La distribución prehistórica e histórica de los pipiles (1983)
William R. Fowler, Jr.
Los pipiles fueron grupos de habla nahuat que, en sucesivas etapas u “oleadas” de migración que duraron desde aproximadamente 800 d.C. hasta
alrededor de 1250 o 1300 d.C. , se trasladaron al altiplano central de México
y las tierras bajas de la región sur del golfo de México y llegaron a
asentarse en varias regiones de las actuales repúblicas de Guatemala, El
Salvador y Honduras en Centroamérica.
Un grupo nahuat se desprendió de los pipiles alrededor de 1200 o 1250 d.C. y fue a asentarse en Nicaragua donde se conocieron con el nombre de los nicaraos. 1 Se ha calculado que al momento de la conquista la población nahuat de Centroamérica era de por lo menos 700,000 personas.2 Los nicaraos fueron aniquilados o llevados de Nicaragua en esclavitud poco después de la conquista. 3Aproximadamente unos 2,000 descendientes de los pipiles sobreviven actualmente, la mayoría en los pueblos de Cuisnahuat y Santo Domingo de Guzmán (departamento de Sonsonate), en el occidente de El Salvador.4
Los pipiles tuvieron un profundo impacto en los acontecimientos prehispánicos de la periferia sur de Mesoamérica y, aunque son pocos los que quedan ahora, la herencia cultural, genética y lingüística de la antigua
población nahuat de Centroamérica se conserva y es indiscutiblemente fuerte.
Uno de los problemas respecto a esta antigua población es precisar con exactitud la extensión y las fronteras del territorio que ocupaban y
controlaban los pipiles en tiempos anteriores a la conquista. Este problema
puede ser enfocado por medio de la correlación de los datos históricos, arqueológicos, y lingüísticos.
William Fowler, de nacionalidad estadounidense, recibió un doctorado en arqueología de la University of Calgary; ahora es profesor asistente de antropología y arqueología, University of North Dakota-Grand Forks.
1 Paul F. Healy, Archaeology of the Rivas Region, Nicaragua (Waterloo, Ontario: Wilfrid Laurier University, 1980) ; William R. Fowler, Jr. , “The Pipil-Nicarao of Central America” (disertación doctoral, University of Calgary, 1981).
2 Fowler, “The Pipil-Nicarao of Central America”, pp. 819-24.
3 David Richard Radell, “The Indian Clave Trade and Population of Nicaragua during the Sixteenth Century”, en The Native Population of the Americas in 1492, William M. Denevan, ed. (Madison: University of Wisconsin Press, 1976); William L. Sherman, Forced Native Labor in Sixteenth-Century Central America (Lincoln: University of Nebraska Press, 1979).
4 Lyle Richard Campbell, “La dialectología pipil”, América Indígena 35 (1975): 833; Lyle Richard Campbell, “The Linquistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery , en Las fronteras de México (México: Sociedad Mexicana de Antropología, 1976), 1: 172.
En este artículo, cono primer paso, se traza la distribución geográfica de los pipiles según se conoce por medio de los documentos h i s t ó r i c o s ; se recurre luego a la evidencia arqueológica y lingüística, a fin de proyectar su distribución en la época prehispánica.
Evidencia y fuentes históricas
Varias fuentes históricas que se han publicado presentan contribuciones a nuestro conocimiento de la distribución geográfica de los grupos de habla nahuat en el área. Es de primera importancia la lista que hizo el oidor lic. Diego García de Palacio de los idiomas indígenas hablados en el territorio de la Audiencia de Guatemala, desde Chiapas hasta Costa Rica, en 1573 y 1574.5
En su confusa relación de las migraciones de los grupos de habla nahuat de México a Centroamérica, fray Juan de Torquemada mencionó específicamente algunos pueblos y varias regiones donde se asentaron los inmigrantes. 6De los datos en la historia escrita por don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán entre 1680 y 1695, es posible recoger importante información acerca de las antiguas ubicaciones de los Pipiles.7
De menos importancia, pero aun digna de notar, es la relación geográfica de las provincias de Escuintla y Guazacapán escrita en 1740 por don Alonso Crespo, quien incluyó en este breve documento comentarios sobre las lenguas maternas de ambas provincias coloniales.8
Mientras que éstas y otras fuentes ofrecen cierta cantidad de información útil, hay dos fuentes que son de excepcional importancia por los datos que proporcionan sobre la distribución geográfica de los grupos de dialecto nahuat en Centroamérica y los linderos lingüísticos entre ellos y los otros grupos indígenas del área.
Dichas fuentes son el secretario de fray Alonso Ponce, Antonio de Ciudad Real, y el arzobispo Pedro Cortés y Larraz. Ponce y Ciudad Real viajaron por Centroamérica en 1586; Cortés y Larraz recorrió su diócesis (Guatemala y El Salvador) en tres viajes de 1768 a 1770.
5 “San Salvador y Honduras el año 1576”, informe oficial del lic, Diego García del Palacio al rey de España sobre las provincias centroamericanas de San Salvador y Honduras e l año de 1576, en Colección de documentos para la historia de Costa Rica (León Fernández, 1881-7907) 1:t-52.
6 Monarquía Indiana (México: Editorial Porrúa, 1969)’ pp. 331-33.
7 Recordación florida: discurso historial demostración natural, material, militar, y política del reyno de Guatemala, 3 toms (Guatemala: Biblioteca “Goathemala”, 1932-1933).
8 AGCA, Al. 17.2 10.5003, versión paleografiada, “Relación geográfica del partido de Escuintla”, Boletín del Archivo General del Gobierno 1 f 193f): 9-15.
Ambos hicieron apuntes escrupulosos sobre la distribución de los idiomas indígenas en las regiones por donde pasaron. Aunque muchos asentamientos indígenas habían sido reubicados y algunos se habían despoblado antes que se recogieran estos datos, los informes de Ciudad Real y Cortés y Larraz son de máximo valor en cualquier estudio que se haga de la distribución geográfica de los idiomas indígenas de Centroamérica.
Los datos históricos pueden o no ser comprobados por la evidencia
lingüística y arqueológica. Hay dos clases de evidencia lingüística que se relacionan con e l problema de “reconstruir” el antiguo territorio de
los pipiles. La primera consiste de vocabularios nahuat recolectados por
Bromowicz en 1878 en San Agustín Acasaguastlán (Guatemala), publicada por Brinton, y la lista que Stoll obtuvo en Salamá (Guatemala) en 1883.10
El otro importante vocabulario es e l que Squier consiguió en la costa del Bálsamo en El Salvador.11 Ciertos problemas se plantean en el uso de estas listas: el primero consiste en determinar su autenticidad; también hay que
averiguar si los vocabularios representan fósiles de una presencia prehistórica
nahuat en las regiones donde fueron obtenidos, o si indican un movimiento postconquista de hablantes del nahuat a estas regiones.
La otra clase de evidencia lingüística proviene de los estudios toponímicos, como por ejemplo los de Vivó Escoto, Geoffroy Rivas y Arriola. 12Como Wainwright ha señalado:
La toponimia proporciona en medida completa información de una clase que está ausente en la arqueología y generalmente pasada por alto u oscurecida en la historia. También permite conclusiones bastante precisas sobre la intensidad de los asentamientos, las fronteras lingüísticas, los orígenes y las relaciones, con comentarios de vez en cuando sobre las condiciones sociales
y económicas.
9 Antonio de Ciudad Real, Relación breve y verdadera de algunas cosas de las muchas que sucedieron al Padre Fray Alonso Ponce en las provincias de la Nueva España, siendo comisario general de aquellas partes…, 2 tomos (Madrid: Imprenta de la Ciudad de Calero, 1873); Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala (1768-1770), 2 tomos (Guatemala: Biblioteca “Goathemala”, 1958); Fowler, “The Pipil Nicarao of Central America”, pp. 659-62 y 668-69.
10 Daniel Brinton, “On the So-Called Alagüilac Ianquai~p of Guatemala”, Proceedings of the American Philosophical Society 24 (1887): 366-77; Otto Stoll , Etnografía de Guatemala (Guatemala: Seminario de Integración Social Guatenalteca, 1958), PP. 20-29.
11 E. G. Squier, Notes on Central America; Particularly t h e S t a t e s of Honduras and San Salvador (New York: Harper and Brothers, 1855), pp.351-52.
12 Jorge Vivo Escoto, “El poblamiento nahuat de El Salvador y otros países de Centroamérica” (San Salvador: Ministerio de Educación, 1972):
Pedro Geoffroy Rivas , Toponimia nahuat de Cuscatlán (San Salvador: Ministerio de Educación, 1973): Jorge Luis Arriola, E l libro de las geonimias de Guatemala (Guatemala: Ministerio de Educación, 1973).
Esta información es principalmente lingüística, desde luego, pero sus implicaciones políticas y sociales son muchas veces menos ambiguas y más convincentes que las implicaciones equivalentes inherentes en el material arqueológico. l3
Los topónimos mexicanos en Centroamérica se hallan muchas veces
asociados con las regiones del asentamiento nahuat que se conocen por la
evidencia histórica. En algunas regiones, empero, los topónimos nahuas
ocurren donde no hay indicación histórica de una previa ocupación nahuat. En algunos lugares estos nombres fueron impuestos por las tropas mexicanas de Alvarado, pero éste no fue siempre el caso. Podemos utilizar la distribución de estos topónimos para arrojar luz adicional sobre la distribución
geográfica de los grupos de habla nahuat en Centroamérica.
Como los estudios lingüísticos, la arqueología nos da indicaciones de la distribución prehistórica de los pipiles. Frecuentemente la identificación
de los restos arqueológicos con cierto grupo lingüístico resulta en controversia, pero los pipiles dejaron vestigios netamente mexicanos de
casi toda clase en sus restos culturales. Trajeron a las regiones de que se apoderaron, cambios en la arquitectura, los patrones de asentamiento ,
la economía y la tecnología, entre otras cosas.
Son especialmente reveladoras las representaciones en cerámica de tamaño natural de dioses mexicanos como Tlaloc (o Quiahuitl), Xipe Totec, y Mictlantecuhtli, los que dejaron en sus centros ceremoniales.
La siguiente serie de interpretaciones, ordenada geográficamente de
oeste a este y de norte a sur, pretende determinar, por medio de toda l a
evidencia disponible, la distribución histórica y prehistórica de los
pipiles. Se enfoca en las regiones donde los grupos de habla nahuat están
seguramente documentados en la historia, o donde su presencia puede inferirse por medio de la evidencia lingüística o arqueológica. También se
pone énfasis en las regiones problemáticas donde la presencia nahuat es
dudosa o insegura.
La Figura 1 muestra la distribución conocida de los grupos de lengua
nahua (el idioma que incluye el dialecto de nahuat) en Centroamérica.
Además de la distribución pipil en Guatemala, El Salvador y Honduras, el
mapa señala la distribución de los grupos de lengua nahua en Centroamérica
no tratados en este artículo: los nicaraos de Nicaragua y probablemente
Costa Rica, así como unos posibles enclaves en Panamá.
13 Frederick 1. Wainwright, Archaeology and Place-Name and History (London: Routledge and Kegan Paul, 1962) pág. 4.
El Salvador
Casi todo El Salvador al oeste del río Lempa estaba ocupado por los
Pipiles al momento de la conquista y probablemente durante el período
postclásico. Es posible que grupos de lengua nahuat penetraran en el oriente de El Salvador antes de la conquista.
Las regiones occidental y central.
La evidencia arqueológica, lingüística y etnohistórica indica, fuera de toda duda razonable, que al momento de la conquista, y por lo menos cinco siglos antes, casi toda la parte de El Salvador al oeste y al sur del río Lempa estaba ocupada por los pipiles. 71
71 Véanse por ejemplo Squier Notes on Central America, PP. 340- A A 41; Walter Lehmann, “Erqrhnicse eincr ForschungsrcLs~? in Mittelamerika und Mexico 1907-199’l”. Z e i t s c h r i f t für Ethnoloqie 42 (1910): 734; khmann,
Zentral-Amerika, 11: 1021-24; Herbert J. Spinden, “Notes on the Archaeulogy
of Salvador”, American Anthropoloqist 17 (1915): 446; Jorye krdé,
“Los choroteuas en E l Salvador”. Revista de Etnolda, Arcnieoloqia Y Lin-
“lstica 1 ( 1926) : 286; Samuel kirkland Lothrop, “Pottery ‘ s -ande their
?&uence in E l Salvador”, Indian Notes and Monoyraphs 1 ( 192v 216; John
M. Lonuvear. 111. “Archaeolosical Investiaations in El Salvador”, Memoirs
of the-$eabódy ~úseum of Arck;aeology and Éthnology 9 (1944): 2: 6; Thompson,
“Archaeological Reconnaissance”, pág. 13; Doris Stone, “Los grupos mexicanos en la América Central y su importancia”, Antropologla e Historia de Guatemala 1 (1949): 44; y Francisco de Solano, “Población y áreas lingüísticas en El Salvador, 1772”, Revista Española de Antropología Americana 5 (1970): 280-89.
De hecho, e1 antiguo territorio pipil en El Salvador occidental y central a veces probablemente se extendió al norte y al este de la tradicional
frontera cultural del Lempa. Al menos en la cuenca central, el sitio de
Santa María constituye evidencia de la ocupación pipil un poco al norte
del Lempa.72
Examinaremos la posibilidad de la expansión pipil al este del Lempa al tratar el oriente de El Salvador, más adelante. Hay solamente tres, posiblemente cuatro, excepciones específicas a la dominación total de El Salvador occidental y central por los pipiles al momento del contacto europeo. Estos son los enclaves de pokomames en Chalchuapa, Ahuachapán y posiblemente Atiquizaya en el occidente, y evidentemente una penetración lenca en Istepeque, un poco al norte del volcán San Vicente y al oeste del río Lempa. 73
Aunque Ciudad Real manifestó que Chalchuapa era una población de habla
nahuat en 1586, esto parece ser un error; o quizás Ciudad Real se topó con algunos individuos que hablaban e l nahuat en Chalchuapa. En 1637, fray Tomás Gage, quien dominaba e l pokomam, habló a los indígenas de
Chalchuapa en ese idioma. Francisco Ximénez escribió a principios del
siglo XVIII que en tiempos de la conquista, Chalchuapa estaba habitada por los pokomames. A fines del sigloXVIII, Cortés y Larraz infomó que el
idioma materno de la parroquia de Chalchuapa, que incluía el pueblo de
Atiquizaya, era e l pokomam. 74
Los indicios arqueológicos muestran que los pokomames arrebataron Chalchuapa de los pipiles a fines del postclásico tardío.
72 Fowler, “The Pipil-Nicarao of Central America”.
73 Thompson, Maya History and Religion, pp. 95-96.
74 Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 323; Thomas Gage, Thomas Gaye’s Travels in the New World (Norman: University of Oklahoma, 1958), pag. 304; Francisco Ximénez, Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, 3 tomos (Guatemala: Biblioteca “Goathemala”,1929- 193 1 ) , 1 : 69; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-mral, 1 : 233.
Esta impresión está confirmada por la evidencia de la lingüística histórica. 75Así, Lothrop se equivocó gravemente cuando aseveró que los pokomames antes dominaban toda el área de El Salvador occidental y central, y que más tarde llegó a ser territorio pipil. 76
Ciudad Real y Cortés y Larraz informaron que Ahuachapán era de idioma
mexicano, pero Lardé citó un informe de 1549 de un oidor de la Audiencia
de Guatemala, Tomás López Medel, el cual dice que las mujeres de Ahuachapán hablaban el pokomam, mientras que los hombres hablaban el nahuat (probablemente ellos eran bilingües). 77 Según parece, la única evidencia para la ocupación pokomam de Atiquizaya es la declaración de Cortés y Larraz, mencionada arriba. Ciudad Real manifestó que Atiquizaya era pueblo pipil.
En cuanto a la intrusión lenca en el territorio pipil del este, García de Palacio declaró que en Istepeque, aunque se localizaba en la misma provincia de
San Salvador, poseída por los pipiles, los habitantes hablaban un idioma que los pipiles llamaban “el chontal”. La voz nahuat chontal (nahuatl chontalli) quiere decir “forastero”. Los pipiles daban este nombre a cualquier otro grupo indígena que no hablaba e l nahua. Por ejemplo, a los pokomames de Santa Catarina Mita, Guatemala, los pipiles también les llamaban “chontales”. Lothrop estaba convencido de que los chontales de Istepeque eran pokomames; pero Thompson demostró convincentemente que el idioma en cuestión era en realidad el lenca, al que también se referiría muchas veces en el siglo XVI como potón o potona.80
Es sensato suponer, por lo menos como una hipótesis de trabajo, que tal como las intrusiones tardías de pokomames en la región del oeste, la entrada de los lencas en Istepeque era relativamente reciente.
Puesto que algunos mapas lingüísticos indican grupos mayences conocidos
históricamente en la vecindad de San Salvador, es necesario un comentario breve sobre su presencia.
75 Robert J. Sharer, Pottery and Conclusions: The Prehistory of Chalchuapa, El Salvador (Philadelphia : University of Pennsylvania, 1978 1 ,111: 211 y 213-15; Campbell, “Linguistic Prehistory of the Southern mesoamerican Periphery” , pág. 168.
76 “The Southeastern Frontier of the Maya”. Véase Thompson, Maya History and Religion, pp. 95-96.
77 Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 321; Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral, 1: 66; Lardé, “Los chorotegas en El Salvador”,pág. 283.
78 “San Salvador y Honduras”, pág. 33.
79 García de Palacio, “San Salvador y Honduras”, pág. 35.
80 Lothrop, “The Southeastern Frontier of the Maya”, pág. 46; Thompson, Maya History and Religion, p . 95-96; Gircía de Palacio, “San Salvador y Honduras”, pág. 6; Ciudad Real, Relación breve y verdadera, 1: 384.
Ciudad Real declaró que la mayoría de los indígenas de San Salvador eran pipiles, pero algunos eran achies81. Estos mayas del altiplano de Guatemala
no tenían nada que ver con los acontecimientos previos a la conquista de El Salvador, al menos no directamente. Por cierto, fueron llamados al servicio de la hueste española y reubicados en San Salvador después de concluirse la conquista de Cuscatlán.82
Aparte de los dos o tres pequeños enclaves de pokomames en el oeste y
la penetración lenca en Istepeque, en tiempos de la conquista el resto de
El Salvador occidental y central estaba densamente poblado por los pipiles.
Alvarado se refirió frecuentemente a las grandes e importantes poblaciones
pipiles y los grandes ejércitos pipiles que encontró en el valle de Sonsonate, la región de Acajutla (la planicie costera del suroeste) y Cuscatlán (cerca de San salvador). 83
Algunos de los pueblos pipiles por los que Alvarado pasó en 1524 pueden tentativamente identificarse con sitios arqueológicos: Mopicalco con El Güisnay; Miaguaclam con Los Lagartos, también conocido como Miahuacán; y Atehuan con Ateos. Desafortunadamente, tenemos solamente un conocimiento superficial de estos sitios. No ha sido establecido con seguridad el sitio de la antigua capital, aunque muchas autoridades, notablemente Barón Castro, han considerado que es e l actual pueblo de Antiguo Cuscatlán. en el suroeste de las afueras de San Salvador.84
No hay datos arqueológicos que apoyen esta identificación, pero la evidencia etnohistórica indica que Cuscatlán sí estaba ubicado a poca
distancia al suroeste de San Salvador.85
En cuanto a l valle de Sonsonate y la planicie costera del suroeste de
El Salvador, fue allí donde Alvarado libró las dos mayores batallas de su
campaña contra los pipiles. Izalco, cerca de Sonsonate, fue un conocido
centro de producción de cacao durante la colonia y probablemente también
durante e l período postclásico. 86
Fuentes y Guzmán describió y usó dos documentos pipiles que eran listas del tributo que se pagaba antes de la conquista a uno de los pueblos pipiles cerca de Sonsonate, probablemente Izalco.87
81 Quichés, cakchiqueles, o tzutujiles; véase Relación breve y verdadera,1: 383 y 400.
82 Thompson, Maya History and Religion, p, 97-9
83 An account of the Conquest of Guatemala in 1524 [New York: The Cortes Society, 1924), pp. 79, 8q) 83 y 88.
84 Rodolfo Barón Castro, La población de El Salvador (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1942), pp. 92-93.
85 Ciudad Real, Relación breve y verdadera, I: 400.
86 Véanse, entre otros: AGI, Guatemala 128, 82 y 82% f 1549): René Francis Millon, When Money Grew in Trees: A Study of Cacao in Ancient Mesoamerica
(disertación doctoral, Columbia University, 1955, pp* 71-73; y o F. Bergamn, ’93% Distribution of Cacao Cultivation in Precolumbian America”, Annals of thee Association o£ American Geographers 59 (1963): 92- 93.
87 Recordación florida, 2: 108-10.
Los pocos sobrevivientes de la cultura pipil viven hoy en esta región, y se ha recolectado una considerable cantidad de datos lingüísticos y etnográficos sobre los pipiles actuales de Izalco y las poblaciones circunvecinas. El valle de Sonsonate y la planicie costera del suroeste de El Salvador eran sin duda regiones importantes de la ocupación pipil durante e l período de la conquista y antes de la conquista, por lo menos durante el período postclásico. La arqueología de estas regiones, especialmente la de esta época, es muy mal conocida y necesita investigación.
Además de estas regiones y la de San Salvador (Cuscatlán), los datos
lingüísticos, arqueológicos y etnohistóricos indican que otras zonas de El
Salvador occidental y central eran importantes regiones del asentamiento
pipil durante los períodos postclásico y de la conquista. Estas incluyen,
entre otras: la región del lago de Güija; la Cuenca Central y su región
circundante; la costa del Bálsamo; la región de Cojutepeque e Ilopanqo; y
la ladera sur del volcán San Vicente, incluyendo la región de los Nonualcos.
En general, con excepción de la Cuenca Central, hay pocos datos arqueológicos sobre estas regiones. Tal vez el mejor conocido pueblo pipil
prehistórico es el s i t i o de Cihuatan, en la Cuenca Central, que era centro
activo en el período postclásico temprano 1900-1200 d.c.).
Además, hay una plétora de topónimos nahuat en El Salvador occidental
y central que no debe pasarse por alto.89 Aunque muchos de estos nombres
han sido “nahuatlizados” (por ejemplo, Cuscatlán en vez de Cuscatán), l a
mayoría retienen su carácter nahuat original, a pesar de que muchos hayan
sido corregidos a formas hispanizadas (como por ejemplo, Cuisnahuat en
vez de Huitsnahuac o Tamagashte en vez de Tamagaztepec, y otros ejemplos
semejantes). Algunos topónimos nahuas de El Salvador fueron probablemente
impuestos por los indígenas auxiliares de Alvarado, o incluso por los españoles.
Un ejemplo del último tipo sería Tacuba (nahuatl Tlacopán), un nombre que Geoffroy Rivas piensa que fue traído por los españoles en forma ya corrompida.
87 Recordación florida, 2: 108-10.
88 Lehmann, Zentral-Amerika 11: 1027-28 y 1032-59; Próspero Aráuz,
El Pipil de la región de los Itzalcos (San Salvador: Ministerio de Cultura,
1960) ; Leonard Schultze-Jena, Indiana II: Mythen in der Muttersprache
der Pipi1 von Izalco in E1 Salvador (Jena: Gustav Fischer, 1935); Karl T. Sapper , “Pipiles und MayavZlker”, en pro-Amerikanisches Archiv,
10 ( 1936 ) : $8-86; y Campbell, “La dialectolog~ap ipi l”, pp. 833-44.
89 Johann C a r l Eduard Buschmann, über die aztekischen ürtsnamen,
(Berlin: Ferd. Dümmler, 1853), pp. 137-39 y 187-200; Lehmann, Zentral-
Amerika 11: 1025; Vivó Escoto, El poblamiento nahuat de E l Salvador; Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlán.
Sin embargo, , la inmensa mayoría de los topónimos nahuas en El Salvador seguramente se originaron de los p i p i l e s , y no de los
españoles o de sus aliados mexicanos. Como demuestra e l estudio de Vivó
Escoto, muchos de los topónimos nahuat de E l Salvador forman grupos que
pueden correlacionarse con las migraciones históricas de los pipiles a
esta y otras regiones de Centroamérica.
La región de oriente.
Los especialistas están generalmente de acuerdo que al momento de la conquista casi todo El Salvador al este del río Lempa estaba ocupado por los lencas, con pequeños enclaves de cacaoperas en el noreste, ulúas en el sureste, y mangues en el extremo oriente. 91
La extendida distribución de los topónimos lencas de esta región es notoria, y
esta distribución debe ser una indicación bastante buena del antiguo
territorio lenca. 92
Sin embargo, los topónimos nahuas son numerosos en las tierras bajas
costeras del departamento de Usulután; algunos ejemplos son Jiquilisco,
Aguacayo, Ozatlán, Gualacho y e l propio Usulután. Los topónimos lencas
también ocurren en la región, por ejemplo, Oxucar, Chaquantique y Ereguayquín.94 Estos topónimos plantean la posibilidad de que simultáneamente los pipiles y los lencas compartieran la zona entre la par te baja del río Lempa y el río Grande de San Miguel. De hecho, algunos mapas lingüísticos extienden la distribución de los pipiles al este de la parte baja del
Lempa hasta la región de la bahía de Jiquilisco.95
Es muy posible que los pipiles nonoalcas, que arribaron a la periferia sur de Mesoamérica alrededor de 1250 o 1300 d.C., lograron e l control total o parcial de esta región costera en e l período postclásico tardío.
90 Los ejemplos se tomaron de Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlan
Pág. 52, 136 y 141.
91 Véanse, por ejemplo: Lehmann, Zentral-Amerika; Spinden, “Notes on the Archaeology of Salvador” pág. 447; Solano, “Población y áreas lingüísticas en El Salvador, 1972,
pp. 292-97; E. Wyllys Andrews V, “The Southeastern Periphery of Mesoamerica: A View from Eastern E l Salvador”, en Social Process in Maya Prehistory, N. Hammond, ed. (New York: Academic Press, 1977), pág. 120: y Campbell, “The Linguistic Prehistory of the
Southern Mesoamerican Periphery”, paq. 166.
92 Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 719-22; Campbell, “The Linguistic Prehistory of the Southern Mesoamerican Periphery”, pág. 166; Andrews, “The Southeastern Periphery of Mesoamerica”, pag. 720.
93 Geoffroy Rivas, Toponimia nahuat de Cuscatlán, pp. 18, 82, 101,119, 159 y 1GO.
94 Lehmann, Zentral-Amerika, 11: 719-20.
95 Véanse: Lardé, “Los chorotegas en 0i Salvador”, pág. 286; Throp, “The Southeastern Frontier of the Maya”, Figura 1; Johnson, “Linguistic Map of Mexico and Central America”; y Longacre, “Systematic Comparison and Reconstruction”, Figura 15.
La “nahuatización” de los lencas de esta región está bien documentada para e l
período colonial, y este proceso pudo haber comenzado antes de la conquista.
96 Sin embargo, esta posibilidad se halla debilitada por la declaración inequívoca de Ciudad Real que en 1586 el territorio pipil tenía al
Río Lempa como lindero al este. También es digno de notar que había una
colonia postconquista de habla nahuatl de los indígenas auxiliares en la
conquista, en Mejicapa, a corta distancia al este de Usulután. Hasta
cierto punto, es posible que este grupo haya sido la fuente de la mexicanización de los lencas que tuvo lugar en el período colonial. Ante estos
hechos y con los datos actuales no es posible establecer con seguridad si
hubo o no ocupación pipil durante el período postclásico en las tierras
bajas costeras de Usulután.
Cambiando el enfoque a una época temprana y una zona más al este, Andrews ha recobrado evidencia arqueológica de que un grupo de Veracruz o bajo influencias veracruzanas se trasladó al oriente de El Salvador posiblemente alrededor de 600 d.c.98 Los restos culturales del sitio de Quelepa, cerca de San Miguel, durante la fase Lepa (625-1000 d. C. ) son muy distintos en contenido y carácter a los de las fases anteriores. Desde fines del período preclásico medio hasta el clásico tardío el sitio puede ser atribuido con confianza a los lencas. En el clásico tardío aparecen cambios completos en cerámica, lítica, arquitectura y costumbres funerarias. Además, se introducen al sitio durante la fase Lepa varios rasgos culturales que indican vínculos estrechos con Veracruz. 99
Esta evidencia indica una sustitución total o parcial de la población de Quelepa durante el clásico tardio, y Andrews propone la hipótesis de que una élite veracruzana tomó el sitio con apoyo militar, quizás acompañada por un grupo de la clase baja. Andrews no identifica específicamente como pipiles a estos invasores hipotéticos, pero sugiere que su traslado al oriente de El Salvador esté relacionado con las migraciones pipiles de México a Centroamérica. En vista de la estrecha relación entre el nahuat de Veracruz y el nahuat de El Salvador, es muy posible que la población de Quelepa durante la fase Lepa fuera de los primeros grupos de habla nahuat que entró a la
periferia sur de Mesoamérica. 100
96 Ciudad Real, Relación breve y verdadera 1: 393; Cortés y Larraz,
Descripción g eográfico-moral, 1: 149; Solano, “población y áreas lingüísticas”, pp. 293-94.
97 Ciudad Real, Relación breve y verdadera 1: 329-30.
98 E. Willys Andrews V, Tfie Archaeology of Quelepa, E l Salvador (New
Orleans: The American Research Institute, 1976), p . 783-86; Andrews,
‘The Southeastern Periphery of Mesoamerica”, pp. 725-f9.
99 Andrews, The Archaeology of Quelepa, pp. 41 y 146-48 y SS.
100 Morris Swadesh, “Algunas fechas glotocronológicas Wrtantes
ara l a rehistoria nahua”, Revista Mexicana de Estudios Antropoloqicos 14
71954-19 5% ): 173-92; Alvin Luckenbach y Richard S. Levy, “The implications
of Nahua (Aztecan) Lexical Diversity for Mesoamerican Culture-history”,
American Antiquity 45 ( 1980) : 455-61 ; Fowler, “%e Pipil-Nicarao of Cent
r a l America”, pp. 532-47.
100 Morris Swadesh, “Algunas fechas glotocronológicas Wrtantes
ara l a rehistoria nahua”, Revista Mexicana de Estudios Antropoloqicos 14
71954-19 5% ): 173-92; Alvin Luckenbach y Richard S. Levy, “The implications
of Nahua (Aztecan) Lexical Diversity for Mesoamerican Culture-history”,
American Antiquity 45 ( 1980) : 455-61 ; Fowler, “%e Pipil-Nicarao of Cent
r a l America”, pp. 532-47.
Resumen y conclusión
Este ensayo ha tenido efectivamente tres metas. Primero, hemos tratado de exponer una metodología para estudiar la distribución geográfica, histórica y prehistórica de un grupo indígena de Centroamérica que, como la mayoría de los grupos del área, ocupaba varias zonas no contiguas, las fronteras de las cuales casi siempre estaban en flujo. La base de la metodología es el uso integrado de datos históricos, lingüísticos y arqueológicos.
E l segundo objetivo fue identificar las fuentes históricas que ofrecen datos sobre el problema y evaluar su importancia relativa, así como las contribuciones que puedan hacer en un estudio de esta índole. La meta principal fue reunir y examinar los datos pertenecientes al problema de la distribución geográfica de los pipiles en Centroamérica, tal como se
conoce históricamente, y tal como se puede proyectar a la época prehistórica
(ver mapa).
En resumen, hemos visto que las mayores regiones en posesión de los
pipiles al tiempo de la conquista eran la planicie costera y bocacosta del
sureste de Guatemala, entre los ríos Coyolate y Michatoya, parte de la zona
de oriente de Guatemala, y casi todo El Salvador occidental y central.
Algunas de su poblaciones principales en tiempos de la conquista eran Escuintla, Panatacat, Asunción Mita, Izalco, Acajutla, y Cuscatlán. Estas
zonas y poblaciones por cierto pertenecieron a los pipiles durante e l período postclásico, a p a r t i r más o menos de 900 d.c., y por algún tiempo antes de la conquista es casi seguro que el territorio pipil se extendía
más allá de las fronteras que se conocen por medio de los datos históricos.
Por ejemplo, su territorio en la vertiente del Pacífico de Guatemala
probablemente se extendió al oeste del río Coyolate durante el postclásico
temprano, y en El Salvador es posible que los pipiles ocuparan parte de
las tierras bajas costeras de Usulután, a l este del río Lempa, durante e l
postclásico tardío. Una zona de suma importancia para la ocupación pipil
prehistórica fue la Cuenca Central de El Salvador, con su población principal de Cihuatán, próspero centro del postclásico temprano que, según parece, ya estaba abandonado en tiempos de la conquista.
Los pipiles de la zona de Acasaguastlán, Guatemala, probablemente fueron
reasentados ahí después de la conquista, y este fue definitivamente el caso de los pipiles de Salamá, Guatemala. Hay indicios imprecisos acerca de enclaves pipiles previos a la conquista en Honduras, posiblemente en Naco en la región noroeste y en el valle de Comayagua, y prohablemente en el valle de Olancho. La evidencia histórica indica que hubo pequeños grupos de habla nahuat en el valle de Aguán y en parte de la región de Choluteca, Honduras, y que su entrada puede fecharse por lo menso en el período postclásico.