Las poblaciones pre-hebreas en Palestina
—Del Bronce Antiguo al reino de David—
Indice
1. Introducción.
2. Palestina protohistórica
3. Dinámica de los movimientos migratorios entre el 3000 y el 1000 a.C.: acadios-amorreos-arameos.
4. Establecimiento de los hebreos en Palestina.
5. La religión.
6. Establecimiento de los hebreos en Palestina y surgimiento de la monarquía. Nuevos aportes críticos.
7. La toma de Jerusalén. Legitimación de la monarquía de David. Permanencia de aculturación cananea en la cultura hebrea.
8. Conclusión.
9. Bibliografia.
1. Introducción.
En este trabajo intentaremos plantear la problemática de los pueblos cananeos, hasta la llegada de los hebreos. Somos conscientes de la complejidad del problema, y es por eso que en estas páginas intentaremos solamente detallar las características de estos pueblos, el estudio de los procesos de aculturación y la interacción entre nómadas y sedentarios en un sistema de retroalimentación (con los hebreos). Cuando hablamos de complejidad, nos referimos a una región (Palestina) que dio origen a religiones aún vigentes; nos referimos a sus problemas políticos y administrativos, y por otra parte, el tener que abordar, modestamente, el estudio de las Sagradas Escrituras.
Es por eso, que, cautos, avanzaremos sobre la historia de los cananeos, nos introduciremos en sus creencias y formas de organización socio-políticas; observaremos la interacción con otros pueblos, hasta la llegada de los hebreos, previo paso por Egipto. Y a partir de ahí estudiaremos el asentamiento en Palestina de éstos (los hebreos) y cómo tomaron características de los pueblos sedentarios, enfocándonos principalmente en el punto de vista religioso.
Confieso que no se a que conclusión llegaremos, o si nuestra expedición se perderá en medio de las arenas del desierto y la bibliografía; pero al observar el camino que emprendieron dichos pueblos y los obstáculos que tuvieron que vencer para subsistir como tales o terminar asimilados o destruidos, bien vale la pena realizar este viaje.
Buenos Aires, diciembre de 1998.
Al presentar la historia de Palestina, desde el Bronce Antiguo (principios del Tercer Milenio a.C.), hasta el reino de David (1010 – 970 a.C.), creemos necesario destacar las características de los pueblos, que agrupados en tribus, ciudades; en fin, constituyendo sociedades, que interactuaron con los aportes culturales de las tribus hebreas, conformarían las características esenciales del desarrollo histórico de los reinos de Judá e Israel durante el Primer Milenio.
Para realizar dicha descripción comenzaremos con el estudio de la Palestina Protohistórica, a través del desarrollo de la cultura material del Bronce y del Hierro Temprano, apoyándonos en la tipología cerámica y en los caracteres urbanos de las plantas de las ciudades-Estado fortificadas de Canaán; basándonos para esto en el estudio hecho por W.F. Albright en su libro Arqueología de Palestina.
Veremos como se dio la situación político-internacional (entre el 3000 y el 1000 a.C.) a través de la dinámica de los movimientos migratorios, con las sucesivas oleadas semíticas: acadios, amorreos, arameos; para desembocar en el continuum cultural cananeo: su organización social y política; la vida nómada, teniendo en cuenta la dinámica de interacción nómade/sedentarios, y su contactos con tribus semi-nómades (entre las cuales posiblemente se encontraban los hebreos); su contacto con las “altas civilizaciones”, y su religión; pudiendo rastrear a través de fuentes autóctonas —la Biblia— y aloctonas —fuentes egipcias: Estela de Israel/Estela Triunfal de Merneptah, 1220 a.C.— tanto los elementos para visualizar la instalación de los hebreos en Palestina; como través de fuentes autóctonas—la Biblia, Jueces V, Cantar de Débora y Jueces I,1 y II,5—, y a través de éstas rastrear los procesos de aculturación cananeos en la religión hebrea. Es a través de ella (de la religión), con su culto a la fertilidad: Asheba – Masera, por donde nos introduciremos en el estudio de los hebreos; su origen, su contacto con los grandes Estados, su llegada al Canaán, su asentamiento, la constitución de su Estado. Y a partir de allí visualizaremos los diversos pasajes bíblicos donde se plasmó la problemática de una búsqueda de identidad religiosa y nacional; el proceso de desbaalización, los cambios sociales con respecto a la caridad, la esclavitud, etc.; el punto de vista historiográfico (visión deuteronomista), de la instalación y conquista por parte del pueblo hebreo de Palestina.
Por último nos introduciremos en la conformación de la monarquía hebrea hasta el reino de David.
2. Palestina protohistórica
(Del Bronce Antiguo al período del Hierro Antiguo: Tercer Milenio al 600 a.C.).-
Según el estudio de Albright, es posible datar cada una de las secuencias del Bronce Antiguo con la cronología de las dinastías egipcias.
PERIODO
FECHADO
(siglos)
DINASTIAS EGIPCIAS
Bronce Antiguo I
XXXI – XXIX
Último período predinástico
Bronce Antiguo II
XXIX – XXVI
Final del la I dinastía
Bronce Antiguo III
XXVI – XXIII
Dinastías III a la V
Bronce Antiguo IV (o III B)
Fase de transición hasta el siglo XXI a.C.
Para el autor, en el denominado Bronce Antiguo I hubo una bifurcación de la cultura cerámica, que dividió a Palestina en dos: norte y sur; zonas del país a ambos lados del Jordán. En el norte se encontraron grandes cantidades de jarras decoradas con motivos paralelos o entrecruzados (bandas de engobe), un sitio característico es Beisán.
Casi contemporánea a la cerámica del norte es la cerámica pintada del sur (fig. 1) . Esta se caracteriza por un amplio uso de bandas de líneas paralelas y onduladas, pintadas en rojo o marrón sobre toda la superficie del recipiente, los sitios predominantes donde se hallaron estas cerámicas son el grupo de Tumbas de Ofel (Jerusalén), las cuevas de Gezer, la necrópolis de ‘Ay, Jericó VI y VIII y las sepulturas primitivas de Tell el-Nasbeh. Vasijas de todo este período se exportaban a Egipto, encontradas en yacimientos de los últimos tiempos predinásticos, hacia el 3000 a.C.
Hacia el siglo XXIX, mientras en Egipto se establecía la I Dinastía, surge en Palestina la cultura cerámica del Bronce Antiguo II. no cabe duda alguna acerca de la correlación de este período y la dinastía de Menes, ya que numerosas vasijas y fragmentos de dicho período se han hallado en las tumbas reales de la I Dinastía en Abidos y en Saqqarah. Durante la última parte de este período Palestina y Fenicia experimentaron influencia egipcia, y al parecer los poderosos reyes del período tinita extendieron su imperio hasta Asia.
En Egipto discurría la época de las tumbas de Gizeh (III a V Dinastías, siglos XXVI-XXIII a.C.), cuando en Palestina comienza el Bronce Antiguo III (fig. 2). En ambas regiones se encontraron hallazgos arqueológicos pertenecientes al otro país. Este período representa el apogeo de la civilización del Bronce Antiguo tanto en Palestina como en Egipto. Las ciudades de la época estarán fortificadas, pero se encontrarán todavía muy espaciadas unas de otras. La cerámica es pulimentada en rojo y negro, y en el período siguiente (el Bronce Antiguo IV —o III B), dicho pulimentado decayó rápidamente; será una fase suplementaria del período anterior, con una duración apenas superior a doscientos años (siglos XXIII – XXI a.C.). No obstante, será un período en el que una crecida cantidad de ciudades de la región de colinas del sur fueron ocupadas por vez primeras durante este período. En Transjordania se da un rápido incremento de la densidad de población: es el período correspondiente a la VI Dinastía y comienzos del Primer Período Intermedio.
Palestina durante el Bronce Medio y Reciente.-
La denominada cultura del Bronce Medio (siglos XXI a XIX a.C.) procedía de Siria. Es conocida con el nombre de caliciforme, debido a la forma de cáliz de dicha cerámica. Su llegada a Palestina está fechada alrededor del siglo XXI a.C., mientras que en la Transjordania meridional parece que jamás desplazó por completo los tipos anteriores. “No es preciso suponer que este movimiento cerámico estuviera ligado a un cambio de pueblos; más bien debió tratarse de un desplazamiento cultural asociado a la difusión de la cultura siromesopotámica del período inmediatamente anterior a la III Dinastía de Ur (hacia 2070-1960 a.C.)”.
Fue una época turbulenta para Palestina, levantamiento de tribus, ciudades destruidas y abandonadas, caracterizaban la geografía del lugar. Los documentos que nos dejó la XII Dinastía dejan ver que a fines del siglo XX a.C. tanto la Palestina oriental como la occidental estaban en parte ocupadas por tribus nómadas y seminómadas.
Estos documentos egipcios son denominados Textos de Execración, están sobre vasijas y estatuillas que llevan inscritos los nombres de rebeldes de Egipto y países vecinos, que de este modo se les creía a merced del faraón; él cual, en caso de verse amenazado por una rebelión, sólo tenía que romper, en el curso de una ceremonia mágica, los objetos sobre los que estaban los nombres y las correspondientes fórmulas, para que sus enemigos fueran vencidos.
En relación con los hebreos, el Bronce Medio pertenece a la época de los Patriarcas bíblicos, aunque es díficil el fechado preciso de la emigración de Abraham de Mesopotamia y de la de Jacob a Egipto. Según la opinión de Albright, el movimiento de los terahitas desde Ur hacia Harán y hacia el oeste debió de producirse en los siglos XX y XIX a.C., y la emigración a Egipto debe situarse en el XVIII ó el XVII a.C., en relación con el movimiento de los hicsos.
En esta época Egipto dominará la Palestina occidental, Fenicia y ciertas regiones de Siria. Biblos es uno de los exponentes de este dominio, donde el arte y el artesanado fenicios estaban influidos por Egipto. Durante este período la población de Transjordania pasó a ser casi por entero nómada. (fig. 3)
Con la finalización de la XIII Dinastía las provincias asiáticas se independizaron, aunque una breve restauración del poder central egipcio hacia 1750 a.C. ocasionó un restablecimiento parcial de la influencia de los faraones en Biblos y, probablemente, en otros lugares. No obstante, Egipto estaba demasiado débil para mantener un imperio, de manera que los semitas del noroeste, que para ese entonces ocupaban parte de Siria y de Palestina, se vieron libres para desarrollar su poderío económico y militar sin intervención del exterior. Este proceso está testimoniado por las cartas y tablillas halladas en Mari, en el Éufrates medio, donde se mencionan numerosos estados y ciudades de Siria, entre ellas Biblos y la Damascena (Apum). En Palestina sólo citan la ciudad de Hasor, que no sólo estaba más lejos sino que era mucho más pobre que Siria. Sin embargo, es probable que de Palestina partieran los primeros semitas precursores de la invasión de los hicsos, mucho antes de acabar el siglo XVIII a.C.
Siglo XVII a.C., nuevos nubarrones asoman en el horizonte, una gran migración de hurritas e indoeuropeos se traslada hacia el sur. En el siglo XV, príncipes y nobles indoeuropeos y hurritas estaban establecidos en Palestina casi por todas partes. Para la misma época se introdujo el carro tirado por caballos como el más importante instrumento bélico; y, por otra parte, comienza a desarrollarse la construcción de fortificaciones con tierra apisonada, de planta rectangular. Dichas fortalezas están mencionadas por las fuentes babilónicas a principios del siglo XVII.
Será en este siglo cuando Palestina se transforme en centro de un imperio de los semitas del noroeste, dirigido desde la capital de los hicsos en Avaris. Época de gran prosperidad local; el número de asentamientos y tumbas aumentó constantemente.
Al finalizar la XV Dinastía (principios del siglo XVI a.C.), el imperio hicso comienza a desmoronarse. Antes de que terminara el reinado de Amosis I, los hicsos habían sido expulsados de Egipto y las fortalezas meridionales de Palestina habían sido tomadas por asalto tras una gran resistencia. Resistencia que se halla ilustrada por el relato egipcio del asedio de tres años de la fortaleza de Saruhén (en el límite del desierto meridional). Con la conquista de Palestina por los egipcios en los reinados de Amosis I y Amenofis I, llegamos al umbral del Bronce Reciente.
Una característica importante que se halla en el Bronce Medio, a través de los estudios arqueológicos, es con respecto a las fortificaciones. Las fortificaciones de Bronce Medio II tienen una puerta fortificada, con dos o tres entradas. Este tipo de puerta surgió en Mesopotamia. Este tipo de puerta ha sido hallado en Siquem y Megiddo; puertas eficaces para la defensa, estaban flanqueadas por torres y se entraba por ellas a través de una rampa que subía desde el valle.
Si bien, como vimos anteriormente, el Bronce Medio II fue un período de relativa prosperidad, también fue un período agitado. En el mismo período, Megiddo experimentó al menos cinco destrucciones totales, más un número no determinado de destrucciones parciales. El país se hallaba en manos de varios jefes en guerra constante entre sí, los cuales rodeaban sus residencias de fortificaciones, como los grandes muros de Siquem y Jericó (fig. 5).
Vayamos por un momento a como se desarrollaba la vida de estos jefes. Éstos jefes cananeos se rodeaban de parientes y vasallos nobles; la masa de siervos semilibres debían habitar en chozas corrientes.
Todos los palacios y casas nobles constaban de un patio y varias habitaciones que daban a él; las de los dueños estaban en el segundo piso.
En cuanto a los objetos de la época fueron hallados en tumbas; sepulturas familiares en cuevas subterráneas, o individuales que consistían en un pozo vertical que desde la superficie llega hasta una cámara subterránea, con la cual comunica con una puerta baja. Armas y joyas se han encontrado en estas tumbas, así como abundante cerámica (fig. 6). Un rasgo característico de la cerámica del Bronce Medio II es que prácticamente toda ella está hecha a torno, pues el modelado a mano se limita a los tipos más baratos de recipientes. Algunas de estas vasijas servían para contener perfumes, y se difundieron hasta muy lejos por las rutas comerciales.
En lo que respecta al arte del período, los hallazgos hechos en Palestina, en Biblos y en Fenicia han demostrado que el arte cananeo dependía muchísimo de las fuentes de inspiración egipcias. Si bien esto se dio con gran fuerza durante las últimas décadas del Reino Medio de Egipto; en la época de los hicsos la originalidad es mayor, encontrándonos ante un arte independiente y superior, como se plasma, por ejemplo, en estelas como la diosa serpiente de Tell Beit Mirsim (fig. 7). Los cananeos ya sobresalían en la fabricación de tejidos, y teñían sus telas de lana con colores rojos o azules con un tinte preparado a base del molusco múrice.
Llegamos al siglo XVI, Palestina es conquistada por los egipcios, es la época del Bronce Reciente, el cual fue dividido en
“Bronce Reciente I A” y “Bronce Reciente II A”. La cerámica del primer subperíodo es extremadamente homogénea, con decoración pintada en dos colores y caracterizada por frisos divididos en paneles como si tratara de métopas arquitectónicas (fig. 8). Estuvo muy difundida en el litoral cananeo, donde había llegado procedente de Chipre y de donde más tarde se exportó a Egipto y al interior.
Por lo que respecta a la segunda fase se subdividió a su vez en Bronce Reciente II A (siglo XIV aproximadamente) y II B (siglo XIII aproximadamente). El primero corresponde a la época de Tell el-Amarna y al cambio de la dinastía XVIII a la XIX en Egipto; el segundo al reinado de Ramsés. Presencia de cerámica micénica hasta el 1230 a.C., aproximadamente; fecha en la que cesó la importación de dicha cerámica (fig. 9).
Tenemos en Palestina, durante el período, una cultura dependiente de la cananea de Fenicia y del sur de Siria; la cual de no haber sido por la influencia que llegó del norte, habría de perderse convirtiéndose solamente en un reflejo de la egipcia.
Fue un período en el que Palestina estuvo bajo el cetro egipcio, si bien existió un gran número de rebeliones, las que provocaron un sinnúmero de destrucciones de ciudades: Megiddo, Beisán, entre otras.
En lo que respecta al arte de fortificar, durante el Bronce Medio cambio poco. Pero existe un aspecto de crucial importancia: el uso cada vez más frecuente de la escritura. Los cananeos del Bronce Reciente estaban familiarizados, por lo menos, con cinco escrituras:
La cuneiforme acadia (mesopotámica).
Los jeroglíficos egipcios.
El alfabeto lineal.
El alfabeto cuneiforme de Ugarit (fig. 10).
La escritura silábica de Biblos.
No obstante la utilización de estas escrituras, los cananeos del Bronce Reciente utilizaron frecuentemente la escritura y lengua acadia, tomadas de Mesopotamia en el Bronce Medio; la escritura se realizaba en tablillas de arcilla y era cuneiforme, algunas de las cuales han sido halladas en Tell el-Amarna, las cuales incluyen cartas, documentos comerciales y listas administrativas.
Los egipcios levantaron estelas y estatuas en muchas ciudades y fortalezas de Palestina, de las cuales Beisán es característica. La ciudad fue durante la dominación egipcia una guarnición, y proporcionó algunos ejemplares de estelas y documentación (figs. 11/12).
Pasemos a un punto que será crucial para el desarrollo de la religión de los hebreos una vez establecidos en Palestina: templos, santuarios y objetos religiosos. Se encontraron templos en Lakis, Megiddo, Beisán, con sucesivos estratos. La estructura de piedra originariamente debía sostener dos o más pisos en adobes. Estas construcciones se reflejan más tarde en los oratorios domésticos de Beisán, también de varios pisos.
Por otra parte, el “lugar alto” de Gézer, según Albright, fue utilizado más bien como oratorio funerario, más que como santuario, y las alineación de piedras erguidas se comparan con las contemporáneas massebot del templo de Dagón en Ugarit. Los “lugares altos” de la Edad de Hierro, citados en la Biblia, eran también instalaciones al aire libre, como los “lugares altos” nabateos de Petra.
Por lo que respecta a los objetos religiosos, los grupos más corrientes son las llamadas “placas Astarté (fig. 13); placas de cerámica ovaladas, sobre las que se imprimía (mediante un molde de cerámica o metal) la imagen de la diosa desnuda Asheba; la cabeza de la diosa se adornaba con dos bucles en espiral, idénticos a los de la diosa egipcia Hator. Dichas placas procedían de Mesopotamia.
La mayoría de las localidades palestinenses de este período eran sede de jefes muy pobres, sometidos constantemente a exacciones egipcias.
Como vimos más arriba, el arte palestino estaba fuertemente influenciado por el egipcio, asimismo, existía, también, una gran influencia egea, sobre todo en cerámica. Existía, además, una fuerte importación de Siria.
“Durante el Bronce Medio y Reciente la costa entre el monte Casius (cerca de Antioquía, al norte de Siria) y el extremo sur de Palestina estuvo ocupada por un pueblo de origen mixto, que hablaba y compartía una cultura religiosa y material, común.
En el sur de Siria y en Palestina, llegaron a alcanzar el límite de la ocupación sedentaria. Pese a diferencia locales, estos “cananeos” —así los denominaban sus vecinos y ellos mismos acabaron por llamarse así— eran tan completamente homogéneos como los hititas a los griegos primitivos. …En ciertos aspectos, la civilización cananea estaba bien desarrollada, mientras que en otros era sorprendentemente tosca.
Con la llegada de los hebreos en el siglo XIII y la invasión de los Pueblos del Mar a comienzos del XII, la historia de la Palestina cananea llega prácticamente a su fin, aunque los valles fluviales y las llanuras del norte de Palestina siguieron ocupadas durante dos siglos más por ciudades-estado cananeas. Sin embargo, los cananeos habían agotado su energía cultural que hasta entonces les había sostenido; tras un largo eclipse y gracias a una nueva transfusión de sangre, habrían de reaparecer como un nuevo pueblo lleno de vitalidad, los fenicios, que habría de compartir con Israel las realizaciones materiales de la Palestina de la Edad del Hierro”.
Palestina en la Edad del Hierro.
Sólo a partir del siglo XIV a.C. empezó el uso intensivo del hierro para fabricar armas. Los hititas monopolizaran la explotación
de este metal hasta la destrucción de su imperio, hacia el 1200 a.C.
A continuación el hierro va desplazando al cobre y al bronce en la fabricación de utensilios y armas.
Los filisteos fueron los primeros en usar el hierro en los siglos XII y XI y los israelitas lo adoptaron más lentamente, entorpecidos por el monopolio filisteos de dicho metal: “Y en toda tierra de Israel nos se hallaba herrero; porque los filisteos habían dicho: Para que los hebreos no hagan espadas o lanza”.
La cronología de la Edad del Hierro fue gravemente perturbada por los excavadores de Gézer y Jericó, y más recientemente se ha visto oscurecida por cuestiones de nomenclatura.
En cuanto a los estudios bíblicos también presentan confusión.
Precisamente cuando se estaba fijando la cronología cerámica, un conflicto de nomenclatura introdujo nueva confusión en la
arqueología de la Edad del Hierro. En 1921 las tres escuelas oficiales de arqueología en Jerusalén (inglesa, francesa y norteamericana), en colaboración con el Departamento de Antigüedades, establecieron un sistema de períodos arqueológicos en el que la Edad del Hierro estaba clasificada de la siguiente manera:
Hierro Antiguo (Palestinense) 1200-600 a.C.
a) filisteo; b) israelita.
Hierro Medio (Palestinense) 600-100 a.C.
a) judío; b) helenístico.
En sus primeras excavaciones el autor adoptó este sistema oficial, subdividiéndolo en “Hierro antiguo I” (1200-900 a.C.) y “Hierro antiguo II” (900-600 a.C.); más adelante introdujo el “Hierro antiguo III” para los períodos babilónico y persa.
Posteriormente Clarence S. Fisher sustituyó el primitivo sistema oficial por otro: “Hierro antiguo” (1200-900 a.C.), “Hierro medio” (900-600 a.C.) e “Hierro reciente” (600-300 a.C.). Consecuencia de este cambio fue que los excavadores de Megiddo, por ejemplo, usaban la expresión “Hierro antiguo II” para designar el período entre 1050 y 900, mientras que el autor usaba esta misma expresión para todo el período que media entre, aproximadamente, el 900 y el 600 a.C. Tal confusión había de resultar caótica a no ser que los períodos fueran sustituidos por siglos. Este fue el motivo de que el autor abandonara por completo el uso de los términos “antiguo-medio-reciente” y los sustituyera por los de “I-II-III”:
PERIODO
CRONOLOGIA
HISTORIA BIBLICA
Hierro I
Siglos XII-X inclusive
Jueces y Monarquía única.
Hierro II
Siglo IX a comienzos del VI
Monarquía dividida
Hierro III
Hacia 550-330 a.C.
Exilio y Restauración.
Aquí ocuparemos solamente del período del Hierro I, ya que es el correspondiente al desarrollo del pueblo hebreo estudiado en este trabajo.
Hierro I (siglos XII-X).- La ocupación israelita al parecer fue lenta al principio (por ejemplo, Jericó) pero se aceleró poco a poco (tras un importante intervalo en Betel, pero con poco o ningún intervalo en Tell Beit Mirsim). A fines del siglo XIII probablemente ya estaban asentados en la región de colinas a ambos lados del Jordán. Sin embargo no fueron capaces de atravesar las líneas de carros cananeos para asaltar las ciudades fuertemente fortificadas de las llanuras y valles fluviales; las excavaciones de Megiddo y de Beisán ha indicado que esas ciudades resistieron a los israelitas durante generaciones. Por otra parte, la población israelita aumentaba rápidamente en las colinas. Gracias a la rápida expansión del arte, entonces reciente, a la construcción de cisternas revestidas con un revoque de cal impermeable en lugar de usar como antes maga calcárea o un revoque de arcilla calcárea, los israelitas pudieron establecerse en cualquier lugar en que lloviera, mientras que sus predecesores cananeos en general, habían tenido que limitarse a ocupar lugares próximos a manantiales o a corrientes perennes.
A comienzos del siglo XII a.C. las costas de Palestina se vieron inundadas por una oleada de pueblos marineros procedentes de las islas y litorales del Mediterráneo septentrional. Al parecer toda la llanura costera de Palestina fue ocupada por los Pueblos del Mar, entre los cuales los más conocidos son los filisteos y los tjikal, que ocuparon la región entre Gaza y ‘Eqrón, y la costa al sur del Carmelo, respectivamente. Los filisteos trajeron su propia cultura, a quienes habían conquistado, y debido a poseer la región más rica de Palestina no tardaron en dominar a los demás Pueblos del Mar. Hacia mediados del siglo XI los filisteos derrotaron a los israelitas, se apoderaron del Arca y destruyeron Silo. Pruebas de destrucción en otras ciudades de Judá, aproximadamente de la misma época, indican que también devastaron buena parte de Palestina occidental, reduciendo a servidumbre a los israelitas. Saúl sacudió el yugo filisteo a principios de su reinado (hacia 1020 a.C.). pero a su muerte los filisteos recuperaron el dominio del país, que no habrían de perder hasta bien entrado el reinado de David (hacia 900 a.C.). A partir de ese momento, sólo desempeñaron un papel muy secundario, especialmente comercial.
En las primeras décadas del siglo XII, en la llanura filistea apareció un tipo de cerámica muy característico, que siguió usándose hasta fines del siglo XI, y después de esta fecha parece que sólo quedaron huellas.
El conocimiento de la prehistoria de los filisteos bíblicos ha aumentado considerablemente gracias a las excavaciones realizadas en 1947 en Chipre oriental. Se halló cerámica de estilo micénico, casi idéntica a la más antigua cerámica filistea de Palestina. Esta cerámica chipriota se parece a la micénica de Argos, y debió venir de Grecia. Cuando estos pobladores, que quizás fueran pelasgos, invadieron Palestina hacia 1175 a.C., siguieron fabricando la misma cerámica con el nombre de filistea (fig. 14).
Exactamente antes de que los filisteos invadieran Palestina, los cananeos habían empezado a adoptar la costumbre egipcia de enterrar a los difuntos en ataúdes antropomorfos de arcilla, en cuya parte superior se modelaban rasgos humanos y a veces otros detalles. Dicho tipo de ataúdes aparecen en diversas tumbas junto a cerámicas filisteas, de lo que puede deducirse que es probable que la popularidad de este tipo de enterramiento en este período se deba, al menos en parte, a influencia filistea.
Mediante la ensambladura de pruebas arqueológicas y literarias es posible fijar fechas con mucha mayor precisión.
Por ejemplo, la batalla entre Baraq y Sisera’, descrita en el triunfal Canto de Débora, se libra en “Ta’anak, junto a las aguas de Megiddo”. Al comparar los períodos durante los cuales Megiddo y Ta’anak (a menos 10 km, al sudeste) estuvieron ocupadas, se aprecia que la ocupación de las dos ciudades tendía a ser complementaria pero no simultánea. Ta’anak fue una ciudad floreciente en el Bronce Antiguo III y IV, cuando Megiddo estaba desocupada; y, así mismo, era la capital de una gran ciudad-estado a mediados del siglo XV, mientras que Megiddo era sede de una pequeña guarnición egipcia. Esta falta absoluta de referencias a la misma Megiddo, mientras Ta’anak se convierte en capital del distrito, hace prácticamente evidente que Megiddo se hallaba entonces en ruinas.
Si examinamos la arqueología del período de los Jueces, no podemos evitar que nos sorprenda la extraordinaria sencillez y
falta de sofisticación cultural de los siglo XII y principios del XI.
El contraste entre los bien construidos cimientos cananeos y los sistemas de desagüe del siglo XIII y los toscos edificios de piedra, sin desagües, que los sustituyen en el siglo XII, sobre todo en Betel, es realmente notable. Esta decadencia de las artes de la vida material obedece a dos causas. En primer lugar, las tribus israelitas invasoras constituían una horda salvaje, seminómada, muy diferente de otras hordas similares del desierto a causa de la rapidez con que se asentaron. En segundo lugar, los israelitas se hallaban en un estadio patriarcal, casi democrático, de vida de clan, y la antigua diferencia entre patricios y campesinos semilibres en buena parte había sido borrada por la conquista de Canaán. Cuando ocupaban una casa patricia cananea mantenían la antigua planta de los cimientos con pocos cambios; pero la manera de construir y los detalles del plan resultante eran tan diferentes como el contenido de la casa. Ante todo, es evidente que la familia israelita que ocupaba la arruinada mansión solía vivir en la planta baja en vez de reservar ésta para almacenes y esclavos y utilizar el piso superior como vivienda. El muro macizo de la antigua fortaleza se dejaba en pie, aunque se hacían algunas reparaciones; los israelitas eran hombres libres y no podían ser obligados a realizar un trabajo forzado.
No se han descubierto santuarios israelitas de este período, y únicamente unos pocos amuletos. De estos, los más interesantes son las placas de arcilla, hechas con molde, que representan una mujer desnuda con el abdomen distendido y convulsivamente comprimido con sus dos manos (a punto de dar a luz). No lleva ningún emblema de diosa, como ocurría en las placas y figurillas cananeas, anteriores o contemporáneas.
En los santuarios cananeos de la Edad de Hierro de Beisán había numerosísimos incensarios o floreros.
La más antigua fortificación israelita del Hierro I que puede fecharse, es la ciudadela de Saúl en la cumbre de Tell el-Ful, 5 km, al norte de Jerusalén (1020 – 1000 a.C.) (Fig. 15). El muro con casamata es un magnífico ejemplo de un tipo que gozó de gran popularidad en Palestina en los siglos XI y X, y que siguió usándose, aunque esporádicamente, hasta la última parte del Hierro II. Este tipo de muro surgió en el Bronce Reciente de Asia Menor, los hititas lo llevaron a Siria, de donde se difundió hacia el sur en el período de transición entre el Bronce y el Hierro. Este recurso de la casamata era un recurso ingenioso de conseguir gran fuerza real —aun mayor en apariencia— con el menor esfuerzo posible. Más ingeniosa era todavía la manera de utilizar todo el espacio posible dentro de los muros de la ciudad para almacenamiento.
En la época de Saúl y de David, Israel era todavía un estado agrícola y pastoril bastante primitivo, aunque progresó mucho hacia un nivel industrial y mercantil más complejo antes de la muerte de David, hacia 960 a.C. hay motivos para creer que Tiro y Sidón, que formaban el reino de Hiram (hacia 969 – 936), el amigo de David y Salomón, se estaban aprovechando plenamente del colapso del imperio filisteo bajo los golpes de David para extender su imperio comercial hasta el Mediterráneo occidental.
Es probable que la expansión del imperio mercantil de Sidón fuera repentina, en los cincuenta años que siguieron a las grandes victorias de David sobre los filisteos (entre 990 y 980 a.C.). Entre los hallazgos que confirman esta teoría se encuentra una tumba fenicia en Chipre (siglo IX a.C.).
La época de Salomón fue uno de los períodos más florecientes de la civilización material de la historia de Palestina.
3. Dinámica de los movimientos migratorios entre el 3000 y el 1000 a.C.: acadios-amorreos-arameos.
El origen.
La aparición de tribus semíticas, documentada por la onomástica en los archivos súmeros, data desde principios del Tercer Milenio.
Su ámbito de procedencia sería la periferia del desierto sirio-árabigo, según las teorías de poblamiento manejadas en los últimos años —Postgate, Deshayes—. Éstos pueblos, en interacción permanente, con las culturas sedentarias del sur de Mesopotamia —Súmer y Elam— se mantienen en estrecha relación de intercambio. Factores climáticos de cambio en el nicho ecológico provocan un acercamiento sostenido y cada vez mayor de los grupos semíticos hacia los sedentarios, movidos por la necesidad de tierras de pastoreo; éstos permiten este uso de sus recursos naturales a cambio de mano de obra retribuida, utilizada tanto para el ejército como para el campo y la construcción urbana.
La clasificación lingüística de los pueblos semíticos reconoce dos ramas: el semítico occidental y el semítico oriental.
El semítico oriental está integrado solamente por el acadio, en sus distintas formas dialectales; mientras que el semítico occidental es una amplia familia lingüística comprendida por pueblos que actuaron en el Próximo Oriente Medio desde el 3000 hasta los primeros siglos del Primer Milenio a.C. Éstos son: el amorreo, el arameo, el hebreo, el ugarítico, los dialectos cananeos-semíticos (moabita, edomita, etc.), el fenicio y el árabe, como así también las lenguas hamito-semitas (egipcio, cushita, dialectos beréberes).
El Protodinástico.
Hay que destacar la importancia de los súmeros como fundadores de civilización en Mesopotamia al descubrir la escritura. Las inscripciones reales más antiguas permiten narrar la historia como historia política. El reinado de Mebaragesi de Kish es el punto de orientación más antiguo. Los reyes de esta dinastía llevan en su gran mayoría nombres semitas.
La convivencia entre súmeros y semitas determinó la historia mesopotámica hasta la desaparición del sumerio como lengua hablada a principios del Segundo Milenio; grupos amorreos que interactúan con los acadios llegan a fundar dinastías en Isin, Larsa y Babilonia.
La entrada de oleadas migratorias nómadas semitas en el Iraq es característica de la historia del país. Desde el siglo XIV hay testimonios del paso de nómadas arameos en Mesopotamia.
El acadio perduró como lengua escrita hasta la época de Cristo (solamente en el uso diplomático). En tiempos de la dinastía de Akad aparece citado por primera vez un pueblo semita nómada: martu (en súmero) o amurru (en acadio); amorreos. Siglo y medio más tarde los martu amenazaron el reino de Ur III. En época babilónica antigua los martu usurparon el poder de muchos lugares de Mesopotamia.
La lengua acadia, sin embargo, era aun lo suficientemente fuerte para asimilar a los invasores y evitó la transformación de la lengua del país.
La oleada semítica alcanzó también la parte occidental del Creciente Fértil.
Los acadios (Akad – fundada por Sargón), constituyen la más antigua capa semita registrada en Mesopotamia.
Es probable que la capa acadia se trasladara del norte Siria al sur, estableciéndose en la región de Diyala y en el norte de Babilonia, con centro en Kish. Para la época (protodinástico), Mari fue un importante centro acadio, cuya importancia perduró hasta la época de Hammurabi.
El asentamiento de los acadios se llevó a cabo en el Protodinástico.
El encuentro entre sumerios y semitas provocó préstamos recíprocos. El sumerio fue fundamentalmente parte donante en este intercambio cultural.
Si bien pudieron existir enfrentamientos entre súmeros y acadios, fue la oposición entre pueblos sedentarios y nómadas lo que prevaleció. La única solución satisfactoria del problema nómade era, para los sedentarios, la asimilación de la tribu nómade hostil, pues rechazarla y aislarla únicamente era viable por cierto tiempo. Tanto los sumerios como los semitas sedentarios intentaron resolver el problema tomando a sueldo tropas nómades y asignándoles territorios para establecerse.
La particular conformación geográfica de Mesopotamia, sin barreras naturales posibilitó este flujo permanente de pueblos y esta dinámica de relación nómade-sedentario.
El Segundo Milenio en Siria y Palestina.
La interacción de las grandes potencias (Egipto y Hatti) que al fundar sus imperios se disputan el ámbito de poder sobre el corredor sirio-palestinense genera una coyuntura política particularmente favorable a la formación de pequeños estados independientes en la zona, aprovechando la tensión entre estos dos grandes imperios y los momentos de debilidad de uno u otro, aliándose en una política estratégica ya sea a favor de un bando u otro. En este sentido la política internacional egipcia deja cierta autonomía a los reyes de las ciudades-estado aliadas, los cuales deben tributar al imperio egipcio.
Las disputas entre los reyes locales, casi siempre de bandos enfrentados, favorecen una militarización de dichas ciudades-estado, lo que las convierten en enclaves poderosos llegando algunas de ellas a formar reinos autónomos en los momentos de debilidad política de los imperios; por ejemplo, Ugarit norte de Siria, o los reinos de Damasco. Dichas ciudades-estado, altamente militarizadas, utilizan tropas nómades mercenarias, entre las que se encuentran los llamados apiru. Esto se corresponde con el fortalecimiento de las dinastías arameas en Siria, particularmente en Ugarit, que cobra un importante impulso económico, aprovechando los enfrentamientos entre Egipto, Hatti y Mitanni.
En una situación menos ventajosa se encontraba el reino de Amurru, que durante largo tiempo fue un estado tapón entre Egipto y Hatti. Este reino, apoyado por los apiru, se consolida como un estado poderoso con dominio, incluso, sobre los puertos mediterráneos, desde Biblos hasta Ugarit. El reino de Ugarit incluso se vio obligado a pagarles tributo.
Por su parte, los fenicios, establecidos en la costa de Siria, fundan importantes ciudades-estado puertos: Biblos, Sidón, Tiro, Beirut, Sumur y Acco. En general, las ciudades costeras fenicias mantuvieron la fidelidad al faraón. Sus príncipes, enemistados entre sí, pedían a menudo ayuda a Egipto para combatir a sus vecinos, sobre todo al reino de Amurru y a las temidas bandas de apiru.
También Palestina permaneció bajo el dominio egipcio. La relación de Egipto para con esta región se limitaba en su interés en recaudar el tributo correspondiente, sin interferir en las luchas internas entre estas ciudades, lo que llevó al fortalecimiento de estas ciudades-estados.
Las fuentes documentales para el estudio de este período están constituidas mayormente por los archivos de el-Amarna, para lo que respecta a la relación con las ciudades-estado palestinas y los archivos de Rash-Shamra (hititas), para lo referente a los estados de Siria y Ugarit.
Palestina y Siria en el siglo XIII.
Las luchas político-religiosas de fines de la XVIII Dinastía egipcia, posibilitan un vació de poder en la región de Palestina y Siria cuya consecuencia es la consolidación hitita en el norte de Siria, como así también la entrada de elementos nómades semíticos que se establecieron en las regiones cultivadas.
Pese a los esfuerzos egipcios de Horemheb y de los faraones de la XIX Dinastía, el dominio egipcio en Asia no tuvo la magnitud de los Tutmosidas. Ya Sethi I realizó campañas contra los príncipes rebeldes de Canaán y contra las tribus nómades shasu que aparecen en las regiones periféricas del sur y en las montañas, al tiempo que contiene la expansión hitita en el norte de Siria.
La semitización de la cultura del Próximo Oriente Medio en este período tiene una enorme expansión, llegando incluso a influenciar, cuando no, a incidir directamente en la cultura egipcia. La XIX Dinastía reconoce su origen en el dios Seth, según manifiesta la Estela del Año 400. Este reconocimiento e identificación con un dios que representa el desierto, y que no es precisamente uno de los dioses hegemónicos del panteón egipcio, por el contrario, se lo asocia con el adversario, el opositor, el nómade, el asiático, es un síntoma excepcional de un cambio de mentalidad en la cultura egipcia que está delatando profundos cambios demográficos de influencia asiática. La representación del dios Seth en esta Estela del Año 400, incluso abandona las formas tradicionales de dicho dios en el panteón egipcio para representarlo con formas asiáticas, a saber: se lo representa como una figura dotada de un largo rabo y con barba, formas ajenas a la cultura egipcia, más cercanas a las características de El, el dios semita del principio activo masculino.
Las campañas de Sethi I en Palestina, documentadas en las inscripciones del templo de Amón en Karnak y en las estelas triunfales de Betshan, dan un panorama claro de la situación política de la región. En la llamada estela grande de Betshan se menciona la insurrección del príncipe de Hamat que se alza contra Sethi con la ayuda de nómades. La estela menor conmemora la victoria sobre los apiru que se habían hecho fuertes en los montes de Galilea, donde amenazaban a la población local. Esto nos muestra la incursión de grupos nómades en Galilea que podrían considerarse precursores de las tribus israelitas de la Palestina septentrional, hechos documentados en las listas topográficas de Sethi, donde se menciona por primera vez a la tribu Aser, nombre que se aplica, posteriormente, a una de las doce tribus de Israel.
Ramsés II sucede a Sethi I, en este período se agudiza la lucha por la supremacía de Siria entre Egipto y Hatti. Ramsés emprendió una campaña en la costa fenicia, con Amurru de su parte, hecho que marcará el preludio de la lucha por Kadesh. El fracaso de Egipto en la lucha por Kadesh hizo tambalear su poder en Palestina, donde se suceden numerosas insurrecciones que el faraón deberá aplacar. Emprendió una expedición contra Moab, donde se apoderó de ciudades y fortalezas. Por primera vez se menciona en los relieves una campaña egipcia en aquellos lejanos territorios.
La fuente más importante para el período es el papiro de Anastasi I, en el cual se describe la situación y las características naturales y humanas del país. Por otra parte, describe las dificultades a las que se tenía que enfrentar el gobierno egipcio y la inseguridad de las montañas, debida a las bandas de los shasu, entre las que probablemente, como se menciona más arriba, se incluían las tribus de Israel, que por aquel entonces comenzaban a asentarse en el territorio. Bajo este aspecto es interesante la mención de una hazaña del jefe de la tribu de Aser (isr), que es seguramente la tribu israelita de Aser, que recuerda las proezas heroicas contenidas en el Libro de los Jueces bíblico.
Las acciones bélicas entre Egipto y Hatti, concluyeron con un tratado de paz y no agresión, reforzado mediante el matrimonio diplomático del faraón con una hija del rey hitita. En el tratado no se menciona el límite norte entre las dos potencias; pero puede cotejarse con la Biblia. La frontera estaba marcada al norte de Biblos, lo que dejaba a Damasco bajo el dominio egipcio y a Amurru bajo el hitita, que según datos de la Biblia se extendía desde el Líbano hasta el Éufrates.
Siria y Palestina se mantendrán bajo el dominio de las potencias durante el reinado de Merenptah y del rey hitita Tukhaliya, y los lazos que unían a estos dos imperios se estrecharon con la llegada de los Pueblos del Mar.
La Estela de Israel es la primer fuente extra bíblica que menciona a los hebreos con una aparición histórica concreta, datable. Allí se hace una lista de enemigos de Egipto vencidos por Merenptah, en la que se mencionan Canaán, Ascalón, Yenoam, entre otros pueblos. Dice la fuente: “Israel está asolado, su cimiente no existe…”. Lo interesante de esta fuente, más allá de la mención explícita de Israel, que por primera vez aparece mencionada en un documento escrito, es que, según la mecánica de la lengua egipcia cada uno de estos pueblos aparecen citados con el determinativo geográfico y su correspondiente jeroglífico que caracteriza sus rasgos esenciales. Así pues al nombre Ascalón, le sigue el determinativo ciudad, Gezer es seguido del determinativo lugar montañoso, Israel es seguido del determinativo gente del desierto, representado en la escritura jeroglífica por la figura de un hombre y una mujer. Esto nos indica claramente que estos pueblos de Israel no estaban sedentarizados, que eran seminómades y que todavía no podemos hablar de un territorio o un reino hebreo, elemento que hecha por tierra las pretensiones de una temprana historicidad territorial de Israel, como se observa en el Libro de Jueces y casi en toda la tradición deuteronomista.
El fin XIX Dinastía nos muestra un período de caos en el estado egipcio. El apoderamiento del trono por parte de Khusán Risathaim, proveniente de Siria septentrional, se relaciona con la historia de los hebreos durante la época de los Jueces.
La situación conflictiva que inaugura la llegada de los Pueblos del Norte y del Mar hacia el –1200, será otros de los factores que contribuyan a la debacle político egipcio de fines del Segundo Milenio y que colabora para la autonomía de los nómades semitas y su fortalecimiento político-militar en la región. Esta irrupción catastrófica cambia el mapa del Próximo Oriente Medio: los filisteos —de los cuales se ignora su procedencia, pero que se supone que han estado en estrecho contacto con los indoeuropeos del Egeo, dado el dominio de la metalurgia del hierro y la utilización del carro y el caballo en la tecnología militar— se instalan en la franja costera de Palestina fundando poderosas ciudades-Estado que se organizan, interactuando, como una confederación (la Pentápolis filistea de Ascalón, Ashot, Gaza, Ecrón, Gazer). Hacia oriente, los reinos cananeos de Amón, Edón y Moab, como así también las ciudades-Estado cananeas (de entre las cuales es de capital importancia la ciudad jebusea de Jerusalén) configuran un mapa político heterogéneo con el cual las tribus hebreas deberán interactuar, a veces violentamente, otras en convivencia pacífica y con préstamos culturales continuos en su proceso de instalación en Palestina.
4. Establecimiento de los hebreos en Palestina.
La visión tradicional de la llegada de las tribus hebreas a Palestina esta descrita en el Libro de Jueces. Allí se detalla la lucha contra los pueblos sedentarios establecidos en el valle del Jordán, las características de esta lucha, el imperativo religioso y el apoyo divino a favor del pueblo “elegido”, como así también una severa prescripción de usos y costumbres para evitar cualquier posible contaminación cultural de las tribus hebreas por parte de las culturas urbanas de Canaán.
La instalación, en esta vertiente, sería un mandato de Yavhé a su pueblo y dicha instalación necesariamente implicaría el exterminio total —herem— de los habitantes precedentes y la destrucción de su cultura material y religiosa. En Jueces I, se ve que por mandato de Jehová, la tribu de Judá tiene la misión de emprender la conquista de Canaán, vemos allí como esta conquista se hace con el apoyo militar de la tribu de Simeón y como el cronista nos relata la derrota del cananeo Adoni-Bezec y de los fereceos. De la fuente deducimos que esta conquista no la realizan las doce tribus unificadas, sino que solamente algunas emprenden la conquista de Canaán.
En Jueces I, 8 se relata la conquista de Jerusalén y Ebrón. Jerusalén es tomada de una sola vez y sus habitantes son aniquilados: “Y combatieron los hijos de Judá a Jerusalén y la tomaron, y pasaron a sus habitantes a filo de espada y pusieron fuego a la ciudad”.
En Jueces IV se relata la derrota de Sisara en manos de Barac, con una coalición de 10.000 hombres de la tribu de Neftali y de la de Zabulón. Esta victoria había sido profetizada a Barac por la jueza Deborá. Barac derrota al ejército de Sisara, observamos allí una minuciosa descripción de la tecnología militar de dicho ejército en la que aparecen carros herrados, y una ostensible supremacía cananea, sin embargo, Barac derrota el ejército de Sisara, pasando al herem a todos sus hombres “Barac siguió los carros y el ejército hasta Haroset-Goim, y todo el ejército de Sisara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno”.
Podríamos continuar rastreando el relato de los distintos enfrentamientos entre hebreos y cananeos, encontrando en ellos el mismo denominador común en el narrador de Jueces: la conquista se da por completo en un determinado momento histórico, es una conquista total, se extermina a todos los habitantes y se destruye todo vestigio de su civilización material.
El Cantar de Débora en el capítulo V del Libro de Jueces, relata en forma completa este proceso de conquista y las características del mismo. Enumera las tribus que participan en la conquista: Abinoam, Efraín, Amalec, Benjamín, Maquir, Zabulón, Isacar. No acuden a la conquista las tribus de: Rubén, Galaad, Dan, Aser. “Entre las familias de Rubén, hubo grandes resoluciones del corazón. ¿Por qué te quedaste en los rediles, para oír los balidos de los rebaños? Entre las familias de Rubén hubo grandes propósitos del corazón. Galaad se quedó al otro lado del Jordán; y Dan, ¿por qué se estuvo junto a las naves? Se mantuvo Aser en la ribera del mar, y se quedó en sus puertos…”.
Así se ve como el narrador de Jueces nos presenta la conquista de Palestina por parte de las tribus hebreas, observamos, claramente, que las doce tribus no acuden al llamamiento de Débora para la conquista, Rubén se queda en la región montañosa del norte, Galaad, en la región de Transjordania, y Dan y Aser en la costa. Es claro que cada una de estas tribus responde a su situación política local y que no tenían necesidad alguna de conquista territorial, particularmente los asentamientos costeros que gozaban de una situación económica privilegiada debido a los contactos comerciales con el mundo mediterráneo. Esto pondría en tela de juicio la unidad político-religiosa de las tribus y marcaría un contraste evidente con otros pasajes bíblicos, en particular, los de la tradición deuteronomista, que nos presentan una visión más historiográfica de la conquista en la cual la intencionalidad del autor se hace manifiesta. Estas dos vertientes bíblicas puestas en contraste con estudios contemporáneos sobre las características de la instalación en Palestina manifiestan discrepancias notorias. La exégesis bíblica deja claras evidencias de un proceso de aculturación mucho más prolongado y nunca definitivo, con marchas y contramarchas que están marcando momentos de alzas políticas y de decadencia por parte de las tribus de Israel. Así pues, vemos como en los estudios realizados por Abraham Rosenvasser, particularmente en Egipto y Palestina en la Antigüedad, Yavhé y el monoteísmo hebreo, y en especial, Yavhé en Jerusalén, el historiador nos señala estos préstamos culturales y su proyección en la evolución y desarrollo de la religión hebrea. Por otra parte, una revisión de las más modernas teorías sobre poblamiento (Postgate, Deshayes, Rowton, Finkelstein), nos presentan un plano más claro y completo de esta interacción nómades-sedentarios, de los móviles económicos y de las determinantes demográficos, como así también del impacto climático que modificó el equilibrio de la situación nómades-sedentarios en Siria-Palestina hacia fines de la Edad del Bronce.