EL ESTALINISMO ES LA NEGACIÓN DEL SOCIALISMO
“……la tarea fundamental de nuestra época no ha cambiado, por la simple razón de que no se ha resuelto…..Los marxistas no tienen el menor derecho (si la desilusión y la fatiga no se consideran “derechos”) a extraer la conclusión de que el proletariado ha desaprovechado todas sus posibilidades revolucionarias y debe renunciar a todas sus aspiraciones…… Veinticinco años en la balanza de la historia, cuando se trata de los cambios más profundos en los sistemas económicos y culturales, pesan menos que una hora en la vida de un hombre. ¿De qué sirve el individuo, que a causa de los reveses sufridos en una hora o un día, renuncia a un propósito que se ha fijado sobre la base de toda la experiencia de su vida?”
El odio de la burocracia o “castas” de los partidos estalinistas contra los movimientos de izquierda revolucionaria que toman como fundamento teórico de su lucha al marxismo-leninismo, es de sobra conocido. En el terreno teórico, político, programático y metodológico, el estalinismo llegó a constituirse obcecadamente en la esencia de la negación del marxismo.
El estalinismo es anticientífico, rígidamente verticalista, intolerante a la crítica, ciego y esquizofrénicamente dogmático; también, fue la causa más determinante para la destrucción del socialismo en la antigua Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Stalin estableció la “teoría del socialismo en un solo país”, según la cuál el socialismo podía construirse autárquicamente en la Unión Soviética, independientemente de la lucha de clases a nivel mundial y el curso de la economía mundial capitalista.
Desde esa perspectiva, la principal tarea del movimiento comunista era supuestamente colaborar con la “construcción socialista” en la URSS, pasando a convertirse los partidos comunistas del mundo en sucursales secundarias de la poderosa burocracia del Kremlin. De esa manera, Stalin prostituyó un principio esencial del marxismo: el internacionalismo del proletariado. A tal extremo llegó esa concepción que, a raíz de los acuerdos de Yalta y Postdam en el marco del fin de la Segunda Guerra Mundial y como gesto de buena voluntad ante las potencias imperialistas aliadas, Stalin se comprometió a disolver la Tercera Internacional que habían fundado los bolcheviques.
La Internacional Comunista era un estorbo para la burocracia del Kremlin, quien la liquida sin pena ni gloria para desarrollar a fondo su política de “coexistencia pacífica” con la alianza imperialista, que militarmente se había fortalecido con la derrota de la Alemania nazi.
Trotsky representa una proyección de la lucha y del cambio diametralmente opuesta a la del estalinismo. Fundamentado en los principios científicos del marxismo y de la teoría de la Revolución Permanente, denuncia la utopía reaccionaria del “socialismo en un solo país”, y pronostica que si bien puede mantenerse el estado soviético durante cierto tiempo por la vastedad de sus recursos, tarde o temprano será sojuzgado por la fuerzas del mercado internacional, mientras continúe dominando la economía mundial el capitalismo, como a la larga se demostró con la caída del muro de Berlín; por lo que sigue vigente la tarea fundamental de extender la revolución a nivel mundial para construir el socialismo.
Trotsky plantea además el retorno al régimen de la democracia obrera, combatiendo y derrocando el régimen totalitario de la burocracia, así también plantea la necesidad de mantener una absoluta independencia frente a los burgueses de todo pelaje, combatiendo la política de “colaboración de clases” que promueve el estalinismo y que conduce a los comunistas al reformismo.
Stalin, renegando de la experiencia de la propia Revolución Rusa, llama a los comunistas a hacer alianza con la burguesía nacional o “progresista”, para supuestamente luchar por la democracia y contra la dominación imperialista en los países del llamado Tercer Mundo, porque presuntamente en esos países la revolución debía pasar primero por una etapa democrática y de liberación nacional antes que plantearse la revolución socialista. Stalin reedita así la concepción etapista de los mencheviques que justamente atacaron y se opusieron a Lenin y a los bolcheviques por proponerse derribar el sistema capitalista en un país atrasado como Rusia.
Asimismo en el marco de la Segunda Guerra Mundial, el estalinismo promueve la adaptación al “imperialismo democrático” en contra del fascismo, y así sucesivamente, siempre utilizando su influencia en el movimiento obrero internacional para sujetarlo a las faldas de este o aquel sector burgués, según su conveniencia. Esta orientación la llevaron al colmo de la aberración todos los Partidos Comunistas en innumerables oportunidades, consumando traiciones y derrotas en todo el planeta.
A manera de ejemplo, recordemos la política que tuvo el Partido Comunista de Costa Rica encabezado por Manuel Mora que en la década de los cuarenta, gozando de una considerable influencia dentro de las masas, “hipotecó” su independencia en aras de reformas pactadas con un ala de la oligarquía representada por el ex-presidente Calderón Guardia.
Roque Dalton (Compañero “Ernesto”), un pensador marxista-leninista, se refería al Partido Comunista Salvadoreño de la siguiente manera: los PC latinoamericanos nacieron como seccionales de la Internacional Comunista que dirigía Stalin, lo que dificultó su conversión en partidos nacionales; y que, más bien, se sumaran al planteamiento soviético de construcción del socialismo en un sólo país. Carentes, pues, de un horizonte analítico arraigado en las realidades concretas de sus países, estos partidos fueron víctimas del dogma y la ortodoxia. En cambio, los vietnamitas sí discreparon de la línea oficial de la Internacional Comunista, al reclamar el derecho a partir de las realidades del propio país para hacer la revolución. En conclusión, el asunto no es liquidar a los PC existentes por el simple prurito de hacerlo. Ninguna posición maniquera antiguerrilla o antipartido es viable. Nosotros creemos que necesitamos nuevos partidos comunistas, nuevas vanguardias marxistas-leninistas. El caso es que, en buena parte de la dirección política de los PC no tienen en este momento histórico ni voluntad, ni condiciones de asumir la tarea de la lucha revolucionaria. El lastre del estalinismo pesa aún demasiado.
En 1968, el entonces Secretario General del Partido Comunista Salvadoreño, Compañero Salvador Cayetano Carpio (Comandante “Marcial”), se sumó a la lucha ideológica, que, “Ernesto” (Roque Dalton), debatía abiertamente con la burocracia del Partido Comunista, se volvió un férreo crítico de las posiciones revisionistas de la aristocrática derecha que controlaba al Comité Central. “Marcial” debatía abiertamente la lucha ideológica y acusaba al PCS de haberse divorciado del pueblo. Sin embargo, el punto de inflexión y de ruptura interna de las estructuras del partido se volvió irreconciliable en 1969.
La crisis interna estalló posterior al llamado de Schafik Handal para que el pueblo se incorporara al Ejército (FAES) en la guerra contra Honduras y se sumaran al Frente de Unidad Nacional (FUN). Handal en ese entonces, ya había sustituido a Salvador Cayetano Carpio en el cargo de Secretario General del PCS. El compañero Carpio enfatizaba que el problema con Honduras era una lucha de mercado entre las burguesías criollas de ambos países y que a los pueblos de Honduras y El Salvador solamente se le estaba instrumentalizando en una guerra de “capitales”, ya que la burguesía salvadoreña estaba mejor posicionada en el control del Mercado Común Centroamericano.
Como consecuencia de estas contradicciones, definidos sectores marxistas-leninistas del PCS y de la Juventud Comunista (JC), abandonaron inmediatamente al partido y otros fueron expulsados; y respectivamente, el 1º y 7 de abril de 1970, los marxistas emergen organizados desde la clandestinidad como nuevas expresiones de lucha revolucionaria: las Fuerzas Populares de Liberación (FPL-“Farabundo Martí”) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (PRS-ERP).
Los estalinistas ante el surgimiento de estas expresiones revolucionarias pusieron el grito en el cielo, los acusaron que eran “grupos” manipulados por la CIA, “cabezas calientes”, de ultra-izquierdistas y que su único propósito era destruir al PCS, y que ponían en riesgo su alianza con los “patriotas de la Juventud Militar” y afectarían a su partido electorero denominado UDN (Unión Democrática Nacionalista). Además, argumentaron que la guerra de guerrillas era una locura implementarla, ya que en el país la lucha armada era imposible desarrollarla por la falta de “impenetrables” montañas.
Durante los 22 años que duró el conflicto armado salvadoreño, los estalinistas siempre jugaron a doble cara. En la década de los 70´s, participaron en las elecciones, se aliaron a los militares para generar golpes de estado y hasta denunciaron públicamente a los cuadros guerrilleros en sus editoriales “Nuestra polémica contra los ultraizquierdistas”; en los 80´s, los estalinistas entraron a la guerra bajo amenazas de ser considerados “objetivos militares”. El Comandante “Marcial” impidió que algunos sectores marxistas-leninistas de la guerrilla concretaran su “visión estratégica” de estructurar Tribunales Revolucionarios para juzgar y ajusticiar a toda la cúpula estalinista, a la que ellos acusaban de traidores.
“Marcial” aprovechó el “desencanto” y la desesperación de los estalinistas cuando perdieron el control y espacios dentro de la Junta Militar que había depuesto de la Presidencia al genocida del Gral. Romero. Bajo estas condicionantes y crisis de seguridad para el PCS, Schafik Handal a nombre del PCS, en el mes de diciembre de 1979 aceptó incorporarse a la guerra y se transformó en el Comandante “Simón” de una reducida agrupación que se denominó Fuerzas Armadas de Liberación (PCS-FAL).
Sin embargo, la cara visible del PCS (UDN), siempre se mantuvo participando en las elecciones de manera “desafiante” a la guerrilla del FMLN-FDR que consideraba que los procesos electorales eran un engaño y que solo validaban al sistema, por eso las consideraron blanco de ataques militares. En América Latina un trágico ejemplo electoral fue la experiencia del Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile, donde el PC-estalinista, junto a otros partidos de “izquierda” y socialdemócratas, ilusionaron y engañaron a las masas con lo que denominaron la “vía pacífica al socialismo” y confiaron ciegamente en la institucionalidad de la “democracia burguesa”, hasta que Pinochet impuso el golpe militar en septiembre de 1973 que dejó decenas de miles de muertos y torturados e instauró una de las más crueles dictaduras contra el pueblo.
La “vía pacífica al socialismo” a través de un proceso electoral se convirtió en una experiencia amarga y dolorosa para el pueblo Chileno, pues, la historia ampliamente ha demostrado que al socialismo se puede llegar, únicamente, mediante la lucha revolucionaria acompañada de una generalizada insurrección popular y con la ruptura total del sistema capitalista. El Dr. Salvador Allende, un prestigiado teórico marxista, tardíamente comprendió el error de haber confiado en los estalinistas y en la “Institucionalidad de la Democracia Burguesa”. Allende murió en el “Palacio de la Moneda” de una ráfaga de ametralladora dentro de su garganta, tiros que salieron del cañón que los militares fascistas forzadamente le introdujeron en la boca.
La tragedia chilena y la guerra de exterminio que implementaron todas las dictaduras latinoamericanas en la década de los 70´s, se enmarcaron dentro de la estrategia del imperialismo denominada Operación Cóndor, cuyo cuartel de operaciones hemisféricas se encontraba en la Escuela de las Américas en Panamá. A partir de 1980, el imperio diseñó una estrategia para 30 años (Declaración de Santa Fe I, II, III y VI), en donde a través de la guerra de baja intensidad se propusieron derrotar sutilmente a la guerrilla salvadoreña en el siguiente orden de importancia: 1) Ideológica, para convencer a la “cabeza” que su lucha ya estaba agotada; b) Política, obligarlos a pactar acuerdos de coexistencia pacífica, y c) Militar, obligarlos a deponer y entregar sus pertrechos militares.
La estrategia de baja intensidad propuesta en Santa Fe comenzó con amenazas reales: En la década de los ochenta para evitar que Cuba y Nicaragua fueran invadidas por las tropas del imperio bajo la administración de Ronald Reagan. En Centroamérica, el estalinismo por intermediación de Fidel Castro, “convencieron” a los sandinistas y a la “élite” que comandaban a la otrora poderosa guerrilla del FMLN y de la guatemalteca URNG, de “renunciar” a la toma del poder mediante la derrota militar del enemigo, había que cambiar de estrategia y que se buscara concretar una alianza con la burguesía “patriótica” para impulsar el camino de la “negociación” y lograr acuerdos políticos para detener el enfrentamiento militar. Esta estrategia se inició con Contadora y la consolidaron con Esquipulas II.
A finales de 1982 en La Habana-Cuba, la comandancia del FMLN firmó el Protocolo conocido como “El libro verde”, renunció al socialismo y aceptó como bandera de lucha la tesis socialdemócrata de la “Revolución Democrática”. A partir de este momento, la estrategia de lucha ya no era para derrotar militarmente al enemigo, pues, todo el esfuerzo militar era únicamente para obligar a la dictadura a pactar una solución “negociada” del conflicto salvadoreño.
Salvador Cayetano Carpio (“Marcial”), actuando en calidad de “Primer Responsable” de las FPL, fue el único que se opuso a este viraje y replicó que tal decisión era una traición al socialismo y exigió que quedara en Acta las razones de su oposición al contenido del “Libro Verde”.
Desafortunadamente para el proceso revolucionario salvadoreño, a comienzos del mes de abril de 1983, en Managua ocurre una enorme tragedia ejecutada por agentes infiltrados de la “guerra sucia”: la Comandante “Ana María” (Dra. Mélida Anaya Montes), es cobarde y cruelmente asesinada. La causa primera de muerte fue por asfixia y degüello; posteriormente, su cadáver fue perforado con 81 punzadas de “picahielo”.
Al principio se acusó a la CIA de tan monstruoso asesinato; sin embargo, el plan de los conspiradores era apartar al Comandante “Marcial”. El compañero “Marcial”, fue injustamente acusado de tan alevoso asesinato y le exigían que revelara a la Seguridad del Estado Sandinista la identidad y ubicación de sus redes de poyo; sin embargo, a pesar que “Marcial” alegó inocencia de lo cargos acusatorios optó por el “suicidio obligado”.
Con la depuración del proceso judicial, “Marcial” fue “post-mortem” exonerado de los cargos y, los tribunales Nicaragüenses, no tuvieron otra opción más que acusar y condenar del asesinato de “Ana María” al jefe de operaciones y “Tercer Responsable del Comando Central” de las FPL, Comandante “Marcelo” (Rogelio Bazzaglia).
En el ex frente guerrillero salvadoreño y posterior al descabezamiento de la conducción de las marxistas FPL-“Farabundo Martí” (12 de abril de 1983), la tesis de la “Revolución Democrática”, fue dogmáticamente impuesta por la hegemónica alianza entre los minoritarios grupos estalinistas con las “pragmáticas” tendencias socialdemócratas, que a partir de 1971 se alzaron en armas contra la oprobiosa dictadura militar de aquel entonces.
Este episodio de la guerra sucia fue extremadamente doloroso, cientos de revolucionarios y cuadros marxistas-leninistas, fueron físicamente “purgados” al ser acusados de formar parte de las supuestas “redes enemigas” que apoyaban la “Marcialista” Guerra Popular Prolongada (GPP): en la parte urbana se “purgó” la disidencia conocida como Frente Metropolitano “Clara Elizabeth Ramírez” y en la zona rural al Frente “José Roberto Sibrián” (Comandante “Celso”).
Los anteriores ejemplos son solo una pequeña muestra de la escuela de traiciones y derrotas que durante décadas han consumado los infiltrados espurios cuando tienen influencia decisiva en el movimiento obrero y popular. Farabundo Martí, Salvador Allende, León Trotsky, Ernesto “Ché” Guevara, Dímas Alas, Roque Dalton, Armando Arteaga, José Roberto Sibrián, Doroteo Arias y Salvador Cayetano Carpio, son ejemplos de verdaderos revolucionarios marxistas-leninistas que ofrendaron la vida por la causa proletaria y la justicia social, por la revolución y por el socialismo. También, en muchas momentos de su lucha fueron considerados por los estalinistas como “aventureros ultraizquierdistas” y de “agentes” al servicio del imperialismo.
Sin embargo, todos ellos, fueron líderes genuinos que lucharon por la justicia social con temple de acero, nunca claudicaron a sus principios revolucionarios, ni tampoco fueron como los contemporáneos líderes de “barro” que se construyen en base a la traición y la mentira.
Contemporáneamente, la lucha ideológica todavía se mantiene vigente. Los sectores marxistas que estructuraron a la ex guerrilla, después de los Acuerdos de Paz, fueron marginados y acosados por el estalinismo que se posicionó en la conducción del ahora partido político. A los excombatientes se les acusó de “derecha” con vulgares estigmas de ser “agentes” infiltrados del OIE y que su finalidad es destruir al partido; también, volvieron al viejo estribillo de acusarlos con la hipócrita falacia de ser un “grupo” de ultraizquierdistas que pretenden desestabilizar sus aspiraciones electoreras del 2009.
¿Qué ganamos como pueblo el conocer nuestra Memoria Histórica?
El conocer la Memoria Histórica nos abona a no repetir los errores del pasado, no podemos construir un país diferente y con justicia social, cuando las heridas causadas por la injusticia todavía son sangrantes. Para que exista la verdadera democracia, la paz y reconciliación social, necesitamos conocer la verdad, esta por más dura que sea y hasta pueda afectarnos a nosotros mismos hay que contarla. La Memoria Histórica no es sinónimo de amnesia social. Las heridas del pasado no se curan con la impunidad de los asesinos, ni tampoco con una cobarde y sínica Ley de Amnistía.
La falta de Memoria Histórica, permite que las perversas acciones que hicieron nuestra reciente historia se repitan. Durante el conflicto armado, se criticaba y se consideraron “objetivos militares” a los procesos electorales, ya que estos solo servían para validar al sistema de explotación capitalista y para potenciar a “nuevos millonarios” que sus fortunas nacen del saqueo de las arcas del Estado. Los traidores se disfrazan de “revolucionarios” para torcer los procesos de lucha genuina y los fascistas creen que la democracia es solo el momento de votar.
Por ejemplo, los del “Grupo de Miami” en nombre de la libertad y del “anticomunismo”, decidieron, ordenaron y financiaron el asesinato del mártir Monseñor Arnulfo Romero; la dictadura militar asesinó en los 22 años de guerra a 85 mil inocentes; y los descendientes de los “criollos y ladinos” (Partido ARENA), inician sus campañas electoreras en Izalco para blasfemar la sangre y mancillar la memoria de más de 30 mil campesinos indígenas que fueron masacrados por reclamar sus tierras ejidales en 1932, la cuales les habían sido robadas por la xenofóbica y emergente oligarquía cafetalera de ese entonces.
Ahora, nos encontramos “sometidos” dentro de una estrategia electoral para cambios de Alcaldes, Diputados y Presidente, se nos promete hacer de El Salvador un verdadero “paraíso terrenal”, los serviles y los fascistas nos amenazan que los “gringos” no aceptan a otro partido que no sea el de ARENA y los estalinistas se vuelven más recalcitrantes e intolerantes con la izquierda pensante, ponderan la mordaza y califican a la lucha ideológica como un “acto de traición” para su partido electoral. En este contexto de desesperanza y confusión, surge la figura del comunicador social Mauricio Fúnes, que, sin lugar a dudas, es una persona que emerge como el símbolo y la esperanza de un pueblo que ha perdido la confianza en los partidos y en los políticos tradicionales. Los desposeídos con justa razón ven a Mauricio Fúnes como el futuro “Presidente del Pueblo”.
Evidentemente, las prevalecientes condiciones políticas, económicas y sociales que configuran el país, son variables que abonan al posible triunfo de Mauricio Fúnes para el 2009; sin embargo, los que “ciegamente” creen en las Elecciones, nunca deberán olvidar que la administración del Gobierno históricamente la han controlado las fuerzas más oscuras de la derecha salvadoreña, estos tienen el control neurálgico del Tribunal Supremo Electoral, carecen de sensibilidad social, cuentan con cuerpos represivos, disponen de leyes draconianas y creen que en la “democracia salvadoreña” no pueden existir espacios para la Alternancia del Poder.
La experiencia Chilena con el Dr. Salvador Allende, nos ha demostrado que no se puede confiar en la “Institucionalidad de la Democracia Burguesa” y hacer de las alianzas una “merienda” de corruptos oportunistas. El proyecto del Socialismo como resultado de la expresión madura del capitalismo, es una falacia y una irresponsabilidad histórica, jamás el capitalismo ni el poder económico real, permitirán que exista un cambio pacífico del sistema capitalista. Únicamente, aceptarán las “reformas” cosméticas que no afecten sus intereses mezquinos, pero, jamás aceptarán al Sistema Socialista como la alternativa real de la justicia y solución de las necesidades insatisfechas que han sumergido en la miseria a toda nuestra clase trabajadora y pueblo en general.
¡NO AL TERRORISMO DE ESTADO!
¡EL PUEBLO UNIDO JAMAS SERÁ VENCIDO!
¡A MÁS REPRESIÓN… MÁS ORGANIZACIÓN Y LUCHA COMBATIVA!
¡VIVA EL HEROICO PUEBLO SALVADOREÑO!
¡SIN PERDON Y SIN OLVIDO DE NUESTROS MARTIRES REVOLUCIONARIOS!
¡VIVA EL MOVIMIENTO DE VETERANOS DEL END!
Documento Ideológico,
El Salvador, 29 de noviembre de 2007