Consumismo y Revolución
diciembre 17, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, De furias y ternuras – Julia Evelyn Martínez, Foro de opiniones, Voces Ciudadanas
Julia Evelyn Martínez
El día que el presidente Nicolás Maduro declaró que el derecho a tener un televisor de plasma era un derecho que debería ser garantizado a todo el pueblo venezolano, bien podría ser considerado como el día que la revolución bolivariana dejó de existir.
¿Qué revolución socialista se puede sostener si la utopía sobre la cual se construye es nada más, ni nada menos que la universalización del consumo de las mercancías que constituyen los grandes fetiches de las modernas sociedades de consumo? ¿Qué guerra económica se puede ganar a la derecha si no se tienen las armas ideológicas para enfrentar sus armas de consumo masivo?
En Argentina, la revolución kischnerista también trató de masificar el consumo de aparatos electrodomésticos como parte del proceso de democratización económica y social, y ya sabemos cómo terminó tal revolución. En 2011 el gobierno de la presidenta Cristina Fernández anunció el Plan LCD para Todos, para la compra financiada en 60 cuotas de 200 mil LCD de 32 pulgadas y alta definición, para atender prioritariamente a los jubilados, beneficiarios de la asignación universal por hijo y a titulares de planes sociales. De acuerdo a la expresidenta argentina, este era parte del proceso de trascender de “una Argentina de pocos, a una Argentina de muchos, de todos”.
En Cuba, la utopía del consumismo está sustituyendo progresivamente a la utopía del comunismo, similar a lo que ocurrió en la década de los noventa en China y en los años recientes en Vietnam. Jóvenes y adultos con el más alto nivel de desarrollo humano de América Latina y el Caribe y formados en los modelos éticos del Che Guevara y de Camilo Cienfuegos, suspiran ahora nostálgicos “por todas las cosas bonitas y modernas que se pueden tener en cualquier lugar del mundo, pero no en Cuba”. ¿Será que la búsqueda del sueño consumista y no la pobreza es el acicate que mantiene a casi 6.000 personas de nacionalidad cubana varadas en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua en su ruta hacia Estados Unidos?
Quienes conocemos el sistema capitalista, sabemos que éste es una poderosa máquina de generar sujetos que voluntariamente subordinan sus vidas a los valores y a los principios de autoridad que son propios del orden económico, jurídico, político y cultural establecido por el Capital.
Esto implica que un gobierno de izquierda que pretenda mantener el ordenamiento capitalista como estrategia política mientras se construye el socialismo, necesariamente tiene que aceptar que la cohesión social y la inclusión social de estos sujetos tendrá que lograrse mediante la adopción de un estilo de vida que transforma los derechos de la ciudadanía en derechos de consumidores y consumidoras, y que reduce la libertad personal a la libertad de elegir y de comprar mercancías en el mercado.
En esta situación, a estos gobiernos no debería extrañarles que la clase trabajadora y demás sectores subalternos mantengan su adhesión a un proyecto socialista en tanto no tengan un espacio dentro de la sociedad de consumo, pero tan pronto como obtengan ese espacio –ya sea por las políticas sociales o por la vía del empleo o del crédito- comenzarán a indignarse y a movilizarse en contra de todo aquello que consideren una amenaza a su consumo. En consecuencia, apoyarán y votarán a quienes les ofrezcan la sostenibilidad y el aumento en este consumo, no importa si son de izquierda o de derecha, si son demócratas o son fascistas. ¿No es lo que piden en las calles quienes quieren la renuncia de la presidencia de Brasil? ¿No es eso lo que está detrás de las crecientes victorias de los partidos fascistas en Grecia, Hungría y Francia?
Algunos partidos de izquierda justifican sus derrotas y/o su pragmatismo señalando que sus gobiernos son víctimas de los “infantilismos de izquierda”, de la “guerra económica de la derecha” y/o del capitalismo salvaje. Otros partidos de izquierda (como el FMLN en El Salvador) justifican sus políticas que profundizan el capitalismo, aduciendo que no pueden ir contra la historia, ya que la revolución y socialismo tendrá lugar en sus programas de gobierno cuando la gente quiera la revolución y quiera el socialismo.
Es cierto que la conciencia de clase y el deseo del socialismo se construyen, pero ¿se puede querer la revolución mientras se espera en la fila de un supermercado o mientras se camina entre los inmensos arsenales de mercancías que resguardan los centros comerciales? ¿Se puede pensar y actuar solidariamente mientras se apilan las cuentas por pagar de las tarjetas de crédito y de la hipoteca? ¿Se puede desarrollar una conciencia socialista mientras el ser social se mantiene anclado al capitalismo?
La aspiración al socialismo solo surgirá si la gente se da cuenta que en el capitalismo y en el consumismo no está la solución a sus problemas, pero para eso se necesitan partidos de izquierda que ofrezcan alternativas emancipadoras. Por eso, los partidos de izquierda que han adoptado la conciencia de clase de la burguesía y cuyas aspiraciones de consumo se encuentran en el capitalismo no pueden ser tomados en serio cuando se presentan como alternativas socialistas.
He aquí un tema “incómodo” para debatir durante la orgía consumista de navidad y año nuevo.