INFORME DEL COMITÉ CENTRAL AL VII CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE EL SALVADOR San Salvador, 12 de abril de 1979.
Desde el VI Congreso de nuestro partido, reunido en agosto de 1970, ha transcurrido un largo período extraordinariamente rico y complejo de la historia contemporánea del país.
El marco institucional durante este período muestra, asimismo, una enorme riqueza y complejidad, ha estado cargado de inapreciables enseñanzas y ejercido una fuerte influencia sobre el curso de los acontecimientos en El Salvador.
En el documento “Fundamentos y Tesis de la Línea General…”, discutido durante meses por todo el Partido y la JC, se ha abordado el estudio de muchos aspectos fundamentales de la historia de nuestro país, de su modo de producción, sus clases sociales y su sistema político. Esos análisis abarcan también aspectos muy importantes del proceso nacional y del marco internacional del período transcurrido desde el VI Congreso, de manera que este informe del CC prestará principal atención al examen y balance de la táctica y la actuación de nuestro partido, a los problemas relativos a su construcción y desarrollo, en los últimos nueve años, pero nos veremos obligados a incursionar en un pasado más lejano y en algunos casos estructurales y super-estructurales, en busca de las raíces también en los problemas de la situación actual y de nuestra conducta presente.
En la segunda mitad de los años cincuenta, dio comienzo un flujo de la lucha de clases, que culminaría a fines de 1962 y comienzos de 1963; aquellas luchas, el papel desempeñado por nuestro Partido y la influencia que aquellos acontecimientos ejercieron sobre él, configuraron muchos rasgos característicos del proceso político desde entonces y promovieron las tendencias ideológicas que mas tarde se desarrollaron y fraccionarían la izquierda.
La sucesión presidencial en 1956, desencadenó agudas contradicciones en las filas militares y el nuevo Presidente (Coronel José María Lemus), para consolidarse frente a sus rivales, se vio obligado a cesar la represión, derogar la anti-comunista Ley de Defensa del Orden Constitucional y Democrático”, permitir el retorno de los exiliados casi todos los comunistas y abrir un clima de tolerancia política, que duró los primeros dos años y medio de su gobierno.
La insurrección popular y militar que derrocó al sanguinario Pérez Jiménez en Venezuela (1958), pero sobre todo, el triunfo estremecedor de la Revolución Cubana, el 1 de enero de 1959, pusieron en marcha un gran ascenso revolucionario en nuestro continente, lo que podríamos llamar la “primera ola” de la revolución latinoamericana.
La revolución cubana, con su pronto avance hacia las posiciones antiimperialistas radicales y hacia el socialismo, abrió una etapa histórica nueva para América Latina y obligó al imperialismo yanqui a introducir sucesivas modificaciones y giros demagógicos a su política frente a nuestros países, comenzando por Alianza para el Progreso, hasta la actual “Política de los Derechos Humanos” paralelamente con sus furiosos y descarados esfuerzos en la promoción de la contrarrevolución, la conspiración y la agresión, contra la misma Cuba y contra todos los avances revolucionarios de los demás pueblos del continente.
Desde que se inició el lapso de tolerancia proveído por el gobierno de Lemus, nuestro partido actuó con mucha iniciativa organizativa y enérgica acción movilizadora:
– Organizó Fraternidad de Mujeres Salvadoreñas (FMS) en 1956. – Dio fuerte impulso al trabajo por el reagrupamiento y fortalecimiento del movimiento sindical, que había salido muy golpeado y dividido de los años de represión durante el gobierno de Osorio. Estos esfuerzos culminaron con la creación de la Confederación General de Trabajadores Salvadoreños (CGTS), en 1957. – Inició la organización de los primeros núcleos juveniles: Acción Estudiantil Universitaria (AEU), Clubs “Tazumal” y “Lamatepec”, “Asociación de la Juventud, 5 de Noviembre”, “Unión Nacional de Estudiantes de Educación Media (UNEEM), años 1955 a 1960. – Fundó e impulsó, junto con un grupo de jóvenes intelectuales de izquierda el “Movimiento Revolucionario Abril y Mayo” en 1959, que se convirtió en el Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM), en 1960. – Impulsó activamente la movilización de masas:
a) alrededor de la solidaridad con la lucha de otros pueblos y principalmente la solidaridad con la Revolución Cubana desde antes de su victoria y en su defensa frente al imperialismo, después del 1 de enero de 1959. La consigna “Cuba sí, yanquis no”, llegó a convertirse en la consigna principal y saturadora de toda la movilización popular, cualesquiera que fueran sus motivaciones específicas.
b) Alrededor de la organización y lucha por la legalización del PRAM y por la conquista de reformas al sistema político, especialmente a la Ley Electoral, con el fin de garantizar la existencia y desarrollo de los partidos y la representación proporcional en la Asamblea Legislativa, lucha que condujo a la creación del Frente Nacional de Orientación Cívica (FNOC), que agrupó a los partidos opositores, incluyendo al PRAM, a la CGTS y a la AGEUS.
Alarmado frente al avance organizativo del movimiento obrero y popular en general, a su radicalización bajo la influencia del ejemplo cubano, a la activación y organización de las fuerzas democráticas y su unidad, el gobierno de Lemus clausuró la tolerancia y se lanzó a realizar una grosera represión, resistida heroicamente por las masas conducidas por el FNOC, durante las grandes jornadas de agosto-octubre de 1960, que llevaron a la crisis y facilitaron el derrumbe de aquel gobierno. Se abrió así un breve período de tres meses de libertad, cerrado por el contragolpe militar del 25 de enero de 1961, comprometido con la orientación reformista del gobierno yanqui encabezada por J.F. Kennedy.
Nuestro partido desempeñó un papel brillante durante todos esos años, particularmente en las jornadas que trajeron la caída de Lemus y en los meses siguientes: Se elevó mucho el prestigio de los comunistas; éramos también, aunque pequeño y débil, el movimiento más y mejor organizado, con la mayor y más ramificada influencia y organización entre las masas.
Todos aquellos progresos de nuestro partido se lograron sin que poseyera una línea general que definiera posición ante problemas fundamentales como el carácter, fuerzas motrices y vías de la revolución. Los comunistas asumíamos la defensa firme y consecuente de las masas, contra la arbitrariedad y la represión del régimen, luchábamos por conquistar una mayor libertad política, defendíamos el derecho de los trabajadores a organizarse, realizar la huelga, manifestarse; denunciábamos la intromisión del imperialismo y la sumisión del régimen a sus dictados; planteábamos la necesidad de una reforma agraria, demandábamos el derecho de las masas del campo a la organización; denunciábamos la extenúente explotación, la miseria, el hambre, el desempleo, el atraso en todo sentido, las demás lacras sociales impuestas al pueblo por el modo de producción, al cual caracterizábamos erróneamente como semi-feudal y semi-colonial, impulsábamos fuertemente la solidaridad con otros pueblos, defendíamos a la Unión Soviética contra la propaganda calumniosa, defendíamos el derecho de la humanidad a un mundo sin guerra; divulgábamos las nociones elementales acerca de lo que es la sociedad socialista, organizábamos y dirigíamos los sindicatos y sus luchas en las condiciones mas difíciles , cultivábamos su convivencia clasista, llevábamos a los trabajadores , a los estudiantes y a otros sectores populares las ideas progresistas; realizábamos una agitación y una movilización relativamente intensas alrededor de todo esto y así conquistamos el cariño de amplias masas. Pero no teníamos claros objetivos políticos.
En cuanto a tales objetivos, nos proponíamos vagamente “la democratización” orientada en sentido “anti-feudal” y “anti-imperialista”, postulábamos la reforma agraria, sin precisar su contenido, considerábamos que el carácter de la revolución en esta etapa era “democrático burgués”, nos esforzábamos por unir a las fuerzas democráticas en un “frente patriótico”, con la participación de un supuesto “sector antiimperialista de la burguesía, junto con la pequeña burguesía y los campesinos en alianza con la clase trabajadora y en alianza con ésta” (Pleno del CC de enero de 1956); no nos planteábamos la cuestión de la toma revolucionaria del poder y, en general, la considerábamos ésta como una meta muy distante.
La victoria de la revolución cubana puso ante nosotros, súbitamente, la necesidad de adoptar definiciones ante el problema del poder y los demás problemas estratégicos de la revolución, la necesidad de contar con una línea general y un programa.
La capacidad teórica de nuestro partido era sumamente débil y su composición social mayoritariamente pequeño burguesa (artesanos, intelectuales y pequeños núcleos de campesinos pobres).
En tales condiciones, como ocurrió también en otros países, la brillante experiencia de la Revolución Cubana fue superficialmente comprendida y asimilada por nosotros y ello nos indujo a adoptar una orientación que cultivó y elevó la vocación y la mística revolucionaria de nuestro Partido, lo llevó a realizar una gran jornada de organización, agitación y movilización de masas, pero que adolecía de la enfermedad izquierdista. En octubre de 1960, un Pleno ampliado del CC planteó por primera vez desde 1932, la tarea de poner rumbo hacia la toma revolucionaria del poder, por medio de la insurrección armada, línea que se vio interrumpida por el derrocamiento de Lemus y los cien días de la Junta de Gobierno.
En abril de 1961, una reunión del Comité Central, ampliada con la asistencia de cuadros de los Comités Departamentales de San Salvador y Santa Ana, (los únicos con que contaba el Partido entonces) de la Comisión Sindical y del frente universitario, apreció el momento siguiente al contragolpe del 25 de enero de 1961 como una situación revolucionaria madura y adoptó los siguientes acuerdos:
a) tomar el camino de la lucha armada, en el esquema de la guerra de guerrillas;
b) crear bajo la dirección del partido una organización revolucionaria en la que pudiera incorporarse a los elementos avanzados, más combativos y resueltos, surgidos de las masas durante las luchas de los años anteriores en los diferentes frentes de nuestro trabajo. Esta organización debería ayudarnos a realizar la preparación política de las masas para la revolución y dar base a la promoción de la lucha armada.
Aunque se manifestaron en la reunión ampliada del CC dos posiciones en cuanto a si debían o no combinarse con la lucha armada, la lucha económica, reivindicativa en general, y las formas de lucha legal, los acuerdos anteriormente aludidos se adoptaron por unanimidad.
El Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), surgió como resultado de la aplicación de aquella orientación. El FUAR irrumpió vigorosamente en la arena política nacional, con su estilo ágil de agitación y movilización de masas. Pronto se habría unilateralizado todo el trabajo del partido, girando de un modo prácticamente exclusivo alrededor de la agitación fuarista que anunciaba la proximidad de la revolución y propagandizaba la lucha armada con esquemas típicamente izquierdistas. Nuestro trabajo en los diferentes frentes de masas fue uniformemente puesto bajo esta orientación. Sufrió daño particularmente nuestro trabajo en los sindicatos. La CGTS fue sectarizada y el grupo de dirigentes oritianos de la CGS aprovechó nuestro sectarismo para debilitarla hondamente, arrancándole sindicatos y alejando de nosotros sectores obreros ansiosos de organización.
Mientras tanto, los preparativos para iniciar la lucha armada, emprendidos por nosotros febrilmente, sufrieron golpes serios que aplazaron sus posibilidades. Esos golpes del enemigo se vieron facilitados por nuestra inexperiencia y menosprecio de las normas de seguridad y también por la inexperiencia de nuestros compañeros de otros países, que nos prestaban ayuda y sufrieron penetración de la CIA.
En la base de aquel flujo de masas que llevó al derrumbe del gobierno de Lemus y permitió el surgimiento tan dinámico de un movimiento radical como el del FUAR, se encontraba el agravamiento de la crisis de la estructura agro-exportadora todavía absolutamente hegemónica en el capitalismo dependiente salvadoreño y también una crisis económica coyuntural (entre 1958 y 1962), que trajo un extenso desempleo.
Desde la segunda mitad de 1962, tomó un creciente ritmo la inversión en la industria ligada al Mercado Común Centroamericano, que comenzaba a funcionar con éxito. En 1963, la crisis económica cedió paso a la franca reanimación, que desembocaría en el auge económico de 1964-69. Estos cambios en la coyuntura económica modificaron de inmediato las condiciones para la lucha política: llegó a tope el flujo de la lucha de masas iniciado en la segunda mitad de los 50 y se comenzó el reflujo o “bajón”. Esto afectó también de un modo radical la posibilidad de poner en marcha el proyecto de la lucha armada acordado por el Pleno Ampliado del CC en abril de 1961.
Este aplazamiento de nuestras posibilidades de iniciar la lucha armada vino a coincidir con el surgimiento en la Dirección del partido de fuertes dudas acerca de si era correcto la línea que seguíamos; dudas que se convirtieron en sistemática demanda de corregir asumida por una parte de sus miembros. Después de varios meses, la aguda discusión en el seno de la Dirección culminó con acuerdos unánimes para modificar la línea, en junio de 1963, y se puso entonces en marcha la preparación del V Congreso. En realidad, fue el reflujo iniciado a fines de 1962 lo que hizo evidente e ineludible la necesidad de corregir nuestra línea, pero la corrección de los errores izquierdistas por el V Congreso (febrero de 1964), nos llevó a errores de economismo.
A pesar de los errores izquierdistas, fue aquella una fase dinámica y rica en progresos en la vida del Partido. La preocupación por darle una línea general y un programa, el estudio cada vez más profundo de nuestro país, de su historia, de sus clases sociales, etc., arranca precisamente de aquellos días. “Los apuntes para un Programa Revolucionario del partido”, la “Plataforma Programática del FUAR”, luego el Proyecto de Programa General” y el “Proyecto de Programa Agrario”, elaborados entonces, fueron nuestros primeros documentos programáticos.
Nuestro Partido logró con aquellas luchas fuaristas métodos ágiles de agitación y movilización, sacó su propaganda del primitivismo y el poquiterismo anteriores; sus filas crecieron y su organización se extendió a otros departamentos del país, recibió importante impulso la educación comunista y la formación de cuadros en general; ganó un lugar importante en la arena política nacional; incrementó fuertemente su prestigio e influencia entre la intelectualidad; logró hacer retroceder notablemente la influencia de la ideología anti-comunista entre las masas, elevar el prestigio y la influencia del socialismo, difundir ampliamente el antiimperialismo; dio un fuerte impulso a la toma de conciencia de la clase obrera y a la politización de las grandes masas; realizó un gran avance hacia la reconstrucción de la Juventud Comunista y la revolucionarización de las masas juveniles; inició la penetración de las masas del campo, de donde fuera brutalmente arrancado por la matanza de 1932 y prácticamente no había retornado desde entonces, sino de modo fugaz durante los cinco meses que siguieron a la caída del tirano Hernández Martínez en 1944.
Los análisis y orientaciones del V Congreso tuvieron muchas virtudes, que ayudaron al desarrollo del partido y de su trabajo entre las masas, mejoraron notablemente su conocimiento de la formación social de nuestro país, etc.; pero al mismo tiempo, ese Congreso no descubrió las raíces de nuestros errores izquierdistas y, aunque alertó contra ello, tampoco armó adecuadamente al Partido contra el peligro de la desviación de derecha.
Estas insuficiencias de la lucha ideológica y de la corrección, reflejaban la debilidad teórica y orgánica de nuestro partido, tenían raíces en su persistente composición social, predominantemente pequeño-burguesa, la cual se había visto reforzada por su crecimiento durante la lucha fuarista.
Las discusiones habidas en el Comité Central desde finales de 1962 hasta junio de 1963, hicieron el énfasis en señalar que la desviación izquierdista consistía en la “unilateral agitación política con el tema de la proximidad de la revolución y de la lucha armada”, lo cual había impedido que impusiéramos la lucha económica y reivindicativa en general, lucha a la cual se atribuía ser la forma “fundamental”, “principal”, etc., de la lucha de clases, “la forma de la lucha de clases mas fácilmente comprensible por las masas”, etc. Una vez que estos planteamientos triunfaron en el CC, fueron vaciados, bajo distintas modalidades, en los documentos llevados al V Congreso, pero sobre todo, se vaciaron y calaron profundamente en el pensamiento de los principales cuadros de dirección nacional e intermedia, en el curso de las reuniones en que se trasladaron las conclusiones del CC, antes del Congreso.
Los documentos del V Congreso fueron en apariencia portadores de una línea que propugnaba el desarrollo y combinación de todas las formas de lucha, pero sus formulaciones en ese sentido eran mas la repetición de principios generales consagrados de nuestra teoría, que la expresión de conclusiones y convicciones surgidas de aquel debate habido en el CC que, por lo contrario, había cimentado en los cuadros concepciones típicamente economistas, combatidas y superadas por el leninismo desde comienzos del siglo actual. Aunque se insistió en conservar la afirmación de que lo más probable, “hasta donde se alcanza a ver”, es que la toma del poder se realizará por la vía armada, el documento consignó la posibilidad también de la vía pacífica y el énfasis que en ello se hizo durante la discusión en la Dirección y después del Congreso, de hecho estuvo en la base de la falta de preocupación del CC elegido por el V Congreso para estudiar los problemas de la lucha armada e impulsar debidamente la construcción de nuestra Fuerza Armada. Este trabajo continuó, pero como algo al margen casi de la política real que aplicaba el Partido, hasta que el enemigo comenzó a agredir al movimiento de masas e, incluso, a asesinar camaradas maestros, Saúl Santiago Contreras, Oscar Gilberto Martínez Carranza (1967-68). Entonces, apareció un súbito interés por vencer el rezago en este trabajo y estudiar sus problemas. Este interés fue, sin embargo, fugaz y más bien condujo a complicar el avance en este terreno.
El entusiasmo revolucionario que reflejan algunos pasajes de la parte política del informe del CC al V Congreso, tiene su explicación en el hecho de que esa parte del informe había sido preparada desde fines de 1961 y comienzos de 1962, cuando se creyó realizar el V Congreso; es decir, fue escrita antes de la discusión en el CC, cuando predominaba sin contrapeso la tendencia izquierdista. Después, solo se agregaron nuevos capítulos a aquel mismo texto haciéndole apenas pequeñas correcciones, pues se consideró que la “línea trazada por el Pleno Ampliado del CC en abril de 1961 seguía siendo justa en lo fundamental”. Después del Congreso solo se organizó el estudio por el partido de su parte económica, a tono con la idea de que la economía determina de un modo rígido a la política y de que la lucha económica era lo principal y fundamental.
Nuestros errores izquierdistas se achacaron en gran parte a la debilidad teórica y en este punto se concluyó que el aspecto principal de dicha debilidad consistía en la falta de dominio de la teoría económica marxista, menospreciando la ignorancia que teníamos de la teoría leninista de la revolución, de su profunda lucha ideológica contra el oportunismo de derecha, el economismo, el revisionismo, etc. Y contra el izquierdismo.
Al final del Informe al V Congreso de decía, en efecto:
“En la tarea de educar ideológicamente a nuestro partido tendrá que jugar el papel principal el dominio de la teoría económica marxista y del conocimiento de la realidad nacional. Por aquí es donde ha estado nuestra mayor debilidad teórica”.
En efecto, así estuvo orientado el programa de estudio de la Escuela de Cuadros Intermedios que creamos después del Congreso.
Al hacer el balance de la aplicación de la línea del V Congreso, el Informe del CC al VI Congreso dice con gran justeza lo siguiente:
“La línea trazada por el V Congreso se presenta así como una línea multifacética y completa. Sin embargo, en los esfuerzos por corregir la mencionada unilateralidad que constituía un evidente error izquierdista siendo nuestro partido débil ideológicamente y teniendo una composición social marcadamente inclinada hacia la pequeña burguesía, en el mismo proceso de elaboración de la línea que después aprobó el V Congreso, se produjo una tendencia a incurrir en errores del tipo contrario. Nuestra actividad durante los dos primeros años siguientes al Congreso demostraron en la práctica que esa era la tendencia surgida del proceso de lucha ideológica habida dentro del Comité Central anterior”.
Y más adelante dice:
“En 1964-65 continuaba el reflujo iniciado a fines de 1962, y tales condiciones, dificultaban la aplicación de la línea trazada por el V Congreso. Esa línea encerraba cierta tendencia a unilateralizar el trabajo en el sentido de la lucha económica reivindicativa, la cual, unido a las condiciones del reflujo hizo que durante esos dos años desapareciera de nuestra parte, casi totalmente, la agitación política y la lucha política de masas.”
Las orientaciones del V Congreso no nos prepararon para enfrentar las tareas políticas que surgían con la nueva situación, a pesar de que ésta se encontraba ya configurada cuando el Congreso se reunió.
La salida de aquella crisis coyuntural (1958-62), vino ligada a modificaciones en el modelo estructural: el carruaje de la economía nacional, hasta entonces montado sobre la rueda única de la agro-exportación, adquiriría su segunda rueda, la industria vinculada al Mercado Común Centroamericano y dominada crecientemente por las transnacionales. De este modo se diversificaba pero también se hacía más dependiente.
Estas modificaciones estructurales no sólo acarrearon el cambio de las inmediatas condiciones políticas, sino también hondas transformaciones en la composición clasista de la sociedad que prepararon cambios aún más grandes en las posteriores condiciones para la lucha política en nuestro país.
Con la salida de la crisis económica y el fin del flujo de la lucha de masas desde fines de 1962, el gobierno del Coronel Rivera se consideró firmemente consolidado y, como una necesidad del nuevo proceso de desarrollo del capitalismo dependiente, dispuso la reforma de la Ley Electoral para conceder la representación proporcional en la Asamblea Legislativa, la misma por la que habíamos luchado en 1960 junto a las demás fuerzas democráticas, contra Lemus. Esta reforma política, el cese de la represión y la implantación de un clima de tolerancia, estimularon grandemente la actividad de los partidos políticos legales y las actividades legales de sectores democráticos en otras esferas. En fin de cuentas, esas reformas forzaron el desplazamiento del centro de la lucha política al terreno legal, sacándolo de la arena ilegal donde estuvo principalmente situado desde la resistencia a la represión desatada por el gobierno de Lemus en agosto de 1960, con la sola interrupción de los 100 días de vida de la Junta de Gobierno que lo derrocó.
La característica principal de esta nueva situación consistía en que la lucha electoral pasaba a ser la forma preponderante de la lucha política. Es esta una tendencia ajena a nuestra voluntad, que surgió sin nuestra previsión y se nos impuso. El V Congreso no nos preparó para ello.
El Informe del CC ante el VI Congreso, al analizar aquel momento y la conducta de nuestro partido frente al mismo, hizo las siguientes apreciaciones y señalamientos, que nos parecen enteramente justos:
“En 1963 se produjo la reforma de la Ley Electoral que permitió la representación proporcional en la Asamblea Legislativa y el PDC se lanzó a la “revolución cristiana” y por la “revolución de los pobres”. Las elecciones de marzo de 1964 se realizaron cuando nos encontrábamos en los preparativos finales para el V Congreso y cuando habían culminado ya las agudas discusiones en el anterior Comité Central. El evento electoral nos encontró sin una orientación política clara. No sabíamos que debíamos hacer en el terreno de la lucha política abierta y legal. Tuvimos que improvisar una posición frente a las elecciones y, como no podía ser de otro modo a causa de nuestra incompleta línea general, llamamos a votar contra el gobierno, lo cual tendía a favorecer a la democracia cristiana. Nuestra participación en las elecciones para diputados y munícipes en marzo de 1966 fue también el resultado de una discusión y una preparación tardía de parte de la Comisión Política y del Comité Central, pero tuvo el mérito de obligar a todo el Partido a analizar mejor la necesidad de su participación activa en la lucha política, poniéndolo sobre el camino de subsanar el vacío que se había creado durante 1964 y 1965. Además, nuestra participación en 1966, pese a los pobres resultados que obtuvimos, nos preparó para evaluar la situación, nos permitió conocer mejor el pensamiento de las masas y trazarnos planes acertados para nuestra participación en las elecciones presidenciales de 1967.”
Así, tardamos dos años en incorporarnos a la lucha política legal, como lo exigían las nuevas condiciones. Este retraso nuestro abrió al PDC, fundado en 1960, el espacio que no había podido abrirse con su participación en la mascarada que fueron las llamadas elecciones para la Asamblea Constituyente de diciembre de 1961, realizadas en las condiciones de la represión.
Nuestra participación en la campaña electoral presidencial de 1966-1967 fue la primera muestra de que comenzábamos a dominar esta forma de lucha y a ponerla al servicio de la causa democrática antiimperialista. Refiriéndose a esta memorable jornada, el Informe al VI Congreso dice:
“Sin duda alguna, nuestra participación en la campaña electoral y en las elecciones presidenciales de 1967 fue un acierto. La idea central de esa campaña consistió en llevar a las masas la conciencia de la necesidad de cambios profundos en nuestro país para resolver sus problemas sociales y políticos y en obligar a las demás fuerzas políticas a tomar posición sobre ese planteamiento. El eje de la propaganda durante la campaña estuvo en la difusión de la necesidad de una Reforma Agraria profunda, en los nexos causales de la concentración de la tierra en manos de la oligarquía, con los graves problemas de la injusta distribución del ingreso nacional, del atraso cultural, de la desocupación, de la miseria y el hambre. Aunque el programa de la campaña comprendía también el problema de la dependencia económica y política, los planteamientos en torno de esta cuestión clave fueron muy poco difundidos durante la campaña. La campaña electoral que hicimos consiguió en amplia proporción sus objetivos: la conciencia de la necesidad de cambios, se difundió extensamente, pero sobre todo en las ciudades. Las masas del campo, que eran presumiblemente el destino de nuestra propaganda sobre la Reforma Agraria, no reaccionaron como se esperaba porque pudo más la campaña de atemorizamiento del enemigo y porque nuestros métodos de trabajo hacia el campo no eran los apropiados. La campaña nos deja en este sentido una valiosa lección.”
“Objetivo principal de nuestra campaña fue el de recobrar nuestra influencia entre las masas obreras de San Salvador y otros centros industriales que habían caído bajo la influencia de la democracia cristiana mediante su propaganda sobre la “revolución de los pobres” Este objetivo fue alcanzarlo no solo en San Salvador, sino también en Santa Ana y otras ciudades”.
“En conjunto, la campaña nos llevó a importantes avances y amplias bases de influencia para continuar avanzando. Esto se pudo notar aún antes de las elecciones, cuando en enero de 1967 se inició el movimiento huelguístico recesado casi absolutamente durante los 20 años anteriores. El despertar del proletariado urbano, cuya composición era mayoritariamente industrial (proletariado nuevo y joven de edad), indudablemente fue ayudado y alertado por nuestra gran campaña política, una de cuyos trazos más activos fue el que tendió hacia las fábricas”.
Pero estos progresos no fueron debidamente valorados y aprovechados. El sentimiento de frustración invadió al grupo de intelectuales aliados nuestros, sobre todo cuando el gobierno canceló el registro del PAR, vehículo legal de aquella campaña. Nosotros no supimos manejar bien nuestras relaciones con ellos en aquella situación.
“Un nuevo brote de izquierdismo comenzó a surgir en nuestras filas, manifestándose después de la huelga obrera general de abril de 1967, como una tendencia voluntarista a promover la huelga de hecho bajo la consigna de que cada una de ellas debía ser respaldada por una huelga general, independientemente de si las condiciones eran o no favorables para ello.
Ese fue el esquema que siguió la huelga de panificadores en septiembre de 1967 y marcó el inicio de las discrepancias internas en el Partido.
Luego, cuando se realizaba la primera huelga de los maestros a comienzos de 1968 y fue reprimida la huelga obrera que intentamos en apoyo de éstos, siendo asesinados los compañeros Saúl Santiago Contreras y Oscar Gilberto Martínez, los izquierdistas se declararon enemigos de la participación en las elecciones, considerándolo una “traición a los intereses del proletariado”; mientras el gobierno hacía todo de su parte para impedir que nos volviéramos a abrir paso a la arena política legal y presentáramos batalla. La posición izquierdista tenía su principal representación en la dirección del CC y las agudas discusiones que esto provocó en su seno, impusieron al Partido una línea contradictoria e inestable frente a las elecciones de marzo de 1968: un Pleno del CC acordaba participar y luego venía otro que ordenaba realizar el boicot a las elecciones. Los izquierdistas alegaban que los maestros en huelga y los obreros golpeados por la represión “veían con asco las elecciones”.
El mayor beneficiario de esta conducta confusa de nuestro partido fue el nuevo PDC que, sin haberse jugado en apoyo a los huelguistas, convirtió en votos su descontento contra el gobierno y el de las masas que les daban apoyo, golpeadas por la represión. Resultó que los huelguistas no sentían asco por las elecciones, sino que las tomaron como un canal para manifestar su condena contra el régimen. La democracia cristiana obtuvo entonces la votación más alta que ha registrado en toda su existencia en el país, alcanzando 21 diputados (más del tercio de la Asamblea) y más de 70 alcaldías donde habitan más de dos tercios de la población nacional, incluyendo entre ellas San Salvador, Santa Ana y San Miguel.
Los izquierdistas, sin embargo, no reconocieron sus errores voluntaristas en el movimiento huelguístico ni respecto a las elecciones.
Apoyándonos en nuestro logros con el movimiento fuarista en la Universidad, ayudamos decisivamente a llevar a su dirección en 1962, un equipo de intelectuales progresistas y, junto con ellos, emprendimos un vigoroso movimiento de reforma universitaria.
El contenido de la enseñanza universitaria y sus métodos fueron modernizados, en medida considerable y comprometida con las posiciones democráticas antiimperialistas y de izquierda en general. El número de estudiantes se multiplicó varias veces; fueron abiertos los centros universitarios de occidente y oriente; fue derrotada por largo tiempo la influencia del anti-comunismo en la Universidad y ésta devino en un centro de difusión de las ideas progresistas incluso del marxismo-leninismo, y un punto de apoyo moral y material para el movimiento popular.
De 1968 en adelante comenzaron a perfilar en la Universidad grupos de estudiantes y docentes que abrazaban las posiciones izquierdistas en boga en América Latina de aquellos años. Uno de esos grupos se había desplazado desde las posiciones social cristianas. Pronto se les unirían algunos elementos desprendidos de la Unión de Jóvenes Patriotas (que era la Juventud Comunista en embrión) y, después, a comienzos de 1970, se desprendería de nuestro Partido la fracción izquierdista, que arrastró a otros cuadros de UJP y encontró en la Universidad una de sus principales bases de apoyo social y político para su crecimiento.
Durante 1964 y 1965, nos empeñamos en sacar al movimiento sindical clasista del lamentable estado de debilidad en que había caído; venciendo no sólo las dificultades que nos oponía la actividad divisionista y anticomunista del enemigo, sino también las viejas costumbres de pensamientos sectarios y métodos artesanales en nuestros mismos cuadros sindicales, se logró fundar la FUSS a fines de 1965, incluyendo a los pocos sindicatos (en su mayoría de obreros artesanales) que aún agrupaba la combativa CGTS y a muchos otros que se habían mantenido sin afiliarse a ninguna central y que principalmente agrupaban obreros de la industria. Más tarde, buscando organizar las 3 federaciones que exige la ley como mínimo para constituir legalmente una confederación, organizamos la FESTIAVTSCES.
En el seno de nuestros cuadros de la FUSS-FESTIAVTSCES se configurarían más tarde, en el marco del movimiento huelguístico de 1967-1968, las dos tendencias que entraron en aguda lucha: la izquierdista y la economista.
En 1966, se organizó la Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES 21 de Junio), agrupando prácticamente a todos los maestros de enseñanza primaria y media dependientes del Estado en nuestro país. A la formación de esta importante organización dio un decisivo aporte nuestro Partido; bajo cuya orientación había sido organizado el frente magisterial revolucionario durante la lucha contra Lemus, la Federación Magisterial Salvadoreña, durante los 100 días de la Junta, la Columna Magisterial del FUAR en 1961.
Las dos grandes huelgas de ANDES (1968 y 1971), conmovieron fuertemente al país, fueron centros promotores de una vasta politización y reagrupamiento popular contra el régimen, que facilitó la creación de la UNO. La huelga de ANDES en 1971 acerca al gobierno de Sánchez Hernández a la crisis que se precipitó con su pérdida de las elecciones presidenciales y el alzamiento militar frustrado del 25 de marzo de 1972.
Las luchas de ANDES, que incorporaron a la acción a ese numeroso sector de las capas medias, crearon también en sus filas favorables condiciones para que la corriente izquierdista, organizada desde 1970, encontrara terreno para hundir raíces.
El 14 de julio de 1969 se produjo la guerra contra Honduras. Era el resultado de las contradicciones engendradas en el Mercado Común Centroamericano, por los grandes contrastes y desequilibrios que acarreó a esta región la industrialización seudo-integracionista, dominada por los monopolios imperialistas, norteamericano principalmente; y la consecuencia también del brusco agravamiento del problema agrario en Honduras y El Salvador, cuyos gobiernos inútilmente habían pretendido soslayar.
Frente a la guerra contra Honduras, la Dirección del Partido cometió serios errores. En un comienzo del conflicto la CP se orientó bien, condenando y rechazando la posibilidad de la guerra, su contenido reaccionario y anti-popular, por ambos lados, promoviendo al Partido a realizar un gran esfuerzo por llevar a las masas esta orientación; pero luego se dejó confundir por la maniobra del gobierno de Sánchez Hernández, que se presentaba como partidario de un arreglo pacífico, frente al gobierno hondureño de López Arellano, que, con las expulsiones masivas de campesinos salvadoreños, surgía como “el principal provocador del conflicto”.
Confundidos ante la situación apoyamos la idea de que algunas organizaciones de masas guiadas por nosotros asistieran a la convocatoria de Sánchez Hernández para constituir un “Frente de Unidad Nacional” que buscaría preservar la paz”. Una sola de tales organizaciones (AGEUS), estuvo a tiempo para asistir a la primera reunión en Casa Presidencial; y ninguna asistió a otra reunión más. Al percibir que el “Frente de Unidad Nacional” tenía en realidad la finalidad de apoyar al gobierno para realizar la guerra, nos retiramos de inmediato y constituimos el Frente de Unidad Popular, que levantó la bandera de la paz.
Pero el chauvinismo había comenzado a influirnos y se dejó traslucir en nuestra Declaración, donde fijábamos posición. Aunque nos pronunciamos por la paz, dijimos allí también, que llamaríamos a defender la integridad territorial en caso de ser agredido el país, lo cual, aparte de que reflejaba una falsa apreciación de la situación, que nos bajaba la guardia a nosotros y a quienes nos rodeaban, ya que era el régimen salvadoreño el que se preparaba para agredir a Honduras y no al revés, significaba una posición ideológica extraña al proletariado revolucionario, capaz de conducirnos al abandono total de la justa posición en cualquier momento.
El gobierno de Sánchez Hernández realizó antes de la agresión la simulación de ataques de la aviación hondureña en la frontera y ello hizo estallar súbita y virulentamente el chauvinismo en la masa estudiantil y docente de la Universidad. Nosotros no luchamos con firmeza contra esa posición y, aunque no la apoyamos abiertamente, le cedimos paso.
Cuando la agresión a Honduras se produjo el 14 de julio de 1969, estalló en nuestro país una ola de chauvinismo de masa, apoyándola. La motivación principal que movía a las masas a adoptar aquella postura era la expulsión masiva y grosera de campesinos salvadoreños de Honduras durante las semanas anteriores, su identificación con ellos, como sector popular agredido. El ejército salvadoreño surgía así ante sus ojos como “defensor del pueblo”, cuando marchó contra Honduras.
Esta masiva reacción chauvinista popular impacto muy fuertemente sobre nosotros y la CP acordó cesar la campaña contra la guerra que veníamos desarrollando por medio de mítines y asambleas obreras, en San Salvador, Santa Ana y otras cabeceras departamentales, hasta pocas horas antes de producirse la agresión. Al mismo tiempo, ordenó la CP a las bases procurar incorporarse a los organismos de “Cruz Roja” y otros de la llamada “Defensa Civil”, con el objeto de estar en condiciones de orientar a las masas oportunamente.
No salimos en ningún momento a dar apoyo a la agresión y la CP se propuso retomar poco a poco la ofensiva de denuncia contra ella, “en la medida que las condiciones lo permitieran, pero estas vacilaciones y errores de principio inhibieron al Partido de realizar la acción orientadora que le correspondía y muchos elementos simpatizantes y aún algunos militantes nuestros (incluido un miembro de la CP, que ya no es militante del Partido desde 1970), se embarcaron en darle apoyo a la agresión.
Hay que decir claramente que en la CP no hubo unanimidad al acordar esos pasos. Hubo quienes se mantuvieron firmes en la justa posición de principio.
Los errores que cometimos frente a la guerra contra Honduras, lo mismo que la tolerancia de la dirección ante la corriente economista y burocrática en el frente sindical, fueron sin duda factores que contribuyeron a alimentar la corriente izquierdista. A pesar de que un Pleno Ampliado del CC con participación de los izquierdistas, reconoció y condenó los errores cometidos frente a la guerra, éstos no se dieron por satisfechos y pasaron a organizar formalmente su fracción y a trabajar por dividir al partido. La frustración de ese empeño, los llevó luego a renunciar del Partido y retirarse de nuestras filas a formar su propia organización.
Nuestro partido, utilizó su participación en las elecciones de diputados y alcaldes de marzo de 1970, para realizar una campaña de esclarecimiento a las masas sobre las verdaderas causas y el carácter reaccionario de la guerra contra Honduras. Esta tarea fue llevada a cabo por medio de decenas de mítines (mas de 50), del “Partido Revolucionario 9 de Mayo” (PR9M), sucesor del PAR encabezado por nosotros y al cual le fue rechazada su solicitud de registro.
III
Cuando se realizó nuestro VI Congreso, la crisis estructural del capitalismo dependiente de nuestro país estaba entrando en su fase madura, iniciada con la guerra contra Honduras (julio de 1969) y la quiebra consiguiente del sistema institucional del Mercado Común Centroamericano. En el terreno político, se había iniciado, desde 1967, con la cancelación del PAR, el cierre de la “apertura democrática limitada”, realizada por el gobierno del Coronel Julio Adalberto Rivera en 1963-1964.
La dictadura militar derechista se encontraba entonces en vísperas de precipitarse en la aguda y profunda fase actual de su crisis, como sistema de dominación; aunque sus jefes, embriagados por la acogida masiva del ejército en San Salvador, a su regreso de la agresión a Honduras, más bien veían su régimen “rejuvenecido” por la guerra, supuestamente apto para seguir adelante con todo el viento de la historia a favor.
Las fuerzas democráticas de nuestro país buscaban en 1970-71 nuevos esquemas tácticos y estratégicos que culminaría con un reagrupamiento general.
La Iglesia Católica en nuestro país iniciaba su viraje hacia las posiciones progresistas y una parte de su clero se desplazaba hacia el compromiso directo con el movimiento popular.
Surgían nuevas organizaciones revolucionarias postulando y emprendiendo la acción armada, afectadas por concepciones izquierdistas (1970).
En esa situación fue que nuestro Partido elaboró una táctica cuya aplicación culminaría en 1977 y que ejerció una influencia decisiva para la polarización de las fuerzas políticas, y el desencadenamiento de la gran crisis en que se encuentra la tradicional dictadura militar derechista.
Aunque con un retraso de 10-15 años, la fase madura de la crisis estructural de los países centroamericanos, y en particular de El Salvador, nos puso en concordancia con la fase similar en que se encontraba la mayoría de países de Sur América desde los años finales de la década de los 50.
El documento “Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS”, que se encuentra sometido a las consideraciones de este Congreso, hace un análisis profundo de esta situación. De allí tomamos algunos señalamientos y enfoques que son fundamentales:
“El Salvador, sufre esta profunda crisis estructural, característica de los países capitalistas dependientes de un desarrollo medio y al mismo tiempo, una profunda crisis de su sistema político; está así en crisis el capitalismo dependiente “salvadoreño” como sistema entero, su base y superestructura; su sistema de relaciones económicas, su sistema político y jurídico, las formas ideológicas dominantes tradicionales”.
“Es esta crisis de la formación social entera la que constituye la base material y política de la actual situación histórica, que vive nuestro país, cuyo atributo principal consiste en que la revolución es ahora una posibilidad objetiva real y no solo un buen deseo de los revolucionarios.”
“Pero esta etapa histórica también puede desembocar en una salida que imponga al país la continuidad del curso capitalista dependiente de evolución: Esta es también una posibilidad real, que solo la revolución podría impedir.”
“La salida de la crisis estructural hacia la continuación del curso capitalista de evolución, sería sólo un paliativo a la profunda crisis del capitalismo dependiente “salvadoreño”, no su definitiva solución”.
“Entre la crisis del sistema político y la crisis del sistema de las estructuras económico-sociales existe una interacción dialéctica: la una agrava a la otra, el alivio de una alivia a la otra, pero al mismo tiempo que hay interdependencia armónica entre ambas, existen contradicciones y también una autonomía relativa entre ellas:”.
“Ilustra muy bien la existencia de estas contradicciones y autonomía relativa, la experiencia centroamericana:
“Los tres países de nuestra región donde ha imperado tradicionalmente un sistema político autoritario (El Salvador, Nicaragua y Guatemala), son también aquellos donde la crisis del sistema político se ha vuelto mas aguda y ha conducido a una mayor polarización de las fuerzas; mientras que en Costa Rica, donde la democracia burguesa es tradicional, ha demostrado ser esta un marco suficientemente flexible para albergar el juego de las tendencias emanadas de la crisis estructural (en esencia, la misma que sufre toda Centroamérica), ora inclinando el timón del Estado hacia el “centro” y en ciertos momentos, incluso, hacia el “centroizquierda “, ora hacia la derecha, pero sin que todavía el enfrentamiento político haya adquirido – desde la guerra civil de 1948- un grado crítico de agudeza y polarización. Así, pues, Costa Rica sufre de crisis estructural, pero no vive una crisis del sistema político.”
“Puede también traerse a cuento el caso de Honduras, donde en diciembre de 1972 fue roto el modelo tradicional del sistema político bipartidarista, por el golpe militar reformista. Se originó así, una situación en la que, a pesar de la falta de juego electoral, imperó un clima de tolerancia que admitió durante 5 años la pugna de las tendencias de solución a la crisis estructural, sin provocar una extrema agudización del conflicto político. Cuando la flexibilidad del sistema político abierta en diciembre de 1972 agotó sus posibilidades reales, con la frustración (en todo lo principal), del proyecto reformista condensado en el “Plan Nacional de Desarrollo”, se inició en 1975-77 un período de inestabilidad del gobierno, empezó a clausurarse la tolerancia, apareció la garra de la represión sobre el movimiento obrero y popular, se intenta restaurar el sistema político tradicional bajo la supremacía del Partido Nacional –el ,mas conservador y antidemocrático- y así la crisis política toca de nuevo a la puerta de ese país.”
“La Lógica de estas realidades y experiencias centroamericanas apunta a esta conclusión: la democracia podría sacar al sistema político de su crisis, aliviar la crisis de la formación social en conjunto, alejar el peligro de revolución y facilitar la continuación por la ruta capitalista dependiente de evolución. Sin embargo, excepto Costa Rica, donde la democracia tiene hondas raíces históricas, en los demás países del istmo, la democratización es una tarea sumamente difícil y riesgosa para las clases dominantes: puede desatar y agudizar mucho sus propias contradicciones internas, ya que es imposible su unanimidad en torno a un proyecto de esta clase; puede encontrar tozuda resistencia de parte de las jefaturas militares, usufructuarias por décadas del privilegio de gobernar. Y puede facilitar la organización y la acción de las grandes masas trabajadoras, ahora marginadas del ejercicio de la libertad por la continua represión, ampliándose y agudizándose aún más la lucha de clases, en pos de las radicales transformaciones estructurales.”
Veamos más de cerca los problemas e interacciones de la crisis estructural y del sistema político en El Salvador.
a) En el marco de la crisis estructural y política y el estancamiento económico, ha tenido lugar un fuerte incremento de la actividad financiera especulativa, principalmente en derredor de la industria de la construcción y las inversiones turísticas, ha adelantado el aburguesamiento de los latifundios y la proletarización de los campesinos, ha adelantado el proceso de fusión entre el capital bancario, industrial, comercial y agro-exportador, configurándose una oligarquía financiera, monopolista, “modernizante”, cada vez mas entrelazada con las transnacionales imperialistas y sumamente poderosa; ha crecido considerablemente la esfera del capitalismo de Estado, pero casi únicamente en los servicios y las finanzas.
La oligarquía financiera, las sucursales de las transnacionales y la alta jerarquía militar, constituyen hoy el núcleo principal del bloque de poder. La burguesía agro-exportadora y terrateniente, una parte de la cual se ha fundido dentro de la oligarquía financiera, sigue ejerciendo fuerte influencia sobre ella, como pudo verse durante el enfrentamiento que suscitó la “Transformación Agraria”.
b) La pugna por imprimir una salida burguesa a la crisis estructural del capitalismo dependiente de mediano desarrollo, incluye tendencias económicas que en nuestro país son contradictorias, al menos en sus inicios: por un lado, la tendencia al capitalismo monopolista de Estado dependiente, que amengüe el papel del capitalismo privado y por el otro la tendencia al fortalecimiento del sector capitalista privado, alrededor de la oligarquía financiera y de las sucursales de las transnacionales, el cual se opone al incremento del control estatal sobre la economía.
Esta segunda tendencia (la privada) ha resultado hasta hoy más poderosa en nuestro país y ello trae implícito cierto recorte al autoritarismo estatal en la esfera económica que, en el fondo, es un obstáculo para un avance fácil y rápido hacia la configuración del Estado Fascista, como una parte del bloque de poder lo desea”.
c) “El Estado ha experimentado un rápido endeudamiento externo, sin que éste le haya servido para adelantar su participación en la esfera productiva, porque tal participación es rechazada por las mismas clases dominantes a las que sirve la dictadura militar derechista”.
“Las pequeñas reformas agrarias no ha sido posible realizarlas, porque fueron bloqueadas por el sector más reaccionario de la oligarquía financiera, por la burguesía agraria y los terratenientes”.
“Las transnacionales imperialistas han acrecentado sustancialmente su dominio sobre la industria y la economía nacional en conjunto, pero el volumen de sus inversiones ha estado muy lejos de lo esperado y de lo requerido para romper el estacionamiento de la industrialización”.
“El ritmo y el volumen de la inversión privada interna has sufrido una grave disminución desde 1977”.
“Todo esto ha agravado la crisis estructural y forzado la dependencia del financiamiento imperialista, de lo cual se derivan mas dificultades económicas y políticas, puesto que la concesión de dicho financiamiento se vincula, hoy por hoy, a las pautas y maniobras aperturistas del gobierno norteamericano en Centro América”.
d) “Así, pues, se encuentran estancados los propósitos principales pendientes a poner en marcha un nuevo modelo de desarrollo capitalista dependiente, postulado desde 1970 por la política económica oficial”.
“Al fracaso sufrido hasta hoy en la construcción de los pilares del nuevo modelo económico, han contribuido también la crisis económica del mundo capitalista (inflación, saltos en los precios del petróleo y devaluación del dólar especialmente) y la crisis política nacional, que ha alejado la inversión foránea y ha provocado la huída masiva del capital local. El retraso en romper el impase económico repercute, a su vez, agravando la crisis del sistema político.”
“Resolver la crisis del sistema político ha pasado a ser la cuestión clave, ya sea para dar una salida paliativa o una solución real a la crisis estructural, a la situación histórica en conjunto. Para las masas trabajadoras y populares, la solución no puede comenzar si no con el derrocamiento de la dictadura militar derechista y la instauración de poder revolucionario democrático antiimperialista; para las clases dominantes conseguir un paliativo comienza, necesariamente, con la introducción de modificaciones en el sistema político de la dictadura militar, el cual a su vez, busca angustiosamente su salvación”.
“Los sectores mas reaccionarios de la oligarquía financiera, más vinculados a la esfera del capitalismo de Estado, mayores beneficiarios de la misma; el sector mas reaccionario de las transnacionales que operan en el país, de los terratenientes y los militares, han estado empujando a la dictadura militar a convertirse en un régimen fascista moderno, que patrocina y garantiza el paso a la fase monopolista de Estado del capitalismo dependiente”.
“Otros sectores de las clases dominantes, coincidiendo con la orientación trazada por Washington, se inclinan a favor de ensayar con una maniobra aperturista, con la cual esperan disminuir la agudeza de la lucha de clases, normalizar el funcionamiento de la economía, incentivar las inversiones y marchar gradualmente, hacia la fase monopolista desplegada del capitalismo dependiente”.
“Aunque la alternativa fascista no ha podido realizarse plenamente, porque encara graves obstáculos ante todo el desarrollo y el ascenso del movimiento revolucionario, -la agudización de la lucha de clases -, es la que se aviene más con el carácter y tradiciones de la dictadura militar”.
“La dictadura militar derechista salvadoreña nació portando el germen de su propia crisis: se instauró como un régimen de excepción, en un momento también excepcional (el de la situación revolucionaria de 1931-32), y debía abandonar la escena una vez alejado el peligro de la revolución.”
“Los intereses del desarrollo “modernizante” del capitalismo dependiente requerían de un régimen político distinto, propio para los tiempos “normales”, “evolutivos”; pero el régimen de excepción se perpetuó a contra pelo de esta necesidad, como sistema político permanente. Este contrasentido tenía que chocar, y chocó, con las tendencias y necesidades del desarrollo capitalista y del desarrollo social en general; por eso hubo de realizarse en el pasado reparaciones y reajustes en el modelo de la dictadura militar, para salvarla. Pero esos reajustes sólo aplazaron su colapso, no han superado su crisis congénita.”
“De nuevo el país se avoca a las cercanías de otra situación revolucionaria y ello pareciera justificar para las clases dominantes la existencia de un régimen de excepción y avalar su fascistización; pero la dictadura militar derechista llega a este momento sumamente desgastada por 45 años de existencia postiza y, encomendada a ella, el fascismo no ha podido establecerse aquí de un modo eficientemente avasallador, como en Chile o Uruguay”.
“Es por eso que, en un momento en que las clases dominantes necesitan nuevamente de un régimen de excepción, se forman entre ellas grupos que prefieren ensayar con una maniobra “aperturista”, en vez de arriesgarse a que el desgaste y profundo desprestigio nacional e internacional de la vieja dictadura militar, favorezcan la victoria de la revolución. En esto hay, desde luego, un contrasentido, que ilustra la contradictoria y hasta incongruente conducta, que la crisis de la formación social impone a las clases dominantes”.
IV
Compañeros:
Como todos sabemos, después del VI Congreso dio comienzo un período en el que nuestro Partido mantuvo en el centro de su atención y de su actuación política la construcción y consolidación del frente único de las fuerzas democráticas y la utilización de las elecciones.
A lo largo de los nueve años transcurridos desde entonces, esta táctica nuestra alcanzó sus logros máximos, pero en febrero de 1977 llegó al tope de algunos de sus aspectos principales y hubo de ser modificada.
Este Congreso, el VII, tiene así la oportunidad de hacer el balance de la aplicación de esta táctica, examinar las modificaciones introducidas en abril de 1977 y evaluar la marcha de su cumplimiento durante los últimos dos años.
En 1970-71, nuestro Partido consideró que, desde un punto de vista político práctico, no solo no estaban agotadas o cerradas las posibilidades de utilización revolucionaria de la lucha legal en general y electoral en particular, sino que era, de hecho, imposible resolver los principales problemas y tareas políticas que la vida nos planteaba, sin trazar un táctica basada en la participación electoral.
Echemos un vistazo sobre las condiciones de entonces y sobre los problemas y tareas políticas que surgieron entre nosotros:
a) Las elecciones de diputados y alcaldes de marzo de 1970, a 8 meses de la guerra contra Honduras, arrojaron un sustancial fortalecimiento de la influencia del gobierno y el ensanche de su base social de apoyo como resultado de que pudo atraerse masas trabajadoras y de las capas medias confundidas aún por la marea chauvinista.
b) En las filas militares, en los equipos de tecnócratas y políticos civiles del régimen tomaba cuerpo una corriente reformista, que tendía a agruparse alrededor de una plataforma basada en la realización de alguna modalidad de reforma agraria democrática, la elevación del paso del Estado a niveles determinantes en ramas importantes de la producción, en el sistema financiero y en la conducción económica general del país. Sobre el logro de dicho objetivo, los reformistas planeaban recortar el rol hegemónico de la burguesía agro-exportadora y los terratenientes, adoptar medidas de mejoramiento social y asumir rasgos populistas en la conducción política del país. Tal era la respuesta reformista a la crisis estructural y del sistema político.
c) Por aquel tiempo tenía lugar en varios países latinoamericanos la experiencia de los gobiernos militares reformistas y, en diversos grados, antiimperialistas (Perú, Panamá, Bolivia, Ecuador); empezaba a moverse Venezuela hacia la recuperación de su riqueza en hierro y petróleo bajo el gobierno democristiano de Caldera; en México gobernaba Luis Echeverría, con su política “tercermundista” y de acercamiento a Cuba; en el Caribe surgían a la vida independiente las colonias inglesas y sus gobiernos tendían a alinearse en las posiciones disidentes frente a Washington; en Chile se instalaba por la vía electoral el gobierno de la Unidad Popular encabezado por Allende, por un programa que proclamaba ser una primera fase en marcha hacía el socialismo; en Argentina se cuarteaba la dictadura militar de Onganía y, con Lanusse, buscaban una salida democrática a la situación nacional y, en lo internacional, avanzaba la tesis de Allende del derecho de América Latina al pluralismo ideológico de sus gobiernos; en Costa Rica gobernaba el socialdemócrata Partido de Liberación Nacional; y, finalmente, la OEA se precipitaba en la crisis como instrumento de dominación del imperialismo yanqui, se derrumbaba el bloqueo diplomático contra Cuba impuesto por ésta.
En dos palabras, una ola de reformismo, populismo, antiimperialismo y revolución bañaba nuestro continente y formaba un clima favorable a la incubación de la tendencia reformista en el Estado Salvadoreño, aunque, en realidad, nunca llegó a ser ésta, ni podía ser, verdaderamente poderosa en nuestro país, por las razones que ya hemos expuesto al analizar la crisis de la formación económico-social.
d) El PDC salvadoreño, uno de los 3 de su género que en América Latina contaba con el arrastre electoral suficiente para acceder al gobierno, vio derrumbarse sus expectativas para las elecciones presidenciales de 1972, cuando el Partido oficial logró arrebatarle en 1970 la mayor parte de las alcaldías más importantes del país ganadas en 1968 y reducirle su fracción parlamentaria.
Debilitando el PDC, vacilaba su dirigencia entre ir a un pacto con la dictadura militar para presentarse con un candidato común a las elecciones presidenciales de 1972 y gobernar juntos al servicio del esquema reformista, o involucrarse en una alianza con las fuerzas de izquierda para recuperar sus posibilidades de conquistar la presidencia de la República en 1972 o en las elecciones siguientes.
Gran parte de los activistas y cuadros intermedios del PDC se encontraban ya, de hecho, involucrados en la unidad de acción con la izquierda, principalmente durante las jornadas de apoyo a la segunda huelga de ANDES y también ellos recibían una cuota de la represión.
La base organizada y la base de apoyo político del PDC, se componía de amplios sectores asalariados de las capas medias y otros sectores de las mismas (empleados, maestros, artesanos, vendedoras, pequeños y medianos empresarios, profesionistas, técnicos, ejecutivos de la empresa/privada, tecnócratas, etc.); por pequeños grupos obreros; por nutridos conjuntos de campesinos medios y grupos relativamente numerosos de asalariados agropecuarios y campesinos pobres.
Estaba muy claro en aquellos días, que debíamos encarar y resolver estas interrogantes principales:
¿Cómo reagrupar en aquellas condiciones existentes a las masas políticamente activas y levantar, así, de nuevo la bandera democrática, popular y antiimperialista como una alternativa real y no sólo propagandística?
¿Podríamos cumplir esa tarea con el PDC?
¿Debíamos permanecer indiferentes ante la posibilidad de que ese partido pactara con la dictadura militar y la ayudara a postergar su crisis, confundiendo a cientos de miles de trabajadores y elementos de las capas medias?
Al estudiar las posibilidades reales de desenvolvimiento del reformismo en América latina y El Salvador, en particular, el Pleno del CC celebrado en octubre de 1970, hizo esta conclusión, que resultó confirmada por la marcha de los años siguientes:
“En estas condiciones (que, además, no pueden ser otras, dada la naturaleza misma del capitalismo latinoamericano), el reformismo que es un camino planeado para cerrar el paso a la revolución, se convierte, de hecho, a contrapelo de los cálculos y deseos de los reformistas, en el centro de conflicto en el seno de los gobiernos de las clases dominantes y de los ejércitos, es la fuente de grandes tensiones políticas. Entre tanto, la lucha de masas se acrecienta en muchos de nuestros países y, dentro del marco ya descrito, aún sus demandas reinvidicativas se convierten con gran facilidad en contienda de alcance político. El reformismo, de esta manera, se está transformando en un elemento que objetivamente ayuda a la madurez del proceso revolucionario, en vez de impedirle el paso como se lo han propuesto. Naturalmente, que el reformismo, en sí mismo, tiene esencia reaccionaria y sólo se convierte en elemento revolucionario a condición de que haya en marcha “un fuerte y bien orientado movimiento revolucionario de masas”.
Para el Comité Central surgió muy claro que la respuesta práctica a estas interrogantes, únicamente podía encontrarse participando en las elecciones y pactando con el PDC y otras organizaciones democráticas (en los hechos fue, además, solamente el MNR), una alianza política en torno a un programa que, en esencia, recogiera la bandera que levantamos con el PAR en 1966-67 y en torno a una candidatura presidencial única.
En el mismo Pleno en que, ya en 1971, el CC aprobó los términos en que nos encaminábamos a esa alianza, también decidió no disputar candidatura con el PDC, aceptar de una vez la de José Napoleón Duarte, eliminando así obstáculos para el entendimiento y concentrar nuestra atención en la demanda de la adopción de un programa bien orientado.
Concertar la alianza no fue asunto fácil; dentro del PDC todavía forcejaban los dirigentes que querían llevarlo a la formula “una personalidad independiente como candidato común con el gobierno”.
Las bases del PDC jugaron un papel decisivo a favor de las alianza que proponíamos nosotros y en esta posición unitaria suya habían influido mucho las batallas que libraron en unidad de acción con nuestras bases durante los meses anteriores y la campaña a favor de este entendimiento que nosotros realizamos en plaza pública por ese mismo tiempo. Es necesario consignar también, que los más destacados dirigentes y líderes del PDC, incluido el propio Duarte, se decidieron por la opción de la Unidad Popular Democrática en aquella encrucijada.
La fórmula del arreglo con el gobierno fue abrumadoramente derrotada en el PDC y así fue que, tras derrotar nosotros otras manipulaciones marrulleras para despojarnos del instrumento político legal del que nos habíamos logrado proveer, surgió la Unión Nacional Opositora (UNO).
Hoy, a casi 8 años, el CC considera que aquel fue un notable acierto político de nuestro Partido. A las luchas electorales de la UNO está sin duda vinculado, más a que a nadie y a nada, el aislamiento político nacional y la condena internacional a que se llevó al régimen, el debilitamiento profundo del partido oficial, la reagrupación de la mayoría del pueblo en su contra y la polarización absoluta del enfrentamiento político en nuestro país. No es posible imaginar hoy ninguno de los rasgos de la situación política actual, sin esas premisas que sentaron las vastas movilizaciones de masas; la penetrante y convincente agitación y propaganda, la masiva promoción de activistas y organización de comités de apoyo, etc., realizadas durante las campañas electorales de la UNO, especialmente, en la última campaña presidencial, la huelga política, la enorme movilización y las acciones insurreccionales de la semana siguiente al día de las elecciones.
Durante estos años, todo nuestro Partido y la JC realizaron minuciosos balances de cada una de esas campañas, incluida la última.
Las principales conclusiones y análisis de esta experiencia las hemos divulgado entre las masas, a la opinión pública nacional e internacional. El documento “Fundamentos y Tesis de la Línea General”, también recoge dichas conclusiones. No creemos por eso necesario volver aquí sobre ello.
Únicamente vamos a analizar ciertos aspectos del desarrollo de nuestra táctica durante las luchas de la UNO y de su influencia ideológica sobre nosotros:
Primero: Cuando en 1966 iniciamos nuestra participación en las elecciones, veíamos en ello exclusivamente un medio para llegar a las más extensas masas, incluso a las más atrasadas políticamente, con la propaganda de nuestras ideas y orientaciones y menos apreciamos la importancia de convertir en votos la influencia, así lograda.
Era y sigue siendo justa la orientación de principio según la cual “nosotros no andamos a la caza de votos”, pero sólo si se le entiende en el sentido de que jamás renunciaremos a nuestros principios, ni nos plegaremos a las posiciones enemigas o demagógicas del ofrecimiento de ganguerías, con tal de conseguir votos. Pero nosotros absolutizábamos esta orientación, en el sentido de que de plano, a nosotros no nos interesaban ni debían interesarnos los votos.
Por eso no estábamos preparados en las elecciones presidenciales de 1972, para asumir, sería y eficazmente la responsabilidad de conducir a las masas a la lucha por hacer respetar su voluntad mayoritaria contra el descarado fraude y la grosera imposición que el gobierno se vio obligado a realizar. No habíamos reflexionado sobre la significación política concreta que tiene el hecho de que la mayoría del pueblo se pronuncie en las urnas en una dirección determinada. En tal caso, no basta con sentirse satisfecho por la propaganda realizada y la conciencia política de masas lograda; se vuelve absolutamente necesario, ineludible, ponerse a la cabeza de las masas para proseguir su lucha por alcanzar el poder. La votación nacional mayoritaria, pues, inmediatamente plantea las cosas en el terreno de la lucha por el poder.
Nosotros subestimamos los votos partiendo también de la premisa concretamente justa de que en las condiciones de las dictadura militar derechista de nuestro país, las elecciones no son una vía real de acceso al gobierno, y menos una vía para tomar el poder. Pero el problema no era ese, sino otro: las grandes masas, al expresar en las urnas su voluntad mayoritaria, se están pronunciando por alcanzar el poder, así lo entienden y están dispuestas a luchar por hacer respetar su voluntad y realizar su aspiración, exige que esa lucha se organice y se dirija firme y eficazmente.
El alzamiento militar del 25 de marzo de 1972 vino a demostrar paladinamente que la cuestión electoral, incluso en nuestro país, aunque por otros caminos y bajo otras modalidades, es también una cuestión de poder y no simplemente de propaganda. Tampoco estábamos preparados para actuar con agilidad y eficiencia cuando el alzamiento militar se produjo.
Así, pues, actuando dogmáticamente con las justas, puras y muy revolucionarias banderas del “anti-electorerismo”, de la condena de la “politiquería”, etc., también se puede, en las condiciones de la participación electoral, resultar haciendo involuntariamente el juego al enemigo.
Recogiendo esta enseñanza, nosotros, como es sabido, pasamos a considerar hasta el 28 de febrero de 1977, que la participación en las elecciones era un componente central de la vía hacia el poder. En consonancia con ello planeamos y ejecutamos nuestra táctica para las elecciones presidenciales de 1977.
Segundo: El alzamiento del 25 de marzo de 1972 y las experiencias de Portugal, de Etiopía y de otros países, vinieron a reafirmar la antigua reorientación marxista-leninista de que para la revolución es necesario ganar al menos una parte del Ejército. La lucha electoral demostraba en 1972 sus virtudes para la realización de esta tarea.
Esto nos llevó a analizar más a fondo el papel del Ejército al timón del sistema político de nuestro país, las experiencias del impacto en sus filas de las luchas democráticas a lo largo de más de 4 décadas de dictadura militar, etc.
De allí, dedujimos la tesis del “reencuentro del pueblo y la Fuerza Armada” para gobernar juntos y realizar la transformación del país, que constituyó uno de los elementos fundamentales de nuestra táctica en las elecciones presidenciales de 1977.
Nosotros consideramos que este enfoque del problema continúa siendo justo, aunque en aquella ocasión no rindiera aún los frutos deseados.
Pero consideramos que la tarea de ganar aunque sea una parte del Ejército debe ser realizada de un modo permanente y sistemático. Para ello, no basta con una tesis como aquella. Se necesita realizar un trabajo complejo dirigido a todos los niveles del Ejército, a las tropas, a los sub-oficiales, a los oficiales y aún a los jefes. Es un trabajo de propaganda, de penetración, de organización, de aislamiento y descomposición de los elementos enemigos, etc. La CP prestó atención a este asunto durante los años pasado y los frutos de sus elaboraciones, estarán a disposición del nuevo Comité Central que aquí elegiremos.
Tercero: Durante los once años de participación electoral de nuestro Partido, logramos contribuir a la radicalización del pensamiento de las masas, influimos, incluso, en el pensamiento de nuestros aliados y de sus bases. Pero es necesario apuntar también que las características propias de esas formas de lucha legal y el pensamiento, métodos y costumbres de conducta política de nuestros aliados, ejercieron, así mismo, influencia sobre nosotros, engendró condiciones favorables a la persistencia de viejas tendencias desviacionistas de derecha que arrastra nuestro Partido o haciendo surgir modalidades nuevas de las mismas. Ciertas ilusiones y enfoques no realistas, ciertas costumbres liberales, que han afectado nuestra disciplina, brotaron de ese terreno y, aunque hemos emprendido la lucha en su contra, aún no puede decirse que han sido superadas, como lo veremos más adelante en este informe.
V
En abril de 1977 la Comisión Política realizó el balance de la jornada electoral y post-electoral culminada el 28 de febrero anterior, trazó la orientación táctica para la lucha del Partido en el tiempo siguiente. Sus análisis, conclusiones y orientaciones fueron recogidas en un documento y llevados a todo el Partido y la JC, mediante la realización de seminarios de información y discusión.
He aquí algunos fragmentos medulares del documento de abril de 1977:
“Quizás no haya en este continente otro país donde se haya utilizado de modo tan multiforme y agotante las posibilidades de la lucha electoral, como lo hemos hecho en nuestro país.”
“ Hemos utilizado la participación en las elecciones como medio de concientización y organización de las masas trabajadoras, como instrumento de protesta y condena política contra el régimen, hemos utilizado la participación en las elecciones para construir el frente único de las fuerzas democráticas y para unificar el pensamiento político de las masas alrededor del programa de transformaciones democráticas; las hemos utilizado para disputar el ejército a la reacción y para alertar al pueblo sobre el peligro del fascismo y su naturaleza profundamente hostil a todos sus intereses; unas veces hemos llevado a las masas a votar positivamente, otras veces las llevamos a anular el voto, hicimos un retiro general de las elecciones, utilizándolo para elevar la movilización popular y luego hemos llevado de nuevo a las masas a la lucha electoral como parte directa de una batalla mayor por instalar un gobierno democrático e impedir la entronización de la dictadura fascista abierta. Pero no hemos conseguido que las elecciones abran a las fuerzas democráticas el acceso al poder”.
“Antes que permitir semejante función de las elecciones, la dictadura militar corrompió progresivamente el procedimiento electoral durante estos once años hasta destruirlos. En la medida que avanzaba la educación política del pueblo salvadoreño y se unía para alcanzar el poder, el régimen incrementaba el uso de viejos y nuevos procedimientos de fraude electoral, hasta volverlos totalmente descarados y llegar al punto a que se llegó el 20 de febrero de 1977, cuando ya ni siquiera se permitió votar a cientos de miles de ciudadanos, porque las urnas habían sido rellenadas desde antes de abrirse la votación”.
“En el curso de esta reiterada experiencia, las masas comprendieron ya en 1972-74, la fraudulencia de las elecciones en nuestro país, la falsedad e hipocresía de la “democracia” que defienden aquí las clases dominantes y su gobierno. Si concurrieron a las últimas elecciones fue porque aceptaron concientemente el llamamiento de la UNO a votar y defender el voto, a derrotar el fraude y hacer respetar la voluntad popular mediante su propia lucha, con el cálculo de que el evento electoral y la lucha contra el fraude dieron base a otras acciones decisivas posteriores. Las elecciones del 20 de febrero de 1977 y las batallas siguientes fueron el punto culminante de esa táctica apoyada concientemente por las masas; esta fue la ocasión en que apareció más cerca la posibilidad de realizarse exitosamente aquel plan”.
“Tras de esta última experiencia es necesario preguntarnos: ¿Qué valor puede tener en adelante la participación en elecciones, de esta manera corrompidas y destruidas en nuestro país? Dicho de otro modo, a sabiendas del enorme servicio que prestó la participación electoral durante once años, es necesario determinar si en adelante puede aportar o no provecho para el avance de la causa democrática y revolucionaria”.
“A este respecto nos parece muy claro hoy día que las elecciones han agotado sus posibilidades como componente central de la vía de acceso al poder para las fuerzas democráticas, no sólo ante las capas avanzadas y organizadas sino también ante las grandes masas del país, que lo han aprendido de su propia experiencia. Ha quedado así planteada la necesidad de reemplazar esa vía hacia el poder por otra. Las elecciones podrán en el futuro asumir algún valor táctico ocasional comprensible para las masas; pero a menos que este gobierno sea sustituido por un régimen de apertura democrática real, las elecciones no recuperarán su valor estratégico en relación con la vía hacia el poder”.
“Así, pues, la presente coyuntura también se diferencia de la de 1971-72 en que conduce necesariamente a un viraje estratégico y abre el paso a nuevas formas de lucha”.
“La Comisión Política, en su reunión del 7 de marzo determinó como el objetivo principal hasta el 1 de julio, el de impedir la instalación del gobierno de Romero y realizar con ese fin todas aquellas actividades y tareas que favorezcan la acción coordinada de las diversas fuerzas democráticas encaminadas hacia esta meta. Al analizar la situación y posibilidad de las distintas fuerzas opuestas al régimen actual, la CP señaló, hoy por hoy, de los sectores militares democráticos o simplemente desafectos a él, y que, por tanto, se ha puesto a la orden del día la necesidad de estimularlos y prepararse para realizar oportuna y eficaz coordinación de la acción popular de masas con la acción militar directa”.
“La camarilla de jefes militares fascistas, el sector fascista de la gran burguesía local y sus sirvientes, el sector fascista de los imperialistas yanquis, sus aliados y sirvientes en los gobiernos latinoamericanos, constituyen el enemigo principal más peligroso de la clase obrera y el pueblo salvadoreño en la actualidad. Contra este enemigo debemos concertar la punta de la lucha en nuestro país y la solidaridad internacional, para aislarlo, dificultar lo mas posible la aplicación de sus planes de destrucción de las organizaciones populares, debilitarlo y derrocarlo antes de que se consolide en el poder y, en todo caso, antes de que hunda sus raíces profundas en la organización del Estado y en la economía”.
“Para llevar a la práctica esta orientación, debemos promover un trabajo amplio por la construcción y desarrollo del frente único de las fuerzas anti-fascistas, civiles, militares, ahondar y a promover las contradicciones en el campo de las fuerzas enemigas principales y secundarias; poner especial atención al trabajo por unir a las fuerzas de izquierda y por la alianza obrero-campesina; esforzarnos por atraer al menos una parte de la F.A. al lado de las fuerzas anti-fascistas y revolucionarias; avanzar hacia las conquista de la dirección del movimiento revolucionario por la clase obrera y su partido; asegurar el avance, paso a paso, pero firmemente, hacia la combinación y coordinación de la lucha política y la lucha armada, sobre la base del sucesivo ensanche de las fuerzas políticas organizadas de masas en la ciudad y el campo y sobre la base de la construcción, paso a paso, de las fuerzas armadas revolucionarias a partir de la auto-defensa y marchar así hacia la insurrección a un plazo no muy largo.”
“A lo largo de este proceso hemos de combinar la lucha legal e ilegal, la lucha en las ciudades y en el campo, el movimiento obrero y el movimiento campesino, las formas abiertas y secretas de organización y acción, la lucha reivindicativa y las organizaciones amplias de masas, con la lucha política y las organizaciones avanzadas, particularmente con la construcción sistemática de nuestro Partido y la JC, en especial entre la clase obrera, el proletariado agropecuario, los campesinos y las capas medias urbanas, en este orden de prioridad”.
“Todo nuestro trabajo debe avanzar sorteando el peligro del aventurerismo izquierdista y el degradante inmovilismo del oportunismo de derecha, para lo cual debe impulsarse una lucha ideológica sistemática contra las manifestaciones de estas tendencias pequeño-burguesas y burguesas”.
La CP dedicó una serie de reuniones extraordinarias durante los meses de febrero, marzo y abril del año en curso, a realizar el balance de la aplicación de las orientaciones acordadas en abril de 1977. Los resultados de esas largas deliberaciones de la CP se recogen en el documento aprobado el pasado 2 de abril, que a continuación incluiremos:
I. El contenido del documento aprobado el 19 de abril de 1977, sus análisis, previsiones y orientaciones son en esencia justos, aunque en él se refleja que la CP sobreestimo las posibilidades reales que habían en el período del 28 de febrero al primero de julio de aquel año, para impedir la toma de posesión de la Presidencia de la República por el General Romero y, en consecuencia, para que ocurriera entonces una apertura democrática. La sobreestimación de tales posibilidades está ligada a las debilidades ideológicas de la Dirección de las que se habla mas adelante.
II. La Conclusión principal de la discusión habida en la CP, consiste en que nuestro Partido tiene un rezago de dos años en la realización del viraje que debió efectuar después del desalojo de la Plaza Libertad, el 28 de febrero de 1977.
En aquel momento, llegó a su fin la apertura democrática limitada, que se inició en 1963-64 con la reforma electoral que admitió la representación proporcional en la Asamblea Legislativa. Aquella reforma dio base a una creciente importancia de la participación en las elecciones, desplazando durante trece años (once para el PCS), el centro principal de la lucha política al terreno legal. El fraude en las elecciones presidenciales de 1977, culminación de un proceso evidente de corrupción del procedimiento electoral, no sólo para nosotros y los sectores avanzados, sino también para grandes masas trabajadoras y populares en general.
La intensa y extensa movilización de masas, la huelga general y las acciones insurreccionales en defensa de la voluntad popular, que siguieron al fraude en la votación del 20 de febrero, hasta el 28 del mismo mes, fueron un gran esfuerzo consciente, apoyado con su acción por extensas masas, que buscaba llevar la lucha por el poder a una fase superior.
Una gran parte del proletariado, de los campesinos y las capas medias habían ya tomado conciencia de que en nuestro país son indispensables hondas transformaciones políticas y estructurales, y que ellas sólo pueden realizarse por un gobierno democrático verdaderamente popular.
La reiterada impotencia de los tecnócratas y militares reformistas para aplicar sus planes, especialmente su vergonzosa capitulación ante los terratenientes y la gran burguesía en el intento de la llamada “transformación agraria” en 1976; la consiguiente aceleración del proceso de fascistización que venía avanzando desde 1972, en una combinación inestable con proyecto reformistas y populistas; y la frustración de las masas ante los reiterados fraudes electorales, principalmente el del 20 de febrero de 1977, en sus intentos de alcanzar el poder utilizando las elecciones, desplazaron el centro de la lucha política hacia el terreno ilegal y para las masas activas y avanzadas, la vía para alcanzar el poder quedó vinculada a la lucha armada.
Aunque podían, y aún pueden, ser aprovechados muchos espacios legales todavía abiertos y otros que lograran abrirse, incluyendo las elecciones mismas, la lucha política, como lucha por la instauración de un poder democrático que transforme al país, quedó situada en las arena ilegal e insurreccional para grandes masas del pueblo, desde el 20 de febrero de 1977. La combativa lucha de la semana siguiente tuvo ya en su base esta convicción de las masas.
El que aquella lucha de la semana siguiente al 20 de febrero no haya podido conducirse más allá del contragolpe enemigo del día 28 y el que la UNO se demostrara incapaz de continuar encabezando la lucha, fueron motivo indudable de frustración para las masas políticamente más activas y combativas. Esto, y el hecho de que nuestro Partido no haya realizado prontamente los cambios tácticos que la situación exigía, produjo un vacío de jefatura política, que otros comenzaron a llenar: primero fue la Arquidiócesis de la Iglesia Católica y, luego, gradualmente, también las organizaciones izquierdistas.
A pesar de que el documento aprobado por la CP en abril de 1977 registró este desplazamiento de la lucha política al terreno ilegal e insurreccional y trazó para nuestro Partido la tarea de organizar el viraje correspondiente, ello no ha sido realizado y ésta es la causa fundamental de la marginación que ha venido sufriendo durante los últimos años.
El Partido afronta hoy el peligro de ser marginado del todo y reducido al papel de un simple grupo propagandístico, dejando de ser el factor político real y crecientemente en el proceso histórico del país, que vino siendo hasta el 28 febrero de 1977.
Las causas que impidieron al Partido realizar el viraje señalado en el documento de abril, son de diversa índole, pero principalmente radican en la propia Comisión Política y el Secretariado del Comité Central. Son causas ideológicas, políticas y orgánicas, que implican responsabilidad colectiva e individual de la Dirección.
III. CAUSAS IDEOLÓGICAS.
1. El prolongado ejercicio unilateral de las formas legales de la lucha política fue una condición favorable para la perduración y fomento de ciertas manifestaciones desviacionistas de derecha, como, por ejemplo, posiciones de tipo economista o reformista, la falta de interés en las tareas de la construcción de nuestra fuerza armada, el abandono a la espontaneidad del trabajo de penetración en la clase obrera y en las masas del campo, la negligencia para estudiar los problemas de la insurrección, la resistencia franca, o no, a la combinación de la lucha política y la lucha armada, ciertas manifestaciones individuales de liberalismo en la conducta personal y de insensibilidad ante la apremiante necesidad de impulsar la lucha.
2. Apego a viejas concepciones erróneas acerca del carácter de la revolución democrática, separada de la revolución socialista, e ilusiones respecto de una vía evolutiva, incluso pacífica, hacia dicha revolución en nuestro país. Estas ilusiones, aunque nunca fueron teorizadas o adoptadas como línea en ningún documento partidario oficial estaban a la base de enfoques y decisiones políticas importantes adoptadas por la Dirección durante algunos años. Las contradicciones entre reformistas y conservadores en el gobierno y el Ejército, en nuestro país, entre 1967-1977, y las experiencias de varios procesos reformistas antiimperialistas en distintos países latinoamericanos, algunos de ellos encabezados por los militares progresistas (Perú, Panamá, Bolivia, Honduras), el acceso de la UP al gobierno de Chile por vía electoral, junto con el viraje más o menos general de la Iglesia Católica Latinoamericana hacia posiciones progresistas, fueron factores que, unidos a nuestra debilidad teórica y a la influencia de viejas concepciones erróneas en un tiempo predominantes en el MCI (“vía no capitalista de desarrollo”, revolución democrática y revolución socialista como dos revoluciones: separadas, énfasis en vía pacífica, etc.), cooperaron fuertemente en la configuración de nuestras concepciones confusas acerca del carácter y las vías de la revolución en nuestro país.
Las tendencias desviacionistas y las concepciones derechistas han comenzado a ser superadas en el proceso de elaboración y discusión de los documentos para el VII Congreso del Partido, pero aún existen y tienen raíces.
Por lo que se refiere a la militancia del Partido y la JC, debe tenerse en cuenta que en su gran mayoría (más del 89%), ingresaron a nuestras filas durante el período de lucha política legal que terminó el 28 de febrero de 1977 y, además, ha sido muy deficiente el trabajo realizado para educarlos y asimilarlos. Esto ha contribuido a dificultar el viraje acordado en abril de 1977 y ha cooperado en mantener vivas las expresiones desviacionistas de derecha en la Dirección del P., en la medida en que ésta no ha sido objeto de crítica por parte de la base, a pesar de que durante los últimos años se ha enriquecido la democracia interna del Partido y multiplicando los canales de comunicación entre base y dirección.
Así, pues, las tendencias desviacionistas de derecha no sólo afectan a la dirección, sino también al conjunto de la membresía y la corrección de las mismas exige la realización de una campaña ideológica interna, que parta de este reconocimiento auto-crítico de sus errores por la dirección del Partido.
IV. CAUSAS POLÍTICAS.
1. La dirección del Partido no comprendió en toda su importancia la necesidad de sustituir con agilidad el liderazgo de la UNO, cuando ésta abandonó su papel en la conducción de las masas promovidas mediante la compaña electoral y la lucha de la semana siguiente en defensa de la voluntad popular.
El documento de abril planteó este problema con claridad, así:
“Durante la campaña electoral y después de las elecciones, hasta el 27 de febrero, la jefatura del movimiento popular la tuvo en sus manos la UNO. Desde entonces se ha producido un vacío de jefatura. ¿Podrá y querrá la UNO asumir de nuevo la jefatura?; y si ello no fuera así, ¿Qué organización y cómo ha de llenar este vacío?: ¿Cuál será en el futuro el papel de la UNO? Tal es uno de los principales problemas a resolver…”
Sin embargo, las interrogantes planteadas con tanta claridad no encontraron una respuesta, ni en el documento de abril mismo, ni en las decisiones de la CP en el tiempo siguiente. A finales de 1977 la CP se planteó este problema de nuevo, pero no a partir de la necesidad de reemplazar el liderazgo de la UNO, sino a partir de las necesidad de dar a la actividad de masas de nuestro Partido una mayor coordinación, concentración y presencia, que le permitiera emular con otras organizaciones de masas dirigidas por los izquierdistas. Resolvió entonces reunir en nuestro frente político legal a los distintos frentes de masas que el partido y la JC dirigen.
Esta decisión adoleció de dos defectos, que, en definitiva, la volvieron casi inoperante:
a) Insistía en la promoción de la lucha política principalmente en el terreno legal, en un momento en que se había desplazado objetivamente a la arena ilegal.
b) Estaba en contradicción con la naturaleza no partidista de las principales organizaciones de masas influidas o dirigidas por el Partido, lo cual impedía su incorporación y dificultaba que el esquema acordado tomara, en la práctica, la envergadura necesaria.
Mientras tanto, el tiempo había transcurrido y el vacío de liderazgo político se había llenado parcial y pluralmente.
Aunque las organizaciones izquierdistas y la iglesia, han realizado brillantes y valientes actuaciones anti-fascistas y han mantenido en alto la moral combativa y la voluntad de resistencia de grandes masas, al mismo tiempo congestionaron a éstas de contradicciones ideológico-políticas y sectarismo, obstruyendo la posibilidad de concentrar sus energías combativas y dirigir su punta contra el enemigo principal.
Estas organizaciones y la iglesia, tomadas en conjunto, han logrado promover a la acción únicamente a una parte de las masas que marcharon tras la conducción de la UNO. Otra parte de ellas, se ha marginado de la acción, conservan un pensamiento opuesto al régimen pero prefieren no actuar, por confusión ante la división y la lucha virulenta entre las distintas fracciones del movimiento popular, por temor ante la represión, o por una mezcla de ambos factores.
Por otra parte, la fortaleza orgánica y la capacidad de convocatoria de algunas de dicha organizaciones izquierdistas han sufrido una mengua notable, como consecuencia de la represión y de sus propios errores de aventurismo.
2. Los factores que influyen para que la CP incurriera en esta omisión tan dañina al elaborar la táctica del Partido después del 28 de febrero de 1977, están relacionados, en su esencia, con los problemas ideológicos y orgánicos que se menciona en otro lugar de este documento, pero en lo inmediato, este error fue consecuencia de no haber existido acciones insurreccionales de la semana siguiente a las elecciones, más allá del desalojo de la Plaza Libertad, aunque era evidente el deseo de combatir que existía entre las masas y nosotros mismos.
Si hubiéramos estado preparados para llevar más lejos aquella gran batalla popular, su propio desenvolvimiento nos habría conducido, inevitablemente, a resolver en la práctica la cuestión del papel de la UNO, en la nueva fase de desarrollo de la lucha de clases que había quedado inaugurada en nuestro país.
3. El que no hayamos podido conducir la lucha más lejos de la frontera del 28 de febrero, tiene sus raíces en los aliados, problemas ideológicos y otros de tipo orgánico que se mencionan adelante, pero también en la división de la izquierda y el activo boicot contra nuestro Partido desarrollado por las organizaciones izquierdistas; y no sólo con su propaganda contra la participación en las elecciones, que hizo vacilar o neutralizar a importantes masas trabajadoras, sino también, con su boicot directo contra nuestra táctica cuando se había pasado a la lucha por hacer respetar la voluntad popular, burdamente negada por el fraude.
La preparación para llevar más lejos aquella gran batalla popular exigía, entre otras cosas, un acuerdo con las demás organizaciones de izquierda, nosotros estábamos conscientes de esta necesidad y buscamos tal entendimiento desde noviembre de 1976, pero fuimos rechazados.
V. CAUSAS ORGANICAS
La no realización del viraje acordado en abril de 1977 tiene también causas orgánicas que, ante todo, radican en la dirección del Partido. Tales causas son las siguientes:
a) Incumplimiento de sus funciones fundamentales por el Secretariado del CC y, principalmente, por el Sub-Secretario General.
b) Debilitamiento acentuado de la capacidad de la CP y el Secretariado del P y del CE de la JC, en los meses de mayo a agosto de 1977, por la salida del país de un número crecido de sus miembros a cumplir tareas internacionales, en la promoción de la solidaridad con nuestra lucha. Salieron en ese período los Secretarios Generales del CC del Partido y del CC de la JC, el Sub-Secretario General del CC del Partido, dos miembros de la CP y un miembro del CE de la JC.
c) Ausencia de un plan concreto de trabajo para llevar a la práctica las medidas acordadas en abril de 1977 y, sobre todo, ausencia de un control sistemático del cumplimiento de dichas medidas. La CP y el Secretariado, en conjunto, mostraron poca o ninguna energías y entusiasmo respecto a la promoción de esas medidas.
d) El incumplimiento de sus funciones por el Secretariado, el Sub-Secretario General y otros secretarios, los acentuados desniveles que hay en la CP en cuanto a la formación teórica, la capacidad política y de trabajo de sus miembros, junto con ciertas formas incorrectas de realizar algunas discusiones por parte del Secretariado General, afectaron la práctica de la dirección colectiva, y, con ello, la eficiencia y sabiduría de la dirección del Partido.
e) El fuerte deterioro numérico y de calidad sufrido por el CC electo por el VI Congreso, lo convirtió en un organismo casi estéril, lo incapacitó para ejercer un papel dirigente real y para permitir dentro de sus marcos una más racional distribución del trabajo, la renovación de la CP y sus demás órganos. Esto afectó también a la dirección colectiva y su capacidad política.
VI. LA CORRECION
La salida de la situación de relativo inmovilismo a que llevaron al Partido durante los dos últimos años las deficiencias, errores y desviaciones ideológicas de la dirección, está vinculada a la realización del viraje previsto por el documento de abril de 1977. Las condiciones no son exactamente las mismas que entonces y las formas concretas de ese viraje, las medidas y formas orgánicas a realizar diferirán también de las que aquel documento trazó, pero su esencia sigue siendo la misma y podemos, incluso, utilizar las mismas formulaciones empleadas por aquel documento, transcritas atrás.
Sobre la base de los esfuerzos por llevar al Partido y a la JC a cumplir esta orientación, y en el curso de estos esfuerzos práctico , tendremos que realizar una campaña interna de rectificación ideológica para derrotar y erradicar las tendencias desviacionistas de derecha y armar nuestras filas contra el peligro de incurrir en la desviación izquierdista; tendremos que superar nuestras deficiencias orgánicas – comenzando por las de la misma dirección-, elevar la disciplina, el espíritu de sacrificio, la entrega a la lucha y la combatividad de nuestra militancia y, así, imprimir a nuestro Partido los rasgos de un firme destacamento revolucionario en combate.
En términos inmediatos, la puesta en marcha del Partido y la J hacia el rumbo trazado exige resolver de un modo práctico, entre otros, los 5 problemas siguientes:
1. Asegurar un financiamiento suficiente y adecuado a las necesidades de nuestra lucha y desarrollo en todos los frentes.
2. Asegurar una propaganda escrita masiva, variada y oportuna, con una forma atractiva y un contenido certero revolucionario.
3. Imprimir un ritmo mayor a la construcción de nuestra F.A. y resolver bien el problema de sus relaciones orgánicas con el P y la J.
4. Crear los mecanismos orgánicos que nos permitan llegar al conjunto del P y la J a realizar una ágil, combativa y constante agitación y movilización de masas.
5. Trazar y llevar a la práctica las orientaciones concretas para comenzar nosotros a combinar la L.P. y la L.A.
Al mismo tiempo que ponemos en marcha las medidas adecuadas para resolver bien los 5 problemas anteriores, debemos trazar e iniciar la aplicación práctica conforme a planes, de las orientaciones que nos permitan:
• Penetrar rápidamente al corazón de la clase obrera.
• Sacar del estancamiento nuestros trabajo en el campo
• Comenzar a coordinar el movimiento obrero y al movimiento de las masas del campo
• Avanzar pasos concretos y sólidos en el terreno de la unidad de la izquierda, que abran a la unidad de acción.
El VII Congreso nos dará una línea general correcta y desarrollada, unos Estatutos aptos para desarrollar y modernizar nuestro Partido y un nuevo CC formado por el núcleo de nuestros mejores y más probados cuadros. En esta base y con estos instrumentos, podremos encarar a fondo los problemas que nos atan y, si ponemos en ello el empeño, la energía y decisión necesarios, resolveremos esos problemas en un plazo no muy largo.
Llegamos a nuestro Congreso en un momento en que nuestro Partido y J., han comenzado a vencer la inmovilidad de dos años y, aunque de un modo todavía disparado, se enfrascan y comprometen en la promoción y conducción de las masas trabajadoras al combate. Hemos cosechado ya los primero éxitos.
Esta es una buena manera de encaminarnos al encuentro de las complejas y difíciles tareas del necesario viraje que debemos realizar.
Compañeros:
Lo primero que debemos hacer ante nuestras dificultades, es comprender, con la mayor exactitud, cual es su lugar en el proceso de nuestra lucha, es decir, cuando aparecieron y en relación con cuáles condiciones y sucesos, cuál fue la fase anterior de nuestra actividad. Así es como podemos colocarnos en el camino correcto, encontrar las causas inmediatas y las raíces más profundas de nuestras dificultades, conocer su magnitud real y elaborar las medidas eficaces para superarlas, con ayuda de los instrumentos de nuestra teoría y del método insustituible de la crítica y la autocrítica.
Si nos limitamos a hacer el inventario de nuestra dificultades y desgracias, la lista de nuestros rasgos negativos actuales, a condenarlos y lamentarlos, reduciendo a un contenido puramente moral el ejercicio de la crítica y la autocrítica, únicamente lograríamos preocuparnos más, pero no encontraríamos las condiciones y causas de donde emanan nuestros problemas y no podríamos encontrar la ruta que conduce a resolverlos. Así, terminaríamos ofuscándonos, perdiendo la perspectiva y la capacidad de discernir nuestros pasos próximos, cometeríamos de seguro otros errores y empeoraríamos nuestra situación.
Con toda seguridad, como lo enseña la experiencia negativa de otros Partidos y organizaciones revolucionarias, semejante actitud ante nuestros problemas terminaría rompiendo la unidad de nuestras filas y orillándonos por mucho tiempo, o hasta por siempre, del torrente de lucha por la revolución y el socialismo.
Hay ahora compañeros que, llevados de su preocupación, siguen más este segundo camino que el primero al encararse ante la realidad de nuestros problemas y, así por ejemplo, los absolutizan, se refieren a los rasgos negativos de hoy como si ellos lo fueran todo, lo abarcaran todo y, lo que es peor, como si tales rasgos negativos hubieran existido siempre en nuestro Partido pero sólo hoy los estamos descubriendo.
Compañeros: En 1964 también fue colocado nuestro Partido ante la necesidad de realizar un viraje, por la realidad de los giros en la situación económico-social y sus consiguientes impactos en la lucha política y en los demás terrenos de la lucha de clases. Entonces la vida nos convocaba a desplazar la lucha del Partido en la arena legal, que era hacia donde había pasado a situarse el centro de la lucha política. También entonces fue difícil para nosotros y tardamos dos años en realizar el viraje. Cuando lo hicimos nos trajo desgarraduras.
En aquella ocasión, nuestro retraso benefició a la democracia cristiana, hoy nuestro retraso ha beneficiado a los izquierdistas que siguen condenando nuestra participación en las elecciones, pero se cuidan de no señalar que es, precisamente, de allí de donde han obtenido ellos las favorables condiciones para desarrollarse. Sus errores de voluntarismo y sectarismo los están colocando hoy ante el peligro de perder la influencia que así ganaron. Una parte de ellos comienza a entenderlo y a corregir sus pasos. ¡Bueno para ellos y bueno para todo el movimiento revolucionario!.
Nos toca a nosotros el turno de corregir y debemos reconocer que quizá fue más fácil hacerlo cuando el competidor era la Democracia Cristiana que lo será hoy, cuando el competidor son los izquierdistas.
En 1963-64 nuestra preocupación y discusión interna giraban en torno de nuestros pecados izquierdistas, y no fuimos suficientemente profundos en su examen y corrección que dio base a los errores derechistas del período siguiente y absorbidos en aquella discusión no vimos que en ese mismo momento estaban ocurriendo los cambios en la situación que obligarían pronto a un viraje general, para el cual no nos preparamos.
Ahora, debemos cuidar mucho de que no vaya a ocurrirnos algo parecido porque también estamos ante el peligro de incurrir en errores de izquierdismo al corregir las desviaciones de derecha. Otra similitud con la encrucijada de hace 15 años, aunque no sean en su esencia lo mismo, consiste en que también hoy estamos en un momento en el que pueden venir pronto algunos cambios importantes en la situación política, como resultado de la maniobra aperturista en que se encuentran empeñadas un sector de la gran burguesía, ciertos agrupamiento en los escalones militares y civiles del Estado, el Partido Demócrata Cristiano y, aunque con vacilaciones también, el Arzobispado, todo ello con el respaldo activo y cada vez más enérgico, del gobierno de Carter.
De las posibilidades reales y límites de esa maniobra hablaremos adelante. Lo que aquí queremos consignar es que sería un error que nosotros cerráramos los ojos ante ella y no nos preparáramos para actuar como corresponde.
Así de complejas son las condiciones y las dificultades en que debemos realizar nuestro viraje. La primera y más decisiva condición para que salgamos airosos es que nos enfrentemos a este reto firmemente unidos y resueltos.
VI.
Compañeros:
Durante los nueve años trascurridos desde nuestro VI Congreso, ha experimentado extraordinario desarrollo el movimiento revolucionario de nuestro país. El PCS ha hecho una considerable aportación a este desarrollo.
Todas las organizaciones revolucionarias, el PCS incluido, hemos fortalecido y ramificado los vínculos con las masas, hemos crecido orgánicamente y también hemos profundizado nuestros conocimientos de la realidad del país y de las características y regularidades de la lucha de clases; hemos debido modificar, unos más consecuentemente que otros, nuestras concepciones, corregir errores, mejorar nuestras relaciones, bajo el impacto de la viva experiencia propia, a veces muy negativa y dolorosa, bajo la influencia de nuestra mutua lucha ideológica y de las riquísimas enseñanzas de la formidable experiencia internacional de estos años.
Con el objeto de situarnos con los pies firmemente en la tierra, de no perder en ningún instante la perspectiva y de comprender a fondo el momento que vivimos, las posibilidades revolucionarias que encierra, es necesario que hagamos una evaluación en conjunto del trabajo, los avances y aportaciones de nuestro Partido durante estos nueve años. Es necesario que analicemos el terreno en que surgieron y se desarrollaron las demás organizaciones revolucionarias, la evolución de su línea y las posibilidades reales de la marcha hacia la unidad, en provecho de la revolución.
Es indispensable, asimismo, que analicemos la situación y la probable evolución de la política del gobierno, de las clases dominantes y del imperialismo en el futuro próximo.
Es necesario que nos situemos en el marco internacional de hoy, especialmente en la situación centroamericana, y analicemos su evolución probable.
En este apartado del informe, haremos la evaluación de conjunto del trabajo del Partido en este período y examinaremos las raíces y evolución de las demás organizaciones revolucionarias. Los dos apartados siguientes están dedicados al examen de la probable evolución de la política de las fuerzas dominantes en nuestro país, y de la situación centroamericana.
Otros apartados del Informe del Comité Central, que se conocerán después de este, están dedicados a informar y evaluar nuestro trabajo específicamente en cada uno de sus frentes de masas o internos. Aquí procuraremos presentar y evaluar en su conjunto el trabajo del Partido.
Esto es tanto más necesario hoy, que hemos sometido a crítica y autocrítica nuestra conducta en los dos últimos años y hemos puesto en la picota con la mayor honradez de que somos capaces, nuestros defectos, debilidades y errores. En momentos así, con una membresía de militancia tan reciente, se corre el riesgo de que ese lado de la realidad se absolutice, se apaguen ante nuestros ojos los méritos y, en definitiva, no sepamos en qué apoyarnos para salir adelante.
He aquí inventario de la obra del Partido desde 1970:
a) Nos proveímos de un nuevo instrumento político legal y dimos una determinante contribución a la constitución de la UNO, a la elaboración de su Programa, a la orientación de sus luchas y realizamos una intensa, organizada y decisiva participación en sus grandes campañas.
b) Organizamos ATACES (Asociación de Trabajadores Agrícola y Campesinos de El Salvador), mejorando nuestro trabajo de masas y la construcción partidaria en el campo.
c) Creamos nuestro periódico de masas, elevamos su circulación y le ganamos prestigio en lo nacional e internacional.
d) Emprendimos la lucha contra el economismo y el burocratismo en el frente sindical, lo cual nos obligó, incluso, a renovar totalmente el equipo de nuestros cuadros. Ahora poseemos un equipo joven que, aunque falto todavía de experiencia, muestra dinamismo, combatividad, claridad política, magníficas perspectivas para el desarrollo de su calidad y se ha ganado considerable prestigio.
La creación de la Confederación Unitaria Sindical (CUS), como un paso hacia la Central Única, fue lograda a fines de 1977 por este nuevo equipo de cuadros.
Este objetivo había sido trazado desde 1966, cuando se fundó la FUSS, pero había sido abandonado de hecho durante años bajo el predominio de los economistas y burócratas que, en realidad, daban la espalda a las directrices que en ese sentido les impartía reiteradamente la Comisión Política.
La Comisión Política se vio obligada a enviar a dos de sus propios miembros a ese frente, para sacar adelante la orientación trazada. Ellos fueron los compañeros Antonio y Rodrigo. Rodrigo fue absorbido por el economismo y el oportunismo personal; fue necesario sacarlo de la CP y del CC y, finalmente, salió de las filas del Partido. Antonio- seudónimo de Rafael Aguiñada Carranza- luchó firme y abnegadamente por aplicar la orientación del Partido, especialmente se empeñó en la lucha por crear la Confederación Unitaria y avanzar en la unidad más amplia del movimiento sindical. Enfrentándose a toda clase de dificultades con entereza comunista, el “Chele” conquistó un gran prestigio y logró empujar hacia delante un trecho decisivo al carro de la unidad. Hinchando la rabia ante este avance, el enemigo lo asesinó cobardemente. Fue uno de los primeros crímenes de los fascistas contra el movimiento obrero.
Hace pocas semanas, en medio del fragor de la lucha obrera de la gran jornada de febrero y marzo, nuestros esfuerzos por alcanzar la unificación del movimiento sindical han logra un nuevo y largo paso de avance, con la formación del Comité Coordinador Provisional, que abarca alrededor del 75% del movimiento sindical.
El contenido político de los acuerdos de unidad de acción, que constituyen el pacto que originó este Comité Coordinador Provisional, están correctamente orientados y ayudará a elevar mucho más el papel de la clase obrera en el conjunto del movimiento popular y democrático.
Se han sentado premisas concretas para una rápida y ramificada construcción de nuestro Partido y Juventud Comunista (JC) en la clase obrera.
Dependerá de nuestro trabajo futuro la materialización de tan buenas posibilidades.
e) Hemos desarrollado un trabajo cada vez mejor en el frente Magisterial.
El pequeño grupo de 7 ó 9 maestros comunistas con que contábamos en 1970 lo perdimos casi todo cuando la fracción izquierdista se fue de nuestras filas. Unos se fueron ganados por la fracción, la mayoría se marginó de la lucha, presas de las dudas y la confusión. Ahora contamos entre nosotros con algunas decenas de maestros comunistas en varios Departamentos del país. Hay también maestros en las filas de la JC. Fue constituida hace algunos años la Comisión Magisterial Nacional del Partido, por cuya consolidación ha trabajado la Dirección. Bajo la conducción de esta Comisión ha venido aumentando notablemente nuestra influencia en ANDES, donde nuestros camaradas han debido librar una larga, valiente y brillante lucha ideológica con las posiciones izquierdistas hegemónicas en el cuerpo directivo de dicha organización y, al mismo tiempo, han impulsado la unidad de acción, que ha empezado a abrirse paso.
Se han sentado bases para un mayor crecimiento del Partido y la JC entre la masa magisterial y nuestros cuadros, aunque de reciente militancia en su mayoría, muestran cualidades para desarrollarse.
f) Nuestra lucha por la reapertura de la Universidad y la reorganización del movimiento estudiantil y docente, después de la intervención militar de la misma en julio de 1972, nos permitió reconstruir la organización comunista y su frente abierto, elevar mucho nuestro prestigio y ganar la confianza de las masas, que pusieron casi exclusivamente en nuestras manos la dirección de aquella gran jornada.
Así nos recuperamos del profundo daño que los izquierdistas nos causaron en la Universidad.
Es cierto que después los izquierdistas, apoyándose en las características sociales de la masa estudiantil, en permanente renovación, lograron una posición hegemónica en la AGEUS, a costa de sacrificar la real existencia de ésta, y en otras asociaciones estudiantiles. Pero nuestro trabajo allí, pese a sus deficiencias, ha podido persistir y hundir raíces, como ha podido verse durante los últimos tiempos.
El prestigio del Partido entre los docentes y autoridades de la Universidad se ha elevado en estos meses. Hemos desempeñado y estamos desempeñando un papel influyente en la orientación del nuevo proceso universitario.
g) Un avance de gran significación y trascendencia para toda nuestra lucha fue la constitución de la Juventud Comunista en julio de 1973.
La JC puede considerarse ya una organización consolidada; su aporte a las luchas de todos estos años, ha sido inapreciable tanto por su volumen, como por la innovación en los métodos y formas, su agilidad y variedad.
Uno de los méritos de la JC es que abrió el trabajo comunista en el frente del arte y la cultura, que, de hecho, sólo había existido de manera fugaz y raquítica a lo largo de la historia del PCS.
La JC se esfuerza por desarrollarse entre la juventud obrera y trabajadora en general.
En las filas de la JC se ha originado un núcleo de cuadros talentosos y capaces, fieles al marxismo-leninismo, con una clara posición partidista, que hacen una importante contribución al desarrollo de todo nuestro movimiento.
h) En 1973 sometimos a un profundo estudio los problemas orgánicos que entorpecían el desarrollo del Partido y, como fruto de ello, emprendimos la rectificación a todos los niveles de nuestra organización. Apoyándonos en los logros de esa rectificación, siguiendo las orientaciones que trazó, logramos un importante crecimiento y cambiar sustancialmente la composición social de nuestras filas: en nuestra membresía pasó a predominar el origen proletario, los militantes que proceden de las capas medias vienen mayoritariamente del sector asalariado, se redujo radicalmente la cuota de los que proceden de la pequeña burguesía propiamente tal. La organización del Partido se extendió a 13 de los 14 Departamentos del país, duplicando así el área que abarca nuestro trabajo.
i) Hemos logrado un progreso importante en la construcción de nuestra fuerza armada, a pesar de que no se puso en ello todo el empeño que era debido. La calidad y seriedad que tiene hoy este trabajo, sienta bases sólidas para un desarrollo de más celeridad en el futuro inmediato.
j) Hemos logrado un extraordinario desarrollo multifacético de nuestra línea general, superando viejas concepciones erróneas y superficiales que nuestro Partido arrastró por décadas; y hemos hecho un esfuerzo sistemático por incorporar a todo el Partido y la JC al proceso de elaboración de la línea general y también de la táctica en cada momento. Poco a poco, como consecuencia de este esfuerzo, ha venido creciendo el número de cuadro que dominan los problemas de nuestra línea, que los estudian y aportan a su desarrollo.
Este Congreso aprobará el extenso documento “Fundamentos y Tesis de la Línea General del PCS”, en el cual se recoge el esfuerzo de todos estos años en pro del desarrollo de la estrategia y la táctica del Partido, del dominio de la teoría marxista-leninista de la revolución y su aplicación a las condiciones de nuestro país; el documento sintetiza también la propia experiencia de nuestro Partido.
En la discusión de este documento participó todo el Partido y la JC desde el mes de junio de 1978 y su aprobación por el Congreso nos dará una poderosa herramienta y una guía clara que facilitará nuestra marcha, nos permitirá asimilar mejor y más pronto a los nuevos militantes y promover el surgimiento de nuevos cuadro, en mayor número.
Es justo reconocer que el ataque constante que hemos recibido de parte de las organizaciones izquierdistas durante estos nueve años y nuestra larga polémica con ellos, fueron un acicate que nos obligó a empeñarnos en el desarrollo de nuestra línea, nos ayudó a superar algunas de nuestras concepciones equivocadas, superficiales y absolutas. La seriedad y fertilidad de este trabajo ha sido sin duda uno de los factores que más ha contribuido a mantener la cohesión del Partido y la JC.
Uno de los logros del desarrollo de nuestra línea, llamado a marcar una huella imborrable en el proceso de la lucha por la revolución en nuestro país, es la consigna de “la unidad de la izquierda” que lanzamos formalmente desde septiembre de 1976, consigna que dio pie a la elaboración de una política encaminada a ese objetivo, que ha sido recogida en el mencionado documento que se aprobará aquí.
Podemos informar al Congreso que la línea de la unidad de la izquierda ha comenzado a obtener éxito y lograr los primero frutos. Vemos hoy con optimismo esta perspectiva, sin dejar de reconocer sus tremendas dificultades.
k) Durante estos nueve años hemos logrado desarrollar mucho las relaciones y elevar el prestigio internacional de nuestro Partido. Esto ha jugado un papel decisivo para nuestra comprensión y aprovechamiento de la experiencia de otros Partidos, movimientos y luchas, ha despejado en muchos aspectos nuestro pensamiento, nos ha inculcado más profundamente las convicciones y el espíritu internacionalistas, nuestra fe en el socialismo y ha contribuido a promover la solidaridad mundial con la lucha de nuestro pueblo.
El PCS, fundado en marzo de 1930, cumplirá cincuenta años de vida el año próximo. A lo largo de su dilatada existencia, nuestro Partido ha hecho una gran contribución a la causa del proletariado y del pueblo salvadoreño en general.
Durante cuarenta años de sus cuarenta y nueve años de edad, el PCS fue un combatiente revolucionario solitario que empuñaba la bandera comunista del socialismo y la mantuvo en alto flameando, contra las adversidades, muchas veces sangrientas.
Los izquierdistas que nos atacan, encuentran en la edad del Partido uno de los argumentos que consideran más contundentes para “demostrar” la supuesta superioridad de sus organizaciones, que cuentan con menos de diez años de vida.
Nosotros debemos reflexionar con seriedad sobre esta cuestión, para conocer mejor los problemas de nuestro desarrollo y también para comprender más a fondo las características del desarrollo de la lucha política en nuestro país.
La primera pregunta que surge para la reflexión es esta:
¿Por qué no aparecieron mucho antes esas organizaciones izquierdistas, en cualquier momento entre los años 30 y los años 50 ó 60?.
Sus propagandistas suelen responder que antes el PCS era revolucionario y su influencia abarcaba todos los sectores del movimiento popular, monopolizaba-por decirlo así- el espacio para la…el PCS –según ellos- se volvió “revisionista”, lo cual hizo necesario el aparecimiento de otras organizaciones “genuinamente” revolucionarias.
Nosotros no pretendemos eludir, ni siquiera minimizar nuestros errores; los reconocemos y asumimos frente a ellos una posición auto-crítica, incluso, pensamos que algunos de nuestros errores y enfermedades ideológicas jugaron un papel que favoreció, en efecto, el surgimiento de las organizaciones izquierdistas. Pero consideramos que ello no basta para responder satisfactoriamente a la pregunta que hemos planteado, porque no es cierto que durante 40 años haya sido nuestro Partido la organización con el grado de desarrollo necesario para “monopolizar” todo el espacio disponible.
Al contrario, después de la destructiva derrota que el PCS sufrió a manos de la rabiosa contrarrevolución en 1932 y la represión de los años siguientes, fue reducido a un estado de prolongada debilidad, cercado por la persecución y el anticomunismo, ampliamente difundido. Más que la influencia de los comunistas, llenaba el espacio la influencia de los anticomunistas, la desorganización de las masas, su atraso político, su temor a la represión anticomunista.
El PCS, sin embargo, asumió una participación activa en todas las luchas y momentos cruciales de la historia nacional durante esas décadas, incluso ejerció influencia en el curso y el desenlace de los más importantes acontecimientos. Poco a poco, nuestro Partido logró romper el cerco de la venenosa campaña de calumnias que buscaba asfixiarlo y llevar las ideas progresistas y revolucionarias a sectores del proletariado, de la intelectualidad y del resto del pueblo. El PCS no abarcaba todo el espacio, se abrió paso, se abrió poco a poco un espacio y con ello lo abrió también para todos los matices y corrientes de la izquierda.
Estas corrientes, empero, no podían tampoco surgir sólo por que contaran con espacio. Era necesario que tuvieran un fundamento social, material, y este era sumamente estrecho durante decenios.
Sólo cuando se desplegó más el desarrollo del capitalismo dependiente y sus contradicciones, más exactamente, cuando éste entró en la tercera etapa de su desarrollo como formación económico-social, con la puesta en marcha de la industrialización, es que surgieron y se extendieron las bases sociales clasistas, que hicieron posible el surgimiento de las organizaciones izquierdistas, como expresión de determinadas clases y capas de la sociedad salvadoreña.
La industrialización de los años 50-70, como proceso dominado económica y tecnológicamente por los monopolios imperialistas y sus esquemas neocolonialistas y la aceleración de la expansión del capitalismo en la agricultura, trajeron consigo grandes deformidades y desequilibrios en la evolución social, una de las cuales consiste en el brusco surgimiento y crecimiento acelerado de las capas marginales y de las capas medias urbanas modernas, a un ritmo muy superior al crecimiento del proletariado industrial. En particular, cabe destacar el espectacular crecimiento experimentado por la masa de estudiantes universitarios y docentes (de unos 3000 en 1960 a más de 30,000 en 1979), en su mayoría sin posibilidades de graduación, ni de empleo. La proletarización masiva de los campesinos originó angustiosas tensiones y la agudización de la lucha de clases en el campo, sobre todo después de la guerra con Honduras, que redujo notablemente la posibilidad de un alivio al problema campesino mediante la emigración hacia las tierras de aquel país.
Incluso, la clase obrera industrial, ensanchada considerablemente en los 25 años últimos, por su reciente formación y su incipiente experiencia en la lucha de clases, conserva todavía rasgos sicológicos e ideológicos pequeño-burgueses o campesinos.
Se formó, así, una amplia base social para el surgimiento de organizaciones políticas pequeño-burguesas y para la proliferación de las corrientes izquierdistas; todo lo cual, junto con su propia inmadurez y sus errores, afectó también en cierta medida al desarrollo del PCS.
Así, pues, ni el PCS ocupaba el espacio disponible para la izquierda, durante los años treinta a los cincuenta, ni pudo ocuparlo todo cuando ese espacio se ensanchó descomunalmente en los años sesenta y setenta.
Es sintomático y demostrativo de lo dicho que, cuando nuestro Partido adoptó entre 1961-63 una línea izquierdista, pequeño-burguesa, también creció rápidamente, de modo principal entre los mismos sectores de las capas medias y las capas marginales, pero muy poco entre la clase obrera.
Nosotros luchamos por construir el Partido del proletariado, como Partido obrero real y no sólo por definición ideológico-teórica. No es que creamos que las capas medias y otros sectores del pueblo no pueden llevar la revolución al Poder. De hecho, eso ha ocurrido en varios países. Pero la suerte de la revolución, su avance hacia el socialismo y la construcción de éste no estarán asegurados mientras no estén en las manos del proletariado y del Partido del proletariado, también esto ha sido demostrado por la experiencia internacional.
Nuestro Partido aunque es el único verdaderamente obrero en nuestro país, lleva retraso en el cumplimiento de esta tarea esencial de su propia construcción en el corazón del proletariado, en el seno de las masas principales de obreros de la industria y el proletariado agropecuario sobre todo. Un mayor desarrollo del PCS, el destacamento revolucionario más maduro en El Salvador, contribuiría mucho más y mejor a superar el sectarismo, el desviacionismo y otras debilidades que aquejan al movimiento popular y, en consecuencia, a acortar el trecho para la victoria.
El desarrollo del PCS es, pues, hoy más que nunca, una tarea revolucionaria esencial. Esta es la consigna más importante que debe salir de este Congreso para los comunistas.
El hecho de que las organizaciones izquierdistas hayan comenzado a vincularse con el movimiento obrero es cierto que acarrea a los sindicatos a errores de aventurismo y trae confusión ideológica, sectarismo y división a sus filas, pero también esta vinculación está llamada a ejercer influencia sobre los izquierdistas y ayuda a crear condiciones en sus organizaciones en contra del sectarismo, a favor de la unidad de la izquierda, y de la corrección de muchos de sus esquemas ideológicos y políticos, como ha comenzado a verse en la práctica. Por otra parte, significa para nosotros un saludable reto a la emulación, que debemos aceptar.
Como ya hemos dicho atrás, la entrada en su fase madura de la crisis estructural y del sistema político, la búsqueda de una salida hacia el capitalismo monopolista de Estado dependiente, en las condiciones del ascenso del movimiento revolucionario en nuestro país, trajo consigo un proceso de fascistización de la dictadura militar que soporta el pueblo salvadoreño desde diciembre de 1931.
La tendencia al fascismo empezó a asomar cabeza desde los primeros días del gobierno del Coronel Arturo Armando Molina, julio de 1972, aunque sólo se configuró con toda nitidez cuando sufrió su primera derrota la corriente reformista que también abrigaba en su seno ese gobierno (salida del gabinete de los tres ministros reformistas, en octubre de 1973) y cobró un fuerte impulso después de la derrota del Primer Distrito de Transformación Agraria (octubre de 1976), el fraude en las elecciones del 20 de febrero de 1977 y la llegada del General Romero a la Presidencia de la República (1º de julio de 1977).
El fascismo era la forma de la contrarrevolución que por aquellos años estaba a la ofensiva en América Latina, apoyado y fomentado por la CIA, ciertas trasnacionales yanquis, el Pentágono y el gobierno del Partido Republicano.
Nuestro Partido tuvo el mérito de ver este peligro desde sus inicios y lo denunció. También vio desde el principio las dificultades que la fascistización enfrentaría en nuestro país y alertó contra el error de considerar el fascismo como un peligro fatal, inexorable: llamó a combatirlo firmemente.
El Pleno del CC realizado en agosto de 1972, fue el primero en señalar el surgimiento del peligro fascista, apuntar sus contradicciones y dificultades. Aunque no teníamos todavía nociones claras acerca de la naturaleza, el contenido clasista, objetivos y función histórica concretos del fascismo en países como el nuestro, el documento aprobado por ese Pleno del CC hizo un trazo bastante acertado al respecto.
He aquí algunos fragmentos:
“Es necesario que tomemos la más clara conciencia de que el asalto a la Universidad forma parte de una escalada hacia el entronizamiento de una tiranía fascista, para lo cual existen planes que maneja la alta jefatura militar, que es la que en realidad toma las más importantes decisiones en el gobierno actual.”
“La tendencia hacia el fascismo surge de la desesperada situación de deterioro en que se ha visto colocado el tradicional régimen militar derechista, por sucesivos flujos de la lucha popular, que han sido cada vez más poderosos. La guerra contra Honduras, como sabemos, le permitió al régimen un alivio de la presión popular y le proporcionó el espejismo de una consolidación duradera, que pronto fue roto por un flujo todavía más potente, el de 1971 y comienzos de 1972. Este último empuje popular condujo a la división en el ejército y al alzamiento fallido del 25 de marzo. Así, el régimen militar derechista ha sentido estremecerse el suelo bajo sus pies y ha encarado el peligro cierto del desmoronamiento”.
“¿Cómo anticiparse a un nuevo auge de la lucha popular, que puede ser más desastroso e incluso mortal para el régimen? Esta es la interrogante que se abrió para la estrategia enemiga”.
“Tres posibles respuestas surgen ante ellos para atajar el peligro”:
a) Un programa reformista;
b) Un vasto plan represivo;
c) Una combinación de ambos: una mezcla de garrote y reformas”.
“Esta última parece ser la fórmula que ha sido adoptada. Su objetivo político central es disputarle las masas al movimiento que encabezan las fuerzas revolucionarias y demás fuerzas democráticas. El enemigo pretende ganarse a las masas sobornándolas con migajas y, al mismo tiempo, aplicar selectivamente la represión contra las fuerzas revolucionarias, sus aliados y demás sectores progresistas, para debilitarlos o destruir su capacidad de dirección y su eficiencia para organizar y orientar al pueblo.
“Una línea basada únicamente en la represión, aislaría todavía más al régimen y forzaría el paso a las formas superiores de la lucha popular. Por lo demás, de las reformas no puede prescindirse porque ellas han llegado a ser indispensables para la expansión del capitalismo.”
“El fascismo exalta el militarismo y trata de impregnar con los procedimientos militares todas las actividades de su partido político, haciendo de él una especie de destacamento de choque, al tiempo que eleva el papel de la policía y demás cuerpos represivos y aplica la “solución militar” a todo conflicto social; militarizando empresas en huelga, disolviendo “manu militari” concentración y manifestación, etc.”.
“Los fascistas cuidan de dar a sus actos – al menos al comienzo- una apariencia legal, ya sea forzando mañosamente la aplicación de las leyes existentes o dictando leyes apropiadas para sus fines y procedimientos”.
“Los fascistas se esfuerzan por convertir las organizaciones de masas, en especial los sindicatos, en dóciles apéndices del gobierno. Con ese fin, procuran destruir la influencia de los comunistas y de otras tendencias progresistas en los sindicatos y demás organizaciones de masas, procediendo a la persecución de tales elementos e incluso disolviendo aquellas organización en las que resulta muy difícil erradicar la influencia revolucionaria.
“Todo indica, pues, que no debemos subestimar ni en lo mínimo el peligro fascista. Sin embargo, no debemos tampoco sobre-estimarlo. No debemos partir de que ya se ha entronizado una tiranía fascista, sino que debemos ser realistas y entender que está en marcha el plan de fascistización, pero no ha logrado todavía entronizarse”.
“Una descuidada caracterización de este gobierno de una vez como tiranía fascista, podría hacernos perder la perspectiva de la lucha y llevarnos a exagerar el papel de la lucha clandestina en la actualidad, abandonar o debilitar el amplio trabajo abierto y llevar confusión y fatalismo a las masas”.
“Para no sobre-estimar el peligro del fascismo debemos tener en cuenta que su llegada no supera las contradicciones dentro de las clases dominantes, ni dentro del ejército y que, mucho menos, supera las contradicciones entre el pueblo y sus explotadores y opresores. La fascistización trae consigo, además, nuevas contradicciones. El mismo hecho de que intente combinar represión con reformas lleva en sí una contradicción: el recrudecimiento de la represión fortalece las tendencias conservadoras y debilita a los sectores y elementos reformistas dentro del gobierno, hace más superficiales las medidas que lleguen a aplicarse; y, al contrario, entre más consecuentes son las reformas, más necesita el gobierno la movilización y apoyo populares para defenderlas y consolidarlas contra la resistencia de los sectores recalcitrantes, lo cual entra en conflicto con las acciones represivas”.
“No debemos olvidar que el proceso de fascistización que se está intentando no ocurre en un país capitalista desarrollado, si no en un país dependiente en el que ha avanzado mucho la crisis de estructura y son muy agudos los problemas sociales. Esto tiende a dificultar la marcha de la fascistización, puesto que para superar los graves problemas económicos y sociales no bastan los parches de superficie y no es muy fácil ganar con ellos la simpatía de las masas”.
“Contamos con dos factores especialmente favorables para enfrentar el plan de fascistización”:
a) La muy difundida actitud opositora de las masas hacia este gobierno;
b) El adelantado trabajo de frente único en el terreno político”.
Hasta aquí, las citas del documento del Pleno del CC de agosto de 1972. Su extraordinaria previsión y acierto saltan a la vista casi a siete años de distancia.
En efecto, el proyecto fascista se encuentra hoy atascado. Continúan los fascistas en el timón del Estado, principalmente al mando de la Fuerza Armada, continúan causando sufrimientos y derramamiento de sangre del pueblo trabajador, pero sus esquemas económicos y sus pretensiones de configurar un Estado verticalista se encuentran en el atolladero.
Por otra parte, la gran ofensiva del fascismo de los años 71-76 en América Latina, encontró su tope y dio principio el debilitamiento, el cuarteamiento, y, en algunos casos –como el de Bolivia-incluso el derrumbe de los fascistas.
Las dificultades que enfrentan los fascistas salvadoreños son crecientes. Las principal es la heroica resistencia y la solidaridad internacional; pero también otras que son graves; las crisis económica se ha agudizado por causas no solamente económicas sino, principalmente, por la crisis política, que promueve la fuga masiva de capital y bloquea la inversión externa; el apoyo a los fascistas de parte de la burguesía ha dejado de ser unánime con el aparecimiento de un sector aperturista, que incluye señores del gran capital, la condena internacional contra este gobierno terrorista encabezado por el General Romero se ha mantenido y crece. Incluso, la Comisión de Derechos Humanos de la OEA elaboró un informe gravemente acusatorio contra el gobierno de Romero. El gobierno Carter, como parte de las necesidades de su política hacia la dictadura de Somoza y Centroamérica en general, ha retornado, a su pesar, a las presiones aperturistas sobre el gobierno salvadoreño y despliega maniobras con una parte de las fuerzas opositoras. Resurge el descontento y la actividad golpista en el Ejército. La Iglesia, pese al martirio a que ha sido sometida por los fascistas y de lo que estos han conseguido dividir sus filas, no se les pliega y se mantiene en lucha. Un nuevo auge de la lucha de masas ha comenzado a levantarse, motorizado por el creciente movimiento huelguístico de la clase obrera; la unidad del movimiento revolucionario, una vez hecha la aleccionadora experiencia de los dos últimos años, desde el 28 de febrero de 1977, ha comenzado a dibujarse como una posibilidad real en el horizonte.
El desplome, a fines del año pasado, del régimen policial impuesto por los fascistas a la Universidad, con el llamado Consejo de Administración Provisional (CAPUES) a la cabeza, fue la primera muestra práctica de que el esquema de éstos no marcha. La reconquista de la influencia fundamental en la conducción de la Universidad por las fuerzas democráticas, fue un revés para los fascistas.
La reciente derogatoria de la Ley de Defensa y Garantía del Orden Público, instrumento típicamente fascista de represión, fue otra muestra de que el régimen necesita urgentemente de una maniobra política para capear la tormenta que se levanta en su horizonte.
Como lo apuntamos atrás, ante esta situación en la que el proyecto fascista se atasca y el peligro de revolución crece, una parte de las clases dominantes prefiere buscar una salida de tipo “aperturista”, antes de arriesgarse a que el desgaste de la dictadura militar facilite un mayor avance revolucionario, que puede volverse irreversible.
Por otra parte, la dirección del PDC, con la cual ha mantenido contactos sistemáticos la Embajada de los Estados Unidos, en San Salvador y el propio Departamento de Estado, de un modo más frecuente desde mediados de 1977, percibió lo que empezaba a ocurrir y trazó un esquema orientado a favorecer el agrupamiento y toma de posición de los señores de la burguesía incluidos a favor de una maniobra aperturista. Una parte de los dirigentes del PDC veían en ello y creemos que quizá ven todavía- sólo una táctica que busca estimular y utilizarlas para obtener algunas concesiones, que faciliten la lucha del pueblo. Otra parte de ellos miraban en esos acercamientos a los capitalistas y miran hoy con mayor determinación, la posibilidad de que el PDC asuma el papel real de partido de la burguesía y se le abra, así, el acceso al gobierno. Una preocupación común a toda la dirigencia del PDC es el lamentable estado de desorganización casi total de su Partido y el angustioso deseo de sacarlo a flote de nuevo, como condición indispensable para la continuidad de su movimiento y su ideología en la escena política del país.
El proyecto de llevar al PDC al servicio de la burguesía y de la política de Carter, implica, desde luego, su ruptura con el Programa de la UNO y con la UNO misma; ya que estos son claros compromisos con el movimiento popular, opuesto al imperialismo y a la burguesía, opuesto sobre todo a la dictadura militar en fascistización.
Desde mediados de 1978, empezaron a realizarse los encuentros entre dirigentes democristianos y señores del gran capital. A fines del año se había configurado un grupo bastante definido de éstos, a favor del ensayo aperturista y a comienzos de 1979 el PDC logró atraer a la masa de esas conversaciones a una representación del Arzobispado de San Salvador.
Paralelamente, con esto, la democracia cristiana latinoamericana conquistaba una posición de gran peso con el triunfo de Herrara Ca|mpins en las elecciones presidenciales de Venezuela y así la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), cuyo Presidente es José Napoleón Duarte, renovó sus negociaciones con el gobierno de Carter, en busca de un entendimiento similar al que existe entre éste y la Internacional Socialista, para la instalación de gobiernos alineados con la actual política de Washington. Sobre la naturaleza, objetivos, limitaciones de este entendimiento y los intereses autónomos de estas fuerzas, se habla en el documento “Fundamentos y Tesis de la Línea General del Partido Comunista de El Salvador”.
Todo parece indicar que el pacto entre la DC y Washington, relativo a El Salvador, ha sido concluido y ha comenzado a rumorarse sobre que el próximo gobierno estará presidido por Duarte; en medios de la burguesía se comenta con entusiasmo que “el PDC se transformará en el poderoso partido que se necesita”. (es decir, que necesita la burguesía).
En febrero todo parecía listo para que una delegación del gobierno, ya nombrada por éste, se incorporara a la mesa donde negociaban el PDC, el grupo de s encabezados por Francisco de Sola y los representantes de la Iglesia. Pero justamente en ese momento y en ausencia del General Romero que estaba de visita oficial en México, la Guardia Nacional asaltó el centro católico “El Despertar”, asesinando a varias personas, entre ellas el sacerdote Octavio Ortiz Luna. La Iglesia se negó entonces a concurrir a la misma mesa con el gobierno y éste mostró interés en acudir a la cita que había aceptado.
La Comisión Política llegó a la conclusión de que el asalto a “El Despertar” fue una deliberada provocación montada por los fascistas para frustrar aquellas negociaciones, con las que no están muy de acuerdo.
Por ese mismo tiempo, entró en circulación la famosa Carta Abierta al General Romero, del “Comité de Defensa Nacional”, nombre tras el cual se agrupa el sector fascista de la gran burguesía, encabezado por Roberto Hill, Lemus O´Byrne y otros, es decir, por los jefes de los grupos financieros “Desarrollo” y “La popular”, que son los principales beneficiarios de la política económica del gobierno y del crédito del Banco Central. En la carta acusaban a Romero de vacilar en el cumplimiento de su compromiso de aplastar al movimiento revolucionario y le exigían declararle una guerra total, cortar cualquier diálogo aperturista, hasta que se haya impuesto “La Paz”, etc.
La lucha dentro de ANEP entre estas dos tendencias de la burguesía, condujo a que ésta adoptara una posición ecléctica, que busca conciliarlas. Esta posición se contiene en el “Llamamiento a la reflexión” a ANEP. Publicado a comienzos de marzo, en el cual, como tributo al sector fascista, se atacaba al Arzobispado. Luego vino la formidable jornada huelguística de los trabajadores y entonces los empresarios realizaron urgentes asambleas de la ASI y la Cámara de Comercio, donde prevaleció la línea del “Comité de Defensa Nacional”.
El gobierno, en cambio, mantuvo frente el movimiento huelguístico en aquellos días una posición amenazante y en cierto momento directamente represiva, pero al mismo tiempo cautelosa.
Estos sucesos se reflejaron en la mesa de las negociaciones aperturistas. Ya no aparecieron allí los capitalistas ni la Iglesia, pero en cambio se iniciaron los encuentros entre el gobierno y el PDC. Cuando ambos habían logrado que los capitalistas y la Iglesia aceptaran concurrir de nuevo, fue el Alto Mando de la Fuerza Armada el que decidió dejar en suspenso indefinido esas pláticas por considerar que los dirigentes democristianos y el Arzobispado actúan deslealmente, ya que prosiguen “haciendo ataques al gobierno”. En el equipo superior del gobierno se han formado también una agrupamiento aperturista y otro el que persiste en el esquema fascista.
Así están las cosas hoy. Entre tanto, el Departamento de Estado cambió a dos de los más importantes funcionarios de su Embajada en San Salvador, nombrando a elementos con experiencia en las maniobras políticas. Esta es una obvia manifestación de la determinación de Washington a alcanzar aquí los objetivos que se ha trazado y sus compromisos con la DC.
Los fascistas, por su parte, han procedido a reorganizar las bandas asesinas y se disponen a llevar adelante una campaña de exterminio de dirigentes y cuadro del movimiento obrero, campesino y en general del movimiento popular.
Este cuadro de contradicciones, pasos y contrapasos de una apertura limitada, ilustra muy bien lo que ya dijimos atrás: una maniobra de este tipo resulta sumamente difícil y riesgosa en las condiciones de nuestro país. Pero no debemos subestimarla en absoluto.
La posición de nuestro Partido, trazada por la Comisión Política desde el año pasado, se resume así:
• La bandera de una salida democrática debe tomarla en sus manos el movimiento obrero, con una plataforma de demandas políticas consecuente con los intereses populares, en torno de la cual debemos reunir si fuera posible, a todas las fuerzas civiles y militares. El movimiento por una salida democrática a la crisis política no debe quedar en manos de la burguesía y el imperialismo.
• Sólo desde esta posición popular e independiente, puede sacarse un provecho real para la causa revolucionaria a la lucha por una salida democrática.
• Debemos tratar de atraer a la Iglesia a un compromiso con este frente de fuerzas democráticas encabezado por el movimiento obrero.
• No debemos permanecer impasibles ante el arrastre del PDC a las posiciones de la burguesía; debemos disputárselo, tratar de retornarlo al compromiso popular.
• Estimular las contradicciones que se han abierto en el campo enemigo y, si es necesario, negociar con los sectores no fascistas de ese campo, pero desde las posiciones del despliegue del movimiento popular por una salida democrática.
Nosotros, en resumen, partimos de la base de que el problema de la “apertura” ha sido colocado en el centro del hacer político diario de todas las fuerzas, dominantes y dominadas; que este problema acarreará una mayor agudización de las contradicciones en el campo enemigo y también puede acarrear más contradicciones en el movimiento popular, prepararlo para aprovechar las contradicciones en el campo enemigo. La clave de esta táctica está en no ilusionarnos con la apertura de que hablan las clases dominantes y el imperialismo y no involucrarnos en su maniobra, como parte integrante, abierta o encubierta del frente de fuerzas que los aperturistas de “arriba” intentan formar en torno suyo. Así, mantendremos la independencia y podremos resolver bien los problemas de la formación y unificación del frente popular. He aquí los intrincados y complejos problemas que este momento concreto se plantean al trabajo de nuestro Partido por el Frente Único; y hemos de saberlo resolver correctamente.
Nosotros tenemos una línea clara y minuciosamente elaborada sobre el trabajo por el frente único y el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo. Esa es una gran ventaja para nosotros en este complicado momento.
Las orientaciones trazadas a este respecto por la CP el año pasado siguen siendo válida; y sólo eso, han comenzado a aplicarse con éxito. El Comité Coordinador Provisional del Movimiento Síndical, que como dijimos ya, abarca alrededor de las tres cuartas partes de éste, ha acordado convocar a un Foro de las fuerzas populares y democráticas para fecha próxima, en el que se discutirá el momento político actual y se buscará la formulación de una Plataforma común de demandas democráticas para la salida a la crisis política.
Este es, compañeros, un logro importante de nuestro trabajo que hemos de empeñarnos en llevar a su exitosa culminación.
VIII
Compañeros:
La convulsa situación que vive nuestro país forma parte de la crucial situación centroamericana actual. Centroamérica es la región donde radica hoy el centro más activo de la revolución latinoamericana. En Nicaragua, la revolución forcejea por derrumbar el último muro de contención; en Guatemala y El Salvador el proceso revolucionario ha tomado proporciones muy grandes, es un gran movimiento de masas.
La revolución, es cierto, enfrenta muchas dificultades y debe superar muchas debilidades de sus fuerzas organizadas. Especialmente, sufre por la división entre las organizaciones revolucionarias, que no facilita la tarea de reunir todas las fuerzas y lanzarlas concentradamente contre el enemigo común y principal. Es motivo de legítima alegría constatar que la unidad comienza a avanzar en Centroamérica. Nosotros saludamos la reunificación de las tres fracciones del Frente Sandinista bajo una dirección única; saludamos, así mismo, la creación del “Frente Patriótico” en Nicaragua.
Centroamérica está ahora más preñada de revolución que en ningún otro momento del pasado. Los comunistas debemos ser dignos de este momento, estar a la altura de sus exigencias. Nosotros celebramos con entusiasmo la nueva fase en que hemos entrado en las relaciones de los Partido Comunistas y Obreros de Centroamérica y México entre sí y de éstos con las demás fuerzas revolucionarias, fase de cooperación real, internacionalismo militante, crítica mutua fraternal.
Compañeros militantes del PCS, delegados a este VII Congreso; Compañeros de los Partidos hermanos que están aquí con nosotros; queremos concluir este informe de nuestro Comité Central, proponiendo a todos:
¡Viva el internacionalismo proletario y el marxismo-leninismo!
¡Viva la gran Comunidad Socialista encabezada por la Unión Soviética, bastión de la causa de todos los pueblos de la tierra!
¡Viva Cuba Socialista, ejemplar combatiente internacionalista!
¡Viva la revolución centroamericana y la unidad de todas sus fuerzas!
¡Viva la heroica clase obrera salvadoreña, nuestro combatiente movimiento popular todo!
¡Viva el Partido Comunista de El Salvador!
¡Viva el Comunismo!
San Salvador, 12 de abril de 1979.