LA ARQUITECTURA DEL CENTRO HISTÓRICO
Arq. Jorge Regazzoli
“LA IDENTIDAD DE LA CIUDAD Y SU DESARROLLO CULTURAL, DEPENDE EN GRAN PARTE DE SUS EDIFICIOS ANTIGUOS, PUES ELLOS REPRESENTAN LA MATERIALIDAD DE LA MEMORIA” (ELIZABETH CÁRDENAS)
Desde la conquista, América Latina, en cada proceso de transformación, ha absorbido ideas y expresiones culturales provenientes de la Europa conquistadora que han terminado influenciado nuestras propias expresiones culturales dando origen a una mezcla que combina las ideas importadas (o impuestas) con el amplio legado precolombino, no solo en las costumbres y tradiciones sino también en la creación artística. En El Salvador, como en todos los países latinoamericanos, las grandes transformaciones económicas y sociales han impactado de manera significativa la arquitectura y la configuración morfológica de las ciudades dando origen a importantes obras que reflejan gran parte de nuestra historia, sobre todo de nuestra formación como nación. Prueba de ello es el legado de la arquitectura de la época colonial, republicana y moderna.
En el lugar que dio origen a nuestra ciudad capital se pueden encontrar rasgos de la época colonial de la cual conserva el centro histórico la cuadricula como la manifestación más evidente de la morfología de esta época. Esta unidad de estilo colonial se fue desvaneciendo en El Salvador, como en cada país latinoamericano independizado, dando origen a modelos afrancesados, ingleses e italianos (Àdria, 1998) que conformaron la arquitectura de la época republicana. El eclecticismo y el estilo neoclásico, asociado tradicionalmente al liberalismo económico, político y filosófico, coincide en la región con el movimiento de independencia (Yánez, 1993) dando origen a edificaciones de gran valor arquitectónico y cultural que se pueden considerar expresiones de esta etapa motivada por una gran fuerza renovadora, característica de las naciones independientes que buscaban una nueva identidad.
Posteriormente, en las primeras décadas del siglo pasado, sobre todo en las décadas de los años cuarenta y cincuenta, una nueva arquitectura empezó a florecer en el país. Las nuevas técnicas constructivas, el auge del café, la corriente modernista proveniente de Europa y la influencia de la arquitectura que se estaba haciendo en México donde muchos de los arquitectos nacionales de la época se habían graduado, propiciaron en gran medida el surgimiento de esta nueva arquitectura que dio origen a ejemplos muy notables que se han convertido en referentes históricos de la arquitectura salvadoreña. Es en este periodo en el que quizá, desde mi punto de vista, se encuentra la mejor producción de la arquitectura salvadoreña como tal ya que a diferencia de la arquitectura republicana cuyos edificios eran copias pretenciosas de la arquitectura europea, en el modernismo salvadoreño, a pesar de la influencia determinante de las ideas europeas, se pueden encontrar rasgos muy particulares que obedecen a condicionantes locales y que por tanto le dan un carácter más salvadoreño a dichas obras.
Destacados arquitectos como José M. Duran y Ernesto de Sola, quienes diseñaron el edificio C.F. Veiga (1948) y el Edificio Central (1954) respectivamentede, son algunas de las figuras notables que lideraron el surgimiento de esta arquitectura que tenia como una de sus características principales una forma corpórea bastante densa y una relación desigual entre macizos y vanos o como dijo en un tono coloquial un estudiante de arquitectura de la Universidad de Delft, Holanda, en un intercambio con alumnos de la UCA; “una arquitectura parecida a la europea, solo que más pequeña y gordita”. No obstante, detrás de esta abstracción bastante elemental existe una explicación que esta estrechamente relacionada con las características sísmicas de nuestro territorio que condicionaron en gran medida la arquitectura de nuestro pais produciendo al final una arquitectura bastante densa que respondía a estas condicionantes y que poco a poco se fue convirtiendo en una característica instalada de nuestra arquitectura.
Uno de los ejemplos más notables de este periodo es el edificio Regalado que combina algunos elementos Art-Decó con una volumetria bastante bien equilibrada y coherente. Se puede notar en este edificio una horizontalidad bien marcada en el primer nivel que alberga el vestíbulo y una verticalidad ininterrumpida en el segmento de curva del extremo sur del edificio donde se encuentran las circulaciones verticales. Es a partir de la intersección de esta horizontalidad y verticalidad bien definidas que pareciera que empieza a generarse el edificio en una pugna entre la horizontalidad que definen la combinación de la loza y el barandal de cada terraza con la verticalidad de los macizos salientes y los vanos arremetidos que se combinan en una sucesión intercalada. En Los últimos dos niveles gradualmente termina prevaleciendo la horizontalidad, no tan domínate en los pisos intermedios, como equilibrio a un edificio que en su conjunto es un elemento vertical.
Uno de los aspectos más interesantes de esta arquitectura era la forma en la que resolvían las esquinas y como a partir de ellas se configuraba todo el edificio. Diseños como el del edificio Julia L. de Duke o el Cine Libertad son ejemplos donde se puede identificar la jerarquización de la esquina como el punto más importante del edificio en el cual se ubicaba el acceso principal como uno de los recursos de esta jerarquización. Otra característica importante, sobre todo en la primera etapa de este periodo, era la utilización de la curva como el elemento directriz a partir del cual se generaba toda la esquina. Otro de los ejemplos relevantes, dentro de estos edificios esquineros, es el ex Cine Apolo (1948), de estilo Art-Decó. En este caso también la esquina esta jerarquizada y caracterizada como el punto generador del edificio cuyas curvas proyectan líneas de tensión que se prolongan hasta ser interrumpidas en los extremos por elementos verticales sobresalientes que enriquecen la volumetría del edificio dándole equilibrio e integración con la colindancia.
Puede identificarse en este periodo, a partir de la década del sesenta, una segunda etapa más racional que tomaba el vidrio como uno de sus elementos más predominantes. Ejemplos de esta etapa son la Ex Biblioteca Nacional, La Imprenta Nacional y el Cine Darío en donde la esquina presenta variantes respecto a la forma tradicional de resolverla. Aquí la curva esta presente únicamente en el voladizo como recurso de integración con el eje peatonal, el resto de la forma responde a una superposición de volúmenes cúbicos que demuestran esta transición a la etapa más racional de la arquitectura moderna salvadoreña.
A pesar del abandono, la subutilización y la discusión extrañamente postergada de la riqueza arquitectónica de estos edificios es innegable el valor que tienen para la ciudad, no solo desde un punto de vista cultural o académico, sino también como potenciales elementos dinamizadores del centro. Es por esta razón que es indispensable su reutilización ya que reutilizar un edificio existente, aprovecharlo espacial, estructural y hasta simbólicamente, aun cuando esté en mal estado de conservación, en vez de demolerlo, sirve para afianzar la identidad de la ciudad, para aprovechar la memoria y complicidad que los habitantes tienen con ella. Porque la identidad de la ciudad y su desarrollo cultural, depende en gran parte de sus edificios antiguos, pues ellos representan la materialidad de la memoria (Cárdenas, 2007). Muchos de estos edificios representan una buena oportunidad para devolverle el uso habitacional al centro histórico de San Salvador o para instalar el equipamiento y los servicios que este uso necesita. Seria un fatal error no aprovechar el legado de nuestra historia para reivindicarla y potenciar el futuro de nuestra ciudad.