Ernesto Guevara y la memoria rebelde
octubre 16, 2015 Voces Comentar
Publicado en: Actualidad, Contracorriente – Dagoberto Gutiérrez, Foro de opiniones, Nacionales, Voces Ciudadanas
Dagoberto Gutiérrez
Así se llamaba el niño que nació en Argentina y que supo luego cual era la dirección de su vida y hacia donde debía dirigir sus pasos. Por eso viajó mucho para capturar la realidad en el cinturón de sus pupilas y para sentir en el tambor de su conciencia el dolor de una humanidad que exigía justicia. Por eso, Ernesto estuvo en Guatemala, en el marco de la revolución de los años 50 y contactó con los revolucionarios cubanos que preparaban una invasión a su país. Él era médico y la guerrilla necesita por lo menos uno para atender a los heridos.
Aquí empieza otra historia porque este joven era audaz, casi temerario, arrojado en el combate, era un conductor, porque era un conocedor del alma humana, y sus compañeros empezaron diciéndole Checomo una simple frase que los argentinos usan mucho cuando hablan entre ellos. Es corta, cerrada, parece redonda y sin aristas, no significa nada, aparentemente, pero, en este caso, dio nacimiento histórico al Che Guevara, el legendario guerrillero y conductor cubano, nacido en la Sierra Maestra, al oriente de Cuba, y forjado en las luchas de ese pueblo por su libertad.
El Che fue el primer comandante guerrillero nombrado por Fidel, el responsable de unificar a las fuerzas anti-batistianas. Fidel sabía muy bien que era marxista y con una sólida preparación y vocación de estudio. Lo nombran ministro y aquí brilla el ser humano limpio, que sabe que el poder se usa para transformar la realidad y no para lucrarse de ella. Este es un conocimiento que pareciendo elemental en un revolucionario suele ser derrotado y vencido por el poder. El Che demostró cómo se usa el poder instrumentalmente, como el revolucionario puede, debe y tiene que resolver el uso del poder del pueblo en los aparatos de Estado de una manera revolucionaria, sin beneficiarse de ello, sin distanciarse o alejarse del pueblo, sin convertirse en funcionario, sin enriquecerse, mucho menos corromperse.
En esta etapa de su vida, el Che brilla y destaca por su capacidad de trabajo, por su entrega al estudio y por la capacidad de organizar ese estudio. El marxismo pasa a ser estudiado sistemáticamente, incluso por funcionarios anticomunistas, y fuera del horario de trabajo, los compañeros del Che, con él a la cabeza, aprendieron a estudiar, y algunos a hacerse intelectuales orgánicos.
En ningún momento de su vida, el Che dejó de fortalecer su capacidad analítica, objetiva y fría, e incluso la Unión Soviética fue sometida a su reflexión y descubrió los puntos que mostraban el desencuentro entre Marx y lo que se estaba y se había construido en la URSS.
El Che, aparentemente, no se guardada sus opiniones, y el proceso cubano también era sometido a sus reflexiones, buscando aquellos puntos que podían y debían ser superados.
En ningún momento separó la reflexión de la acción, y este es uno de sus aportes más fundamentales, porque se trata de un intelectual, es decir, de un hombre que funcionaba como tal y de un hombre de acción, intrépido y audaz, por eso encarna al hombre de acción que pone una fuerte reflexión al servicio de sus actos. Y es un ideal para cualquier intelectual que sepa que no se puede ni se debe ser intelectual simplemente detrás de un escritorio o detrás de las páginas de un libro, porque hay que saber que las ideas huelen a sudor, tienen el sabor de la sangre, los ojos del miedo y la sorpresa y el tamaño de la acción, y tienen además el precio de las fuerzas de trabajo.
Es el internacionalismo la inmensa escuela de humanidad que el Che nos entrega porque esa capacidad de ofrendar la vida por la vida de los otros es el punto más alto del nivel humano y no es posible ser revolucionario sin ser internacionalista. El Che era eso internacionalmente y su escuela es aquella que pone su vida al servicio de la vida de los demás.
Así lo fue desde un principio, desde que aprendió a descubrir a América en sus innumerables viajes de juventud, mucho antes de que América descubriera al Che.
La guerrilla boliviana fue la escuela más impresionante y las notas que llevaba en su libro registran el 7 de octubre de 1967, el último día de combate, y en medio de una difícil situación militar. El Che escribe en sus notas con valor literario: “se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones”, y pasa a describir con minuciosidad la situación operativa con mucha frialdad y manejando el detalle, atendiendo los aspectos humanos cuando dice: “el Chino se convierte en una verdadera carga cuando hay que caminar de noche”. Y sin olvidar la política enemiga cuando dice: “el ejército dio una rara información sobre la presencia de 250 hombres en Serrano para impedir el paso de los cercados en número de 37, dando la zona de nuestro refugio entre el río Acero y el Oro. La noticia parece diversionista”.
Son notas de un hombre en combate, que sabe que están en problemas pero que son superables. Al día siguiente sería herido y capturado por el enemigo. El prisionero Che Guevara es la más alta estatura del combate y la mayor altura de un ser humano que sabe muy bien que no es la vida el valor máximo sino su dignidad. Y sabiendo siempre que sería asesinado, ordena a su asesino cuando este vacilaba en dispararle y matarlo: “apunte bien que va a matar a un hombre”.
1967 es el año de la muerte, del dolor y del llanto, lo será siempre, y es, al mismo tiempo, el año en el cual se vence a la muerte, a la política imperial estadounidense, a las políticas oligárquicas del continente, y el Che pasa a ser una dignidad caminando, una idea como campana sonad, y una nueva batalla estalla en las conciencias de millones de personas en todo el mundo, es la conciencia de la lucha inagotable e invencible que se enfrenta a un imperialismo vencible.
El Che es convertido en un mito, en un dibujo, en un retrato, pero es despojado de las ideas que expresa y del pensamiento que lo nutre. Pero ocurre que resulta ser un mito peligroso porque éstos, los mitos, son producciones ideológicas que suelen cumplir funciones sociales e históricas y son por eso, indestructibles. El Che es de difícil manejo por los aparatos ideológicos imperiales, y aun hoy, en medio de pesadas cadenas ideológicas, de puertas cerradas que controlan en la oscuridad el entendimiento y la acción del pueblo. Cuando esto ocurre, también ocurre que el Che es una luz que no se apaga y un rayo que no cesa, y una voz que no se agobia, y un torrente que no deja de fluir. En fin, es un caminante, dueño de la buena nueva, de la rebelión, de la lucha por la dignidad.
Los que lo asesinaron el 9 de octubre de 1967 se equivocaron, fueron ellos los que murieron, los que fueron enterrados en la polvazón de la hora y de la historia, y fue el Che el que siempre goza de buena salud, de buena sonrisa, de buena vida, de buena mirada, y también de buenos amigos.