Aspectos del legado de Masferrer
al pensamiento centroamericano
La versión simplista que conocemos de Alberto Masferrer no hace justicia a la estatura del intelectual salvadoreño. Masferrer era una figura fascinante que se nutría de diversas corrientes de pensamiento y dejó un legado rico y complejo. En el siguiente artículo la conocida historiadora guatemalteca Marta Elena Casaús Arzú investiga las amplias redes intelectuales en las que se movía Masferrer. El influyente heterodoxo salvadoreño mantenía vínculos directos o indirectos con autores tan diversos como Gabriela Mistral, de Chile, José Vasconcelos de México, Joaquín García Monge de Costa Rica, los norteamericanos Waldo Frank, Henry George, los europeos Anatole France, Henry Barbusse, Annie Besant, y los filósofos hindúes Krishnamurti, Vivekanda y Jinarajadasa. El artículo discute además aspectos poco conocidos del legado masferreriano, sus ideas sobre raza y feminismo. La Dra. Casaús Arzú reside en España donde es catedrática de Historia de América en la Universidad Autónoma de Madrid. Es autora del libro Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920) (con Teresa García Giráldez).
Por Marta Elena Casaús Arzú
La red social de intelectuales de Alberto Masferrer
Las redes intelectuales de Masferrer se vincularon a cuatro círculos de sociabilidad muy concretos, que constituyeron los pilares fundamentales de creación de opinión pública y fueron la plataforma intelectual y política a través de la que se generó una gran disputa por la hegemonía cultural e ideológica de la época frente al positivismo y al marxismo.
El círculo de sociedades teosóficas de Centroamérica, constituidas como sociedades centroamericanas y unionistas, fue una de las principales redes de sociabilidad de la época, generó sólidos vínculos entre los intelectuales de la región y nuevos espacios públicos de debate y difusión de la filosofía espiritista y espiritualista. Estas redes estrechamente vinculadas entre sí en toda la región las formaron: el coronel Patrik Brannon Vega, introductor de la teosofía en El Salvador y padre de la poetisa Claudia Lars; Alberto Guerra Trigueros, uno de los principales amigos y discípulos de Masferrer, y otros intelectuales espiritualistas, Geoffroy Rivas, Lars, Gavidia, Rivera y el poeta Salarrué, casi todos ellos vinculados entre sí y con los teósofos guatemaltecos aglutinados en torno a uno de los intelectuales orgánicos más sólidos e influyentes de la época: el poeta, colombiano Porfirio Barba Jacob que fue el núcleo alrededor del que giraron muchos de los intelectuales centroamericanos.
Las redes de intelectuales estaban vinculadas al unionismo, red de inmensa importancia en los años veinte, cuando se firmó el Pacto de Unión, y Masferrer jugó un papel destacado junto con uno de sus amigos y colaboradores unionistas salvadoreños, como Rubén Rivera, con quien mantenía una fluida correspondencia y al que había dirigido una carta en 1898, en la que expresaba su pesimismo sobre aquel intento de unión centroamericana, que fue la República Mayor, que encabezaba como “La nueva Centroamérica”. Integraban estos unionistas aquella red que desarrolló los principios de la Constitución federal de 1921, entre los que figuraban Salvador Mendieta, Alberto Velásquez y Joaquín Rodas. Este círculo estaba dominado por algunas sociedades teosóficas guatemaltecas, hondureñas y nicaragüenses, a las que pertenecían intelectuales como Flavio Guillén, Carlos Wyld Ospina, Tácito Molina Izquierdo y José Miranda y especialmente el grupo de teósofos unionistas quezaltecos que apoyaron a Masferrer durante su estancia en Guatemala. En concreto: Joaquín Rodas, Francisco Ocheita, Manfredo y Carlos Déleon y Efrén Castillo, todos ellos miembros del Comité central teosófico centroamericanista de Quetzaltenango y, por tanto unionistas convencidos.
Las redes de intelectuales y pedagogos espiritualistas que controlaban un buen número de periódicos, revistas y editoriales con cuyos redactores o articulistas Masferrer estaba vinculado personalmente o mantenía correspondencia, como con García Monge y Brenes Mesén – Repertorio Americano de Costa Rica; con Froilán Turcios y Graciela Bográn -Ariel de Honduras; con Máximo Soto Hall, José Arzú, Flavio Guillén, Joaquín Rodas y Alberto Velásquez – La Cuerda, Vértice, Vida, Cultura, Cisterna de Quetzaltenango; y con sus hermanas María y Teresa Masferrer, Alberto Velásquez, Rodríguez de la Cerna en la capital con quienes acabó fundando el semanario Orientación, la Sociedad Vitalista y el Partido Vitalista de Guatemala y posteriormente la Unión Vitalista Hispanoamericana.
Su estrecha relación con la poetisa y pedagoga, Gabriela Mistral de Chile y con Vasconcelos de México y García Monge en Costa Rica, favoreció la reproducción de sus escritos en las revistas y los periódicos que dirigían. También se vinculó directa o indirectamente con otros intelectuales: los norteamericanos Waldo Frank, Henry George; y europeos Anatole France, Henry Barbusse, Annie Besant y con el mismo Krishnamurti, Vivekanda y Jinarajadasa a quienes conocía personalmente y de quienes hablaba constantemente en sus cartas.
Todo ello le permitió una amplia difusión de su obra, la implantación de un nuevo modelo de educación y de ética regeneradora, así como una propuesta agraria, unionista y anti imperialista para toda la región, siendo uno de los autores más leídos en su momento. Por último la red de mujeres, con las que formó la primera Liga feminista salvadoreña, le acompañó en todo momento. Entre éstas había numerosas maestras, poetisas, actrices – Ana Rosa Ochoa y María Solano de Guillén, pioneras del feminismo en El Salvador; Clara Luz Montalvo y Tránsita Córdova de Ramírez; sus hermanas por ambas vías, la paterna María y Teresa Masferrer de Miranda y la materna, Nela Mónico a quien le unió una constante correspondencia epistolar. En Guatemala, Isaura Menéndez, Josefina Saravia, Luz Valle, Rebeca Valdez Corzo, Lina Leiva, Carmen Tamayo, Sara de Arévalo y el núcleo de mujeres que constituía la Sociedad Gabriela Mistral, una de las sociedades feministas de orientación teosófica que más apoyó la constitución de la Sociedad Vitalista y que más contribuyó a difundir su pensamiento en el ámbito de la educación.
El debate entre la Raza y la Cultura
Una aportación novedosa al pensamiento centroamericano, relacionada con las corrientes teosóficas y espiritualistas, especialmente en la línea del socialismo fabiano de Besant, era su concepto de raza y cultura. Este es sin duda uno de los aspectos, como el de la nación y de la identidad, en donde la ruptura con el positivismo y con la vertiente spenceriana y deterministas es más fuerte.
En la línea de Vasconcelos, de Mistral y de Sandino esos ”caballeros andantes”, que luchaban por la justicia, la belleza y la verdad, iba más allá que estos autores al negar la validez del concepto de RAZA para explicar la identidad de América, considerando que para forjar “ una verdadera nacionalidad, “(…) La defensa de la raza no es un buen punto de partida sobre el que debe descansar el andamiaje de nuestro patriotismo indoamericano”, porque, “edificando sobre ella, una palabra sin sentido real, no edificamos nada sólido pues el problema según nosotros lo entendemos no es de raza sino de cultura, porque si la América Latina – usemos ese falso nombre-, se viene desmoronando y cayendo a pedazos grotescamente, en los bolsillos insondables de los norteamericanos….no es porque en ella predomine una u otra raza no porque nadie intente destruir o alterar sus caracteres raciales, sino porque no tiene o no ha sabido crearse una cultura propia, original y elevada, que justifique su existencia como elemento de valía en el concierto de las naciones… porque en vez de crear, ha sido copiar y caricaturizar”.
Consideraba inválidas las argumentaciones acerca del supuesto de la defensa de la raza americana. Masferrer se preguntaba, ¿cuál raza?, ¿defenderla de quién? ¿De Estados Unidos que posee un millón de negros y de otras razas? Disiente del planteamiento vasconceliano o rodoniano y sus seguidores acerca de la existencia de una raza hispanoamericana, considerando que ésta se hallaba todavía en formación, en búsqueda de su propia identidad y de su propio destino como Nación. Consideraba que el imaginario de la raza indohispana con preponderancia del elemento indio sobre el hispano forjado por una mayoría de mestizos era una falacia, porque ningún hispano quería considerarse descendiente de indios o de negros, porque renegaban de esa parte de su identidad. Era una falacia porque cuando se hablaba de raza indohispana o indoamericana para defender y cultivar la raza, opinaba Masferrer, se estaban refiriendo a un núcleo de blancos o casi blancos, al que se designaba con el adjetivo de “latino”.
Por ello proponía cambiar la palabra raza por la de cultura porque ésta reflejaba mejor un proceso de creación, de arraigo, un proceso de “creación nacional”, mientras que la raza se refería más bien a lo físico, a lo puramente biológico. A juicio del autor, era una palabra limitante y excluyente que lo único que hacía era estorbar” como, “nos estorban los millones de indios mexicanos y centroamericanos, nos estorban los rotos chilenos mestizados de araucanos… nos estorba todo lo que no sea blanco o mestizo con más sangre blanca… y como nos estorban, para ser lógicos trataríamos de aniquilarlos o por lo menos seguiríamos tratándolos como hasta el presente, como una raza inferior buena para explotarla (…)”. Masferrer era consciente de la discriminación e incomunicación que se producía entre los diversos grupos que conformaban América Latina y creía que el término raza contribuía a profundizar el racismo, la discriminación y a justificar un sistema de dominación y explotación. Es por ello por lo que apostaba por el concepto de cultura porque abarcaba más expresiones y manifestaciones materiales y espirituales de los pueblos americanos. “Al hablar de cultura, hablamos de espíritu” de instituciones de leyes, de costumbres y de educación”. Proponía cambiar el lema de la Universidad de México, por mi raza hablará mi espíritu, por el lema por mi cultura hablará mi espíritu. Sólo desde estos supuestos pluralistas, se podría forjar, el HOMBRE NUEVO, la AMÉRICA NUEVA.
El feminismo masferriano
Otra de las aportaciones de Masferrer fue su defensa de la emancipación de las mujeres, reivindicación propia de la teosofía, pero no sólo de aquellas de clase alta que convertían en esclavas al resto de sus compañeras, sino al conjunto de la población femenina, abogando por la emancipación de todas las mujeres, “si el feminismo ha de ser algo noble y eficiente no se detendrá en ser una mezquina lucha de grupos sociales…Si la emancipación de la mujer ha de significar algo en la historia, será la emancipación de todas las mujeres”. En este sentido y para su época es uno de los pocos autores que cruza la variable de género con la de clase. Masferrer constituye un importante precursor del feminismo centroamericano, en la medida en que, al amparo de sus ideas, se constituyeron las primeras ligas feministas del país y apoyó a la primera candidata a la presidencia en El Salvador, Prudencia Ayala, en 1928. En el diario Patria escribía una columna fija dedicada a la emancipación de la mujer y generó un fuerte debate en la prensa de la época sobre el tema de la emancipación de las mujeres vinculadas al vitalismo y a la teosofía.
En la correspondencia con Hortensia tiene varios debates sobre lo que es el feminismo en el que llega a definirlo como “ un movimiento para reivindicar a favor de la mujer todo el respeto al que tiene derecho, como ser viviente e integro, como persona responsable ante Dios y ante si misma, de sus pensamientos, palabras y obras; como ser capaz de cumplir su destino….el feminismo, consiste en que la mujer adquiera cabal conciencia de lo que es, de lo que puede ser y de lo que debe de ser, es decir de sus capacidades fisiológicas, psicológicas, mentales y espirituales. De sus responsabilidades ante la sociedad, ante la humanidad y singularmente ante el niño a quien trae a la vida”.
Resulta interesante el apoyo que tuvo de las redes de educadoras, maestras, poetas, artistas y mujeres de la elite centroamericana a lo largo de su vida, especialmente de su hermana y hermanastra, Nela Mónico y Teresa Masferrer. La fundación de las sociedades vitalistas fue en gran parte organizada por la red de mujeres salvadoreñas y guatemaltecas, entre las que colaboró activamente la Sociedad Gabriela Mistral, especialmente Josefina Saravia e Isaura Menéndez. Fue muy relevante su papel como educador en las escuelas de señoritas en Costa Rica, El Salvador y Guatemala.
Reflexiones en torno a su pensamiento:
Finalizamos resaltando la coherencia de este autor como librepensador, que supo combinar su vitalismo filosófico de orientacion más bien hinduista con una veta socialista utópica y anarquista en los temas políticos y sociales, modernista en la literatura y con una búsqueda espiritual de un panteísmo universalista. Es ahí donde Masferrer, como otros muchos autores de su época, encontró en la teosofía, sobre todo en la vertiente de Besant, de Tingley, del primer Krishnamurti y de Jinarajadasa, la unidad de pensamieto y de accion social.
En su obra de madurez, póstuma, El libro de la Vida, volumen I y II y Cartillas Vitalistas, se reafirmó en todas esas líneas de pensamiento, aparentemente contradictorias y ambiguas, que con su gran capacidad didáctica y sintética supo unificar y dar sentido social y político a un pensamiento idealista, fenomenológico con ribetes hinduistas, pero con una enorme fuerza movilizadora que encontró en el socialismo fabiano georgista y en el pensamiento anarquista sus principales fuentes de inspiración social.