Trincheras, transiciones y rupturas en el primer año del gobierno Sánchez Roberto Pineda 29 de mayo de 2015
Este primer año de este segundo gobierno de izquierda salvadoreño estuvo acompañado de singulares procesos de disputa del poder por medio de trincheras, transiciones y rupturas. Utilizamos el concepto de trincheras para referirnos a la defensa de posiciones estratégicas, transiciones a las negociaciones que reflejan correlaciones de fuerza y rupturas a la construcción de nuevos espacios contrahegemónicos o de poder popular.
El enfrentamiento actual se da en el plano político entre la izquierda en el gobierno y la derecha en la oposición. Este es el punto de partida básico. Es una nueva situación que la derecha trata de revertir y la izquierda de conservar. Es a partir de esta nueva situación que se despliegan los procesos de atrincheramientos, transiciones y rupturas.
Y lo que permite este cambio de situación fue entre otros factores, la acumulación histórica de luchas populares, incluyendo grandes batallas electorales (UNO), de masas (CRM) y hasta el desarrollo de una guerra popular revolucionaria (FMLN), así como una hábil política de alianzas que logra aislar al enemigo principal, neutraliza a sectores vacilantes y atrae a sectores de la burguesía no oligárquica.
La llegada al gobierno en el 2009 crea las condiciones para impulsar importantes transformaciones del estado y la sociedad, así como para el despliegue de procesos de construcción nacional de poder popular, ya que lo que define la naturaleza del cambio social en El Salvador podemos relacionarlo con diversos escenarios. Es una pugna entre un poder popular emergente y un poder oligárquico desplazado.
Entre estos escenarios de disputa actual y futura se encuentran la construcción de territorios de poder popular (arrebatados al poder oligárquico), la consolidación de un sector social de producción, (que inicialmente reactiva la economía pero que se oriente a superar las relaciones sociales de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción) , la unidad, organización, conciencia y movilización de los sectores populares ( que supere la debilidad y dispersión existente) y la adhesión como país a bloques internacionales emergentes (la definición entre el ALBA y la Alianza del Pacífico). Estas cuatro dinámicas se fortalecen o se debilitan en su actuar, y han estado presentes durante estos doce últimos meses.
Es aquí en estos escenarios de disputa (trincheras, transiciones y rupturas) donde se avanza o se retrocede en la construcción de hegemonía, el terreno donde transcurre la batalla política estratégica en un océano de batallas tácticas locales y sectoriales.
Las trincheras
Una trinchera permite disparar al enemigo de manera ventajosa, protegido. La trinchera política principal del gobierno y del movimiento popular y social es el desarrollo de los programas sociales (paquete escolar, medicinas, transporte, paquetes agrícolas). Esta trinchera solo puede fortalecerse en la medida que se avance en otras áreas que permita ampliar los terrenos en disputa.
Si la derecha logra empantanar este proceso del subsidio para programas sociales y además evitar que se avance en otras áreas, habrá tenido éxito en sus planes desestabilizadores. Otras grandes trincheras de la izquierda son el aparato partidario del FMLN, un partido de masas y con arraigo en las masas, así como el movimiento popular y social.
Las trincheras aunque conservan su naturaleza defensiva hoy son trincheras desde la administración del Estado, desde el Ejecutivo. Es una nueva situación de muchas ventajas pero a la vez de grandes responsabilidades y desafíos. Hoy se trata de resolver y no de criticar; de gobernar y no de desestabilizar; de poner en práctica nuestras ideas de cambio social, de salir del laboratorio y enfrentarse a la calle.
La comprensión de este cambio cualitativo es de trascendental importancia para la militancia del FMLN y para el movimiento popular y social. Somos como izquierda gobierno, y además partido de gobierno, así como movimiento popular en apoyo al gobierno. Y si bien hay errores, acomodamientos, desviaciones, debilidades que hay que señalar y hasta denunciar, pero son de nuestro gobierno. Si nos perdemos, si nos confundimos en este punto, terminaremos sin duda alguna llevando agua al molino de Cristiani. Otras grandes trincheras de la izquierda son el aparato partidario del FMLN, un partido de masas y con arraigo en las masas, así como el movimiento popular y social.
Las trincheras principales del enemigo oligárquico son lo económico y lo mediático. Y desde ahí disparan con sus aceitados cañones al barco gubernamental. La consigna principal de ARENA y de la ANEP es de hundir el barco. Hay que hundir el barco. Sus profetas proclaman diariamente que el barco se está hundiendo; sueñan con que el barco naufrague, insisten en que es un barco que no lleva rumbo, que va a la deriva. Y para lograr este propósito bloquean el financiamiento del barco pero invierten en su desprestigio. Alegan que el barco les pertenece y van a recuperarlo.
Las transiciones
Las trincheras permiten las transiciones, el paso de un estado a otro de desarrollo, avanzar o retroceder, cambiar de lugar. Los procesos de transición transcurren en la izquierda y en la derecha, en la oligarquía y en el movimiento popular, entre nuestros aliados internacionales y el imperio. El FMLN de ser una fuerza guerrillera pasa a ser una fuerza electoral. Y desde la cancha electoral se convierte en una fuerza legislativa y en una fuerza municipal. Luego de estar en la oposición hoy está en el gobierno central, dirige la Asamblea Legislativa y el Ejecutivo, que incluye a la PNC y a las Fuerzas Armadas. Y cuenta con influencia en los demás órganos del poder estatal, incluyendo el judicial, electoral, etc. Y avanza en la construcción de poder económico (Alba Patroleos) y de poder mediático (Genteve). El movimiento popular de ser oposición al gobierno de la oligarquía hoy pasa a ser apoyo al gobierno del FMLN. Los papeles han cambiado y esto significa un cambio en las actitudes y formas de lucha.
Por su parte, ARENA pasa de controlar el gobierno central a la oposición. Este año logran recuperarse en la Asamblea Legislativa, pero no la dirigen. Pero mantienen influencia en la Corte Suprema de Justicia y otros órganos del Estado. Y pugnan por reconquistar los territorios perdidos.
En el caso de Estados Unidos, pasa de ser fuerza de intervención militar durante la guerra, a ser fuerza de apoyo a los gobiernos de ARENA, a ser en la actualidad fuerza de apoyo a los gobiernos del FMLN. Increíble pero cierto. Los intereses de las fuerzas no han cambiado, pero si sus posiciones frente a la realidad. Los Estados Unidos prefieren en el caso salvadoreño la táctica de crecer en influencia, la táctica de la zanahoria y esconder el garrote. Diferente es la táctica con Venezuela.
Las rupturas
Las rupturas son los nuevos espacios ganados en la lucha, que incluyen parcelas de poder popular y de poder institucional. Existe poder popular en El Salvador cuando en determinado territorio la conjunción de fuerza social organizada y fuerza política institucional (GOES, Alcaldías) permite incidir decisivamente a favor de los intereses de la emancipación social, en el andamiaje político-institucional (alcaldía, unidades de salud, etc.) ideológico-cultural (iglesias, clubes), económico (cooperativas), e incluso militar y de seguridad (pandillas juveniles) . Es una disputa permanente en todo el país contra la hegemonía oligárquica y el modelo neo-liberal, en la cual lógicamente hay avances y retrocesos.
Anteriormente, durante la Guerra Popular Revolucionaria (1980-1992) , existieron extensas zonas de poder popular en el norte del país, o sea gobiernos municipales de hecho que resolvían los problemas de esas poblaciones. Y antes de esto, durante la dictadura militar, en el periodo 1975-1980, el grado de desarrollo de la organización popular (BPR, FAPU, LP-28, MLP y partido UDN), y su acción combativa fue muy alto, altísimo, pero sin alcanzar el nivel de poder popular, por faltar el elemento gobierno.
En la actualidad la disputa y la construcción de poder popular desde el 2009 está planteada a nivel de nación, se rebasó lo municipal existente desde 1994. La construcción gradual del poder popular significa la destrucción gradual del poder oligárquico. No sucede de golpe, es un proceso continuo, permanente, de disputa por la conducción, por la hegemonía cultural. Es una coexistencia de largo aliento entre poder popular y poder oligárquico.
En diversas experiencias acontece la aparición de órganos de poder popular que coexisten en oposición al poder oligárquico, pero en nuestro caso es diferente, consiste en la conquista del poder oligárquico. Así se establece la ruptura. En el caso salvadoreño el poder popular no se ha expresado –como lo es en el caso venezolano- en la nacionalización de empresas y posiblemente no lo haga.
Esto tiene que ver con la correlación de fuerzas interna, de equilibrio de fuerzas. Y esta correlación que debe de ser modificada a favor de la revolución, es la que explica que incluso recursos estratégicos como la energía y la electricidad se encuentran en manos de las transnacionales, que en lugar de denunciar tratados lesivos como el CAFTA-RD se busca la firma de nuevos tratados, como el reciente con la UE y un posible con Canadá. Y esta el caso ejemplar de la empresa minera Pacific Rim, antes canadiense y hoy australiana, que incluso ha presentado una demanda por no permitírsele la explotación minera en nuestro país.
En este contexto, así como hemos logrado llegar a la Casa Presidencial, así también podríamos salir “sin pena ni gloria” y esta es una de las facetas de esta modalidad de la vía electoral, que tiene su reversibilidad como característica fundamental, lo que mantiene en peligro permanente las conquistas realizadas. O sea se ha llegado al gobierno, pero no se ha logrado el poder. Las fuerzas políticas desalojadas y sus respectivas matrices sociales e ideológicas, se mantienen a la expectativa de regresar, están al acecho táctico y estratégico, en vela, esperando los momentos oportunos para golpear y derribar.
La oligarquía busca también la ruptura, y por cualquier medio, incluido el electoral, y por poco lo logran en el 2014. Fue en este sentido muy significativo como la oligarquía zarista rusa inspirada en el patriarca bíblico Job, esperó setenta años ¡setenta años! en Paris y en Londres la salida de los bolcheviques, la derrota del poder soviético. Y en Miami también la oligarquía esperó que terminara la guerra…y ojala que hoy sigan esperando.