Entrevista exclusiva: lo invitamos a recorrer la región junto a Michael Reid, el analista de A. Latina más influyente a nivel mundial
El inglés más poderoso en establecer la imagen de América Latina realiza un paneo regional junto a AméricaEconomía, una zona a la que le tiene especial afecto. Reid trabaja en el semanario británico The Economist desde 1994 y llegó a ser el editor para las Américas.
Reid es autor de “Bello”, el nombre de la columna de opinión más influyente sobre América Latina a nivel global.
Mar, 04/21/2015 – 19:43
Cree que Nicolás Maduro puede ser sacado del poder mediante un referéndum, que la región se mueve hacia una era de presidentes débiles y que Cuba podría cambiar realmente cuando Miguel Díaz-Canel, el sucesor ya designado de Raúl Castro, deba enfrentar el juicio de sus ciudadanos. Michael Reid piensa eso y el mundo lo escucha porque él es quien está detrás de “Bello”, el nombre de la columna de opinión más influyente sobre América Latina a nivel global. Se publica en The Economist. Un nombre elegido por Reid para homenajear a Andrés Bello, el venezolano más cosmopolita (vivió casi dos décadas en Londres) y prestigioso durante el siglo XIX, el hombre que dio forma al español que hablamos y escribimos. Lo hizo desde Chile y es el emblema de una mirada liberal-progresista sobre la región.
Reid, hombre de Oxford, trabaja en el semanario británico desde 1994 y llegó a ser el editor para las Américas. Basado en Lima y Sao Paulo, su último libro, “Brazil: The Troubled Rise of a Global Power”, es un fuerte alegato para que el país deje su política de desarrollo basada en la dirección estatal de la economía y sus empresas, y se enfoque en una mejora drástica de los servicios educativos y de salud.
-Hoy existe quien clasifica los casos de corrupción en Brasil, México y Argentina como evidencia de Estados fallidos. Por otro lado, hay una corriente que afirma que el aumento de transparencia y de la acción judicial hace que estos casos queden más expuestos, dando la sensación de ser una cantidad mayor que en el pasado. ¿Cuál es su opinión?
-Es bueno distinguir a los Estados fallidos de los Estados disfuncionales. Hablamos de Estados fallidos en América Latina para referirnos a Haití, tal vez a Honduras, a pesar de que en el caso de este último hubo una cierta mejoría en los dos últimos años. En cambio la disfunción y la corrupción de un Estado es un problema bastante común en la región. Por definición, es muy difícil saber si se tiene más corrupción o más conciencia de la corrupción. Creo que es un poco de las dos cosas. Creo también que (la corrupción) puede haber sido causada por el hecho de que los Estados han tenido mucho más dinero en sus manos en la última década, debido al crecimiento económico y al boom de las commodities. Al final, la corrupción existe donde está la oportunidad. Tenemos un fenómeno bastante común en la región que es la devolución de poder y de dinero a los gobiernos locales o regionales que tienen menos control que el gobierno central, por ello han surgido casos de corrupción en Perú, Colombia, México y Brasil. De cualquier forma, encuentro que hay más transparencia que en el pasado, con más instituciones dispuestas a investigar y castigar. Vemos eso en Brasil, en Chile y hasta en Perú. En otros países, esto todavía es una lucha.
-¿En qué medida cree que la Operación Lava-Jato, que investiga el esquema de lavado y desvío de dinero que envuelve a Petrobras, empresarios y políticos, podría afectar las decisiones de inversión en Brasil, en un momento de ajuste fiscal en el cual esa inyección sería fundamental para mitigar la desaceleración de la economía?
-Pienso que tendrá efectos, porque tanto los EE.UU. como los países europeos buscan una gestión más decente y estricta en cuanto al pago de coimas de parte de las empresas. Por otro lado, la inversión china no es tan estricta respecto a las conductas relacionadas con la transparencia, lo que puede ser una alternativa. Creo que será preciso ver cómo queda todo conforme avancen las investigaciones. En el corto plazo afectará a los inversores que tienen relación con contratos públicos o estatales, que pasan a mirar el país con cautela. En cuanto a la relación gobierno/empresa privada, pienso que hace tiempo que ésta necesita ser modernizada. Si el resultado de este proceso fuera una reforma del sistema de contratos públicos y el financiamiento de la política, esto puede ser bueno para el país. Más, nuevamente, hay un problema de corto plazo: un sector importante de la economía está paralizado en este momento, debido a ello, para Brasil es necesaria una definición legal cuanto antes.
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-Actualmente se observa una recuperación desigual entre la economía norteamericana, que da señales optimistas, y la de la zona del euro, bajo las expectativa de los resultados de su reciente quantitative easing y la japonesa, que todavía presenta aspectos deflacionarios. ¿En qué medida eso afecta a América Latina?
-Hemos visto un ajuste importante del tipo de cambio en varios países de la región, siendo el caso brasileño el más fuerte. En los otros países la política de tener un cambio flotante ha funcionado, ha habido ajuste precisos frente a las cambios en la cuenta corriente, y sin provocar una inflación significativa. El caso de Brasil es más complejo porque la fluctuación fue detenida equivocadamente, y porque al dispararse el tipo de cambio coincidió con una coyuntura que afecta la capacidad del gobierno de hacer ajuste fiscal. El desafío para la región es cómo ajustarse en esta coyuntura global. El dólar fuerte es una oportunidad para la región en términos de exportaciones, la cuestión es hacer las cosas bien y aprovechar las oportunidades.
¿EXPLOSIÓN SOCIAL EN VENEZUELA?
-Chile es reconocido como una economía destacada en la región. ¿Por qué el milagro chileno menguó, una economía en desaceleración desde la segunda mitad de la gestión del ex presidente Piñera?
-El caso chileno se debe sobre todo a la caída del precio del cobre y a que el ciclo de las inversiones mineras cayó. Otro hecho fue enfrentar el programa de reformas extensas del gobierno de Bachelet. Mi impresión es que la macroeconomía chilena se está recuperando, pero será difícil que la tasa de crecimiento vuelva a los niveles del pasado, especialmente si no hay una mudanza significativa de los precios del cobre.
-¿Considera promisoria la integración de las bolsas de valores de México, Colombia, Perú y Chile?
-El problema es que, en la práctica, estamos hablando de regulaciones nacionales diferentes. En algunos países, la tarea de supervisar la Bolsa corresponde al Ministerio de Hacienda; en otros, a superintendencias autónomas. Es difícil que todos los países armonicen la reglamentación que haga que se puedan hacer inversiones como si éstas fuesen locales. Puede ser que con el tiempo resulte, pero es preciso poner en perspectiva estos anuncios, de que la integración sea un hecho, cuando no lo es, hasta que se armonice la reglamentación.
-¿Cuál es su diagnóstico sobre Venezuela?
-Es un cuadro complejo. Creo que lo que tiene ocurrir, y es muy importante, es una elección parlamentaria que transcurra en un ambiente libre y en condiciones equitativas. No obstante, eso exige que la región asuma un papel. Con una elección libre y equitativa, todo indica que la oposición ganará la Asamblea, y para el año que viene un referendo revocatorio sobre Maduro podría llevar a una transición pacífica, constitucional y democrática. Estuve allá en enero. Se observa una caída del apoyo al gobierno de Maduro, que el chavismo está decayendo. La oposición, a pesar de sus divisiones, está creciendo. Ahora, la gran duda es si va a tener lugar alguna explosión social en las calles, que es lo que el gobierno más teme. Caso contrario, existe la posibilidad de una transición pacífica.
-¿Cuál es la estrategia que los países de la región deberían abrazar en el caso de Venezuela?
-Los países están demasiado temerosos. Ellos firmaron varios tratados que establecen un compromiso con la democracia y los derechos humanos, y deberían observarlos. La Unasur tiene que exigir públicamente que Venezuela cumpla con esos compromisos. Pienso que eso es la única cosa que podría tener algún efecto en Venezuela.
-¿Y en cuanto a Cuba? ¿Veremos el fin del embargo y la construcción de un puente de Key West a La Habana?
-Sería el puente más largo del mundo, ¿no? (risas). El proceso que está en curso es importante, pero será lento. Acabar con el embargo demanda tiempo. Cuba no va, de la noche a la mañana, a convertirse en un país totalmente capitalista, liberal y democrático. Creo que lo importante en este momento es el cambio de la política de los EE.UU. y el reconocimiento de que el cambio que ocurrirá en Cuba será de adentro para afuera y no al contrario. Raúl insiste que dejará el gobierno en 2018 y el sucesor anunciado, Miguel Díaz-Canel, va a ser juzgado por los cubanos por los resultados de su gobierno, el que ya no contará más con el aura revolucionaria. Todo indica que el país tendrá que cambiar e irá camino de una economía más capitalista, más de mercado, sin embargo, el partido no va a perder el control inmediatamente: es un proceso de evolución.
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PRESIDENTES DÉBILES
-¿Cómo es su cobertura periodística hoy, sin estar presente en la línea del frente y tampoco editando desde Europa? ¿Cuál es la fuente de preocupación que hoy rige la pauta de The Economist para la región?
-Edité por 15 años, pero quería volver a vivir en América Latina y escribir un poco más, pues no me limito a la columna “Bello”. Estoy contento de hacer lo que estoy haciendo ahora. En el caso de la cobertura, seguimos nuestras líneas editoriales. Y nos comunicamos internamente, en un debate constante sobre las situaciones de la región y el mundo en general. La tecnología realmente transforma la toma de decisiones.
-A finales de 2012, The Economist sugirió que Dilma Rousseff debería cambiar el equipo económico si quería ser reelecta, lo que le dio fama de haber pedido la renuncia de Guido Mantega. ¿Cuál es su evaluación del actual ministro de Hacienda de Brasil, Joaquim Levy?
-Ahora creo que habría sido mejor si hubiese ganado el gobierno el que predicó el cambio en la economía. Pero éste fue el resultado. Es positivo que Dilma haya escogido a Joaquim Levy para Hacienda, porque él entiende lo que tiene que hacer. Fue bueno que la presidente haya aceptado el fracaso de la nueva matriz económica. Dicho eso, encuentro que Levy va a hacer un ajuste, más lo que queda pendiente es la calidad del ajuste. Pues el Congreso tiene bastante impacto en él. En el caso brasileño es preciso intervenir el sistema de pensiones, tiene que intervenir la estructura del Estado. Tengo mucho escrito en los últimos años apuntando cuestiones como el absurdo de que el país tiene 38 ministerios, una estructura de gobierno tan pesada, cuando Brasil necesita gastar más en hospitales, médicos, saneamiento, etc. No sé si Levy será capaz de hacer ese cambio. Tendrá que ver con el Congreso, pues para mí Brasil está entrando en un régimen semiparlamentario.
-En su libro “Brazil: The Troubled Rise of a Global Power”, ya apuntaba contra la tradición histórica de dirección en el país, de un desarrollo dependiente del Estado, y abogaba por un Estado más eficiente y moderno…
-Uno de los argumentos centrales del libro, que fue lanzado antes de las elecciones, es que Brasil necesita cambiar lo que llamo “Estado corporativo”. Ese Estado con tantos beneficios y gastos entre grupos privilegiados, sean los jubilados del sector públicos, sean entre los privados beneficiados de subsidios, que toda la estructura de los gobiernos municipales sea efectivamente progresista en sus políticas sociales.
-Pero, ¿el caso del país no es parecido a varios otros de la región, que viven un sistema hiperpresidencialista que tuvo éxito mientras hubo dinero, con la bonanza de los commodities?
-Hoy la región está caminando hacia un período de presidentes débiles. Los tiempos en que los presidentes tuvieron apoyos del 60%, 70%, acabaron. Con la excepción de Evo Morales en Bolivia, y de Ecuador y Nicaragua, países pequeños y no representativos. En los países grandes de la región el descontento respecto de la economía es grande. La estructuración conceptual de los sistemas políticos en América Latina es de un presidente y un parlamento. Tienen sistemas multipartidarios. Es difícil para un presidente conseguir una mayoría estable. Brasil, para enfrentar esto, inventó el presidencialismo de coalición, pero eso precisa de retoques en este momento. Hoy, para Brasil, es fundamental la reforma política. Si será una reforma política buena es otra cuestión. Sea como sea, es fundamental reducir el número de partidos en el Congreso. Sin embargo, cada país tiene sus especificidades.
-Finalmente, en la región, algunos de los principales países que han sido grandes exportadores de commodities tuvieron un efecto positivo en la caída de la desigualdad de la renta. Hoy, los precios ya no son los mismos, y trabajamos con un horizonte de cambio diferente. En ese contexto, ¿cuáles son las acciones posibles para que los países se mantengan en camino de la reducción de la desigualdad?
-Son fundamentales tres cosas: continuar mejorando la calidad de la educación, de la enseñanza en todos los niveles. Eso implica gastar mejor. Es absurdo colocar una meta de 10 puntos del PIB para gastar mal. Segundo punto: continuar invirtiendo mucho más en infraestructura, para aumentar la productividad. Y, tercero, el avance mayor fue en el mercado del trabajo, y será difícil mantener eso. La tendencia es que el desempleo suba. Así, es importante tener mercados de trabajo más flexibles, con medidas proactivas de capacitación y ayuda de colocación en empleos, donde la información es importante.
*Con la colaboración de Rodrigo Lara Serrano, en Santiago de Chile.