Hubo un tiempo en el que el centro del mundo estaba a orillas del Eufrates, a 100 kilómetros al sur del actual Bagdad. La ciudad se llamaba Babilonia. Fue fundada en 1792 antes de Cristo (aC) por Hammurabi el rey que da nombre al más famoso código legal de la antigüedad y alcanzó su máximo esplendor durante el reinado de Nabucodonosor II, en el siglo VI aC. En esa última época, en el corazón de su amurallado casco urbano se levantaba una ‘montaña de ladrillo’ coronada por un templo al dios Marduk. Los babilonios denominaban a esa estructura, cuyo embrión había sido construido ya en época de Hammurabi, Etemenanki ‘casa fundamento del cielo y de la tierra’; nosotros la conocemos como la Torre de Babel.
Desde el hallazgo de los restos del edificio desenterrados en 1913 por el arqueólogo alemán Robert Koldeway, historiadores y arquitectos han especulado sobre su forma y dimensiones. En la mayoría de las propuestas, la construcción tiene 90 metros de lado correspondientes a los cimientos descubiertos por Koldeway y otros tantos de altura. El asiriólogo español Juan-Luis Montero Fenollós presentó el 9 de abril, sin embargo, una Torre de Babel más pequeña en el Museo Arqueológico e Histórico de La Coruña. “Es un edificio más modesto y, sobre todo, factible con los materiales y técnicas usados en la antigua Mesopotamia”, indica.
La apariencia real de la Torre de Babel nada tuvo que ver con la del monumento pintado por Peter Bruegel en el siglo XVI. “Era una estructura maciza, construida con adobe mezclado con camas de caña embetunada y revestida de ladrillos”, explica el profesor de la Universidad de La Coruña. Los templos escalonados mesopotámicos se conocen como zigurats la palabra quiere decir ‘cima de la montaña’ y, a pesar de ser el de Ur el que mejor ha llegado hasta nuestros días, el más famoso es la Torre de Babel: “Su presencia en el Génesis lo marca”.
Montero Fenollós ha consultado para la construcción de su maqueta todas las fuentes arqueológicas y documentales disponibles. Gracias a las excavaciones de Koldeway, se sabe que la Torre tenía, en tiempos de Nabucodonosor II, una base cuadrada de unos 90 metros y tres escaleras, una central y dos laterales. Y el número de pisos figura en una antigua tablilla de arcilla. Pero la altura es otro cantar.
Como sus antecesores en esta empresa, el historiador español ha deducido la altura de la Torre a partir de la tablilla de Esagil, un texto de 299 aC en escritura cuneiforme con signos en forma de cuña que está en el Museo del Louvre. “Esa tablilla, una copia de otras anteriores, es la que nos da las medidas. Sin ella, sería imposible reconstruir la Torre”. La interpretación tradicional del texto colocaba al escriba que da la altura de manera indirecta fuera del edificio, a ras de suelo y frente a la estructura. El resultado era una Torre de 90 metros de altura, el equivalente a la estatua de La Libertad.
22 millones de ladrillos
“Sería algo imposible. Se puede dibujar; pero no llevar a la práctica con los materiales y las técnicas de aquella época”, argumenta el arqueólogo. Conscientes de que “el adobe tiene una resistencia determinada”, Montero Fenollós y el arquitecto suizo Vicari, quien en 2000 planteó ya una solución de menores dimensiones que la habitual, llegaron a la conclusión de que “la clave podía estar en el punto de vista del escriba”. El experto español reinterpretó el texto con el autor situado en la tercera planta. El resultado es una Torre de Babel de 60 metros, un tercio menor que hasta ahora. “Un monumento factible”.
José María Bello, director del Museo Arqueológico e Histórico de La Coruña, considera la nueva interpretación “ingeniosa, bien construida y más plausible que las anteriores. Es la hipótesis más coherente con los datos que tenemos”. Y no resta monumentalidad a la obra. Montero Fenollós calcula que se tuvieron que emplear unos 22 millones de ladrillos en su construcción.
El edificio seguramente se había deteriorado considerablemente la primitiva Torre había sido construida un milenio antes cuando Nabucodonosor II se embarcó en su restauración. “A todos los pueblos de las numerosas naciones obligué a trabajar en la construcción de la Torre de Babilonia”, recoge una tablilla del siglo VI aC. Su fama sobrevivió a la conquista de Babilonia por los persas y Alejandro Magno se planteó reconstruirla, pero su prematura muerte condenó al monumento.
‘ORGULLO DE CALDEA’
Babilonia, la flor de los reinos, prez y orgullo de Caldea, será semejante a Sodoma y Gomorra, destruidas por Dios. No será habitada jamás ni poblada en generaciones y generaciones, ni pondrá tienda allí el árabe, ni pastores apacentarán allí. Allí tendrán aprisco bestias del desierto y se llenarán sus casas de mochuelos. Allí morarán las avestruces y los sátiros brincarán allí. Se responderán las hienas en sus alcázares y los chacales en sus palacios de recreo. Su hora está para llegar y sus días no tendrán prórroga.
Isaías 13, 19-22