Resumen
En este vibrante y accesible libro. Lorraine Code aborda uno de los temas más controversiales en la teoría contemporánea del conocimiento, que es un asunto de preocupación fundamental para la teoría feminista a saber: es el sexo del conocedor epistemológicamente importante?
Al responder afirmativamente, Code ofrece una alternativa radical a los términos de la filosofía institucionalizada de lo que constituye el conocimiento y como debe este de ser evaluado. Code inicia revisando las epistemologías institucionalizadas y desenmascara las asunciones predominantes en la filosofía anglo-americana en el sentido que “el conocedor” es una abstracción exenta de valores e ideológicamente neutral.
Enfocando el conocimiento como un constructo social producido y validado mediante el diálogo crítico, ella define al conocedor a la luz de una concepción de subjetividad basada en un modelo relacional personal. Code mapea la relevancia de la gente particular involucrada en el conocimiento: su especificidad histórica, los tipos de relaciones que poseen, los efectos de su posición social y el poder de esas relaciones, y las formas mediante las cuales el conocimiento puede cambiar tanto al conocedor como al conocido.
En una exploración de las políticas de conocimiento que las epistemologías institucionalizadas respaldan, ella examina temas tales como la función del conocimiento en la definición de las instituciones y en la desigual distribución de recursos cognitivos. Qué puede ella conocer? elevara el nivel del debate con relación a temas epistemológicos entre filósofos, políticos, y cientistas sociales, y cualquiera interesado en la teoría feminista.
Prefacio
A través de las reconstrucciones y refinamientos de la teoría feminista desde los años 70s, un punto focal, un llamado de reclamo, ha demandado y continua demandando un conjuro ritual. Simone de Beauvoir plantea este reclamo tan temprano -en inglés- como 1952:
“La representación del mundo, como el mundo mismo, es la obra de los hombres; ellos lo describen desde su propio punto de vista, el cual ellos confunden con la verdad absoluta.”
Aida Hurtado lo reitera en 1989: en términos que testimonian los refinamientos alcanzados por la teoría feminista durante los siguientes años: “Cada grupo oprimido en los Estados Unidos se posiciona en una distinta y particular relación con los hombres blancos, y cada forma de subordinación esta moldeada por esta posición relacional.”
En este libro yo abordo críticamente la epistemología realizada por filósofos profesionales del establishment, uno de los más secretos y esotéricos artefactos de los hombres. Es un artefacto, principalmente, de los hombres blancos, articulados,como resulta, desde su punto de vista, y no obstante esto, mantenido como una fuente de “verdad absoluta” acerca de como el mundo debe de ser conocido y representado. Podría parecer que la epistemología, desde su lugar dentro de la filosofía profesional, podría tener efectos mínimos en los proyectos feministas.
No obstante esto, mi alegato radica en que las disciplinas institucionalizadas que producen conocimiento acerca de las mujeres, y que posiciona a las mujeres en las sociedades de acuerdo al conocimiento que ellas producen, son informadas por versiones de y variaciones de los métodos y objetivos que reciben de las epistemologías autorizadas.
Estas disciplinas, entre las que incluyo a la biología y a la mayoría de las ciencias sociales, han encontrado a las mujeres inferiores en incontables formas, han sido incapaces de adjudicarles un lugar como agentes históricos, y han presumido de interpretar ellos las experiencias de las mujeres, en versiones muchas veces irreconocibles para las mismas mujeres.
En el folklore de la mayoría de sociedades occidentales las mujeres son representadas .en parte como consecuencia de un flujo de ese conocimiento disciplinario- como incapaces de adquirir conocimiento del mejor y más racional tipo.
Por lo que su lugar en la estructura social se reserva para las que asumen su inferioridad epistémica y bloquean su acceso para un status de autoridad intelectual y socio-política.
De acuerdo a su autopresentación, las asunciones centrales de la epistemología son su neutralidad y su aplicabilidad universal. Los criterios de objetividad y neutralidad que rigen su búsqueda de la verdad -junto con la “verdad” misma- son criterios y objetivos que la “mayoría de personas” aceptarían sin reflexionar al respecto.
Por lo que la epistemología parece como si fuera inmune a la crítica feminista, y debería ser registrada como explícitamente neutral en cuestiones de género y por lo tanto como un modelo de neutralidad sin compromisos. Pero yo afirmo que la epistemología oficial, dentro de su misma neutralidad, enmarcara los hechos de su derivación y compromiso con un modelo específico de intereses: los intereses de un grupo privilegiado de hombres blancos.
Uno de los aspectos principales de mi crítica es por lo tanto, los “particulares y distintos” tipos de subordinación que son producidos por la epistemología oficial -a veces invisibles- para el conocimiento de las mujeres y las posiciones de las mujeres en el terreno filosófico-epistemológico. En los capítulos iniciales del libro, donde mis análisis se centran en la epistemología misma, frecuentemente agrego a los hombres, porque los filósofos profesionales comprenden un grupo marcadamente homogéneo: de clase media, educados hasta la universidad, y predominantemente blancos.
Las mujeres, cuyas posiciones yo contrasto con la de sus opresores, y “otros” grupos, son las mujeres cuyos proyectos son frecuentemente marginalizados en la propia neutralidad y desplazamiento del “proyecto epistemológico.”
Mi análisis de la epistemología, y de la filosofía oficial, en los cuatro primeros capítulos es un análisis político institucional, en el cual la “institución bajo estudio comprende el rango de practicas-estudios, presentaciones en conferencias, artículos en revistas especializadas, otras actividades de estudios profesionales en la academia, y se vincula a lo que constituye la filosofía profesional. No obstante su impacto no se restringe a la institución, ya que los filósofos alegan generalmente que no hablan solo para los filósofos, sino para “todos los hombres.” Por lo que mi análisis no solo se enfoca en la limitada esfera de esa suposición, sino que pretende “abarcar a las mujeres” y hablar a nombre de los intereses y los proyectos de las mujeres y los hombres que no participan de ese selecto grupo de constructores de conocimiento y epistemología.
En los primeros cuatro capítulos, por lo tanto, me dedico a un dialogo crítico con la principal corriente anglo-americana de la epistemología dominante para desenmascarar su pretensión de ocupar un lugar neutral y trascendente, fuera de las luchas epistémicas y responsabilidades importantes para la vida de la gente, no obstante sus varias historias y localidades.
Examino sus pretensiones de mantenerse alejada de las jerarquías de poder y opresión, que producen e informan esas luchas y del registro que ellas requieren. Las creencias filosóficas acerca del conocimiento y la autoridad informan y son in-formadas por las concepciones sociales de lo que idealmente es ser un buen conocedor y como el conocimiento confiere experiencia.
Aunque no puede ser verdad que los epistemólogos hablan a o para “todos los hombres” , los efectos de las suposiciones epistemológicas arraigadas en legitimar y/o suprimir conocimiento, y autorizar a conocedores, establece la extensión de la experticia más allá de la academia, con amplias implicaciones político-sociales.
Mi proyecto es el de interrogar a la principal epistemología anglo-americana desde dentro y desde fuera. La critica interna que desarrollo desde mi posición como blanca, de clase media y miembro privilegiada de la profesión -aunque diferentemente privilegiada con respecto a muchos hacedores de epistemología- involucra ideas importantes y principios reguladores como el de objetividad ( con su supresión de la subjetividad), neutralidad valorativa, y autonomía racional.
Trabaja al mismo tiempo con estos principios y contra ellos, revela su contribución a las inclusiones y exclusiones que el proyecto epistemológico oculta. La crítica externa examina las practicas cognitivas que la epistemología principal legitima y denigra, revela sus consecuencias para los esfuerzos de mujeres y otros grupos “excéntricos” que exigen autoridad cognitiva.
Particularmente en el análisis interno, las mujeres con las que discuto, frecuentemente, podría parecer, generalmente son las mujeres blancas, educadas y privilegiadas, quienes han sido simultáneamente atraídas a la filosofía y posicionadas incómodamente dentro de esta.
Los temas de raza, etnicidad, y otros sitios de marginalización son menos importantes en esta parte del análisis, debido de nuevo a la relativa homogeneidad de este grupo. No ignoro el hecho que muchas mujeres han sido favorecidas y empoderadas por los recursos que la filosofía ofrece. Tampoco argumento que todas las mujeres han sido perjudicadas igualmente por las suposiciones y las practicas que desarrolla. Pero sostengo que la epistemología oficial actúa por medio de suposiciones enraizadas sobre quien puede ser un sujeto cognoscente.
Por lo que me enfoco en el capítulo 3 y 4, en un análisis de la construcción y posición del “razonador autónomo” -primero en su aparición como el agente moral representativo; y luego en sus actividades como agente cognitivo paradigmático. Poseo la convicción que la subjetividad moral y la agencia cognitiva se produce en procesos de desarrollo mental, y que las teoría del desarrollo contribuyen a una comprensión de la subjetividad.
No obstante esto, el análisis del desarrollo tiene que estar materialmente localizado, para todas las prácticas, incluyendo la paternidad y el desarrollo del niño, que se fundamentan en relaciones socio-económicas. La gente educa sus hijos de manera diferente, por lo que la subjetividad se construye diferentemente, dentro de estos fundamentos.
En los capítulos 5,6 y 7 el análisis es principalmente externo. Me concentro en las políticas del conocimiento que in-forman la epistemología oficial, incluso a una considerable distancia del torremarfilismo de las academias donde la retórica de la objetividad y la neutralidad científica nacen y se alimentan.
Desde ahí observo el lugar del conocimiento en la formación de estructuras sociales que responden desigualmente a los intereses humanos. Analizo el contenido del conocimiento acerca de las mujeres, un conjunto de asimetrías específicas en el posicionamiento relativo de las mujeres y de los hombres blancos privilegiados en el terreno epistémico, y de la distribución de recursos cognitivos en sociedades de poder desigual y privilegio.
El proyecto, no obstante esta presentación inicial, es tanto constructivo como crítico. Pero no cuenta con un programa, ni con planes que definan la forma de su producto. Las feministas dudan algunas veces de auto posicionarse críticamente, por el temor de representar el feminismo en formas negativas, reactivas, despojado de propuestas positivas.
He tratado en este libro de realizar críticas que sean a la vez útiles y resistentes: mostrando aquellas practicas intransigentes que deben de ser desafiadas y terminadas, a la vez que afirmando que el propósito no consiste en hacer borrón y cuenta nueva, el de evitar tratar de saber, el de desistir de evaluar y debatir el conocimiento.
Las propuestas constructivas son en su mayoría francamente experimentales, y asumen la modalidad de preguntarse como sería si las cosas se hicieran de manera diferente, sugiriendo como algunas de estas diferencias podrían ser, y revelando su potencial transformador. El conocimiento es esencial para cada aspecto de las vidas humanas; su posesión empodera, su privación paraliza e incapacita.
Las mujeres deben de estar en posiciones donde ellas puedan saber, si ellas son efectivas para desafiar las opresiones que han marcado sus vidas. Por lo que deben de ser construidas epistemologías que logren estos resultados emancipadores. Me ha llevado un largo tiempo escribir este libro.
Y no hubiera podido finalizarlo sin consejos y ayuda. Sera evidente por el mismo texto que mi mayor deuda es con las teóricas y activistas feministas sobre cuyo trabajo he extraído – no siempre en la forma que hubiera deseado- para el desarrollo de mi argumento.
Partes de los capítulos 1 y 2 se basan en materiales míos revisados: es el sexo del conocedor epistemológicamente relevante? Que fue publicado en el numero 12 de Metafilosofía (julio-octubre de 1981). El capítulo 3 y parte del capítulo 4 se basan en materiales de mi “Segundas personas”, editado por Maresha Hanen y Kai Nielson, y en Ciencia, Moralidad y Teoría feminista ( Calgary, Alberta: University of Calgary Press, 1987 y de Autonomía reconsiderada, publicaod en Atlantis 13 ( primavera de 1988). Partes del capítulo 5 se basan en el artículo La tiranía de los estereotipos, editada por Kathleen Storrie, del libro Mujeres: Aislamiento y Esclavitud, la Ecología del Género (Toronto: Methuen, 1987). El capítulo 6 es una reelaboración de mi artículo “Credibilidad: una doble moral” aparecido bajo la edición de Lorraine Code, Sheila Mullett, and Christine Over-all, del libro Perspectiovas feministas. Ensayos filosóficos sobre la Mente y la Moral. (Toronto: University of Toronto Press, 1988).
Estos materiales se usan con permiso. Mi agradecimiento para el Consejo Canadiense de Investigaciones de Ciencias Sociales y Humanidades por una subvención de 1984 a 1987, tiempo durante el cual concebí el proyecto y escribir los borrdores de los capítulos iniciales, y al departamento de Filosofía d ela Universidad de Waterloo, y a Brian Hendely, su presidente, por permitirme el espacio para esta investigación. Y así a otros espacios académicos y personas interesadas en el proyecto.
LORRAINE CODE Toronto, Ontario