A la generación anterior a la mía, a mis padres y un grupo de cubanos, cristianos, creyentes en Jesucristo, como decía Esther, desde esa identidad hicimos una opción, consciente y profética por la construcción del socialismo. Así rezaba en los estatutos de una de las tantas organizaciones ecuménicas que por aquellos años ’70 participábamos, siendo aun adolescentes y que, en primera instancia, significó el compromiso con el proyecto de la revolución cubana, un proyecto socialista, un proyecto desde la concepción filosófica, política e ideológica del marxismo leninismo y como ubicar esto en la conmemoración de los días del gobierno de la Unidad Popular para que este peregrinaje tuviera una singular valor.
Ustedes conocen, por los mismos impactos del triunfo revolucionario cubano que determinados elementos de coyuntura en Europa inciden en cambios a nivel de la Iglesia Católica Universal. El Vaticano Segundo, por allá en los años ’60. Eso empieza a animar todo un proceso, en un continente mayoritariamente cristianos, de hombres y mujeres de fe que empiezan a involucrarse en las luchas por la transformación de la sociedad.
Muy tempranamente tuvimos el testimonio de Camilo Torres, en Colombia, sacerdote, que lanzó aquella consigna tan conocida en aquellos tiempos de que el deber de todo cristiano es ser revolucionario y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución.
En el año ’68 tiene lugar la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, donde queda acuñado el discurso oficial de esos años en la Iglesia y de la teología que nacía en sus alrededores, la llamada opción por los pobres o la opción preferencial por los pobres.
Sin embargo, esto que les relato que está ocurriendo en el continente y que algunos por sus canas o años pueden haber vivido o conocido, a nosotros en Cuba no nos llega por el inevitable aislamiento que estaba sufriendo Cuba y por el alineamiento de los gobiernos en América Latina y luego las dictaduras con la política de los EE.UU. y el bloqueo. Y es a partir del canal de comunicación que se abre con Chile, a partir del triunfo de Allende, que nosotros tomamos contacto por primera vez, en una manera articulada, con otras personas que estaban vivenciando la misma experiencia que nosotros aquí en Chile.
Hay cristianos, fundamentalmente del campo católico, pero también la presencia de sectores evangélicos aquí en Chile que se movilizan para el Proyecto de la Unidad Popular y también en una experiencia de organización política, en Chile la Izquierda Cristiana por ejemplo.
Se da un movimiento animado a partir de la experiencia chilena que es el grupo de los 80. Se constituyó en Chile el secretariado nacional de Cristianos por el Socialismo, que tuvieron en marzo del año ’72, un encuentro nacional en Padre Hurtado que sirvió de encuentro nacional preparatorio para lo que después, entre el 23 y 30 de abril del año 1972, fue el primer encuentro latinoamericano de cristianos por el socialismo que contó con la presencia de 430 delegados, representantes de más de 26 países y presencia, también, de EE.UU. y de Europa. Ese evento se celebró, simultáneamente, en los mismos días en que se estaba celebrando, la ya mencionada, 3° Conferencia de la Unctad, para la cual se construyó este edificio.
Esta fue la primera experiencia que tuvimos de contacto y por ahí articulamos relaciones futuras con expresiones, grupos de cristianos que teníamos un compromiso de una lucha con este grupo de cristianos por el socialismo.
Al mismo tiempo de Chile, nosotros recibimos en el continente una contribución fundamental que nace del inédito, en aquellos años, encuentro que sostuvo el Comandante Jefe Fidel Castro en noviembre de 1971 durante su visita a Chile, con este grupo de los 80. Era la primera vez que un líder marxista en el poder se encuentra públicamente con una serie de gente que se dicen cristianos y más, se dicen socialistas y optan por el socialismo.
Yo traté de encontrar, en la locura de venir para acá, todas las cosas organizativas no encontré el texto de la reunión pero recuerdo que Fidel se asombró, por supuesto, sobre todo por la experiencia personal vivida por él en la relación personal e institucional, tan conflictiva con la Iglesia Católica Cubana, él se asombró tanto que dijo o yo me estoy poniendo ya demasiado viejo o ustedes están demasiado mandados a correr, decimos en Cuba, porque aquello lo encontraba demasiado inédito.
Y en esa osadía heterodoxa que acostumbra Fidel, acuñó la famosa frase de la Alianza estratégica entre cristianos y marxistas que en aquellos años se estaba dando un debate muy fuerte ante el hecho de que muchas de las organizaciones políticas de izquierda empezaban a recibir la demanda o el hecho de la participación de los cristianos y muchas de estas organizaciones políticas de izquierda que habían bebido de cierto marxismo de factura soviético cargado de dogmatismo y que tenían el ateismo científico en sus pilares fundamentales generaban tensiones y exclusiones incluida la propia isla de Cuba que no es hasta el año 1991 que el partido retira el ateismo como condición de militancia.
Por supuesto que eso tuvo un impacto muy grande en la experiencia nuestra, por lo que acabo de mencionar. Nosotros en Cuba empeñados, recibiendo los palos de la Iglesia institucional, sobre todo estoy hablando de mi experiencia de evangélico, de las iglesias evangélicas, éramos tildados de todo hasta de comunistas y al mismo tiempo sufríamos la sospecha, la mirada de muchos compañeros que no entendían quiénes eran estos cristianos que estaban por la revolución, que se iban en un trabajo productivo a cortar caña de azúcar, también, etc.
Otros usábamos en nuestras liturgias en la iglesia la canción Plegaria de un Labrador de Víctor Jara, eso era bastante complicado entenderlo y en ese camino este encuentro de Fidel con estos cristianos por el socialismo aquí en Chile y el evento mismo tuvo una importancia significativa.
Al mismo tiempo y tratando de hacer un balance de este evento en la euforia que se vivía en aquellos años, para las 10 personas que participaron de Cuba en el mismo que, por supuesto, teníamos un rol protagónico en el liderazgo del movimiento ecuménico cubano nos puso en un complot de vanguardismo. O sea, si en América Latina se estaban produciendo procesos revolucionarios y Chile estaba teniendo un lugar inédito en la vía armada y en esos procesos estaban involucrados los cristianos latinoamericanos y si Cuba era el faro de la revolución de América Latina, entonces, los cristianos cubanos teníamos que ser el faro de los cristianos latinoamericanos y eso nos llevó, a muchos, a excesos antipedagógicos en nuestra pedagogía educativa en el proceso de concientización al interior de nuestras iglesias y, en muchos casos a tirar al niño con la bañadera. Es decir, en muchos casos, la iglesia por sus actitudes frente a la revolución y en muchos casos por sus actitudes de alianza con los poderes dominantes en el hemisferio, se condenaba a todo el bloque. Muchos abandonaron la iglesia y dejaron un campo tan importante en manos de sectores conservadores de derecha y se involucraron en las tareas revolucionarias, era la urgencia realmente pero al mismo tiempo la revolución necesitaba de nosotros dentro de un campo que solo a los que nos habíamos criado y formado dentro de él y, esperamos con la disciplina pertinente, la teología, la escritura de la Biblia, etc., etc., nos eran posibles incidir para tratar de generar posturas distintas de la iglesia con relación a la revolución.
Al mismo tiempo, la teología de la liberación como muchas zonas del pensamiento latinoamericano no miró y, por suerte en las ultimas décadas a partir de finales de los ‘80s, esas otras identidades que están presentes hoy en la realidad latinoamericana y que forman parte de luchas. O sea, la teología en los campesinos, la relación con el mundo indígena, la teología indígena, la teología negra y popular, la llamada teología afrolatina, que son, también, sectores vinculados que se mueven dentro de la experiencia de la iglesia latinoamericana y que en un discurso, a veces excesivamente clasista o mirando únicamente la tensión de clases, obvió esos otros dolores, esos otros sufrimientos. Pero en todo caso, en aquella dicotomía en lo que era estratégico e importante y lo que era secundario en el campo religioso latinoamericano y en el campo religioso cubano, se me acabó el tiempo, está atravesando las mismas complejidades que tiene el campo popular y el campo de las luchas en América Latina. Y, por suerte, muchas de estas tensiones entre revolucionarios por nuestras relativas y diversas identidades van quedando atrás. Y que las demandas de los hermanos de Brasil de la lucha de la Tierra, la demanda de algunos hermanos y hermanas del movimiento de gays, lesbianas y travestis, son parte de nuestras luchas y yo creo que, con emoción no tienen ningún acto de politiquería barata.
Con emoción escuché a Gladys Marín, secretaria del Partido Comunista Chileno, hablar de esta realidad, de la necesidad de englobar en la lucha por la transformación del mundo en la lucha anticapitalista y para los que seguimos creyendo en el socialismo como horizonte y proyecto, tener presente también con igualdad y valor estratégico de las mujeres, de los negros, de los indígenas, de los que luchan por los derechos de vivir su sexualidad como les de la gana.
Lamentablemente, el tiempo es corto pero si en la hora de reconocer y celebrar en la memoria, sobre todo para nosotros los cristianos que tenemos la convicción en la resurrección de los muertos, nosotros estamos celebrando la vida de Salvador Allende en estos 30 años. Allende es de los hombres que nunca mueren y, al mismo tiempo, celebrar también esa contribución que nos vino de ustedes y que nos ayudo a nosotros en Cuba a poder vivir nuestra fe como cristiano y al mismo tiempo no a pesar de ella sino a causa de ella vivir, también, la experiencia de luchar por el proyecto de la revolución cubana.