¿Qué es la Memoria Histórica?
Jueves 15 de julio de 2004, por José Mª Pedreño
En estos últimos años, todo el mundo ha oído hablar de algo llamado “Recuperación de la Memoria Histórica”. La mayor parte sabe que se trata de algo que hace referencia a la guerra civil y a la represión franquista, pero todo son ideas vagas. Desde los medios de comunicación se dan noticias sobre actividades y opiniones sesgadas de especialistas en diversas materias que dan una imagen distorsionada del tema. Casi todo se está viendo reducido a reivindicaciones nostálgicas y privadas de familiares y protagonistas de una época que no sólo se ha pretendido olvidar, sino que, en la actualidad, se trata de mostrar como algo histórico que nada tiene que ver con nuestro presente.
El intento de igualar a los muertos de ambas zonas, sin profundizar en las causas del conflicto, la situación política nacional e internacional, los principios y valores defendidos por unos y otros, etc., tan sólo sirve para arrojar más oscuridad sobre el asunto y, en vez de explicar, se confunde, todavía más, a la sociedad española. En lo cultural, los estudios rigurosos se entremezclan con libros redactados de forma oportunista y acercamientos científicos, inconexos y aislados de la sociedad civil, nos llevan a un tratamiento del tema que transforma la Memoria Histórica en objeto de museo alejado de la realidad social actual. La Recuperación de la Memoria Histórica se ha transformado, en nuestra sociedad, para unos, en una reivindicación privada, para otros, en un gran negocio de venta de libros, un instrumento para dar satisfacción a una curiosidad científica e, incluso, en una forma de obtener votos. Y a las pruebas debemos remitirnos viendo cómo el acuerdo parlamentario del 20 de noviembre de 2002 respecto a la Memoria Histórica no se ha sustanciado, salvo excepciones puntuales y localizadas territorialmente, en ninguna medida concreta, ni el homenaje a las víctimas del franquismo, realizado por todos los grupos de la oposición el 1 de diciembre de 2003, ha servido para que la situación se aclare. Y no es que pensemos que la Recuperación de la Memoria Histórica no debe tener un uso instrumental, sino que se hace necesario realizar un acercamiento al tema desde un punto de vista ideológico capaz de romper con la dinámica en la que ese uso instrumental se ha anclado en los valores individualistas y de mercado que el neoliberalismo ideológico propugna. Vamos a hablar, pues, de lo que es la Memoria Histórica y de su instrumentalización para fortalecer la democracia, como elemento de lucha contra la impunidad, como arma para la defensa de los derechos humanos y como elemento ideológico de construcción y vertebración de la sociedad.
El concepto de Memoria Histórica
Hay una frase que, equivocadamente, pretende resumir todo el contenido y el concepto de Memoria Histórica. Nos referimos a “el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Para que evoque realmente lo que es la Memoria Histórica, deberíamos matizarla añadiendo que “el pueblo que no conoce su historia no comprende su presente y, por lo tanto, no lo domina, por lo que son otros los que lo hacen por él”. Ese dominio se manifiesta en lo ideológico-cultural, en lo económico y en lo político. El desconocimiento provoca falta de comprensión sobre los procesos históricos que han dado como resultado nuestro presente, generando un profundo déficit democrático que se sustancia día a día en una sociedad despolitizada y poco participativa. Vivimos una democracia de bajo nivel y una de las causas es que está asentada sobre el olvido. Estamos construyendo nuestra historia como pueblo no con nuestro guión, sino con el de los que promovieron (y promueven) el olvido. No somos, realmente, dueños de nuestro presente, porque sólo conocemos nuestro pasado vagamente.
Si quisiéramos resumir el concepto “Recuperación de la Memoria Histórica”, en breves palabras, podríamos decir que es un movimiento socio-cultural, nacido en el seno de la sociedad civil, para divulgar, de forma rigurosa, la historia de la lucha contra el franquismo y sus protagonistas, con el objetivo de que se haga justicia y recuperar referentes para luchar por los derechos humanos, la libertad y la justicia social. Y cuando hablamos de justicia, hablamos de reconocimiento y reparación, en ningún caso de actitudes revanchistas. Hay que hacer esta puntualización porque, en muchas ocasiones, se ha querido tildar a este movimiento de revanchista y no es lo mismo buscar la justicia y la verdad que la revancha. Además hay una necesidad de establecer la verdad histórica y, hasta ahora, tan sólo el bando vencedor de la guerra civil tuvo acceso a los medios de difusión y el apoyo institucional necesario para acometer esta tarea. El franquismo tuvo su “comisión de la verdad” con la instrucción de la “Causa General”, nada más terminar la guerra civil, y aún no se ha dado a la otra parte la posibilidad de llegar a conocer y divulgar la verdadera naturaleza y magnitud de la represión que se ejerció sobre los defensores de la legalidad republicana y, ni mucho menos, acceder a la justicia.
Sin embargo, esta definición tampoco profundiza demasiado en la cuestión. Se hace necesaria una mayor disección del asunto para que el lector pueda adentrarse en el tema y comprenderlo. En un primer acercamiento, descubrimos que la memoria debe ser tratada desde todos los aspectos posibles. En ese primer acercamiento, distinguimos que confluyen aspectos humanos, aspectos culturales y aspectos políticos claramente perceptibles.
Los aspectos humanos
Son los seres humanos los que construyen la historia (de forma consciente o inconsciente) y son los que se ven afectados por la misma. Cuando hablamos de la guerra civil y la dictadura franquista estamos hablando de personas que fueron asesinadas, perseguidas, encarceladas, humilladas… Ha pasado demasiado tiempo, disfrutamos de un régimen de libertades imperfecto pero régimen de libertades al fin y al cabo desde hace veintiséis años y, sin embargo, estas personas no han sido atendidas debidamente. Han sufrido, tras la represión, el silencio y la falta de reconocimiento, si cabe tan (o más) doloroso que la anterior. La atención a las personas debe estar en la primera página de cuestiones a resolver. El homenaje, la localización y recuperación de los restos de personas asesinadas, la explicación de la verdad a los familiares, la atención psicológica, el reconocimiento social e institucional y la justicia reparadora, tanto en lo moral como en lo material, son tareas que forman parte de la Recuperación de la Memoria Histórica.
El miedo sigue siendo dueño de muchas de estas personas, en especial en medios rurales, un profundo miedo que lleva a la negación de la verdad. Hemos encontrado casos de militantes asesinados, con documentación probatoria de su militancia, de su actividad política en defensa de la legalidad republicana y, en un alto porcentaje de ocasiones, nos hemos encontrado con la negación de los hechos por parte de los familiares. Hemos constatado que existe un miedo planificado por el franquismo para derrotar cultural y psicológicamente a todo el pueblo español. Cuando las familias niegan, se avergüenzan, intentan despolitizar la cuestión… ¿no nos estamos encontrando ante la victoria ideológica del franquismo?
La atención a colectivos de supervivientes (presos políticos, exguerrilleros, exmilitares leales, exiliados…) es otra de las cuestiones de las que se ocupa la Recuperación de la Memoria Histórica. ¿Cómo puede una sociedad defender la libertad y la democracia si a los que lo hicieron en otro tiempo se les castiga con la amargura del silencio y con la vergüenza? La Recuperación de la Memoria Histórica, al atender estos aspectos, entra de lleno en la recuperación de la dignidad de todas estas personas y, por tanto, en la recuperación de nuestra dignidad como pueblo.
Sin embargo, la atención exclusiva a los aspectos humanos no nos da la verdadera dimensión de la Recuperación de la Memoria Histórica. Si no avanzamos más, nos quedamos en una primera fase que sólo atiende reivindicaciones individuales o de colectivos aislados. Sin tratamiento desde el punto de vista cultural aún no estamos hablando de Memoria Histórica, sino de memoria privada y de cuestiones exclusivamente humanitarias.
La vertiente cultural
Respecto a los aspectos culturales, en un primer estadio, se encuentra la investigación histórica y científica, no como elementos aislados, sino como instrumentos interrelacionados con los demás aspectos. El derecho a saber la verdad tanto por las familias como por la sociedad española no podría satisfacerse sin el conocimiento riguroso de los hechos. La labor de los historiadores, archiveros, documentalistas, arqueólogos, antropólogos, sociólogos, etc. se transforma en herramienta para conocer la verdad. En un segundo estadio, se encontrarían los medios de divulgación: los libros y publicaciones, los documentales, las exposiciones, los seminarios, charlas y debates para dar a conocer los hechos. Y, por último, en un tercer estadio, la creación artística: la novela, la película, la obra de teatro, la poesía, la pintura, la escultura, etc.
Sumando los aspectos humanos y los culturales, empezamos a tener parte del rompecabezas de la Memoria Histórica. El problema comienza cuando la investigación histórica determina que el tema tratado es, también, profundamente político. Hablamos de una lucha profundamente ideológica, de persecuciones políticas, de asesinatos en su mayor parte políticos, de presos antifascistas, de guerrillas antifranquistas, etc., etc., etc.
La dimensión política
Quizás la parte más compleja y la que más escollos ha encontrado hasta ahora sea el tratamiento de los aspectos políticos de la Memoria. Para abordarlos adecuadamente, los hemos divido en institucionales, jurídicos, ideológicos y sociales.
La implicación institucional es clara. Sin ella, ha sido prácticamente imposible realizar ninguna labor de Recuperación de la Memoria Histórica. Sólo desde las instituciones se puede legislar y librar los recursos necesarios para acometer la tarea. La eliminación de los símbolos y callejeros franquistas, la inclusión en los libros de texto de lo que supuso la larga lucha por las libertades en nuestro país y arbitrar medidas de reconocimiento institucional y justicia reparadora en lo económico sólo puede hacerse desde las instituciones. La deslegitimación de la dictadura franquista sólo podrá verse realizada totalmente cuando se sustancie en la legislación adecuada.
Adentrándonos en lo jurídico, comenzamos a hablar, de forma inmediata, de “Derechos Humanos” y “Lucha contra la Impunidad”. Son los tribunales de justicia los que deben investigar los asesinatos, aplicando la legislación y convenios internacionales que el Estado español ha asumido como suyos.
En lo ideológico, entendemos que, mientras que el franquismo acabó con un régimen democrático de libertades y derechos, sus víctimas eran defensoras de ese régimen. Eso sin entrar en los distintos matices ideológicos de las víctimas, que formaría parte de la memoria de sus correligionarios actuales. Hablamos claramente de socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, nacionalistas periféricos, sindicalistas, incluso de conservadores de fuertes convicciones democráticas (que los hubo y fueron asesinados por oponerse al golpe de estado), etc., todos ellos de ideas contrarias a las fuerzas alzadas militarmente contra la II República. Hablamos, también, del uso de banderas propias de las víctimas, defensores de la libertad, la justicia social y la legalidad republicana; de la necesidad de rituales de memoria propios, vinculados a lo político-social, dando cabida a lo privado, pero compatibilizándolo con lo público y dando prioridad a esto último, toda vez que estamos hablando de víctimas por causas sociales y políticas. Estas personas fueron perseguidas, humilladas, encarceladas o asesinadas no por el hecho de ser padres, abuelos, hermanos, maridos, sino por su condición política y social, por sus prácticas políticas y sociales. Si esto no se tiene en cuenta, el franquismo habrá triunfado plenamente en lo ideológico al enterrarse a sus víctimas no de la forma que ellas hubieran deseado, sino con los rituales propios de sus verdugos. Se trataría de la destrucción del franquismo ideológico que todavía subyace en nuestra sociedad.
En lo social, hablamos de fortalecer los valores democráticos, de libertad, de justicia social, de articulación y vertebración de la sociedad civil alrededor de estas actividades. Se trataría de dar cohesión al pueblo español usando como crisol la exaltación de esos valores.
La suma de todos los elementos
La suma de todos estos elementos, en los que hay que seguir profundizando, da como resultado el que la Memoria Histórica sea algo más que la búsqueda de un familiar desaparecido, el logro de una pensión para un expreso político, la publicación de un libro, la excavación arqueológica de una fosa común. Sólo la suma de todos estos elementos nos da su verdadera dimensión. Cada aspecto individualizado y separado del resto no podemos considerarlo Recuperación de la Memoria Histórica. La búsqueda de un familiar desaparecido con el objetivo de llevar los restos al cementerio, sin tener en cuenta las causas de la desaparición, las implicaciones ideológicas, la investigación histórica rigurosa, la judicialización de la investigación, la participación institucional y el homenaje con rituales que respeten los pensamientos del muerto, se transforma en memoria privada. La excavación arqueológica de una fosa común, los estudios antropológicos, por muy rigurosos que sean, si no van acompañados del resto de elementos humanos, jurídicos, institucionales, ideológicos y sociales se transformarán en simples investigaciones científicas, pero poco más. Solamente cuando se tengan en cuenta todos los aspectos relacionados, en todos y cada uno de los casos, estaremos hablando de verdadera Recuperación de la Memoria Histórica. Es la suma de todos los elementos la que nos da algo más que el todo y ese algo más es la Memoria Histórica.
José Mª Pedreño es presidente del Foro por la Memoria. Este artículo fue publicado en el n° 12 (especial sobre derechos humanos) de la edición impresa de la revista Pueblos, verano de 2004, pp. 10-12.