años aprenden a enamorarse de la vida y la vida aprende a fugarse con los años en las noches más oscuras y en las madrugadas más fría y así, la vida aprende a desaparecer.
Una anemia aparentemente insuperable invadió lentamente el organismo de Lilian y los dolores de cabeza, los dolores en los píes, los dolores en el alma, los dolores en la vida toda, hasta los dolores en el mismo dolor, hicieron residencia en esta pequeña mujer que siempre aparecía sonriente y desafiante, enfrentada a la vida y convidada a la existencia.
Aprendió a vivir sola, pero nunca aprendió a vivir en soledad porque su relación con los diarios, con las revistas era algo parecido al vínculo que se da entre las hojas de un árbol y el viento que las hace danzar. Así era la Lilian, muy bien informada de los acontecimientos nacionales, bien enterada de lo internacional y siempre descubriendo el camino verdaderamente popular, aprendiendo a establecer la diferencia entre la popularidad y lo popular, aprendió, por eso, a pagar costos porque supo rápidamente que pensar resulta, casi siempre peligroso en un mundo donde la oscuridad de la cabeza, el miedo y la falta de voluntad te puede llevar a un cargo público.
Su cabellera gris y sus ojos grises parecieron entrar en un remolino y la soledad de la hora y del lugar ahuyentó los dolores y todo pareció como un sueño prolongado y un sueño profundo. Todo parece ser que la muerte termina, porque es el límite de los límites y nosotros somos seres mortales no tanto porque morimos sino porque tenemos conciencia de la muerte, nos distanciamos de los otros animales desde el momento en que en algún lugar y en algún momento y por alguna razón, empezamos a enterrar a nuestros muertos, aquí empezó todo.
Pero la relación de la vida y la muerte siempre resulta para nosotros un sueño laberíntico y cuando se mueren así como Lilian Navas, en la cama en la que siempre ha dormido, en el lado que siempre has dormitado, con los dolores que has conocido, esta muerte que sigue siéndolo es, al mismo tiempo, el anuncio de una nueva vida y sobre todo, en el caso de Lilian es el paso a una ausencia que siempre estará presente, porque es el ejemplo de una mujer que siempre supo encontrar el camino donde estaba la gente, donde estaban sus intereses, siempre supo que para transformar la realidad hay que ser subversivo y hay que aprender a mirarla sin bajar la cabeza. La Lilian supo esto siempre y por eso todos los días y todas las mañanas seguirá caminando, seguirá sonriendo con desafío y su cabellera gris seguirá moviéndose al viento como amplia bandera.
Nunca nos sorprenderá su ausencia, pero siempre sentiremos su presencia.