Desde la expansión de la ola neoliberal se ha hablado e insistido mucho en la crisis del movimiento obrero y sindical, en la pérdida de su centralidad social y sobre todo en lo que se denomina el rol de vanguardia de la clase obrera. Al imponer esto como hecho definitivo e irrefutable – sobre todo con la ayuda de un poderoso aparato mediático – los monopolios, la burguesía mundial, en suma el imperialismo, utilizaron esta situación para imponer su modelo económico y social sin oposición.
La desaparición del campo socialista y sobre todo la disolución contrarrevolucionaria de la Unión Soviética reforzaron esta idea. La publicación de obras como las de Francis Fukuyama (funcionario del aparato estatal estadounidense), acerca del ³fin de la historia² y la eternidad del sistema capitalista, crearon toda una ³base teórica² que reforzó, por otra parte, lo que ya se había dado en círculos de la ³fina² intelectualidad de la izquierda europea. Ésta, desde posiciones revisionistas, remachó esta base teórica. La intelectualidad latinoamericana de izquierda – de la ³falsa izquierda² como acaba de estigmatizarla con precisión el Cdte. Tomás Borge – menos creativa y más copista, hizo lo propio en nuestros países incluida, obvio, Bolivia.
La producción teórica, de cualquiera de las alas o corrientes, de la izquierda o la derecha de las ciencias sociales, no es un mero juego de especulación intelectual, sirve para la práctica social, para que las clases y sus representaciones políticas impongan sus modelos económicos y sociales. Esto cayó, por supuesto, como anillo al dedo a las transnacionales y a las clases poseedoras. Éstas, con la idea impuesta del fracaso del socialismo, del ³estatismo², etc. aplicaron el neoliberalismo y procedieron al desmantelamiento y al saqueo de los patrimonios nacionales. Bajo la consigna de libre mercado, destruyeron los aparatos productivos nacionales y convirtieron todo en mercancía, hasta el agua.
Todo era ³libre²; para la clase obrera, para los trabajadores en general, se inventó la libre contratación que significó la destrucción de sus instrumentos de lucha, de los sindicatos en particular y el sometimiento a un sistema de explotación similar a los tiempos de emergencia del capitalismo. De aquel capitalismo que en las palabras de Marx, en todas partes donde emergía, lo hacía manchado de lodo y sangre. Las leyes de protección del trabajo, el sistema de seguridad social y muchas otras conquistas se las violentaba de manera abierta. Hasta la más histórica de las conquistas de los trabajadores: la jornada de ocho horas, desapareció. En la práctica, lo que se conoce como conquistas sociales laborales, se anularon ³legal² o ilegalmente. Bajo la consigna de que todo esto se hacía en democracia, parlamentos de levantamanos sancionaron nuevas disposiciones que legalizaron estas realidades sociales, crueles para los trabajadores.
Hemos utilizado muchas palabras para describir hechos archiconocidos, pero era necesario recordarlos para explicar lo que pasa en nuestro país y sobre todo qué ocurre con el movimiento obrero y sindical en particular. ¿Qué pasa con la COB, con los sindicatos, en esta coyuntura histórica, por la que pasa Bolivia? Hemos comenzado, de manera ex profesa, con una referencia al marco internacional porque, lo que ha pasado en Bolivia, ha pasado en todo el mundo. Esto les ha sucedido a moros y cristianos. Los trabajadores de cualesquiera que sea el color de su piel, idioma o creencia han sufrido por igual; por igual todos los que viven en una sociedad capitalista. Los matices o peculiaridades de regiones, pueblos o la intensidad de la explotación, que hay que tomarlos en cuenta a la hora de acción, no contradicen las regularidades del capitalismo, en este caso global. Enfatizamos esto, porque no faltan obtusos que afirman, por ejemplo, que el sindicalismo es un poco grato ³invento europeo². Y también hay que fijar bien un hecho: Si el capitalismo internacional y el imperialismo siguen campeando en el planeta, no se debe ignorar que hay países que viven una situación distinta. No es la misma la situación de Bolivia que la de Colombia o Chile o el Perú; en particular no es la misma la situación de los trabajadores. Aquí se aumentan los salarios, se rebaja la edad de jubilación; hay especial consideración para los obreros de trabajos rudos, etc.
Es un hecho irrecusable que ha habido una crisis en el movimiento obrero y sindical boliviano. Esta crisis sigue aún perturbando el accionar de los trabajadores y aún no encuentra el camino de su superación. Vemos dos facetas en esta crisis. Una es la creada por el capitalismo mismo. La destrucción de puestos de trabajo (³relocalización²), el virtual aniquilamiento de destacamentos obreros, como el de los mineros de la COMIBOL, en la práctica una desproletarización del país, sobre todo los primeros años del D.S. 21060. Se había anulado al portador de la ideología de vanguardia, al que estaba bastante seguro de su misión histórica, formulada en la Tesis Socialista de la COB en 1970. Es cierto que hubo después un proceso de reproletarización, como escribió García Linera; se ensancharon las filas de los trabajadores; no desapareció el proletariado. Pero este tiene ahora las características de todo proletariado reciente, joven: es más clase en sí, que clase para sí. Le falta conciencia de clase que implica el conocimiento de su misión histórica y revolucionaria.
La otra faceta es la faceta de la mentalidad, de la conciencia social de los trabajadores y que de alguna manera es la dominante en sus organizaciones naturales. En toda sociedad predomina la ideología de la clase dominante; los trabajadores bolivianos no escapan a esta regularidad que opera en la sociedad capitalista. Esto convoca a desplegar una lucha incansable por superarla: recuperar la memoria histórica de los trabajadores, recordar sus tradiciones y glorias, que sí existieron.
Una peculiaridad del movimiento laboral y sindical boliviano es que también sufre algunas molestias que perturban el adecuado accionar en sus luchas: El radicalismo que cree que todo se puede hacer de golpe y que de hecho, por la coyuntura que vive Bolivia, es posible satisfacer plenamente todas las legítimas aspiraciones de los trabajadores. Para ello acuden a recursos, a acciones y a formulaciones y consignas que son francamente irracionales, carentes de todo sentido de realidad y hasta de elemental lógica. Una verdadera ³ENFERMEDAD INFANTIL DEL IZQUIERDISMO² y por desgracia, por esta vía, coincidente con los propósitos y planes del imperialismo, de la reacción nativa. Son funcionales a ellos. Han borrado de su recuerdo histórico (si acaso lo han tenido) qué pasó con los gobiernos progresistas o democráticos. Dicen que quieren el socialismo, ¿pero creen, por fortuna, que si se desestabiliza o se derroca al gobierno actual vendrá el socialismo?
La historia tiene, sin embargo, su coherencia y los trabajadores no son ajenos a ella. Esperamos que se imponga el pensamiento avanzado, que condice con su verdadera conciencia de clase, con su real papel revolucionario.