28-9-49: Comunistas
Por Manolo E. Vela Castañeda – Guatemala, 2 de diciembre de 2013
Este octubre que ya concluyó también celebramos los 64 años de la fundación del Partido Comunista de Guatemala.
Para las izquierdas guatemaltecas el 28 de septiembre es una fecha emblemática, para recordar a quienes –ayer, como hoy– se siguen alzando contra las injusticias, cualquiera sea el origen que estas tengan. Para recordar su fundación he preparado un artículo que será publicado en dos entregas.
El Partido Comunista de Guatemala se fundó “…el 28 de septiembre de 1949 a las 20:30 horas en una sala de la Colonia Santa Ana, hoy parte de la zona 5 de la ciudad capital, con la participación de todos los miembros activos de Vanguardia en ese momento, que sumaban 43”. La fecha marca el inicio de las sesiones de lo que fue el primer congreso. La sede del partido –única en toda la historia de Guatemala– se halló en la Avenida Centroamérica, entre 17 y 18 calles. Allí estuvo, hasta junio de 1954, cuando el local fue destruido por turbas anticomunistas. Hacia 1952, como resultado del segundo congreso (celebrado en diciembre de ese año), el partido cambió de nombre, pasando a conocerse, en adelante, como PGT (Partido Guatemalteco del Trabajo). Con este nombre fue inscrito legalmente, en diciembre de 1952, y hasta 1954, cuando la contrarrevolución lo declaró ilegal. (1)
¿Quiénes eran los comunistas de mitad del siglo veinte? Es muy fácil caer en la tentación de ver a los comunistas de mitad del siglo veinte con los ojos de 1989 (cuando la caída del muro), o de 2013. Pero en los años cincuenta, la revolución bolchevique era vista como la primera revolución de los trabajadores, proletaria; y el comunismo era el primer régimen que desafiaba el orden capitalista. La derrota del fascismo por los aliados, el Ejército rojo y las batallas decisivas en Europa del Este, eran parte de aquel presente; y la resistencia, vertebrada por los comunistas, que no habían dejado en paz a los nazis en la Europa ocupada. Para muestra: la heroica resistencia en el gueto de Varsovia. Otras opciones políticas (la socialdemocracia, por ejemplo, o el guevarismo y la guerra de guerrillas) no tenían –aún– un lugar en la Guatemala de la revolución de octubre. En definitiva: ser de izquierda a mitad del siglo veinte era ser comunista.
Las relaciones con el PCUS. La distancia entre la URSS y Guatemala; el ser un país tan pequeño; y las prioridades estratégicas de los soviéticos en aquella coyuntura, determinaron una relación de simpatía y lealtad, de los comunistas guatemaltecos hacia los bolcheviques. Pero ello no equivalía a que el Partido Comunista de la Unión Soviética interviniera en Guatemala –subordinando– el quehacer partidario. Ellos no estaban interesados en lo que ocurría a tantos kilómetros de distancia de sus fronteras. Ni lo entendían; y más claro aún: no lo querían entender, porque tenían otras prioridades, más elementales (Hungría, o Alemania, por ejemplo). Por eso, cuando lo de la compra de las armas, en 1954, nunca se acudió a Moscú. Esto desmiente la historia, que los anticomunistas –con afán– se encargaron de construir, de la manipulación de los comunistas locales por los soviéticos, o del apoyo económico de los rusos a los comunistas locales.(2) El PGT de la revolución de octubre era un partido con una dinámica propia, que provenía de las decisiones de sus cuadros dirigentes.
Trabajadores e intelectuales. De la composición de su primer Comité Central se confirma que el partido se fundó de la confluencia de dos tradiciones de resistencia: los trabajadores y los intelectuales. Más que una creación del Kremlin, el comunismo guatemalteco se fermentó en las ideas y las organizaciones de los artesanos, los maestros de escuela, los profesores universitarios, los periodistas, los escritores, y los artistas. El comunismo guatemalteco nació de las tradiciones locales de protesta; no fue una invención de una partida de rusos disfrutando de las frutas del trópico, como los conservadores falsamente han hecho creer.
Un partido hecho desde abajo. A diferencia de otros partidos comunistas, que tenían la tendencia de hacerse partidos de elites (intelectuales y de altos cuadros del sindicalismo), el partido comunista guatemalteco se fundó desde adentro y hasta abajo de las organizaciones de trabajadores, las que se hallaban concentradas en la ciudad de Guatemala. Pero además, y quizá este fue su rasgo distintivo: en medio de la revolución de octubre y como impulsor y organizador de la reforma agraria, los comunistas echaron hondas raíces en el agro, entre los campesinos pobres, sin tierra.
Primeros pasos.
Otra de las diferencias entre el partido de los comunistas guatemaltecos y otros partidos comunistas, es que estos (a los últimos me refiero) solían tener que esperar años y años para toparse con una situación revolucionaria, lo que en la mayoría de casos nunca ocurrió; o peor aún, cuando ocurrió transformaron la oportunidad en un rotundo fracaso. Pero en Guatemala esta situación –un proceso de cambio acelerado– llegó en el momento mismo en que el partido empezaba a caminar. Esto colocó a un partido muy joven, que recién se había dado a conocer en 1950, en una situación excepcional.
Fue en 1950 cuando el partido empezó a funcionar: en mayo dio a conocer su primer pronunciamiento público; y luego, en junio, iba a cimbrar el ambiente político con la aparición de Octubre, el periódico (semanal). La consigna, en primera plana: “Por un gran partido comunista, vanguardia de los obreros, los campesinos y el pueblo”. A tinta roja, la hoz y el martillo. En septiembre de 1950 se inauguró la Escuela Jacobo Sánchez, en honor a uno de los trabajadores, fundador del primer partido comunista de Guatemala, asesinado por la dictadura de J. Ubico. La primera reunión pública, el primer mitin, se realizó hasta junio de 1951, para celebrar el primer aniversario de Octubre. El lugar: el antiguo cine Variedades (4a. avenida y 6a. calle, zona 1)(3).
Pero esa virtud, fundarse en lo inmediato de “los años dorados”, se iba a transformar en una debilidad, por la lógica falta de experiencia, y la subestimación de factores de poder que –en los momentos decisivos– se tornaron en su contra. Pero eso no se abordará aquí.
Disputar el poder político. Así, los comunistas guatemaltecos debieron sumergirse inmediatamente, cuando recién estaban empezando a funcionar, en grandes disputas de poder, de alcance nacional. No se trataba de batallas menores (hacerse con el control de una central sindical, tomar un partido, teorizar la revolución, o de hacerse con fragmentos de poder en el ámbito local), sino de darle forma a un proceso revolucionario en marcha, movilizado a favor de una causa popular, como la tierra; y estando ellos nada menos que adentro del Gobierno, haciendo parte de una coalición de partidos. En las elecciones legislativas de 1953, celebradas apenas un mes después de la legalización del partido, el PGT obtuvo 4, de un Congreso de 56 curules(4).
Programa. Estas condiciones –no ser un partido de elites, estar cerca de la gente de abajo, más allá de la ciudad Capital (que esto lo analizamos en la primera parte del artículo, publicada el 3 de noviembre), y hacerse en la marcha de un proceso revolucionario– le hizo ser muy coherente en su programa, sintetizado –hacia 1951– en el documento Bases fundamentales del programa del Partido Comunista de Guatemala. Aquí se hacía énfasis en: el mejoramiento de las condiciones de vida de los trabajadores, la lucha en contra el alto costo de vida, la reforma agraria, la industrialización, la nacionalización de los servicios públicos, la incorporación de la población indígena a la vida nacional, el desarrollo social y cultural de las masas, la lucha contra el imperialismo y por la independencia nacional, la solidaridad internacional con la clase trabajadora y la lucha por la paz(5). De 1951 a 1954, estos puntos fueron reenfocados en los congresos del partido, o en las sesiones plenarias del Comité Central, y dados a conocer a través de Octubre, o también en publicaciones específicas.
La insoportable ambigüedad. Pero había otra parte del programa en la que se anunciaban objetivos de largo plazo. Aquí se hacía alusión a, por ejemplo, “la construcción de una sociedad superior (…) la sociedad socialista ” (6), “la abolición de la explotación del hombre por el hombre, la instauración de una sociedad sin clases sociales”(7). Este era el nervio que conmocionaba a las elites conservadoras. Para ellos los comunistas eran ambiguos, porque al mismo tiempo que proclamaban ser un partido legal, que estaba adentro del sistema, y que respetaba sus leyes e instituciones; anunciaba que, cuando las condiciones lo posibilitaran, se propondría instaurar una sociedad comunista, donde no habría ya propiedad privada, lo que acarrearía una serie de consecuencias políticas y económicas. Continuará…
Bases sociales.
El trabajo de construcción de las bases sociales del partido era dirigido, desde la Comisión de Organización, por Bernardo Alvarado Monzón. Los lineamientos que se seguían se hallan reunidos –entre otros documentos– en el informe, de 1953: Impulsar el crecimiento del partido y el fortalecimiento de sus organizaciones. Es difícil establecer un número preciso de militantes comunistas, a partir, por ejemplo, de la cuantificación de las tarjetas de afiliación. En la conferencia nacional de organización, celebrada en agosto de 1953, se afirmó que en ocho meses el partido había duplicado su membresía. En diciembre de 1952, como parte del trámite de legalización, se presentó un listado de 532 miembros. Para ejemplificar el crecimiento del partido, presento dos casos: 1) Una campaña de reclutamiento, realizada en la Ciudad de Guatemala, entre diciembre de 1951 y enero de 1952, alcanzó un resultado de 200 nuevos miembros. 2) La célula que inició el trabajo organizativo en Chimaltenango, a inicios de 1953, el Comité de Base “Enrique Muñoz Meany”, estaba compuesta por seis miembros; en seis meses ya se contabilizaban 140 militantes, en 15 localidades. R. Schneider llegó a estimar que –hacia junio de 1954– el número de militantes comunistas podría haber alcanzado los 4 mil.(8)
Tan robustas fueron las bases sociales que el partido comunista construyó en esta fase de la historia –durante la Revolución de Octubre– que cuando los guerrilleros llegaron a Petén, ya hacia 1968, los primeros simpatizantes con los que tomaron contacto fueron militantes del partido, que habían sido reclutados cuando la reforma agraria en la Costa Sur. Esto mismo ocurrió en otras regiones, donde se activaron movimientos armados.(9) Al aislar durante tanto tiempo esas bases sociales, se devela la eficacia de la contrarrevolución.
A contra corriente. Con la contrarrevolución, los comunistas se vieron obligados a actuar en una penumbra cada vez más espesa: el mundo de la clandestinidad. Los aparatos policiales que la contrarrevolución creó se empeñaron en una sola cosa: destruir. Disolvieron organizaciones y eliminaron –en todos los niveles– a las dirigencias, a los intelectuales, a los líderes de las organizaciones de trabajadores y campesinos. El trabajo represivo tenía a su favor que los comunistas habían actuado de forma legal, y todo y todos eran ampliamente conocidos. Y así empieza otra página de la nuestra historia, tan dramática como heroica.
Durante varias décadas, el Estado de Guatemala fue implacable en la persecución en contra de este grupo político. De los 11 miembros del Comité Central electos en el primer congreso, el de los fundadores, la mayoría fueron secuestrados por las fuerzas y los aparatos gubernamentales, incluyendo a dos secretarios generales:
Huberto Alvarado Arellano (Secretario de Juventud en el primer congreso; y Secretario General entre 1972 y hasta diciembre de 1974, cuando fue secuestrado); Bernardo Alvarado Monzón (Secretario de Organización en el primer congreso; y Secretario General entre mayo de 1954 y hasta septiembre de 1972, cuando fue secuestrado); José Antonio Ardón (miembro del Comité Central); Pedro Fernández (miembro del Comité Central); José Manuel Fortuny Arana (el primer Secretario General, hasta mayo de 1954; falleció en 2005 en la Ciudad de México); Alfredo Guerra Borges (Editor de Octubre y Tribuna Popular; director de la Escuela Jacobo Sánchez); Víctor Manuel Gutiérrez Garbín (Secretario de Trabajo en el primer congreso; Secretario General del Comité Central, secuestrado en marzo de 1966); José Luis Ramos (Secretario de Asuntos Campesinos del primer congreso; secuestrado en julio de 1983); Octavio Reyes Ortiz (Miembro del Comité Central, muerto en combate en 1962, en Huehuetenango); Mario Alfredo Silva Jonama (Secretario de Educación en el primer congreso; secuestrado en septiembre de 1972); Carlos René Valle y Valle (Secretario de Finanzas en el primer congreso; secuestrado en septiembre de 1972). (10)
A pesar de estas terribles condiciones, los comunistas no se conformaron con adoptar estrategias débiles. Desarrollaron el hábito y el valor de nadar contra la corriente, y siempre cuesta arriba. El partido fue durante mucho tiempo el principal núcleo organizativo de oposición –política, social e intelectual– de la izquierda guatemalteca. Y así llegamos a 1960, cuando la revolución cubana, y el alzamiento del 13 de noviembre, y la aparición de otros sujetos: los guevaristas. Entonces, el partido tuvo que adecuarse a esta otra dinámica: las exigencias de una revolución armada, a través de la guerra de guerrillas. Pero esa es otra historia.
La historia del comunismo guatemalteco, sus orígenes y múltiples desarrollos, constituye una página brillante –de las que más– de nuestras izquierdas, de sus luchas –victoriosas, eso sí; pero solo por un tiempo– por hacer de Guatemala un lugar mejor para vivir.
Este artículo –en tres partes– está dedicado a Alfredo Guerra-Borges: el revolucionario, el intelectual, y el amigo.
(1) Huberto Alvarado, Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo (Guatemala: Universidad de San Carlos, 1994): 12, 16.
(2) Piero Gleijeses, La esperanza rota. La revolución guatemalteca y los Estados Unidos, 1944-1954 (Guatemala: Editorial Universitaria): 258-61.
(3) Huberto Alvarado, Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo, (Guatemala: Universidad de San Carlos):15-16.
(4) Piero Gleijeses, La esperanza rota (Guatemala: Editorial Universitaria): 253.
(5) Ronald M. Schneider, Communism in Guatemala 1944-1954 (New York: Frederick Praeguer Publishers): 73.
(6) H. Alvarado, Apuntes para la historia, 25.
(7) R. Schneider, Communism in Guatemala, 73.
(8) Ronald M. Schneider, “Communism in Guatemala 1944-1954” (New York: Frederick Praeguer Publishers): 101-3, 113-7.
(9) Manolo E. Vela Castañeda, “Petén, 1967-1984: las bases agrarias de la insurgencia campesina”, en “Guatemala, la infinita historia de las resistencias”, M. Vela Castañeda, editor (Guatemala: SEPAZ, Magna Terra): 355.
(10) El listado de miembros del Comité Central, electos en el primer congreso se halla en: Huberto Alvarado, “Apuntes para la historia del Partido Guatemalteco del Trabajo”, (Guatemala: Universidad de San Carlos):14. La información sobre qué pasó con cada uno de ellos proviene de fuentes diversas, pero principalmente “Guatemala, memoria del silencio”.
Fuente: www.elperiodico.com.gt