A mi padre, el latín lo condujo al humanismo…
Entrevista con Luís Sarbelio Navarrete
SAN SALVADOR, 6 de diciembre de 2007 (SIEP) “A mi padre, Sarbelio Navarrete, el latín lo condujo al humanismo…”explicó el Dr. Luís Sarbelio Navarrete, de 78 años, en entrevista realizada esta tarde en su residencia, en la Colonia Flor Blanca.
Sarbelio Navarrete, nacido en 1879 y fallecido en 1952 fue uno de los principales humanistas salvadoreños del siglo pasado. Su tesis doctoral trató sobre El Estado centroamericano. Su obra principal se titula En los Jardines de Academo y fue publicada en 1942.
“Mi abuelo alquilaba bestias, esa era su ocupación. Era muy trabajador. En aquel tiempo, estamos hablando de la mitad del siglo XIX, las mulas y los caballos se utilizaban para trasladarse de un lugar a otro, no había carreteras y se usaban los caminos vecinales. Tenía también una posada, donde descansaban las personas que se dirigían al oriente del país o a la capital. Mi abuelo se llamaba Venancio Navarrete y mi abuela Enriqueta García.”
“Mi abuelo era originario y trabajaba en San Esteban Catarina, mi abuela nació allí pero su familia venía de Tecoluca. Tuvieron doce hijos, diez hombres y 2 mujeres. Mi abuelo era un campesino de esa época, muy cristiano. Mi papa fue el segundo hijo que tuvieron. Y nació en ese ambiente rural…allí pasó su infancia.”
“Pero tenía una inteligencia natural, era bastante despierto y entonces el abuelo Venancio decide enviarlo a estudiar a San Vicente, a una escuela católica. Le tocaba entonces caminar, bajar desde San Esteban Catarina hasta San Vicente. Es de esta época que surge su amistad con el Dr. Juan Crisóstomo Segovia, que también estudiaba en la misma escuela. Ambos eran muy religiosos. Incluso se disputaban como monaguillos ayudar en la misa. Segovia posteriormente como médico destacó como investigador, llegando a descubrir el tripanosoma crues, que origina el mal de Chagas.”
“Cuando mi padre llegó a San Vicente a estudiar primer grado ya él sabía leer y escribir, así como contar…y esto les llamó la atención a sus maestros. Era un niño dotado. Y le gustaba mucho ayudar en la misa. Y fueron estos maestros los que le recomendaron a mi abuelo Venancio para que enviara a mi padre Sarbelio a estudiar a San Salvador. Incluso le recomendaron donde ingresarlo. Entonces lo envió con un trabajador de confianza llamado Chepe. La misión era dejarlo interno en el Colegio Divino Salvador. Y Chepe cumplió. El Colegio Divino Salvador se encontraba en esa época a la par de la Iglesia de San José, en pleno centro de la capital…el siglo XIX estaba finalizando.”
“El arreglo en el colegio fue que Sarbelio pagaría con su trabajo el estudio. Era un alumno trabajador. Y entonces el escuchaba las clases desde fuera del salón mientras se dedicaba a barrer los corredores. Pero esto no lo desanimaba sino que fortalecía aún más su voluntad de aprender. Y la materia que más le interesó fue la de latín. Y esto intrigó a sus maestros. Y sobresalió en su aprendizaje del latín de tal manera que fue incluso enviado a Catedral para participar en un curso impartido por el mismo Obispo de esa época, Monseñor Pérez y Aguilar, quine fuera el primer arzobispo de la capital.”
“El obispo al conocerlo pensó en una carrera eclesial para el aventajado estudiante y mi padre Sarbelio aceptó el reto. E ingresó al seminario. Y su principal interés volvió a ser el latín, devoraba cualquier obra en latín que encontrara en la biblioteca. Y continuó recibiendo clases de latín en la Catedral. Y era el mejor alumno. Pero en determinado momento descubrió que el sacerdocio no era su vocación. Y abandonó el noviciado…pero fue el latín aprendido en Catedral el que le motivó su amor por las humanidades.”
“Y entonces se matriculó en el Instituto Francisco Menéndez para cursar el bachillerato. Y luego en la Universidad, que estaba situada en el costado poniente de Catedral. Como anécdota el me contaba que una vez a la entrada de la Universidad se encontró con un joven uniformado de militar que lo saludo y empezaron a platicar. Le preguntó el joven: ¿qué estudias? –derecho, respondió mi padre. Y el joven le dijo: y por qué no una carrera militar? Mi padre respondió: -porque voy a dedicarme a la política… El joven este sería después presidente por trece años del país: el general Maximiliano Hernández Martínez. Se hicieron amigos. Ambos venían de fuera de fuera de la capital, el uno de san Vicente y el otro de San Matías.”
“En la Universidad mi padre acostumbraba llevar dos cursos seguidos en vez de uno como se acostumbraba. El empezó a estudiar ya mayor, ya que se graduó como doctor en Jurisprudencia y Ciencias Sociales a los 33 años. Aunque Don Alberto Masferrer era mayor que mi padre mantuvieron una amistad. Incluso mi padre escribió para un periódico dirigido por Masferrer, el diario Patria. Una vez sostuvieron un debate sobre la Toma de la Bastilla en la Revolución Francesa, de la cual mi padre era ferviente admirador.
Mi padre tuvo cuatro hijos del matrimonio en 1920, con mi madre, que se llamaba Mercedes Barrera. Yo soy el último, nací en 1929. Tengo tres hermanas, la primera se llama Graciela nació en 1922 y se casó con Pedro Abelardo Delgado, que fue presidente del BCR; la segunda Mercedes, como mi mamá, nació en 1924 y su esposo fue Armando Colorado, y por ultimo Alicia, nació en 1926 y vive en los Estados Unidos. Pero mi papá tenía tres hijos de una relación anterior. Que se llaman Concepción, que vive en Ciudad Delgado, Gabriel, y Guillermo.