La participación del Partido Comunista de Costa Rica en la década de 1930: el caso de los comicios de 1934*
IVÁN MOLINA JIMÉNEZ HISTORIA Y POLÍTICA, núm. 13, págs. 175-200
LA expansión de los partidos comunistas en Centroamérica fue posterior a 1920. El primer partido que se fundó fue el guatemalteco (1923), al que le siguieron el hondureño (1927), el salvadoreño (1930), el costarricense (1931) y el nicaragüense (1931-1934). La fundación de tales organizaciones se adelantó al inicio de la crisis económica de 1930, o coincidió con tal crisis, en cuyo contexto los militares iniciaron largas dictaduras en todo el istmo, con excepción de Costa Rica: Jorge Ubico en Guatemala (1931-1944), Maximiliano Hernández Martínez en El Salvador (1931-1944), Tiburcio Carias en Honduras (1933-1949) y Anastasio Somoza García en Nicaragua (1936-1956). El descontento social asociado con la crisis condujo a una represión fulminante y brutal de los comunistas guatemaltecos y salvadoreños, y más moderada y paulatina de los hondurenos y nicaragüenses1.
La izquierda costarricense, después de una breve exclusión electoral que estuvo en vigor entre junio de 1931 y septiembre de 1932, fue la única que logró permanecer como una organización legal: tras cambiar su nombre a Bloque de Obreros y Campesinos (BOC), pudo insertarse en el sistema político y competir de manera sistemática en los comicios del período 1932-19482.
- La investigación de base para este artículo fue realizada en el Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas (CIICLA) y financiada por la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad de Costa Rica.
1 Arturo Taracena, «El primer Partido Comunista de Guatemala (1922-1932). Diez años de una historia olvidada», Anuario de Estudios Centroamericanos, San José, 15: 1 (1989), págs. 49-63; Erik Ching, «In Search of the Party: The Communist Party, the Comintern, and the Peasant Rebellion of 1932 in El Salvador», The Americas, 55: 2 (October, 1998), págs. 204-239; Darío A. Euraque, Reinterpreting the Banana Republic: Región and State in Honduras, 1870-1872, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1996, págs. 37-38; Gustavo Gutiérrez, «Historia del movimiento obrero en Nicaragua», Cuadernos Centroamericanos de Historia, Managua, núm. 2 (mayo-agosto, 1988), págs. 87-88.
2 El Poder Ejecutivo, en julio de 1931, denegó la solicitud de inscripción electo- ral presentada por los comunistas, por lo cual estos últimos apelaron al Congreso, el cual confirmó el rechazo el 7 de octubre; casi un año después, sin embargo, y con el apoyo tácito de Ricardo Jiménez, la izquierda logró inscribirse, al cambiar el nombre del partido. Iván Molina Jiménez, «De la ilegalización a la inserción política. El Partido Comunista de Costa Rica y la elección municipal de 1932», Revista del Colegio de San Luis, San Luis Potosí (en prensa).
La exitosa inserción de este partido fue facilitada porque, a diferencia de los otros países de Centroamérica, en Costa Rica prevaleció, desde el siglo xix, una tendencia a enfrentar los conflictos sociales por vías que privilegiaban la búsqueda de acuerdos institucionales.
Los propios comunistas, una vez que empezaron a ocupar puestos en las municipalidades y en el Congreso, contribuyeron a reforzar esta línea reformista, al convertirse en los principales promotores del cambio social mediante la modificación de la legislación vigente.
La primera experiencia electoral del BOC fue en la votación municipal de diciembre de 19323, en la cual capturó dos puestos en el concejo de San José, principal ciudad y capital de Costa Rica. La estrategia de la izquierda de atraerse el apoyo de los desocupados, cuyas filas se expandían a medida que se profundizaba el impacto de la crisis económica mundial4, la condujo a un conflicto creciente con las autoridades, que culminó en un choque entre trabajadores y policías el 22 de mayo de 1933. La represión posterior, sin embargo, fue moderada y el BOC sobrevivió como un partido legal y, según Manuel Caballero, el principal de su tipo en Centroamérica y uno de los más exitosos del continente5.
3 La ley electoral de 1927 establecía que los comicios municipales (a efectuarse en diciembre) no coincidirían con los presidenciales ni legislativos (a verificarse en febrero), disposición que se modificó a partir de 1934, cuando la escogencia de los regidores empezó a realizarse conjuntamente con las otras votaciones. Costa Rica, «Ley de elecciones». Colección de leyes y decretos, 2.Q semestre. Año de 1927 (San José, Imprenta Nacional, 1928), pág. 183.
4 Victor Bulmer Thomas, La economía política de Centroamérica desde 1920, San José, Banco Interamericano de Integración Económica, 1989, págs. 62-72; Ana María Botey y Rodolfo Cisneros, La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica, San José, Editorial Costa Rica, 1984, págs. 75-132.
5 Manuel Caballero, Latín America and the Comintern 1919-1943, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pág. 53.
6 José Merino del Río, Manuel Mora y la democracia costarricense, Heredia, EFUNA, 1996; Marielos Aguilar, Carlos Luis Fallas: su época y sus luchas, San José, Editorial Porvenir, 1983; Alejandro Gómez, Rómulo Betancourt y el Partido Comunista de Costa Rica (1931-1935), San José, Editorial Costa Rica, 1994; Francisco Zúñiga, Carlos Luis Sáenz: el escritor, el educador y el revolucionario, San José, Ediciones Zúñiga y Cabal, 1991; Iván Molina Jiménez, «Un pasado comunista por recuperar: Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas en la década de 1930», en Carmen Lyra y Carlos Luis Fallas, Ensayos políticos, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2000, págs. 9-66.
Las investigaciones sobre el Partido Comunista de Costa Rica, en el período anterior a 1950, pueden dividirse en cuatro grupos: las que versan sobre intelectuales y líderes, como Manuel Mora, Carlos Luis Fallas, Rómulo Betancourt, Carlos Luis Sáenz y Carmen Lyra6; las que examinan el papel jugado por la izquierda en las lu- chas sociales de las décadas de 1930 y 19407; las que analizan la alianza entre los comunistas, el Republicano Nacional y la Iglesia católica en 1943, y el conflicto político posterior que culminó en la guerra civil de 1948, luego de la cual el Partido Comunista fue ilegalizado8; y las que tratan específicamente sobre el origen intelectual del Partido, sus primeras actividades, su discurso público y la participación femenina9.
7 Vladimir de la Cruz, Las luchas sociales en Costa Rica 1870-1930, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica y Editorial Costa Rica, 1980, págs. 211-253; Emel Sibaja, «Ideología y protesta popular: la huelga bananera de 1934 en Costa Rica», Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional, 1983; Marielos Aguilar, Clase trabajadora y organización sindical en Costa Rica, 1943-1971, San José, Editorial Porvenir, 1989, págs. 15-40; Aviva Chomsky, West Indian Workers and the United Fruit Company in Costa Rica, 1870-1940, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1996, págs. 235-258.
8 Osear Aguilar Bulgarelli, Costa Rica y sus hechos políticos de 1948, San José, Editorial Costa Rica, 1969; John Patrick Bell, Guerra civil en Costa Rica. Los sucesos políticos de 1948, San José, EDUCA, 1976; Jacobo Schifter, La fase oculta de la guerra civil en Costa Rica, San José, EDUCA, 1979; Manuel Rojas Bolaños, Lucha social y guerra civil en Costa Rica 1940-1948, San José, Editorial Porvenir, 1980; Gustavo Soto Valverde, La Iglesia costarricense y la cuestión social: antecedentes, análisis y proyecciones de la reforma social costarricense de 1940-43, San José, EUNED, 1985; Gerardo Contreras y José Manuel Cerdas, Los años 40: historia de una política de alianzas, San José, Editorial Porvenir, 1988; Víctor Hugo Acuña, Conflicto y reforma en Costa Rica: 1940-1949, San José, EUNED, 1992; Fabrice Lehoucq, «The Origins of Democracy in Costa Rica in Comparative Perspective», Ph. D., Duke University, 1992; Eugene D. Miller, A Holy Alliance? The Church and the Left in Costa Rica, 1932-1948, Armonk, M. E. Sharpe, 1996.
9 Vladimir de la Cruz, «El primer congreso del Partido Comunista de Costa Rica», Estudios Sociales Centroamericanos, San José, núm. 27 (setiembre-diciembre, 1980), págs. 25-63; Víctor Hugo Acuña, «Nación y política en el comunismo costarricense (1930-1948)», Ponencia, Tercer Congreso Centroamericano de Historia, San José-Costa Rica, 15-18 de julio de 1996, págs. 1-19; Rosalila Herrera, «Maestras y militan-cia comunista en la Costa Rica de los años 30», en Eugenia Rodríguez Sáenz (ed.), Un siglo de luchas femeninas en América Latina, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2002, págs. 131-146.
El estudio del Partido, en la mayoría de los trabajos existentes, ha sido emprendido en función de contextualizar a figuras como las ya indicadas o de comprender mejor eventos (por ejemplo, la huelga bananera de 1934) o procesos específicos (como la polarización política ocurrida en la década de 1940). El énfasis en tales temas ha supuesto que el examen de la dinámica electoral del Partido fuera prácticamente descartado.
El análisis de sus resultados en las urnas evidencia, sin embargo, que lo electoral, lejos de ser una dimensión secundaria o marginal, se constituyó en el eje fundamental del BOC, en torno del cual se articularon las actividades sindicales y editoriales.
El propósito de este artículo es precisamente investigar a fondo esa dimensión electoral a partir de una experiencia específica: la elección legislativa y municipal de febrero de 1934 (comicios de medio período)10, en la cual el BOC logró, en términos del número de puestos que ganó, su mejor desempeño durante la década de 1930, por lo cual dicho resultado contribuyó a consolidar su inserción política.
La clave del éxito logrado en 1934 fueron tres factores institucionales no considerados en los estudios existentes: primero, un presidente de la república, Ricardo Jiménez, que durante su tercera administración (1932-1936) fue un decidido defensor de la inclusión política de la izquierda; segundo, una dinámica electoral caracterizada por la baja asistencia a las urnas en los comicios de medio período; y tercero, un sistema de adjudicación de puestos legislativos y municipales que, cuando se basaba en el método proporcional, era decisivamente afectado por el porcentaje de abstencionismo.
1. UN PARTIDO CAUTELOSO
Los dos puestos que el BOC alcanzó en el municipio de San José, en diciembre de 1932, fueron la base de una ambiciosa estrategia que combinaba su quehacer sindical, electoral y editorial. La lucha de los regidores comunistas a favor de los sectores populares y en contra de la corrupción empezó a ser ampliamente destacada en el periódico del Partido, Trabajo, con el fin de resaltar el compromiso de la izquierda con los trabajadores11. La propaganda fue facilitada porque ese medio pasó de una circulación mensual a una semanal, variación de la que se apresuró a informar, en mayo de 1933, el ministro de Estados Unidos en San José, Charles C. Eberhardt:
10 La ley electoral de 1927 establecía comicios de medio período para renovar la mitad del Congreso dos años después de las votaciones generales. Costa Rica, «Ley de elecciones», págs. 181-182.
11 Véase, por ejemplo, Trabajo, 7 de enero de 1933, págs. 1-3.
TRABAJO, el periódico semanal del Partido Comunista, está siendo publicado de manera regular y ahora circula más libremente. El periódico es más abierto que antes sobre cuestiones de política local puesto que el Partido fue capaz de elegir a dos de sus miembros al concejo de San José en las elecciones de diciembre último, y a las variadas actividades de sus regidores en nombre de las clases trabajadoras les es dada mucha publicidad12.
La promoción sistemática del desempeño de los regidores Adolfo Braña (de origen español) y Guillermo Fernández fue combinada con la crítica al gobierno de Ricardo Jiménez y la apertura de Trabajo a variadas denuncias sobre las condiciones laborales y de vida de los trabajadores urbanos y rurales. El Partido, a la vez, se esforzó por informar sobre su crecimiento y el quehacer de sus células, en tanto mantenía una práctica moderada, al extremo que, entre enero y abril de 1933, no organizó ninguna manifestación.
La cautela fue evidente durante el conflicto por derogar una ley de diciembre de 1928 que prohibía la jornada nocturna en las panaderías, tema que entonces se discutía en el Congreso. La dirigencia comunista, aunque se identificó con la lucha por defender tal disposición y aplicarla plenamente, se limitó a expresar el 19 de marzo:
… los trabajadores de San José, de todos los ramos, en un solo gesto de viril solidaridad clasista, deben ir a las barras del Congreso. Deben ir a impedir, a todo trance y con todos los medios, que ese monstruoso dictamen cristalice en ley. Al ayudar a los compañeros panaderos en la lucha por la defensa de su salud, y por la mejora de sus salarios; al ayudar a combatir por la ley de trabajo diurno, libran una batalla contra los patrones y contra la clase capitalista13.
Los líderes de izquierda, lejos de llamar a la huelga o a la movilización callejera, se esforzaron por encauzar legalmente la lucha de los trabajadores y centrarla en el logro de un objetivo institucional. El enfoque dado al conflicto de los panaderos no fue una excepción: la manifestación con que se conmemoró el primero de mayo de 1933 tenía por fin «luchar por la implantación de la Ley de Salario Mínimo y por la de Ayuda a los Desocupados, elaboradas por el Partido Comunista y archivadas por el Congreso…»14.
12 United States National Archives. Decimal Files (en adelante USNA.D.K). «Com-munist activities Costa Rica». 818.00B/48 (Marzo, 29, 1933), págs. 1-2.
13 Trabajo, 19 de marzo de 1933, pág. 1.
14 Trabajo, 23 de abril de 1933, pág. 1.
El afán por evitar cualquier desorden, controlar a eventuales agentes provocadores y disciplinar a los militantes y simpatizantes, condujo al comité organizador a advertir:
… no se consentirá a ningún individuo en estado de ebriedad; y que un Comité de Vigilancia cuidará de que no se altere la disciplina de la manifestación. Ese comité tiene plenos poderes e instrucciones para proceder sin contemplaciones15.
La presencia comunista en el desfile del primero de mayo fue debidamente captada por Eberhardt, quien informó que su participación fue posible gracias a que el presidente Jiménez la autorizó. El ministro destacó, además, que la manifestación del Partido atrajo a unas 1.200 personas, entre las cuales figuraban mujeres y niños; según él, varios comentaristas calcularon que el total de trabajadores capitalinos fue inferior a 800, al tiempo que afirmaban que el orden y la falta de beligerancia con que se comportaron indicaban que la mayoría ignoraba qué era la ideología comunista o no sentía entusiasmo por ella. El diplomático estadounidense compartía, en parte, esta última opinión, ya que señaló:
… me inclino a creer que la demostración del Primero de Mayo fue más una protesta de los desempleados que una manifestación comunista; que el orden mantenido por los participantes fue debido a la disciplina requerida por los líderes; y que a menos que los políticos locales presten más atención a los desempleados y a aquellos de la clase de los peones que son peor pagados, las filas de los comunistas se verán incrementadas en gran medida en los meses siguientes, con el resultado de que el Partido será capaz de elegir diputados al Congreso en las elecciones de 1934 y ganar fuerza16.
La descripción comunista del evento fue muy distinta: en Trabajo, calificaron su manifestación de «gigantesca» y enfatizaron en que, por vez primera, «…la clase trabajadora de Costa Rica cumple la consigna internacional de luchar el Primero de Mayo contra la opresión capitalista y por la sociedad sin clases»17.
15 Trabajo, 1 de mayo de 1933, pág. 1.
16 USNA.D.F., «Communist activities Costa Rica». 818.00B/53 (May 5, 1933), páginas 2-3.
17 Trabajo, 7 de mayo de 1933, pág. 1.
La conveniencia de concentrar el esfuerzo de propaganda en las personas sin empleo coincidía con los planteamientos del Comintern (Buró del Caribe): en una carta del 9 de mayo, tal organización indicaba que la ayuda a los desempleados «…debe ser uno de los puntos centrales en las luchas… del Partido»18. El fértil terreno que la desocupación suponía para la expansión de la ideología comunista también inquietaba a Eberhardt; en un informe del 29 de marzo de 1933, el ministro estadounidense advertía:
… no es difícil entender el aparente avance logrado por el Partido Comunista en Costa Rica durante los meses recientes; los líderes han tomado ventaja de cada oportunidad para apoyar a los desempleados cuando la [solicitud] ayuda fue rechazada por otros partidos políticos y aun por la Iglesia católica y las distintas misiones protestantes. Cuando individuos con quejas acerca de sus empleadores procuran la intervención de funcionarios del gobierno o de otros de quienes esperan apoyo, se les dice que nada se puede hacer al respecto, mientras que líderes comunistas como los regidores Braña y Fernández, y Manuel Mora Valverde, se ofrecen para ayudar a los trabajadores a lograr justicia. A juzgar por las recientes actividades del Partido y el aparente éxito de sus esfuerzos por fundar clubes, parece que un número de candidatos del Bloque de Obreros y Campesinos entrarán en la campaña para las elecciones legislativas de febrero de 1934, y no es del todo improbable que varios de esos candidatos sean exitosos en obtener asientos en la cámara legislativa19.
2. EL ENFRENTAMIENTO DEL 22 DE MAYO DE 1933
El interés de la izquierda por ampliar su influencia entre los desocupados fue el contexto en que ocurrió el enfrentamiento del 22 de mayo de 1933. El responsable de la actividad, según la versión oficial de Trabajo, fue un «comité de frente único». El papel jugado por el Partido se habría limitado, simplemente, a prestar el salón de su local para que desempleados de diversas afiliaciones políticas (y quienes no deseaban ser calificados de comunistas) organizaran una manifestación: «…el choque comenzó cuando a quemarropa el teniente Castillo hirió gravemente en la ingle al compañero Quesada. Ya provocada por la policía la lucha, los trabajadores se batieron heroicamente»20.
18 Erik Ching, «El Partido Comunista de Costa Rica, 1931-1935: los documentos del Archivo Ruso del Comintern», Revista de Historia. San José, núm. 37 (enero-junio, 1998), pág. 43.
19 USNA.D.F., «Communist activities Costa Rica», 818.00B/48 (March 29, 1933), págs. 3-4.
La versión que Eberhardt presentó a sus superiores difería, sin embargo, de la que publicó la izquierda. El despido de unos empleados del municipio josefino que laboraban en obras públicas condujo, según el diplomático, a que en la prensa circulara un aviso en el que se invitaba a todos los desocupados a reunirse en la sede del Partido en la tarde del lunes 22 de mayo. Las autoridades, al tanto de la actividad, enviaron un oficial y cuatro policías (dos de los cuales iban a caballo) a las cercanías del local con el fin de mantener el orden y evitar una manifestación por las calles de San José. Los trabajadores, aunque tenían una cita con el Secretario de Gobernación y varios funcionarios edilicios, carecían del permiso para desfilar, por lo que la lucha comenzó cuando
… un Fallas, un líder comunista de Alajuela… urgió a los reunidos a no prestar atención a la policía y a marchar a la oficina del Secretario de Gobernación. Los desempleados habían sido aprovisionados de palas y machetes por los líderes comunistas y fueron capaces de poner al manojo de policías fuera de combate antes que otro contingente de policía llegara a la escena. Uno de los policías heridos murió el 23 de mayo y no se espera que otro sobreviva. Durante la lucha, más de cuarenta de los supuestos comunistas fueron capturados por la policía; sin embargo, todos los líderes, algunos de los cuales se cree fueron heridos, escaparon… Se presume por tanto que la mayoría de los participantes en la confrontación no eran comunistas, sino simples trabajadores desempleados; los líderes comunistas… dejaron a los participantes sufrir las consecuencias de los actos de violencia a los cuales habían sido incitados21.
La comparación de las versiones de Trabajo y de Eberhardt evidencia que, aunque el Partido no fue el organizador de la actividad, la apoyó, con el presumible fin de aumentar su influencia entre los desocupados; pero una vez ocurrido el enfrentamiento, la dirigencia se apresuró a distanciarse de los disturbios.
20 Trabajo, 30 de mayo de 1933, pág. 1. Véase también: Cruz, «El primer congreso», pág. 50. Gómez, Rómulo Betancourt, pág. 94.
21 USNA.D.F. «Communist activities Costa Rica». LS. 818.00/1416 (May 26, 1933), págs. 2-3. Ching, «El Partido Comunista de Costa Rica», págs. 53 y 56. La Tribuna, 24 de mayo de 1933, pág.
Esto último era, sin duda, difícil de sostener, dado que el que incitó a los trabajadores a desafiar a las autoridades y a marchar, a sabiendas de que no se
contaba con el permiso correspondiente, fue un joven comunista altamente apreciado por los líderes de San José: el secretario general de la filial del BOC en la ciudad de Alajuela, Carlos Luis Fallas.
El propósito de la reunión efectuada en la sede del Partido tenía el propósito explícito de organizar una manifestación de desocupados (no de emprender, en lo inmediato, una protesta callejera), por lo que no se solicitó autorización alguna para marchar, como sí lo había hecho la dirigencia del BOC para desfilar el primero de mayo. La convocatoria de la actividad, en tales términos, explica por qué tan pocos policías fueron enviados inicialmente para vigilarla; las autoridades, además, quizá supusieron que los comunistas, al igual que había ocurrido durante el desfile del primero de mayo, se encargarían de velar por el orden.
El Poder Ejecutivo, tras los sucesos del 22 de mayo de 1933, procedió fuertemente contra el Partido (como se verá más adelante), cuyo papel fue, además, implacablemente criticado por el Buró del Caribe en una carta fechada en octubre de ese año:
… los desocupados, organizados y dirigidos por el Partido, se lanzaron a la calle en manifestación por sus demandas… fueron atropellados y abaleados por la policía… Y ¿cuál fue la actitud de los dirigentes del Partido ante los acontecimientos? Se dejaron abrumar por el pánico y negaron, desde las columnas de “Trabajo”, la “fisonomía política” de la manifestación… Los compañeros ocultaron el Partido y negaron la responsabilidad de éste por la manifestación de los desocupados, atribuyéndolo a “razones tácticas”. Pero tal actitud nada tiene que ver con la táctica de un Partido Comunista, sino que constituye un abandono oportunista de las masas22.
El principal impacto que el enfrentamiento del 22 de mayo tuvo en el país fue evidenciar el costo social de la crisis económica y el riesgo que el descontento correspondiente suponía para el sistema político en caso de no ser apropiadamente tratado. La Tribuna, en su editorial del 24 de mayo de 1933, indicó: «el problema de los desocupados se agrava lentamente sin que hasta el momento presente nadie se haya preocupado por darle una solución total ni siquiera parcial»23. El Eco Católico, semanario de la Iglesia que se vendía en la puerta de los templos todos los domingos en la mañaña, coincidió con lo expuesto por el periódico precedente: tras solicitar la ilegalización del Partido Comunista, agregó:
… el Gobierno y el Congreso han de trabajar por resolver el problema de los sin trabajo, buscando la manera de abrir nuevas regiones a la agricultura y movilizar el capital, hacerlo que emprenda; y en nuestro concepto sin necesidad de emisiones ruinosas de puro papel. Los ricos se vuelven más temerosos cada día; pero si no se resuelven a ayudar ahora, al pueblo y al Gobierno, aún perdiendo un poco de sus bienes, pueden después perderlo todo o en su mayor parte. Porque se engañan quienes piensan que ya se acabó el comunismo24.
El mismo ministro Eberhardt compartía el enfoque anterior: en un informe del 31 de mayo de 1933, advertía que, además de la condescendencia del presidente Ricardo Jiménez por no ilegalizar a los comunistas,
… los bajos salarios pagados por los grandes productores de café son, de manera manifiesta, igualmente responsables por la expansión de la “doctrina roja” fuera de la capital, mientras que el corrupto gobierno municipal de San José ha hecho mucho para que los trabajadores desempleados de la capital estén deseosos de escuchar las palabras de agitadores tales como Manuel Mora Valverde, Adolfo Braña y Carmen Lyra25.
El sangriento choque del 22 de mayo de 1933, en vez de socavar la tendencia a enfrentar la llamada cuestión social con medidas legales e institucionales, más bien la reforzó. Esto favoreció a los comunistas porque contribuyó a legitimar su opción de lograr el cambio social vía reforma; pero tal resultado era un arma de doble filo: al apropiarse otras organizaciones de reivindicaciones de la izquierda, podían dejarla sin programa y obligarla a radicalizar sus demandas e, incluso, a oponerse a las iniciativas progresistas de sus rivales. El peligro de que algo así ocurriera fue evidente ya cuando una propuesta de salario mínimo empezó a ser discutida en el Congreso. La respuesta de Trabajo, en su editorial del 22 de octubre de 1933, fue: «la clase gobernante ha desnaturalizado la fórmula del Partido Comunista»26.
24 Eco Católico, 28 de mayo de 1933, pág. Las cursivas son del original.
25 USNA.D.R, «Communist activities Costa Rica», 818.00/1418 (May 31, 1933), página 4.
26 Trabajo, 22 de octubre de 1933, pág. 1.
3. EL COSTO POLÍTICO DE LOS SUCESOS DEL 22 DE MAYO DE 1933
El impacto que, a corto plazo, tuvo el enfrentamiento del 22 de mayo tuvo sobre el BOC fue en extremo perjudicial: varios foráneos vinculados con dicha organización fueron expulsados del país, entre ellos el munícipe Adolfo Braña27, en tanto que el estudiante venezolano Rómulo Betancourt, importante colaborador de Trabajo, evitó su deportación gracias a que logró eludir a la policía el tiempo suficiente para que cesara la persecución en su contra28. La escritora y maestra Carmen Lyra, en tal contexto, criticó fuertemente al gobierno de Ricardo Jiménez, lo cual la condujo a una confrontación con Teodoro Picado, Secretario de Educación, a raíz de la cual fue despedida de su puesto como directora de la Escuela Maternal de San José29.
La represión descrita llevó a los comunistas a denunciar que el enfrentamiento del 22 de mayo fue producto de una conspiración del Poder Ejecutivo, cuyo fin era impedir que la izquierda participara en los comicios de medio período de 1934 y pudiera lograr asientos en el Congreso; además, el plan implicaba asesinar a Manuel Mora30.
La evidencia disponible, sin embargo, no avala esta teoría: el gobierno de Jiménez simplemente aprovechó prácticas imprudentes del Partido para reafirmar las condiciones bajo las cuales podía operar y, en particular, para desarticular sus esfuerzos por configurar, con base en la crisis económica, un fuerte apoyo entre los desocupados.
Las autoridades, tras el choque de mayo de 1933, empezaron a aplicar sistemáticamente una estrategia de desgaste, basada en la simple utilización de recursos legales: denuncias por injurias y calumnias, acusaciones por faltas menores y otros medios similares. El periódico Trabajo no tardó en quejarse por la presión de esta índole. El 30 de julio de 1933, expuso que:
27 Jaime Cerdas, La otra vanguardia, San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1993, pág. 64.
28 Gómez, Rómulo Betancourt, págs. 92-110.
29 Molina Jiménez, «Un pasado comunista», pág. 3.
30 Trabajo, 30 de mayo de 1933, pág. 3.
… la burguesía continúa su campaña de persecución contra el Partido Comunista. Naturalmente, la persecución se lleva a cabo en formas solapadas, encubiertas con farsas jurídicas… La última táctica ha sido la de los encarcelamientos periódicos de elementos del Partido. Hoy cogen dos. Nos movemos, buscamos fianza, los sacamos. Dos días después cogen otros dos. De nuevo nos ponemos en acción y conseguimos también sacarlos. Pues se prende a otro o a otros. Y en esa forma nos llevan… Nos enteramos en este momento de que el compañero Gilberto Alvarez de Alajuela ha sido condenado a 360 colones de multa o seis meses de arresto, por el Agente de Policía de aquella provincia. El único delito de Alvarez consistió en asistir a una reunión de esos desocupados…31.
La inversión de tiempo en los trámites legales para liberar a los detenidos se complicaba por la presión financiera, ya que además de cancelar multas y fianzas, el Partido debía asistir a las familias de los afectados. La represión posterior al choque del 22 de mayo supuso la primera experiencia, a escala considerable, de esta índole, a partir de la cual se constituyó el Socorro Rojo, con la maestra Luisa González como tesorera32. El 23 de julio de 1933, Trabajo informó que tal comité tenía como objetivo
… ayudar en toda forma, económica y moralmente, a las víctimas de la represión capitalista y a sus familiares… En el período de tiempo que lleva constituido ha recogido entre los simpatizantes de la organización (por suscripciones privadas y en las veladas dominicales) $315.75 céntimos de los cuales $299.00 han sido distribuidos entre los heridos y presos, entre sus familiares y para ayudar a los hijos de nuestro valiente y recordado Adolfo Braña…33.
La principal ventaja de la estrategia del desgaste era que podía ser aplicada, a pequeña escala, de manera permanente y sin provocar escándalos, ya que se basaba en utilizar ampliamente el sistema legal para sancionar cualquier error o exceso —práctico o discursivo— en que incurrieran los comunistas. La opción de combatir a la izquierda por esta vía fue estimulada porque la represión posterior a la confrontación del 22 de mayo fue rechazada a la larga por la opinión pública (lo que explica por qué a Betancourt se le facilitó permanecer en el país, pese al decreto de expulsión). El ministro Eberhardt, en un informe del 15 de junio de 1933, se lamentaba:
31 Trabajo, 30 de julio de 1933, pág. 1.
32 Trabajo, 30 de mayo de 1933, pág. 1.
33 Trabajo, 23 de julio de 1933, pág. 1.
… todos los comunistas arrestados como participantes en el disturbio del 22 de mayo último han sido liberados. Ninguno de ellos fue incluso llevado a los tribunales por sus actos. Ninguno permanecio más que unos pocos días bajo arresto en la cárcel local, donde estuvieron bajo el cuidado de la organización comunista… Mientras las actividades de la organización comunista se han incrementado aparentemente, los pasos tomados por el gobierno para enfrentarlas han disminuido en semanas recientes. Las deportaciones… son severamente criticadas aun por aquellos no afiliados con el comunismo. El sentimiento del público general se ha manifestado tan fuertemente contra el gobierno que no se han hecho esfuerzos ulteriores para aprender y deportar a los agitadores extranjeros34.
El saldo final del ciclo de enfrentamiento con las autoridades que se inició tras el 22 de mayo fue, sin duda, desfavorable para los comunistas: aunque la opinión pública se manifestó contra la represión y Braña fue convertido prácticamente en un mártir, la izquierda se quedó sin su principal munícipe y debió asumir las exigencias legales y financieras que comportaba la estrategia del desgaste, al tiempo que Carmen Lyra perdía el importante puesto que tenía el aparato educativo; además, unos meses después, la dirigencia costarricense sería acusada de irresponsable y oportunista por el mismo Buró del Caribe35.
El elevado costo que tuvo una actividad que, según Trabajo, ni siquiera fue organizada por el Partido, condujo a que éste, a medida que se aproximaban las elecciones de febrero, extremara su cautela y jugara un papel limitado en la huelga de los panaderos de Alajuela, de diciembre de 1933, y en la de los zapateros de San José, de enero de 193436.
La cautela se impuso en especial durante las huelgas ya indicadas de panaderos y zapateros, que coincidieron con la fase final de la campaña electoral. Las luchas de esos obreros constituían un espacio fundamental para la propaganda del Partido, pero suponían, a la vez, un riesgo considerable, ya que cualquier error de tal organización podía conducir a que se intensificara la estrategia del desgaste e, incluso, a que se intentara evitar la participación comunista en los comicios. La prudencia fue, en tales circunstancias, la consigna de la izquierda, lo que no le impidió celebrar como propio el triunfo de los obreros de zapatería37.
34 USNA.D.R, «Communist activities Costa Rica», E/TFV818.00B/58 (June 15, 1933), págs. 1 y 3-4.
35 Supra nota 22.
36 Trabajo, 17 de diciembre de 1933, pág. 4; 28 de enero de 1934, págs. 1 y 3; 4 de febrero de 1934, pág. 3.
37 Trabajo, 4 de febrero de 1934, pág. 3.
4. LOS COMICIOS DE FEBRERO DE 1934
Los comunistas decidieron competir por puestos legislativos en tres de las siete provincias en que se divide Costa Rica: San José (9 asientos en juego), Alajuela (5 asientos en disputa) y Limón (1 asiento por renovar)38. El Partido, sin embargo, optó a último minuto por no participar en la contienda alajuelense, debido a lo ocurrido con el líder local, Carlos Luis Fallas: a raíz de unas declaraciones suyas dadas el 11 de julio de 1932, fue acusado por injurias, por lo que el 23 de junio de 1933 fue condenado a descontar un año, un mes y un día de destierro39. La resolución fue apelada ante distintas instancias, pero sin éxito, como informó Trabajo el 31 de diciembre del último año indicado40.
La decisión del Partido de no competir en Alajuela, anunciada el 14 de enero de 193441, fue motivada también por la persecución de que fueron víctimas otros líderes locales42, un proceso del que no se exceptuó Jaime Cerdas, quien sustituyó a Fallas como Secretario General de la filial alajuelense del BOC. La Prensa Libre del 26 de enero informó que este último
… fue detenido por gestiones del diputado don Marcial Rodríguez quien consideró que en un discurso pronunciado por el líder comunista lo atacó con palabras difamadoras y por ello solicitó su detención43.
El inicio de la campaña electoral de los comunistas incorporó una importante y original declaración, que patentiza cómo capturar puestos legislativos, además de incrementar el peso político de la izquierda, podía convertirse en una decisiva fuente de ingresos. El periódico Trabajo, en su edición del 19 de noviembre de 1933, comunicó que el Comité Central Ejecutivo del Partido, había acordado que
38 Iván Molina Jiménez, Demoperfectocracia, La democracia pre-reformada en Costa Rica (1885-1948), Heredia, Editorial Universidad Nacional, en prensa, Cuadro 6.3. Las provincias en Costa Rica se dividen en cantones y estos, a su vez, en distritos.
39 Aguilar, Carlos Luis Fallas, pág. 52. Fallas escogió Limón como lugar de destierro, lo que aprovechó para organizar la huelga bananera de agosto-septiembre de 1934.
40 Trabajo, 31 de diciembre de 1933, pág. 1.
41 Trabajo, 14 de enero de 1934, pág. 1.
42 Trabajo, 31 de diciembre de 1933, pág. 1.
43 La Prensa Libre, 26 de enero de 1934, pág. 1.
… los sueldos que devenguen los diputados que el Partido Comunista logre llevar al Congreso sean cobrados por la Secretaría de Finanzas del Partido, la cual entregará a cada uno de los diputados una suma equivalente a la tercera parte del sueldo devengado. El resto, lo mismo que las dietas por sesiones extraordinarias pasarán a la caja del Partido para gastos del mismo44.
El análisis de lo publicado por Trabajo en las semanas anteriores a los comicios revela que el Partido se limitó a simples llamamientos a votar por el BOC, sin hacer hincapié en temas específicos, hasta el 4 de febrero de 1934; a partir de tal fecha, la campaña a favor de los diputados comunistas se basó en la lucha
… por una ley de salario y sueldo mínimo; por una ley de ayuda a los desocupados; por el no pago a los usureros de Londres y Nueva York de la deuda exterior; por tierra, semilla y herramientas por cuenta del Estado para los campesinos pobres… contra el imperialismo extranjero; contra el capitalismo nacional; por la defensa del pueblo trabajador y explotado…45.
El aviso precedente fue complementado por otro en el que se convocaba a los «trabajadores y elementos pobres de la clase media de San José, Heredia, Alajuela y Limón», a sufragar por los candidatos comunistas, con lo cual se abofetearía «…a las “maffias” burguesas que han venido explotando los bienes comunales…»46. La edición de Trabajo del 10 de febrero le solicitó el voto a los
… trabajadores de la ciudad y el campo, los empleados públicos y de comercio, los pequeños comerciantes y los pequeños propietarios, y todos los componentes sociales que son víctimas de la opresión capitalistas… [para apoyar al] único partido que no tiene cafetaleros, ni banqueros, ni parientes de cafetaleros, ni abogados de cafetaleros en sus papeletas47.
El intento por construir una plataforma electoral más amplia, visible en el texto precedente, suponía una variación decisiva con la campaña del Partido en 1932, esencialmente dirigida a los trabajadores.
44 Trabajo, 19 de noviembre de 1933, pág. 4.
45 Trabajo, 4 de febrero de 1934, pág. 1.
46 Trabajo, 4 de febrero de 1934, pág. 2.
47 Trabajo, 10 de febrero de 1934, pág. 1.
El punto de vista de la izquierda en ese año, que hacía hincapié en lo que separaba a los asalariados de los pequeños propietarios y no en sus eventuales intereses comunes, fue sustituido en 1934 por una perspectiva dominada por el cálculo electoral, orientada a capturar los sufragios de votantes insatisfechos cuyo trasfondo laboral u ocupacional podía ser muy diverso. La clave de esta táctica era contrastar al BOC con otros partidos en los cuales era evidente la presencia de grandes productores, beneficiadores y exportadores de café, el grupo económicamente dominante en Costa Rica.