¿LLEGARÍAN LAS RIVALIDADES MAYAS AL TERRITORIO SALVADOREÑO?
Jorge Vargas Méndez
jvargasmendez@yahoo.com
La lectura más reciente de una columna de piedra labrada hallada en Tikal en 1960 –que se conoce como Estela 31–, fue realizada por el especialista David Stuart hace apenas siete años (2000). Ese hecho ha permitido conocer sucesos que vienen a explicar algunas etapas de la historia maya en Mesoamérica.
Gracias a esa lectura se sabe que dicha estela fue esculpida apenas sesenta años después de la llegada del conquistador Nace el Fuego a la ciudad de Tikal, lo que sucedió el 16 de enero de 378 tras haber sometido exactamente ocho días antes –y al parecer en forma pacífica– al soberano de la vecina ciudad de Waka, en el norte de Guatemala. David Freídel y otros especialistas creen que una alianza entre Nace el Fuego y Jaguar con Rostro de Sol, rey de Waka, evitó el derramamiento de sangre.
Nace el Fuego invadió el mundo maya en calidad de emisario del poderoso imperio de Teotihuacan, en el altiplano mexicano. Llegó escoltado por un enorme ejército debidamente armado. El mismo día que invadió la ciudad de Tikal venció a las huestes leales al rey Gran Garra de Jaguar en las afueras de la ciudad y, acto seguido, éste fue sacrificado.
La Estela 31, esculpida 60 años después por órdenes de Cielo Tormentoso, entonces rey de Tikal y seguramente vasallo de Teotihuacán, revela además que para esa época en la escultura maya ya estaban presentes deidades teotihuacanas como Tláloc, dios de la lluvia. Por lo tanto, es posible afirmar que desde mediados del período clásico, la cultura maya empezó a ser teotihuacanizada política y culturalmente.
La guerra campea en la frontera sur del mundo maya
A la teotihuacanización de Tikal por la vía armada siguieron otras ciudades, lo que dio lugar a pactos de alianzas entre ciudades o incluso al avasallamiento por vías pacíficas. En el año 562 el soberano de Calakmul inflingió una derrota militar a Tikal, pero como ni la población ni la ciudad fueron destruidas a finales del siglo VII ésta se recuperó y terminó derrotando a su rival.
Posteriormente, las huestes de Tikal la emprendieron contra Dos Pilas, que había sido su aliada antes de serlo de Calakmul. Pero en 761 la derrota militar llegó a Dos Pilas a manos de sus antiguos aliados y vasallos.
Las investigaciones y hallazgos arqueológicos que han realizado diferentes especialistas, revelan que la guerra se extendió por una vasta zona que incluyó el valle del río La Pasión, donde también sucumbió ante las huestes invasoras la pareja real de Cancuén. Es más, no se descarta que aquella atmósfera bélica se haya hecho sentir en la ciudad de Copán, ya en territorio hondureño.
Si la Estela 63 es la más antigua encontrada en Copán y está fechada el 11 de diciembre del año 435, eso hace probable que se tratase de una comunidad y nobleza mayas que llegaron huyendo de las guerras, pues para esa fecha habrían pasado 57 años de la invasión de Nace el Fuego a Waka y Tikal. La guerra podría ser una explicación, no del surgimiento de ciudades monumentales como Copán, pero sí de nuevas influencias que llegaron con las migraciones. En Cancuén, por ejemplo, se refugió la nobleza de algunas ciudades que fueron abatidas por la guerra o que fueron invadidas.
¿Abarcaría aquella atmósfera bélica las ciudades mayas de El Salvador?
Los escuetos y escasos estudios realizados han llegado a afirmar que el sitio arqueológico Tazumal (departamento de Santa Ana), presenta fases de construcción que se ubican entre los años 300 y 900 d.C., aunque se ha afirmado también que estuvo habitada desde el 1200 a.C. hasta los tiempos de la conquista española.
El sitio arqueológico San Andrés (departamento de La Libertad), también acusa fases de construcción que coinciden con Tazumal. Lo mismo se ha dicho de Sihuatán (departamento de San Salvador), Tehuacán (departamento de San Vicente), y Quelepa (departamento de San Miguel). Sin embargo, para evitar mayores imprecisiones en la datación, la mayoría de investigaciones ha terminado inclinándose por ubicar esa variada riqueza arqueológica en los períodos preclásico y/o clásico, apoyándose desde luego en otros hallazgos como cerámica, piedras talladas, osamentas, etc.
Es decir, cabe la posibilidad de que algunas ciudades mayas ubicadas en el actual territorio salvadoreño, también hayan colapsado a partir de las guerras que se dieron en la región desde el siglo IV. La cantidad de restos de armas como flechas, hachas, etc., así parece indicarlo. Pero mientras las investigaciones no lo confirmen, tópicos como ese continuarán en duda.
Otros factores que posiblemente empujaron el colapso
Por lo menos en el actual territorio salvadoreño, se puede hablar de otros factores –sequías, inundaciones, terremotos, actividad volcánica, etc.– que contribuyeron al colapso maya. Joya de Cerén, que no fue centro ceremonial sino aldea maya, por ejemplo, sucumbió instantáneamente por una erupción volcánica hacia el año 600.
Esos factores, sumado a la atmósfera bélica regional, hicieron que las comunidades mayas vivieran errantes en todo el territorio hasta los tiempos de invasión de otros núcleos étnicos, como los nahuas, de quienes se afirma que comenzaron a llegar uno o dos siglos después. Los nahuas, tal como se sabe, esclavizaron a los hombres y a las mujeres las utilizaron para la procreación. Aquellos grupos humanos se mezclaron.
En ese sentido, insistimos, el sincretismo no es la negación de una cultura sino una forma de evolución de un grupo humano, es su resistencia en el tiempo y el espacio, y demuestra su enorme capacidad de integración cultural. Y, en consecuencia, tienen sentido aquellas palabras de nuestro antropólogo y lingüista Pedro Geoffroy Rivas: “Los nietos del jaguar todavía estamos aquí”.
(FE DE ERRATA: En la edición anterior, el artículo de nuestra autoría incluyó por error involuntario una imagen que nada tiene que ver con la cultura maya. Pedimos disculpas y rogamos tomar nota)