Balance político del año 2015
diciembre 17, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas
Dagoberto Gutiérrez
El balance contiene la idea de figuras en movimiento. Se trata de dos balanzas o dos depósitos que son sostenidos y dirigidos por un fiel. La balanza sirve para pesar las cosas más pequeñas, casi abstractas. Aunque no se sabe todavía del funcionamiento de balanzas para pesar las palabras o las ideas, es posible que algún día funcione. Por ahora, el balance es una presentación de fuerzas y realidades en movimiento, en pleno fuego contradictorio y en proceso de definición. Se trata de un proceso vivo y encarnado emergiendo de la realidad.
2015 es el año político, el que presenta a la sociedad en su conjunto, a los de arriba y a los de abajo, a los que hacen política, al mundo humano moviéndose en el terreno político, es decir, en la lucha por la vida.
Según veremos, este 2015 ha sido una especie de resumen o expresión concentrada de las últimas cuatro décadas. Contiene los últimos acontecimientos del siglo pasado, los que corresponden a la guerra civil y a su desenlace negociado, y al montaje de un régimen con una nueva clase gobernante, que incluyó a la antigua insurgencia y que instauró un modelo económico neoliberal exacerbado, pleno y total. Este nuevo régimen se caracterizó por una parálisis planificada de todo movimiento social y de toda capacidad popular de hacer política, por una conversión de toda la sociedad en un mercado y de la transformación del ser humano en una simple cosa, en un consumidor. Todo esto se acordó, se planifico y se llevó adelante en la última década del siglo pasado.
Esto es lo que ha estallado en las últimas semanas y ha puesto a nuestra sociedad ante el dilema de descifrar lo que está ocurriendo o creer que los acontecimientos son simples hechos misteriosos que ya pasarán. El balance sirve para pesar, usando el fiel de la reflexión, el valor del acontecer y de sus hechos más determinantes:
En el contexto internacional, nos encontramos en los pliegues intensos de una tercera guerra. Se trata de la confrontación entre Occidente (Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Nueva Zelanda) y Eurasia (Rusia, China, India, Indochina). El escenario más encendido es el teatro de operaciones de Siria donde se desarrolla la destrucción del mapa político construido por las potencias coloniales europeas –Francia e Inglaterra- a principios del siglo pasado. En Siria estamos viendo como la confrontación busca establecer un nuevo mundo multipolar y pluri-centrista, que es por el que se lucha, y que sustituya al mundo unipolar y uni-centrista de Washington. En este juego, es evidente que el imperio estadounidense ya no cuenta con todos los recursos y posibilidades que en el pasado le permitieron mover a su arbitrio hechos y aconteceres.
Este contexto internacional también se expresa en los acontecimientos locales porque aquel exitoso modelo económico montado sobre las espaldas de millones de personas en el país y que dividió a la sociedad en dos mundos: el de arriba, floreciente, exitoso, basado en las empresas internacionales, en la banca y los importadores; y el de abajo, que contiene a todos los demás, incluida una pequeña burguesía arruinada y arrinconada, y a sectores marginalizados de la ciudad y del campo, sin acceso al trabajo, a salud o a educación y mucho menos a la dignidad. Pues bien, ese exitoso modelo económico ha estallado y los aparatos estatales aparecen y parecen como una especie de clientes caros e ineficaces a quien nadie quiere darle ningún tipo de ayuda, y que además, no gozan de la confianza de nadie. De la misma manera, los funcionarios de este aparato aparecen y son presentados como ladrones. Las funciones públicas son prácticamente abandonadas y el Estado es como una casa vacía cuyos habitantes están de vacaciones pero cuyas rentas siguen saliendo de las entrañas de la gente marginada. En esta economía de arriba, los aparatos estatales sirven a este mercado, le cobran impuestos a los consumidores para sostener a las grandes empresas, aprueban las leyes necesarias y hacen todo lo conveniente para que esta economía unilateral siga funcionando sin derrumbarse totalmente. Mientras, abajo florece una economía subterránea que sigue formando parte de todo el sistema económico pero que no es sostenido aparentemente por los pilares normales de una economía formal. El poderoso mercado de arriba se nutre, precisamente, de esta economía subterránea, de donde surgen millones de consumidores, sin que aumente la capacidad productiva del país.
El fin de la guerra civil determinó un cambio en la clase gobernante y en lugar de la Fuerza Armada, apareció la antigua insurgencia y otros sectores tecnócratas. Pero, luego de 25 años, esos sectores gobernantes son oligarquías repudiadas y enfrentadas a las oligarquías tradicionales, situadas al borde de las acusaciones jurídicas y poniendo al régimen político en situación de extrema debilidad. Es este el escenario que explica la prisión del expresidente Francisco Flores y la lucha por el control del aparato de Estado. También aquí se encuentra la raíz de la guerra social, extendida y profundizada, en donde las antiguas maras actúan como pandillas y son finalmente fuerzas político militares, dueñas del territorio, de un poder económico y también militar. Esta guerra es el escenario político más encendido y gravitante en el país. La guerra es la demostración de que aquel modelo montado después de la guerra civil no era la solución del conflicto, pero sí era abundante leña seca que encendió las hogueras de la lucha de clase y llevó a la situación actual.
El país necesita la construcción de una propuesta desde abajo que contenga una serie de acuerdos políticos fundamentales: la recuperación del papel del Estado, la reconstrucción de la agricultura, una política ambiental que ponga al agua en el centro de la preocupación, una democratización de la democracia, una nueva política frente a los Estados Unidos, una nueva política de género, un nuevo poder, una nueva política frente a Centro América, una nueva política frente a América Latina, una nueva política económica y una nueva política ante el mundo.
Estos puntos son todos políticos y mínimos, con los que se puede buscar acuerdos con sectores de diferente color ideológico, pero estos deben unificar un pocisiòn popular de tal manera que haya un movimiento de abajo hacia arriba, en donde las organizaciones del pueblo puedan ser sujetos en el marco de un despertar, y una movilización de ideas en las cabezas que muevan las voluntades y los animas. Esto último es el signo determinante de la lucha política, es decir, el pueblo convertido en sujeto político, hacedor de política y dueño de su propio proyecto, con independencia política y fuera del control delos sectores dominantes; de no ser así, la guerra y sus consecuencias podrán dominar la vida de nuestro país y todos los seres humanos pueden ser simples objetos de las empresas transnacionales y de los nuevos dueños territoriales. No hay tiempo que perder.
San Salvador, 05 de diciembre del 2015.