El fin del mundo y el comienzo del nuevo tiempo

Mucho se especula en estos días acerca del fin del mundo y se le atribuye a los mayas haber vaticinado en su calendario que en este próximo solsticio – de verano en el sur o de invierno en el norte – es el fin de una era para nuestra humanidad o el fin de un ciclo cósmico, algo así como un año galáctico. Sin embargo de la mano de los vendedores de sueños de Hollywood y muchos otras personas que han colaborado a la fábula, este 21 de diciembre resulta en un fin del mundo plagado de fantasiosas historias apocalípticas: que entraremos en una etapa de oscuridad, que un meteorito caerá en la tierra, que habrá grandes tormentas solares o que nuestro planeta entrará en un cinturón fotónico y quién sabe cuantas cosas más.

Pues bien, si algo de todo esto acontece la última edición de Pillku del año habrá sido un trabajo totalmente en vano.

Pero nada será así. Todo seguirá su curso desgraciadamente. Pues como profesa una foto que da vuelta por las redes sociales “no tengo miedo que se acabe el mundo en el 2012, tengo pánico que siga igual”. Y de eso se trata todo esto. Si bien es cierto que la fecha fue puesta por los mayas y que su simbología ha penetrado incluso procesos de cambio político como el que vive actualmente el Estado Plurinacional de Bolivia, donde se celebrará el 21 de diciembre el nuevo tiempo de Pachacuti, no hay ni el más mínimo rastro real de que el mundo se vaya a acabar el 21 de diciembre de 2012.

No niego que sería un tremenda oportunidad para quiénes estamos hartos del sistema, pero lamento informarles que seguiremos más o menos igual. Y ese es el punto más apocalíptico de todos. Seguir igual en un mundo que muere de hambre cada día no por falta de alimentos, y que muere de enfermedades curables sí por falta de atención médica, y que muere en guerras creadas por el vil y maldito interés de países poderosos como los Estados Unidos o el Estado de Israel. Todo esto es realmente muy triste. Y la lista podría seguir y seguir.

Los mayas más bien hablaban de una oportunidad creo yo. De una oportunidad simple, sencilla, y a la vez muy difícil. La oportunidad de conectarnos con nosotros mismos, de recuperar nuestro vínculo sagrado con la naturaleza, con la otredad, de construir una sociedad más desde el corazón y menos desde la cabeza, de dejar de lado nuestras mezquindades y construir juntos, juntas, un mundo más digno, con mayores oportunidades, con justicia social, con igualdad, solidaridad, encuentro, respeto y amor.

La palabra apocalipsis viene del griego apokalypsis y significa revelación, algo así como quitar el velo. Y esto mucho tiene que ver con la tradición iniciática con la que tantos pueblos originarios de América y del mundo desarrollaron una forma de vida. Cuando un iniciado o iniciada era adentrado en los misterios se decía que éste corría el velo de todo lo que había estado oculto antes. Revelación e iniciación tienen mucho en común. Hay muchos misterios en relación a estas tradiciones y también muchas falsedades que pretenden hacer de esta práctica (la iniciación) un fetiche o simplemente entretenimiento de consumo.

Ahora que el apocalipsis está cerca no podemos dejar de pensar en su significado. Bueno, poder podemos, pero no está mal tomarnos al menos diez minutos para pensar en esto y darle un sentido propio y así aprovechar la excusa. En la definición de esta palabra nunca se habla de fin del mundo, nunca se dice que todo se termina. Se habla de revelación. Y yo me pregunto cómo será correr ese velo, y a qué hay que quitárselo. Y entonces todo cobra un significado diferente y mañana podría ser – simbólicamente – el comienzo de un verdadero apocalipsis, una verdadera revelación. Pues los corazones verdaderos y nobles podemos correr ese velo y comenzar a ver más allá. Iniciarnos.

Bien podría esta revelación venir por el lado de lo político unido a una profunda concepción mística, como la que tenían nuestros ancestros Mayas o Aymaras (o tantos otros). Una conexión espiritual que nos permita acercar corazones, pero que si o si, debe caminarse desde la lucha política. Porque hoy la lucha política es el ojo del huracán de las transformaciones que comenzaron en este siglo XXI. Mucho se habla de las profecías y mucho se habla de esta nueva era. Y genial que mucha gente se haya sensibilizado a lo largo del siglo XXI con los cambios en la conciencia y la transformación de las energías. Y qué bien que el planeta entre en una nueva etapa de transformaciones energéticas y magnéticas, cambio de polaridades, etc.

Pero nada de esto vale del todo si no estamos organizados como pueblos, como sociedades que quieren y proponen cambios. Que los construyen. A veces me parece muy fuerte que algunas personas que profesan un gran amor espiritual y conexión con el universo cuando tienen que hablar de Cristina Fernández, de Hugo Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correo o de esa pequeñita isla que es Cuba, se agarran los pelos, y les sale todo su visceral odio. Defienden a rajatabla sus privilegios de clase y están totalmente convencidos que esos “déspotas” y “autoritarios” presidentes que llevan adelante parte de las transformaciones sociales más profundas de América Latina y el mundo son los enemigos de la luz y todas esas carajadas que se inventan. O que plácidamente siguen a líderes como Sri Sri Ravi Shankar que ha sido parte de la organización político religiosa que asesinó a Gandhi.

Me parece totalmente incomprensible trabajar por la conciencia del nuevo tiempo y tener posturas tan contradictorias y con tan poca sensibilidad social para no entender de que se trata justamente este nuevo tiempo, que ni mucho menos es un proceso terminado, está en construcción permanente y se necesita caminar y avanzar mucho más. Pero que hacia fines de siglo XX todavía ni podíamos pensar en una gran cantidad de cosas que hoy están sucediendo en Nuestra América. En la última década ha comenzado a resonar esto del amor. En boca de los grandes movimientos sociales y de sus líderes. Así el amor se opone al odio, como decía Nicolás Maduro en su primer parte sobre la última operación de Chávez “tanto tanto amor, hasta que el odio de nuestros enemigos desaparezca”. Y creo que ésta es una gran metáfora.

Nuestro movimiento latinoamericano de liberación hoy se está refundando en el amor. Con toda la dimensión espiritual que esto tiene. Nuestros pueblos, oprimidos y explotados durante siglos, comienzan poco a poco a recuperar su verdadera identidad. Que tiene que ver con prácticas ancestrales, milenarias, con la solidaridad y el compartir. Con el “buen vivir”. La espiritualidad de la mayoría de los pueblos ancestrales estaba totalmente unida a la política. Porque política es la vida en sociedad, y espiritualidad es la forma de conectarnos con la fuente, la naturaleza, con este gran planeta que nos cobija y el universo que la contiene, con esta madre tierra que nos hizo nacer y nos permite crecer. Esto incluye un montón de nuevas formas de relacionamiento. De construir nuevas subjetividades que nos permitan mirarnos y encontrarnos de forma diferente. Que nos permitan entender el mundo y la vida toda de una forma menos fraccionada, más integral. De cómo construimos nuevas formas de poder que trabajen por la emancipación.

Yo tengo la percepción de que este nuevo tiempo es para nosotros y nosotras, los que estamos transitando el camino del amor, los que entendemos estos procesos aunque no siempre estemos de acuerdo en todo. Y que es este caminar que nos lleva a entender mejor lo que somos como pueblos. Y a escuchar también a la Madre Tierra, ese llamado de la Pachamama que nace en todos los corazones sensibles. Ese llamado que grita y dice: No a la Monsanto, No a los transgénicos, Software Libre Sí Colonia no, No a la minería, Sin agua no hay vida y tantas otras formas que tiene de nacer en cada uno y una de nosotras.

Este tiempo es nuestro, no podemos dejar que nos lo arrebaten. Tenemos que caminarlo día a día. Militarlo hasta el agotamiento y más. Dejar que penetre el llamado del nuevo tiempo en nuestros corazones para hacer una revolución interna y luego cambiar el mundo. Porque es responsabilidad de los que hoy estamos con vida. De quiénes tenemos ojos, manos, voces, pies, corazón y cabeza para avanzar en la construcción de un mundo nuevo, ese otro mundo posible del que tanto hablamos.

La tarea no es fácil, y hasta puede parecer imposible. Pero para eso es la utopía. Caminemos juntos y juntas ahora que sobreviviremos al fin del mundo. Ahora que sabremos fehacientemente que nada pasará. Que todo seguirá igual en apariencia, pero que dentro de cada persona se está construyendo una fuerza tal que si nos organizamos un poquito más podrá ser un gran momento histórico. El del verdadero cambio planetario: la hora de los pueblos. Ese momento, tal vez esté llegando.

Este es un manojo de deseos, sueños y delirios para este apocalipsis de fantasía que nos toca vivir. Pero podemos hacerlo realidad en nuestro interior y comenzar una nueva vida que transforme este mundo. Está en cada uno de nosotros y nosotras. Hagámonos cargo.

Feliz fin del mundo para todos. Si no cae un meteorito ni viene el diluvio entonces nos vemos en 2013 para seguir haciendo más y mejor Pillku.
¡Salud!

IGLESIA LUTERANA POPULAR DENUNCIA DESPIDOS EN ALCALDIA AYUTUXTEPEQUE

SAN SALVADOR, 23 de diciembre de 2012 (SIEP) Continuando con una nefasta tradición iniciada por la Exalcaldesa del FMLN, Blanca Flor Bonilla en el 2010, el actual Alcalde de ARENA, Alejandro Nochez despidió el pasado viernes 21 a ocho empleados de la alcaldía municipal de Ayutuxtepeque.

“Denunciamos este acción de despido injustificado contra nuestros hermanos y hermanas, que viene a sumarse a los centenares de despidos realizados por gobiernos municipales de este mismo partido en Mejicanos y Soyapango, exigimos el reinstalo de nuestros compañeros…” expresó el Rev. Roberto Pineda, pastor de la Iglesia Luterana Popular.

Agregó que “conocemos del espíritu democrático de este municipio y sabemos de su espíritu de lucha y estamos seguros que la lucha por el reinstalo de estos hermanos se va convertir en un clamor popular que más temprano que tarde va pasar factura a este alcalde, como lo hizo este año con Bonilla, este es el principio del fin del Alcalde Nochez.”

Por su parte, Álvaro Molina, secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Alcaldía de Ayutuxtepeque denunció “este ilegal atropello cometido contra nuestros compañeros a los que les expresamos nuestra solidaridad y decisión de luchar por su reinstalo.”

Mas allá de “El capital”, de Michael Lebowitz

Ha pasado más de un siglo y medio desde que Marx anunciara la hora final del capitalismo, la hora en que los expropiadores serían expropiados. La revolución socialista en Rusia seguida del advenimiento del socialismo en varios de los países de Europa del Este, más tarde en Asia (China, Corea, Vietnam) y luego en Cuba, sumado al auge de los movimientos de liberación nacional en África, donde se levantaron gobiernos que se integraron al llamado “campo socialista,” eran todos hechos que parecían estarle dando la razón.

A finales de ese mismo siglo, sin embargo, la situación se tornó radicalmente diferente. Es derrotado el socialismo en Europa del Este y la URSS, y se reduce drásticamente la tradicional clase obrera industrial en los países de alto desarrollo con el consecuente debilitamiento de los movimientos obreros. El capitalismo demuestra una extraordinaria capacidad de sobreponerse a las diferentes crisis aumentando su dinamismo y su capacidad de imponer a nivel global su modelo económico, político, ideológico y cultural. La situación parece haberse revertido. No es el capitalismo sino más bien el socialismo el que parece haber sucumbido y con él, el marxismo, su teoría inspiradora.

Es en ese momento cuando, en medio de un gran escepticismo académico y político, Michael Lebowitz escribe su primera versión de este libro. Reivindicar a Marx era entonces ir en contra de la corriente intelectual claramente dominante.

Once años después, en el momento en que el autor da a luz una segunda versión1 de “Más allá de El capital” —una versión notablemente revisada, ampliada y enriquecida— la situación del mundo ha cambiado enormemente. El capitalismo realmente existente en su forma neoliberal ha sido incapaz de resolver los grandes problemas de la humanidad: aumenta desgarradoramente la pobreza; la destrucción de la naturaleza continúa su avance devastador; la prepotencia imperial se impone a costa de miles de vidas inocentes. Crece el repudio en sectores cada vez más amplios de la población mundial. Ha comenzado a revertirse la situación. Pero, como decía Marx y el autor lo recuerda en su libro: los que se oponen al capital pueden ser muy numerosos, pero sólo pueden triunfar “si están unidos por la organización y guiados por el saber.” (Marx (1864: 12)

Este libro es una importante contribución a ese saber cuyas piedras angulares colocó Marx al enfocar por primera vez en forma científica el desarrollo de la sociedad y su cambio, y detenerse especialmente en el estudio del modo de producción capitalista.

Michael Lebowitz titula su libro “Mas allá de El capital”. Pero ¿qué significa ir más allá de la obra cumbre de Karl Marx?

En primer lugar, significa que hay un más acá que se toma como punto de partida. El autor valora muy positivamente el aporte de Marx: no hay otro pensador que haya sido capaz de desentrañar la lógica del capital con el mismo rigor científico. Y al desmistificarla y develarla proporcionó a la clase obrera el instrumento teórico de su liberación.

En segundo lugar, significa un ir más allá de los conocimientos, reflexiones y respuestas que podamos encontrar en El capital. A pesar de su alta valoración de la obra cumbre de Marx, el autor la considera una incompleta. Según él no da cuenta del capitalismo como un todo.

En tercer lugar, significa que se trata de ir más allá pero desde un más acá, ya que es en el pensamiento de Marx y no fuera de él donde podemos encontrar todos los elementos a partir de los cuales se puede construir una concepción integral del mundo capaz de dar respuesta a nuestros interrogantes.

A lo largo de los distintos capítulos del libro, Michael Lebowitz demuestra la contundencia de los análisis que Marx realiza en El capital, explica en qué sentido considera que su estudio es incompleto y pone en práctica un esfuerzo teórico apasionante que demuestra todo el potencial que tiene el pensamiento de Marx para dar respuesta a las inquietudes teóricas contemporáneas.

Coincido plenamente con el autor en todo el esfuerzo que éste realiza por construir respuestas originales a temáticas de gran actualidad no abordadas o insuficientemente abordadas en El Capital: durabilidad del capitalismo y pasividad de la clase obrera; derrota del socialismo; desaparición de la clase obrera industrial; incapacidad de dar cuenta de la multiplicidad de luchas democráticas actuales.

No coincido, sin embargo, en varias de sus reflexiones metodológicas. Aquí mencionó las que me parecen más relevantes. Michael Lebowitz considera que El Capital es unilateral y yo opino, en cambio, que es más adecuado decir que se trata de un esfuerzo teórico incompleto. Pienso que no se puede criticar a este libro por no abordar como un tema central la lucha de clases. Creo que hay razones para que ésta no ocupe un lugar teórico en El Capital, a pesar de estar omnipresente en toda su obra. El autor resalta correctamente, por otra parte, el tema de la separación de los trabajadores impuesta por el capital como una de las explicaciones de su perduración en el tiempo, pero no destaca suficientemente aquellos aspectos contradictorios que va generando la lógica del capital y que van constituyendo las bases materiales y organizativas de la nueva política económica alternativa (necesidad técnica del trabajo colectivo; socialización de las fuerzas productivas). Por último, hay formulaciones que parecen cuestionar la ruptura epistemológica2 que el propio autor dice encontrar en la obra de Marx.

No es posible ni tiene sentido profundizar aquí en estas diferencias. Ninguna de ellas cuestiona el contundente aporte que hace el autor a la reflexión marxista contemporánea, como ha sido reconocido internacionalmente al serle otorgado en 2004 el prestigioso Premio Deutcher a la mejor y más innovadora obra reciente en la tradición marxista. Y, lo que es más importante, los instrumentos conceptuales que otorga a la práctica revolucionaria.

A la vez que permite una mejor comprensión de esta práctica, “Mas allá de “El capital” proporciona elementos teóricos para hacerla más eficaz. ¿Cómo comprender la sui generis revolución venezolana sin poner de relieve que los trabajadores, los sectores populares, se transforman a sí mismos a través de su práctica diaria en el trabajo, en la participación a todos los niveles, en la lucha por defender y llevar adelante el proceso revolucionario? ¿Cómo construir una política económica alternativa sin tener en cuenta la necesidad de poner fin a la separación que reina entre los trabajadores, modificar el concepto de jornada laboral y construir un estado que permita que los trabajadores se transformen a sí mismos a través de su práctica?

Más que un rescate de Marx, el libro que presentamos es un rescate del marxismo como la teoría que nos permite pasar de la contemplación del mundo a su transformación revolucionaria. No es de extrañar entonces que sean cada vez más los grupos de revolucionarios que en diferentes continentes hayan comenzado a estudiarlo y a tratar de concretar sus enseñanzas en la práctica.

Como considero que éste no es un libro de fácil lectura quise contribuir a estimular su estudio realizando una síntesis bastante desarrollada de cada capítulo en el lenguaje más sencillo posible. El lector que no guste de esta especie de introducción pedagógica que a continuación expongo, no tiene más que saltarse las páginas que siguen e introducirse de lleno en la obra de Michael Lebowitz.
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El primer capítulo parte con la pregunta: ¿por qué estudiar a Marx y no a economistas contemporáneos, o hacer nuestro análisis del sistema económico actual? Michael Lebowitz responde: por una parte, la teoría de Marx no se limita sólo al terreno económico, es una teoría de la sociedad en su conjunto, y por otra, no ha habido nunca en la historia un análisis del capitalismo tan “poderoso y revelador” como el del autor de El Capital.

Luego expone brevemente el análisis que hace Marx de los aspectos fundamentales del modo de producción capitalista. Cómo se origina, cuál es su lógica fundamental, lo que ocurre en la esfera de la producción y en la esfera de la circulación, para desarrollar finalmente el tema de las barreras y límites de este modo de producción.

El capital va desarrollando una forma de producción cada vez más adecuada al logro de su objetivo fundamental: la ganancia, pero este proceso es contradictorio porque al irse desarrollando va generando sus propias barreras y, al mismo tiempo, se las va ingeniando para ir superándolas constantemente. En ese sentido sería un proceso infinito, pero Marx no lo pensó así: sostuvo que el capitalismo crea a sus propios sepultureros. Lo único que puede poner un límite real al capitalismo es la acción en su contra de la clase obrera.
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El segundo capítulo explica por qué hay que ir más allá de El Capital. A pesar de la innegable contribución de Marx a dilucidar el funcionamiento del capitalismo, Michael Lebowitz considera su libro incompleto porque en él no se encuentran las respuestas a cuestiones como: la durabilidad del capitalismo y la pasividad de su clase obrera; la derrota del socialismo; la desaparición de la clase obrera industrial; la incapacidad de dar cuenta de la multiplicidad de luchas democráticas actuales. Pero una cosa es “El Capital” y otra el pensamiento de Marx en su totalidad. Michael Lebowitz considera que éste contiene en sí mismo todos los elementos necesarios para construir una concepción total e integral del mundo y responder a las cuestiones recién planteadas.

Sin duda que muchas cosas han cambiado desde que Marx escribió El Capital, pero lo que no ha cambiado es la naturaleza esencial del capital. En dicho libro encontramos una comprensión no superada de su dinámica, aquella que constantemente revoluciona el proceso de producción, que destruye las barreras que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas, que obliga a las naciones a adoptar formas capitalistas de producción.

Quién, por otra parte, puede negar el carácter contradictorio de la reproducción capitalista que, por una parte, tiende hacia el desarrollo absoluto de las fuerzas productivas y la realización de plusvalía aumentando día a día la masa de productos disponibles en el mercado, pero que, al mismo tiempo, crea una masa de compradores con escasa capacidad adquisitiva debido a los bajos salarios que éstos reciben producto de la explotación capitalista.

Pocos parecen cuestionar que Marx tuvo éxito en revelar la ley que rige el modo de producción capitalista, pero hay otros elementos de su pensamiento que sí son cuestionados: todavía estamos esperando la rebelión de la clase obrera que pondría fin a la explotación capitalista anunciada por Marx: los expropiadores no han sido aún expropiados.

Otros cuestionan el reduccionismo clasista que privilegia a la clase obrera como el sujeto del cambio social. Para estos analistas la multiplicidad de luchas democráticas actuales debe ser considerada como una crítica práctica a la teoría de Marx.

Por otra parte, no pueden desdeñarse hechos como: el fracaso del modelo de sociedad que se construyó inspirado en su teoría: el socialismo de Europa del Este y la URSS; la reducción del marxismo a ideología oficial del estado en esos países transformándose en anatema para muchos luchadores por la liberación humana; y la desaparición de la clase obrera industrial como sujeto del cambio social.

“¿Ha llegado entonces la hora de decir adiós no sólo a la clase obrera —como ha postulado Gorz— sino también al marxismo?”¿Será la teoría de Marx o será el marxismo lo que se está cuestionando?, porque las dos cosas no son necesariamente lo mismo. Pudo haber ocurrido que la necesidad de responder a los hechos haya llevado a producir deformaciones de la teoría original de Marx en el Siglo XX.

Michael Lebowitz sostiene que “los muchos silencios del marxismo, el determinismo y el fatalismo de sus leyes objetivas, el reduccionismo y el economismo” no son inherentes al proyecto teórico de Marx. Sin embargo, reconoce que hay un problema en El Capital, que hay un silencio grave en él. Un silencio que permite que los científicos vean como único sujeto al capital, olvidando su otro lado: el trabajador asalariado, y sostiene que ese silencio está en la raíz de las deficiencias del marxismo realmente existente.

¿Qué hay que hacer entonces? Habría que “volver al Marx original y no adulterado” y, usando el “método y forma de acercamiento de Marx”, es decir, su “estructura de pensamiento”, habría que desarrollar nuevos elementos de su teoría buscando un desarrollo integral del marxismo. “El hecho de que haya descubierto en forma brillante un nuevo continente no significa que haya hecho un buen mapa de él.” La premisa de Michael Lebowitz es que es posible hacerlo bien. Su libro es un esfuerzo por demostrar —basado en el método de Marx— que la teoría marxista contiene en sí misma todos los elementos fundamentales necesarios para construir una concepción total e integral del mundo que responda a las ausencias y a los silencios señalados.

El tema central de “Más allá de El Capital” es la investigación no del capital sino de la otra parte, la parte de los trabajadores, la cuál fue poco desarrollada en El Capital.
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El tercer capítulo sostiene que El capital era sólo parte de un plan mucho más ambicioso de Marx en el que figuraban seis libros: 1) El capital, 2) La propiedad territorial, 3) El trabajo asalariado, 4) El estado; 5) El comercio internacional; 6) El mercado mundial.

Luego de analizar las opiniones de diversos autores sobre si luego de haber escrito El capital se mantiene o no vigente este plan, Michael Lebowitz llega a la conclusión de que hay temas de sumo interés que no son abordados en esa obra con la profundidad requerida como el tema de las necesidades de los trabajadores, tema que debería ser abordado en el proyectado libro sobre el trabajo asalariado. Por lo tanto, sea cual haya sido la intención de Marx, un libro sobre este tema necesita ser escrito.

Michael Lebowitz afirma que para comprender qué fue omitido en El capital, debemos comenzar por el punto acerca de las necesidades de los trabajadores. Como sabemos, Marx, consideró como algo dado al conjunto de necesidades que entran en el valor de la fuerza de trabajo. Esta es una de las hipótesis características del método que utilizó para destacar lo que le interesaba resaltar. Suponer constantes las necesidades —algo que Marx sabe que en la práctica no es así— permite resaltar lo que varía, el trabajo no necesario productor de plusvalía, es decir, el grado de explotación sufrido por el trabajador.

Es importante, recordar aquí, como lo hace el autor, que Marx siempre rechazó la tendencia por parte de los economistas a tratar las necesidades de los trabajadores como naturalmente determinadas e inmutables. Esa fue una de sus críticas a los fisiócratas.

La fuerza de trabajo tiene un rasgo “distintivo” en relación con otras mercancías: su valor depende no sólo las exigencias físicas sino también un elemento histórico o social. Este último elemento —advertía Marx — está relacionado con “la satisfacción de ciertas necesidades que brotan de las condiciones sociales en que viven y se educan los hombres.” Marx (1987: 134) Con el desarrollo capitalista, lo que antes “aparecía como un lujo se convierte [ahora] en algo necesario, y necesidades que antes eran suntuarias pasan a ser [entonces] primordiales para la industria.” Así, los viejos modelos de necesidad y lujo son reemplazados por los nuevos. (Marx, 1985a: 381).

Para asegurar la realización del plusvalor, hay un esfuerzo constante del capital por descubrir nuevos valores de uso y crear nuevas necesidades. Este es el elemento sobre el que descansa la legitimidad histórica y, al mismo tiempo, el actual poder del capital. “Cada nueva necesidad se convierte en un nuevo eslabón en la dorada cadena que asegura los trabajadores al capital.” (Marx, 1985a: 174)

Michael Lebowitz considera que el análisis que hace Marx sobre “el actual poder del capital” en los Gundrisse es extremadamente importante. No sólo por su lucidez sino también porque toda esta discusión está ausente en El capital.

Y esas necesidades indispensables pueden aumentar o disminuir. ¿Qué determina el grado en que los trabajadores logran satisfacer sus necesidades? Fundamentalmente la lucha de clases. Sin embargo, este tema no es abordado en El Capital.
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Para escribir el libro faltante — sostiene el autor en el cuarto capítulo — es necesario considerar en primer lugar el método que utiliza Marx en su obra. Sólo partiendo del concepto de totalidad —central en la obra de Marx— se podrán comprender las implicaciones de los elementos faltantes e investigar los defectos resultantes de El capital.

Michael Lebowitz opina que la totalidad presentada en este libro es incompleta: estudia el proceso de reproducción del capital, pero no el proceso de reproducción de la clase obrera. Aunque el trabajo asalariado está presente en El capital —y no podía no estarlo ya que sin él no se puede entender el capital—, no está presente como el sujeto que actúa por sí mismo contra el capital. No está presente la lucha de clases desde el lado del trabajador asalariado. De ahí entonces la conclusión del autor: El capital es unilateral e inadecuado.

En cuanto al método, se nos recuerda que Marx tuvo la intención —que nunca materializó— de escribir unas 40 páginas para hacer accesible al lector común el aspecto racional del método que Hegel “no sólo descubrió sino también mistificó”, pero que a pesar de eso Marx consideró muy valioso.

En ausencia de esta síntesis no queda entonces otro camino que tratar de reconstruir el método de Marx analizando sus obras.

Uno de los aspectos a destacar de ese método es que pone énfasis en el “todo”. El objetivo de era comprender la sociedad burguesa como una totalidad, como un todo interrelacionado. Este énfasis en la totalidad y en la interconexión orgánica de sus partes, contrasta con el método empleado por la ciencia burguesa que parte siempre del punto de vista del individuo.

Si pensamos en las partes individuales como “miembros de una totalidad” (Marx, 1895a:15) no se puede sostener una concepción del cambio como el resultado de estímulos exógenos. Por el contrario, el movimiento y la dirección de la sociedad burguesa debe ser considerado como un “auto-movimiento”, un desarrollo orgánico inherente a la naturaleza del sistema donde el movimiento es el resultado de una acción recíproca entre sus diversos componentes.

Comprender el mundo como un todo interrelacionado es sólo un aspecto del método de Marx. Otro aspecto es cómo él desarrolla la comprensión de ese todo.

Para Marx la mera observación y estudio empírico no puede captar las interrelaciones de una totalidad concreta. Si así fuera, no habría necesidad de la ciencia ni del pensamiento abstracto. Todo lo que resulta de la simple observación es “una concepción caótica del todo.” (Marx, 1985a: 15). El investigador “debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno.” (Marx, 1983a: 19). Y la manera de hacerlo es comenzar con los conceptos y las “determinaciones más simples”, hasta llegar a deducir lógicamente una concepción del todo “como una rica totalidad compuesta por muchas determinaciones y relaciones.” Este era el “método científicamente exacto” (1985a: 15)

Marx explica que, contrariamente a lo que comúnmente se cree, había que “elevarse de lo abstracto a lo concreto del pensamiento” donde se da esa concatenación de múltiple determinaciones.

Tanto Marx como Hegel ponen en práctica un proceso de derivación dialéctica, pero Hegel se queda puramente en el reino del pensamiento: realiza un movimiento del concepto al concepto impulsado sólo por la revelación de las relaciones lógicas; mientras que Marx tiene siempre la totalidad real ante él, y su objetivo es comprenderla.

Este proceso de deducción que aplica Marx, al contrario del que aplica Hegel, no es una cuestión del “pensamiento concentrado en sí mismo, que se profundiza y se mueve por sí mismo,” sino que la totalidad de pensamiento es un producto de “la elaboración de la intuición y la representación en el concepto.” (Marx, 1985a: 16)

Otra cosa que diferencia a Marx de Hegel es la relación entre el orden histórico y el orden lógico. Según Marx el primero no puede dictar el orden del segundo; no hay una relación necesaria entre el orden histórico y el lógico.

Michael Lebowitz se detiene luego en el análisis de los momentos claves del proceso de construcción del concreto de pensamiento en El capital. Comienza analizando la mercancía, la forma elemental de la riqueza en la sociedad capitalista, y termina con el ciclo del capital.

El capital comprendido como una totalidad, como un todo interrelacionado, produce y reproduce productos materiales y relaciones sociales, que son a su vez presupuestos y premisas de la producción capitalista.

Sin embargo, el autor se pregunta si en el capital como un todo nos encontramos con una totalidad realmente adecuada. ¿Podemos decir que lo que encontramos es un todo orgánico en el que todos los supuestos son resultados, y todos los puntos de partida son puntos de retorno?

La respuesta es negativa, hay un elemento que no es parte del capital, que no es producido ni reproducido por el capital. Este elemento es un punto de partida pero no de retorno en el ciclo del capital, una premisa que no es un resultado del mismo capital, que es exterior a él. Y este elemento: la reproducción de la clase obrera, es necesario para la reproducción del propio capital.

Considerando el modelo de reproducción simple, Michael Lebowitz sostiene que el sistema sólo puede estar completo si se da otro proceso de producción distinto del proceso de producción del capital: la producción de la fuerza de trabajo en el curso del consumo de artículos de consumo. De esta manera, el ciclo del capital implica necesariamente un segundo ciclo: el del trabajo asalariado.

¿Y dónde debía ser analizado este segundo momento de la producción? Según el autor, éste es uno de los temas que debe ser abordado del libro faltante sobre el Trabajo Asalariado.

Hasta ahora hemos visto al trabajador asalariado como un momento en el interior del capital, tal como existe para el capital: como un trabajador separado de los medios de producción. Luego del proceso de compra venta de fuerza de trabajo, ésta se incorpora al interior del capital. Ahí vemos al trabajador asalariado obligado a trabajar subordinado a la voluntad del capital a los efectos de lograr el objetivo que éste persigue: la valorización (auto-expansión). Y finalmente vemos al trabajador asalariado nuevamente en la esfera de la circulación, mientras el capital busca realizar el plusvalor contenido en las mercancías que han sido producidas.

El trabajo asalariado está presente en cada momento del ciclo del capital no sólo como productor de plusvalor, sino también como consumidor. Pero el capital como una totalidad, no incluye en su interior una condición que es necesaria para la reproducción del capital: el mantenimiento y reproducción de la clase trabajadora. Es necesario considerar al trabajador asalariado en tanto existe fuera del capital.

Y, así como el proceso de producción del capital tiene como su objetivo la valorización del capital, el proceso de producción del trabajador tiene como objetivo satisfacer sus necesidades. Por un lado, tenemos el capital para sí, valor para sí; por el otro lado, tenemos la fuerza de trabajo para sí, el valor de uso para sí. El proceso de producción del trabajador es un proceso de consumo: debe consumir valores de uso para satisfacer sus necesidades fisiológicas y otras. El resultado del proceso de producción es el mismo obrero, que se reproduce como capacidad de trabajo vivo y transforma su naturaleza. Esta actividad es, a la vez, ejercicio y cultivo de la fuerza de trabajo.

Pero ¿cuáles son los requisitos de este particular proceso de producción del trabajador? Primero, debe poder conseguir los valores de uso requeridos. Segundo, requiere de tiempo. El hombre necesita tiempo para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización. El trabajador necesita tiempo libre para su desarrollo completo: para la educación humana, para el desenvolvimiento intelectual, el desempeño de funciones sociales, para el trato social, para el libre juego de las fuerzas vitales físicas y espirituales.

En resumen, este particular proceso producción no es en absoluto un proceso natural de producción, sino la producción de una relación social particular, la producción del trabajo asalariado.

Pero como la producción capitalista está determinada por el objetivo de valorización del capital y no por las necesidades sociales de los trabajadores, siempre existe una brecha importante entre las necesidades que el capital considera como imprescindibles y las necesidades sociales del trabajador, y eso significa que el trabajador se produce como necesitado. Por eso, la lucha por salarios más altos es inherente al trabajador asalariado como ser-para-sí.

Lo que surge al estudiar el trabajo asalariado es la lucha de clases desde el lado del trabajador asalariado. En oposición al cuadro expuesto en El capital, hay dos “deber ser”: no solamente la necesidad del capital por valorizarse sino también la necesidad del trabajador de desarrollarse. Una lucha de contrarios está presente en cada aspecto de la relación entre el capital y el trabajo asalariado, en la que cada parte trata de reducir al otro a la dependencia.

Michael Lebowitz destaca que no está sugiriendo que El capital es unilateral porque excluye al trabajo asalariado como tal. Es evidente que éste está presente: sin la presencia del trabajo asalariado no se podría hablar del desarrollo del capital. Está presente como la barrera que el capital debe continuamente rebasar en su intento por crecer, pero no lo está como el sujeto que actúa por sí mismo contra el capital.

El examen que realiza el autor sobre el trabajo asalariado comienza como una investigación de lo que está latente en el capital como totalidad, algo exterior pero necesario. Queda por completar el segundo “momento dialéctico”, la constitución de la unidad entre el trabajo asalariado y el capital.

Consideremos el proceso de producción del capital y el del trabajo asalariado. En primer lugar, estos procesos son opuestos. En el primero, la fuerza de trabajo es consumida por el capital, existe para el capital; en el segundo, la fuerza de trabajo es consumida por el obrero y existe para el obrero. En el primero, los medios de producción poseen y dominan al trabajador; en el segundo, ellos son poseídos y dominados por el trabajador. La diferencia entonces es la del trabajador para el capital versus el trabajador para sí.

Por otro lado, estos procesos se excluyen entre sí. El trabajador no puede ser simultáneamente para el capital y para sí. Cuanto más tiempo existe el trabajador para el capital, menos tiempo tiene para sí. En forma similar, cuanto mayor es la intensidad de trabajo para el capital, más la energía del trabajador asalariado es consumida por el capital y menos tiene disponible para sí. De este modo, el trabajo para el capital es distinto del trabajo para sí; es trabajo alienado de sí. El trabajador es sólo para sí cuando no es un trabajador para el capital.
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El quinto capítulo sostiene que así como en El capital se desarrolla la economía política del capital, habría que desarrollar la idea de Marx de la existencia de una economía política del trabajo asalariado. Michael Lebowitz señala en este capítulo varios elementos de lo que podría ser esa política económica alternativa. Y en este sentido hace interesantes reflexiones sobre el papel que juega la competencia en el seno de los trabajadores para favorecer los intereses del capital. Además, muestra como la cooperación y la lucha política —no meramente sindical— son la principal arma de los trabajadores contra El Capital. Es a través de la cooperación que los trabajadores vencen el esfuerzo del capital por separarlos, con el objetivo de debilitar su resistencia a la explotación y es a través de ella que se crean las condiciones para la combinación y unidad que les permitirá tomar para sí los frutos de la cooperación.

Michael Lebowitz comienza señalando que para el joven Marx, el capitalismo estaba claramente caracterizado por dos aspectos contradictorios y sus relaciones dinámicas: el capital y el trabajo asalariado, y es la lucha de clases la que conduce inexorablemente a la resolución de esta contradicción. Marx criticaba a la economía política existente en su época porque veía al trabajador sólo desde la perspectiva del capital.

Pero ¿acaso no es ésta la posición que adopta en El capital? Cómo hemos visto, Marx considera allí al trabajador meramente como el mediador que permite el crecimiento del capital. No es considerado como el sujeto. Por ello Michael Lebowitz sostiene que Marx no desarrolló el lado del trabajador asalariado en la relación con el capital.

Precisa, que esa omisión no debería conducirnos, sin embargo, a concluir que Marx cambió de idea y abandonó su concepción del capitalismo como un todo. Ofrece dos argumentos que apoyan esta afirmación: uno lógico y el otro que se sustenta en los propios escritos de Marx. En primer lugar, la parte del trabajo asalariado está presente en El capital en forma latente. Al desarrollar el concepto del capitalismo como un todo se sugiere una continuidad esencial entre el pensamiento del joven Marx y el Marx maduro. Ese concepto del capitalismo como totalidad está siempre presente, pero su presencia ha sido velada por un silencio: la consumación exclusivamente de la parte del capital.

Pero esto no implica que no haya habido desarrollos significativos, ni rupturas epistemológicas entre la posición del joven Marx y la del maduro. Michael Lebowitz sostiene que sí los hubo y que la principal ruptura se manifiesta en los Grundrisse coincidiendo con su relectura de la Ciencia de la Lógica de Hegel. Allí encontramos el desarrollo de una nueva forma de comprender al capital como parte de esa totalidad: el capital como autovalorización, como valor-para-sí; el concepto de capital como un concepto que debe contener en su interior todos sus desarrollos posteriores. A partir de esta obra Marx habría abandonado la explicación del progreso del capital a partir de sus formas exteriores de manifestación como resultados de la competencia de muchos capitales, tal como lo había hecho en sus escritos anteriores a los Grundrisse.

Con este “corte” –una ruptura que no ha sido reconocida adecuadamente— Marx anunció como un primer principio la necesidad de aprehender completamente la naturaleza interna del capital: capital versus trabajo asalariado es valor para sí versus valor de uso para sí; dinero versus fuerza de trabajo; dinero versus mercancía; valor versus valor de uso.

Entonces, ¿por qué no vemos esta nueva concepción del capitalismo como un todo en El capital? Michael Lebowitz sostiene que Marx pospuso su investigación acerca del trabajo asalariado para concentrarse en el aspecto del capital en general y detuvo mucho en este aspecto tratando de apoyar sus conclusiones teóricas con hechos, hasta el punto de que ni siquiera pudo terminar su libro sobre el capital.

No cabe duda que hay una lógica en la elección de Marx. Sin embargo, al no haber puesto relevancia suficiente en la parte del trabajo asalariado, Michael Lebowitz sostiene que todo su proyecto está teñido de cierta unilateralidad. El trabajo asalariado para sí y el capitalismo como un todo están presentes, pero sólo lo están “embrionariamente”.

Por otra parte, sus escritos de la época en que escribía El Capital revelan que él no estaba pensando en que los trabajadores sólo existían para el capital. Recordemos su “Discurso Inaugural” en la reunión de la Primera Internacional. Allí señaló que no existía una, sino dos economías políticas: la del capital y la de la clase obrera. Consideró el triunfo de la Jornada de 10 horas y el surgimiento del movimiento cooperativo como sendas victorias de “la economía política de la clase obrera.”

Pero ¿cuál es esta economía política de los trabajadores que desafía la economía política del capital? Y, ¿qué significan dichas victorias?

Michael Lebowitz se propone responder a la primera pregunta tratando de reflexionar acerca de esa política económica alternativa. Su punto de partida es la descripción que hace Marx de la ciega imposición de las leyes de la oferta y la demanda como parte de la política económica del capital.

La competencia entre capitales es esencial al capitalismo, es la manifestación en la superficie de las leyes internas del capital, de su lógica de funcionamiento. Los trabajadores, por el contrario, sólo negando la competencia entre ellos y participando en la cooperación en gran escala pueden presionar en el sentido contrario al capital y producir soluciones óptimas para los trabajadores.

Pero ¿por qué los trabajadores deben negar la competencia? ¿Qué hay en la esencia del trabajo asalariado que sólo mediante la cooperación y la combinación es que actúa en su propio interés? Hay dos principios específicos, implícitos en El Capital que son relevantes para la investigación del autor. El primer principio es que toda cooperación y combinación del trabajo en la producción genera una productividad combinada y social del trabajo que excede la suma de las productividades individuales y aisladas. La cooperación da como resultado “la creación de una nueva fuerza productiva, que es intrínsicamente colectiva.” (Marx, 1983a: 400). La simple combinación del trabajo como tal no sólo acrecienta la productividad social, sino que produce también un mejoramiento de la productividad individual producto del trabajo codo a codo de los obreros.

El segundo principio en cuestión tiene que ver con la distribución de los beneficios de la fuerza socialmente productiva del trabajo. Michael Lebowitz sostiene que quienes median entre los productores están en la posibilidad de capturar los frutos de esa cooperación. Así ocurre tanto en la producción pre capitalista como en la capitalista. ¿Por qué no pueden los productores mismos apoderarse de los frutos de la cooperación en la producción? Aunque el aspecto positivo del capitalismo es que socializa la producción y crea una interdependencia entre los trabajadores, es decir, un trabajador colectivo, su aspecto negativo es que el capital exige la separación y la división entre los asalariados. Y es sólo mediante la lucha por reducir el grado de separación entre ellos, que los trabajadores pueden lograr sus objetivos.

De este modo, Marx no se limitó a desarrollar una crítica de la economía política del capital, también reveló su antítesis: la economía política de la clase obrera, que resalta la combinación del trabajo como la fuente de productividad social y la separación de los trabajadores como la condición de su explotación.

Pero Marx también señaló los límites de las fábricas cooperativas de aquella época. Ellas necesariamente reproducían los defectos del sistema existente. Para convertir la producción social en un sistema grande y armonioso de trabajo libre y cooperativo, se necesitaba realizar cambios sociales generales y éstos sólo pueden ser materializados mediante la transferencia del poder estatal de los terratenientes y capitalistas a los productores (Marx, 1866: 346).

Pero a pesar de sus límites, estas fábricas cooperativas eran consideradas por Marx como una gran “victoria” porque eran una demostración práctica de que el capital no era necesario como mediador en la producción social.

Por otra parte, en relación a los sindicatos obreros, su papel es precisamente contrarrestar la tendencia del capital explotar al máximo a la fuerza de trabajo. Y aunque al principio los trabajadores son inicialmente reunidos por el capital para los objetivos explotadores de éste, el hecho de estar concentrados en un mismo lugar de trabajo los lleva a reconocer su unidad como productores y a comprender su poder contra el capital. Disminuye su grado de separación y crece su resistencia.

Sabemos que la insubordinación de los obreros era constante en las manufacturas y que el capital superó esta barrera creando la industria moderna y el sistema fabril, que trajeron nuevas formas de competencia entre los trabajadores. La máquina no sólo sustituyó el trabajo de muchos obreros, sino que también se convirtió en “el arma más poderosa para reprimir las periódicas revueltas obreras, las huelgas, etcétera, dirigidas contra la autocracia del capital.” (Marx, 1983a: 530).

Michael Lebowitz sostiene que Marx sobreestimó la victoria del capital en su época al introducir la maquinaria y subestimó la capacidad de los obreros a poner límites “a la tiránica usurpación del capital” presionando en sentido contrario. Considera que el desarrollo de la industria de maquinarias hace al capital más vulnerable al arma de las huelgas. Por eso el capital busca introducir otros medios para dividir a los trabajadores como el trabajo a destajo y distintas formas de segmentación del trabajo.

Marx señaló el papel de los sindicatos para contrarrestar todo esto. Pero el problema es que los sindicatos actúan en oposición a capitales específicos y particulares y el poder que deben confrontar es el del capital como una totalidad. Si no enfrentan al capital global, las luchas se limitan a paliar los efectos del capitalismo en el interior del mercado laboral y en el lugar de trabajo, y no logran dirigirse contra las causas profundas de dichos efectos. Por eso Marx advertía que los sindicatos se limitaban a hacer una guerra de guerrillas contra el capital y que deberían ir más allá de las luchas puramente económicas.

En su análisis acerca de la importancia de la lucha por la Ley de las Diez Horas, Marx revela claramente que el trabajo asalariado necesita de la lucha política y el uso del estado para doblegar al capital. Sólo así puede forzar al capital a dar satisfacción a sus intereses en forma general.

En la raíces del poder del capital en general está su poder como propietario de los productos del trabajo, algo que los trabajadores sólo pueden desafiar actuando políticamente como clase para imponer una ley que limite la jornada laboral o para hacer que el estado sirva a los intereses de los asalariados, por ejemplo, legalizando y apoyando la existencia de sindicatos o llevando adelante políticas que reduzcan el nivel de desempleo. Conquistar el poder político tiene que convertirse, por lo tanto, en “el gran deber de la clase obrera.” (Marx, 1864: 384).

La totalidad de las dimensiones de la economía política de los asalariados sólo se aclara si se considera al capital como un todo. Cuando analizamos el circuito del capital, nos percatamos sólo del papel del capital como mediador.

Una vez que comprendemos la concepción de Marx de la economía política de la clase obrera, nos damos cuenta que va mucho más allá de las cuestiones sindicales. Sin embargo, debemos reconocer que no hemos llegado todavía al punto donde podamos decir que ya poseemos una visión completa de la economía política de la clase obrera y la lucha política que esta incluye. Esta es una de las razones por la que este capítulo en lugar de llamarse “economía política de la clase obrera” se llama “economía política del trabajo asalariado.” Necesitamos comprender, por ejemplo, los límites del estado capitalista para ir más allá del capital. Por cierto, tenemos todavía que investigar a fondo cómo los trabajadores pueden ir más allá del capital, en lugar de limitarse a perseguir sus intereses sólo dentro del capitalismo.
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El sexto capítulo aborda el tema de los salarios y de la lucha de clases con ellos relacionada. Sostiene que la forma en que El capital analiza el tema, dando por sentada la cantidad de medios de subsistencia que el trabajador necesita para reproducir su fuerza de trabajo, no da cabida a la investigación de los efectos de la lucha de clases sobre los salarios. Michael Lebowitz explora en este capítulo qué ocurre cuando se abandona dicha hipótesis y sostiene que sólo entonces se ve clara esta relación. Al no considerar esa posibilidad Marx no pudo centrarse en los trabajadores como seres humanos y fue conducido hacia explicaciones naturalistas y funcionalistas. Y esto produjo un marxismo unilateral.

En lugar de investigar los efectos de la lucha de clases sobre los salarios, se dejó de lado en El capital lo que tenía que ver con los salarios reales o el nivel de necesidades que los trabajadores pueden satisfacer.

En consecuencia, con respecto a los salarios, Marx sólo analizó explícitamente en El Capital el efecto del aumento de la productividad sobre el valor de la fuerza de trabajo. Sin embargo, no ignoraba que había otras explicaciones de los cambios que podían sufrir los salarios, como, por ejemplo, la competencia de los trabajadores desempleados dispuestos a reemplazar de inmediato a los trabajadores que pudiesen ser despedidos.

Dado que Marx no terminó este análisis, es decir, no trató el patrón de necesidades como variable, Michael Lebowitz se propuso en este capítulo continuar el proyecto de Marx considerando las combinaciones que éste no exploró.

La más importante de ellas es la hipótesis que parte de la base de que tanto la productividad como el patrón de necesidades son magnitudes variables. En sus manuscritos económicos Marx planteó tres posibilidades para el caso de aumento de la productividad. En el primer caso, el trabajador recibe la misma cantidad de valores de uso que antes y, por lo tanto cae el valor de su fuerza de trabajo. En el segundo caso, aumenta la cantidad de los medios de subsistencia, y en consecuencia el salario medio, aunque no en la misma proporción que la productividad del trabajador. En este caso caen el trabajo necesario y el valor de la fuerza de trabajo. Finalmente, el tercer caso, ocurre cuando la productividad y el patrón de necesidades suben al mismo ritmo. En este caso no habría cambio en el plusvalor, aunque éste como los salarios representaría una mayor cantidad de valores de uso que antes.

Entonces, si abandonamos la hipótesis de la invariabilidad del patrón de necesidades, surge la posibilidad de una historia totalmente diferente; de un incremento en la productividad sin cambios en el plusvalor.

Este tema es fundamental: si el equilibrio de las fuerzas de las clases es tal que mantiene la tasa de explotación constante, el efecto del aumento de la productividad será un incremento en los salarios reales y no un crecimiento del plusvalor relativo. Para que prevalezca cualquier otro resultado en este caso, se necesita un cambio en el mercado laboral. Sólo un grado cada vez mayor de separación entre los obreros iniciado por la introducción de la maquinaria asegura que la productividad crecerá en relación al salario real.

En resumidas cuentas, es posible que los salarios reales crezcan mientras la tasa de explotación también crece. Es posible que los trabajadores puedan lograr una mayor participación cuantitativa en el reparto de la riqueza”, aunque siga ensanchándose el abismo entre la lo que recibe el trabajador y lo que recibe el capitalista.

La coexistencia de salarios reales crecientes y una tasa de explotación creciente, no es sólo una posibilidad teórica, Marx observó que los salarios reales eran más altos en los países donde el capitalismo estaba más desarrollado, pero también lo era la tasa de explotación. Presumiblemente la combinación de salarios reales más altos y explotación más alta surge allí donde el capitalismo está más avanzado. En esos países, no sólo la productividad tiende a ser mayor, sino que también las formas de cooperación desarrolladas entre los trabajadores asalariados.

¿Qué sentido tiene entonces la hipótesis de Marx acerca de la invariabilidad del patrón de necesidades? Gracias a ella Marx pudo concentrar toda su atención en la tendencia inherente del capital a disminuir el trabajo necesario y revolucionar los medios de producción. Pero al congelar el patrón de necesidades dentro de una hipótesis de productividad creciente, congeló de hecho la parte del trabajador en la lucha de clases.
vii

El séptimo capítulo afirma que en la obra de Marx en general encontramos su concepción original del capitalismo como un todo, pero que esta concepción habría sido abandonada en El capital que investiga sólo la parte del capital y no la parte del trabajo asalariado y por eso es unilateral. Michael Lebowitz considera El capital como un proyecto epistemológico incompleto y, por esta razón, si se le estudia como una obra aislada, surgen problemas serios como el determinismo económico, el economicismo y el trato de las fuerzas productivas como neutrales.

Este enfoque unilateral impide, además, comprender a fondo hasta qué punto las tendencias del capital están impregnadas de la necesidad de dividir a los trabajadores. El autor sostiene que el capital puede sacrificar el obtener niveles máximos de productividad con tal de dividir a los trabajadores.

Luego analiza tres conceptos que han sido sufrido de este enfoque unilateral: el de reproducción del trabajo asalariado; el de riqueza y el de trabajo productivo. Y termina diciendo que de alguna manera Marx es responsable de aquel marxismo unilateral que por lo inadecuado de sus conceptos es incapaz de comprender la totalidad concreta. Ese marxismo cuya mejor ilustración es ese Proletariado Abstracto que no tiene otra alternativa que derrocar al capital.

El silencio en cuanto a la oposición que ejercen los trabajadores para reducir la tasa de plusvalor ha sido teóricamente sustituido por la oposición entre los capitales individuales para explicar el desarrollo de las fuerzas productivas en el capitalismo.

Este es uno de los aspectos de la unilateralidad de El capital. Pero, el problema no está sólo en que no se desarrolla la parte del trabajo asalariado, sino en que al no comprender bien esa parte, tampoco se comprende bien la propia parte del capital dentro del capitalismo. Michael Lebowitz concluye de ello que El Capital es simplemente un momento en el desarrollo de la totalidad.

Si no se reconocen explícitamente los objetivos de los trabajadores y sus luchas por hacerlos realidad, ¿cómo podemos considerar esas acciones del capital que son llevadas a cabo para dividir al trabajo asalariado contra sí, para derrotarlo?

En el capitalismo como un todo el capital no busca simplemente hacer realidad su propio objetivo, la valorización; también debe tratar de impedir la realización de los objetivos del trabajo asalariado.

La capacidad de dividir y separar a los trabajadores para poder derrotarlos es una condición necesaria para la existencia del capital. Más que una característica fortuita o accidental, esta es una tendencia interna del capital. Esto tampoco es considerado por El Capital.

¿Qué impide a los trabajadores apropiarse de todos los beneficios de la productividad incrementada? La condición necesaria para un menor trabajo necesario es el debilitamiento del poder relativo de los trabajadores. El capital necesita un aumento en el nivel de separación entre los obreros. No entender la tendencia interna del capital a separar a los obreros conduce a considerar “neutrales” y de carácter abstracto a la tecnología y las fuerzas productivas, en vez de verlas como una encarnación de las relaciones capitalistas de producción. Ambas características típicas del economismo.

Cuando comprendemos este lado del capital, no sólo vemos como algo lógico que los capitalistas constantemente busquen modos de incrementar el nivel de separación de los obreros, sino que entendemos que no sean indiferentes a la influencia de cualquier innovación sobre la capacidad de los obreros a asociarse.

El grado de separación o división entre los trabajadores es una variable crítica, hasta el punto que el capital prefiere adoptar medidas para lograr dicho objetivo aunque ellas perjudiquen la productividad. De hecho, gran parte de lo que ocurre con la globalización capitalista es un intento por debilitar a los obreros, por evitar grandes concentraciones de trabajadores, por desunirlos y desorganizarlos.

Las divisiones entre los trabajadores son producidas y reproducidas como una condición de la existencia del capital.

De este modo, ver simplemente al trabajo asalariado para sí y sus luchas por alcanzar sus metas inmediatas (salarios más altos, jornada laboral más corta, etcétera), no es situarlo adecuadamente en el interior de la totalidad, como trabajo asalariado en relación al capital.

La lucha necesaria de los obreros para superar las diferencias entre ellos y dividir al capital, es decir, la lucha por derrotarlo no aparece en El capital. Esto también es economicismo.

El fracaso de El capital en completar esa totalidad facilita las interpretaciones economicistas de las leyes determinísticas y objetivas. Las tendencias unilaterales son un producto natural de los significativos conceptos unilaterales que aparecen en El capital. Michael Lebowitz analiza tres de estos conceptos.

El primero de ellos es el de la reproducción del trabajo asalariado. En el centro del concepto del valor de la fuerza de trabajo está la reproducción del trabajo asalariado, que sigue siendo una condición necesaria para la reproducción del capital.

Como sabemos, Marx sostiene que el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los artículos de primera necesidad “requeridos para producir, desarrollar, mantener y perpetuar la fuerza laboral.” (Marx, 1987: 108-9).

En la historia clásica, la creciente demanda de trabajo por parte del capital conduce a salarios más altos, incrementando la oferta laboral y un regreso del salario a su tasa natural una vez que se ha llegado al nivel de mano de obra deseado.

Para producir para el capital una cantidad definida de trabajo se requiere una cantidad definida de medios de subsistencia. La reproducción del trabajo asalariado vista desde esta perspectiva gira alrededor de asegurar que el apetito del capital por plus trabajo no dé lugar a “la futura degradación y despoblación incontenible de la humanidad” (Marx, 1983a: 325).y por esta vía a la no reproducción del capital.

A diferencia de la historia clásica, existe una segunda historia. En el capítulo final del Tomo I de El capital, cuando aborda la moderna teoría de la colonización, Marx señala que para perpetuar la fuerza de trabajo, el capital procura que los salarios sean lo suficientemente bajos como para impedir que los ahorros de los trabajadores les permitan abandonar la situación de asalariado, porque si logran ahorrar una cantidad suficiente tienden a convertirse en granjeros independientes.

En el curso normal de las cosas, el capital camina por dos sendas. Por una, sustituye los trabajadores por maquinaria y en consecuencia presiona hacia abajo los salarios, mediante la producción de una sobrepoblación relativa de trabajadores que presionan en el mercado de trabajo bajando los salarios. Por la otra, sin embargo, el capital genera constantemente nuevas necesidades en los trabajadores y cada nueva necesidad es un nuevo eslabón en la cadena que sujeta los obreros al capital. Marx se refería a esta situación como el poder contemporáneo del capital.

En la reproducción ampliada lo que el capitalista quiere es el crecimiento del valor (en verdad, el crecimiento del plusvalor); lo que quiere el obrero, por el otro lado, es el crecimiento del valor de uso. Y, las dos reproducciones ampliadas son compatibles si crece la productividad. Por consiguiente, el afán capitalista por desarrollar las fuerzas productivas debería verse a la luz de la lucha de los obreros por la reproducción ampliada.

Otro concepto que analiza el autor es el de riqueza. Marx considera a la fuerza de trabajo y a la tierra como fuentes primarias de la riqueza. La riqueza para el capital es valor, plusvalor, plusvalor acumulado, en su forma general como dinero y en su forma particular como medios de producción. Para el trabajador, en cambio, la riqueza son los valores de uso que entran en la producción y reproducción del trabajador y responden a las necesidades no de un ser humano abstracto sino de un ser humano particular producido en el seno de la sociedad. En resumen, la riqueza es inseparable de los seres humanos y sus cualidades en un país y época dados.

En el corazón de la comprensión de Marx acerca de la riqueza real está su concepto del “ser humano rico”: un ser humano que ha desarrollado sus capacidades y habilidades. Lo característico del capital es que en la medida en que crece “crea los elementos materiales para el desarrollo de una rica individualidad que es tan universal en su producción como en su consumo” (Marx, 1985a: 202-3). Pero el capital lo hace de una manera contradictoria, que impide el libre y completo desarrollo del potencial humano.

A diferencia de la concepción capitalista de la riqueza, tenemos entonces un rico concepto de riqueza humana. En El capital no encontraremos esta concepción de la riqueza real.

Podemos decir que ese no era el objetivo de El capital. Lo que hizo Marx en el mismo fue identificar y analizar la naturaleza de la riqueza capitalista. Reveló que la riqueza desde el punto de vista del capital era el resultado de la explotación del asalariado. Sin embargo, el consiguiente fracaso de los discípulos de Marx en elaborar el concepto alternativo de riqueza es equivalente a la sumisión de éstos al concepto de riqueza del capital. Permite sacar la conclusión de que la misma surge sólo del y mediante el capital.

El tercer concepto que analiza Michael Lebowitz es el de trabajo productivo. Para el capital el trabajo productivo es el trabajo que produce plusvalor. Para el trabajador el trabajo productivo es aquel que produce valores de uso para el obrero. Este concepto tiene un sesgo de clase concreto, excluye, por ejemplo, los “lujos” que no entran en el consumo de los trabajadores.

Por otra parte, actividades tan obviamente orientadas a satisfacer la “propia necesidad de desarrollo del trabajador” como los servicios educativos y de salud, que suelen calificarse como trabajo “improductivo”, son obviamente productivos desde el punto de vista del trabajador.

En forma similar, las actividades realizadas en el hogar por los trabajadores y miembros de sus familias son una parte del trabajo total necesario para la reproducción del trabajador. Aunque este trabajo pueda ser improductivo para el capital, en el sentido en que no produce riqueza para él, es necesario y productivo para el trabajador.

Si se aceptan dichas definiciones y, por lo tanto, no se reconoce el carácter de clase de esos conceptos, ese marxismo no sólo será rechazado por los movimientos feministas y otros movimientos, sino, lo que es más grave, no será capaz de desafiar al capital.

Pero no podemos culpar sólo a los seguidores de Marx de estas deficiencias. Debemos reconocer que hay culpa también en Marx. Él heredó conceptos, particularmente de la economía política clásica, que terminaron siendo un lastre.

El marxismo unilateral atribuye a la exclusiva acción del capital todo lo que ocurre: acortamiento de la jornada laboral; subida de salario; mejoramiento de la salud pública y del sistema de escuela pública; nacionalización de ciertos sectores de una economía, entre otros. No da cuenta de las luchas de los trabajadores que están detrás de estos resultados y concesiones del capital.

Por último, Michael Lebowitz critica el concepto de Proletario Abstracto, ese obrero fabril, ese no-capital que está unido y disciplinado como resultado del desarrollo capitalista. El autor afirma que es hora ya de decir adiós al Proletario Abstracto.
viii

En el octavo capítulo Michael Lebowitz trata de mostrar que también el concepto de trabajo asalariado es limitado. Para dar cuenta de muchos fenómenos, se requiere un concepto de trabajador más amplio que englobe el aspecto asalariado y el no asalariado del trabajador. Aquí cabe la reflexión sobre el trabajo tildado de no productivo de la mujer y en general de la familia del trabajador, y cómo las relaciones de explotación capitalistas están sobredeterminadas por las relaciones patriarcales que el trabajador establece en el hogar. También reflexiona acerca de cómo el capitalista usa en beneficio propio las diferencias entre los trabajadores.

Michael Lebowitz coloca en el libro un dibujo de una totalidad en la que aparece por un lado el capital y por otro el trabajo asalariado dentro de un mismo círculo y sostiene que allí falta algo. Y que ese vacío no permite comprender la ausencia de la revolución socialista y la prolongada hegemonía del capital sobre los trabajadores en los países capitalistas avanzados, ni las luchas de las mujeres por su emancipación o las luchas por la calidad de vida y la identidad cultural.

Esa totalidad parece excluir de su campo de investigación todo lo que no sea la lucha de clases inmediata entre el capital y el trabajo asalariado. Por lo tanto, la representación del capitalismo como un todo es defectuosa si se compara con la totalidad concreta real.

El autor reconoce que el problema reside en el concepto de trabajo asalariado que se utiliza. Éste es una “abstracción racional” que permite considerar sólo lo que es común a todos los asalariados en su relación con el capital. Los individuos son tratados como personificaciones de categorías económicas, como portadores de relaciones e intereses de determinadas clases. Pero lo que existe no es esa abstracción sino seres humanos concretos que son asalariados. Sin embargo, acepta que sólo mediante este procedimiento de abstracción es posible avanzar en el plano científico.

La crítica de Michael Lebowitz no es entonces al método usado por Marx en El Capital, que considera a los individuos sólo en tanto que portadores de determinadas relaciones, sino al hecho de que Marx no haya abandonado posteriormente esa premisa.

El autor se manifiesta convencido de que sólo cuando se vaya más allá de El Capital, para reflexionar acerca del tema del libro proyectado por Marx sobre el trabajo asalariado, se podrá investigar todas esas “relaciones y funciones humanas, cualquiera sea la forma en la que puedan aparecer” que caracterizan la singularidad del trabajador.

Michael Lebowitz señala que en su discusión acerca del trabajo asalariado siempre ha estado implícito que la persona es algo más que un simple asalariado. Dentro del trabajo asalariado Marx distingue el trabajo propiamente asalariado que realiza el trabajador y aquel que realiza pero sin recibir un salario, es decir, aquel que produce valores de uso para el trabajador.

Además, hay distintas maneras de obtener esos valores de uso: una, el intercambio igual entre dos asalariados donde exista una división del trabajo entre los dos; otra, la división entre trabajo improductivo realizado por un sector de trabajadores y trabajo productivo realizado por otro sector.

Marx definió como relación esclavista aquella que el asalariado mantenía con su familia para obtener una serie de valores de uso en el hogar. Muchos marxistas, sin embargo, han considerado esta expresión como algo más “metafórico que científico.”

Cuando crece el grado de miseria, ya sea debido a una caída en los salarios reales o a un crecimiento en las necesidades sociales, una de las opciones que tiene el trabajador es el incremento de la explotación en el seno del hogar, es decir, un aumento en la cantidad extra de trabajo realizado por la esposa y los hijos. Pero, también puede ocurrir que los miembros de la familia sean impulsados por el propio jefe de familia a convertirse a su vez en asalariados. El trabajador “ahora vende a su mujer y el hijo. Se convierte en tratante de esclavos” (Marx, 1983a: 482-3)

161. 200. 436. En este último caso, no todo es negativo: el desplazamiento de la mujer hacia al mercado de trabajo arranca “todo fundamento” (Engels, 1962: 231, 233) a la dominación masculina en el hogar proletario y constituye una premisa para la emancipación de la mujer.

Lo que Marx describió es totalmente consistente con el argumento de que además de las relaciones capitalistas, los asalariados también pueden existir en el seno de un “modo patriarcal de producción.” El asalariado varón de aquella época existía en el interior de dos relaciones de clase: como asalariado en relación al capital y como propietario de esclavos en relación con su familia.

Según Lebowitz, mientras el sujeto sea el capital, puede ser adecuado considerar a estos seres humanos sólo como asalariados. Sin embargo, tan pronto como el trabajador asalariado se convierte en el sujeto, es necesario considerar las otras relaciones en las que está inserto, como la patriarcal.

Entonces, en el proceso de auto producirnos no sólo consumimos valores de uso sino también las relaciones sociales bajo las cuales son producidos esos valores de uso. Este es un tema sobre el cual las feministas marxistas han hecho y continúan haciendo importantes contribuciones.

Aunque Marx describe la relación existente en el interior del hogar como esclavista en su naturaleza, no se detiene a considerar el aspecto de lucha que encierra esta relación. Este tema es excluido por no ser objeto de El Capital.

Michael Lebowitz sostiene que sería ingenuo pensar que Marx hubiese podido desarrollar este tema en el libro faltante sobre el Trabajo Asalariado. Lo que le interesa demostrar es que en el interior de la estructura marxiana existe el espacio teórico para desarrollar estas cuestiones. Considera que no hace falta agregar elementos extraños de manera ecléctica en esta teoría para dar cuenta de estos temas.

Aunque en El Capital no fue desarrollado el tema, una vez que comenzamos a investigar a los trabajadores como trabajadores no asalariados, vemos que más que asalariados abstractos, los trabajadores en cuestión son seres humanos concretos.

Sería un error, sin embargo, considerar el proceso de la producción del trabajador como ocurriendo exclusivamente fuera del trabajo asalariado.

Hemos visto cómo el mismo proceso de producción capitalista produce y reproduce a trabajadores que por educación, tradición y hábitos, perciben los requerimientos de ese modo de producción como leyes naturales y no se les ocurre que pueda existir otra cosa que la hegemonía del capital.

Por otra parte, también produce trabajadores que están separados entre sí. En parte, este es el resultado del esfuerzo consciente del capital por dividirlos y separarlos en el mercado de trabajo y en el proceso de producción.

La unidad de los trabajadores —una de las condiciones para ir más allá del capital—no es producida por el capital. En pocas palabras, el capital tiende a producir la clase obrera que necesita.

Pero el capital no se limita a eso. Confronta también a los trabajadores que han sido producidos por fuera de su relación con el capital: ellos se presentan ante el capital como seres humanos heterogéneos, es decir, como trabajadores que ya están divididos por el sexo, la edad, la raza y la nacionalidad. Esto contribuye a aumentar las dificultades para unir a los trabajadores: le suministra al capital un terreno donde éste puede usar esas diferencias.

Michael Lebowitz llama la atención sobre cómo explota el capital las contradicciones entre los obreros ingleses e irlandeses. Marx llegó a explicar que la impotencia de la clase obrera inglesa, a pesar de su gran organización, se debía a ese antagonismo que dividía a los trabajadores de ambos países en beneficio del capital. ¿Qué decir de lo que ocurre con los trabajadores inmigrantes de hoy?
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El noveno capítulo plantea la pregunta de cómo se puede ir más allá del capital. Rechaza la tesis del marxismo conservador que sostiene que el capitalismo llegaría a su fin cuando ya no permitiese más el desarrollo de las fuerzas productivas. Sostiene que tampoco se puede pensar en que sólo la insatisfacción de los trabajadores producida por su creciente pauperización puede conducir a ello, porque ese malestar lleva a luchar por mejorar la situación dentro del capitalismo y no a ir más allá de él. Lo que trata de demostrar es que el capital está completamente mistificado y que aún las luchas de los trabajadores no son suficientes por sí mismas para ir más allá del capital. Por lo tanto, lo esencial para poder lograr este objetivo es que la clase obrera posea una teoría que le permita desmistificar el capitalismo y que lo haga consciente de las condiciones de su emancipación.

Recordemos la afirmación de Marx de que existe una creciente pauperización de los trabajadores en el capitalismo y que ésta debe entenderse como la brecha entre las necesidades de éstos —desarrolladas socialmente— y las que son normalmente satisfechas. Parecería ser que cuanto mayor sea la pauperización de los trabajadores mayor será su insatisfacción, y mayores las probabilidades de que opten por ir más allá del capital.

Sin embargo, con toda razón, Michael Lebowitz señala que más que apuntar a un más allá del capital, la incapacidad de satisfacer sus necesidades conduce a los trabajadores a la lucha de clases dentro del capitalismo. La pauperización genera inmediatamente una demanda de más altos salarios. La “barrera real” del trabajo asalariado es el mismo trabajo asalariado.

Coincidiendo con Lenin, el autor señala que el capital produce espontáneamente “una conciencia sindicalista”, pero no una conciencia que lleve a más allá de la relación capital/trabajo asalariado, es decir, genera la convicción de que sólo es necesario organizarse en sindicatos, luchar por mejores salarios y por obligar al gobierno a aprobar la necesaria legislación laboral, etcétera.

Si no hay una comprensión de la naturaleza del capital, las consecuencias de su actuación aparecen necesariamente como resultados de una condición natural, independiente de toda relación particular de producción. Por ejemplo, la degradación del trabajador descrita por Marx aparece como el resultado de la producción industrial como tal antes que como el producto del modo específicamente capitalista de producción.

El capital produce al trabajador que necesita, aquel que considera la necesidad del capital como algo completamente evidente. El desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo y las condiciones de ese desarrollo aparecen ante sus ojos como logros del capital. Esta es la mistificación inherente al capital. Por lo tanto, una condición fundamental para que los obreros puedan ir más allá del capital es que logren desmistificarlo.

Esta es la principal contribución de El capital de Marx. Es allí donde se revela la naturaleza del capital, lo que no aparece ni puede aparecer en la superficie es que el capital es el resultado de la explotación del trabajador.

Para trascender al capital era necesaria una teoría que permitiese al trabajador asalariado tomar conciencia de que el capital es producto de su trabajo, es decir, es su propio producto.

Como señaló Marx en su discurso en la sesión inaugural de la Primera Internacional, los obreros pueden ser numerosos, pero sólo pueden triunfar “si están unidos por la organización y dirigidos por el saber”. La teoría marxiana ofrece ese saber; “se transforma en fuerza material en cuanto se apodera de las masas” (Marx, 1965: 30). Pero ¿cuáles son las características de una teoría capaz de revelar la naturaleza del capital? Para responder a esto debemos entender precisamente la base de la mistificación del capital.

El capital no puede aparecer como el resultado de la explotación del trabajador, porque la misma explotación no aparece en el proceso de compra y venta de la fuerza de trabajo. El salario es percibido tanto por el capitalista como para el asalariado como el precio del trabajo, como una cierta cantidad de dinero que es pagada por una cierta cantidad de trabajo. No se ve que lo que el capitalista está pagando es sólo la fuerza de trabajo —sólo una cierta cantidad de trabajo equivalente al trabajo necesario para pagar su valor—, sino se cree que se está pagando todo el trabajo. Allí se encuentra la base para la mistificación total del capital.

La venta de fuerza de trabajo —una transacción individual— oculta la explotación, y, por lo tanto, el capital no puede ser reconocido como el resultado de la explotación. La relación mercantil mistifica su relación real. Es precisamente esa relación real que no aparece a primera vista la que debe ser puesta al descubierto por la ciencia.

Para comprender la naturaleza del capital, Marx tuvo que ir más allá de la transacción mercantil individual y considerar al capitalismo como una totalidad.

Con el concepto de la reproducción del capital como un todo, Marx pudo demostrar que la fuente del capital que confronta a los obreros en cada transacción es el resultado de la explotación previa de los trabajadores.

Considerando al capitalismo como un todo, los medios de producción son reconocidos como el producto de otros trabajadores, otros miembros del obrero colectivo. Si hay una productividad incrementada como resultado de la existencia de medios de producción particulares, no se debe, entonces, a un poder oculto intrínseco a las cosas, sino la actividad de los trabajadores que produjeron esos medios de producción. Más específicamente, esa productividad incrementada resulta de la coordinación y cooperación del trabajo social.

El método de Marx de considerar al capital y el trabajo asalariado como una totalidad fue precisamente lo que se necesitaba para mostrar la naturaleza del capital como el resultado de la explotación. Como argumentó correctamente Lukacs, al escribir El Capital Marx suministró a los trabajadores una teoría para contrarrestar la mistificación inherente al capital.

Esta obra era el intento de Marx de hacer al proletariado “consciente de la condición de su emancipación,” consciente de la necesidad de abolir la propiedad del capital sobre los productos de su trabajo.

Ese era el objetivo limitado, pero sin embargo crucial de El capital, dada la tendencia inherente en el capital a desarrollar una clase obrera que considere las exigencias del capital como “leyes naturales auto-evidentes”.

Pero El capital no es simplemente un momento en la comprensión del capitalismo como un todo; es también un momento en la lucha revolucionaria de los trabajadores para ir más allá del capital.

El Capital de Marx es un estudio de la lógica del capital y eso es lo que debía ser, dada la necesidad de explicar la naturaleza del capital. Para este fin, era necesario crear un concepto abstracto que permitiese dejar de lado los aspectos heterogéneos de los asalariados a los efectos de demostrar lo que todos los asalariados tienen en común. Su objetivo era dar a los trabajadores un arma con la que ir más allá del capital.
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El décimo capítulo pretende destacar el papel de la lucha de clases. Si bien es cierto que “El Capital” señala a la clase obrera las condiciones de su emancipación, el autor recuerda que “el arma de la crítica” no es suficiente; que la teoría debe encarnarse en las masas.

El autor insiste aquí en un tema que está presente en todos los trabajos de Marx: el auto desarrollo de los trabajadores a través de sus luchas, una de cuyas partes centrales es el desarrollo del estado de los trabajadores.

Estas luchas, por sí solas, no trascienden, sin embargo, relación capital/trabajo asalariado. No obstante, en el curso de esos enfrentamientos tiene lugar un importante desarrollo cualitativo del trabajador. La lucha contra el capital es un proceso de producción de la clase obrera como Una. La clase obrera —entendida analíticamente como clase en sí— se convierte en clase para sí mediante su lucha contra el capital.

Marx describe la lucha de clases como un proceso de producción. Aunque las necesidades que intentan satisfacer no vayan más allá del capital, el mismo proceso de lucha produce nuevas personas al dotarlas con una nueva concepción de sí mismas: como sujetos capaces de transformar su mundo.

¡Nada es más central para la concepción global de Marx que esta “coincidencia entre el cambio de las circunstancias y la auto transformación, es decir, el concepto de la práctica revolucionaria!,” señala Michael Lebowitz. Marx llegó a entender que los seres humanos no son inmutables, que la lucha por satisfacer necesidades materiales puede producir nuevas personas con necesidades nuevas y “radicales.”

El auto desarrollo, sin embargo, implica siempre algo más que el mero proceso de producción material. Para Marx, significó en particular el desarrollo de seres humanos socialistas a través de la lucha colectiva. El filósofo alemán veía que la producción de una “conciencia comunista” sólo podría gestarse a través de las luchas de los trabajadores, en un “movimiento práctico, mediante una revolución. (Marx-Engels 1958: 78). El autor de El capital veía las guerras civiles y luchas nacionales no sólo como elementos para provocar un cambio en la sociedad, sino también como medios para que los trabajadores se auto transformaran y se prepararan para el ejercicio del poder político.

Al luchar contra el capital, por lo tanto, el trabajador se producen a sí mismos de una manera diferente: ‘se despoja de sus trabas individuales y desarrolla su capacidad’; “se auto transforma, desarrolla nuevas capacidades e ideas, nuevos modos de interacción, nuevas necesidades y un nuevo lenguaje.” (Marx, 1985a: 351). Mediante esta lucha los trabajadores se producen como premisas de una nueva sociedad.

¡No entender la importancia de la coincidencia entre la modificación de las circunstancias y la auto transformación —coincidencia que sólo puede entenderse como “práctica revolucionaria”— es no entender el elemento dinámico sin el cual no se puede trascender al capital! sostiene Michael Lebowitz.

Aunque Marx escribió El capital para explicar a los trabajadores contra qué estaban enfrentándose, “el esfuerzo por comprender las ideas no es suficiente.”

Ninguna crisis del capitalismo lo llevará a su fin en ausencia de una lucha de clases. Contrariamente a la tesis de la primacía de las fuerzas productivas, en la trascendencia del capital deberían estar implicadas muchas fuerzas sociales, no sólo las ligadas a la estructura económica, están también —como señala Gramsci — las influencias de “las fuerzas políticas” y las fuerzas “político-militares.”

El poder del capital descansa en gran medida en su constante habilidad para dividir y separar a los trabajadores, para ponerlos a competir entre sí, para convertir la diferencia en antagonismo. Consecuentemente, el esfuerzo por unirse y por reducir el grado de separación entre ellos constituye una parte esencial de la lucha de clases de los trabajadores.

Los sindicatos son vitales como centros de organización de la clase obrera. Pero el lugar de trabajo, sin embargo, no es el único lugar para organizarse. En 1850, Marx y Engels identificaron a la comunidad como un sitio en el que los trabajadores deberían unirse. Y a estos espacios nacionales hay que agregar el espacio internacional.

Michael Lebowitz se refiere al tema de las “alianzas” entre los trabajadores y los nuevos actores sociales. Según el autor este tema sólo se plantea como resultado de la reducción teórica de los trabajadores a productos unidimensionales del capital. Para Michael Lebowitz no habría “trabajadores y nuevos movimientos sociales” sino “trabajadores reales multidimensionales y en muchas y diferentes relaciones sociales.” Debería considerarse a los nuevos movimientos como la expresión de otras necesidades de los trabajadores y como el desarrollo de nuevos centros de organización de la clase obrera funcionando “en el amplio interés de su total emancipación.” Y, en la medida en que estas luchas estén dirigidas contra la posición del capital como dueño de los productos del trabajo social, tales luchas ofrecen la posibilidad de agrupar, en lugar de mantener separados, a todos quienes no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo.

De hecho, los distintos movimientos (y centros de organización) pueden respaldarse unos a otros y fortalecer la lucha contra el capital.

Por otra parte, observa Michael Lebowitz, si la cuestión social no se manifiesta solamente de una única forma, sino que también se combina con la cuestión nacional (en este caso, con el antimperialismo), la lucha puede ser “infinitamente más fácil.

En resumen, toda lucha por modificar las circunstancias es un proceso de auto-transformación, porque modifica a las personas que participan en él. En la medida en que para ser exitosas esas luchas deben ser colectivas, ellas producen personas para quiénes la unidad se convierte en un fin más que solamente en un medio.

Ciertamente, no se puede ir más allá del capital si no existe gente en movimiento. Por otra parte, la reproducción de la vida cotidiana, donde la gente diariamente se auto produce como personas con necesidades de mercancías y dependientes del capital, es clave para el proceso que preserva al capitalismo como un sistema orgánico. Incluso algunas luchas dirigidas contra el capital en este sentido pueden ayudar a mantener relaciones capitalistas. De ahí la importancia de trabajar esos sectores.

Finalmente Michael Lebowitz se refiere al papel que juega en esta lucha la conquista del poder del estado y elabora algunas líneas sobre el carácter del nuevo estado que los trabajadores deben construir.

Este estado obrero creará gradualmente las condiciones para ir más allá del capital, para crear la sociedad comunista. Es decir, el estado obrero no abolirá de un plumazo la industria capitalista sino que creará una creciente propiedad estatal.

Pero los capitalistas difícilmente van a aceptar este despojo gradual. Probablemente dejarán de invertir, se declararán en huelga y allí es donde el gobierno socialista necesitará coraje revolucionario para enfrentar esa situación.

En este proceso la industria estatal juega un papel de gran importancia, porque garantiza la subsistencia del proletariado. El estado obrero es un arma esencial para llevar a cabo la lucha contra el capital.

El desarrollo del estado obrero produce una nueva dimensión en la relación social entre los trabajadores. En ese “autogobierno de los productores”, los trabajadores están relacionados como ciudadanos que se autogobiernan en el esfuerzo de actuar de acuerdo con los intereses de los productores en su conjunto.
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Por último, el capítulo decimoprimero y final del libro plantea que para que los trabajadores se sientan motivados a ir más allá del capital no basta que comprendan su naturaleza sino que estén convencidos que otro mundo es posible. Y esta es una de las cuestiones por las que el libro sobre el trabajo asalariado es absolutamente esencial. En este capítulo el autor desarrolla algunos otros rasgos de la nueva sociedad cuyo centro sería, ya no el capital, sino el trabajador colectivo. Termina reafirmando la centralidad de la práctica revolucionaria para el auto-desarrollo del trabajador colectivo y la necesidad de empezar a construir de inmediato el otro mundo alternativo al capitalismo.

La consideración del patrón de necesidades como inmutable, la ausencia de reflexión sobre la importancia del grado de separación entre los trabajadores y la centralidad del trabajador como un sujeto que se desarrolla a través de sus luchas, son aspectos no abordados en El capital. Estas ausencias hacen de la teoría contenida en él una teoría no adecuada para los requerimientos de la lucha. Por eso, según Lebowitz, la elaboración del libro faltante sobre la política económica del trabajo asalariado es tan crítica.

Este silencio tiene sus consecuencias. No sólo limita la capacidad del marxismo para demostrar a los trabajadores que son sus productos y su poder los que se vuelcan contra ellos, sino también impide la posibilidad de revelar que hay una alternativa al capitalismo. Esta alternativa está íntimamente ligada a la economía política de la clase obrera.

Marx imaginaba una clara alternativa: una sociedad de productores asociados, en la que la riqueza social, en lugar de ser apropiada por los compradores de la fuerza de trabajo, fuese utilizada por los individuos libremente asociados que producen de acuerdo con “necesidades comunes y fines comunes” (Marx, 1985a: 62, 73).

Hay que recordar que toda cooperación y asociación del trabajo en la producción genera una productividad social combinada del trabajo que excede la suma de las productividades individuales y aisladas; y que en toda sociedad, la separación y división en las relaciones sociales entre los productores permiten que quienes median entre los ellos recojan los frutos de su cooperación en la producción.

El trabajador colectivo o unido está compuesto por numerosos miembros y órganos distintos. Al respecto Marx decía: “éste trabaja mejor con las manos, aquél más con la cabeza, uno como director, ingeniero, técnico, etcétera, el otro como capataz, el de más allá como obrero manual directo, o incluso como simple peón” (Marx, 1990: 79).

En el capitalismo, el capital como tal articula las distintas partes del obrero colectivo (aunque nunca todas) y media entre esas partes. Por consiguiente, el capital puede arrancar los beneficios que surgen de la cooperación en la forma de plusvalor; y lo hace como resultado de su capacidad para dividir y separar los trabajadores.

Por el contrario, con la eliminación del capital como mediador y el desarrollo del obrero colectivo para sí, ese productor compuesto por diferentes miembros y órganos se transforma en una sola fuerza de trabajo social.

La economía política de la clase obrera vislumbra una sociedad de productores libres y asociados, donde el desarrollo de los seres humanos es el objetivo explícito de la producción.

En esa sociedad cooperativa que imaginó Marx, aquella basada en la propiedad común de los medios de producción, la actividad productiva de las personas se desprende de una unidad y solidaridad basada en el reconocimiento de sus diferencias. Sus miembros se reconocen en su unidad como miembros de la familia humana y actúan sobre esta base para asegurar el bienestar de los otros en el seno de esta familia.

Al contrario de la economía política del capital, abarca algo más que el trabajo mediado por el capital. La jornada laboral en esta sociedad alternativa, por ejemplo, es más larga que la jornada laboral capitalista, porque incluye aquel trabajo improductivo para el capital que Marx incluía bajo los llamados costos de consumo de la fuerza de trabajo.

Por otra parte, la interdependencia de todos los miembros del obrero colectivo está en el corazón de la economía política de la clase trabajadora y ésta no es otra cosa que la sociedad comunista.

En esta sociedad de productores asociados, la cooperación del trabajador colectivo y la ausencia de un mediador extraño demuestran que para rendir frutos no es necesario “que los instrumentos de trabajo estén monopolizados como instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo” (Marx, 1864: 11) En cambio, el trabajador ahora trata al carácter social de su trabajo como su poder.

Pero, ¿cuál es el propósito de los comunistas? Organizar la sociedad de tal manera que cada miembro de ella puede desarrollar y usar todas sus capacidades y energías con total libertad y sin infringir por ello las condiciones básicas de esta sociedad” (Marx y Engels, 1976b: 96

En la versión final del Manifiesto este objetivo era representado como la “asociación, en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos.”

En el centro de la concepción de la sociedad de los productores libres y asociados de Marx estaba el eliminar todas las cadenas que impiden el total desarrollo de los seres humanos.

La productividad social significa tiempo libre para el desarrollo artístico, científico, etcétera.

De acuerdo a ello, los primeros productos de esta sociedad de productores libremente asociados serían seres humanos capaces de desarrollar su potencial total en una sociedad humana donde “crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva” (Marx, 1970b: 24).

Un hermoso cuadro, señala el autor, pero que no surge de la nada; más bien, fluye de todas las luchas de los trabajadores en el capitalismo, impulsadas por su propia necesidad de desarrollo. El “deber ser” de los trabajadores, su impulso hacia la reproducción ampliada, surge constantemente contra las barreras creadas por el capital para apoyar la continuidad de la explotación. Los trabajadores luchan para llegar a sobrepasar esas barreras y en el proceso, transforman las circunstancias y se transforman a sí mismos.

Pero esta no es el mismo relato con el que comenzamos este libro, señala Lebowitz. En el capítulo primero es el capital el que tiene el impulso a crecer y que constantemente va sobrepasando barreras hasta que finalmente enfrenta un límite en la forma de la clase obrera. Llegado a la conclusión de que ese relato es unilateral porque no explica por qué los trabajadores luchan para ir más allá del capital, ni, significativamente, por qué aceptan al capital.

En lugar del determinismo y economismo que se desprenden del marxismo unilateral, el Marx que surge aquí es un revolucionario cuyo optimismo se basa en el supuesto de que los seres humanos luchan contra las condiciones inhumanas. Esa lucha contra una existencia inhumana es lo que impulsa a ir más allá del capital.

Partiendo del concepto del trabajador colectivo y de la sociedad del trabajador colectivo para sí, lo que surge como descubrimiento lógico en El capital es una alternativa a la sociedad capitalista: una “sociedad de la libre individualidad, basada en el desarrollo universal de los individuos y en la subordinación de su productividad colectiva convertida en su riqueza social” (Marx, 1985a: 62).

Cuando Marx escribió El capital, lo hizo en una época en que las visiones utópicas eran habituales. Dada su creencia en que los trabajadores desarrollarían los elementos de la nueva sociedad en el curso de sus luchas, Marx se resistía a escribir recetas sobre la futura sociedad. Sin embargo, luego de la experiencia del último siglo —con el “socialismo realmente existente”— es esencial resucitar la visión de una nueva sociedad, la sociedad de los productores asociados, y no para el futuro, sino para las necesidades del presente.

La conquista de una nueva hegemonía

29 OCTUBRE 2012. En este texto pretendo reflexionar sobre los temas abordados en la mesa de trabajo que se realizó sobre el tema Estado, Revolución y Construcción de Hegemonía, en el VI Foro Internacional de Filosofía realizado en Maracaibo, del 28 de noviembre al 1 de diciembre 2011. Como es lógico, aquí retomo la mayor parte de las ideas de otros trabajos míos, pero en un ordenamiento diferente y agregando algunos matices. Las numerosas notas a pie de página sólo tienen la intención de permitir al lector interesado ir a las fuentes de las ideas aquí expuestas.

ÍNDICE

1. NUESTRA META: UN SOCIALISMO DIFERENTE ……………………………………………………………………2
1) Un nuevo socialismo distante del soviético ……………………………………………………………………..2
2) Volviendo al pensamiento socialista original ……………………………………………………………….3
3) La planificación participativa, un rasgo esencial del socialismo…………………………………………………6
4) Socialismo, democracia directa y democracia delegada ………………………………………………………….8
a) La descentralización: esencial para una verdadera participación………………………………………….9
b) Democracia directa y democracia delegada…………………………………………………………………….10
5) Una nueva sociedad que no se decreta desde arriba ……………………………………………………………14
2. UNA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO USANDO AL GOBIERNO COMO PALANCA …………………….. 14
1) El neoliberalismo, partero del socialismo del Siglo XXI en América latina …………………………………14
a) No importa el nombre que le pongamos …………………………………………………………………………14
2) Un dilema: cómo avanzar habiendo conquistado sólo el gobierno …………………………………………..14
a) Desde el Estado heredado impulsar el surgimiento de un nuevo Estado construido desde
abajo…………………………………………………………………………………………………………………………15
b) Transformando las fuerzas armadas…………………………………………………………. 15
c) Un modelo de desarrollo que respete la naturaleza…………………………………………………………..17
d) Otros desafíos ………………………………………………….. 18
3) Necesidad de una pedagogía de los límites………………………………………………………………19
3. CONSTRUYENDO UNA NUEVA HEGEMONÍA ………………………………………………………………………20
1) Definiendo lo que entendemos por hegemonía…………………………………………………………………….20
a) Burguesía logra aceptación popular del orden capitalista………………………………………………….. 21
b) Comienza el resquebrajamiento de la hegemonía burguesa………………………………………………21
2) Necesidad de un instrumento político ………………………………………………………………………………… 21
3) estrategia política para la actual coyuntura: un amplio frente…………………………………………………. 23
a) Ganar la cabeza y el corazón de la inmensa mayoría………………………………………………………. 24
b) Una nueva cultura de la izquierda…………………………………………………………………………………. 25
2
1. NUESTRA META: UN SOCIALISMO DIFERENTE 1
1) UN NUEVO SOCIALISMO DISTANTE DEL SOVIÉTICO
1. Luego de la caída del muro de Berlín y de la desaparición de la Unión Soviética la intelectualidad
de izquierda latinoamericana y mundial quedó perpleja. Sabíamos más lo que no queríamos del
socialismo, que lo que queríamos. Rechazábamos la falta de democracia, el totalitarismo, el
capitalismo de Estado, la planificación central burocrática, el colectivismo que pretendía
homogeneizar sin respetar las diferencias, el productivismo que ponía el acento en el avance de las
fuerzas productivas sin tener en cuenta la necesidad de preservar la naturaleza, el dogmatismo, la
intolerancia a la oposición legítima, el pretender imponer el ateísmo persiguiendo a los creyentes, la
necesidad de un solo partido para conducir el proceso de transición.
2. ¿Por qué hablar de socialismo si esa palabra ha tenido y sigue teniendo una carga negativa tan
grande luego del derrumbe del socialismo en la URSS y en el resto de los países de Europa del
Este?
3. Para responder a esta pregunta debemos tener en cuenta algunos elementos. Por una parte, en el
mismo momento en que desaparecía del horizonte el socialismo soviético, en América latina
empezaban a darse prácticas democráticas y participativas en gobiernos locales que prefiguraban
algunas características del tipo de sociedad alternativa al capitalismo que queríamos construir.”2 Por
otra parte, al demostrar en la práctica que podían gobernar de forma transparente, no corrupta,
democrática y participativa, prepararon las condiciones políticas para que en varios de nuestros
países la izquierda accediese al gobierno por vía electoral.
4. Esas luces que comienzan a irradiarse en nuestro subcontinente se ven potenciadas por el
estruendoso fracaso del neoliberalismo en las décadas del 80 y 90 y, más recientemente, por la crisis
mundial del capitalismo. Una sociedad alternativa al capitalismo se hace más necesaria que nunca.
¿Cómo llamarla?
5. Fue el presidente Chávez quien tuvo la audacia de llamar socialista a esa sociedad alternativa al
capitalismo. La llamó “socialismo del siglo XXI”, reivindicando con la palabra “socialismo” los
valores siempre vigentes del “amor, la solidaridad, la igualdad entre los hombres las mujeres, entre
todos”3, y agregándole el adjetivo “siglo XXI” para diferenciar al nuevo socialismo de los errores y
1. En este punto hemos empleado casi textualmente párrafos de mi libro América latina y el socialismo del siglo XXI.
Inventando para no errar publicado en 2010 por El viejo Topo en España; la Secretaría de La Paz en Guatemala; el
Instituto Politécnico Tomás Catari (I.P.T.K) en Sucre, Bolivia; y en Caracas, Venezuela, dividido en tres libros de bolsillo,
por XSTAK producciones. Ha sido traducido al inglés por Monthly Review, en su edición de verano juli-ago 2010 y en
francés por Les Editions Utopia, Paris, nov. 2010. Se prepara una traducción al griego. Está disponible en la página web
de Rebelión: http://www.rebelion.org/docs/101472.pdf. Y también he empleado párrafos de unas últimas elaboraciones
que he realizado sobre el tema del socialismo, que aparecen en un número especial de la revista Science and Society, de
abril 2012. Se trata de respuestas a algunas preguntas formuladas por los editores Al Campbell and David Laibman.
2. Uno de los alcaldes del PT, Tarso Genro, decía : “Creo que las experiencias de nuestras administraciones, por su
seriedad e importancia, son fundamentales para la reconstrucción de un nuevo proyecto político.”
3. Hugo Chávez Frías, Discurso de la unidad, Caracas, 15 diciembre 2006, Ediciones socialismo del siglo XXI, No 1o,
Caracas enero 2007, página 41.
3
desviaciones del modelo de socialismo implementado durante el siglo XX en la Unión Soviética y
los países del este europeo.
6. Sabiendo Chávez la carga negativa que tiene la palabra, se dedica desde entonces a explicar a su
pueblo, en sus numerosas intervenciones públicas, todos los beneficios que traerá la nueva sociedad
en contraste con la situación que ha creado el capitalismo. Ha sido tan exitoso su esfuerzo
pedagógico que—según las encuestas— ya más de la mitad de la población venezolana prefiere el
socialismo al capitalismo.
7. Por otra parte, hay que tener presente que 35 años antes, a comienzos de la década de los 70 en
México sólo dos/11 Chile, con el triunfo del presidente Salvador Allende apoyado por la coalición
de izquierda Unidad Popular, se había comenzado a dar la primera experiencia mundial de tránsito
pacífico al socialismo. Aunque fue derrotada a través de un golpe militar tres años después, dejó sus
lecciones. Si algo aprendió nuestra generación de esa derrota fue que si se quería transitar en forma
pacífica hacia esa meta había que repensar el proyecto socialista tal como se había aplicado hasta
entonces en el mundo. Era necesario elaborar otro proyecto más adecuado a la realidad chilena y a
la vía pacífica elegida para construirlo. Eso era lo que Allende parecía intuir al usar su folklórica
metáfora de “socialismo con vino tinto y empanadas”4, que apuntaba a la construcción de una
sociedad socialista democrática enraizada en las tradiciones nacional-populares.5 Y por eso
considero que la experiencia chilena debería considerarse como la primera experiencia práctica que
intentó alejarse del modelo soviético de socialismo y transitar hacia lo que hoy llamamos socialismo
del siglo XXI.
2) VOLVIENDO AL PENSAMIENTO SOCIALISTA ORIGINAL
8. Este socialismo, que pretende guardar distancia frente a la práctica socialista del siglo XX,
retoma las ideas originales de Marx y Engels.
9. Según los marxistas clásicos, la futura sociedad permitiría el pleno desarrollo de todas las
potencialidades del ser humano, algo que sólo puede concebirse en una sociedad cooperativa. El
capitalismo sólo produce seres humanos fragmentados..
10. Se trata como decía Friedrich Engels, en su primer borrador del Manifiesto Comunista, de
“Organizar la sociedad de tal manera que cada uno de sus miembros pueda desarrollar y utilizar su
potencial y sus facultades en completa libertad y, por lo tanto, sin desnaturalizar la esencia básica de
esa sociedad”. En la versión final de Marx del Manifiesto, esa nueva sociedad se presenta como una
“asociación en que el libre desarrollo de cada uno sea la condición del libre desarrollo de todos.”
11. El investigador canadiense, Michael Lebowitz, ha desarrollado ampliamente esta idea en varios
de sus libros referidos al tema del socialismo del siglo XXI6. Él es el autor marxista que más ha
4. Comida chilena típica. Ver: Tomás Moulián, La Unidad Popular y el futuro, en revista Encuentro XXI Nº 3, año 1,
Santiago de Chile, 1995, p.25.
5. Marta Harnecker, “Reflexiones sobre el gobierno de Allende, Estudiar el pasado para construir el futuro”, 5 junio 2003.
Este texto fue elaborado para la revista inglesa Historical Materialism: Research in Critical Marxist Theory, Vol.11,
No.3, Autum 2003.
6. Principales obras del autor publicadas en español: Construyámoslo Ahora: El Socialismo para el Siglo XXI (Caracas:
Centro Internacional Miranda, 2007) [Build it Now: Socialism for the Twenty-first Century (New York: Monthly Review
Press, 2006, ediciones en India, Turquía, Noruega, Grecia); El Socialismo no cae del Cielo: un nuevo comienzo (Caracas:
Monte Avila, 2007; Ediciones Sociales, Cuba y otras.); El Camino al Desarrollo Humano: ¿Capitalismo o Socialismo?
(Caracas: Centro Internacional Miranda, 2008) [The Path to Human Development: Capitalism or Socialism? (Toronto:
4
puesto el acento en el pleno desarrollo humano como la meta a alcanzar y en la relación entre este
desarrollo y la práctica revolucionaria (transformando las circunstancias, la persona se transforma a
sí misma).
12. Pero ¿cómo imaginaba Marx la sociedad alternativa al capitalismo que permitiría el pleno
desarrollo humano?
13. Él la imaginaba como una “sociedad cooperativa7, basada en la propiedad común de los medios
de producción”, donde el trabajo dejaría de ser una obligación y se transformaría en la primera
necesidad vital de la persona humana y donde ésta se desarrollaría “en todos sus aspectos”, donde se
rebasaría totalmente el derecho burgués, donde cada uno daría a la sociedad todo lo que puede de
acuerdo a sus capacidades y recibiría de ella de acuerdo a sus necesidades.8
14. ¿De dónde saca Marx las escasas ideas que encontramos en sus textos acerca de lo que debe ser
la futura sociedad que él denomina comunista?9 Éstas no caen del cielo, ni son el fruto de un
pensamiento especulativo, sino que surgen del análisis de las contradicciones internas del propio
capitalismo. Marx sostiene que el capitalismo crea las condiciones materiales de la nueva sociedad,
una de las cuales es la necesidad técnica de la existencia del trabajador colectivo, otra es el aumento
de la capacidad productiva requerida para poder responder a las necesidades humanas más
apremiantes.
15. Pero Marx no sólo señala las condiciones que favorecen la emergencia de una sociedad
alternativa sino que, al mismo tiempo, al estudiar las contradicciones y efectos negativos del
capitalismo en los trabajadores y el medio ambiente, indica qué cosas es necesario negar invirtiendo
o transformando en su contrario para poder construirla.10
16. Fue gracias a estas inversiones que Marx puede imaginarse la nueva sociedad que reemplazaría
al capitalismo.
17. Él sostiene que es necesario acabar con la propiedad privada capitalista de los medios de
producción, porque ésta ha entrado en contradicción con el carácter cada vez más social11 del
proceso de producción señalando la necesidad de transformarla en propiedad colectiva o común
para superar la anarquía de la producción capitalista, y, por otro lado, para que la economía no esté
orientada hacia el interés personal sino hacia los intereses de la sociedad como un todo.
The Socialist Project, 2009), también en India]; The Socialist Alternative: Real Human Development (New York: Monthly
Review Press, 2010), en preparación su edición al español en Chile.
7. La traducción española emplea la palabra colectivista, la inglesa la palabra cooperativa.
8. Marx, Crítica al Programa de Gotha , en C.Marx, F.Engels, Obras escogidas, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú,
traducción al español 1974, p.45 y p.43.
9. Debemos señalar que Marx se dedicó a estudiar científicamente sólo el modo de producción capitalista y que ni siquiera
pudo desarrollar todos los temas que se había propuesto abordar en esta materia, de allí que sea difícil encontrar en sus
escritos referencias al socialismo. Por otra parte, aunque hubiese contado con tiempo para hacer este trabajo, no hubiese
podido desarrollar mucho más ya que el conocimiento científico no puede ir por delante de la realidad.
10. He tomado esta idea de Michael Lebowitz. El autor dice: “Leamos El capital con el objetivo de identificar las
inversiones y distorsiones que producen seres humanos truncados en el capitalismo, y podremos tener una idea de lo que
pensaba Marx acerca de lo que es “peculiar y característico” de la producción en esa “situación inversa”, el “socialismo.”
(The Socialist Alternative, Real Human Developpement , Monthly Review Press, New York, 2010, pp.56-57).
11. Si los frutos del trabajo son cada vez más el producto de un trabajador colectivo y para ser producidos dependen cada
vez más de diversas ramas de la producción, lo lógico es que la propiedad sea cada vez más colectiva.
5
18. Es necesario acabar con la creciente división entre trabajo manual e intelectual —fruto del
despojo capitalista de todo conocimiento o habilidad que haya tenido el trabajador en relación con
el proceso de producción—haciendo del trabajo una actividad integral manual e intelectual a la vez.
Es necesario acabar con el trabajo alienador, obligatorio —en el que para lograr el máximo
potencial productivo del trabajador se le fragmenta convirtiéndolo en un tornillo más de la máquina.
Estas inversiones llevan a colocar el protagonismo de los trabajadores en el proceso de
producción como algo central.
19. Marx planteaba también que era necesario acabar con las relaciones de producción capitalistas y
con el antagonismo entre el campo y la ciudad porque producen una “fractura irreparable” del
metabolismo entre el ser humano y la naturaleza12, planteando que sería sólo en la sociedad
comunista13 donde “los productores asociados [regularían] racionalmente ese metabolismo suyo con
la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo […]”14.
20. Quiero detenerme brevemente en este tema, dadas las tergiversaciones a que se ha prestado una
lectura apresurada y fuera de contexto de algunos textos de Marx y Engels, aquellos en los que estos
autores expresan que aprecian cómo positivo el gran desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado
bajo el capitalismo y las perspectivas de un mayor desarrollo de éstas en la sociedad socialista. Y
digo una lectura fuera del contexto, porque cuando allí ellos hablan del desarrollo industrial a gran
escala que tendría lugar en la nueva sociedad no están planteando que sería un desarrollo ilimitado
sino aquel que produciría “lo bastante para organizar la distribución con vistas a cubrir las
necesidades de todos sus miembros.”15
21. Hay que recordar que Marx vivió en la época de la crisis de la fertilidad del suelo provocada por
“ el ciego deseo de ganancias” de los capitalistas, crisis que provocó la búsqueda desesperada de
fertilizantes naturales como el guano y luego el salitre, y que impulsó la segunda revolución
agrícola asociada a los notables avances en la ciencia del suelo16. Al comienzo, Marx pensó en que
estas innovaciones podrían, de alguna manera, contribuir a resolver esa crisis pero, a muy poco
andar, llegó a la conclusión de que esta segunda revolución agrícola no haría sino agudizar los
problemas.17
12. Marx, Capital, Vol 1. Chapter 7, p.283, Vintage Books, New York, 1976, p.283 and Vol.3, Chapter 47: The Genesis
of Capital Groun Rent, Vintage Books, New York, 1981, p.949. Marx escribe: “El trabajo es, antes que todo, un proceso
que se desarrolla entre el hombre y la naturaleza, un proceso en el cual el hombre, a través de sus propias acciones, media,
regula y controla el metabolismo entre él y la naturaleza. […] A través de este movimiento él actúa sobre la naturaleza
externa y la cambia, y de esta manera simultáneamente cambia su propia naturaleza […] .” (Capital, vol. 1, chapter 7,
Vintage Books Editions, New York, August 1977, p. 283) NO TENGO SXXI. Bellami Foster nos dice que la mayor parte
de las ideas acerca del metabolismo entre el hombre y la naturaleza fueron expuestas en las obras iniciales más filosóficas
de Marx.
13. Ese es el nombre que Marx da a la sociedad de productores asociados.
14. El capital, Tomo III, vol.8, Siglo XXI editores, México,3ª ed. 1984, p.1044.
15. Engels, Principios del Comunismo, en C.Marx, F.Engels, Obras Escogidas Tomo I, Editorial Progreso , Moscú,
1973, p.94 [El subrayado es de Marta Harnecker]
16. Lo que más técnicamente se llama edafología.
17. Ver sobre la influencia de Liebig en Marx en: John Bellamy Foster, La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza,
El Viejo Topo, España, 2000, pp.233 a 240. Título original: Marx`s ecology. Materialism and Nature, Monthly Review
Press, 2000. Recomiendo calurosamente este libro a mis lectores.
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22. En ese marco, hace ya algo más de 150 años, el autor de El Capital desarrolló—como dice
John Bellamy Foster—“una crítica de la degradación medioambiental que anticipaba gran parte del
pensamiento ecológico actual.”18
23. Veamos lo que entonces decía en su obra maestra: “[…] todo progreso de la agricultura
capitalista no es sólo un progreso del arte de esquilmar al obrero, sino a la vez en el arte de
esquilmar el suelo; todo avance en el acrecentamiento de la fertilidad de éste durante un lapso dado,
[es] un avance en el agotamiento de las fuentes duraderas de esa fertilidad. Este proceso de
destrucción es tanto más rápido, cuanto más tome un país —es el caso de Estados Unidos de
Norteamérica, por ejemplo— a la gran industria como punto de partida y fundamento de su
desarrollo. La producción capitalista, por consiguiente, no desarrolla la técnica y la combinación del
proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos manantiales de toda
riqueza: la tierra y el trabajador.”19
24. Sólo un modelo de sociedad alternativo al capitalismo podrá restablecer el metabolismo natural
entre el hombre y la naturaleza; una sociedad socialista en que sea la gente y no una élite
privilegiada la que —a través de sus delegados— decida qué producir y cómo producir para
satisfacer las verdaderas necesidades de la población y no las necesidades artificiales creadas
por el capitalismo en su loca carrera por obtener más ganancias, y que al hacerlo tenga muy en
cuenta la preservación de la naturaleza.
3) LA PLANIFICACIÓN PARTICIPATIVA, UN RASGO ESENCIAL DEL SOCIALISMO
25. Ahora bien, si examinamos las características que hemos señalado de la nueva sociedad que
queremos construir, vemos que ésta no puede limitarse a traspasar a manos del Estado los
principales medios de producción, porque esto no significa otra cosa que un mero cambio jurídico
de propietario, ya que continúa la supeditación de los trabajadores a una fuerza externa: la gerencia
capitalista es reemplazada por una nueva gerencia ahora socialista, pero no varía la situación
alienada de trabajadores en el proceso de producción. Se trata de una propiedad formalmente
colectiva, porque el Estado representa a la sociedad, pero la apropiación real todavía no es
colectiva.
26. Es por eso que Engels sostiene que “la propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es
la solución del conflicto [entre el carácter cada vez más social de las fuerzas productivas y la
propiedad privada capitalista de los medios de producción],” aunque añade que la propiedad estatal
“alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución” ¿Cuál es entonces la
solución? Según él, ella “sólo puede estar en reconocer de un modo efectivo el carácter social de las
fuerzas productivas modernas y, por lo tanto, en armonizar el modo de producción, de apropiación y
de cambio con el carácter social de los medios de producción. Para esto, no hay más que un camino:
que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, tome posesión de estas fuerzas productivas, que ya
no admiten otra dirección que la suya.”20
18. John Bellamy Foster, Ibidem, p.221.
19. Marx, El capital, Tomo I, Vol.2, Siglo XXI editores, México, 3a.ed. 1975, pp. 612-614. Según Bellami Foster, esta
idea de la necesidad de restaurar los constituyentes del suelo fue tomada por Marx directamente de Liebig.[La ecología de
Marx, Op.cit. Cap. V. nota 39, p.420.
20. F. Engels, “Del socialismo utópico al socialismo científico”, en K. Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos,
Editorial Progreso, Moscú, 1989, tomo. III, pp. 151-153. [El subrayado es de MH]
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27. Pero, ¿qué significa que la sociedad tome posesión de esos medios de producción?, porque la
sociedad es algo muy abstracto: puede ser una localidad pero puede ser también toda la humanidad.
A mi entender, de lo que se trata es de determinar quiénes son los que deben tener una posesión
efectiva de ellos, es decir, el derecho a usar, gozar y disponer de esos medios. Es aquí donde me
parece importante el aporte de Pat Devine. El economista inglés distingue distintos niveles de
propiedad social, cada uno de los cuales estaría definido por “los grupos que se ven afectados por
las decisiones que se toman sobre las cosas que se poseen, en proporción al grado en que son
afectados.”21
28. De acuerdo a esta lógica, ¿quién debería ser el propietario de una panadería que produce pan y
dulces para una determinada área geográfica, para una comuna, por ejemplo? Si los trabajadores de
esa panadería habitan en dicha comuna, si la materia prima para fabricar el pan proviene de
agricultores de dicho territorio y el pan y los dulces que produce son consumidos por los habitantes
de dicho territorio, no tiene sentido que esa panadería sea propiedad de la nación, debería ser
propiedad de esa comuna.
29. En cambio, en el caso de una empresa estratégica como la del petróleo, sería un absurdo que el
colectivo de trabajadores se atribuyese la propiedad de esas riquezas que pertenecen a todos los
habitantes del país (¿o de la humanidad?), lo que no significa que esos trabajadores no puedan o no
deban participar en la gestión de dicha empresa. El excedente que se produzca no puede ser
destinado únicamente a mejorar las condiciones de vida de sus trabajadores, sino también a nuevas
inversiones en la empresa, a apoyar el desarrollo de las comunidades aledañas, y, al ser una riqueza
de toda la nación, una parte significativa de esos excedentes debe ser aportada al presupuesto
nacional. La propiedad jurídica de esta empresa debería estar en manos del Estado en representación
de la nación, el control del proceso de producción debería estar en manos de los trabajadores de la
empresa, pero el destino de los frutos obtenidos en el proceso de producción —una vez descontado
lo que debe ir a inversiones necesarias para la reproducción del proceso productivo y a retribución
por el trabajo— deberían ser definidos por toda la sociedad.
30. Y ¿cómo se logra que la comuna, en el primer caso, y que la sociedad, en el segundo caso,
definan qué se hace con esos frutos? Es aquí donde entra a jugar un papel esencial el proceso de
planificación participativa—muy diferente de la planificación burocrática— ya que es sólo a través
de este proceso que la sociedad —en sus distintos niveles— puede realmente llegar a apropiarse de
los frutos del trabajo que en ella se generan.
31. Comparto con Pat Devine la idea de que los actores de ese proceso de planificación participativa
variarán de acuerdo a los distintos niveles de propiedad. En el caso de la panadería comunal,
21. “Podemos definir mejor la propiedad social como aquella propiedad que pertenece a los grupos que se ven afectados
por las decisiones que se toman sobre las cosas que se poseen, en proporción al grado en que los afecta. Tiene bastante en
común con el concepto de stakeholding. Siguiendo el principio de subsidiaridad que sostiene, por lo menos en teoría, que
en la estructura de gobierno de múltiples niveles de la Comunidad Europea, los propietarios sociales serán diferentes
respecto al grado de generalidad y el alcance de las decisiones a tomar. Las decisiones tomadas en los niveles más altos de
generalidad involucrarán posesiones mayores y afectarán a una mayor proporción de personas e intereses que las
realizadas en los niveles más bajos. En cada nivel, los propietarios sociales necesitarán negociar entre ellos para llegar a
un acuerdo acerca del uso de las cosas que se poseen para que ellas satisfagan los intereses colectivos, los cuales habrán
sido definidos por ellos mismos. (Pat Devine, “Social ownership and democratic planning”. Este artículo es una versión
revisada de “The political economy of twenty-first century socialism”, Soundings, 37, Winter 2007, pp.105-115. Ver
también: Democracy and Economic Planning: The Political Economy of a Self-governing Society. Polity Press, 1988,
resumido por Marta Harnecker y Camila Piñeiro y publicado el 5 de mayo del 2009 en: www.rebelion.org/docs/85008.pdf
bajo el nombre de Democracia y planificación económica.
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quienes se deberán pronunciar acerca de cuánto producir, con qué materia prima, con qué calidad,
con qué variedad, a qué hora debe estar listo el producto, cómo distribuirlo, cuánto invertir en el
mantenimiento o ampliación de la empresa, etcétera, deberán ser los representantes de las personas
que producen la materia prima empleada, de las que trabajan en la panadería y de las que consumen
el pan y los dulces. En el caso de la empresa petrolera, si bien los trabajadores de dicha entidad
deberán participar en la gestión del proceso de producción del petróleo, en las decisiones en lo que
se refiere a reinversión, ampliación de las inversiones, comercialización, y uso social del resto del
excedente, deberá participar toda la sociedad a través de sus diferentes delegadas/os o voceras/os.
32. Quise extenderme sobre este tema, porque pocas veces he visto que se considere a la
planificación participativa como una de las características centrales del socialismo. Según mi
opinión no hay socialismo si no hay planificación participativa, es decir, si la sociedad no toma
posesión “abiertamente y sin rodeos” —como dice Engels— de los medios de producción, mediante
el ejercicio de la planificación participativa.22
33. Pero cuando decimos que el socialismo del Siglo XXI retoma las ideas originales de Marx y
Engels, eso no significa que podamos prescindir de un estudio crítico riguroso de las experiencias
de socialismo del siglo XX que surgieron invocando sus ideas, para evitar caer en la repetición de
sus errores y desviaciones. Éstos pesan demasiado sobre la cabeza de la gente como para pretender
levantar banderas socialistas sin saldar cuentas con el pasado.
34. Para algunos este proceso durará décadas. Para otros, como Samir Amin, durará siglos —del
mismo modo que el capitalismo demoró siglos en consolidarse—, y hay quienes, como yo, lo
vislumbran como una meta utópica, que ilumina el camino, que orienta la lucha, pero que nunca
lograremos alcanzar plenamente. Y esto no significa ser pesimistas como algunos piensan. Por el
contrario, una meta utópica bien perfilada ayuda a caminar, fortalece nuestra decisión de luchar, y
todo paso que acerque a ese horizonte, por pequeño que sea, es considerado un paso positivo.
4) SOCIALISMO, DEMOCRACIA DIRECTA Y DEMOCRACIA DELEGADA
35. Hemos afirmado que la sociedad que queremos construir —que hemos llamado socialismo del
siglo XXI— busca crear las condiciones para el pleno desarrollo humano en una sociedad solidaria,
y que este pleno desarrollo sólo se logra a través de la práctica, es decir, que las personas, en la
medida en que luchan por cambiar las circunstancias, por crear las condiciones de la nueva sociedad
solidaria, van transformándose a sí mismas, van desarrollándose más plenamente, superando la
cultura heredada y practicando nuevos valores como el de la solidaridad y el respeto a las
diferencias.
36. La participación democrática, el protagonismo popular, es por lo tanto, uno de los rasgos
esenciales del socialismo.23
37. Por eso es que Alfredo Maneiro —intelectual y dirigente político venezolano— sostenía que no
se trata sólo de otorgar un contenido social a la democracia burguesa poniendo énfasis en la
resolución de los problemas sociales del pueblo: alimentación, salud, educación, etcétera, sino de
transformar la forma misma de la democracia heredada, creando espacios que permitan que las
personas, al luchar por el cambio de las circunstancias, se vayan transformando a sí mismas.
22. Para profundizar en este tema recomendamos leer el libro de Pat Devine ya mencionado.
23. Ver mayor desarrollo de este tema en Marta Harnecker, América latina y el socialismo del siglo XXI. Inventando
para no errar, Capítulo III. Rasgos del socialismo del siglo XXI, Op.cit. párrafos 189 al 280.
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38. No es lo mismo, decía el dirigente político venezolano, que una comunidad conquiste un paso a
nivel para lo cual se ha organizado y ha luchado, a que reciba esa obra como un regalo del Estado.
El paternalismo de Estado es incompatible con el protagonismo popular. Conduce a transformar a la
gente en pedigüeña. Hay que pasar de la cultura del ciudadano/a que mendiga a la cultura del
ciudadano/a que conquista, que toma decisiones; que ejecuta y controla; que autogestiona, que
autogobierna. Hay que pasar —como dice Aristóbulo Istúriz— del gobierno para el pueblo al auto
gobierno del pueblo, a que el pueblo asuma realmente el poder.
39. Esta democracia participativa y protagónica no es sólo una democracia para las élites, como lo
es la democracia representativa burguesa, es una democracia para la gran mayoría de la gente. En
ella el ciudadano común puede participar de distintas maneras no solo formulando demandas y
fiscalizando, sino fundamentalmente tomando decisiones y vigilando que éstas se pongan en
práctica.
40. Como dice el dirigente político uruguayo, Pablo Anzalone24, se trata de construir procesos
democráticos donde las grandes mayorías populares sean incorporadas a la escena política, tanto en
las estructuras como en las prácticas que se desarrollan. Es una reformulación de la política,
rescatando y poniendo el énfasis en los mecanismos participativos que van desde lo local a lo
nacional
a) La descentralización: esencial para una verdadera participación
41. Pero la participación no se da en el aire, ni se da en cualquier espacio, es necesario crear los
espacios adecuados para ejercerla, es decir, espacios en los que la gente pueda no solo discutir,
manifestar sus opiniones sino que también pueda tomar decisiones.
42. Y por ello, sólo puede haber posibilidades de real participación si se da un profundo proceso de
descentralización que implica descentralizar competencias y recursos.25
43. Pero, además de crear estos espacios, es necesario darle herramientas a la población para que
pueda tomar estas decisiones. Si bien es cierto que se aprende a participar participando, no es menos
cierto que es muy importante, aunque no imprescindible, contar con facilitadores que ayuden a dar
los primeros pasos, y es necesario contar con la información que permita adoptar las decisiones más
convenientes.
44. Aquí debemos aclarar que afirmar que la participación popular es un rasgo central de la nueva
sociedad que queremos construir, no significa que todo el mundo tenga que participar con la misma
intensidad. Si respetamos las diferencias, tenemos que entender, por un lado, que hay personas con
mayor o menor vocación para participar activamente en la construcción de la nueva sociedad y, por
otro, que hay muy diferentes formas de participar: hay padres de familia dispuestos a participar, por
ejemplo, en las reuniones de padres que se organizan en las escuelas a comienzos del año escolar,
hay jóvenes que se sienten dispuestos a participar si se les convoca a discutir sobre cómo desarrollar
el deporte en su comunidad, pero ni los unos ni los otros se interesan en participar en las reuniones
de su comunidad; hay otras personas, en cambio que sí se sienten llamadas a participar en forma
mucho más activa y constante en el espacio donde habitan, en su centro de trabajo o de estudio. Lo
que nos debe interesar conseguir es que, sea cual sea el nivel de participación, en los momentos
decisivos esas personas estén dispuestas a manifestar su apoyo al proyecto de nueva sociedad que se
24. Comentarios a una versión previa de este trabajo.
25. Más técnicamente se usa la palabra descentralización para referirse al poder y desconcentrar para indicar el traslado de
funciones y creación de servicios.
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quiere construir a través de su voto (elección de autoridades, referéndum, consulta popular), de su
presencia en la calle cuando la situación lo exige, etcétera, etcétera.
45. Por otra parte, para que la gente se sienta estimulada a participar, tiene que sentir cómo cambia
su vida gracias a esa participación. Por eso es tan importante evitar el reunionismo, la gente tiene
que tener tiempo para el descanso y la recreación, y cada reunión que se haga debe dejar en la gente
la sensación de que valió la pena asistir, sea porque se consiguió algo material o sea porque se logró
algo espiritual: algo que tocó el corazón (un video, una canción, un gesto). Lo importante es que la
persona salga enriquecida de dicho encuentro, que sienta que su vida cambio en algo.
46. Por último, tenemos que entender que la gente va transformándose a través de la participación.
Puede empezar asistiendo a una reunión sólo para conseguir una solución material, pero cuando va
descubriendo que asistir a las reuniones la va enriqueciendo, porque logra tener más información de
lo que está ocurriendo, porque al realizar acciones solidarias siente la satisfacción de ver cómo ha
contribuido a hacer feliz a otra gente, todo eso va cambiando a las personas, éstas van entendiendo
que es más importante el ser que el tener y, seguramente, estarán cada vez más dispuestas a
participar por otras motivaciones que no sean puramente materiales.
b) Democracia directa y democracia delegada
47. Tenemos que entender también que la única forma aceptable de democracia no es sólo la
democracia directa, es decir, aquella democracia en la que a través de asambleas la gente discute y
decide qué hacer.
48. La democracia directa es una forma de democracia, sin duda la más rica y protagónica, pero
tiene límites. Para que todos pueden participar plenamente, la dimensión del grupo no puede ser
excesivamente extensa. No podemos pensar en democracia directa a nivel municipal en un
municipio con 200 mil habitantes y, mucho menos, en las grandes capitales donde habitan millones
de personas.
49. La participación democrática no puede quedar limitada a estas experiencias de pequeña
dimensión, sino que debe trascender la comunidad, la sección de la fábrica, el aula de clases, debe
abarcar niveles de poder local más amplios hasta llegar al poder a escala nacional; lo mismo debe
ocurrir en las empresas: además de existir consejos de trabajadores por taller o sección, debe haber
consejos de trabajadores por empresa, por rama de la producción; y similarmente debe ocurrir en los
centros de estudio (por aula, facultad, universidad, universidades).
50. Hay que crear un sistema que permita la participación de las ciudadanas y ciudadanos en todos
los procesos de toma de decisiones, concernientes a asuntos comunes y generales que atañen a la
vida humana en sociedad, y para ello debe establecerse alguna forma de delegación de poder que no
reproduzca las limitaciones y deformaciones a las que da origen la representación política burguesa
clásica.
51. En la Venezuela revolucionaria se han dado pasos, que marcan un hito en la historia política
latinoamericana, para abolir la figura clásica de representación política e ir instaurando un sistema
político que combina democracia directa con delegación o vocería, como se le ha llamado
acertadamente en este país. Aquí las personas electas para formar parte del consejo comunal26 se
26. Se trata de una organización territorial inédita en América Latina por lo reducido de su número de participantes: entre
200 y 400 familias en las zonas urbanas densamente pobladas, entre 50 y 100 familias en las áreas rurales, y aún menos
familias en zonas alejadas, fundamentalmente en zonas indígenas. La idea era favorecer al máximo la participación
11
denominan voceras y voceros porque son la voz de la comunidad y, por eso, cuando dejan de serlo,
porque han dejado de transmitir lo que la comunidad piensa o decide, esas personas pueden y deben
ser revocadas.
52. La idea sería la de constituir un sistema político inédito de poder popular o de autogobierno que
combine democracia directa en los espacios pequeños con todo un sistema de asambleas de voceras
y voceros [de delegadas y delegados] a distintos niveles, las cuales deberían elegir, orientar y
controlar a los distintos órganos de gobierno.
53. El correcto cuestionamiento a la democracia representativa burguesa, no debe llevarnos, por lo
tanto, a rechazar todo tipo de representatividad. Lo que se rechaza, y con razón, es esa democracia
que se limita a los cinco minutos de votación cada cierto número de años; esa democracia elitesca
que ha invisibilizado a sectores importantes de la población, que son los que hoy han comenzado a
aparecer en el escenario político en distintas partes del mundo, expresando una crítica abierta o
implícita al sistema político vigente.
54. Si defendemos que las grandes decisiones deben ser tomadas por la gente, tenemos que ser
coherentes y señalar cómo millones de personas, que además viven a cientos de kilómetros unas de
otras, van a tomar esas decisiones. Yo no veo otra posibilidad que no sea la de delegar en algunas
personas para que éstas representen las posiciones de sus comunidades en los niveles institucionales
superiores. Por otra parte, tenemos que tener claro que si ellas —en representación de sus bases—
no toman las decisiones, las toman otros.
55. Negar la posibilidad de delegar es negar la posibilidad de participar en la toma de decisiones
sobre temas que trascienden a nuestra realidad local (comunidad, centro de trabajo o de estudio).
56. Los invisibles no llegarán a ser visibles si no se hacen visibles. Creo que ese fue el error de los
zapatistas. Si bien ellos lograron hacerse visibles en 1994 a través de la rebelión armada luego, al
marginarse de la política del país, de alguna manera han vuelto a invisibilizarse.
57. De lo dicho anteriormente se puede concluir que tenemos que crear un sistema político de
representación, o delegación, pero éste debe ser muy diferente al sistema democrático burgués. Este
último concibe a sus representantes como profesionales de la política y, por lo tanto, considera que
deben recibir una remuneración por su desempeño y, una vez electos, su mandato es exclusivamente
unipersonal, alejado de sus electores a los que sólo vuelven a contactar en un nuevo período
electoral.27 El sistema de delegación o vocería que se propone como alternativa, es la antítesis de
estas concepciones y prácticas: las personas electas como representantes, delegadas/os o voceras/os
deben mantenerse ligadas a sus bases, las que a su vez deben supervisar y guiar su trabajo y
prevenir su burocratización.
58. No reciben un mandato libre por un cierto tiempo como los representantes burgueses, sino que
deben guiarse por las decisiones y orientaciones de sus electores quienes deben evaluar su
ciudadana en espacios pequeños para facilitar el protagonismo de sus asistentes, haciéndoles sentirse cómodos y
desinhibidos.
27. “Lo que uno elige —señala el investigador boliviano, Luis Tapia— es quién va a sustituir a los ciudadanos, por un
tiempo, en las tareas ya sea ejecutivas o legislativas, en funciones de gobierno estatal, ya sea a nivel municipal o a nivel
del gobierno central o nacional. Lo que el [p.126] representante hace luego de ser elegido puede no tener relación con los
ciudadanos que votaron por él, en el sentido de que no hay un espacio en el que éstos puedan a través de su participación
alimentar con opiniones políticas al supuesto representante. […]. Luis Tapia Mealla, Gobierno multicultural y democracia
directa nacional en: La transformación pluralista del estado, de Álvaro García Linera, Luis Tapia Mealla y Raúl Prada
Alcoresa, Muela del diablo editores/Comuna, Bolivia, pp.126-127)
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desempeño de acuerdo a las tareas que le van asignando. Esto es lo que los zapatistas han querido
significar al plantear que hay que mandar obedeciendo.
59. Pero aquí debemos aclarar que esto no significa que su mandato sea imperativo. No son
autómatas que reciben mensajes y simplemente los transmiten, son personas responsables y
creativas que, al encontrarse con la realidad de otras comunidades, deben poder modificar el
mandato recibido al ver, por ejemplo, que un comunidad vecina está en situación más precaria que
la suya y apoyar una obra para esa comunidad en lugar de defender la suya. Tiene, por supuesto,
que dar cuenta de su mandato a su comunidad; debe volver a ésta a explicar el porqué de su actitud.
Debe realizar con sus bases todo un trabajo pedagógico para que éstas entiendan que el no
cumplimiento del mandato de la comunidad se debe a razones solidarias que justifican su conducta.
Si la comunidad no logra ser convencida, tiene todo el derecho a revocar a ese delegado porque éste
ya no representa su sentir. La comunidad todavía no ha madurado para hacer suyos los valores
solidarios y, por lo tanto, no se merece ese delegado que refleja esos valores. Recordemos aquí el
dicho: los pueblos tiene los gobernantes que se merecen. Podríamos decir lo mismo de esta
comunidad.
60. De alguna manera el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, explica con otras palabras
lo que más arriba hemos querido decir, refiriéndose en este caso a los gobernantes a nivel nacional:
“Gobernar obedeciendo es afirmar cada día que el soberano no es el Estado, que el soberano es el
pueblo, que no se manifiesta cada cinco años con el voto, sino que se manifiesta, habla, propone,
cada día: necesidades, expectativas y requerimientos colectivos. Lo que se le pide al gobernante es
sintetizar y unir, porque pueden haber voces discordantes dentro del pueblo. El pueblo no es una
cosa homogénea, ¡no señores!, hay clases sociales, hay identidades, hay regiones. El pueblo es muy
diverso. El trabajo del gobernante no es sustituir al pueblo, es armonizar las voces del pueblo,
sintetizar en un solo sentido sus inquietudes. Pero eso no significa que el gobernante sustituya al
pueblo. Gobernar obedeciendo es eso: el soberano es el pueblo y el gobernante es simplemente un
unificador de ideas, un articulador de necesidades, y nada más.”28
61. Para cumplir sus funciones de voceras y voceros y no deformarse, estas personas deben ser
electas en sus lugares de trabajo o de residencia y, como decíamos, deben poder ser revocadas
cuando han perdido la confianza de sus electores.
62. Por otra parte, no deben recibir un salario sino continuar en sus respectivos trabajos. Y si es
necesario que en determinado momento se dediquen a tiempo completo al trabajo comunitario, es la
comunidad la que—a través de sus propios recursos— debería entregarle una cierta suma de dinero
que le permita durante ese período sobrevivir. De esta manera, quedaría aún más claro que tienen
que rendir cuenta de su trabajo a la comunidad. Esto evita transformar las tareas de trabajo
comunitario en tareas burocráticas, realizada sólo para poder obtener un salario.
63. Por último, hay una práctica muy sana en algunas comunidades que es la de rotar a los cuadros,
de tal forma de evitar que determinadas personas se eternicen en determinadas funciones
impidiendo que otras personas de la comunidad vayan aprendiendo a ejercerlas.
64. Y, por supuesto, es muy importante que quienes los eligen los seleccionen correctamente. Y
sobre ello nuevamente la experiencia venezolana nos da luces. Ella nos ha hecho ver cuán
importante es que la elección de las y los voceros se prepare con seriedad y que la gente haya
28. Palabras final pronunciadas en la conferencia de prensa en Maracaibo, Venezuela, en el marco del VI Foro
Internacional de Filosofía, 28 enero 2012.
13
conocido a sus candidatos a través de su comportamiento práctico y no sólo de discursos. Por
ejemplo, ha sido muy positivo que antes de elegir a los miembros de los consejos comunales,
quienes se autoproponen como candidatos colaboren en la realización en su comunidad de un censo
demográfico y socio-económico casa por casa, porque a así se ven obligados a tomar contacto con
cada familia de la comunidad. También ha sido muy útil el que hayan elaborado una breve historia
de esa comunidad con la gente, lo que les permite conocer mejor la realidad a la cual van a servir.
Otra actividad que ha sido muy productiva es la organización del diagnóstico participativo que les
ha permitido conocer mejor las necesidades y anhelos más sentidos de la gente que habita en esa
comunidad. No basta entonces que sean capaces de pronunciar bellos discursos para ser electos,
sino que los habitantes de su comunidad constaten su verdadera vocación de servicio. Así se evita
elegir a quienes buscan estos cargos como trampolín para una carrera política personal.
65. Hasta aquí hemos hablado de democracia participativa en lo local y su sistema de vocería, pero
—como ya hemos dicho— ésta no debe ser la única forma de participación política del pueblo. El
investigador boliviano Luis Tapia tiene una interesante propuesta que cualificaría aún más esta
participación política y profundizaría la democracia. Él propone la creación de espacios políticos
públicos para deliberar sobre cuestiones de interés general.
66. Se trataría de espacios políticos de participación democrática directa, no sólo sobre los temas
locales y municipales [que es lo que suele hacerse], sino sobre temas nacionales o plurinacionales;
por ejemplo, cómo avanzar hacia una política de desarrollo económico que respete la naturaleza y
los intereses de las comunidades indígenas; cómo afrontar el tema de la inseguridad. Vivir en
lugares apartados de la capital no debería ser un impedimento para participar en la discusión de
temas nacionales.
67. De alguna manera el movimiento 15 M en Madrid y los estudiantes chilenos están usando
espacios públicos para el debate, y se han transformado en proceso masivo de auto-educación
popular.
68. Pero no sólo se debe discutir a nivel local problemas nacionales, hay que hacer llegar la voz de
esas discusiones locales hacia los niveles institucionales superiores, y esto ratifica, una vez más, la
necesidad de establecer un sistema de delegación o vocería.
69. Por otra parte, la agenda de los debates de la instancia legislativa a nivel nacional —un
parlamento de nuevo tipo— debería ser pública y objeto de discusión en cada uno de esos espacios
de democracia directa, que a su vez irían retroalimentando la discusión del mismo parlamento.29
70. Y junto a este sistema de construcción colectiva de opiniones y lineamientos, en el que
participan las personas más comprometidas, no hay que descartar el empleo de mecanismos de
consulta popular de carácter nacional con distintas modalidades, como ya se hace en algunos de
nuestros países latinoamericanos, teniendo claro que estos mecanismos de consulta que implican un
pronunciamiento individual , no tienen la riqueza de las discusiones colectivas, y que por eso deben
ser instrumentos complementarios y no sustitutivos.
71. Creo que todas estas reflexiones llevan a concluir que el sistema democrático que queremos
construir debe combinar momentos de democracia directa y momentos de democracia indirecta o
delegada.
29. Luis Tapia Mealla, op.cit pp.132 -137 y pp.180-182.
14
5) UNA NUEVA SOCIEDAD QUE NO SE DECRETA DESDE ARRIBA
72. Y, por último, una sociedad con las características arriba señaladas no puede surgir por decisión
de un gobierno o de una vanguardia iluminada. No puede decretarse desde arriba. No es una dádiva,
es una conquista. Es un proceso democrático, de transformación cultural, que se construye con la
gente, en el que ésta, al ir transformando las circunstancias, se transforma sí misma.
2. UNA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO USANDO AL GOBIERNO COMO PALANCA
1) EL NEOLIBERALISMO, PARTERO DEL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI EN AMÉRICA LATINA
73. Hemos dicho muchas veces que una sociedad alternativa al capitalismo es hoy más necesaria
que nunca. Pero, ¿por qué fue en América latina donde primero surge esta propuesta alternativa?
74. Creo que nuestra situación en la década de los 80 y 90 puede, de alguna manera, compararse a la
vivida por la Rusia prerrevolucionaria de comienzos del siglo XX. Lo que fue para ella la guerra
imperialista y sus horrores ha sido para nosotros el neoliberalismo y sus horrores: la extensión del
hambre y la miseria, un reparto cada vez más desigual de la riqueza, la destrucción de la naturaleza,
la pérdida creciente de nuestra soberanía. En estas circunstancias varios de nuestros pueblos dijeron
“basta” y echaron “a andar”, resistiendo primero y, luego, pasando a la ofensiva, fruto de la cual
triunfan candidatos presidenciales de izquierda que levantan programas antineoliberales.
75. Estos líderes políticos latinoamericanos han vivido la misma disyuntiva que vivieron los
bolcheviques en Rusia: o aplicaban medidas capitalistas para tratar de sacar a sus países adelante, lo
que implicaría más sufrimiento para sus pueblos, o se lanzaban a construir una sociedad alternativa
al capitalismo, es decir, se encaminaban hacia otro modelo haciendo de sus pueblos los principales
constructores de la nueva sociedad.
76. Dicho en otras palabras: frente al evidente fracaso del modelo neoliberal tal como se estaba
aplicando —que se mostraba incapaz de resolver los problemas de los pueblos de América latina—
surgió la siguiente disyuntiva: o se refundaba el modelo capitalista neoliberal, evidentemente que
con cambios, entre ellos una mayor preocupación por lo social, pero movido por la misma lógica
capitalista; o se avanzaba en la construcción de un proyecto alternativo.
a) No importa el nombre que le pongamos
77. Coincido con el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, en que poco importa el término
que se use para denominar la sociedad alternativa al capitalismo: podemos colocarle
“comunitarismo”, “socialismo comunitario”. “sociedad del buen vivir”, “sociedad de la plenitud”,
socialismo del siglo XXI, etcétera, etcétera. Lo importante es su contenido.
78. Ahora, en este avance hacia un proyecto alternativo, hay grandes diferencias entre los diversos
gobiernos de “izquierda”en América latina. Unos se han limitado a adoptar importantes políticas
sociales, pero no han roto con el modelo económico neoliberal, aunque han hecho un esfuerzo por
desarrollar un capitalismo productivo nacional.
79. Otros se han decidido a emprender un camino realmente alternativo —un camino hacia el
socialismo—, sabiendo que las condiciones económicas objetivas en las que están insertos los
obligarán a convivir durante no poco tiempo con formas de producción capitalista.
2) UN DILEMA: CÓMO AVANZAR HABIENDO CONQUISTADO SÓLO EL GOBIERNO
80. A estos últimos gobernantes se les plantea el siguiente dilema: cómo avanzar hacia el socialismo
a través del gobierno cuando —como dice el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera— no
hay condiciones culturales ni económicas que sirvan de base para ese avance. Ese fue el dilema que
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se planteó Lenin en 1917 y que hoy se plantean muchos de nuestros actuales gobernantes, con el
agravante de que en nuestro caso no hemos conquistado el poder del Estado.
81. En nuestros países no sólo existe una débil presencia de condiciones económicas, materiales y
culturales para construir el socialismo, sino que también está ausente la condición más importante y,
hasta ahora, considerada indispensable: no se cuenta con todo el poder del Estado, sólo se cuenta
con una partecita de él. Debemos tener presente que el poder del Estado no se limita al ejecutivo,
sino que involucra también el poder legislativo y el judicial, las fuerzas armadas, los órganos
locales de gobierno (alcaldías, gobernaciones) y otras instancias.
82. Por lo tanto, no es lo mismo acceder al gobierno que contar con el poder del Estado. Este fue
uno de los errores que algunos sectores de la izquierda cometieron en Chile. Se decía que el
gobierno debían adoptar medidas más radicales, sin tener en cuenta la correlación de fuerzas
existente, como si Allende al ganar las elecciones hubiese logrado asirse de todo el poder del
Estado.
83. Coincido con quienes piensan que lograr obtener el poder del Estado es un proceso complejo,
uno de cuyos aspectos más importantes es el de lograr contar con el apoyo de las fuerzas armadas o
lo que se ha llamado: “el monopolio de la violencia”. De ahí que Chávez insista en que hay una
diferencia fundamental entre el proceso impulsado por Allende en Chile y el proceso revolucionario
bolivariano: el primero era un tránsito pacífico desarmado, y el venezolano es un tránsito pacífico
pero armado, y no porque el pueblo esté armado sino porque la gran mayoría de las fuerzas armadas
apoya al proceso.
a) Desde el Estado heredado impulsar el surgimiento de un nuevo Estado construido desde abajo
84. Por otra parte, debemos considerar que nuestros gobiernos heredan un aparato de Estado cuyas
características son funcionales al sistema capitalista, pero no lo son para avanzar hacia una sociedad
humanista y solidaria; hacia una sociedad que pone a la persona humana no sólo en el centro de su
desarrollo, sino también como la gran protagonista de los cambios hacia una sociedad socialista.
85. Sin embargo, la práctica ha demostrado, contra el dogmatismo teórico de algunos sectores de la
izquierda radical, que un gobierno revolucionario puede utilizar este aparato de Estado heredado
transformándolo en un instrumento que colabore en la construcción de la nueva sociedad.30
86. Pero debemos aclarar que ello no significa que deba limitarse a usar el aparato heredado, es
necesario que el gobierno revolucionario —usando el poder que tiene en sus manos— vaya
construyendo los cimientos de la nueva institucionalidad y del nuevo sistema político, creando
espacios de protagonismo popular que vayan preparando a los sectores populares para ejercer el
poder desde el nivel más simple hasta el más complejo, y que así vaya creando las condiciones de
un nuevo Estado construido desde abajo o un “no Estado” que remplazará al viejo Estado: el
gobierno sobre las personas será reemplazado, como Engels escribió, por la administración de
cosas.31
b) Transformando las fuerzas armadas
30. Ver medidas concretas que han ido impulsando en Marta Harnecker, América latina y el socialismo del siglo XXI,
inventando para no errar, Cap. IV. Tareas en las que desde el gobierno se puede avanzar, op.cit.
31. F.Engels, El socialismo utópico y el socialismo científico, en C.Marx y F.Engels, Obras Escogidas en 3 tomos,
Editorial Progreso, Moscú, 1974, p,155.
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87. Este proceso de transformación, de avance hacia la nueva sociedad que queremos construir a
partir del gobierno es, como puede deducirse de lo dicho anteriormente, un proceso lleno de
desafíos y dificultades. Nada asegura un avance lineal, puede haber retrocesos y fracasos.
88. Demos recordar siempre que la derecha respeta las reglas del juego sólo hasta donde le
conviene. Hasta ahora no se ha visto ninguna experiencia en el mundo en que los grupos
dominantes estén dispuestos voluntariamente a renunciar a sus privilegios. El hecho de que acepten
retirarse de la arena política cuando consideran que su repliegue puede ser más conveniente, no
debe llevarnos a engaño. Pueden perfectamente tolerar y hasta propiciar la presencia de un gobierno
de izquierda, si este pone en práctica su política y se limita a administrar la crisis. Lo que tratarán de
impedir siempre valiéndose de medios legales o ilegales es y en eso no hay que ser ilusos que se
lleve adelante un programa de transformaciones democráticas y populares profundas que ponga en
cuestión sus intereses económicos.
89. De esto se deduce que la izquierda debe estar preparada para hacer frente a la fuerte resistencia
que estos sectores opondrán y a sus maniobras por recuperar el poder perdido, y debe ser capaz de
defender las conquistas alcanzadas democráticamente.
90. Y por eso, una de las tareas más importantes de nuestros gobiernos es la de transformar la
institución militar.
91. La tarea no es nada fácil, conocemos su desempeño histórico en favor de los grupos dominantes,
pero pensamos que en algunos países de América Latina existen hoy condiciones que ayudan en
este sentido. Recordemos que una de las principales funciones de las fuerzas armadas es la de
defender la institucionalidad existente, el orden establecido. Pero ¿de qué orden se trata? Justamente
de aquel que está plasmado en la constitución heredada y que ha permitido la reproducción del
capitalismo. Cambiar la manera de ordenar la sociedad debe ser tarea prioritaria de nuestros
gobiernos. Esto es lo que se logró a través de los procesos constituyentes en Venezuela, Bolivia y
Ecuador. Las nuevas constituciones plantean un orden diferente que se expresa en nuevas reglas del
juego institucional, que sirven de andamiaje para la construcción de la nueva sociedad. Se trata de
un orden al servicio de la mayoría del pueblo; donde las riquezas naturales, que fueron cedidas a
empresas transnacionales, vuelvan a manos de nuestros estados; y podamos construir estados
independientes y soberanos. La institución armada, al defender este nuevo orden, estará, entonces,
defendiendo la patria y los intereses de la inmensa mayoría de la población y no los de una élite
92. Cuando los militares venezolanos se rebelaron contra los altos mandos golpistas lo hicieron con
la nueva Constitución en las manos, ésta se transformó en el gran aliado del proceso, porque la
defensa de la Constitución no significaba otra cosa que la defensa de los cambios iniciado por el
gobierno de Chávez.
93. Acerca de las medidas concretas que pueden ayudar a la transformación de las fuerzas armadas
me he referido ampliamente en otro trabajo32, aquí quisiera abordar sólo un aspecto que me parece
crucial: la unión de las fuerzas armadas con el pueblo como la mejor manera de defender la
soberanía nacional. Ante la pérdida de apoyo interno, lo único que puede devolver el poder a las
32. Ver Marta Harnecker, América latina y el socialismo del Siglo XXI …, Op.cit. párrafos 309 al 332. Desarrollo allí las
siguientes medidas: a) Encomendar a la institución armada proyectos sociales al servicio de los más desvalidos, b)
Impulsar escuelas de formación y cursos acordes con el espíritu de la Constitución, c) Responsabilizarla de grandes
proyectos de infraestructura que potencien la soberanía nacional, d) Democratizar el acceso a los altos mandos y cambiar
los criterios de selección, e) Elaborar una doctrina militar que incorpore al pueblo en las tareas de la defensa nacional.
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elites anteriormente dominantes es la intervención extranjera a través de las más diversas formas:
económicas, mediáticas y en último término militares. Frente a esta posibilidad, comparto la
opinión del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera: nuestra única opción de vivir o de
resistir ante una eventual invasión es tener “una fuerte vinculación entre la estructura militar y la
estructura social”. Él nos explica que ésa es la lógica con la que se está construyendo la doctrina
militar boliviana.33 Se está recuperando una tradición de lucha del pasado: lo que en Bolivia se
llamó las ‘republiquetas’, nacidas en la época de la lucha por la independencia para luchar contra el
poder colonial. En ellas lo militar estaba fusionado a la estructura local comunitaria. Fue así como
se resistió y se desarrolló durante 15 años la guerra de emancipación y se logró construir el Estado
boliviano.
94. La historia de muchos países ha demostrado que frente a una alta moral combativa de nuestros
pueblos alzados en armas no hay imperio que pueda vencer.
c) Un modelo de desarrollo que respete la naturaleza
95. Hemos hablado anteriormente de la visión de Marx frente al problema del medio ambiente. Éste
no podía, sin embargo, imaginar la profundidad que podría adquirir la crisis ecológica siglo y medio
después de haber escrito El Capital. Según fuentes autorizadas34— la tierra ha perdido una quinta
parte de su superficie cultivable, una quinta parte de sus selvas tropicales y decenas de miles de
especies vegetales y animales. Extensas extensiones de tierra se han tornado desiertos, gran cantidad
de bosques y lagos se han acidificado, el agua potable habría comenzado a escasear. Esta alarmante
situación ha conducido a crear un consenso cada vez mayor de que no puede mantenerse ni imitarse
el índice de crecimiento de la segunda mitad del siglo XX en los países avanzados. Esto “tendría
consecuencias irreversibles y catastróficas para el entorno natural de este planeta, incluyendo a la
especie humana que forma parte de él”.35
96. Parar esta situación se hace cada vez más urgente si queremos que la humanidad tenga un
futuro. La solución no vendrá, sin embargo, de los países de desarrollo avanzado que son los países
más contaminantes. La reciente Cumbre de Río36 lo acaba de ratificar.
97. Es por ello que otro gran desafío que tienen por delante nuestros gobiernos de izquierda en
América latina es el de sacar a sus pueblos de la pobreza y responder a sus necesidades básicas por
siglos postergadas, pero hacerlo respetando a la naturaleza.
98. Cuestionar al desarrollo ilimitado propio del capitalismo, no debe significar oponerse a todo
desarrollo. Un “crecimiento cero”, como algunos proponen, para evitar el consumo de energía
contaminante y sus consecuencias degradantes del medio ambiente, significaría congelar las
actuales desigualdades existentes entre los países ricos y los países pobres, es decir, entre las
sociedades desarrolladas que han alcanzado un elevado nivel de vida, y la mayor parte de la
humanidad que está muy lejos de alcanzar esas condiciones.
33. Marta Harnecker, Entrevista con Álvaro García Linera, op.cit.
34. Datos del World Institute de 1990.
35. E. Hobsbawm, La historia del siglo XX (1914=1991), Barcelona Crítica, 1995. p.561.
36. Cumbre de la Tierra Río+20 —llamada oficialmente Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable—
se celebró del 20 al 22 de junio de 2012 en la ciudad de Rio de Janeiro. Rio+20, United Nations Conference on
Sustainable Development, was held in Rio de Janeiro, Brazil, on June 20-22, 2012.
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99. Por otra parte, aunque nuestra meta debe ser encaminarnos hacia una economía cada vez menos
extractivista, no podemos pensar que esto se puede lograr de un día para otro. El propio Alberto
Acosta, un investigador ecuatoriano muy crítico al extractivismo aclara que no se puede pensar en
“cerrar los actuales campos petroleros en explotación, pero sí de discutir seriamente sobre si
conviene seguir ampliando la frontera petrolera” con los impactos ambientales devastadores que eso
significa.37
100. Para limitar la explotación petrolera, en el 2007 el gobierno ecuatoriano presentó al mundo un
interesante y desafiante proyecto —conocido como el proyectoYasuní ITT 38—. El Ecuador se
compromete a mantener bajo tierra el crudo probado equivalente al 20% de sus reservas existentes
en tres campos petroleros situados en el Parque Nacional Yasuní a cambio de que la comunidad
internacional contribuya financieramente con al menos 3.600 millones de dólares, equivalentes al
50% de los recursos que percibiría el Estado en caso de optar por la explotación petrolera.
101. Tenemos que afrontar el reto de encontrar una estrategia que permita construir el Buen Vivir
aprovechando los recursos naturales no renovables, transformándolos en “una bendición” —como
recomienda el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz—, pero sin depender exageradamente de
ellos. Sólo así podremos salir de la trampa de la pobreza y del subdesarrollo.39
102. El ecologista y economista estadounidense, Herman E. Daly, ha establecido tres criterios
operativos básicos que deberían ser aplicados en una sociedad ecológicamente sostenible: “1) no
explotar los recursos renovables por encima de su ritmo de renovación; 2) no explotar los recursos
no renovables por encima del ritmo de sustitución por recursos renovables; 3) no verter al aire, al
agua y al suelo una cantidad o una composición de residuos por encima de la capacidad de
absorción de los ecosistemas.”40 Hay quienes añaden un cuarto criterio: el respeto a la diversidad
biológica o biodiversisad de los diferentes ecosistemas.
103. No se trata, entonces, de decir no al desarrollo, sino de “concebir y concretar modelos de
desarrollo auténticamente humanos” o lo que varios autores llaman “desarrollo sustentable” o
sociedad ecológicamente sostenible, es decir, una sociedad que satisfaga “de forma equitativa las
necesidades de sus habitantes sin poner en peligro la satisfacción de las necesidades de las
generaciones futuras41, una sociedad en la que quien decida qué y cómo producir sea el pueblo
organizado.
d) Otros desafíos
104. Otro desafío menor pero que no deja de ser importante es el que se refiere a la agenda electoral
a la cual deben someterse estos gobiernos para legitimarse ante los continuos ataques de la
oposición y para poder dar continuidad al proceso de cambios ya iniciado.
105. Esta agenda choca muchas veces con la agenda de la construcción democrática participativa.
Suelen paralizarse o debilitarse procesos de construcción de poder popular para dar cabida a las
37. Marta Harnecker, Tiempos políticos y procesos democráticos, Entrevista a Alberto Acosta, 21 sep.2010, párrafo 148.
38 Ishpingo, Tambocoha y Tiputini , de ahí la sigla (ITT). En ese Parque existen reservas por 846 millones de barriles de
petróleo.
39. Marta Harnecker, Tiempos políticos y procesos democráticos, Op.cit. párrafo 147.
40. H. E. Daly, Criterios operativos para el desarrollo sostenible, citado por Enric Tello en Economía y ecología en el
camino hacia ciudades sostenibles, en Papeles de la FIM Nº8 (Alternativas al desarrollo), Madrid, España nota 7, p.136.
41. Enric Tello, Ibidem, p.135.
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campañas electorales; éstas tienden a fomentar actitudes populistas: muchas veces se prioriza en
ellos la entrega de soluciones en lugar de estimular la conquista de ellas por la gente.
106. A esto hay que agregar que no siempre los candidatos compiten en igualdad de condiciones:
aquellos que tienen acceso a los medios o al uso del aparato del Estado para sus campañas se ven
muy favorecidos en relación con los demás.
107. Por otra parte, no es fácil resolver el gran dilema de la contradicción entre tiempos políticos y
procesos democráticos. Muchas veces se quisiera alargar la discusión acerca de leyes o procesos
constituyentes con lo que se ganaría en riqueza democrática, pero podría arriesgarse el futuro del
proceso democrático.42
108. Todas estas son realidades que tenemos que enfrentar en el futuro. El gran desafío que se nos
presenta es cómo ir construyendo una institucionalidad alternativa, es cómo maximizar los aspectos
positivos y minimizar los negativos, para poder acumular fuerzas a favor del cambio y no a favor
del pasado.
109. Y en este sentido, una de las primeras cosas que deberíamos hacer es evitar que en la búsqueda
de votos —en lugar de hacer una campaña educativa, pedagógica, que sirva para que el pueblo
crezca en organización y conciencia— utilicemos las mismas técnicas para vender sus candidatos
que suele usar el sistema burgués.
110. Por otra parte, los avances suelen ser muy lentos y frente a esta situación no poca gente de
izquierda se desanima. Muchos pensaron que la conquista del gobierno sería la varita mágica para
resolver prontamente los problemas más sentidos por la gente.
3) NECESIDAD DE UNA PEDAGOGÍA DE LOSMITES
111. Por eso es que pienso que, de la misma manera en que nuestros dirigentes revolucionarios
deben usar el Estado para cambiar la correlación de fuerzas heredada, deben también realizar una
labor pedagógica frente a los límites o frenos que encuentran en su camino —lo que llamamos una
pedagogía de los límites—. Muchas veces se cree que hablarle de dificultades al pueblo es
desalentarlo, desanimarlo, cuando, por el contrario, si a nuestros sectores populares se les informa,
se les explica por qué no se pueden alcanzar de inmediato las metas deseadas, eso los ayuda a
entender mejor el proceso en que viven y a moderar sus demandas. Y también los intelectuales
deben ser alimentados con información para que sean capaces de defender el proceso y para que
puedan realizar una crítica seria y constructiva si es necesario.
112. Pero esta pedagogía de los límites debe ir acompañada simultáneamente de un fomento de la
movilización y la creatividad populares evitando domesticar las iniciativas de la gente, y a
sabiendas de que eso redundará en críticas a las posibles fallas de la gestión gubernamental. No sólo
se debe tolerar la presión popular sino que se debe entender que es necesaria para ayudar a los
gobernantes a combatir las desviaciones y errores que pueden ir surgiendo en el camino.
42. Pienso que los intelectuales son los que viven con más intensidad este dilema y por eso quisiera recordar lo que
escribía Carlos Matus, en su libro El líder sin estado mayor: “Mientras el dilema de algunos intelectuales es ocuparse de
pensar sin renunciar a la acción […], el de algunos políticos es ocuparse de la acción sin renunciar a pensar. Este dilema de
ambos los lleva a la mutua descalificación, lo que impide que se reconozcan las capacidades y aportes que cada grupo
debe hacer.” (la oficina del gobernante, Fundación ALTADIR, La Paz, Bolivia, 1997).
20
3. CONSTRUYENDO UNA NUEVA HEGEMONÍA
113. Anteriormente me he referido a las características fundamentales de la nueva sociedad que
queremos construir. Me detuve especialmente en el tema de la democracia participativa y
protagónica como uno de sus rasgos esenciales. Abordé también las características que tiene la
transición en aquellos países cuyos gobernantes han decidido avanzar hacia el socialismo por la vía
pacífica o institucional.
114. Ahora quisiera hablar brevemente de cómo lograr la correlación de fuerzas necesarias para
avanzar hacia la sociedad que queremos construir y su relación con el tema de la hegemonía.
1) DEFINIENDO LO QUE ENTENDEMOS POR HEGEMONÍA
115. Empezaré primero por definir lo que entiendo por hegemonía, ya que esta palabra tiene muchas
acepciones y se aplica a diferentes terrenos o áreas de la sociedad. Se habla de hegemonía
económica, de hegemonía política, de hegemonía cultural. Aquí usaré aquella relacionada con el
tema de la conciencia, de la cultura.43
116. Y mi punto de partida, siguiendo a Marx, es que las ideas y valores que prevalecen en una
determinada sociedad y racionalizan y justifican el orden existente, son las ideas y valores de las
clases dominantes, que en épocas pasadas se trasmitían fundamentalmente a través de la familia, la
iglesia y el sistema escolar, y que hoy cada vez más se transmiten a través de los medios de
comunicación, y especialmente a través de la televisión, cuyas telenovelas han pasado a ser —como
dice el sociólogo chileno, Tomás Moulián— el opio del pueblo de hoy, influyendo muy
especialmente en los sectores menos provistos de armas teóricas de distanciamiento crítico.
117. Y entiendo que una clase llega a ser hegemónica cuando logra que sus valores, que sus
propuestas, que su proyecto de sociedad sean aceptados, mirados con simpatía y asumidos como
propios por amplios sectores sociales. Hegemonía es lo contrario a la imposición por la fuerza.
118. Por otra parte, no hay que confundir la palabra hegemonía con dominio, porque puede haber
dominio de una clase cuando los intereses de ésta se imponen a la sociedad por la fuerza y puede
haber dominio si estos intereses son asumidos por la gente como propios. Puede haber entonces una
clase que domina mediante el terror o que domina mediante el consenso o mediante una
combinación de ambos. Además, hay que tener presente que la hegemonía no es algo que se
conquista para siempre, puede perderse. Y suele ocurrir que aquellos gobiernos que ejercían su
dominio mediante el consenso, cuando empiezan a perder el apoyo social reemplazan esa pérdida
por la adopción de métodos autoritarios que les permitan continuar en su papel dominante. Parecería
que hay una dialéctica entre debilitamiento de la capacidad de convencer y el aumento de la
necesidad de emplear la fuerza.
119. Cuando una clase social llega a ser hegemónica, uno de sus logros es que permite conformar
un bloque social, es decir, que permite mantener unido a un conglomerado social heterogéneo que
normalmente está marcado por contradicciones de clase, a veces, muy profundas. Son sus
planteamientos, sus propuestas las que sirven de elemento cohesionador ayudando a mitigar las
contradicciones existentes entre sus diferentes sectores sociales.
43. He tomado aquí ideas de Gramsci y de dos estudiosos del pensamiento del filósofo italiano: Christine
Buci-Glucksmann, Gramsci y el Estado y Luciano Gruppi, El concepto de Hegemonía en Gramsci (Ediciones de
Cultura Popular, México, 1978, Caps. I y V. Págs. 7-24 y 89-111 respectivamente.
21
120. Existe también una relación entre hegemonía y capacidad de resolver los problemas de la
población. Al menos ésta debe tener la ilusión de que las medidas que se adoptan van a resolverlos,
porque si la gente comprueba que esto no es así, empieza a resquebrajarse esa hegemonía.
a) Burguesía logra aceptación popular del orden capitalista
121. En no pocos países, los sectores burgueses han logrado sembrar sus valores y generar una
amplia aceptación popular del orden social capitalista, han logrado la dirección cultural sobre la
sociedad, es decir, han logrado gobernar por consenso más que usando el látigo. Su propaganda
suele estar tan bien elaborada que, no sólo logra crear necesidades artificiales sino que también
logra ilusionar a importantes sectores de la población con que sus problemas serán resueltos
mediante la implementación de su modelo económico.
b) Comienza el resquebrajamiento de la hegemonía burguesa
122. Sin embargo, la crisis mundial del capitalismo, su incapacidad para resolver los problemas más
acuciantes de nuestros pueblos, la agudización vertiginosa de la miseria y la exclusión social de la
gran mayoría de la población, mientras cada vez menos manos acaparan la mayor parte de la
riqueza, han llevado a que un número creciente de personas en el mundo comience a rechazar este
modelo. La hegemonía cultural de la burguesía ha comenzado a resquebrajarse en varios países. Fue
ese resquebrajamiento el que creó las condiciones para que varios de nuestros pueblos
latinoamericanos eligieran a gobernantes con propuestas alternativas al neoliberalismo y el que
explica también las actuales movilizaciones y sublevaciones populares en distintas partes del
planeta.
2) NECESIDAD DE UN INSTRUMENTO POLÍTICO44
123. Pero este resquebrajamiento de la hegemonía burguesa no significa que se haya consolidado
una nueva hegemonía popular. Ésta no surge espontáneamente, se necesita un instrumento político,
una organización política que la construya.
124. Algunos podrán argumentar que las grandes movilizaciones que están ocurriendo en distintas
partes del mundo nos hacen ver que es posible luchar prescindiendo de las organizaciones políticas.
Yo creo justamente que estas movilizaciones nos están planteando que para pasar a etapas
superiores de lucha sí se requiere un instrumento político, que no tiene por qué ser el tradicional
partido político de izquierda.
125. Tanto estas movilizaciones como los estallidos sociales que se produjeron en varios países de
América latina en la década de los 80 y 90, han demostrado fehacientemente que no basta la
iniciativa creadora de las masas para lograr la victoria sobre el régimen imperante.
126. En los años más recientes y en cada vez más países, crecientes multitudes se han rebelado
contra el orden existente y sin una conducción definida se han tomado plazas, calles, carreteras,
pueblos, parlamentos, pero, a pesar de haber logrado la movilización de cientos de miles de
personas, ni su masividad ni su combatividad han permitido ir más allá de una mera revuelta
44. He retomado en estos párrafos muchas de las ideas expuestas en mi texto: Ideas para la lucha : ¿Insurrecciones o
revoluciones?” El papel del instrumento político, primero de una serie de 12 artículos cortos escritos en el 2003. Y de los
otros libros que he escrito sobre el tema: Reconstruyendo la Izquierda (2006); La izquierda después de Seattle (2005);
La izquierda en el umbral del Siglo XXI. Haciendo posible lo imposible (1999); La izquierda se renueva (1991)
http://www.rebelion.org/docs/92377.pdf; Vanguardia y crisis actual o Izquierda y crisis actual (1990)
http://www.rebelion.org/docs/92106.pdf.
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popular. Han logrado derribar presidentes, pero no han sido capaces de conquistar el poder para
iniciar un proceso de transformaciones sociales profundas.
127. La historia de las revoluciones triunfantes, por el contrario, ratifica en forma porfiada que para
que la energía popular, en lugar de ser desperdiciada, se transforme en fuerza impulsora de
cambios se requiere una instancia política que ayude a superar la dispersión y atomización del
pueblo explotado y oprimido, proponiendo un programa alternativo de carácter nacional que sirva
de instrumento aglutinador de amplios sectores populares, a la vez que estrategias y tácticas que
permitan unificar la acción para golpear eficazmente al poderoso enemigo que hay que enfrentar en
el momento decisivo y el lugar decisivo.
128. Y con cuánto mayor razón hoy en que el sujeto popular potencialmente revolucionario es tan
heterogéneo y está tan fragmentado, y tan diverso en cada país.
129. La sólida cohesión organizativa no sólo otorga la capacidad objetiva para actuar; a la vez crea
un clima interno que hace posible una intervención enérgica en los acontecimientos y un
aprovechamiento de las oportunidades que éstos ofrecen. Hay que recordar que en política no sólo
hay que tener la razón, sino que hay que tenerla a tiempo y contar con la fuerza para materializarla.
130. Por el contrario, el no tener ideas claras por qué luchar y la sensación de no contar con
instrumentos sólidos que permitan llevar a la práctica las decisiones adoptadas, influye
negativamente ejerciendo una acción paralizadora.
131. Reconozco que el terreno no es fértil para sembrar estas ideas. Hay muchos que no aceptan
siquiera discutirlas. Y adoptan esta actitud porque las asocian a las prácticas políticas
antidemocráticas, autoritarias, burocráticas, manipuladoras, que han caracterizado a muchos
partidos de izquierda.
132. Yo creo que es fundamental superar este bloqueo subjetivo y entender que cuando hablo de un
instrumento político, no se trata de cualquier instrumento político, se trata de un instrumento
político adecuado a los nuevos tiempos; un instrumento que tenemos que construir entre todos.
133. Pero para crear o remodelar el nuevo instrumento político hay que cambiar primero la cultura
política de la izquierda y su visión de la política. Esta no puede reducirse a las disputas políticas
institucionales por el control del parlamento o de los gobiernos locales; por ganar un proyecto de
ley o unas elecciones. En esta forma de concebir la política, los sectores populares y sus luchas son
los grandes ignorados. La política tampoco puede limitarse al arte de lo posible.
134. Para la izquierda la política debe ser el arte de hacer posible lo imposible. Y no se trata de una
declaración voluntarista. Se trata de entender la política como el arte de construir fuerza social y
política capaz de cambiar la correlación de fuerzas a favor del movimiento popular de tal modo de
poder hacer posible en el futuro lo que hoy aparece como imposible.
135. La visión que yo tengo de este instrumento político es la de una organización capaz de levantar
un proyecto nacional que permita aglutinar a todos los sectores afectados por la crisis y les sirva de
brújula. Como una instancia volcada hacia la sociedad, respetuosa de la autonomía de los
movimientos sociales, que renuncie a manipularlos, y cuyos militantes y dirigentes sean verdaderos
pedagogos populares, capaces de potenciar toda la sabiduría que existe en el pueblo tanto la que
proviene de sus tradiciones culturales y de lucha, como la que adquiere en su diario bregar por la
subsistencia a través de la fusión de estos conocimientos con los más globales que la
organización política pueda aportar. Como una instancia orientadora y articuladora al servicio de los
movimientos sociales. Una instancia que entienda la política como el arte de construir fuerzas, y que
supere el antiguo y arraigado error de pretender construir fuerza política sin construir fuerza social.
23
3) ESTRATEGIA POLÍTICA PARA LA ACTUAL COYUNTURA: UN AMPLIO FRENTE
136. Una instancia política que sea capaz de aprovechar la profundidad de la crisis y la amplitud y
variedad de los sectores afectados. Que aproveche el escenario altamente favorable para aglutinar
en una sola gran columna a la creciente y dispersa oposición social conformando un bloque social
alternativo, de amplísima composición social y de enorme fuerza, la que se irá acrecentando en la
medida en que haya capacidad de convocar a la legión de sus potenciales integrantes.
137. En el caso de una izquierda en el gobierno, la tarea estratégica es ser capaces de articular y
movilizar a todos los sectores sociales interesados en defender y profundizar los cambios que ha
comenzado a realizar el gobierno y que encuentran una férrea oposición en los sectores que se
oponen a ellos.
138. Las características de este bloque social —que podría reunir a la inmensa mayoría de la
población— dependerán de cada país. El peso de cada sector social, de cada grupo étnico, etc. será
diferente en cada uno de ellos. En América Latina, además de los sectores tradicionales de la clase
obrera urbana y rural, y de los sectores más pobres y marginados, podría convocar a: los estratos
medios empobrecidos, la constelación de pequeños y medianos empresarios y comerciantes, el
sector de los trabajadores informales, los productores rurales medianos y pequeños, la mayoría de
los profesionales, la legión de los desocupados, los cooperativistas, los jubilados, la policía y los
cuadros subalternos del ejército (suboficiales y cuadros que les están subordinados).
139. Pienso que también podrían formar parte de él sectores capitalistas cuya situación en el mundo
de los negocios ha entrado en contradicción objetiva con el capital transnacional. No se trataría de
sectores burgueses capaces de levantar un proyecto propio de desarrollo nacional, sino de sectores
que, para sobrevivir como tales en el contexto de la globalización neoliberal, no tienen otro camino
que insertarse en un proyecto nacional popular que les asegure apoyo crediticio y un amplio
mercado interno, producto de las políticas sociales de dicho gobierno.
140. Y como el neoliberalismo empobrece a la gran mayoría de la población de nuestros países, y
no la empobrece sólo desde el punto de vista económico, sino también en su subjetividad, no sólo
deberíamos considerar a los sectores económicamente afectados, sino también a todos los
discriminados y oprimidos por el sistema: mujeres, jóvenes, niños, ancianos, indígenas, afro
descendientes, determinadas creencias religiosas, diferente orientación sexual, etcétera.
141. En este bloque deben tener cabida, entonces, todos aquellos que sufren las consecuencias del
sistema y están dispuestos a comprometerse en la lucha por detener en un primer momento su
avance y, luego, tratar de revertirlo.
142. Por otra parte, en un mundo en que el ejercicio de la dominación se realiza a escala global,
parece aún más necesario que ayer establecer coordinaciones y estrategias de lucha a nivel regional
y supra-regional. Los foros sociales mundiales y otros encuentros de carácter internacional han
permitido notables avances en este sentido, aunque todavía queda mucho por hacer.
143. Sigue plenamente vigente lo que escribió, en 1994, el senador uruguayo del Frente Amplio,
Enrique Rubio: debemos buscar una articulación “de los excluidos, postergados, dominados y
explotados a escala mundial, incluyendo a los que viven en los países desarrollados. Es preciso […]
jaquear al capitalismo desde lo político, estatal o no estatal, militante o no militante, partidario o no
partidario, desde los movimientos sociales, desde los complejos científico-técnicos, desde los
centros culturales y comunicacionales en los cuales se moldean, de modo decisivo, las formas de
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sensibilidad, y desde las organizaciones autogestionarias […]. Para decirlo en una forma un poco
esquemática y quizá chocante, la revolución será internacional, democrática, múltiple y profunda, o
no será.”45
144. Pienso que para ir conformando este bloque es necesario que seamos capaces de proponer
tareas concretas y limitadas, que prioricen los puntos de convergencia y que seamos capaces de
tratar correctamente las contradicciones que necesariamente van a surgir entre sectores tan diversos
del pueblo.
145. Sería importante poder elaborar un programa coyuntural o plataforma de acumulación para
dicha coyuntura que cumpla el papel de instrumento aglutinador de todos los “perdedores” y
perjudicados por el modelo neoliberal. Una plataforma que se plantee: frenar el desarrollo del
proyecto neoliberal y ofrecer alternativas concretas a los graves problemas del presente.
146. Plataforma que debería ser elaborada con la participación de todos los que se sientan llamados
a hacerlo. Coincido con Rafael Agacino en que “el ejercicio democrático de elaboración de política,
de construcción de consensos en torno a las demandas populares” es muy importante. “Se trata —
como él dice— de abrir espacios para la política desde abajo, de estimular el más elemental acto de
comunicar anhelos cara a cara, y de ahí avanzar al procesamiento social de los intereses diversos,
congeniando inteligencias y aunando voluntades en torno a los derechos generales de todos los que
vivimos del esfuerzo propio.”46
147. Esta plataforma no debe confundirse con el programa del instrumento político. Este debe
desarrollar con mayor profundidad la meta a alcanzar y el camino a seguir.
a) Ganar la cabeza y el corazón de la inmensa mayoría47
148. Por otra parte, si nuestro proyecto de sociedad alternativa al capitalismo es esencialmente
democrático debemos tener claro que tenemos que ganarnos la cabeza y el corazón de la inmensa
mayoría de la gente. No podemos imponerle nuestro proyecto, debemos convencerla de que es el
mejor proyecto para ella y hacerla partícipe de la construcción de la nueva sociedad.
149. ¿Y qué podemos hacer para lograr estos objetivos?
150. En primer lugar, debemos entender que no basta con la prédica. Como dice el presidente
Chávez, la mente y el corazón se ganan en la práctica, creando oportunidades para que la gente vaya
entendiendo el proyecto en la medida en que va siendo constructora del mismo.48
151. Nuestra convocatoria debe ser amplia, no debe excluir a nadie. Todas las personas de buena
voluntad que quieran realizar un trabajo en función de un colectivo, buscando su bienestar,
buscando la solidaridad con otros colectivos, deben ser convocadas, sea del color político o de la
creencia religiosa que sea.
45. E. Rubio y M. Pereira, Utopía y estrategia, Democracia y socialismo, Ediciones Trilce, Montevideo, Uruguay 1994,
pp.149- 150.
46. Rafael Agacino, “Movilizaciones sociales: coyuntura y aperturas políticas del período.”, mayo 2012. Este artículo
puede encontrarse en la siguiente dirección electrónica: (PENDIENTE)
47. Desarrollé esta temática en: Hacia la construcción de una nueva hegemonía anticapitalista. Tareas de nuestros
gobiernos y de la organización popular, Ponencia en la UCA, El Salvador, 21 octubre 2011.
48. Hugo Chávez, Primer Aló Presidente teórico sobre el tema de las comunas, 11 de junio 2009.
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152. Nuestra actitud debe hacer sentir a la gente que sus opiniones, las informaciones que envía, sus
críticas, reflexiones e iniciativas son tomadas en cuenta.
153. Esto implica también entender que no se puede gobernar sólo para los nuestros, sólo para los
“rojos”. ¡Cuánta gente no ha sido ganada para el proceso cuando ve que el gobierno otorga recursos
a los sectores más desvalidos, sean estos partidarios o no de ese gobierno!
154. Por eso creo que es fundamental que se haga una diferenciación en el campo capitalista entre
oposición destructiva, conspiradora, y oposición constructiva, evitando meter en un mismo saco a
todo el mundo. Pienso que ayudaría a acercar a muchos que hoy están alejados si somos capaces de
reconocer las iniciativas positivas de la oposición y no condenar como malo todo lo que venga de
ella. Hay que combatir sus ideas erradas, sus propuestas equivocadas, pero destruirlas con
argumentos, sin agresiones verbales. Quizá esas agresiones verbales son muy bien recibidas por los
sectores populares más radicalizados, pero producen rechazo en amplios sectores medios y también
en muchos sectores populares. La gente suele no sentirse cómoda con esos ataques.
155. Tenemos que preguntarnos por qué, si nuestro proyecto de sociedad alternativa al capitalismo
es un proyecto hermoso, profundo, transformador, y refleja los intereses de la gran mayoría de la
población, los gobiernos que se han propuesto construirlo no cuentan con todo el apoyo popular con
el que debieran contar.
156. Yo pienso que en gran medida esto se explica porque una parte importante de la población no
conoce nuestro verdadero proyecto. Los medios opositores se encargan de deformarlo, de crear
falsas alarmas y, muchas veces, logran aterrorizar a la gente acerca del futuro que les espera. Pero
ellos no son los únicos culpables de esta situación. Nosotros también hemos contribuido a ella.
Solemos tener grandes debilidades al comunicar el proyecto. No destinamos suficiente tiempo ni
recursos ni creatividad a esta tarea. Y, lo más grave, muchas veces, con nuestra propia forma de
vivir estamos negando ese proyecto. Proponemos crear una sociedad democrática, solidaria,
transparente, no corrupta y estamos asumiendo prácticas autoritarias, clientelares, egoístas, poco
transparentes. Muchas veces hay una gran distancia entre lo que predicamos y lo que vivimos y
nuestra prédica se hace entonces poco creíble.
157. No podemos asombrarnos, entonces, de que haya importantes sectores de la sociedad que aún
no se identifican con nuestro proyecto y que es necesario ir conquistando. Tenemos que procurar
corregir estos errores y superar estas desviaciones, ya que sólo así podremos llegar a ganar la
hegemonía sobre la sociedad.
b) Una nueva cultura de la izquierda
158. Finalmente, para terminar este trabajo, no quiero dejar de repetir lo que ya he dicho
innumerables veces: para ganar la hegemonía se necesita una nueva cultura de la izquierda. Una
cultura pluralista y tolerante, que ponga por en
encima lo que la une y deje en segundo plano lo que la
divide. Necesitamos militantes de izquierda que promuevan valores como: la solidaridad, el
humanismo, el respeto a las diferencias, la defensa de la naturaleza; que rechacen el afán de lucro y
las leyes del mercado como principios rectores de la actividad humana, que comiencen a darse
cuenta que la radicalidad no está en levantar las consignas más radicales ni en realizar las acciones
más radicales —que sólo unos pocos siguen porque asustan a la mayoría—, sino en ser capaces de
crear espacios de encuentro y de lucha para amplios sectores. Una izquierda que entienda que es en
la lucha donde los seres humanos crecemos y nos transformamos. Constatar que somos muchos los
que estamos en la misma lucha es lo que nos hace fuertes, es lo que nos radicaliza

«La Era de la Información» ¿En qué mundo estamos viviendo?

2003. La guerra de Estados Unidos contra Irak no ha sido sólo una sinrazón ética. Fue también expresión del empleo arrogante de los viejos métodos de una sociedad que ya es obsoleta, expresión de una total falta de imaginación para hacer uso, creativa y constructivamente, de los nuevos métodos de la Era de la Información.

Hasta septiembre de 2001, cinco años después de su publicación, se habían hecho ya doce reimpresiones en inglés de la obra en tres volúmenes del sociólogo catalán residente en Estados Unidos Manuel Castells titulada La Era de la Información: economía, sociedad y cultura, traducida ya o traduciéndose a diecinueve idiomas, en este orden de aparición: castellano, chino, francés, portugués, japonés, coreano y ruso. A Castells le llevó doce años investigar para escribir esta obra, publicada entre 1996 y 1998. La dedica a su esposa Emma Kiselyova-Castells, compañera de vida y de investigación y puerta para algunos mundos a través de idiomas desconocidos para él. También la dedica a Irene Castells Oliván, a quien llama “historiadora de utopías”, y a su hija Nuria “alegría de mi vida”. Es ésta la obra de un hombre que tiene su vida iluminada por la luz de tres estrellas. A mí me llevó dos años la ardua lectura de esta obra, de la que intento hacer un resumen, sólo de vez en cuando comentado. Un resumen que no obvia una invitación a su lectura completa. Aseguro que se trata de una aventura productiva.

EL EJE DE LA PREPOTENCIA: SIN IMAGINACIÓN Y ATRAPADOS EN LA CÓLERA
Leer La Era de la Información es sentirse inevitablemente atravesado por su clarividencia ante la crisis que ha sacudido al mundo. La gran contradicción en la decisión del eje de la prepotencia (Bush-Blair-Aznar) de desencadenar la guerra contra Irak estuvo en mantener los viejos métodos de la sociedad de las enemistades congeladas, de la sociedad de la guerra fría, en una época cuya nueva ventana tecnológica permite inventar métodos nuevos para construir una sociedad de vibrantes alianzas, la sociedad de la paz calurosa. La falta de imaginación para afrontar creativamente la polarización entre los dinamismos globalizadores de la cultura de la virtualidad uniforme y los dinamismos identitarios de las múltiples experiencias personales, familiares y culturales y eso ha sido esta guerra está llevando a la ciudadanía de esta aldea global a una catástrofe humanitaria y moral de proporciones dantescas. Se desprecia la imaginación para usar la tecnología de la información en nuevas acciones y operaciones de comunicación y diálogo, y se insiste en seguir utilizándola para crear bombas inteligentes capaces de aniquilar cualquier comunicación interhumana.

El terrorismo del 11 de Septiembre que fue un crimen contra la humanidad no suscitó un proceso de reflexión y humildad en la conciencia colectiva del imperio. En su lugar, ha provocado en los gobernantes imperiales una cólera ciega y sorda, incapaz de ver y escuchar las nuevas razones, no las razones de Estado, sino las razones de Humanidad. Para los nuevos halcones estadounidenses, británicos y españoles, multiplicar los enemigos fue más importante que recrear la convivencia humana.

Una sociedad que vive del temor y de la hostilidad que éste produce está llamada a la derrota, no sólo de la unidad de las naciones en la búsqueda de una nueva humanidad, también de la misma humanidad del imperio. Definir como eje del mal a tres gobiernos del mundo ¿quién garantiza que este eje no abarcará mañana con flexibilidad paranoica a otros más? es proyectar en ellos la propia mala conciencia de ser único país que lanzó sobre otro la bomba atómica. Lejos de ser un juicio imparcial en donde el acusado es inocente hasta que no se pruebe su culpabilidad es definir la culpabilidad por anticipado, no dejando así ningún espacio para la defensa del acusado.

HIROSHIMA, MON AMOUR BAGDAD, MY LOVE, MI AMOR
Y todo esto es lo que ha ocurrido contra Irak. El tiempo negado a los inspectores de Naciones Unidas para completar su trabajo fue el tiempo negado a la defensa de un gobierno declarado culpable sin apelación posible, y sobre todo, a la protección de un pueblo. O Irak tiene armas de destrucción masiva o… las tiene: no hubo espacio para abrir un verdadero dilema y comprobar lo contrario. La primera víctima fue la búsqueda de la verdad. La guerra preventiva no es más que una sofisticada versión de que “la mejor defensa es un buen ataque”.

La retórica estadounidense sobre “la paz” no se sostiene frente a una ofensiva como nunca se ha visto en la historia de la humanidad, en palabras de Rumsfeld. Donde prevalecen los intereses nacionales mayor control sobre el petróleo, estreno de nueva tecnología de guerra para ir preparando la siguiente, o simplemente falta de valor para retirar barcos, aviones y tropas sin usarlas no hay espacio para los nuevos estadistas del Estado-red de la Era de la Información, de ese nuevo Estado buscador y respetuoso de consensos multilaterales.

Ante esta injusticia, y por vez primera en la historia humana, vimos también en tiempo real simultáneo la colosal protesta de la humanidad contra la guerra. Millones y millones de personas protestaron contra la guerra el histórico 15 de febrero, antes de que la guerra estallara. Después de su estallido, marchas y vigilias siguieron produciéndose por todo el planeta. La humanidad proclamó con voz de tempestad: ¡La guerra no es respuesta! ¡No a la sangre a cambio de petróleo! ¡Todos somos irakíes! La globalización de la solidaridad humana con las víctimas inocentes de esta guerra ha engendrado una esperanza nueva. Después del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki pasaron bastantes años antes de que se formara una coalición antinuclear pacifista y antes de que esta conciencia se expresara en el arte del siglo XX: Hiroshima, mon amour. Hoy, gracias a la tecnología de la información, la chispa de la solidaridad, la solidaridad preventiva, se propagó con la velocidad de la luz y en los “escudos humanos” de tantos países, en banderas y en marchas, se expresó una nueva cultura: Bagdad, my love, mi amor.

Mucho de lo que está ocurriendo hoy, mucho de lo que puede ocurrir, tiene un marco de interpretación en la obra de madurez de Manuel Castells que vamos a resumir.

UN NUEVO CLÁSICO DE LA SOCIOLOGÍA
La tesis XI de Marx contra Feuerbach decía: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. De la misma opinión era Durkheim, entre los clásicos de la sociología, si bien desde una posición conservadora. Weber, en cambio, no sólo se ubicaba entre quienes pretenden interpretar el mundo científicamente dejando a otra gente el oficio de conservarlo o transformarlo políticamente, sino que además exigía del ejercicio de la sociología un trabajo de interpretación independiente de los valores éticos y políticos del intérprete.

Castells se sitúa en la tradición “del compromiso moral y político del intelectual”, cercano por esto a Marx y a Durkheim. Pero, al contrario de ellos, piensa que los intelectuales harían mejor en no tratar de responder a la pregunta por qué hacer, sino que deberían trabajar arduamente para interpretar el mundo de manera crítica, apegados a observar los acontecimientos con libertad frente a las teorías y las ideologías, y dejando que otras gentes entre ellas, las mujeres intelectuales, como ciudadanas, construyan su práctica “atendiendo a su propia experiencia y utilizando cualquier información o análisis de que dispongan, de diversas fuentes”. Porque “cada vez que un intelectual ha intentado responder la pregunta del qué hacer, y se ha puesto en práctica seriamente su respuesta, se ha producido una catástrofe”, se trate de Lenin, de Von Hayek o de Milton Friedman y sus Chicago Boys.

Comparo a Castells con los clásicos de la sociología. Varios autores actuales lo han hecho. Alain Touraine aventura que su obra será un clásico del siglo XXI. Y Anthony Giddens opina que no sería exagerado comparar este trabajo con la obra de Max Weber “Economía y Sociedad”, escrita hace casi un siglo. Janet Abu-Lughod hace notar que al incluir a la cultura en su subtítulo, Castells va incluso un tema más allá de Max Weber. Y el finlandés Markizu Wilenius piensa que la investigación de Castells sobre el capitalismo informacional tendrá que convertirse en un clásico de referencia en la misma manera en que lo fue la obra de Marx sobre el capitalismo industrial. El politólogo y ex-Presidente del Brasil, Fernando Henrique Cardoso afirma que este libro tendrá un enorme impacto en las ciencias sociales. Y hasta en el Wall Street Journal se ha llegado a decir que Adam Smith explicó cómo funcionaba el capitalismo y Marx explicó por qué no funcionaba. Ahora Manuel Castells ha captado las relaciones sociales y económicas de la Era de la Información.

LA FASCINACIÓN CON EL CAMBIO SOCIAL: EL PARADIGMA TECNOLÓGICO DE LA INFORMACIÓN
¿De qué se trata en realidad en la obra de Castells? Probablemente, su origen está en la fascinación de su autor ante el cambio social. Una transformación de la sociedad que nunca había sido tan rápida, tan acelerada, tan sorprendente, tan compleja, tan apasionante y tan global como en el último tercio del siglo XX.

Tomemos como ejemplo el cambio que da título a su obra y que es su hilo conductor: la información. “La información así lo precisa Castells como comunicación del conocimiento, ha sido fundamental en todas las sociedades”. Lo que Castells observa desde 1968 es “una forma específica de organización social en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que surgen en este período histórico”. Por eso la llamará “sociedad informacional”, y la va a considerar como la sucesora de la sociedad industrial.

En el paradigma tecnológico industrial “la sociedad se orienta hacia el crecimiento económico, es decir hacia la maximización del producto”, mientras que en el paradigma tecnológico informacional, la sociedad “se orienta hacia la acumulación de conocimiento y hacia grados más elevados de complejidad en el procesamiento de la información”. Esta conceptualización dice tendrá que ir desplegando “su contenido real mediante la observación y el análisis. Éste es precisamente el objetivo de este libro”.

¿CUÁLES SON LAS TRANSFORMACIONES EXPERIMENTADAS EN EL PLANETA?
¿Cuáles son las transformaciones sociales que, además del surgimiento del nuevo paradigma tecnológico informacional, fascinan a Castells? Señala varias. La interconexión e interdependencia a escala global de las economías de todo el mundo. El derrumbe del estatismo soviético, y de todo el mundo ideológicamente concatenado a él, por el fracaso de la perestroika y la incorporación gradual de Rusia y del mundo ex-soviético al mercado global.

El proceso de profunda reestructuración del capitalismo con la flexibilización de su gestión y la descentralización e interconexión de las empresas, así como con el aumento de poder del capital frente al trabajo y el declive de los sindicatos, con una “división del trabajo basada más en las capacidades individuales de cada persona que en la organización de las tareas”. La incorporación masiva de las mujeres al trabajo retribuido, por lo general en condiciones discriminatorias. Los intentos de desmantelar, o de no permitir que se desarrolle, el estado de bienestar. La intensificación de la competencia económica global y de la diversificación de los escenarios para la acumulación y gestión del capital. Y la integración global de los mercados financieros.

¿Consecuencias de todas estas transformaciones? El auge de la Costa Asiática del Pacífico como nuevo centro económico global dominante. La construcción de la unidad europea. El surgimiento de una economía regional norteamericana, y es de eso de lo que se trata en el Plan Puebla Panamá, los Tratados de Libre Comercio y el Área de Libre Comercio de las Américas, el ALCA. Y la diversificación y desintegración del Tercer Mundo, con la invención del Cuarto Mundo. A todo esto añade el surgimiento y consolidación del capital y del comercio global delincuenciales; y el crecimiento de un nuevo sistema de comunicación con un lenguaje digital universal, homogeneizador e individualizador de la cultura, así como multiplicador de la comunicación interactiva.

A la vez, destaca Castells otros “cambios sociales” igualmente “espectaculares”. El proceso de minado del patriarcado, con la conversión de las relaciones de género “en un dominio contestado, en vez de ser una esfera de reproducción cultural”, y con la consiguiente redefinición de las relaciones entre generaciones, de la familia, de la sexualidad y de la personalidad. Además, “el reverdecimiento del yo” con el auge de la conciencia ecológica. Y al lado de estos dos grandes cambios, “la crisis estructural de legitimidad” de los sistemas políticos y partidarios. Y también, el auge de los fundamentalismos religiosos y de los movimientos nacionalistas xenófobos o no, étnicos y comunales, como fuentes de identidad.

OPOSICIÓN GLOBALIZACIÓN-IDENTIDADES,
OPOSICIÓN ENTRE LA RED Y EL YO
Existe una oposición bipolar entre la red la estructura de la globalización informacional y el yo las relaciones de experiencia y cultura en las identidades. Dice Touraine: La defensa del sujeto, en su personalidad y en su cultura, contra la lógica de los aparatos y de los mercados, es lo que reemplaza hoy la idea de la lucha de clases. Ejemplos fundamentales de esta oposición los encontramos en el desmembramiento de la ex-URSS, en la construcción de la unidad europea, en las guerras en la ex-Yugoslavia, y también en el proceso de construcción y desarrollo del Foro Social de Porto Alegre.

Para Castells, todos estos acontecimientos de transformación social, que son el origen de su obra, y que están formando “un nuevo mundo”, se pueden resumir en “tres procesos independientes”. La revolución de la tecnología de la información. La crisis económica, tanto del capitalismo como del estatismo, con resultados históricos muy diferentes por ahora: la globalización del capitalismo y la decadencia del estatismo. Y el florecimiento de movimientos sociales y culturales: el antiautoritarismo, la defensa de los derechos humanos, el feminismo y el ecologismo.

Lo importante es que Castells propone “la hipótesis de que todas las tendencias de cambio que constituyen nuestro nuevo y confuso mundo están emparentadas y podemos sacar sentido a su interrelación”. Y afirma que “la interacción de estos procesos y las reacciones que desencadenaron crearon una nueva estructura social dominante, la sociedad red; una nueva economía, la economía informacional/global; y una nueva cultura, la cultura de la virtualidad real”. De hecho, Castells sintetiza nuestra época proponiendo que nuestras sociedades se estructuran cada vez más en torno a esa oposición bipolar entre la red y el yo.

Para Castells, “una red es un conjunto de nodos interconectados. Un nodo es el punto en que una curva se intersecta a sí misma. Lo que un nodo es concretamente depende del tipo de redes”. Por ejemplo: en la red del tráfico de drogas una red con nodos va desde los campos de coca y amapola hasta las instituciones de blanqueo de dinero. El yo es en Castells prácticamente intercambiable con la identidad, entendida como “el proceso mediante el cual un actor social se reconoce a sí mismo y construye el significado en virtud sobre todo de un atributo o conjunto de atributos culturales determinados, con la exclusión de una referencia más amplia a otras estructuras sociales”. Por ejemplo, un yo construido en virtud de ser mujer, o de ser quechua o maya, o de ser pacifista o ecologista, o joven o adulta o anciano, o católica o evangélico o musulmán o practicante del candomblé…

LA HERRAMIENTA TEÓRICA: PRODUCCIÓN, PODER Y EXPERIENCIA
¿Con qué armazón teórica levanta Castells su investigación? Hay que tener en cuenta que para Castells “la teoría social es una herramienta para comprender el mundo, no un fin para el autodisfrute intelectual”. Precisamente por ello es difícil resumir su obra porque su riqueza está en la inmensa cantidad y calidad de la información que aporta, fruto de su observación multicultural del mundo. “El método que he seguido escribe pretende comunicar una teoría mediante el análisis de la práctica”. En cualquier caso, advierte que no comparte, según la tradición marxista, “la opinión tradicional de una sociedad edificada por niveles superpuestos, cuyo sótano es la tecnología y la economía, la planta baja es el poder, y la cultura, el ático”.

En cambio, Castells plantea una perspectiva teórica donde se postula que “las sociedades están organizadas en torno a procesos humanos estructurados por relaciones de producción, experiencia y poder determinadas históricamente”. En la definición de producción no es innovador. En las otras dos sí. “La experiencia es la acción de los sujetos humanos sobre sí mismos, determinada por la interacción de sus identidades biológicas y culturales y en relación con su entorno social y natural. Se construye en torno a la búsqueda infinita de la satisfacción de las necesidades y los deseos humanos”. “El poder es la relación entre los sujetos humanos que, basándose en la producción y la experiencia, impone el deseo de algunos sujetos sobre los otros mediante el uso potencial o real de la violencia física o simbólica”.

La trascendencia teórica de esta herramienta es la incorporación de las relaciones de género y sexo y de la institución familiar, además de otro tipo de relaciones culturales, no sólo a la economía y a la cultura, como lo hacían los marxismos, sino también a la esfera del poder, de manera que el poder es una respuesta organizacional no sólo a las relaciones de clase y a su traducción en dinero en riqueza y pobreza, sino también a las relaciones de género y generacionales y a otras relaciones culturales y étnicas y a sus traducciones en roles dentro de la institución patriarcal de la familia y de otras instituciones jerárquicas como las iglesias, la escuela, los hospitales, las cárceles, la universidad, los territorios y barrios segregados, etc.

Escribe Castells: “La producción se organiza en relaciones de clase”, “la experiencia se estructura en torno a la relación de género/sexo, organizada en la historia en torno a la familia patriarcal”, y “el poder se fundamenta en el Estado y su monopolio institucionalizado de la violencia” y en “lo que Foucault etiqueta como microfísica del poder, encarnada en instituciones y organizaciones”. En este marco teórico, la cultura no queda como un compartimento segregado, sino que se integra con las identidades, y aparece también menos especializada puesto que emerge con su contenido comunicativo, simbólico y territorial o geográfico de las relaciones de interacción entre naturaleza, producción, experiencia y poder. Escribe Castells: “La comunicación simbólica entre los humanos, y la relación entre éstos y la naturaleza, basándose en la producción con su complemento, el consumo, la experiencia y el poder, cristalizan durante la historia en territorios específicos, con lo que genera culturas e identidades colectivas”.

EL SURGIMIENTO DE LA INFORMACIÓN Y LA SUPERACIÓN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
Aquí introduce Castells la distinción entre modos de producción y modos de desarrollo. “La revolución de la tecnología de la información afirma es un acontecimiento histórico al menos tan importante como lo fue la revolución industrial del siglo XVIII, inductor de discontinuidad en la base material de la economía, la sociedad y la cultura”. Se refiere al capitalismo y al estatismo como los “dos modos predominantes de producción” en el siglo XX. Y los distingue entre sí señalando que “el capitalismo se orienta hacia la maximización del beneficio, es decir hacia el aumento de la cantidad de excedente apropiado por el capital”, mientras que “el estatismo se orienta a la maximización del poder, es decir hacia el aumento de la capacidad militar e ideológica del aparato político para imponer sus metas a un número mayor de sujetos y a niveles más profundos de su conciencia”.

Además de estos dos modos de producción, Castells afirma que hay que contar con los modos de desarrollo. De acuerdo a los grados de productividad dentro del modo de producción capitalista, Castells distingue dos modos de desarrollo: el industrial y el informacional. En el industrial “la principal fuente de productividad es la introducción de nuevas fuentes de energía y la capacidad de descentralizar su uso durante la producción y los procesos de circulación”. En el informacional, “la fuente de la productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos”.

La nueva tecnología de la información conforma “un nuevo paradigma tecnológico” que permite el surgimiento de la globalización. “Las nuevas tecnologías de la información, más potentes y flexibles, hacen posible que la misma información se convierta en el producto del proceso de producción”. Así, en el proceso de producción capitalista actual, “los productos de las nuevas industrias de la tecnología de la información son aparatos para procesar la información o el mismo proceso de la información y actúan así en todos los dominios de la actividad humana”. Dentro del proceso productivo, “surge una economía interconectada y profundamente interdependiente que cada vez es más capaz de aplicar su progreso en tecnología, conocimiento y gestión a la tecnología, el conocimiento y la gestión mismos. Este círculo virtuoso debe conducir a una productividad y eficiencia mayores, siempre que se den las condiciones para unos cambios organizativos e institucionales igualmente espectaculares”.

Afina Castells la distinción entre los dos paradigmas tecnológicos: el industrial y el informacional. En el industrial, “la sociedad se orienta hacia el crecimiento económico, es decir hacia la maximización del producto”. En el informacional, “se orienta hacia el desarrollo tecnológico, es decir, hacia la acumulación de conocimiento y hacia grados más elevados de complejidad en el procesamiento de la información”. “Lo que ha cambiado escribe Castells no es el tipo de actividades en las que participa la humanidad, sino su capacidad tecnológica de utilizar como una fuerza productiva directa lo que distingue a nuestra especie como rareza biológica: su capacidad superior para procesar símbolos”.

LA ECONOMÍA GLOBAL E INFORMACIONAL DESPLAZA A LA VIEJA ECONOMÍA MUNDIAL
La economía global, posibilitada por el nuevo paradigma tecnológico informacional no es ya la vieja “economía mundial”, aquella “en la que la acumulación de capital ocurre en todo el mundo” y que “ha existido en Occidente al menos desde el siglo XVI”, según los estudios de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein y Eric Wolf. La actual economía es “una economía con la capacidad de funcionar como una unidad en tiempo real (es decir, simultáneamente) a escala planetaria”.

Es una economía “informacional porque la productividad y competitividad” de las empresas, redes de empresas, regiones o redes de naciones y naciones, “depende fundamentalmente de su capacidad para generar, procesar y aplicar con eficiencia la información basada en el conocimiento. Es global porque la producción, el consumo y la circulación, así como sus componentes (capital, mano de obra, materias primas, gestión, información, tecnología, mercados), están organizados a escala global…Y ha surgido en el último cuarto del siglo XX porque la revolución de la tecnología de la información proporciona la base material indispensable para esa nueva economía”.

Castells estudia todos los diversos procesos y elementos de la nueva economía global. “El capital se gestiona las veinticuatro horas del día en mercados financieros globalmente integrados”. “Los mercados laborales no son verdaderamente globales, excepto para un pequeño pero creciente segmento de profesionales y científicos”. Y el trabajo es un recurso global, al menos de tres modos: las empresas pueden escoger su ubicación en el mundo para encontrar la fuerza de trabajo según su calificación, costo o control; las empresas pueden solicitar mano de obra muy calificada de cualquier parte del mundo con tal que la paguen y ofrezcan condiciones laborales competitivas; y lenta pero irresistiblemente la fuerza de trabajo de todo el planeta emigrará a donde encuentre trabajo.

“La ciencia, la tecnología y la información también están organizadas en flujos globales”: de capital, de información, de tecnología, de imágenes, sonidos y símbolos. “Los mercados de bienes y servicios cada vez se globalizan más”, aunque aún los mercados internos en los países desarrollados “suponen la parte más considerable del PIB”, y los mercados informales en los países en desarrollo “constituyen el grueso del empleo urbano”, mientras que los servicios públicos y las instituciones gubernamentales se ubican fuera de la globalización. “La mayor transformación piensa Castells atañe a la gestión de la producción y distribución y al proceso de producción mismo”, que trabaja en forma de redes transnacionales con una ubicación muy variable y una forma de gestión muy flexible.

ESPACIO DE LOS FLUJOS Y TIEMPO ATEMPORAL
Castells observa y analiza la evolución de la empresa hacia “la empresa red”, la transformación del trabajo, y “la cultura de la virtualidad real”. Pero tal vez de lo más provocativo en la investigación de Castells es el impacto que atribuye a la nueva tecnología de la información en “el significado social de espacio y tiempo, las dimensiones materiales fundamentales de la vida humana”. En la investigación sociológica de Castells, el espacio no es ya, como parecía imponer nuestra experiencia empírica, un “espacio de los lugares”, sino el “espacio de los flujos”. Esto significa que ya no vivimos socialmente en el lugar en que habitamos o trabajamos sino en todos aquellos espacios con los que nos conectamos a través de la tecnología de la información y de la comunicación.

El tiempo es observado, y explicado también, no como “tiempo lineal, irreversible, medible y predecible”, sino como “tiempo atemporal”, “a la vez eterno y efímero”, donde se quiebra “el orden secuencial de los fenómenos, produciéndose “instantaneidad” o “discontinuidad aleatoria”. Que la mayoría de la gente no trabaje para la economía informacional/global o le compre a ella, no impide que todos los procesos económicos y sociales que afectan a toda la gente se relacionen hoy con la lógica estructural dominante de la economía. Tampoco este nuevo tiempo “atemporal” es el de la experiencia social más frecuente de la gente, pero sí es el dominante socialmente.

Castells plantea la hipótesis de que el nuevo “espacio de los flujos” es el que “organiza el tiempo en la sociedad red”. La experiencia de la vida y de la muerte, del ciclo humano vital, que construyó pagodas y catedrales tan llenas de niños y ancianos, de nacimientos y sepulcros, no domina ya. Lo que domina es la experiencia del “espacio de los flujos”, la derrota de la distancia, la que rompe el yugo “de la cultura del reloj”, y me parece construye, además de tumbas personales, paredes marmóreas interminables con nombres “anónimos” como monumento a los muertos, así en Washington para los 50 mil muertos en Vietnam.

LAS IDENTIDADES EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES DESAFÍAN LA GLOBALIZACIÓN
Hacia el fin del segundo milenio comenzó a desarrollarse una transformación de la sociedad que nunca antes había sido tan acelerada y sorprendente y a escala planetaria, lo que nos llevó a bautizarla “globalización”. “En un mundo como éste, de cambio incontrolado y confuso, la gente tiende a reagruparse en torno a identidades primarias: religiosa, étnica, territorial, nacional… En un mundo de flujos globales de riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad, colectiva o individual, atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social. Mientras que, por otra parte, las redes globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan individuos, grupos, regiones o incluso países según su importancia para cumplir las metas procesadas en la red. De ello se sigue una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y universal y las identidades particularistas de raíces históricas”, es decir, entre una de las vías más transitadas por la modernidad y las identidades, tanto las premodernas como las postmodernas.

“En esta condición de esquizofrenia entre función y significado, los grupos sociales y los individuos pueden llegar a romper la comunicación mutua y a alienarse y ver al otro como un extraño, y al final como una amenaza”. Es preciso analizar las identidades, polo opuesto de la globalización. Después de analizar el nuevo desarrollo del capitalismo, global e informacional, pasa Castells a observar esta transformación de la sociedad y a analizar el otro de los polos de la oposición entre “globalización e identidad”, lo que llama “la marejada de vigorosas expresiones de identidad colectiva”. Lo hace desde un punto de vista multicultural porque está convencido “de que el proceso de globalización tecnoeconómica que está moldeando nuestro mundo está siendo desafiado, y acabará siendo transformado, desde una gran diversidad de fuentes, según culturas, historias y geografías diferentes”. Se trata de identidades que se hacen presentes generalmente desde “el corazón de grandes movimientos sociales”, que Castells define como “acciones colectivas conscientes cuyo impacto, tanto en caso de victoria como de derrota, transforma los valores y las instituciones de la sociedad”.

“Como no existe un sentido de la historia que no sea la historia que sentimos, desde una perspectiva analítica”, para Castells, estos movimientos no son “‘buenos y malos, progresistas o regresivos. Todos son síntomas de quiénes somos y caminos de nuestra transformación, ya que la transformación puede conducir por igual hacia una gama completa de cielos, infiernos o infiernos celestiales”.

Las identidades con cauce en los movimientos sociales pueden ser “legitimadoras”, como las que se asentaban en los gremios, sindicatos o partidos políticos, que desde la sociedad civil “se construyeron en torno al estado democrático y al contrato social entre capital y trabajo”. Pueden ser también identidades “de resistencia”, que encuentran cauce en movimientos sociales proactivos, como los feministas o los ecologistas; o reactivos, como los fundamentalistas o los zapatistas, por ejemplo, aunque todos ellos pueden evolucionar hacia movimientos proyectivos, con un nuevo proyecto de sociedad que enfrente los proyectos individualistas y narcisistas que emergen de la sociedad informacional.

Para Castells, “los nuevos movimientos sociales son los sujetos potenciales de la era de la información” y actúan a través de “profetas, personalidades simbólicas que dan un rostro a una sublevación simbólica” y hablan en su nombre, o a través de “redes” interconectadas y descentralizadas, “productoras y distribuidoras reales de códigos culturales”, a veces en campañas de gran éxito sobre la autonomía de pueblos indígenas, sobre el sida, contra la guerra, en defensa de la Amazonia, por la supresión de la tortura o contra el abuso sexual, entre otras muchas.

FUNDAMENTALISMOS, NACIONALISMOS, TERRITORIALISMOS Y RECHAZO AL ORDEN GLOBAL
Estudia Castells “los paraísos comunales”, los que se ubican alrededor de los fundamentalismos religiosos cristianos o islámicos, los que se ubican en la reivindicación nacional frente al Estado o contra él, o los que se ubican alrededor del “control del espacio” en la reacción regional o local frente al cosmopolitismo: movimientos de poder municipal, suburbios protegidos de clase alta, barrios o colonias populares, espacios peleados por pandillas juveniles y santuarios religiosos de cualquier fe. Estudia también los “movimientos sociales contra el nuevo orden global”: los zapatistas, las milicias y patriotas norteamericanos ultraderechistas, y el Aum Shinrikyo japonés, que usan la nueva tecnología de la información y de la comunicación y adquieren mucha parte de su importancia del hecho de mantenerse en la primera plana de los medios.

Castells los engloba a todos en el “gran rechazo” “a la fantasía neoliberal de crear una nueva economía global, independiente de la sociedad, mediante el empleo de la arquitectura de redes informáticas”. Aunque Castells terminó su obra antes de Seattle, Washington, Génova y Porto Alegre, los movimientos estudiados por él aparecen como precursores de una gran oleada de reacciones contra “el gran plan exclusionista” del capitalismo informacional, la oleada de los excluidos contra los exclusores.

Se detiene Castells en el rostro múltiple de los movimientos ecologistas, desde los conservacionistas y los defensores del espacio propio, pasando por el ecofeminismo y Greenpeace, hasta llegar a la política verde. Y piensa que el hilo objetivo que los vincula es la conciencia de que “cuanto más sabemos, más percibimos las posibilidades de nuestra tecnología y más nos damos cuenta de la gigantesca y peligrosa brecha que existe entre el incremento de nuestras capacidades productivas y nuestra organización social primitiva, inconsciente y, en definitiva, destructiva”.

CONTRA EL PATRIARCADO DOMINANTE Y POR LA CONSTRUCCIÓN DE LA FAMILIA IGUALITARIA
Tal vez lo más brillante y lo más importante en el estudio de Castells sobre las identidades sea el análisis que dedica al fin del patriarcado, como “estructura básica de todas las sociedades contemporáneas”, que “se caracteriza por la autoridad, impuesta desde las instituciones, de los hombres sobre las mujeres y sus hijos en la unidad familiar. Para que se ejerza esa autoridad, el patriarcado debe dominar toda la organización de la sociedad, la producción, el consumo, la política, el derecho y la cultura. Las relaciones interpersonales y, por tanto, la personalidad, están marcadas por la dominación y la violencia patriarcales”.

Dentro del estudio de las identidades femeninas en proceso conflictivo con la sociedad patriarcal, una parte crucial en la obra de Castells es la observación de la incorporación de las mujeres al trabajo fuera del hogar. Castells señala tres razones importantes para la masividad de este fenómeno: “la posibilidad de pagar menos por un trabajo similar” al de un varón; la capacidad de las mujeres “de relacionarse, cada vez más necesaria en una economía informacional, donde la administración de las cosas queda en segundo plano frente a la gestión de la gente”; y “su flexibilidad como trabajadoras”, porque “las mujeres representan el grueso del empleo a tiempo parcial y temporal”. Una consecuencia importante es que “la contribución financiera de la mujer se vuelve decisiva para el presupuesto familiar”, aumentando así “el poder de negociación femenino en el hogar”.

Castells trata de dar razón de la riqueza multifacética del movimiento feminista brindando una amplia y variada tipología del mismo: movimientos en defensa de los derechos de las mujeres contra el Estado o el capitalismo patriarcal; feminismo cultural que pretende construir instituciones alternativas; feminismo esencialista en la liberación frente al modo masculino de ser o suprimiendo la dicotomía hombre-mujer, considerándola creada por la sociedad patriarcal; feminismo lesbiano, no tanto como orientación sexual sino más como revolución contra la heterosexualidad patriarcal y la “destrucción de la clase de mujeres dentro de la cual los hombres se apropian de ellas”; identidades específicas de mujeres que apuestan por el poder de la identidad frente a la uniformidad del feminismo; y feministas prácticas, que luchan por su supervivencia, su dignidad y sus derechos tal vez sin conciencia clara de oponerse al patriarcado.

LAS IDENTIDADES GAY Y LESBIANA
Igualmente importante es su análisis sobre las identidades gay y lesbiana. Destaca también la comprensión de las causas del sida en “las redes de contacto, que incluían el contacto sexual pero comprendían muchas otras formas”, de manera que “la desconexión de esas redes” a través de “educación, organización y responsabilidad, respaldadas tanto por las instituciones de salud pública como por la conciencia cívica” era el camino hacia el debilitamiento de la propagación del virus y no, en cambio, la mitificación de la enfermedad como propia de la relación homosexual. Castells considera que los movimientos sociales de identidad sexual desencadenan “una crítica corrosiva de la normalización sexual y de la familia patriarcal”.

Resumiendo su observación, concluye Castells que “la dificultad de desempeñar” los numerosos roles de ambos miembros de la pareja “al mismo tiempo, una vez que ya no están fijados en una estructura formal institucionalizada como la familia patriarcal, explica la dificultad de mantener relaciones sociales estables dentro del hogar basado en la familia”. Y piensa que “la huida a la libertad en la sociedad red abierta llevará a la ansiedad individual y a la violencia social, hasta que se encuentren nuevas formas de coexistencia y responsabilidad compartida que unan a las mujeres, los hombres y los niños en una familia igualitaria reconstruida”.

DECLIVE DEL ESTADO Y CRISIS DE LA DEMOCRACIA
Escribe Castells: “La capacidad o incapacidad del movimiento feminista y los movimientos de identidad sexual para institucionalizar sus valores dependerá esencialmente de su relación con el Estado, el aparato que ha constituido el último recurso del patriarcado a lo largo de la historia”. Hay que destacar que todas esas demandas se están planteando a un Estado disminuido en su poder por las redes multinacionales y supranacionales, agentes de la globalización.

Castells agudiza la dificultad de esta contradicción relacionando el ascenso de la Era de la Información con el declive de la democracia. “Los medios electrónicos se han convertido en el espacio privilegiado de la política”. No en el sentido de que determinen la opinión pública, sino en el sentido de que ninguna política puede hacerse fuera de ellos: “La política de los medios no es toda la política, pero toda la política debe pasar a través de los medios para influir en la toma de decisiones”, quedando fundamentalmente encuadrada por la lógica inherente, sobre todo, a los medios electrónicos incluida la prensa, hoy un medio tan electrónico como otros por su inserción en Internet y amenazada, más que en la época de la prensa amarillista, por “la política del escándalo”.

La crisis del Estado-nación, que consiste sobre todo en la erosión de la legitimidad que supone el socavamiento del Estado de bienestar y la ruptura del pacto social entre Estado, capital y trabajo, y la crisis del sistema político y de la democracia representativa, tienen delante los esbozos de “democracia informacional” propuestos por Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Greenpeace, Oxfam, Food First, etc., aun cuando son todavía solamente relámpagos premonitorios.

UN NUEVO PAISAJE HISTÓRICO: EL DERRUMBE DEL COMUNISMO SOVIÉTICO
Castells “explora algunas macrotransformaciones, intentando explicarlas como resultado de la interacción entre los procesos que caracterizan a la Era de la Información: informacionalización, globalización, interconexión, construcción de la identidad, crisis del patriarcado y del Estado-nación”. Y piensa que las tendencias del cambio social que analiza, “constituyen un nuevo paisaje histórico”.

En ese nuevo paisaje, estudia primero el derrumbe del comunismo soviético, “uno de los más extraordinarios ejemplos de cambio histórico inesperado”, tanto más porque “la Revolución rusa de 1917 y el movimiento comunista internacional que puso en marcha han sido el fenómeno político e ideológico dominante del siglo XX”. Castells piensa que en las raíces de este derrumbe está “la incapacidad del estatismo para gestionar la transición a la era de la información”. Y explica así lo que quiere decir: “Paradójicamente, un sistema construido bajo la bandera del desarrollo de las fuerzas productivas no pudo dominar la revolución tecnológica más importante en la historia humana. Porque las características del informacionalismo, la interacción simbiótica entre el procesamiento de información y la producción material, determinados por la sociedad, se hicieron incompatibles con el monopolio de la información por parte del Estado y con el confinamiento de la tecnología dentro del ámbito militar.” El avance en el terreno militar y en el espacial no se derramaron hacia los otros sectores de la economía, en parte por la paranoia de la seguridad y la perspectiva única de la competencia con Estados Unidos, la otra superpotencia. Esta explicación es coherente con el rasgo fundamental del estatismo que, para Castells, es la maximización del poder.

El verticalismo en la organización empresarial, implicado en la planificación de la economía centralizada burocráticamente, hizo mucho más difícil en la URSS que en Occidente la transición a estructuras flexibles de gestión y a la interconexión en red. Con el agravante de que los gestores, burócratas y empresarios soviéticos “sí descubrieron la flexibilidad y el funcionamiento en red como forma organizativa, pero la aplicaron al desarrollo de la economía sumergida”, socavando “desde dentro la economía dirigida”. Más aún, según Castells, “la sociedad informacional no es la superestructura de un nuevo paradigma tecnológico”, sino que “se basa en la tensión histórica entre el poder material del procesamiento abstracto de la información y la búsqueda por parte de la sociedad de una identidad significativa”. Lo que sucede es que “el estatismo no sólo sofoca la capacidad de innovación tecnológica, sino que se apropia y redefine identidades con arraigo histórico para disolverlas en el proceso primordial de afirmar su poder”.

TRABAJADORES INDISPENSABLES Y MANO DE OBRA DESECHABLE
“El fin del comunismo soviético escribe Castells y la adaptación apresurada del comunismo chino al capitalismo global han dejado al capitalismo solo por fin en su ámbito planetario. La reestructuración del capitalismo en los años setenta y ochenta demostró la versatilidad de sus reglas de funcionamiento y su capacidad de utilizar con eficacia la lógica de las redes de la era de la información para inducir un salto espectacular en las fuerzas productivas y el crecimiento económico. Pero también mostró su lógica excluyente, ya que millones de personas y grandes zonas del planeta están quedando marginadas de los beneficios del informacionalismo, tanto en el mundo desarrollado como en los países en vías de desarrollo”.

Se trata de un dinamismo elitista que es inherente al capitalismo y que Castells observa al estudiar la creciente diferenciación entre los “trabajadores genéricos”, incluso cualificados su cualificación termina pronto con la actual acumulación vertiginosa del conocimiento, y los “productores informacionales o “trabajadores autoprogramables” capaces, por su educación, de reprogramarse para las demandas nuevas de su trabajo o para otros trabajos. También los llama “mano de obra nuclear” y “mano de obra de sechable”. Para Castells, “la educación es el proceso mediante el cual las personas, es decir los trabajadores, adquieren la capacidad de redefinir constantemente la cualificación necesaria para una tarea determinada y de acceder a las fuentes y métodos para adquirir dicha cualificación”.

SÓLO QUEDAN EL PRIMER MUNDO Y EL CUARTO MUNDO
Durante muchos años estuvimos acostumbrados a analizar el mundo que surgió de la Segunda Guerra Mundial como constituido por un Primer Mundo, el mundo capitalista industrializado que tenía por líder a los Estados Unidos; un Segundo Mundo, el mundo del socialismo realmente existente, en vías de rápida industrialización y, en algunos sectores de la economía, por ejemplo, en el militar y en el espacial, tan avanzado como el Primer Mundo o más, y liderado por la Unión Soviética, aunque escindido en los primeros años 60 del siglo XX por la ruptura entre la URSS y la República Popular China; y un Tercer Mundo, el mundo de los países en vías de desarrollo, de lenta y asimétrica industrialización, en cuyo seno se formó el Movimiento de los Países No Alineados, liderado por la India, Egipto e Indonesia, y en realidad siempre oscilante políticamente entre el Primer y el Segundo Mundo y dependiente económicamente de uno u otro.

Hablábamos también de un Cuarto Mundo, cuyo concepto osciló entre países irremediablemente sumidos en el empobrecimiento como la mayoría de los del África Subsahariana, y zonas de extrema pobreza en las grandes ciudades del Primer Mundo. Hoy no se puede ya analizar así el mundo.

En el nuevo mapa del planeta no existe ya un Segundo Mundo. Se trata verdaderamente del reverso de la medalla del fin de la guerra fría. Y según, Castells, “la capacidad diferencial de los países y de los agentes económicos para vincularse a los procesos informacionales y competir en la economía global” revela en el antiguo Tercer Mundo “vías para el desarrollo cada vez más divergentes, que de hecho acaban con la misma noción de Tercer Mundo”. Así, el mundo está hoy compuesto básicamente por el Primer Mundo y por el Cuarto Mundo, que para Castells comprende “buena parte del Africa Subsahariana y las zonas rurales empobrecidas de América Latina y Asia. Pero también está presente en cada país y en cada ciudad, en esta nueva geografía de exclusión social”. Ha surgido así el Cuarto Mundo, por antonomasia el mundo de la exclusión y de los excluidos.

EL PROCESO DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL EN PERSONAS Y EN TERRITORIOS DEL PLANETA
Señala Castells varias dinámicas propias del capitalismo. Algunas, como la desigualdad, la polarización, la pobreza y la miseria, son “relaciones de distribución/consumo, o de la apropiación diferencial de la riqueza generada por el esfuerzo colectivo”. Otras, como la individualización del trabajo contraria a los contratos colectivos, la sobreexplotación, la exclusión social y la integración perversa, son “relaciones de producción” que “tienen consecuencias fundamentales para la desigualdad, la polarización, la pobreza y la miseria”.

Castells afirma que “el proceso de exclusión social en la sociedad red afecta tanto a personas como a territorios”. En las personas significa básicamente no ser capaces de “acceder a un trabajo remunerado relativamente regular al menos para un miembro de una unidad familiar estable”. En los territorios, la exclusión significa que “bajo la nueva lógica dominante del espacio de los flujos, las áreas que no son valiosas desde la perspectiva del capitalismo informacional”, económica o políticamente, “son esquivadas por los flujos de riqueza e información, y acaban siendo privadas de la infraestructura tecnológica básica que nos permite comunicarnos, innovar, producir, consumir e incluso vivir en el mundo de hoy”.

Basándose en los conocidos estudios del PNUD y de la OIT, Castells afirma que “el ascenso del capitalismo informacional global se caracteriza por el desarrollo y subdesarrollo económicos simultáneos y la exclusión e inclusión sociales… Existe polarización en la distribución de la riqueza a escala global y un aumento sustancial de la pobreza en la mayoría de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo. Sin embargo, los modelos de exclusión social y los factores que los explican requieren un análisis cualitativo de los procesos que los inducen”. Castells los estudia en el Africa Subsahariana, en las ciudades de los Estados Unidos, y en la situación de la infancia.

Según él, las trayectorias de entrada en “los agujeros negros” de la exclusión social “dependen de acontecimientos específicos: un dictador rapaz en el Zaire; o la decisión de la policía de dejar ciertos barrios en manos de traficantes de drogas; o el agotamiento de las minas; o la devaluación de los productos agrícolas de los que vivía una región”. De modo que “para estos territorios y para la gente atrapada en ellos, opera una espiral descendente de pobreza, luego de miseria y por último de irrelevancia hasta, o al menos, que una fuerza contrarrestadora, incluida la revuelta de la gente contra su condición, invierta la tendencia”. Castells afirma que en todas partes aumenta además “la nueva geografía de exclusión social, a medida que el criterio selectivo del capitalismo informacional y la quiebra política del Estado del bienestar intensifican la exclusión social. En el contexto histórico actual, el ascenso del Cuarto Mundo es inseparable del ascenso del capitalismo informacional global”.

LA “INTEGRACIÓN PERVERSA”: LA ECONOMÍA CRIMINAL GLOBAL
Castells es uno de los primeros en incorporar dentro de una investigación sociológica global multicultural, el fenómeno de “la conexión perversa”, es decir de la “economía criminal global”, que hace años analicé como capital delincuencial en el contexto de El Salvador y Guatemala. Se trata del “delito global, la interconexión de poderosas organizaciones criminales y sus asociados en actividades conjuntas por todo el planeta…, un nuevo fenómeno que afecta profundamente a la economía, la política y la seguridad nacionales e internacionales, y en definitiva, a la sociedad en general”.

Y traza Castells su quién es quién: “La Cosa Nostra, la mafia estadounidense, los cárteles de Colombia y de México, las redes criminales nigerianas, los yazukas japoneses, las Tríadas chinas, la constelación de mafias rusas, los traficantes de heroína turcos, las cuadrillas armadas de Jamaica”, y mil expresiones más, unidas “en una red global diversificada”.

También se puede trazar el qué es qué de sus negocios: drogas, armas y “todo lo que recibe valor añadido precisamente por su prohibición: material radioactivo, órganos humanos e inmigrantes ilegales; prostitución; juego; usura; secuestro; fraude y extorsión; falsificación; asesinos de alquiler; tráfico de información delicada; tecnología u objetos de arte; ventas internacionales de objetos robados; o incluso vertidos de basura ilegales de un país en otro”. Y por supuesto, “en el núcleo del sistema, el blanqueo de dinero por cientos de millones quizá trillones de dólares”, vinculándose con la economía formal legal “a través de complejos planes financieros y redes comerciales internacionales”. Castells observa el funcionamiento de estas redes en Rusia y en América Latina, especialmente en Colombia.

Descubre su estrategia, que “consiste en ubicar sus funciones de gestión y producción en zonas de bajo riesgo, donde poseen un control relativo del entorno institucional, mientras que buscan sus mercados preferentes en las zonas de demanda más rica, a fin de cobrar precios más altos”, con alianzas estratégicas entre sí que se asemejan “a la lógica organizativa de la empresa red, característica de la era de la información”.

A propósito del narcotráfico, se pregunta Castells: “¿Por qué Colombia?” Y contesta: “Por la combinación original de unas redes latentes de narcotráfico de marihuana vinculadas con los Estados Unidos, la existencia de una clase empresarial marginada por la industrialización fallida de América Latina y el vigoroso arraigo en sus culturas locales de unos contrabandistas relativamente educados y con movilidad social ascendente”. Además, “esta fórmula afortunada” se apoyó en la tradición de La Violencia de los años 50, así como en “la crisis perenne de legitimidad y control del Estado” y en su corrupción.

La tecnología de la información permite en esta conexión, por muy perversa que sea, como en las demás, que “lo realmente importante, es decir, el dinero, circule seguro en los flujos de las transacciones financieras informatizadas, gestionadas desde bases bancarias distantes”. Sobre todo, “las redes criminales probablemente llevan la delantera a las compañías multinacionales en su capacidad decisiva de combinar la identidad cultural y la empresa global”.

¿HACIA LA ERA DEL PACÍFICO EN ASIA?
La penúltima transformación importante en el umbral del nuevo milenio que estudia Castells es la del Pacífico Asiático. Su principal tesis analítica es que “no existe una región del Pacífico como entidad distinta o integrada y, por lo tanto, no habrá una Era del Pacífico, debido sobre todo a que el proceso de desarrollo ha sido y es fomentado por nacionalismos paralelos, que no están dispuestos a minimizar su identidad”.

El dato fundamental que está presente, tanto en Japón como en los Cuatro Tigres (Singapur, Corea del Sur, Taiwán y Hong Kong) y en China, es la presencia del Estado desarrollista, cuya legitimidad no se basa en la representación de la sociedad civil como no se basa en ella la legitimidad de ningún estado revolucionario, sino en un proyecto social.
Castells “propone la hipótesis” de que “cuando el proyecto social respeta los parámetros más amplios del orden social por ejemplo, el capitalismo global, pero aspira a transformaciones fundamentales de orden económico prescindiendo de los intereses o deseos de la sociedad civil estamos en presencia del Estado desarrollista”. Todos estos Estados en Asia practicaron la represión lo cual en otros países del antiguo Tercer Mundo no ha ayudado mucho “a la movilización de sus sociedades por la senda del desarrollo” pero además “las tradicionales clases dominantes fueron destruidas, desorganizadas o quedaron subordinadas al Estado”, especialmente en Taiwán y Corea del Sur con la reforma agraria.

Paradójicamente, escribe Castells, “el éxito de los Estados desarrollistas en el Este asiático acabó conduciendo a la desaparición de sus aparatos y al final del milenio, son sus ciudadanos los que determinan sus proyectos históricos reales”. Añade Castells que hoy “lo común a todos ellos es que sus economías han sido ya profundamente penetradas por los flujos financieros globales y, por tanto, han pasado a ser dependientes, como el resto del mundo, de movimientos de capitales más que de exportaciones de mercancías”. Precisamente por eso, “la principal razón de la crisis asiática de 1997-98 es el éxito de su proceso de crecimiento económico y su plena integración en la economía global”. Tanto es así que “el país menos afectado por la crisis, China, es precisamente aquel que menor grado de integración tiene en los circuitos financieros mundiales”.

La República Popular China es el país de más alto índice de crecimiento económico y tal vez el de desarrollo humano más sostenido. Y sin embargo, estas culturas “mantienen su especificidad histórica”. Esto “significa que hemos entrado verdaderamente en un mundo multicultural”, que se desvanece el concepto de “Occidente” puesto que incluye a Japón y a los Cuatro Tigres y a China, que “se difumina definitivamente el significado de “Norte” en la economía global” puesto que incluye al Este rico, así como también se desintegra y diversifica el Sur, hasta el punto de poderse hablar, también desde esta otra perspectiva, del fin del Tercer Mundo.

Para Castells, “el surgimiento del capitalismo de crecimiento rápido del Pacífico Asiático es, junto con el fin del imperio soviético, y el proceso de unificación europea, uno de los cambios estructurales más importantes que están ocurriendo en el mundo al terminar el siglo”.

LA UNIFICACIÓN EUROPEA: GLOBALIZACIÓN, IDENTIDAD Y EL ESTADO RED
Al proceso de unificación europea dedica Castells el último de los apartados sobre las transformaciones sociales en el mundo de hoy. Según él, “la integración europea es, al mismo tiempo, una reacción al proceso de globalización y su expresión más avanzada”. En este sentido piensa que la unidad europea no se edifica sobre la difuminación de las nacionalidades y la construcción del federalismo, sino sobre la consolidación de las nacionalidades y la construcción de una confederación, aunque ambas pueden predominar en campos diversos.

La globalización informacional hace peligrar sobre todo al Estado de bienestar, como lo muestra la dirección política comenzada en Europa por el thatcherismo. Castells piensa que no se trata de una tendencia determinista y frente a lo que Touraine llama la ideología de la globalización, que la considera una fuerza natural, reduciendo las sociedades a economías, las economías a mercados y los mercados a flujos financieros, “existe una amplia reacción popular contra la reducción y desmantelamiento potencial del Estado de bienestar y contra la flexibilización de los mercados laborales a expensas de las vidas estables de los trabajadores, que suele expresarse en términos del pueblo contra los políticos, la nación contra el Estado europeo”.

La Unión Europea está esbozando una respuesta a la crisis del Estado-nación y a los retos de la globalización cuando construye lo que Castells llama el Estado-red, que es “un Estado caracterizado por compartir la autoridad a lo largo de una red”, sin que ningún gobierno nacional, “ningún nodo, ni siquiera el más poderoso” de la red, pueda “pasar por alto al resto, ni aun a los más pequeños, en el proceso de toma de decisiones”.

Castells termina afirmando que, en esta dialéctica entre globalización e identidades, “no existe una identidad europea, pero podría construirse como complemento de las identidades nacionales, regionales y locales. Se trataría de un proceso de identidad proyecto”, es decir, un programa de valores sociales y objetivos institucionales, que incluiría: “la defensa del Estado de bienestar; la preocupación por los derechos humanos universales y por la situación precaria del Cuarto Mundo; la reafirmación de la democracia; la vitalidad de las culturas, expresadas a menudo en la lengua, sin rendirse a la cultura de la virtualidad real. La mayoría de los ciudadanos europeos probablemente apoyarían estos valores”, que supondrían “cambios extraordinarios en la economía y en las instituciones”. Ahora bien, escribe Castells, “una identidad proyecto es precisamente esto: no una proclamación utópica de sueños, sino la lucha por imponer modos alternativos de desarrollo económico, sociabilidad y gobierno”.

UNA FORMA ENDURECIDA Y FLEXIBLE DE CAPITALISMO VS. LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
En su conclusión, Castells afirma que vivimos hoy globalmente en “un capitalismo diferente del de la revolución industrial o del keynesianismo económico y el Estado de bienestar”. Se trata de “una forma endurecida de capitalismo en cuanto a fines y valores, pero incomparablemente más flexible que cualquiera de sus predecesores en cuanto a medios. Es el capitalismo informacional, que se basa en la producción inducida por la innovación y la competitividad orientada a la globalización, para generar riqueza y para apropiársela de forma selectiva. Más que nunca, está incorporado en la cultura y en la tecnología. Pero esta vez, tanto la cultura como la tecnología dependen de la capacidad del conocimiento y la información para actuar sobre el conocimiento y la información, en una red recurrente de intercambios globalmente conectados”.

Concluida su investigación, Castells puede añadir, adelantándose a la posible objeción de determinismo tecnológico contra su obra, que “las sociedades no son sólo resultado de la transformación tecnológica y económica ni cabe limitar el cambio social a crisis y adaptaciones institucionales”. Se refiere entonces al surgimiento de todo el conjunto de movimientos sociales que engendraron la Revolución cultural de 1968, en la cual fue actor él mismo desde su ayudantía sociológica en el campus de Nanterre de la Universidad de París. Surgieron estos movimientos “en los Estados Unidos y Francia, luego en Italia, Alemania, España, Japón, Brasil, México y Checoslovaquia. Eran en esencia movimientos culturales, deseosos de cambiar la vida más que de tomar el poder. Sabían de forma intuitiva que el acceso a las instituciones del Estado coopta el movimiento, mientras que la construcción de un nuevo Estado revolucionario lo pervierte”.

LAS SEMILLAS FECUNDAS DE MAYO DEL 68 DIERON SUS FRUTOS
Cree Castells que lo que significaban estos movimientos era “una reacción multidimensional contra la autoridad arbitraria, una revuelta contra la injusticia y la búsqueda de experimentación personal”. Observa que “fueron derrotados en la política, pero se marchitaron con una elevada productividad histórica”, ya que de ahí “brotaron las ideas que serían la fuente del ecologismo, del feminismo, de la defensa constante de los derechos humanos, de la liberación sexual, de la igualdad étnica y de la democracia de base”. “No fueron reacciones a la crisis económica, sino a la sociedad de consumo”.

Una observación muy importante de Castells es que en la mayoría de los movimientos sociales surgidos a partir del 68, “la tecnología estaba en buena parte ausente de sus valores y críticas, si se exceptúan los llamamientos contra la deshumanización del maquinismo y su oposición a la energía nuclear”. Y sin embargo, influyeron en la decadencia de los sindicatos, en la crisis de “los rituales democráticos” y, con “su apertura cultural” estimularon “la experimentación tecnológica con la manipulación de símbolos”, que “evolucionaría a la cultura de la virtualidad real”.

¿UNA NUEVA SOCIEDAD? NUEVAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN
Desde su marco teórico, Castells afirma que “una nueva sociedad surge siempre y cuando pueda observarse una transformación estructural en las relaciones de producción, de poder y de experiencia, que conllevan una modificación igualmente sustancial de las formas sociales del espacio y el tiempo y la aparición de una nueva cultura”.

¿Cómo se ve esto en las relaciones de producción? La productividad y competitividad en el capitalismo informacional dependen de la innovación y de la flexibilidad. La tecnología de la información y la capacidad cultural para utilizarla junto con la nueva forma de organización y gestión en la empresa red se vuelven esenciales. Se redefine el papel del trabajo, con la distinción entre “trabajadores genéricos”, los desechables, y “trabajadores autoprogramables”, los indispensables, siendo la educación, es decir, la capacidad de incorporar conocimiento e información, la clave de la diferencia. La flexibilidad “trabajadores en red y a tiempo flexible” conduce a “la descentralización coordinada del trabajo y a su individualización”.

Castells propone que “la economía informacional/global es más capitalista que ninguna otra en la historia: pero el capital está tan transformado como el trabajo”. Por supuesto, “la regla sigue siendo la producción en aras de la ganancia y para la apropiación privada de la ganancia, sobre la base de los derechos de propiedad que, son la esencia del capitalismo”. Por supuesto, también, los accionistas, las familias propietarias y los empresarios individuales se apropian de las ganancias, y también los grandes ejecutivos. Donde aparece una transformación novedosa es en el terreno del capital financiero, que en el informacionalismo funciona, gracias a la nueva tecnología, superando el “espacio y el tiempo por medios electrónicos”, de tal manera que Castells propone que “los mercados financieros globales y sus redes de gestión son el capitalista colectivo real, la madre de todas las acumulaciones”, aunque esto no significa “que los capitales financieros dominan al capital industrial, una antigua dicotomía que no encaja con la nueva realidad económica”.

UN CASINO GLOBAL, MÁS QUE UN MERCADO GLOBAL
En el capitalismo industrial, las empresas, la banca, el comercio, eran fuentes dispersas de acumulación que competían por el predominio de sus diversas fracciones del capital en procesos diversos y a veces no vinculados de acumulación. Hoy, “empresas de todo tipo, productores financieros, así como gobierno e instituciones públicas” e inversionistas individuales, ahorrantes, jubilados, etc., “utilizan las redes financieras globales como depositarias de sus ganancias y como fuente potencial de mayores beneficios. Es en esta forma específica en la que las redes financieras globales son el centro nervioso del capitalismo informacional”, que se parece más a un “casino global” que a un “mercado global”. Porque sus movimientos “no siguen una lógica de mercado. El mercado sube y baja, es manipulado y transformado por una combinación de maniobras estratégicas realizadas por ordenador, sicología de masas de fuentes multiculturales y turbulencias inesperadas, causadas por cada vez mayor complejidad en la interacción de los flujos de capital a escala global”. Los economistas fabrican modelos para controlar este casino y no lo logran porque “los magos de las finanzas” juegan de nuevo en las computadoras con esos modelos “para obtener nuevas ventajas competitivas de este conocimiento innovando sobre los modelos de inversión ya conocidos”.

PRODUCCIÓN HORIZONTAL EN RED FRENTE A PRODUCCIÓN VERTICAL EN SERIE
El cambio fundamental en la organización ha consistido en “el paso de las burocracias verticales a la gran empresa horizontal”. La tecnología de la información ha contribuido a este paso. Pero no ha sido el único factor. El otro factor, igualmente importante, ha sido la invención de una nueva lógica organizacional. Las burocracias son aquellas organizaciones “para las cuales la reproducción de su sistema de recursos se convierte en su principal fin”. Las empresas son aquellas organizaciones “en las que los fines y su cambio moldean una y otra vez la estructura de los recursos”.

Lo nuevo surge de “un proceso fundamental: el proceso de desintegración del modelo organizativo de las burocracias racionales verticales, característico de las grandes empresas en las condiciones de una producción en serie estandarizada y mercados oligopólicos”. “La integración vertical de los departamentos dentro de la misma estructura empresarial” es sustituida por “la desintegración vertical de la producción en una red de firmas”. Así se origina un nuevo paradigma organizativo, cuyos elementos son: redes empresariales, herramientas tecnológicas nuevas, un ambiente de competencia global y el Estado, que puede ser desarrollista, agente de incorporación, coordinador o mensajero orientado a una misión.

De la cooperación de estos elementos surge la empresa red. La empresa red está conformada por unidades que son propias de ella y por otras que son autónomas respecto de ella y pueden ser parte de otras redes. Por eso, su capacidad de conexión para facilitar la comunicación sin interferencias entre sus componentes y su consistencia el grado en que se comparten intereses entre los fines de la red y sus componentes, son absolutamente clave. Generar conocimiento, procesar información, adaptarse a una geometría variable de la economía global, responder flexiblemente con el cambio de medios al cambio de fines, e innovar, son las características de su éxito. Todo ello da origen a una cultura, a un “espíritu” del capitalismo informacional, centrado “en lo efímero, una cultura de cada decisión estratégica, un mosaico de experiencias e intereses, más que una carta de derechos y obligaciones. Es una cultura multifacética y virtual”, la cultura de “la destrucción creativa”.

¿QUÉ QUEDA DE LAS CLASES SOCIALES?
Castells estudia también las consecuencias de este nuevo y más endurecido capitalismo para la estructura de las clases sociales. Según la teoría de la estratificación, propone acertadamente Castells que “el nuevo sistema se caracteriza por una tendencia a aumentar la desigualdad y la polarización sociales”, por la diferenciación entre tipos de trabajadores, la individualización del trabajo y la desaparición gradual del Estado de bienestar. Pero esta tendencia puede contrarrestarse con políticas públicas y con movimientos sociales.

A partir de la exclusión social, insiste en que “la pérdida de una relación estable con el empleo y el débil poder de negociación de muchos trabajadores conduce a más crisis importantes en la vida de sus familias”, y en que la falta de educación para mantener “la actualización constante de su cualificación” vuelve a muchos trabajadores “candidatos a la expulsión” de una clase media menguante. Aquí encontramos algunas fuentes importantes de la actual inseguridad ciudadana en Centroamérica.

Finalmente, desde la perspectiva marxista de quiénes son los productores y quién se apropia del producto de su trabajo, Castells afirma que “los nuevos productores del capitalismo informacional son los generadores del conocimiento y los procesadores de información, que forman un ‘trabajador colectivo’, con poca solidaridad con los trabajadores genéricos desechables”. Y añade que “apenas cabe considerar que exista una contradicción de clase entre estas redes de productores extremadamente individualizados y el capitalista colectivo de las redes financieras”. Castells concluye que “las divisiones sociales fundamentales de la era de la información son la fragmentación interna” de los trabajadores entre “productores informacionales y trabajadores genéricos”; la división entre trabajadores o territorios incluidos y excluidos del trabajo; y “la separación entre la lógica del mercado de los flujos de capital global y la experiencia humana de las vidas de los trabajadores”.

CULTURA ES PODER, PODER ES CAPITAL: NUEVAS RELACIONES DE PODER
Castells brinda también resultados de las nuevas relaciones de poder. Piensa que “la principal transformación concierne a la crisis del Estado-nación como entidad soberana y a la crisis relacionada de la democracia política”. La dificultad de cumplir con las promesas del Estado de bienestar o de siquiera empezar a desarrollarlo compromete la legitimidad del mismo Estado y “el desdibujamiento de la soberanía conduce a la incertidumbre en el proceso de delegación de la voluntad del pueblo”. Esto puede provenir de “la globalización del capital, de la multilateralización de las instituciones de poder y de la descentralización de la autoridad”, y también de la multilateralización de las instituciones de justicia, como lo estamos viendo en los tribunales para Yugoslavia y Ruanda, en el caso Pinochet, y en la negativa de los Estados Unidos de aceptar la autoridad del Tribunal Penal Internacional. Puede también ir conduciendo al Estado red, como se muestra en la Unión Europea.

A través de la política informacional propone Castells “los juegos estratégicos, la representación personalizada y el liderazgo individualizado sustituyen a los agrupamientos de clase, la movilización ideológica y el control partidista, que caracterizaron a la política de la era industrial”. Y afirma que cuando prevalece la política-espectáculo y la negociación en cuartos oscuros, “los ciudadanos de todo el mundo reaccionan a la defensiva y votan para evitar ser perjudicados por el Estado, en lugar de confiarle su voluntad”.

El poder empieza a transitar hacia “códigos culturales” y toma el rostro de la reacción contra la amenaza de la raza oprimida como en la consulta popular para las reformas constitucionales en Guatemala 98 o contra los emigrantes como en Francia 2002. Castells afirma que en la era de la información “las batallas culturales son las batallas del poder” y añade que se libran en los medios de comunicación, pero sin que estos ostenten el poder, sino que “el poder, como capacidad de imponer la conducta, radica en las redes de información y manipulación de símbolos, que relacionan a los actores sociales, las instituciones y los movimientos culturales a través de iconos, portavoces y amplificadores intelectuales”.
Frente a la rápida rotación de los gestores del poder en los gobiernos, Castells propone que “ya no existen élites de poder estables”, sino “élites desde el poder” que aprovechan sus breves mandatos para acceder más establemente al capital y a las conexiones sociales, lo que evoca la situación de partidos y presidentes en Centroamérica. Y concluye: “La cultura como fuente de poder y el poder como fuente de capital constituyen la nueva jerarquía social de la era de la información”.

EL FIN DEL PATRIARCADO: NUEVAS RELACIONES DE EXPERIENCIA
También son importantes los resultados que Castells entrega en el campo de la transformación de las relaciones de experiencia, donde todo gira alrededor de la crisis del patriarcado. Castells propone que “el futuro de la familia es incierto, pero el futuro del patriarcado no: sólo puede sobrevivir bajo la protección de estados autoritarios y fundamentalismos religiosos”. Observa que “las redes de personas sobre todo en el caso de las mujeres sustituyen cada vez más a la familia nuclear como forma primaria de apoyo emocional y material”. Aunque reconoce que su punto de referencia en la investigación de estas relaciones está más en Estados Unidos y en Europa Occidental, cree que “puede demostrarse que las luchas de las mujeres, sean o no declaradamente feministas, se están extendiendo por todo el mundo, socavando el patriarcado en la familia, en la economía y en las instituciones de la sociedad”.

Piensa que “la reconstrucción de la familia bajo formas igualitarias es la base necesaria para reconstruir la sociedad de abajo a arriba” y encuentra señales de esta reconstrucción en el hecho de que “millones de hombres están dispuestos a renunciar a sus privilegios y a trabajar junto a las mujeres para encontrar nuevas formas de amar, compartir la vida y tener hijos”. “Como los sistemas de personalidad” dependen de la familia y de la sexualidad, cree que están también “en cambio profundo” y caracteriza ese proceso como “la formación de personalidades flexibles, capaces de llevar a cabo constantemente la reconstrucción del yo, en lugar de definirlo” por la adaptación a roles sociales.

Castells observa que, si bien “el movimiento gay y el de lesbianas tienen por delante un horizonte tormentoso y el sida no será el único rostro espantoso del ataque antisexual, el poder de la identidad parece tornarse mágico cuando es tocado por la fuerza del amor”. Y al final de su investigación propone que “la transformación más fundamental de las relaciones de experiencia en la era de la información es su transición a un modelo de relación social construido, primordialmente, por la experiencia real de la relación. Hoy día, las personas producen formas de sociabilidad, en lugar de seguir modelos de conducta”.

NUEVAS RELACIONES ESPACIALES, TEMPORALES Y CULTURALES
Todos estos cambios convergen hacia la transformación del espacio y el tiempo como construcciones sociales. Así, “el espacio de los flujos de la era de la información domina al espacio de los lugares de las culturas de los pueblos, mientras que la experiencia fragmentada permanece confinada a los lugares”. Por otro lado, “la tecnología comprime el tiempo en unos pocos instantes aleatorios, con lo cual la sociedad pierde el sentido de la secuencia y la historia se deshistoriza”. Todo ello nos hace desembocar en la cultura de la virtualidad real. Escribe Castells: “A lo largo de la historia las culturas han sido generadas por gentes que compartían espacio y tiempo en las condiciones determinadas por las relaciones de producción, poder y experiencia, y modificadas por sus proyectos, luchaban entre sí para imponer a la sociedad sus valores y objetivos. En el paradigma informacional ha surgido una nueva cultura de la sustitución de los lugares por el espacio de los flujos y la aniquilación del tiempo por el tiempo atemporal”.

LOS NUEVOS DESAFÍOS SOCIALES A LA DOMINACIÓN
Castells propone que, provenientes de sus propias contradicciones y conflictos, “los desafíos sociales a los modos de dominación en la sociedad red suelen plasmarse en la construcción de identidades autónomas”. Pero añade que “en la era de la información, la lógica prevaleciente de las redes globales dominantes es tan omnipresente y penetrante que el único modo de salir de su dominio parece ser situarse fuera de esas redes y reconstruir el sentido atendiendo a un sistema de valores y creencias completamente diferente”. Así lo hacen “las comunas de la identidad de resistencia”: los fundamentalismos religiosos, los nacionalismos, localismos, separatismos étnicos y las comunas culturales, que “rompen con la sociedad y reconstruyen sus instituciones no de abajo a arriba sino desde dentro hacia fuera”, insistiendo en lo que son frente a lo que son los otros, en lo que son más que en lo que hacen, en el sentido de su identidad más que en la función del rol que desempeñan. Lo interesante es que también los movimientos proactivos, como el ecologismo o el feminismo, “comienzan desde el rechazo de los principios básicos sobre los que se construyen nuestras sociedades: patriarcado, productivismo”. De modo que si la sociedad los aceptara, realmente “sería una revolución”.

Según Castells, “la fortaleza de los movimientos sociales basados en la identidad es su autonomía frente a las instituciones del Estado, la lógica del capital y la seducción de la tecnología”, a la cual, por supuesto, utilizan como una herramienta. Pero también “el problema fundamental de los procesos de cambio social que son fundamentalmente externos a las instituciones y los valores de la sociedad tal como es, es que pueden fragmentarla en lugar de reconstruirla”. Entonces, entre el “atrincheramiento de las élites globales dominantes en palacios inmateriales compuestos por redes de comunicación y flujos de información” y el confinamiento de “la experiencia de las personas en múltiples lugares segregados”, sin palacios materiales que conquistar, podría suceder que “las explosiones de revuelta implosionen transformándose en violencia cotidiana sin sentido”.

“NO HAY UN SENTIDO DE LA HISTORIA MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA QUE SENTIMOS”
Al afirmar Castells que “no hay un sentido de la historia más allá de la historia que sentimos”, tiene algo más que decir sobre el derrumbe de la Unión Soviética. Quiero recogerlo por lo que puede tener de controversial o escandaloso para los así llamados izquierdistas de cualquier confesión, entre los que me encuentro. La erosión de la solidaridad, de los valores y del sentido de la vida en el pueblo soviético provino, a juicio de Castells, de la corrupción de quienes las proclamaban como ideología y a quienes durante mucho tiempo el pueblo creyó. Algo así como lo más duro que he oído sobre algunos revolucionarios centroamericanos, quienes con su corrupción mataron la esperanza de la gente.

Pero “la lección política más importante del experimento comunista dice Castells es la distancia fundamental que debe mantenerse entre los programas teóricos y el desarrollo histórico de los proyectos políticos. Todas las utopías conducen al terror si se intenta seriamente ponerlas en práctica. Son útiles para comprender y guiar la acción colectiva como herramientas. Nunca como esquemas para ser reproducidos en el mundo imperfecto y maravilloso de la vida humana. Porque tales intentos en el peor de los casos se convierten en fuentes del fundamentalismo político que acaba llevando a la dictadura y al Terror. Los sueños y proyectos son el material del que está hecho el cambio social, pero el paraíso artificial de la política inspirada por la teoría debe ser enterrado para siempre con el Estado soviético. Porque la lección más importante del derrumbamiento del comunismo es que no hay un sentido de la historia más allá de la historia que sentimos”. Es decir, no se construye nueva sociedad y humanidad nueva hipotecando el presente, degradando “los valores humanos, base de los esfuerzos cotidianos” y sacrificando víctimas en el altar del futuro, sea para suprimir o para enaltecer su memoria.

LA LARGA MARCHA PARA IR DANDO SENTIDO A LA HISTORIA
Castells concluye que para que los movimientos sociales lleguen a reconstruir “las instituciones de la sociedad, poniendo la tecnología al servicio de las necesidades y deseos de las personas”, se necesita “una larga marcha desde las comunas construidas en torno a la identidad de resistencia hasta las alturas de las nuevas identidades proyecto que brotan de los valores alimentados en esas comunas”. Y pone ejemplos de hitos en esa marcha: “nuevas familias igualitarias; aceptación del desarrollo sostenible; solidaridad intergeneracional en el crecimiento económico; y movilización universal en defensa de los derechos humanos”. Todo ello como procesos de lenta y firme construcción.

Desde la Iglesia Católica, por ejemplo, se ha llegado a proponer que esta larga marcha puede irse haciendo también a través de comunidades de radical seguimiento de Jesús de Nazaret, no necesariamente de personas en consagración religiosa sino sencillamente de personas cristianas. Creo que Castells tendría interés en observar y analizar en la sociedad este tipo de nuevas comunidades.

Castells finaliza su obra con una brevísima mirada futurista al siglo XXI de la que sólo entresacamos aquí esta afirmación: “Los fundamentalismos de diversos títulos y de fuentes diferentes representarán el desafío más osado e intransigente al dominio unilateral del capitalismo informacional global. Su acceso a las armas de exterminio masivo proyecta una sombra gigantesca sobre las perspectivas optimistas de la era de la información”, tanto más porque “un pequeño grupo decidido, bien financiado y bien informado, puede devastar ciudades enteras o golpear los centros nerviosos de nuestra vida” y porque “la infraestructura de nuestra vida cotidiana, de la energía a la canalización del agua, se ha vuelto tan compleja y está tan entrelazada que su vulnerabilidad ha aumentado de forma exponencial”. Palabras publicadas tres años antes del 11 de Septiembre.

PREGUNTAS AL CERRAR LA OBRA DE CASTELLS
Es importante conocer que la obra de Castells ha tenido fuertes críticas, si bien no son las más numerosas. La pregunta básica entre nosotros es si nos ayuda o nos estorba para analizar y comprender lo que pasa en Centroamérica al comienzo de este milenio. Es importante también preguntarnos si el hilo conductor de esta obra la tecnología de la información omnipresente como factor fundamental de explicación de la novedad, tanto del desarrollo informacional del capitalismo como de los movimientos sociales que lo desafían desde las identidades, es una explicación satisfactoria. Si la enorme cantidad de fenómenos y acontecimientos de nuestro mundo puede ser apresada al nivel de una “gran teoría” del cambio social. Castells respondería que no le interesa la teoría más que como herramienta para la observación y la investigación de la sociedad y que en su obra es más importante acercarse a la inmensa variedad y a la multiculturalidad del mundo real que tener éxito en su interpretación global.

Algunas personas que revisan la obra de Castells consideran que su obra no contiene una teoría acabada de la sociedad actual, sino que constituye un ensayo que pasa revista al estado-del-mundo-en-la-cumbre-del-cambio, más que una exégesis teórica (Paul Knox). O que es un intento teórico apenas hilvanado y no rigurosamente argumentado, al que le falta desenlace, constituyendo más bien una explicación con final abierto, más cercana a Giddens que a Marx (Ann Forsyth).
Para Peter Abell y Diane Reyniers, Castells fracasa al hacer teoría social; su lenguaje es muy poco claro; no tiene rigor en su investigación y, por ejemplo, asume que donde hay interconexión hay ya interdependencia; está lleno de metáforas, que bordean en lo poético y carecen de valor científico (“el espacio de los flujos”, “el tiempo atemporal”, “la aniquilación del tiempo”, “la cultura de la virtualidad real”, “la marejada de las identidades”, “la madre de todas las acumulaciones”, “el casino global”…); es selectivo a su favor con la bibliografía que cita; y desconoce la teoría de las redes.

Otra pregunta importante es cuánto de nuevo realmente hay en la nueva economía y en la nueva sociedad a la que Castells nos introduce. Si se trata de un nuevo capitalismo o si se trata de la continuidad del capitalismo, de la transformación del capitalismo en un capitalismo que, según Marx en el Manifiesto Comunista, llevaba ya la marca de la revolución constante de la producción, de la perturbación ininterrumpida de todas las relaciones sociales, de la eterna incertidumbre y agitación que distingue a la época burguesa de todos los aires anteriores. Todas las opiniones nuevas se vuelven anticuadas antes de que puedan cristalizar. Todo lo sólido se funde en el aire, todo lo santo es profanado. ¿Se trata de un nuevo modo de desarrollo del capitalismo o de una segunda línea divisoria dentro del mismo modo de desarrollo industrial? ¿Se da de veras un cambio de paradigma tecnológico con la tecnología de la información? Castells respondería que, sea nuevo o no el mundo que ha analizado, lo que importa es si su análisis muestra “capacidad o incapacidad para identificar y explicar los fenómenos que observamos y experimentamos”.

¿Y LAS ECOLOGÍAS Y LAS ETNIAS?
Y en relación a la ecología, ¿es sólo un movimiento social o es algo más? ¿Basta tratar todo lo referente a la ecología como un movimiento social nacido de una identidad proactiva? ¿O habría sido necesario analizar a fondo las manifestaciones económicas y políticas de las economías desperdiciadoras e intensivas en recursos? El finlandés Willenius opina que es ésta la deficiencia mayor en la obra de Castells.

Y sobre la etnicidad, ¿es fuente de identidad o es apoyo a otras identidades? Castells sostiene que, “aunque la raza tiene importancia, probablemente más que nunca como fuente de opresión y discriminación, la etnicidad se está fragmentando como fuente de sentido e identidad, no para fundirse con otras identidades, sino bajo principios más amplios de autodefinición cultural, como la religión, la nación o el género”. O explica que “la etnicidad, aunque es un ingrediente esencial tanto de la opresión como de la liberación, parece que suele formularse en apoyo de otras identidades comunales religiosa, nacional, territorial, más que inducir a la resistencia o a nuevos proyectos por sí misma”

CASTELLS ANTE LA CRISIS ACTUAL: LA GEOPOLÍTICA DE LA IDENTIDAD
Manuel Castells ha tratado de comprender después de cerrar su Era de la Información, lo que significó en el mundo el 11 de Septiembre, analizándolo dentro de los parámetros de su investigación. Bajo el título La Geopolítica de la Identidad, su pensamiento apareció en siete artículos en el diario catalán La Vanguardia (26 enero-1 febrero 2003).

Castells estudia a Al Qaeda y a los sistemas que se organizan en su constelación como un movimiento social, “una acción colectiva intencional cuyo objetivo consiste en cambiar los valores dominantes y las instituciones de la sociedad, en nombre de los valores e intereses que dan sentido a sus vidas desde la perspectiva de los actores del movimiento”. En su obra, Castells afirmaba que el impacto de estas acciones transforma los valores y las instituciones de la sociedad, tanto en caso de victoria como de derrota. Esto significa que el mundo ya no será el mismo después de Al Qaeda y el 11 de Septiembre que antes de ellos.

Castells afirma que Al Qaeda es un movimiento social basado en el fundamentalismo islámico, pero explícitamente global en su organización, su base de apoyo, su estrategia, sus tácticas y sobre todo en la definición de su adversario, los Estados Unidos y sus aliados, como centro del poder de Occidente y del orden capitalista mundial y como ocupantes de los lugares sagrados del Islam: Jerusalén y la península arábiga donde están La Meca y Medina, así como de cualquier otra tierra islámica oprimida. Se trata, además, de un movimiento social “muy especial”, porque funciona sin apoyo significativo de ningún Estado y se atreve a atacar a Estados Unidos en cualquier lugar del planeta, incluido en su propio territorio.

Ya sabemos que para Castells los movimientos sociales son portadores y cauces de las identidades, de “las fuentes de sentido y experiencia para la gente”. En el caso de Al Qaeda, este movimiento social da cauce a una identidad de resistencia, más en concreto a una “identidad religiosa territorializada”. Lo que da sentido a los miembros de Al Qaeda y los conduce hasta un ardiente deseo de martirio por su causa, es “la creación de la ‘umma’ o comunidad mundial de creyentes”, gobernada por la “sharia” o código musulmán. En esto no se distinguen de otros fundamentalismos islámicos.

LA DEFENSA DE LOS LUGARES SAGRADOS, DEL TERRITORIO DE DIOS
El régimen talibán fue considerado por Osama Bin Laden como el que más se acercó a los ideales islámicos. Bin Laden (yemenita asentado en Arabia Saudita) y su compañero fundador Al-Zawahiri (egipcio) pertenecen a una versión del Islam llamada “salafismo”, que “hace hincapié en el carácter multiétnico y multinacional del Islam”. Pero lo más importante en esta identidad es “la defensa de los lugares sagrados, La Meca, Medina y Jerusalén, ocupados por cristianos y judíos”. Desde la Guerra del Golfo, la monarquía saudí ha permitido a Estados Unidos establecer bases militares en Arabia Saudita. “Es la profanación de los lugares sagrados lo que justifica la ‘yihad’, como en la época de la movilización de los musulmanes contra los cruzados”, explica Castells.

Esta particularidad es la que da a la identidad religiosa de resistencia su carácter de territorialidad. No se defiende un territorio nacional, sino “la inviolabilidad de los lugares sagrados y de la tierra musulmana, cualquier tierra donde vivan los musulmanes. Es el territorio como expresión de la ‘umma’, de la comunidad de creyentes. Es el dominio de Dios, no el espacio del Estado”. En una teología materialmente muy vinculada con los lugares venerados, las plegarias de los musulmanes de todo el mundo no pueden llegar a Dios si los lugares santos, los lugares de Dios, están siendo profanados. De ahí, la determinación de liberarlos.

La experiencia de la lucha y de la victoria contra una gran potencia mundial, la Unión Soviética, en Afganistán, es la raíz del convencimiento de Al Qaeda de que también podrán vencer al “poder cruzado sionista, representado por los Estado Unidos y su estado subrogado, Israel”. Los otros regímenes que oprimen a musulmanes Filipinas, Rusia, Indonesia, India, Bosnia, China, etc. también serán atacados, pero no son el eje dominante del adversario. Castells piensa que la misma lucha contra estos poderes se ha convertido en objetivo estratégico del movimiento y ha desplazado a los mismos valores sobre los que se construyó: “la lucha en nombre del islam” (significado literal de la palabra ‘yihad’) se transformó en el uso del islam en nombre de la lucha”.

LA GENIALIDAD DE BIN LADEN Y LA ESPIRAL INFINITA DE VIOLENCIA
La genialidad de Bin Laden y sus compañeros dirigentes de Al Qaeda ha sido construir su movimiento en forma de red global. Recordemos que, según Castells, “los nuevos movimientos sociales son los sujetos potenciales de la era de la información” y actúan a través de “personalidades simbólicas que dan un rostro (o una máscara) a una sublevación simbólica” y hablan en su nombre, o a través de “redes” interconectadas y descentralizadas, “productoras y distribuidoras reales de códigos culturales”. Bin Laden ha sido una de esas “personalidades simbólicas”, esta vez con rostro, en contraposición con el mexicano Subcomandante Marcos, que usa una máscara. Al Qaeda tiene un liderazgo inspirador, que proporciona además entrenamiento y adoctrinamiento, pero “no posee una estructura de control y mando”.

“La esencia de su estrategia en la situación de postguerra afgana (después de la expulsión de los soviéticos) es un doble carácter de luchas locales y redes globales”. Los Estados nacionales, incluido el más poderoso de todos, los Estados Unidos, tienen una tarea muy difícil en su lucha contra esta red global. Pueden golpear algunos nodos de la red bombardear bases de operaciones y cuarteles, como hicieron en Afganistán e incluso suprimirlos como hicieron con el régimen talibán pero no pueden golpear la red: “no pueden bombardear Hamburgo, donde se tramaron todos los atentados del 11-S”.

LAS CLAVES DEL MUNDO ISLÁMICO Y LAS HUMILLACIONES CONTRA LOS ÁRABES
Para Castells, “la lucha de las redes globales móviles contra el estado sometido a la nación es un conflicto asimétrico: las redes gozan de una ventaja decisiva. Los Estados intentan construir redes estatales globales. Sin embargo, estas redes aumentan su capacidad punitiva (pueden bombardear más sitios), pero no su efectividad; los nodos proliferan en muchos puntos distintos, se entremezclan con la población y atacan cuando y donde parecen encajar en una espiral infinita de violencia”.

Los nodos de las redes son, a escala global, lo que eran para los movimientos revolucionarios de siempre sus células compartimentadas. En realidad, la congelación de fondos de instituciones financieras, económicas o asistenciales cuyo verdadero propósito es financiar las operaciones de Al Qaeda, es un golpe más certero a la red que cualquier tipo de bombardeo local o de encarcelamiento de líderes. Y constituye, cuando se hace transnacionalmente, un paso hacia el Estado red.

La flexibilidad organizativa de Al Qaeda se despliega en dos tácticas básicas: los golpes terroristas y el uso de los medios de comunicación para llegar a la transformación de las conciencias, sobre todo las de los mismos musulmanes, que “son el objetivo real de Al Qaeda”. En cambio, “la red terrorista apunta al corazón, no a la mente de los occidentales. No quieren que lo entiendan sino que les teman”. Por eso “actúan siguiendo la antigua tradición anarquista de la acción ejemplar”. Para Castells, “esto es exactamente lo que Hamas o la Yihad Islámica están haciendo en Israel, o lo que Al Qaeda está haciendo en el mundo”. Y su expectativa es precisamente que la respuesta de los adversarios, y especialmente la de Estados Unidos, sea tan irracional como son las respuestas arrancadas por el temor.

Piensa Castells que “la política de Estados Unidos hacia Irak, un mero espectador de este conflicto, parece demostrar que la estrategia funciona”. Y funciona tanto más cuanto que al temor del gobierno estadounidense va unido el desprecio por esos pueblos orientales estereotipados sobre todo en el estatus de sus mujeres y esos “gobernantes salvajes” como oímos hace unos días decir a Rumsfeld, que es precisamente la humillación que los pueblos árabes han sentido durante siglos y que los colonialismos de los últimos dos siglos acrecentaron. Esta humillación piensa Castells está en la raíz de la brutal respuesta terrorista a acciones occidentales sentidas como enormemente injustas. Más aún cuando los que reaccionan son gente de antiguas civilizaciones, con medios económicos suficientes para haberse apropiado de la modernidad y de su tecnología, pero que, sin embargo, han mantenido un sentimiento de alienación frente a los valores occidentales.

IRAK: UN MERO ESPECTADOR
Que Irak haya sido “un mero espectador de este conflicto” lo fundamenta Castells en el hecho de que la identidad religiosa de Al Qaeda no experimentaba ninguna simpatía por un régimen secular y laico como es el de Saddam Hussein, así como sospecha también fuertemente de la causa palestina, y especialmente de su líder Arafat, considerando su causa más nacionalista que globalmente religiosa.

Para Castells, la determinación de Estados Unidos de atacar a Irak reposó en la incomprensión de la calidad de red global de Al Qaeda. “Desarmar a Irak, aun a riesgo de provocar una guerra costosa si es necesario es un propósito que sigue arraigado en la convicción de que el único peligro real podría provenir del terrorismo apoyado por un Estado”. Por eso, en noviembre de 2001 Estados Unidos atacó Afganistán. Atacaron para suprimir el gobierno de un Estado por un régimen, el talibán, protector de Al Qaeda. Pero su ataque, aun causándole un golpe fortísimo, no acabó con la “capacidad operativa” de la red global. Piensa Castells, además, que nunca se demostró “el vínculo con Irak” de Al Qaeda. Estaríamos más bien en la hipótesis de una guerra contra Irak motivada por la ideología de prevenir el golpe posible del enemigo, y por los intereses concretos de la industria del petróleo y de los armamentos, así como por el orgullo imperial mal encaminado de un equipo gobernante ultrarreaccionario.

¿REDES ENTRE POBREZAS Y RESISTENCIA RELIGIOSA?
En el mundo islámico es posible que nunca hubiera mucha simpatía por Saddam Hussein, cuya falta de escrúpulos con la vida de su pueblo ha sido notoria. La imprevisibilidad de la situación creada con la guerra contra Irak descansa en cómo reaccionarán las redes globales del islamismo mundial frente a la prepotencia tan extremada de la “coalición” liderada por los Estados Unidos y frente a las víctimas civiles del conflicto, gran parte de ellas buenos musulmanes. También es imprevisible si tras la guerra se podrá reconstruir el mecanismo de diálogo supranacional de las Naciones Unidas.

Para Castells, lo que verdaderamente podría cambiar el curso de la historia sería el establecimiento de vínculos entre la pobreza y la resistencia religiosa. Si se “estableciera un vínculo entre la revuelta contra la irrelevancia socioeconómica y la resistencia de identidad contra la dominación cultural occidental”, se contrapondrían “las redes globales de fe y terror a las redes globales de riqueza y tecnología”. En esas eventuales redes globales de fe y terror los pueblos árabes se habrían ya apropiado de gran parte del legado tecnológico de la Era de la Información.

La red y el yo

-¿Me consideras un hombre culto y leído?
-Sin duda -replicó Zi-gong-. ¿No lo eres?
-En absoluto dijo Confucio Tan sólo he agarrado el hilo que enlaza el resto*1.

Hacia el final del segundo milenio de la era cristiana, varios acontecimientos de
trascendencia histórica han transformado el paisaje social de la vida humana. Una
revolución tecnológica, centrada en torno a las tecnologías de la información, está
modificando la base material de la sociedad a un ritmo acelerado. Las economías de
todo el mundo se han hecho interdependientes a escala global, introduciendo una
nueva forma de relación entre economía, Estado y sociedad en un sistema de
geometría variable.

El derrumbamiento del estatismo soviético y la subsiguiente desaparición del movimiento comunista internacional han minado por ahora el reto histórico al capitalismo, rescatado a la izquierda política (y a la teoría marxista) de la
atracción fatal del marxismo-leninismo, puesto fin a la guerra fría, reducido el riesgo de holocausto nuclear y alterado de modo fundamental la geopolítica global.

El mismo capitalismo ha sufrido un proceso de reestructuración profunda, caracterizado por una mayor flexibilidad en la gestión; la descentralización e interconexión de las empresas, tanto interna como en su relación con otras; un aumento de poder considerable del capital frente al trabajo, con el declive concomitante del movimiento sindical; una individualización y diversificación crecientes en las relaciones de trabajo; la incorporación masiva de la mujer al trabajo retribuido, por lo general en condiciones discriminatorias; la intervención del estado para desregular los mercados de forma selectiva y desmantelar el estado de bienestar, con intensidad y orientaciones

1* * Relatado en Sima Qian (145 a.C-89 d.C.), “Confucius”, en Hu Shi, The Development of Logical Methods in Ancient China, Shanghai, Oriental Book
Company, 1922; citado en Qian, 1985, pag. 125,

diferentes según la naturaleza de las fuerzas políticas y las instituciones de cada
sociedad; la intensificación de la competencia económica global en un contexto de
creciente diferenciación geográfica y cultural de los escenarios para la acumulación y gestión del capital.

Como consecuencia de este reacondicionamiento general del sistema capitalista, todavía en curso, hemos presenciado la integración global de los mercados financieros, el ascenso del Pacífico asiático como el nuevo centro industrial
global dominante, la ardua pero inexorable unificación económica de Europa, el
surgimiento de una economía regional norteamericana, la diversificación y luego
desintegración del antiguo Tercer Mundo, la transformación gradual de Rusia y la zona de influencia ex soviética en economías de mercado, y la incorporación de los
segmentos valiosos de las economías de todo el mundo a un sistema interdependiente que funciona como una unidad en tiempo real.

Debido a todas estas tendencias, también ha habido una acentuación del desarrollo desigual, esta vez no sólo entre Norte y Sur, sino entre los segmentos y territorios dinámicos de las sociedades y los que corren el riesgo de convertirse en irrelevantes desde la perspectiva de la lógica del sistema.

En efecto, observamos la liberación paralela de las formidables fuerzas productivas de la revolución informacional y la consolidación de los agujeros negros de miseria humana en la economía global, ya sea en Burkina Faso, South Bronx, Kamagasaki, Chiapas o La Courneuve.

De forma simultánea, las actividades delictivas y las organizaciones mafiosas del
mundo también se han hecho globales e informacionales, proporcionando los medios
para la estimulación de la hiperactividad mental y el deseo prohibido, junto con toda forma de comercio ¡lícito demandada por nuestras sociedades, del armamento
sofisticado a los cuerpos humanos. Además, un nuevo sistema de comunicación, que
cada vez habla más un lenguaje digital universal, está integrando globalmente la
producción y distribución de palabras, sonidos e imágenes de nuestra cultura y
acomodándolas a los gustos de las identidades y temperamentos de los individuos.
Las redes informáticas interactivas crecen de modo exponencial, creando nuevas
formas y canales de comunicación, y dando forma a la vida a la vez que ésta les da
forma a ellas.

Los cambios sociales son tan espectaculares como los procesos de transformación
tecnológicos y económicos. A pesar de toda la dificultad sufrida por el proceso de
transformación de la condición de las mujeres, se ha minado el patriarcalismo, puesto
en cuestión en diversas sociedades. Así,, en buena parte del mundo, las relaciones de
género se han convertido en un dominio contestado, en vez de sor una esfera de
reproducción cultural. De ahí se deduce una redefinición fundamental de las
relaciones entre mujeres, hombres y niños y, de este modo, de la familia, la sexualidad
y la personalidad. La conciencia medioambiental ha calado las instituciones de la
sociedad y sus valores han ganado atractivo político al precio de ser falseados y
manipulados en la práctica cotidiana de las grandes empresas y las burocracias. Los
sistemas políticos están sumidos en una crisis estructural de legitimidad, hundidos de
forma periódica por escándalos, dependientes esencialmente del respaldo de los
medios de comunicación y del liderazgo personalizado, y cada vez más aislados de la
ciudadanía. Los movimientos sociales tienden a ser fragmentados, localistas,
orientados a un único tema y efímeros, ya sea reducidos a sus mundos interiores o
fulgurando sólo un instante en torno a un símbolo mediático. En un mundo como éste
de cambio incontrolado y confuso, la gente tiende a reagruparse en torno a
identidades primarias: religiosa, étnica, territorial, nacional. En estos tiempos difíciles,
el fundamentalismo religioso, cristiano, islámico, judío, hindú e incluso budista (en lo
que parece ser un contrasentido), es probablemente la fuerza más formidable de
seguridad personal y movilización colectiva. En un mundo de flujos globales de
riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad, colectiva o individual,
atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social. No
es una tendencia nueva, ya que la identidad, y de modo particular la identidad
religiosa y étnica, ha estado en el origen del significado desde los albores de la
sociedad humana. No obstante, la identidad se está convirtiendo en la principal, y a
veces única, fuente de significado en un periodo histórico caracterizado por una
amplia desestructuración de las organizaciones, deslegitimación de las instituciones,
desaparición de los principales movimientos sociales y expresiones culturales
efímeras. Es cada vez más habitual que la gente no organice su significado en torno a
lo que hace, sino por lo que es o cree ser. Mientras que, por otra parte, las redes
globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan de forma selectiva
individuos, grupos, regiones o incluso países según su importancia para cumplir las
metas procesadas en la red, en una corriente incesante de decisiones estratégicas.
De ello se sigue una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y
universal, y las identidades particularistas de raíces históricas. Nuestras sociedades
se estructuran cada vez más en tomo a una posición bipolar entre la red y el yo.
En esta condición de esquizofrenia estructural entre función y significado, las pautas
de comunicación social cada vez se someten a una tensión mayor. Y cuando la
comunicación se, rompe, cuando deja de existir, ni siquiera en forma de comunicación
conflictiva (como sería el caso en las luchas sociales o la oposición política), los
grupos sociales y los individuos se, alienan unos de otros y ven al otro como un
extraño, y al final como una amenaza. En este proceso la fragmentación social: se
extiende, ya que las identidades se vuelven más específicas y aumenta la dificultad de
compartirlas. La sociedad informacional, en su manifestación global, es también el
mundo de Aum Shinrikyo, de la American Militia, de las ambiciones teocráticas
islámicas/cristianas y del genocidio recíproco de hutus/tutsis.
Confundidos por la escala y el alcance del cambio histórico, la cultura y el
pensamiento de nuestro tiempo abrazan con frecuencia un nuevo milenarismo. Los
profetas de la tecnología predican una nueva era, extrapolando a las tendencias y
organizaciones sociales la lógica apenas comprendida de los ordenadores y el ADN.
La cultura y la teoría posmodernas se recrean en celebrar el fin de la historia y, en
cierta medida, el fin de -la razón, rindiendo nuestra capacidad de comprender y hallar
sentido, incluso al disparate. La asunción implícita es la aceptación de la plena
individualización de la conducta y de la impotencia de la sociedad sobre su destino.
El proyecto que informa este libro nada contra estas corrientes de destrucción y se
opone a varias formas de nihilismo intelectual, de escepticismo social y de cinismo
político. Creo en la racionalidad y en la posibilidad de apelar a la razón, sin convertirla
en diosa. Creo en las posibilidades de la acción social significativa y en la política
transformadora, sin que nos veamos necesariamente arrastrados hacia los rápidos
mortales de las utopías absolutas. Creo en el poder liberador de la identidad, sin
aceptar la necesidad de su individualización o su captura por el fundamentalismo. Y
propongo la hipótesis de que todas las tendencias de cambio que constituyen nuestro
nuevo y confuso mundo están emparentadas y que podemos sacar sentido a su
interrelación. Y, sí, creo, a pesar de una larga tradición de errores intelectuales a
veces trágicos, que observar, analizar y teorizar es un modo de ayudar a construir un
mundo diferente y mejor. No proporcionando las respuestas, que serán específicas
para cada sociedad y las encontrarán por sí mismos los actores sociales, sino
planteando algunas preguntas relevantes. Me gustaría que este libro fuese una
modesta contribución a un esfuerzo analítico, necesariamente colectivo, que ya se
está gestando desde muchos horizontes, con el propósito de comprender nuestro
nuevo mundo sobre la base de los datos disponibles y de una teoría exploratoria.
Para recorrer los pasos preliminares en esa dirección, debemos tomar en serio la
tecnología, utilizándola como punto de partida de esta indagación; hemos de situar
este proceso de cambio tecnológico revolucionario en el contexto social donde tiene
lugar y que le da forma; y debemos tener presente que la búsqueda de identidad es un
cambio tan poderoso como la transformación tecnoeconómica en el curso de la nueva
historia. Luego, tras haber enunciado el proyecto de este libro, partiremos en nuestro
viaje intelectual, por un itinerario que nos llevará a numerosos ámbitos y cruzará
diversas culturas y contextos institucionales, ya que la comprensión de una
transformación global requiere una perspectiva tan global como sea posible, dentro de
los límites obvios de la experiencia y el conocimiento de este autor.
TECNOLOGIA, SOCIEDAD Y CAMBIO HISTORICO
La revolución de la tecnología de la información, debido a su capacidad de penetración
en todo el ámbito de la actividad humana, será mi punto de entrada para analizar la
complejidad de la nueva economía, sociedad y cultura en formación. Esta elección
metodológica no implica que las nuevas formas y procesos sociales surjan como
consecuencia del cambio tecnológico. Por supuesto, la tecnología no determina la
sociedad2. Tampoco la sociedad dicta el curso del cambio tecnológico, ya que muchos
factores, incluidos la invención e iniciativas personales, intervienen en el proceso del
descubrimiento científico, la innovación tecnológica y las aplicaciones sociales, de
modo que el resultado final depende de un complejo modelo de interacción3. En
efecto, el dilema del determinismo tecnológico probablemente es un falso problema4,
puesto que tecnología es sociedad y ésta no puede ser comprendida o representada
2 Véase el interesante debate sobre el tema en Smith y Marx, 1994.
3 La tecnología no determina la sociedad: la plasma. Pero tampoco la sociedad determina la innovación tecnológica: la utiliza. Esta interacción dialéctica
entre sociedad y tecnología está presente en las obras de los mejores historiadores, como Fernand Braudel.
4 El historiador clásico de la tecnología, Melvin Kranzberg, ha aportado razones contundentes contra el falso dilema del determinismo tecnológico. Véase,
por ejemplo, su discurso de aceptación como miembro honorario de la NASTS (1992).
sin sus herramientas técnicas 5. Así, cuando en la década de 1970 se constituyó un
nuevo paradigma tecnológico organizado en torno a la tecnología de la información,
sobre todo en los Estados Unidos (véase el capítulo 1), fue un segmento específico de
su sociedad, en interacción con la economía global y la geopolítica mundial, el que
materializó un modo nuevo de producir, comunicar, gestionar y vivir, Es probable que
el hecho de que este paradigma naciera en los Estados Unidos, y en buena medida en
California y en la década de los setenta, tuviera consecuencias considerables en
cuanto a las formas y evolución de las nuevas tecnologías de la información. Por
ejemplo, a pesar del papel decisivo de la financiación y los mercados militares en el
fomento de los primeros estadios de la industria electrónica durante el periodo
comprendido entre las décadas de 1940 y 1960, cabe relacionar de algún modo el
florecimiento tecnológico que tuvo lugar a comienzos de la década de los setenta con
la cultura de la libertad, la innovación tecnológica y el espíritu emprendedor que
resultaron de la cultura de los campus estadounidenses de la década de 1960. No
tanto en cuanto a su política, ya que Silicon Valley era, y es, un sólido bastión del voto
conservador y la mayoría de los innovadores fueron metapolíticos, sino en cuanto a
los valores sociales de ruptura con las pautas de conducta establecidas, tanto en la
sociedad en general como en el mundo empresarial. El énfasis concedido a los
instrumentos personalizados, la interactividad y la interconexión, y la búsqueda
incesante de nuevos avances tecnológicos, aun cuando en apariencia no tenían
mucho sentido comercial, estaban claramente en discontinuidad con la tradición
precavida del mundo empresarial. La revolución de la tecnología de la información, de
forma medio consciente 6, difundió en la cultura material de nuestras sociedades el
5 Bijker et al., 1987.
6 Aún está por escribirse una historia social fascinante sobre los valores y opiniones personales de algunos de
los innovadores clave de la revolución de las tecnologías informáticas de la década de 1970 en Silicon Valley. Pero
unos cuantos indicios parecen señalar el hecho de que intentaron desvirtuar de forma intencionada las tecnologías
centralizadoras del mundo de las grandes empresas, tanto por convicción como por hallar su nicho de mercado.
Como prueba, recuerdo el famoso anuncio del ordenador Apple de 1984 para lanzar el Macintosh, en oposición
explícita al Gran Hermano IBM de la mitología orwelliana. En cuanto al carácter contracultural de muchos de estos
innovadores, también me referiré a la vida del genio que desarrolló el ordenador personal, Steve Wozniak: tras
abandonar Apple, aburrido por su transformación en otra empresa multinacional, gastó una fortuna durante unos
cuantos años en subvencionar a los grupos de rock que le gustaban, antes de crear otra empresa que desarrollara
tecnologías de su agrado. En un momento determinado, después de haber creado el ordenador personal, se dio
cuenta de que no poseía una educación académica en ciencias informáticas, así que se matriculó en la Universidad
espíritu libertario que floreció en los movimientos de la década de los sesenta. No
obstante, tan pronto como se difundieron las nuevas tecnologías de la información y
se las apropiaron diferentes países, distintas culturas, diversas organizaciones y
metas heterogéneas, explotaron en toda clase de aplicaciones y usos, que
retroalimentaron la innovación tecnológica, acelerando la velocidad y ampliando el
alcance del cambio tecnológico, y diversificando sus fuentes7. Un ejemplo ayudará a
comprender la importancia de las consecuencias sociales inesperadas de la
tecnología.8
Como es sabido, Internet se originó en un audaz plan ideado en la década de los
sesenta por los guerreros tecnológicos del Servicio de Proyectos de Investigación
Avanzada del Departamento de Defensa estadounidense (Advanced Research
Projects Agency, el mítico DARPA), para evitar la toma o destrucción soviética de las
comunicaciones estadounidenses en caso de guerra nuclear. En cierta medida, fue el
equivalente electrónico de las tácticas maoístas de dispersión de las fuerzas de
guerrilla en torno a un vasto territorio para oponerse al poder de un enemigo con
versatilidad y conocimiento del terreno. El resultado fue una arquitectura de red que,
como querían sus inventores, no podía ser controlada desde ningún centro,
compuesta por miles de redes informáticas autónomas que tienen modos
innumerables de conectarse, sorteando las barreras electrónicas. Arpanet, la red
establecida por el Departamento de Defensa estadounidense, acabó convirtiéndose en
la base de una red de comunicación global y horizontal de miles de redes (desde
luego, limitada a una elite informática instruida de cerca de 20 millones de usuarios a
mediados de la década de 1990, pero cuyo crecimiento es exponencial), de la que se
han apropiado individuos y grupos de todo el mundo para toda clase de propósitos,
bastante alejados de las preocupaciones de una guerra fría extinta. En efecto, fue vía
Internet como el Subcomandante Marcos, jefe de los zapatistas chiapanecos, se
comunicó con el mundo y con los medios desde las profundidades de la selva
de Berkeley. Pero, para evitar una publicidad incómoda, utilizó otro nombre.
7 Para una selección de datos sobre la variación de los modelos de difusión de la tecnología de la información en diferentes contextos sociales e
institucionales, véanse, entre otras obras, las de Guile, 1995; Landau y Rosenberg, 1986; Wang, 1994; Watanuki, 1990; Bianchi et al., 1988; Freeman et
al., 1991; Bertazzoni el al., 1984; Agence de l’Informatique, 1986; Castells et al., 1986.
8 Para una exposición informada y comedida de la relación entre sociedad y
tecnología, véase Fischer, 1985.
Lacandona durante su retirada en febrero de 1995.
No obstante, si bien la sociedad no determina la tecnología, sí puede sofocar su
desarrollo, sobre todo por medio del estado. 0, de forma alternativa y sobre todo
mediante la intervención estatal, puede embarcarse en un proceso acelerado de
modernización tecnológica, capaz de cambiar el destino de las economías, la potencia
militar y el bienestar social en unos cuantos años. En efecto, la capacidad o falta de
capacidad de las sociedades para dominar la tecnología, y en particular las que son
estratégicamente decisivas en cada periodo histórico, define en buena medida su
destino, hasta el punto de que podemos decir que aunque por sí misma no determina
la evolución histórica y el cambio social, la tecnología (o su carencia) plasma la
capacidad de las sociedades para transformarse, así como los usos a los que esas
sociedades, siempre en un proceso conflictivo, deciden dedicar su potencial
tecnológico9.
Así, hacia 1400, cuando el Renacimiento europeo estaba plantando las semillas
intelectuales del cambio tecnológico que dominaría el mundo tres siglos después,
China era la civilización tecnológica más avanzada de todas, según Mokyr10. Los
inventos clave se habían desarrollado siglos antes, incluso un milenio y medio antes,
como es el caso de los altos hornos que permitieron el fundido de hierro ya en el año
200 a.C. Además, Su Sung inventó el reloj de agua en 1086 d.C., sobrepasando la
precisión de medida de los relojes mecánicos europeos de la misma fecha. El arado
de hierro fue introducido en el siglo VI y adaptado al cultivo de los campos de arroz
encharcados dos siglos después. En textiles, el torno de hilar manual apareció al
mismo tiempo que en Occidente, en el siglo XIII, pero avanzó mucho más de prisa en
China debido a la existencia de una antigua tradición de equipos de tejer complejos:
los telares de arrastre para tejer seda ya se utilizaban en tiempos de las dinastías
Han. La adopción de la energía hidráulica fue paralela a la de Europa: en el siglo VIII
los chinos ya utilizaban martinetes de fragua hidráulicos y en 1280 existía una amplia
difusión de la rueda hidráulica vertical. El viaje oceánico fue más fácil para las
embarcaciones chinas desde una fecha anterior que para las europeas: inventaron el
9 Véase el análisis presentado en Castells, 1988b; también Webster, 1991.
10 Mi exposición de la interrupción del desarrollo tecnológico chino se basa sobre todo en un extraordinario capítulo de Joel Mokyr (1990, págs. 209-238)
y en el libro más perspicaz pero polémico de Qian, 1985.
compás en torno a 960 d.C. y sus juncos ya eran los barcos más avanzados del
mundo a finales del siglo XIV, permitiendo largos viajes marítimos. En el ámbito militar,
los chinos, además de inventar la pólvora, desarrollaron una industria química capaz
de proporcionar potentes explosivos, y sus ejércitos utilizaron la ballesta y la catapulta
siglos antes que Europa. En medicina, técnicas como la acupuntura obtenían
resultados extraordinarios que sólo recientemente han logrado un reconocimiento
universal. Y, por supuesto, la primera revolución del procesamiento de la información
fue chino: el papel y la imprenta fueron inventos suyos. El papel se introdujo en China
1.000 años antes que en Occidente y la imprenta es probable que comenzara a finales
del siglo VII. Como Ojones escribe: «China estuvo a un ápice de la industrialización en
el siglo XIV»11. Que no llegase a industrializarse cambió la historia del mundo. Cuando
en 1842 las guerras del opio condujeron a las imposiciones coloniales británicas,
China se dio cuenta demasiado tarde de que el aislamiento no podía proteger al
Imperio Medio de las consecuencias de su inferioridad tecnológica. Desde entonces
tardó más de un siglo en comenzar a recuperarse de una desviación tan catastrófica
en su trayectoria histórica.
Las explicaciones de un curso histórico tan inusitado son numerosas y polémicas. No
hay lugar en este prólogo para entrar en la complejidad del debate, pero, de acuerdo
con la investigación y el análisis de historiadores como Needham 12, Qian13, Jones14, y
Mokyr 15 , es posible sugerir una interpretación que ayude a comprender, en términos
generales, la interacción entre sociedad, historia y tecnología. En efecto, como señala
Mokyr, la mayoría de las hipótesis sobre las diferencias culturales (incluso aquellas sin
matices racistas implícitos) fracasan en explicar no las diferencias entre China y
Europa, sino entre la China de 1300 y la de 1800. ¿Por qué una cultura y un imperio
que habían sido los líderes tecnológicos del mundo durante miles de años cayeron de
repente en el estancamiento, en el momento preciso en que Europa se embarcaba en
la era de los descubrimientos y luego en la revolución industrial?
11 Jones, 1981, pág. 160, citado por Mokyr, 1990, pág. 219.
12 Needham, 1954-1988, 1969,1981.
13 Qian, 1985.
14 Jones, 1988.
15 Mokyr, 1990.
Needham ha propuesto que la cultura china estaba más inclinada que los valores
occidentales a mantener una relación armoniosa entre el hombre y la naturaleza, algo
que podía ponerse en peligro por la rápida innovación tecnológica. Además, se opone
a los criterios occidentales utilizados para medir el desarrollo tecnológico. Sin
embargo, este énfasis cultural sobre un planteamiento holístico del desarrollo no había
impedido la innovación tecnológica durante milenios, ni detenido el deterioro ecológico
como resultado de las obras de irrigación en el sur de China, cuando la producción
agrícola escalonada llevó a la agresión de la naturaleza para alimentar a una
población creciente. De hecho, Wen-yuan Qian, en su influyente libro, critica el
entusiasmo algo excesivo de Needham por las proezas de la tecnología tradicional
china, pese a su admiración por el monumental trabajo de toda una vida. Qian sugiere
una vinculación más estrecha entre el desarrollo de la ciencia china y las
características de su civilización, dominada por la dinámica del Estado. Mokyr también
considera que el Estado es el factor clave para explicar el retraso tecnológico chino en
los tiempos modernos. Cabe proponer una explicación en tres pasos: durante siglos,
la innovación tecnológica estuvo sobre todo en manos del Estado; a partir de 1400 el
Estado chino, bajo las dinastías
Ming y Qing, perdió interés en ella; y, en parte debido a su dedicación a servir al
Estado, las elites culturales y sociales se centraron en las artes, las humanidades y la
promoción personal con respecto a la burocracia imperial. De este modo, lo que
parece ser crucial es el papel del Estado y el cambio de orientación de su política.
¿Por qué un Estado que había sido el mayor ingeniero hidráulico de la historia y había
establecido un sistema de extensión agrícola para mejorar la productividad desde el
periodo Han de repente se inhibió de la innovación tecnológica e incluso prohibió la
exploración geográfica, abandonando la construcción de grandes barcos en 1430? La
respuesta obvia es que no era el mismo Estado, no sólo debido a que se trataba de
dinastías diferentes, sino porque la clase burocrática se había atrincherado en la
administración tras un periodo más largo de lo habitual de dominio incontestado.
Según Mokyr, parece que el factor determinante del conservadurismo tecnológico fue
el miedo de los gobernantes a los posibles impactos del cambio tecnológico sobre la
estabilidad social. Numerosas fuerzas se opusieron a la difusión de la tecnología en
China, como en otras sociedades, en particular los gremios urbanos. A los burócratas,
contentos con el orden establecido, les preocupaba la posibilidad de que se desataran
conflictos sociales que pudieran aglutinarse con otras fuentes de oposición latentes en
una sociedad mantenida bajo control durante varios siglos. Hasta los dos déspotas
ilustrados manchús del siglo XVIII, K’ang Chi y Ch’ien Lung, centraron sus esfuerzos
en la pacificación y el orden, en lugar de desencadenar un nuevo desarrollo. A la
inversa, la exploración y los contactos con los extranjeros más allá del comercio
controlado y la adquisición de armas, fueron considerados, en el mejor de los casos,
innecesarios y, en el peor, amenazantes, debido a la incertidumbre que implicaban.
Un Estado burocrático sin incentivo exterior y con desincentivadores internos para
aplicarse a la modernización tecnológica optó por la más prudente neutralidad, con el
resultado de detener la trayectoria tecnológica que China había venido siguiendo
durante siglos, si no milenios, precisamente bajo su guía. La exposición de los
factores subyacentes en la dinámica del Estado chino bajo las dinastías Ming y Qing
se encuentra sin duda más allá del alcance de este libro. Lo que interesa a nuestro
propósito de investigación son dos enseñanzas de esta experiencia fundamental de
desarrollo tecnológico interrumpido: por una parte, el Estado puede ser, y lo ha sido en
la historia, en China y otros lugares, una fuerza dirigente de innovación tecnológica;
por otra, precisamente debido a ello, cuando cambia su interés por el desarrollo
tecnológico, o se vuelve incapaz de llevarlo a cabo en condiciones nuevas, el modelo
estatista de innovación conduce al estancamiento debido a la esterilización de la
energía innovadora autónoma de la sociedad para crear y aplicar la tecnología. El
hecho de que años después el Estado chino pudiera construir una nueva y avanzada
base tecnológica en tecnología nuclear, misiles, lanzamiento de satélites y
electrónica16 demuestra una vez más la vacuidad de una interpretación
predominantemente cultural del desarrollo y retraso tecnológicos: la misma cultura
puede inducir trayectorias tecnológicas muy diferentes según el modelo de relación
entre Estado y sociedad. Sin embargo, la dependencia exclusiva del primero tiene un
precio, y para China fue el del retraso, la hambruna, las epidemias, el dominio colonial
y la guerra civil hasta al menos mediados del siglo XX.
Puede contarse una historia bastante similar, y se hará en este libro (véase el volumen
III), sobre la incapacidad del estatismo soviético para dominar la revolución de la
16 Wang, 1993.
tecnología de la información, con lo que ahogó su capacidad productiva y socavó su
poderío militar. No obstante, no debemos saltar a la conclusión ideológica de que toda
intervención estatal es contraproducente para el desarrollo tecnológico,
abandonándonos a una reverencia ahistórica del espíritu emprendedor individual sin
cortapisas. Japón es, por supuesto, el ejemplo contrario, tanto para la experiencia
histórica china como para la falta de capacidad del estado soviético para adaptarse a
la revolución de la tecnología de la información iniciada en los Estados Unidos.
Japón pasó un periodo de aislamiento histórico, incluso más profundo que China, bajo
el shogunado Tokugawa (establecido en 1603), entre 1636 y 1853, precisamente
durante el periodo crítico de la formación del sistema industrial en el hemisferio
occidental. Así, mientras que a comienzos del siglo XVII los mercaderes japoneses
comerciaban por todo el este y sudeste asiáticos, utilizando modernas embarcaciones
de hasta 700 toneladas, en 1635 se prohibió la construcción de barcos de más de 50
toneladas y todos los puertos japoneses excepto Nagasaki fueron cerrados a los
extranjeros, mientras que el comercio se restringía a China, Corea y Holanda17. El
aislamiento tecnológico no fue total durante estos dos siglos y la innovación endógena
permitió a Japón seguir con un cambio incremental a un ritmo más rápido que China18.
No obstante, debido a que el nivel tecnológico japonés era inferior al chino, a
mediados del siglo XIX los kurobune (barcos negros) del comodoro Perry pudieron
imponer el comercio y las relaciones diplomáticas a un país muy rezagado de la
tecnología occidental. Sin embargo, tan pronto como la Ishin Meiji (Restauración Meiji)
de 1868 creó las condiciones políticas para una modernización decisiva conducida por
el Estado19. Japón progresó en tecnología avanzada a pasos agigantados en un lapso
de tiempo muy corto20. Sólo como ejemplo significativo debido a su importancia
estratégica actual, recordemos brevemente el desarrollo extraordinario de la ingeniería
17 Chida y Davies, 1990.
18 Ito,1993.
19 18 Varios distinguidos estudiosos japoneses, y yo tiendo a coincidir con ellos, consideran que el mejor relato occidental sobre la Restauración Meiji y
los orígenes sociales de la modernización japonesa es el de Norman, 1940. Se ha traducido al japonés y su lectura está muy extendida en las universidades
niponas. Historiador brillante formado en Cambridge y Harvard, antes de unirse al cuerpo diplomático canadiense, fue denunciado como comunista por
Karl Wittfogel al Comité MeCarthy del Senado en los años cincuenta y luego sometido a una presión constante de los organismos de espionaje
occidentales. Nombrado embajador canadiense en Egipto, se suicidó en El Cairo en 1957. Sobre la contribución de este estudioso verdaderamente
excepcional a la comprensión del Estado japonés, véase Dower, 1975; para una perspectiva diferente, véase Beasley, 1990.
20 Matsumoto y Sinclair, 1994; Kamatani, 1988.
eléctrica y sus aplicaciones a la comunicación en el último cuarto del siglo XIX21. En
efecto, el primer departamento independiente de ingeniería eléctrica en el mundo se
estableció en 1873 en la recién fundada Universidad Imperial de Ingeniería de Tokio,
bajo la dirección de su decano, Henry Dyer, un ingeniero mecánico escocés. Entre
1887 y 1892, un sobresaliente académico de la ingeniería eléctrica, el profesor
británico William Ayrton. fue invitado para dar clase en la universidad y desempeñó un
papel decisivo en la diseminación del conocimiento en una nueva generación de
ingenieros japoneses, de tal modo que a finales del siglo la Oficina de Telégrafos ya
fue capaz de reemplazar a los extranjeros en todos sus departamentos técnicos. Se
buscó la transferencia de tecnología de Occidente mediante diversos mecanismos. En
1873, el taller de maquinaria de la Oficina de Telégrafos envió a un relojero japonés,
Tanaka Seisuke, a la exposición internacional de máquinas celebrada en Viena para
obtener información sobre éstas. Unos diez años más tarde, todas las máquinas de la
Oficina estaban hechas en Japón. Basándose en esta tecnología, Tanaka Daikichi
fundó en 1882 una fábrica de electricidad, Shibaura, que, tras su adquisición por
Mitsui, prosiguió hasta convertirse en Toshiba. Se enviaron ingenieros a Europa y los
Estados Unidos, y se permitió a Western Electric producir y vender en Japón en 1899,
en una empresa conjunta con industriales japoneses: el nombre de la compañía fue
NEC. Sobre esa base tecnológica, Japón entró a toda velocidad en la era de la
electricidad y las comunicaciones antes de 1914: para esa fecha, la producción de
energía total había alcanzado 1.555.000 kilovatios a la hora y 3.000 oficinas de
teléfonos transmitían mil millones de mensajes al año. Resulta en efecto simbólico que
el regalo del comodoro Perry al Shogun en 1857 fuera un juego de telégrafos
estadounidenses, hasta entonces nunca vistos en Japón: la primera línea de telégrafos
se tendió en 1869 y diez años después Japón estaba enlazado con todo el mundo
mediante una red de información transcontinental, vía Siberia, operada por la Great
Northern Telegraph Co., gestionada de forma conjunta por ingenieros occidentales y
japoneses, y que transmitía tanto en inglés como en japonés.
El relato del modo cómo Japón se convirtió en un importante actor mundial en las
industrias de las tecnologías de la información en el último cuarto del siglo XX es
ahora del conocimiento público, por lo que puede darse por supuesto en nuestra
21 Uchida, 1991.
exposición22. Lo que resulta relevante para las ideas aquí presentadas es que sucedió
al mismo tiempo que una superpotencia industrial y científica, la Unión Soviética,
fracasaba en esta transición tecnológica fundamental. Es obvio, como muestran los
recordatorios precedentes, que el desarrollo tecnológico japonés desde la década de
1960 no sucedió en un vacío histórico, sino que se basó en décadas de antigua
tradición de excelencia en ingeniería. No obstante, lo que importa para el propósito de
este análisis es resaltar qué resultados tan llamativamente diferentes tuvo la
intervención estatal (y la falta de intervención) en los casos de China y la Unión
Soviética comparados con Japón tanto en el periodo Meiji como en el posterior a la
Segunda Guerra Mundial. Las características del Estado japonés que se encuentran
en la base de ambos procesos de modernización y desarrollo son bien conocidas,
tanto en lo que se refiere a la Ishin Meiji 23 como al Estado desarrollista
contemporáneo24, y su presentación nos alejaría demasiado del núcleo de estas
reflexiones preliminares. Lo que debemos retener para la comprensión de la relación
existente entre tecnología y sociedad es que el papel del Estado, ya sea deteniendo,
desatando o dirigiendo la innovación tecnológica, es un factor decisivo en el proceso
general, ya que expresa y organiza las fuerzas sociales y culturales que dominan en
un espacio y tiempo dados. En buena medida, la tecnología expresa la capacidad de
una sociedad para propulsarse hasta el dominio tecnológico mediante las instituciones
de la sociedad, incluido el Estado. El proceso histórico mediante el cual tiene lugar ese
desarrollo de fuerzas productivas marca las características de la tecnología y su
entrelazamiento con las relaciones sociales.
Ello no es diferente en el caso de la revolución tecnológica actual. Se origino y
difundió, no por accidente, en un periodo histórico de reestructuración global del
capitalismo, para el que fue una herramienta esencial. Así, la nueva sociedad que
surge de ese proceso de cambio es tanto capitalista como informacional, aunque
presenta una variación considerable en diferentes países, según su historia, cultura,
instituciones y su relación específica con el capitalismo global y la tecnología de la
información.
22 21 Ito, 1994; Centro de Procesamiento de la información de Japón, 1994; para una perspectiva occidental, véase Forester, 1993.
23 Véase Norman, 1940 y Dower, 1975; véase también Allen, 1981a.
24 Johnson, 1995.
INFORMACIONALISMO, INDUSTRIALISMO, CAPITALISMO Y ESTATISMO: MODOS
DE DESARROLLO Y MODOS DE PRODUCCION
La revolución de la tecnología de la información ha sido útil para llevar a cabo un
proceso fundamental de reestructuración del sistema capitalista a partir de la década
de los ochenta. En el proceso, esta revolución tecnológica fue remodelada en su
desarrollo y manifestaciones por la lógica y los intereses del capitalismo avanzado, sin
que pueda reducirse a la simple expresión de tales intereses. El sistema alternativo de
organización social presente en nuestro periodo histórico, el estatismo, también trató
de redefinir los medios de lograr sus metas estructurales mientras preservaba su
esencia: ése es el significado de la reestructuración (o perestroika en ruso). No
obstante, el estatismo soviético fracasó en su intento, hasta el punto de derrumbar
todo el sistema, en buena parte debido a su incapacidad para asimilar y utilizar los
principios del informacionalismo encarnados en las nuevas tecnologías de la
información, como sostendré más adelante basándome en un análisis empírico (véase
volumen III). El estatismo chino pareció tener éxito al pasar al capitalismo dirigido por
el Estado y la integración en redes económicas globales, acercándose en realidad
más al modelo de Estado desarrollista del capitalismo asiático oriental que al
«socialismo con características chinas» de la ideología oficial25, como también trataré
de exponer en el volumen III. Sin embargo, es muy probable que el proceso de
transformación estructural en China sufra importantes conflictos políticos y cambio
estructural durante los años próximos. El derrumbamiento del estatismo (con raras
excepciones, por ejemplo, Vietnam, Corea del Norte, Cuba, que no obstante están en
proceso de enlazarse con el capitalismo global) ha establecido una estrecha relación
entre el nuevo sistema capitalista global definido por su perestroika relativamente
lograda y el surgimiento del informacionalismo como la nueva base tecnológica
material de la actividad tecnológica y la organización social. No obstante, ambos
procesos (reestructuración capitalista, surgimiento del informacionalismo) son distintos
y su interacción sólo puede comprenderse si separamos su análisis. En este punto de
m¡ presentación introductoria de las idées fortes del libro, parece necesario proponer
algunas distinciones y definiciones teóricas sobre capitalismo, estatismo,
industrialismo e informacionalismo.
25 Nolan y Furen, 1990; Hsing, 1996.
Es una tradición de mucho arraigo en las teorías del postindustrialismo y el
informacionalismo, que comenzó con las obras clásicas de Alain Touraine 26 y Daniel
Bell27, situar la distinción entre preindustrialismo, industrialismo e informacionalismo (o
postindustrialismo) en un eje diferente que el que opone capitalismo y estatismo (o
colectivismo, en términos de Bell). Mientras cabe caracterizar a las sociedades a lo
largo de los dos ejes (de tal modo que tenemos estatismo industrial, capitalismo
industrial y demás), es esencial para la comprensión de la dinámica social mantener la
distancia analítica y la interrelación empírica de los modos de producción (capitalismo,
estatismo) y los modos de desarrollo (industrialismo, informacionalismo). Para arraigar
estas distinciones en una base teórica que informará los análisis específicos
presentados en este libro, resulta inevitable introducir al lector, durante unos cuantos
párrafos, en los dominios algo arcanos de la teoría sociológica.
Este libro estudia el surgimiento de una nueva estructura social, manifestada bajo
distintas formas, según la diversidad de culturas e instituciones de todo el planeta.
Esta nueva estructura social está asociada con el surgimiento de un nuevo modo de
desarrollo, el informacionalismo, definido históricamente por la reestructuración del
modo capitalista de producción hacia finales del siglo XX.
La perspectiva teórica que sustenta este planteamiento postula que las sociedades
están organizadas en torno a proceso humanos estructurados por relaciones de
producción, experiencia y poder determinadas históricamente. La producción es la
acción de la humanidad sobre la materia (naturaleza) para apropiársela y
transformarla en su beneficio mediante la obtención de un producto, el consumo
(desigual) de parte de él y la acumulación del excedente para la inversión, según una
variedad de metas determinadas por la sociedad. La experiencia es la acción de los
sujetos humanos sobre sí mismos, determinada por la interacción de sus identidades
biológicas y culturales y en relación con su entorno social y natural. Se construye en
torno a la búsqueda infinita de la satisfacción de las necesidades y los deseos
humanos. El poder es la relación entre los sujetos humanos que, basándose en la
producción y la experiencia, impone el deseo de algunos sujetos sobre los otros
mediante el uso potencial o real de la violencia, física o simbólica. Las instituciones de
26 Touraine, 1969.
27 Bell, 1993. Todas las citas pertenecen a la edición de 1976, que incluye un prólogo nuevo y sustancioso.
la sociedad se han erigido para reforzar las relaciones de poder existentes en cada
periodo histórico, incluidos los controles, límites y contratos sociales logrados en las
luchas por el poder.
La producción se organiza en relaciones de clase que definen el proceso mediante el
cual algunos sujetos humanos, basándose en su posición en el proceso de
producción, deciden el reparto y el uso del producto en lo referente al consumo y la
inversión. La experiencia se estructura en torno a la relación de género/sexo,
organizada en la historia en torno a la familia y caracterizada hasta el momento por el
dominio de los hombres sobre las mujeres. Las relaciones familiares y la sexualidad
estructuran la personalidad y formulan la interacción simbólica.
El poder se fundamenta en el Estado y su monopolio institucionalizado de la violencia,
aunque lo que Foucault etiqueta como microfísica del poder, encarnada en
instituciones y organizaciones, se difunde por toda la sociedad, de los lugares de
trabajo a los hospitales, encerrando a los sujetos en una apretada estructura de
deberes formales y agresiones informales.
La comunicación simbólica entre los humanos, y la relación entre éstos y la naturaleza,
basándose en la producción (con su complemento, el consumo), la experiencia y el
poder, cristaliza durante la historia en territorios específicos, con lo que genera
culturas e identidades colectivas.
La producción es un proceso social complejo debido a que cada uno de sus elementos
se diferencia internamente. Así pues, la humanidad como productor colectivo incluye
tanto el trabajo como a los organizadores de la producción, y el trabajo está muy
diferenciado y estratificado según el papel de cada trabajador en el proceso de
producción. La materia incluye la naturaleza, la naturaleza modificada por los
humanos, la naturaleza producida por los humanos y la naturaleza humana misma,
forzándonos la evolución histórica a separarnos de la clásica distinción entre
humanidad y naturaleza, ya que milenios de acción humana han incorporado el
entorno natural a la sociedad y nos ha hecho, material y simbólicamente, una parte
inseparable de él. La relación entre trabajo y materia en el proceso de trabajo supone
el uso de los medios de producción para actuar sobre la materia basándose en la
energía, el conocimiento y la información. La tecnología es la forma específica de tal
relación.
El producto del proceso de producción lo utiliza la sociedad bajo dos formas: consumo
y excedente. Las estructuras sociales interactúan con los procesos de producción
mediante la determinación de las reglas para la apropiación, distribución y usos del
excedente. Estas reglas constituyen modos de producción y estos modos definen las
relaciones sociales de producción, determinando la existencia de clases sociales que
se constituyen como tales mediante su práctica histórica. El principio estructural en
virtud del cual el excedente es apropiado y controlado caracteriza un modo de
producción. En esencia, en el siglo XX hemos vivido con dos modos predominantes de
producción: capitalismo y estatismo. En el capitalismo, la separación entre productores
y sus medios de producción, la conversión del trabajo en un bien y la propiedad
privada de los medios de producción como base del control del capital (excedente
convertido en un bien) determinan el principio básico de la apropiación y distribución
del excedente por los capitalistas, aunque quién es (son) la(s) clase(s) capitalista(s) es
un tema de investigación social en cada contexto histórico y no una categoría
abstracta. En el estatismo, el control del excedente es externo a la esfera económica:
se encuentra en las manos de quienes ostentan el poder en el Estado, llamémosles
apparatchiki o ling-dao. El capitalismo se orienta hacia la maximización del beneficio,
es decir, hacia el aumento de la cantidad de excedente apropiado por el capital en
virtud del control privado de los medios de producción y circulación. El estatismo se
orienta (¿orientaba?) a la maximización del poder, es decir, hacia el aumento de la
capacidad militar e ideológica del aparato político para imponer sus metas a un
número mayor de sujetos y a niveles más profundos de su conciencia.
Las relaciones sociales de producción y, por tanto, el modo de producción, determinan
la apropiación y usos del excedente. Una cuestión distinta pero fundamental es la
cuantía de ese excedente, determinada por la productividad de un proceso de
producción específico, esto es, por la relación del valor de cada unidad de producto
(output) con el valor de cada unidad de insumo (input). Los grados de productividad
dependen de la relación entre mano de obra y materia, como una función del empleo
de los medios de producción por la aplicación de la energía y el conocimiento. Este
proceso se caracteriza por las relaciones técnicas de producción y define los modos
de desarrollo. Así pues, los modos de desarrollo son los dispositivos tecnológicos
mediante los cuales el trabajo actúa sobre la materia para generar el producto,
determinando en definitiva la cuantía y calidad del excedente. Cada modo de
desarrollo se define por el elemento que es fundamental para fomentar la
productividad en el proceso de producción. Así, en el modo de desarrollo agrario, la
fuente del aumento del excedente es el resultado del incremento cuantitativo de mano
de obra y recursos naturales (sobre todo tierra) en el proceso de producción, así como
de la dotación natural de esos recursos. En el modo de producción industrial, la
principal fuente de productividad es la introducción de nuevas fuentes de energía y la
capacidad de descentralizar su uso durante la producción y los procesos de
circulación. En el nuevo modo de desarrollo informacional, la fuente de la
productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento, el
procesamiento de la información y la comunicación de símbolos. Sin duda, el
conocimiento y la información son elementos decisivos en todos los modos de
desarrollo, ya que el proceso de producción siempre se basa sobre cierto grado de
conocimiento y en el procesamiento de la información28. Sin embargo, lo que es
específico del modo de desarrollo informacional es la acción del conocimiento sobre sí
mismo como principal fuente de productividad (véase el capítulo 2). El procesamiento
de la información se centra en la superación de la tecnología de este procesamiento
como fuente de productividad, en un círculo de interacción de las fuentes del
conocimiento de la tecnología y la aplicación de ésta para mejorar la generación de
conocimiento y el procesamiento de la información: por ello, denomino informacional a
este nuevo modo de desarrollo, constituido por el surgimiento de un nuevo paradigma
tecnológico basado en la tecnología de la información (véase capítulo 1).
Cada modo de desarrollo posee asimismo un principio de actuación estructuralmente
determinado, a cuyo alrededor se organizan los procesos tecnológicos: el
28 En aras de la claridad, en este libro me pareció necesario proporcionar la definición de conocimiento e información, aun cuando este gesto
intelectualmente satisfactorio introduzca una dosis de arbitrariedad en el discurso, como los científicos sociales que han luchado con el tema saben bien.
No tengo una razón convincente para mejorar la definición de conocimiento expresada por Daniel Bell (1973, pág. 175): «Conocimiento: una serie de
afirmaciones organizadas de hechos o ideas que presentan un juicio razonado o un resultado experimental, que se transmite a los demás mediante algún
medio de comunicación en alguna forma sistemática. Por lo tanto, distingo conocimiento de noticias y entretenimiento». En cuanto a información, algunos
autores destacados del campo, como Machlup, simplemente la definen como la comunicación del conocimiento (véase Machlup, 1962, pág. 15). Sin
embargo, se debe a que su definición de conocimiento parece ser demasiado amplia, como sostiene Bell. Por ello, me reincorporaría a la definición de
información propuesta por Porat en su obra clásica (1977, pág. 2): «La información son los datos que se han organizado y comunicado».
industrialismo se orienta hacia el crecimiento económico, esto es, hacia la
maximización del producto; el informacionalismo se orienta hacia el desarrollo
tecnológico, es decir, hacia la acumulación de conocimiento y hacia grados más
elevados de complejidad en el procesamiento de la información. Si bien grados más
elevados de conocimiento suelen dar como resultado grados más elevados de
producto por unidad de insumo, la búsqueda de conocimiento e información es lo que
caracteriza a la función de la producción tecnológica en el informacionalismo.
Aunque la tecnología y las relaciones de producción técnicas se organizan en
paradigmas originados en las esferas dominantes de la sociedad (por ejemplo, el
proceso de producción, el complejo industrial militar), se difunden por todo el conjunto
de las relaciones y estructuras sociales y, de este modo, penetran en el poder y la
experiencia, y los modifican29. Así pues, los modos de desarrollo conforman todo el
ámbito de la conducta social, incluida por supuesto la comunicación simbólica. Debido
a que el informacionalismo se basa en la tecnología del conocimiento y la información,
en el modo de desarrollo informacional existe una conexión especialmente estrecha
entre cultura y fuerzas productivas, entre espíritu y materia. De ello se deduce que
debemos esperar el surgimiento histórico de nuevas formas de interacción, control y
cambio sociales.
Informacionalismo y perestroika capitalista
Pasando de las categorías teóricas al cambio histórico, lo que verdaderamente importa
de los procesos y formas sociales que constituyen el cuerpo vivo de las sociedades es
la interacción real de los modos de producción y los modos de desarrollo, establecidos
y combatidos por los actores sociales de maneras impredecibles dentro de la
estructura restrictiva de la historia pasada y las condiciones actuales de desarrollo
tecnológico y económico. Así, el mundo y las sociedades habrían sido muy diferentes
si Gorbachov hubiera logrado su propia perestroika, una meta política difícil, pero no
fuera de su alcance. 0 si el Pacífico asiático no hubiera sido capaz de mezclar la forma
29 Cuando la innovación tecnológica no se difunde en la sociedad debido a obstáculos institucionales, sigue un retraso tecnológico por la ausencia de la
retroalimentación social/cultural necesaria para las instituciones de innovación y para los mismos innovadores. Ésta es la lección fundamental que cabe
extraer de experiencias tan importantes como la China de la dinastía Qing o la Unión Soviética. Para esta última, véase el vol. 111. Para China, véase Qian,
1985 y Mokyr, 1990.
tradicional de interconexión comercial de su organización económica con las
herramientas proporcionadas por la tecnología de la información. No obstante, el
factor histórico más decisivo para acelerar, canalizar y moldear el paradigma de la
tecnología de la información e inducir sus formas sociales asociadas fue/es el proceso
de reestructuración capitalista emprendido desde la década de 1980, así que resulta
adecuado caracterizar al nuevo sistema tecnoeconómico de capitalismo informacional.
El modelo keynesiano de crecimiento capitalista que originó una prosperidad
económica y una estabilidad social sin precedentes para la mayoría de las economías
de mercado durante casi tres décadas desde la Segunda Guerra Mundial, alcanzó el
techo de sus limitaciones inherentes a comienzos de la década de 1970 y sus crisis se
manifestaron en forma de una inflación galopante30. Cuando los aumentos del precio
del petróleo de 1974 y 1979 amenazaron con situar la inflación en una espiral
ascendente incontrolada, los gobiernos y las empresas iniciaron una reestructuración
en un proceso pragmático de tanteo que aún se está gestando a mediados de la
década de 1990, poniendo un esfuerzo más decisivo en la desregulación, la
privatización y el desmantelamiento del contrato social entre el capital y la mano de
obra, en el que se basaba la estabilidad del modelo de crecimiento previo. En
resumen, una serie de reformas, tanto en las instituciones como en la gestión de las
empresas, encaminadas a conseguir cuatro metas principales: profundizar en la lógica
capitalista de búsqueda de beneficios en las relaciones capital-trabajo; intensificar la
productividad del trabajo y el capital; globalizar la producción, circulación y mercados,
aprovechando la oportunidad de condiciones más ventajosas para obtener beneficios
en todas partes; y conseguir el apoyo estatal para el aumento de la productividad y
competitividad de las economías nacionales, a menudo en detrimento de la protección
social y el interés público. La innovación tecnológica y el cambio organizativo,
centrados en la flexibilidad y la adaptabilidad, fueron absolutamente cruciales para
determinar la velocidad y la eficacia de la reestructuración. Cabe sostener que, sin la
nueva tecnología de la información, el capitalismo global hubiera sido una realidad
mucho más limitada, la gestión flexible se habría reducido a recortes de mano de obra
30 Hace años presenté mi interpretación sobre las causas de la crisis económica mundial de los años setenta, así como un pronóstico tentativo de las vías
para la reestructuración capitalista. Pese al marco teórico excesivamente rígido que yuxtapuse al análisis empírico, creo que los puntos principales que
expuse en ese libro (escrito en 1977-1978), incluida la predicción sobre la reaganomía con ese nombre, siguen siendo útiles para comprender los cambios
cualitativos operados en el capitalismo durante las dos últimas décadas (véase Castells, 1980).
y la nueva ronda de gastos en bienes de capital y nuevos productos para el
consumidor no habría sido suficiente para compensar la reducción del gasto público.
Así pues, el informacionalismo está ligado a la expansión y el rejuvenecimiento del
capitalismo, al igual que el industrialismo estuvo vinculado a su constitución como
modo de producción. Sin duda, el proceso de reestructuración tuvo diferentes
manifestaciones según las zonas y sociedades del mundo, como investigaremos
brevemente en el capítulo 2: fue desviado de su lógica fundamental por el
«keynesianismo militar» del gobierno de Reagan, creando en realidad aún más
dificultades a la economía estadounidense al final de la euforia estimulada de forma
artificial; se vio algo limitado en Europa occidental debido a la resistencia de la
sociedad al desmantelamiento del Estado de bienestar y a la flexibilidad unilateral del
mercado laboral, con el resultado del aumento del desempleo en la Unión Europea;
fue absorbido en Japón sin cambios llamativos, haciendo hincapié en la productividad
y la competitividad basadas en la tecnología y la colaboración, y no en el incremento
de la explotación, hasta que las presiones internacionales le obligaron a llevar al
exterior la producción y ampliar el papel del mercado laboral secundario desprotegido;
y sumergió en una importante recesión, en la década de los ochenta, a las economías
de África (excepto a Sudáfrica y Botswana) y de América Latina (con la excepción de
Chile y Colombia), cuando la política del Fondo Monetario Internacional recortó el
suministro de dinero y redujo salarios e importaciones para homogeneizar las
condiciones de la acumulación del capitalismo global en todo el mundo. La
reestructuración se llevó a cabo en virtud de la derrota política de los sindicatos de
trabajadores en los principales países capitalistas y de la aceptación de una disciplina
económica común para los países comprendidos en la OCDE. Tal disciplina, aunque
hecha respetar cuando era necesario por el Bundesbank, el Banco de la Reserva
Federal estadounidense y el Fondo Monetario Internacional, se inscribía de hecho en
la integración de los mercados financieros globales, que tuvo lugar a comienzos de la
década de los ochenta utilizando las nuevas tecnologías de la información. En las
condiciones de una integración financiera global, las políticas monetarias nacionales
autónomas se volvieron literalmente inviables y, de este modo, se igualaron los
parámetros económicos básicos de los procesos de reestructuración por todo el
planeta.
Aunque la reestructuración del capitalismo y la difusión del informacionalismo fueron
procesos inseparables, a escala global, las sociedades actuaron/reaccionaron de
forma diferente ante ellos, según la especificidad de su historia, cultura e instituciones.
Así pues, sería hasta cierto punto impropio referirse a una Sociedad Informacional,
que implicaría la homogeneidad de formas sociales en todas partes bajo el nuevo
sistema. Ésta es obviamente una proposición insostenible, tanto desde un punto de
vista empírico como teórico. No obstante, podríamos hablar de una Sociedad
Informacional en el mismo sentido que los sociólogos se han venido refiriendo a la
existencia de una Sociedad Industrial, caracterizada por rasgos fundamentales
comunes de sus sistemas sociotécnicos, por ejemplo, en la formulación de Raymond
Aron31. Pero con dos precisiones importantes: por una parte, las sociedades
informacionales, en su existencia actual, son capitalistas (a diferencia de las
sociedades industriales, muchas de las cuales eran estatistas); por otra parte,
debemos destacar su diversidad cultural e institucional. Así, la singularidad japonesa32,
o la diferencia española33, no van a desaparecer en un proceso de indiferenciación
cultural, marchando de nuevo hacia la modernización universal, esta vez medida por
porcentajes de difusión informática. Tampoco se van a fundir China o Brasil en el
crisol global del capitalismo informacional por continuar su camino de desarrollo actual
de alta velocidad. Pero Japón, España, China, Brasil, así como los Estados Unidos,
son, y lo serán mas en el futuro, sociedades informacionales, en el sentido de que los
procesos centrales de generación del conocimiento, la productividad económica, el
poder político/militar y los medios de comunicación ya han sido profundamente
transformados por el paradigma informacional y están enlazados con redes globales
de salud, poder y símbolos que funcionan según esa lógica. De este modo, todas las
sociedades están afectadas por el capitalismo y el informacionalismo, y muchas de
ellas (sin duda todas las principales) ya son informacionales34, aunque de tipos
31 Aron, 1963.
32 Sobre la singularidad japonesa desde una perspectiva sociológica, véase Shoji, 1990.
33 Sobre los orígenes sociales de las diferencias y similitudes españolas frente a otros países, véase Zaldívar y Castells, 1992.
34 Quisiera establecer una distinción analítica entre las nociones de «sociedad de la información» y «sociedad informacional», con implicaciones similares
para la economía de la información/informacional. El término sociedad de la información destaca el papel de esta última en la sociedad. Pero yo sostengo
que la información, en su sentido más amplio, es decir, como comunicación del conocimiento, ha sido fundamental en todas las sociedades, incluida la
Europa medieval, que estaba culturalmente estructurada y en cierta medida unificada en torno al escolasticismo, esto es, en conjunto, un marco intelectual
(véase Southern, 1995). En contraste, el término informacional indica el atributo de una forma específica de organización social en la que la generación, el
procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el poder, debido a las nuevas
condiciones tecnológicas que surgen en este periodo histórico. Mi terminología trata de establecer un paralelo con la distinción entre industria e industrial.
diferentes, en escenarios distintos y con expresiones culturales/institucionales
específicas. Una teoría sobre la sociedad informacional, como algo diferente de una
economía global/informacional, siempre tendrá que estar atenta tanto a la
especificidad histórica/cultural como a las similitudes estructurales relacionadas con
un paradigma tecnoeconómico en buena medida compartido. En cuanto al contenido
real de esta estructura social común que podría considerarse la esencia de la nueva
sociedad informacional, me temo que soy incapaz de resumirlo en un párrafo: en
efecto, la estructura y los procesos que caracterizan a las sociedades informacionales
son el tema de que trata este libro.
EL YO EN LA SOCIEDAD INFORMACIONAL
Las nuevas tecnologías de la información están integrando al mundo en redes
globales de instrumentalidad. La comunicación a través del ordenador engendra un
vasto despliegue de comunidades virtuales. No obstante, la tendencia social y política
característica de la década de 1990 es la construcción de la acción social y la política
en torno a identidades primarias, ya estén adscritas o arraigadas en la historia y la
geografía o sean de reciente construcción en una búsqueda de significado y
espiritualidad. Los primeros pasos históricos de las sociedades informacionales
Una sociedad industrial (noción habitual en la tradición sociológica) no es sólo una sociedad en la que hay industria, sino aquella en la que las formas
sociales y tecnológicas de la organización industrial impregnan todas las esferas de la actividad, comenzando con las dominantes y alcanzando los objetos
y hábitos de la vida cotidiana. La utilización que hago de los términos sociedad informacional y economía informacional intenta caracterizar de modo más
preciso las transformaciones actuales más allá de la observación de sentido común de que la información y el conocimiento son importantes para nuestras
sociedades. Sin embargo, el contenido real de «sociedad informacional» ha de determinarse mediante la observación y el análisis. Éste es precisamente el
objetivo de este libro. Por ejemplo, uno de los rasgos clave de la sociedad informacional es la lógica de interconexión de su estructura básica, que explica
el uso del concepto de «sociedad red», definido y especificado en la conclusión de este volumen. No obstante, otros componentes de la «sociedad
informacional», como los movimientos sociales o el Estado, presentan rasgos que van más allá de la lógica de la interconexión, aunque están muy
influidos por ella al ser característica de la nueva estructura social. Así pues, «la sociedad red» no agota todo el significado de la «sociedad informacional».
Por último, ¿por qué, tras todas estas precisiones, he mantenido La era de la información como título general del libro, sin incluir a Europa medieval en mi
indagación? Los títulos son mecanismos de comunicación. Deben resultar agradables para el usuario, ser lo bastante claros como para que el lector
suponga el tema real del libro y estar enunciados de modo que no se alejen demasiado del marco semántico de referencia. Por ello, en un mundo
construido en tomo a las tecnologías de la información, la sociedad de la información, la información, las autopistas de la información y demás (todas estas
terminologías se originaron en Japón a mediados de los años sesenta Johoka Shaka¡ en japonés y fueron transmitidas a Occidente en 1978 por Simon
Nora y Alain Minc, cediendo al exotismo), un título como La era de la información señala directamente las preguntas que se suscitarán sin prejuzgar las
respuestas.
parecen caracterizarse por la preeminencia de la identidad como principio
organizativo. Entiendo por identidad el proceso mediante el cual un actor social se
reconoce a sí mismo y construye el significado en virtud sobre todo de un atributo o
conjunto de atributos culturales determinados, con la exclusión de una referencia más
amplia a otras estructuras sociales. La afirmación de la identidad no significa
necesariamente incapacidad para relacionarse con otras identidades (por ejemplo, las
mujeres siguen relacionándose con los hombres) o abarcar toda la sociedad en esa
identidad (por ejemplo, el fundamentalismo religioso aspira a convertir a todo el
mundo). Pero las relaciones sociales se definen frente a los otros en virtud de aquellos
atributos culturales que especifican la identidad. Por ejemplo, Yoshino, en su estudio
sobre la nihonjiron (ideas de la singularidad japonesa), define significativamente el
nacionalismo cultural como el objetivo de regenerar la comunidad nacional mediante la
creación, la conservación o el fortalecimiento de la identidad cultural de un pueblo
cuando se cree que va faltando o está amenazada. El nacionalismo cultural considera
a la nación el producto de su historia y cultura únicas y una solidaridad colectiva
dotada de atributos únicos35.
Calhoun, si bien rechaza la novedad histórica del fenómeno, resalta asimismo el papel
decisivo de la identidad para la definición de la política en la sociedad estadounidense
contemporánea, sobre todo en el movimiento de las mujeres, en el gay y en el de los
derechos civiles de los Estados Unidos, movimientos todos que «no sólo buscan
diversas metas instrumentales, sino la afirmación de identidades excluidas como
públicamente buenas y políticamente sobresalientes»36. Alain Touraine va más lejos al
sostener que, «en una sociedad postindustrial, en la que los servicios culturales han
reemplazado los bienes materiales en el núcleo de la producción, la defensa del
sujeto, en su personalidad y su cultura, contra la lógica de los aparatos y los
mercados, es la que reemplaza la idea de la lucha de clases»37. Luego el tema clave,
como afirman Calderón y Laserna, en un mundo caracterizado por la globalización y
fragmentación simultáneas, consiste en «cómo combinar las nuevas tecnologías y la
memoria colectiva, la ciencia universal y las culturas comunitarias, la pasión y la
35 Yoshino, 1992, pág. 1.
36 Calhoun, 1994, pág. 4.
37 Touraine, 1994, pág. 168; la traducción es mía, pero las cursivas son del autor.
razón»38. Cómo, en efecto. Y por qué observamos la tendencia opuesta en todo el
mundo, a saber, la distancia creciente entre globalización e identidad, entre la red y el
yo.
Raymond Barglow, en su ensayo sobre este tema, desde una perspectiva
sociopsicoanalítica, señala la paradoja de que aunque los sistemas de información y la
interconexión aumentan los poderes humanos de organización e integración, de forma
simultánea subvierten el tradicional concepto occidental de sujeto separado e
independiente.
El paso histórico de las tecnologías mecánicas a las de la información ayuda a
subvertir las nociones de soberanía y autosuficiencia que han proporcionado un
anclaje ideológico a la identidad individual desde que los filósofos griegos elaboraron
el concepto hace más de dos milenios. En pocas palabras, la tecnología está
ayudando a desmantelar la misma visión del mundo que en el pasado alentó39.
Después prosigue presentando una fascinante comparación entre los sueños clásicos
recogidos en los escritos de Freud y los de sus propios pacientes en el entorno de alta
tecnología de San Francisco en la década de los noventa: «La imagen de una
cabeza… y detrás de ella hay suspendido un teclado de ordenador… ¡Yo soy esa
cabeza programada!»40 . Este sentimiento de soledad absoluta es nuevo si se
compara con la clásica representación freudiana: «los que sueñan [ …] expresan un
sentimiento de soledad experimentada como existencial e ineludible, incorporada a la
estructura del mundo [ … ] Totalmente aislado, el yo parece irrecuperablemente
perdido para sí mismo»41. De ahí, la búsqueda de una nueva capacidad de conectar
en torno a una identidad compartida, reconstruida.
A pesar de su perspicacia, esta hipótesis sólo puede ser parte de la explicación. Por
un lado, implicaría una crisis del yo limitada a la concepción individualista occidental,
sacudida por una capacidad de conexión incontrolable. No obstante, la búsqueda de
38 Calderón y Laserna, 1994, pág. 40; la traducción es mía.
39 Barglow, 1994, pág. 6.
40 Ibid., pág. 53.
41 Ibid., pág. 185.
una nueva identidad y una nueva espiritualidad también está en marcha en el Oriente,
pese al sentimiento de identidad colectiva más fuerte y la subordinación tradicional y
cultural del individuo a la familia. La resonancia de Aum Shinrikyo en Japón en
1995-1996, sobre todo entre las generaciones jóvenes con educación superior, puede
considerarse un síntoma de la crisis que padecen los modelos de identidad
establecidos, emparejado con la desesperada necesidad de construir un nuevo yo
colectivo, mezclando de forma significativa espiritualidad, tecnología avanzada
(química, biología, láser), conexiones empresariales globales y la cultura de la
fatalidad milenarista42.
Por otro lado, también deben hallarse los elementos de un marco interpretativo más
amplio que explique el poder ascendente de la identidad en relación con los
macroprocesos de cambio institucional, ligados en buena medida con el surgimiento
de un nuevo sistema global. Así, como Alain Touraine43 y Michel Wieviorka44 han
sugerido, cabe relacionar las corrientes extendidas de racismo y xenofobia en Europa
occidental con una crisis de identidad por convertirse en una abstracción (europeas),
al mismo tiempo que las sociedades europeas, mientras veían difuminarse su
identidad nacional, descubrieron dentro de ellas mismas la existencia duradera de
minorías étnicas (hecho demográfico al menos desde la década de 1960). O, también,
en Rusia y la ex Unión Soviética, el fuerte desarrollo del nacionalismo en el periodo
postcomunista puede relacionarse, como sostendré más adelante (volumen III), con el
vacío cultural creado por setenta años de imposición de una identidad ideológica
excluyente, emparejado con el regreso a la identidad histórica primaria (rusa,
georgiana) como la única fuente de significado tras el desmoronamiento del
históricamente frágil sovetskii narod (pueblo soviético).
El surgimiento del fundamentalismo religioso parece asimismo estar ligado tanto a una
tendencia global como a una crisis institucional45. Sabemos por la historia que siempre
hay en reserva ideas y creencias de todas clases esperando germinar en las
42 Para las nuevas formas de revuelta vinculadas a la identidad en oposición explícita a la globalización, véase el análisis exploratorio emprendido en
Castells, Yazawa y Kiselyova, 1996b.
43 Touraine, 1991.
44 Wieviorka, 1993.
45 Véase, por ejemplo, Kepel, 1993; Colas, 1992.
circunstancias adecuadas. Resulta significativo que el fundamentalismo, ya sea
islámico o cristiano, se haya extendido, y lo seguirá haciendo, por todo el mundo en el
momento histórico en que las redes globales de riqueza y poder enlazan puntos
nodales e individuos valiosos por todo el planeta, mientras que desconectan y
excluyen grandes segmentos de sociedades y regiones, e incluso países enteros.
¿Por qué Argelia, una de las sociedades musulmanas más modernizadas, se volvió de
repente hacia sus salvadores fundamentalistas, que se convirtieron en terroristas (al
igual que sus predecesores anticolonialistas) cuando se les negó la victoria electoral
en las elecciones democráticas? ¿Por qué las enseñanzas tradicionalistas de Juan
Pablo II encuentran un eco indiscutible entre las masas empobrecidas del Tercer
Mundo, de modo que el Vaticano puede permitirse prescindir de las protestas de una
minoría de feministas de unos cuantos países avanzados, donde precisamente el
progreso de los derechos sobre la reproducción contribuyen a menguar las almas por
salvar? Parece existir una lógica de excluir a los exclusores, de redefinir los criterios
de valor y significado en un mundo donde disminuye el espacio para los analfabetos
informáticos, para los grupos que no consumen y para los territorios infracomunicados.
Cuando la Red desconecta al Yo, el Yo, individual o colectivo, construye su significado
sin la referencia instrumental global: el proceso de desconexión se vuelve recíproco,
tras la negación por parte de los excluidos de la lógica unilateral del dominio
estructural y la exclusión social.
Éste es el terreno que debe explorarse, no sólo enunciarse. Las pocas ideas
adelantadas aquí sobre la manifestación paradójica del yo en la sociedad
informacional sólo pretenden trazar la trayectoria de mi investigación para información
de los lectores, no sacar conclusiones de antemano.
UNAS PALABRAS SOBRE EL MÉTODO
Éste no es un libro sobre libros. Aunque se basa en datos de diversos tipos y en
análisis y relatos de múltiples fuentes, no pretende exponer las teorías existentes
sobre el postindustrialismo o la sociedad informacional. Se dispone de varias
presentaciones completas y equilibradas de estas teorías46, así como de diversas
46 Lyon (1988) presenta una útil visión general de las teorías sociológicas sobre el postindustrialismo y el informacionalismo. Para los orígenes
intelectuales y terminológicos de las nociones de la «sociedad de la información», véase Ito, 1991a, y Nora y Minc, 1978. Véase también Beniger, 1986;
críticas47 46, incluida la mía48 47 . De forma similar, no contribuiré, excepto cuando sea
necesario en virtud del argumento, a la industria creada en la década de los ochenta
en torno a la teoría postmoderna49 48, satisfecho por mi parte como estoy con la
excelente crítica elaborada por David Harvey sobre las bases sociales e ideológicas
de la «posmodernidad»50, así como con la disección sociológica de las teorías
posmodernas realizada por Scott Lash51. Sin duda debo muchos pensamientos a
muchos autores y en particular a los antepasados del informacionalismo, Alain
Touraine y Daniel Bell, así como al único teórico marxista que intuyó los nuevos e
importantes temas justo antes de su muerte en 1979, Nicos Poulantzas52. Y reconozco
debidamente los conceptos que tomo de otros cuando llega el caso de utilizarlos como
herramientas en mis análisis específicos. No obstante, he intentado construir un
discurso lo más autónomo y menos redundante posible, integrando materiales y
observaciones de varias fuentes, sin someter al lector a la penosa visita de la jungla
bibliográfica donde he vivido (afortunadamente, entre otras actividades) durante los
pasados doce años.
En una vena similar, pese a utilizar una cantidad considerable de fuentes estadísticas
y estudios empíricos, he intentado minimizar el procesamiento de datos para
simplificar un libro ya excesivamente pesado. Por consiguiente, tiendo a utilizar
fuentes de datos que encuentran un amplio y resignado consenso entre los científicos
sociales (por ejemplo, OCDE, Naciones Unidas, Banco Mundial y estadísticas oficiales
de los gobiernos, monografías de investigación autorizadas, fuentes académicas o
empresariales generalmente fiables), excepto cuando tales fuentes parecen ser
erróneas (por ejemplo, las estadísticas soviéticas sobre el PNB o el informe del Banco
Mundial sobre las políticas de ajuste en África). Soy consciente de las limitaciones de
prestar credibilidad a una información que puede no siempre ser precisa, pero el lector
se dará cuenta de que se toman numerosas precauciones en este texto, así que por lo
Katz, 1988; Salvaggio, 1989; Williams, 1988.
47 Para unas perspectivas críticas sobre el postindustrialismo, véanse entre otros, Lyon, 1988; Touraine, 1992; Shoji, 1990; Woodward, 1980; Roszak,
1986. Para una crítica cultural del énfasis que nuestra sociedad otorga a la tecnología de la información, véase Postman, 1992.
48 Para mi crítica del postindustrialismo, véase Castells, 1994, 1995, 1996.
49 Véase Lyon, 1993; también Seidman y Wagner, 1992.
50 Harvey, 1990.
51 Lash, 1990.
52 Poulantzas, 1978, sobre todo págs. 160-169.
general se llega a conclusiones sopesando las tendencias convergentes de varias
fuentes, según una metodología de triangulación que cuenta con una prestigiosa
tradición de éxito entre los historiadores, policías y periodistas de investigación.
Además, los datos, observaciones y referencias presentados en este libro no
pretenden realmente demostrar hipótesis, sino sugerirlas, mientras se constriñen las
ideas en un corpus de observación, seleccionado, he de admitirlo, teniendo en mente
las preguntas de mi investigación, pero de ningún modo organizado en torno a
respuestas preconcebidas. La metodología seguida en este libro, cuyas implicaciones
específicas se expondrán en cada capítulo, está al servicio del propósito de este
empeño intelectual: proponer algunos elementos de una teoría transcultural y
exploratoria sobre la economía y la sociedad en la era de la información, que hace
referencia específica al surgimiento de una nueva estructura social. El amplio alcance
de mi análisis lo requiere la misma amplitud de su objeto (el informacionalismo) en
todos los dominios sociales y las expresiones culturales. Pero de ningún modo
pretendo tratar la gama completa de temas y asuntos de las sociedades
contemporáneas, ya que escribir enciclopedias no es mi oficio.
El libro se divide en tres partes que la editorial ha transformado sabiamente en tres
volúmenes. Aunque están interrelacionados analíticamente, se han organizado para
hacer su lectura independiente. La única excepción a esta regla es la conclusión
general, que aparece en el volumen III pero que corresponde a todo el libro y presenta
una interpretación sintética de sus datos e ideas.
La división en tres volúmenes, aunque hace al libro publicable y legible, suscita
algunos problemas para comunicar mi teoría general. En efecto, algunos temas
esenciales que trascienden a todos los tratados en este libro se presentan en el
segundo volumen. Tal es el caso en particular del análisis de la condición de la mujer y
el patriarcado y de las relaciones de poder y el Estado. Advierto al lector de que no
comparto la opinión tradicional de una sociedad edificada por niveles superpuestos,
cuyo sótano son la tecnología y la economía, el entresuelo es el poder, y la cultura, el
ático. No obstante, en aras de la claridad, me veo forzado a una presentación
sistemática y algo lineal de temas que, aunque están relacionados entre sí, no pueden
integrar plenamente todos los elementos hasta que se hayan expuesto con cierta
profundidad a lo largo del viaje intelectual al que se invita al lector en este libro. El
primer volumen, que tiene en las manos, trata sobre todo de la lógica de lo que
denomino la red, mientras que el segundo (El poder de la identidad) analiza la
formación del yo y la interacción de la red y el yo en la crisis de dos instituciones
centrales de la sociedad: la familia patriarcal y el Estado nacional. El tercer volumen
(Fin de milenio) intenta una interpretación de las transformaciones históricas actuales,
como resultado de la dinámica de los procesos estudiados en los dos primeros
volúmenes. Hasta el tercer volumen no se propondrá una integración general entre
teoría y observación que vincule los análisis correspondientes a los distintos ámbitos,
aunque cada volumen concluye con un esfuerzo de sintetizar los principales hallazgos
e ideas presentados en él. Aunque el volumen III se ocupa de forma más directa de los
procesos específicos del cambio histórico en diversos contextos, a lo largo de todo el
libro he hecho cuanto he podido por cumplir dos metas: basar el análisis en la
observación, sin reducir la teorización al comentario; diversificar culturalmente mis
fuentes de observación y de ideas al máximo, utilizando la ayuda de colegas y
colaboradores para abarcar las que están en lenguas que desconozco. Este
planteamiento proviene de mi convicción de que hemos entrado en un mundo
verdaderamente multicultural e interdependiente que sólo puede comprenderse y
cambiarse desde una perspectiva plural que articule identidad cultural, interconexión
global y política multidimensional.

Donald y la política

Cuando este libro apareció en Chile, hacia poco más de un año que la Unidad Popular había asumido el gobierno. En todos los sectores de la sociedad comenzaba a evidenciarse más o menos dramáticamente que el intento de transformar una realidad pone en tensión al
conjunto de la estructura existente.

Todos los elementos que constituyen el aparato social se reordenan y en este reacomodo surgen conflictos específicos aún en las zonas cuyas formas de existencia parecieran trascender a los proyectos de cambios sociales.

Se volvía a comprobar que la relación estructura / superestructura mantiene un vinculo bastante más estrecho que el vulgarizado por un pensamiento que, aunque se quiere revolucionario, repite
los gestos de un positivismo rigurosamente mecanicista.

En la llamada estructura se subsume, en realidad, la totalidad de las relacione» sociales. Es uno solo, por lo tanto, el momento de cambio, aunque las distintas formas de la organización social sean regidas por legalidades particulares que evocan desiguales tiempos de evolución.

La ilusión de que las transformaciones infraestructurales (económicas) determinan por si los cambios en la cotidianeidad se revierten en su contrario: las viejas formas de vida, características de la sociedad burguesa, suelen consolidarse hasta el punto de neutralizar -cuando no de liquidarlas nuevas estructuras conquistadas.

El caso chileno posee la singularidad de ofrecerse como un confuso campo de contradicciones en el que oficialmente se anuncia el comienzo de un proceso socialista, en los marcos de un orden de raíces estrictamente burguesas, mientras en la realidad actuante el enfrenamiento de clases (cualquiera sea la forma que adquiera en el futuro) sé evidencia en
una creciente conciencia de los polos participantes.

En ese contexto, la aparición de un estudio sobre el pato Donald y la línea de personajes producidos por Disney, viene a perturbar una región postulada como indiscutible; algo así como querer analizar críticamente la belleza de un atardecer. No es extraño, pues, que el libro tuviera una
repercusión aparentemente desmesurada.

Los diarios de la derecha chilena lo leyeron inteligentemente: sus comentarios abandonaron la sección bibliográfica y ocuparon un lugar
en la política. La Asociated Press difundió un alarmado cable entre sus abonados del Mundo y el sacrilegio de hablar contra las creaturas de la empresa Disney fue noticia en diversos puntos del planeta. De simplificación en simplificación, France Soir, el diario de mayor tiraje
en Francia, tituló en primera plana: “El pato Donald contra Allende”, mientras en Chile el diario derechista El Mercurio no demostraba ningún humor para hablar del tema.

Y he aquí un hecho paradojal. La indignada reacción de la derecha contra este texto tiene un punto de partida: las publicaciones de la línea Disney son universalmente aceptadas como entretenimiento, valor lúdico que corresponde a pautas permanentes de naturaleza humana y
que, por lo tanto, se sobrepone a las contradicciones sociales. Sin embargo, mientras afirmaba este enunciado doctrinario, su irritada protesta no hacía más que mostrar la falacia del argumento pro-ecuménico.

Para la burguesía, el pato Donald es inatacable: lo ha impuesto como modele dé “sano esparcimiento para los niños”. De ahí la trascendencia otorgada a éste trabajo. Lo indiscutible se pone en duda: desde el derecho a la propiedad privada de los medios de producción, hasta el derecho a mostrar como pensamiento natural la ideología que justifica
el mundo creado alrededor de la propiedad privada.

El cuestionar los pilares de un ordenamiento que reclama puntos de apoyo inamovibles (ahistóricos, permanentemente verdaderos) compromete su estabilidad. La defensa airada de una manera de entretener señala, por contrapartida, la negativa a aceptar otras, su conformidad con la existente. El problema deja de ser marginal y se vuelve político, muestra su gravedad.

La frivolidad deviene cuestión de estado. No es lo mismo el mundo con el pato Donald que sin él. Mattelart y Dorfman lo dicen en una figura cuya lectura literal confundió a la A. P.:”Mientras su cara risueña deambule inocentemente por las calles de nuestro país, mientras Donald sea poder y
representación colectiva, el imperialismo y la burguesía podrán dormir tranquilos”.

Hablar del pato Donald es hablar del mundo cotidiano el del deseo, el hambre, la alegría, las pasiones, la tristeza, el amor en que se resuelve la vida concreta de los hombres.

Y es esa vida concreta la manera de estar en el mundo la que debe cambiar un proceso revolucionario. Solo la construcción de otra cultura otorga sentido a la imprescindible destrucción del ordenamiento capitalista, porque al fin y al cabo como repetía Ernesto Guevara la revolución no se justifica simplemente por distribuir más alimento a más gente.

Llevado al límite (y si se descartan esquemas feo— ideológicos) bien podría preguntarse para que luchar por dar de comer a los hombres si no es para lanzarlos a imaginar un mundo de infinitas potencias.

En ese mundo de lo cotidiano (que tiene como eje la diaria presencia en la fábrica) el obrero produce plusvalía como condición necesaria para que se reproduzca el sistema capitalista y, en el mismo movimiento, produce la ideología que perpetúa su relación como sociedad. Allí, en su diálogo cotidiano con la máquina (diálogo cuyo esquema simbólico repetirá en su hogar o sus sueños) debe instalarse la subversión si se quiere que el cambio de propiedad de los instrumentos de producción no aparezca como un acontecimiento divorciado de su existencia real.

La ideología, pues, no se ofrece como un terreno epifenoménico donde
“también” (pero más tarde) debe librarse una batalla, según lo afirma una izquierda mostrenca y desanimada. La revolución debe concebirse como un proyecto total aunque la propiedad de una empresa pueda cambiar de manos bruscamente y lo imaginario colectivo
requiera un largo proceso de transformación.

Si desde el primer acto el poder no se postula como cambio ideológico, las buenas intenciones de hacer la revolución concluirán inevitablemente en una farsa.
En ese mundo de lo cotidiano se verifica, igualmente; el papel del andamiaje jurídico institucional reproductor de la ideología dominante, uno de cuyos instrumentos más eficaces lo constituyen los medios de comunicación de masa. En la frecuentación permanente con las
ideas de la clase hegemónica de la sociedad la que posee materialmente los medios e impone el sentido de los mensajes que emite los hombres elaboran su manera de actuar, de observar la realidad.

Es preciso, por lo tanto, escapar de ese orden y descodificarlo desde otra visión del mundo, es necesario re-comprender la realidad para lograr modificarla. Si esto no se entiende, si la “lucha ideológica” no adquiere primordial importancia, se castra la función del proceso revolucionario que tiende, básicamente a reordenar el sentido de los actos concretos.

Sólo desde otra manera de concebir el mundo puede asignarse un valor al cambio de las estructuras. A la inversa, la aceptación aerifica de las pautas culturales establecidas, significa la consagración del mundo heredado. Aún cuando, es preciso repetirlo, haya cambiado de manos la propiedad de los medios de producción.

Lo que interesa es el funcionamiento de la estructura y no sus presuntos contenidos: que el patrón sea uno u otro, que el administrador sea funcionario de una empresa privada o del estado, no modifica, sin
más, la relación que los obreros establecen con la producción. El salto cualitativo se refiere a las características que asume esta relación, a la cultura que se generó a partir de las formas concretas de una existencia que tienda a la creciente participación de todos en todo.

Esto que resulta comprensible para el plano de las relaciones económicas, no lo es tanto cuando se habla de productos del pensamiento. La ideología que privilegia esta región de la producción suele mantenerse sin modificaciones aun en las sociedades, que han transformada su estructura económica, y muestra el grado de permanencia de una formación
inconsciente, a la vez que delata las carencias de la elaboración materialista en este terreno.

La idea burguesa del trabajo intelectual como no productivo insiste por un lado en mantener la dicotomía consagrada por la división social del trabajo y, par otro, en marginarla de los conflictos en que necesariamente participa la producción de bienes materiales.
Aparentemente hay territorios de lo “humano” donde la lucha de clases no se verifica. Por ejemplo en los atributos asignados a la niñez: pureza, ingenuidad. Para leer al pato Donald muestra lo contrario: nada escapa a la ideología. Nada, por, lo tanto, escapa a la lucha de clases. Para leer al pato Donald tiende a develar los mecanismos específicos por les que la
ideología burguesa se reproduce a través de los personajes de Disney.

La lectura que se ofrece trasciende la opacidad de la denotación para indagar en la estructura de las historietas, para mostrar el universo de connotaciones que desencadena y que se instala en un nivel superior de significación ocupando el lugar fundamental en la comprensión del
mensaje.

¿Es preciso añadir que no se trata de tomar el caso Donald como si fuera el único enemigo? Donald es la metáfora del pensamiento burgués que penetra insensiblemente en los niños a través de todos los canales de formación de su estructura mental. Es la manifestación simbólica de una cultura que vertebra sus significaciones alrededor del oro y que lo inocente al despegarlo de su función social.

Si el capital es tal en tanto constituye una relación social, el oro acumulado por un avaro como Tío Rico no tiene ninguna responsabilidad. Es neutro. El dinero no aparece como un elemento de relación entre un capitalista y la sociedad, por lo tanto pasible de injusticias. El afán de dinero de Tío Rico (expresión máxima de una
constante de los personajes) es apenas una perversión individual: la del avaro que se fascina en la contemplación de su fortuna, pero no la utiliza.

El dinero pierde la propiedad fetichizante del poder, para convertirse en objeto de una psicología individual más o menos patológica. En la misma línea, todos los personajes emergen como erupciones psicológicas y
no como productos de relaciones sociales. Al lado del “avaro” existe “el inventor”, “los niños malos”, “los niños buenos”. Son conductas abstractas las que se interrelacionan y no funciones concretas de un ordenamiento social.

Si esta reiteración de psicologías recortadas y unilineales se ofrece en todas las historietas infantiles, en el caso de los personajes de Disney la significación es paradigmática dado que sus actores aparecen ligados estrechamente al mundo del niño. Superman no almuerza con el pequeño lector, pero las travesuras de los sobrinos de Donald son las de sus
compañeros de escuela.

El mundo lineal, el mundo de psicologías actuantes, es su mundo
cotidiano. El modela de la revista pasa a ser el modelo de sus relaciones inmediatas. Batmandesencadena las fantasías superpoderosas que repiten los más antiguos mitos. Los personajes de Disney, en cambio, no son míticos. Son axiológicos: en este mundo se actúa por interés, en
este mundo se engaña, en este, el de todas los días, se establecen las diferencias entre los hombres.

Ya estamos lejos de la anécdota Disney. Estamos en el campo en que la inteligencia de la derecha chilena y la histeria de las agencias norteamericanas ubicaron el libro: el de la política. Menos sagaz, o más ganada por la ideología burguesa que ha segmentado las áreas
del conocimiento, alguna izquierda no supo ver la importancia del combate empeñado y reclamó, en Chile, otras prioridades. No se supo otorgar a este libro su valor de anécdota ejemplar.

No se comprendió que la lucha por un mundo distinto no admite
compartimentaciones y debe entablarse contra todas las formas de la propiedad privada que anidan en las estructuras culturales vigentes y que ofrecen como naturales, oposiciones que son producto de las relaciones sociales existentes en la sociedad clasista: maestro vs. alumno,
administrador vs. obrero, periodista vs. consumidor de noticias, hombre vs. mujer, humor vs. trascendencia, entretenimiento vs. política.

Al no aceptar la necesaria ruptura que la revolución debe efectuar con el mundo anterior, las maneras de la conducta humana propias de la sociedad burguesa son imaginadas como convenientes a un hombre abstracto que permanece constante a través de los tiempos, se insiste en una moral adecuada a los intereses de los explotadores para erigirla en valor que sólo requiere perfeccionamiento a través de una historia única.

Desde la circunstancia chilena donde surgió, Para leer al pato Donald se define como un instrumento claramente político que denuncia la colonización cultural común a todos los países latinoamericanos. De allí su tono parcial y polémico, la discusión apasionada que recorre sus páginas, su declarada vocación de ser útil que le hace prescindir de preciosismos eruditos. Evocando un pasaje ya citado en estas líneas, un comentario periodístico sostenía que si el enemigo de Allende es el pato Donald, el actual presidente chileno podía sentirse tranquilo.

A su vez, podríamos seguir parafraseando y afirmar que si el combate contra el modo de vida burgués se reduce a libros como éste, las revistas de la línea Disney tienen por el momento su venta asegurada y Para leer al pato Donald habrá perdido la batalla: el pato Donald seguirá siendo poder y representación colectiva. Su éxito, en cambio, estará logrado
cuando, negándose a si mismo como objeto, pueda ayudar a una práctica social que lo borre, reescribiéndolo en una estructura distinta que ofrezca al hombre otra concepción de su relación con el mundo.

Entonces no serán necesarios estos libros: la gente no comprará las
revistas de Disney. Mientras tanto, sirve de alarmado toque de atención. La apuesta por el socialismo es definitiva y para conquistarlo es preciso cortar una a una las siete cabezas de un dragón que sabe regenerarlas en formas insospechadas. Es estimulante saber, con todo,
que se trata de un dragón de papel.

CTOR SCHMUCLER

PRO-LOGO, PARA PATÓLOGOS

El lector que abre este libro seguramente se sentirá desconcertado. Tal vez no tanto porque observa uno de sus ídolos desnudado, sino más bien porque el tipo de lenguaje que aquí se utiliza intenta quebrar la falsa solemnidad con que la ciencia por lo general encierra su
propio quehacer. Para acceder al conocimiento, que es una forma del poder, no podemos seguir suscribiendo con la vista y la lengua vendadas, los rituales dé iniciación con que las sacerdotisas de la “espiritualidad” protegen y legitimizan sus derechos, exclusivos, a pensar y
a opinar.

De esta manera, aun cuando se trata de denunciar las falacias vigentes, los investigadores tienden a reproducir en su propio lenguaje la misma dominación que ellos desean destruir. Este miedo a la locura de las palabras, al futuro como imaginación, al contacto permanente con el lector, este temor a hacer el ridículo y perder su “prestigió” al
aparecer desnudo frente a su particular reducto público, traduce su aversión a la vida y, en definitiva, a la realidad total. El científico quiere estudiar la lluvia y salé con un paraguas.

Desde luego, no se trata de negar aquí la racionalidad científica, o su ser específico, ni de establecer un burdo populismo; pero sí de hacer la comunicación más eficaz, y reconciliar el goce con el conocimiento.

Toda labor verdaderamente crítica significa tanto un análisis de la realidad como una autocrítica del modo en que se piensa comunicar sus resultados. El problema no es mayor o menor complejidad, más o menos enrevesado, sino una actitud que incluye a la misma ciencia como uno de los términos analizados.

Este experimento, que los lectores tendrán que juzgar, no como consumidores, sino como productores, se facilitó al reunir a dos investigadores que hasta ahora han permanecido en áreas prefijadas por la división del trabajo intelectual, ciencias sociales y ciencias humanas,
que forzó a cada uno a entrar en otro tipo de acercamiento a la realidad y a la forma de conocerla y comunicarla.

Algunos, mal acostumbrados por el individualismo, rastrearán frase
por frase, capítulo por capítulo, recortando, buscando lo que a cada cual le pertenece, tal vez con la intención de restaurar esta división social del trabajo que los deja tan cómodamente instalados en su sillón, en su cátedra. Este libro, a menos de usar una computadora histérica
que separe letra por letra, es un esfuerzo de concepción y redacción conjuntas.

La próxima labor que nos proponemos es hacer una amplia divulgación, aún más masiva, de las ideas básicas que recorren este libro, que desafortunadamente no pueden ser comprendidas, debido al nivel educacional de nuestros pueblos, por todos los lectores a los cuales quisiéramos llegar. El ritmo de penetración masiva de estas críticas no puede obedecer a la misma norma populachera con que la burguesía vulgariza sus propios valores.

Agradecemos a los compañeros estudiantes del CEREN (U. Católica) y del seminario sobre “subliteratura y modo de combatirla” (Depto. de Español, U. de Chile) por sus constantes aportes individuales y colectivos a esta temática.

Ariel Dorfman, miembro de la División de Publicaciones Infantiles y Educativas de Quimantú, pudo participar en la terminación de este libro gracias a la comisión de servicios que le otorgó el Depto. de Español de la U. de Chile, y Armand Mattelart, jefe de la sección de Investigación y Evaluación en Comunicaciones de Masas de Quimantú y profesor investigador del Centro de Estudios de la Realidad Nacional, gracias a una medida parecida.

4 DE SEPTIEMBRE, 1971.

INTRODUCCIÓN: INSTRUCCIONES PARA LLEGAR A GENERAL
DEL CLUB DISNÉYLANDIA

“Mi perro llega a ser un salvavidas famoso y mis sobrinos serán brigadieres-generales. ¿A qué mayor honor puede aspirar un hombre?”.
Pato Donald, en Disneylandia, Nº 422.

“Ranitas bebés, algún día serán Uds. ranas grandes que se venderán muy caras en el mercado. Voy a preparar un alimento especial para apresurar su desarrollo”.
Pato Donald, en Disnéylandia, No. 451.

Sería falso afirmar que Walt Disney es un mero comerciante. No se trata de negar la industrialización masiva de sus productos: películas, relojes, paraguas, discos, jabones, mecedoras, corbatas, lámparas, etc., inundan el mercado. Historietas en cinco mil diarios, traducciones en más de treinta idiomas, leído en cien países. Sólo en Chile, según el propio auto-bombo de la revista, estas emisiones culturales reclutan y satisfacen cada semana más de un millón de lectores y, ahora convertida fantásticamente en la Empresa Editoría Pincel (Publicaciones Infantiles Sociedad Editora Ltda.), Zig-Zag abastece todo el continente latinoamericano con las publicaciones del sello Walt Disney.

En esta base de operación nacional, donde tanto se vocifera acerca del atropello (y sus sinónimos: amedrentar, coartar, reprimir, amenazar, pisotear, etc.) de la libertad de prensa, este grupo económico, en manos de
financistas y filántropos del régimen anterior (1964-1970), hace menos de un mes se ha dado el lujo de elevar varios de sus productos quincenales al rango de semanarios.

Más allá de la cotización bursátil, sus creaciones y símbolos se han transformado en una reserva incuestionable del acervo cultural del hombre contemporáneo: los personajes han sido incorporados a cada hogar, se cuelgan en cada pared, se abrazan en los plásticos y las
almohadas, y a su vez ellos han retribuido invitando a los seres humanos a pertenecer a la gran familia universal Disney, más allá de las fronteras y las ideologías, más acá de los odios y
las diferencias y los dialectos.

Con este pasaporte se omiten las nacionalidades, y los personajes pasan a constituirse en el puente supranacional por medio del cual se comunican
entre sí los seres humanos. Y entre tanto entusiasmo y dulzura nos nubla su marca de fábrica registrada.

Disney, entonces, es parte — al parecer inmortalmente— de nuestra habitual representación colectiva. En más de un país se ha averiguado que el Ratón Mickey supera en popularidad al héroe nacional de turno. En Centroamérica, las películas programadas por la AID para introducir los anticonceptivos son protagonizadas por los monos del “Mago de la
Fantasía”. En nuestro país, a raíz del sismo de julio (1971), los niños de San Bernardo mandaron revistas disneylandia y caramelos a sus amiguitos terremoteados de San Antonio*.

Y un magazine femenino chileno proponía, el año pasado, que se le otorgara a Disney el premio Nobel de la Paz. No debe extrañar, por lo tanto, que cualquiera insinuación sobre el mundo de Disney sea
recibida como una afrenta a la moralidad y a la civilización toda. Siquiera susurrar en contra de Walt es socavar el alegre e inocente mundo de la niñez de cuyo palacio él es guardián y guía.

A raíz de la aparición de la primera revista infantil de la Editorial del Estado, de inmediato salieron á la palestra los defensores. Una muestra (del tabloide La Segunda*, 20 de julio, 1971)

1:“La voz de un periodista golpeó hondo en un micrófono de una emisora capitalina. En medio del asombro de sus auditores anunció que Walt Disney sería proscrito de Chile. Señaló que los expertos en concientización habían llegado a la conclusión de que los niños chilenos
no podían pensar, ni sentir, ni amar, ni sufrir a través de los animales”.

“Por consiguiente, en reemplazo del Tío Mc Pato, de Donald y de sus sobrinos, de Tribilín y el Ratón Mickey, los grandes y pequeños tendremos, en lo sucesivo, que habituarnos a leer y seguir las historietas que describan nuestra realidad nacional, la que de ser como la pintan los escritores y panegiristas de la época que estamos viviendo, es ruda, es
amarga, es cruel, es odiosa. La magia de Walt Disney, consistió; precisamente, en mostrar en sus creaciones el lado alegre de la vida. Siempre hay, entre los seres humanos, personajes que se parecen o asemejan a aquellos de las historietas de Disney”.

“Rico Mc Pato es el millonario avaro de cualquier país del mundo que atesora dinero y se infarta cada vez que alguien intenta pellizcarle un centavo; pero quien a pesar de todo suele mostrar rasgos de humanidad que lo redimen ante sus sobrinos-nietos.”

“Donald es el eterno enemigo del trabajo y vive en función del familiar poderoso. Tribilín no es más que el inocente y poco avisado hombre común que es siempre victima de sus propias torpezas que a nadie dañan, pero que hacen reír.”

“Lobo y Lóbito es una obra maestra para enseñar a los niños a diferenciar el bien del mal, con simpatía, sin odio. Porque el mismo Lobo Feroz, llegada la oportunidad de engullir a los tres chanchitos, tiene cargos de conciencia que le impiden consumar sus tropelías.”

“El Ratón Mickey, por último, es el personaje por antonomasia de Disney. ¿Quién que no se considere ser humano no ha sentido calar hondo en su corazón durante los últimos cuarenta años con la sola presencia de Mickey? No le vimos hasta una vez de “aprendiz de brujo” en una inolvidable cinta qué hizo delicias de chicos y grandes, sin que se perdiera una nota de la magistral música de Prokofiev (NOTA: se refiere sin duda al músico Paul Dukas).

Y qué decir de Fantasía, aquella prodigiosa lección de arte llevada al celuloide por Disney, movidos los artistas, las orquestas, los decorados, las flores, y, todos los seres animados por la batuta de Leopoldo Stokowski. Y conste que allí, para darle mayor realce y realismo a una de
las escenas, correspondió a los elefantes nada menos que ejecutar, de graciosísima manera, “La danza de las libélulas” (NOTA: se refiere sin duda a “La danza de las horas”).

“¿Cómo puede decirse que no es posible enseñar a los niños haciendo hablar a los animales? ¿No se les ha visto a ellos entablar tiernos diálogos con sus perros y gatos regatones, mientras éstos se adaptan a sus amos, y demuestran, en un movimiento de sus orejas, en un ronroneo, qué entienden y asimilan los mensajes y órdenes que se les dan?

¿Acaso las fábulas no están repletas de enseñanzas valiosas en donde son los animales los que nos enseñan cómo debemos de hacer y comportarnos ante las más variadas circunstancias?”

“Hay una, por ejemplo, de Tomás de Iriarte que nos pone en guardia frente al peligro que se corre cuando se adoptan actitudes rectoras y de obligatoriedad para quien trabaja para el público. No siempre la masa acepta a fardo cerrado que le den lo que le ofrezcan”.

El que dictaminó estas palabras es el dócil vocero de alguna de las ideas prevalecientes acerca de la niñez y la literatura infantil que transitan por nuestro medio. Ante todo, se implica que en el terreno de la entretención no debe penetrar la política, y menos aún tratándose de tiernos. Los juegos infantiles asumen sus propias reglas y código: es una esfera autónoma y extrasocial (como la familia disneylandia), que se edifica de acuerdo, con las necesidades
1 La Segunda, Santiago, 20 de julio de 1971, p. 3.

psicológicas del ser humano que ostenta esa edad privilegiada. En vista de que el niño, dulce, manso, marginado de las maldades de la existencia y los odios y rencores de los votantes, es apolítico y escapa de los resentimientos ideológicos de sus mayores, todo intento por politizar
ese espacio sagrado terminará por introducir la perversidad donde ahora reinan la felicidad y la fantasía. Como los animales tampoco toleran las vicisitudes de la historia y no pertenecen ni a derecha ni a izquierda, están pintados para representar ese mundo sin la polución de los
esquemas socioeconómicos.

Los personajes son tipos humanos cotidianos, que se encuentran
en todas las clases, países y épocas. Por eso, es posible un trasfondo moral: el niño aprende el camino ético y estético adecuado. Es cruel e innecesario arrancarlo de su recinto mágico, porque éste corresponde a las leyes de la madre naturaleza: los niños son así, los dibujantes y
guionistas interpretan experta y sabiamente las normas de comportamiento y las ansias de armonía que el ser humano posee a esa edad por razones biológicas.

Es evidente, por ende, que todo ataque a Disney significa repudiar la concepción del niño qué se ha recibido como válida, elevada a ley en nombre de la condición humana eterna y sin barreras. Hay anticuerpos automágicos que enmarcan negativamente a todo agresor en función de
las vivencias que la sociedad ha encarnado en la gente, en sus gustos, reflejos y opiniones, reproducidos cotidianamente en todos los niveles de la experiencia, y que Disney no hace sino llevar a su culminación comercial.

De antemano el posible ofensor es condenado por lo que se ha dado en llamar la “opinión pública”, un público que opina y da su consenso según las enseñanzas implícitas en el mundo de Disney y que ya ha organizado su vida social y familiar de acuerdo a ellas.

Es probable que el día después de que este libro salga a la venta, se publicará uno que otro artículo estigmatizando a los autores. Para facilitar la tarea a nuestros contrincantes, y para uniformizar sus criterios (en la gran familia de los diarios de la burguesía criolla), se
sugiere la siguiente pauta, que se ha realizado tomando en cuenta el apego de los señores periodistas a la filosofía de esas revistas:

INSTRUCCIONES PARA SER EXPULSADO DEL CLUB DISNEYLANDIA

Los responsables del libro serán definidos como soeces: e inmorales (mientras que el mundo de Walt Disney es puro), como archicomplicados y enredadísimos en la sofisticación y refinamiento (mientras que Walt es franco, abierto y leal), miembros de una élite avergonzada (mientras que Disney es el más popular de todos), como agitadores políticos (mientras que el mundo de W. Disney es inocente y reúne armoniosamente a todos en torno a planteamientos que nada tienen que ver con los intereses partidistas), como calculadores y amargados (mientras que Walt D. es espontáneo y emotivo, hace reír, y ríe), como subvertidores de la paz
del hogar y de la juventud (mientras que W. D. enseña a respetar la autoridad superior del padre, amar a sus semejantes y proteger a los más débiles), como antipatrióticos (porque siendo internacional, el Sr. Disney representa lo mejor de nuestras más caras tradiciones autóctonas) y por último, como cultivadores del “marxismo-ficción”, teoría importada desde tierras extrañas por “facinerosos forasteros”2 y reñidas con el espíritu nacional (porque el Tío Walt está en contra de la explotación del hombre por el hombre y adelanta la sociedad sin clases del futuro).

2 Palabras textuales de Lobito Feroz en Disneylandia Nº 510.

PERO MÁS QUE NADA, PARA EXPULSAR A ALGUIEN DEL CLUB
DISNEYLANDIA, ACUSARLO (REITERADAMENTE) DE QUERER LAVAR EL CEREBRO DE LOS NIÑOS CON LA DOCTRINA DEL GRIS REALISMO SOCIALISTA, IMPUESTA POR COMISARIOS.

Y por fin, con esto, encalamos en la peor de las transgresiones: atreverse a poner en duda lo imaginario infantil, es decir, ¡horror!, cuestionar el derecho de los niños a consumir una literatura suya, que los interpreta tan bien, fundada y cultivada para ellos.

No cabe duda que la literatura infantil es un género como cualquier otro, acaparada por subsectores especializados dentro de la división del trabajo “cultural”. Otros se dedican a las novelas de cowboy, a las revistas eróticas, a las de misterio, etc. Pero por lo menos estas últimas se dirigen a un público diversificado y sin rostro, que compra anárquicamente. En el caso del género infantil, por el contrario, el público ha sido adscrito de antemano, especificado biológicamente.

Esta narrativa; por lo tanto, es ejecutada por adultos, que justifican sus motivos; estructura y estilo en virtud de los que ellos piensan que debe ser un niño. Llegan incluso a citar fuentes científicas o tradiciones arcaicas (“es la sabiduría popular e inmemorial”) para establecer cuáles son las exigencias del destinatario. El adulto difícilmente podría proponer
para su descendencia una ficción que pusiera en jaque el porvenir que él desea que ese pequeño construya y herede.

Ante todo, el niño —para estas publicaciones— suele ser un adulto en miniatura. Por medio de estos textos, los mayores proyectan una imagen ideal de la dorada infancia, que en efecto no es otra cosa que su propia necesidad de fundar un espacio mágico alejado de las asperezas y conflictos diarios.

Arquitecturan su propia salvación, presuponiendo una primera
etapa vital dentro de cada existencia, al margen de las contradicciones que quisieran borrar por medio de la imaginación evasiva. La literatura infantil, la inmaculada espontaneidad, la bondad natural, la ausencia del sexo y la violencia, la uterina tierra de Jauja, garantizan su propia redención adulta: mientras haya niños habrá pretextos y medios para autosatisfacerse con el espectáculo de sus autosueños.

En los textos destinados a los hijos, se teatraliza y se repite hasta la saciedad un refugio interior supuestamente sin problemas. Al regalarse su
propia leyenda, caen en la tautología: Se miran a sí mismos en un espejo creyendo que es una ventana. Ese niño que juega ahí abajo en el jardín es el adulto que lo está mirando, que se está purificando. Así, el grande produce la literatura infantil, el niño la consume. La participación del
aparente actor, rey de este mundo no-contaminado, es ser público o marioneta de su padre ventrílocuo. Este último le quita la voz a su progenie, se arroga el derecho, como en toda sociedad autoritaria, a erigirse en su único intérprete.

La forma en que el chiquitito colabora es prestándole al adulto su representatividad. ¡Pero, un momento, señores! ¿Los niños acaso no son así? En efecto, los mayores muestran a los más jóvenes como una prueba de que esa literatura es esencial, corresponde a lo que el mismo niño pide, lo que reclama gustoso. Sin embargo, se trata de un circuito cerrado: los niños han sido gestados por esta literatura y por las representaciones colectivas que la permiten y fabrican, y ellos para integrarse a la
sociedad, recibir recompensa y cariño, ser aceptados, crecer rectamente, deben reproducir a diario todas las características que la literatura infantil jura que ellos poseen. El castigo y la gratificación sostienen este mundo. Detrás del azucarado Disney, el látigo. Y como no se les
presenta otra alternativa (que en el mundo de los adultos sí existe, pero que por definición no es materia para los pequeños), ellos mismos presienten la naturalidad de su comportamiento…

El neoanarquismo

Barcelona, 21 de mayo de 2005. Nuestra época no es la del fin de las ideologías, sino del renacimiento de aquellas que encuentran eco en la experiencia presente. Tal es el caso del anarquismo, dado por muerto y enterrado por sus numerosos sepultureros y que, bajo nuevas formas y expresiones, parece gozar de excelente salud en los movimientos sociales que brotan por doquier desde las profundidades de la resistencia a un desorden global cada vez mas destructivo. Basta con seguir los debates, presenciales o por internet, en el movimiento contra la globalización capitalista para constatar la presencia dominante de los temas anarquistas de autoorganización y de oposición a cualquier forma de Estado (“¡que se vayan todos!”).

Y aunque los intelectuales de la vieja izquierda, sobre todo en América Latina, aún se encaraman al podio de las arengas mediáticas del movimiento, las simpatías mayoritarias van hacia formas apenas organizadas y generalmente autogestionadas de la movilización y del debate, como era evidente en el último Foro Social Mundial en Porto Alegre. También en el ámbito teórico-político, las tesis autonomistas, cercanas de la matriz histórica anarquista, articuladas por ejemplo por Michael Hardt y Toni Negri, y por el grupo de la revista Multitudes, heredera directa del mayo del 68 francés, están alcanzando hoy día una amplia difusión (el ultimo libro de Hardt y Negri, titulado precisamente Multitudes, incluso tiene un rango muy alto en la lista de ventas de Amazon.com).

Y aunque los anarquistas organizados no son muchos (por ejemplo, en España el periódico CNT tiene unos 6.000 suscriptores y el sindicato CGT, al que yo sitúo en la tradición libertaria, cuenta con unos 100.000 afiliados), las ideas antiestatistas, de internacionalismo solidario y la afirmación de la libertad individual y de la libre asociación son temas comunes a movimientos muy dispares (de los okupas de Barcelona a Los Forajidos de Ecuador, los piqueteros argentinos o los autónomos italianos), pero que coinciden en la afirmación de su autoemancipación sin delegación de poder a intermediarios políticos profesionales. ¿De dónde surge esta nueva vitalidad del anarquismo, que aparece como ideología del siglo XXI al tiempo que el marxismo parece quedar confinado a un siglo XX ya concluido?
En realidad, la fuerza de las ideologías (cuyos mitos son atemporales) depende de su contexto histórico. Y mi hipótesis es que el anarquismo, en contra de la creencia general, se adelantó a su tiempo.

Ideología dominante de los orígenes del movimiento obrero (la Primera Internacional), desde Andalucía y Catalunya hasta la Rusia zarista, a la Charte d´Amiens francesa y al Chicago que originó el 1 de mayo, el anarquismo no sobrevivió como práctica organizada a la represión sufrida a la vez bajo el capitalismo y bajo el comunismo.

Pero su vulnerabilidad provino sobre todo de haber designado como enemigo principal al Estado nación en el preciso momento histórico del desarrollo de dicho Estado como centro y principio de la organización social: el siglo XX fue el siglo del Estado nación. El anarquismo clásico se expresó en una amplia gama ideológica, desde el individualismo irreductible de Stirner hasta el cooperativismo social de Proudhon, pasando por el comunismo libertario de Bakunin y Kropotkin, inspirando luchas sociales en contextos tan distintos como la revolución campesina de Makhno en Rusia, los movimientos sociales urbanos mexicanos de los años 20 o los embriones de revolución social que intentaron los anarquistas catalanes y españoles en la primera fase de la Guerra Civil.
Y claro que el sindicalismo de la CNT no era lo mismo que el activismo político de la FAI. Pero a través de esa amplia corriente ideológica en la que creyeron y por la que lucharon millones de personas, latía una idea central: la liberación definitiva de la fuente última de la opresión, el Estado.
Precisamente en el momento en que se armaban las máquinas de guerra nazi-fascistas, estalinistas y liberal-democráticas para exterminarse los unos a los otros y asegurar, a través del Estado, el control de cuanto más mundo pudieran.

Y miren por dónde, el triunfo de los estados, de uno y otro signo, condujo a su crisis medio siglo después. El comunismo no fue capaz de digerir precisamente aquello para lo que Marx lo había inventado: el desarrollo de las fuerzas productivas.

Porque la revolución tecnológica informacional no podía asumirse sin una sociedad informada, o sea, autónoma del Estado. Y el capitalismo, en su dinámica expansiva, se globalizó, socavando las bases del Estado nación sobre el que se asentaba políticamente. La economía se hizo global, el Estado siguió siendo nacional y entre los dos la sociedad, huérfana del Estado y a merced de los vientos globales, se atrincheró cada vez más en lo local.

O se transformó en colección de individuos, cada uno con sus propias ansieda-des y proyectos. Mucha gente, sobre todo jóvenes con su página ideológica aún por escribir, dejaron de creer en los políticos, aunque no en la política, en otra política. De modo que mientras los grandes poderes se definen en una compleja relación entre la globalización y los estados nación, la supervivencia y la resistencia a lo que no va surge desde lo individual y lo local. O sea, los materiales con los que se construyó la ideología anarquista.

Ahora bien, la gran dificultad para el anarquismos siempre fue cómo conciliar la autonomía personal y local con la complejidad de una organización productiva y de la vida cotidiana en un mundo industrializado y en un planeta interdependiente. Y es aquí donde la tecnología resultó ser una aliada del anarquismo más que del marxismo.

En lugar de grandes fábricas y gigantescas burocracias (base material del socialismo), la economía funciona cada vez más a partir de redes (base material de la autonomía organizativa). Y en lugar de estados nación controlando el territorio, tenemos ciudades Estado gestionando los intercambios entre territorios.

Todo ello a partir de internet, móviles, satélites y redes informáticas que permiten la comunicación y el transporte local-global a escala planetaria. Esto no es mi interpretación de los hechos, sino el discurso explícito que se da en los debates de los movimientos sociales, tal como ha sido documentado en el espléndido libro reciente de Jeffrey Juris sobre el tema. O sea, la disolución del Estado y la construcción de una organización social autónoma a partir de personas y grupos afines, debatiendo, votando y gestionando mediante la red interactiva de comunicación.

¿Utopía? No, ideología. Acuérdese de la distinción: la utopía prefigura el mundo deseado. La ideología configura la práctica. Con la utopía se sueña. Con la ideología se lucha. El anarquismo es ideología. Y el neoanarquismo es un instrumento de lucha que parece adaptado a las condiciones de la revuelta social del siglo XXI. Bueno, uno de los dos instrumentos. Porque mientras el anarquismo clama, como hizo siempre, “ni Dios, ni Señor”, su principal competidor en la resistencia al capitalismo global se funda en el reconocimiento de “Dios como mi único Señor”.

Frente a un capitalismo global fuera de control, y mientras el socialismo se instala en la jubilación, la resistencia surge de la oposición contradictoria entre fundamentalismo y neoanarquismo.

[fuente]
http://www.lavanguardia.es/web/20050521/51185273593.html

English is a Scandinavian language?

Here’s the most interesting adventure in linguistics I’ve run across in a while. Two professors in Norway assert that English is a Scandinavian language, a North Germanic rather than a West Germanic one. More specifically, they claim that Anglo-Saxon (“Old English”) is not the direct ancestor of modern English; rather, our language is more closely related to the dialect of Old Norse spoken in the Danelaw (the Viking-occupied part of England) after about 865.

The bolster their claim by pointing at major grammatical traits which English shares with Old Norse rather than West Germanic languages – notably, consistent SVO (subject-verb-object) word order rather than the SOV (subject-object-verb) or V2 (verb-second) orders that dominate in languages like German, Dutch and Anglo-Saxon. The practical consequence they point out (correctly – I’ve experienced this myself) is that English and Norwegian or Swedish are quite a bit closer in mutual intelligibility than any of this group is with German or Dutch or Anglo-Saxon. I had actually noticed this before and been puzzled by it.

The professors think the reason for this is that rather than evolving into Modern English, Anglo-Saxon actually died out during the two centuries between the invasion of the Great Army in 865 and the defeat of Harold Godwinsson in 1066. They propose that Anglo-Saxon influenced, but was largely replaced by, the Norse dialect of the Anglo-Danish Empire. Which, SVO North Germanic grammar and all, then collided with Norman French and evolved into English as we know it.

This isn’t crazy. It may be wrong, but it isn’t crazy. Two centuries is plenty of time for an invading language to reduce a native one to a low-status argot and even banish it entirely; we’ve seen it happen much faster than that when the invaders are as culturally and politically dominant as the Anglo-Danes were in England at the time of Cnut (1016-1035).

Even in the conventional account of the evolution of English, modern English is supposed to have derived from the Anglo-Saxon spoken in the East Midlands – which, as the professors point out, was the most densely settled part of the Danelaw!

All of this gave me an idea that may go beyond the professors’ hypothesis and explain a few other things…

Previously on this blog my commenters and I have kicked around the idea that English is best understood as the result of a double creolization process – that it evolved from a contact pidgin formed between Anglo-Saxon and Danelaw Norse. The creole from that contact then collided, a century later, with Norman French. Wham, bam, a second contact pidgin forms; English is the creole descended from the language of (as the SF writer H. Beam Piper famously put it) “Norman soldiers attempting to pick up Anglo-Saxon barmaids”.

This is not so different from the professors’ account, actually. They win if the first creole, the barmaids’ milk language, was SVO with largely Norse grammar and some Anglo-Saxon vocabulary. The conventional history of English would have the girls speaking an SOV/V2 language with largely Anglo-Saxon grammar and some Norse vocabulary.

So I’m thinking about this, and about the political-cultural situation in East Anglia at the time historical linguists suppose it to have been the cradle of modern English, and I thought…hey! Diglossia! Basilect and acrolect!

OK, for those of you not up on your linguistic jargon, these are terms used in modern linguistics to describe the behavior of speakers in a creole continuum. Often, in a contact culture where an invading language has partly or wholly displaced a native one, you get a continuum of dialects between the acrolect (“high” language, of the invaders) and basilectal (“low” dialects) preserving more of a native language which may or may not still be alive in its original form.

A type case for this is modern Jamaica, where there’s a dialect continuum between acrolectal standard English and basilectal Jamaican patois with a lot of survivals from West African languages and Arawak. Outsiders tend to oversimplify this kind of situation into diglossia – one population speaking two languages, one “outside” and prestigious, one “inside”, intimate and tied to home and ethno-cultural identity.

But it isn’t that simple in Jamaica. Individuals are often fluent in both acrolectal and basilectal forms and mix usages depending on social situation. Husband and wife might speak acrolectal English on business, a mesolectal light patois among a mixed-race group of friends, but a deep patois with a grammar significantly different than standard English when cooking or making love. (I have a teenage nephew who lives on St. John’s, another Caribbean island, who – though tow-headed and blue-eyed and perfectly capable in American English – sometimes busts out a deep-black island dialect at family gatherings. It’s mischievous and barely intelligible, but it’s affectionate, too.)

I think, now (and this is where I go beyond those professors in Norway) that East Anglia between the invasions of the Great Army and Willam the Bastard must have been a lot like Jamaica today. Nothing quite as neat as one language dying out, but rather a creole continuum – with Danelaw Norse at the top, a remnant Anglo-Saxon at the bottom, and a whole lotta code-switching going on. There’s your cradle of English! (Well, before the Normans added their special sauce, anyway…)

This would explain much that the conventional Anglo-Saxon-centric account doesn’t, like why I can read a Norwegian newspaper far more readily than a German or Dutch one. It’s more nuanced than the professors’ version, but leads to the same top-line conclusion. English better classified as a Scandinavian rather than a West Germanic language? OK, twice creolized and later heavily infiltrated by Latin and French…but yeah, I’ll buy that description.

La Catedral y el Bazar

Linux es subversivo. ¿Quién hubiera pensado hace apenas cinco años que un sistema operativo de talla mundial surgiría, como por arte de magia, gracias a la actividad hacker desplegada en ratos libres por varios miles de programadores diseminados en todo el planeta, conectados solamente por los tenues hilos de la Internet?

Lo que si es seguro es que yo no. Cuando Linux apareció en mi camino, a principios de 1993, yo tenía invertidos en UNIX y el desarrollo de software libre alrededor de diez años. Fui uno de los primeros en contribuir con GNU a mediados de los ochentas y he estado aportando una buena cantidad de software libre a la red, desarrollando o colaborando en varios programas (NetHack, los modos VC y GUD de Emacs, xlife y otros) que todavía son ampliamente usados. Creí que sabía cómo debían hacerse las cosas.

Linux vino a trastocar buena parte de lo que pensaba que sabía. Había estado predicando durante años el evangelio UNIX de las herramientas pequeñas, de la creación rápida de prototipos y de la programación evolutiva. Pero también creía que existía una determinada complejidad crítica, por encima de la cual se requería un enfoque más planeado y centralizado. Yo pensaba que el software de mayor envergadura (sistemas operativos y herramientas realmente grandes, tales como Emacs) requería construirse como las catedrales, es decir, que debía ser cuidadosamente elaborado por genios o pequeñas bandas de magos trabajando encerrados a piedra y lodo, sin liberar versiones beta antes de tiempo.

El estilo de desarrollo de Linus Torvalds (“libere rápido y a menudo, delegue todo lo que pueda, sea abierto hasta el punto de la promiscuidad”) me cayó de sorpresa. No se trataba de ninguna forma reverente de construir la catedral. Al contrario, la comunidad Linux se asemejaba más a un bullicioso bazar de Babel, colmado de individuos con propósitos y enfoques dispares (fielmente representados por los repositorios de archivos de Linux, que pueden aceptar aportaciones de quien sea), de donde surgiría un sistema estable y coherente únicamente a partir de una serie de artilugios.

El hecho de que este estilo de bazar parecía funcionar, y funcionar bien, realmente me dejó sorprendido. A medida que iba aprendiendo a moverme en ese medio, no sólo trabajé arduamente en proyectos individuales, sino en tratar de comprender por qué el mundo Linux no naufragaba en el mar de la confusión, sino que se fortalecía con una rapidez inimaginable para los constructores de catedrales.

Creí empezar a comprender a mediados de 1996. El destino me dio un medio perfecto para demostrar mi teoría, en la forma de un proyecto de software libre que trataría de realizar siguiendo el estilo del bazar de manera consciente. Así lo hice y resultó un éxito digno de consideración.

En el resto de este artículo relataré la historia de este proyecto, y la usaré para proponer algunos aforismos sobre el desarrollo real del software libre. No todas estas cosas fueron aprendidas del mundo Linux, pero veremos como fue que les vino otorgar un sentido particular. Si estoy en lo cierto, le servirán para comprender mejor qué es lo que hace a la comunidad linuxera tan buena fuente de software; y le ayudarán a ser más productivo.

2 El correo tenía que llegar
Desde 1993 he estado encargado de la parte técnica de un pequeño ISP de acceso gratuito llamado Chester County InterLink (CCIL), en West Chester, Pennsylvania (fui uno de los fundadores de CCIL y escribí su original software BBS multiusuario, el cual puede verse entrando a telnet://locke.ccil.org . Actualmente soporta más de tres mil usuarios en 19 líneas). Este empleo me permitió tener acceso a la red las 24 horas del día a través de la línea de 56K de CCIL, ¡de hecho, prácticamente él me lo demandaba!.

Para ese entonces ya me habí habituado al correo electrónico. Por diversas razones fue difícil obtener SLIP para enlazar mi máquina en casa (snark.thyrsus.com) y CCIL. Cuando finalmente pude lograrlo, encontré que era particularmente molesto tener que entrar por telnet a locke cada rato para revisar mi correo. Lo que quería era que fuera reenviado a snark para que biff(1) me notificase cuando llegara.

Un simple redireccionamiento con sendmail no iba a funcionar debido a que snark no siempre está en línea y no tiene una dirección IP estática. Lo que necesitaba era un programa que saliera por mi conexión SLIP y trajera el correo hasta mi máquina. Yo sabía que tales programas ya existían, y que la mayoría usaba un protocolo simple llamado POP (Post Office Protocol, Protocolo de Oficina de Correos), de tal manera que me cercioré que el servidor POP3 estuviera en el sistema operativo BSD/OS de locke.

Necesitaba un cliente POP3; de tal manera que lo busqué en la red y encontré uno. En realidad hallé tres o cuatro. Usé pop-perl durante un tiempo, pero le faltaba una característica a todas luces evidente: la capacidad de identificar las direcciones de los correos recuperados para que las respuestas pudieran darse correctamente.

El problema era este: supongamos que un tal monty en locke me envia un correo. Si yo lo jalaba desde snark y luego intentaba responder, entonces mi programa de correos dirigía la respuesta a un monty inexistente en snark. La edición manual de las direcciones de respuesta para pegarles el ‘@ccil.org’, muy pronto se volvió algo muy molesto.

Era evidente que la computadora tenía que hacer esto por mí. (De hecho, de acuerdo con RFC1123, sección 5.2.18, sendmail debería de estarlo haciendo.) ¡Sin embargo, ninguno de los clientes POP lo hacía realmente! Esto nos lleva a la primera lección:

1. Todo buen trabajo de software comienza a partir de las necesidades personales del programador. (Todo buen trabajo empieza cuando uno tiene que rascarse su propia comezón)

Esto podría sonar muy obvio: el viejo proverbio dice que “la necesidad es la madre de todos los inventos”. Empero, hay muchos programadores de software que gastan sus días, a cambio de un salario, en programas que ni necesitan ni quieren. No ocurre lo mismo en el mundo Linux; lo que sirve para explicar por qué se da una calidad promedio de software tan alta en esa comunidad.

Por todo esto, ¿pensaran que me lancé inmediatamente a la vorágine de escribir, a partir de cero, el programa de un nuevo cliente POP3 que compitiese con los existentes? ¡Nunca en la vida! Revisé cuidadosamente las herramientas POP que tenía al alcance, preguntándome “¿cuál se aproxima más a lo que yo necesito?”, porque

2. Los buenos programadores saben qué escribir. Los mejores, que reescribir (y reutilizar).

Aunque no presumo ser un extraordinario programador, he tratado siempre de imitar a uno de ellos. Una importante característica de los grandes programadores es la meticulosidad con la que construyen. Saben que les pondrán diez no por el esfuerzo, sino por los resultados; y que casi siempre será más fácil partir de una buena solución parcial que de cero.

Linus, por ejemplo, no intentó escribir Linux partiendo de cero. En vez de eso, comenzó por reutilizar el código y las ideas de Minix, un pequeño sistema operativo (OS) tipo UNIX hecho para máquinas 386. Eventualmente terminó desechando o reescribiendo todo el código del Minix, pero mientras contó con él le sirvió como una importante plataforma de lanzamiento del proyecto en gestación que posteriormente se convertiría en Linux.

Con ese espíritu, comencé a buscar una herramienta POP que estuviese razonablemente escrita para ser usada como plataforma inicial para mi desarrollo.

La tradición del mundo UNIX de compartir las fuentes siempre se ha prestado a la reutilización del código (ésta es la razón por la que el proyecto GNU escogió a UNIX como su OS base, pese a las serias reservas que se tenían). El mundo Linux ha asumido esta tradición hasta llevarla muy cerca de su límite tecnológico; posee terabytes de código fuente que estámn generalmente disponibles.Así que es más probable que la búsqueda de algo bueno tenga mayores probabilidades de éxito en el mundo Linux que en ningúotro lado.

Así sucedió en mi caso. Además de los que había encontrado antes, en mi segunda búsqueda conseguí un total de nueve candidatos: fetchpop, PopTart, get-mail, gwpop, pimp, pop-perl, popc, popmail y upop. El primero que elegí fue el ‘fetchpop’, un programa de Seung-Hong Oh. Le agregue mi código par que tuviera la capacidad de reescribir los encabezados y varias mejoras más, las cuales fueron incorporadas por el propio autor en la versión 1.9.

Sin embargo, unas semanas después me topé con el código fuente de ‘popclient’, escrito por Carl Harris, y descubrí que tenía un problema. Pese a que fetchpop poseía algunas ideas originales (tal como su modo demonio), sólo podía manejar POP3, y estaba escrito a la manera de un aficionado (Seung-Hong era un brillante programador, pero no tenía experiencia, y ambas características eran palpables). El código de Carl era mejor, bastante profesional y robusto, pero su programa carecía de varias de las características importantes del fetchpop que eran difíciles de implementar (incluyendo las que yo mismo había agregado).

¿Seguía o cambiaba? Cambiar significaba desechar el código que había añadido a cambio de una mejor base de desarrollo.

Un motivo práctico para cambiar fue la necesidad de contar con soporte de múltiples protocolos. POP3 es el protocolo de servidor de correos que más se utiliza, pero no es el único. Fetchpop y otros no manejaban POP2, RPOP ó APOP, y yo tenía ya la idea vaga de añadir IMAP (Protocolo de Acceso a Mensajes por Internet, el protocolo de correos más poderoso y reciente) sólo por entretenimiento.

Pero había una razón más teórica para pensar que el cambio podía ser una buena idea, algo que aprendí mucho antes de Linux:

3. “Contemple desecharlo; de todos modos tendrá que hacerlo.” (Fred Brooks, The Mythical Man-Month, Capítulo 11)

Diciéndolo de otro modo: no se entiende cabalmente un problema hasta que se implementa la primera solución. La siguiente vez quizáas uno ya sepa lo suficiente para solucionarlo. Así que si quieres resolverlo, disponte a empezar de nuevo al menos una vez.

Bien, me dije, los cambios a fetchpop fueron un primer intento, así que cambio.

Después de enviarle mi primera serie de mejoras a Carl Harris, el 25 de junio de 1996, me entere que él había perdido el interés por popclient desde hacía rato. El programa estaba un poco abandonado, polvoriento y con algunas pulgas menores colgando. Como se le tenían que hacer varias correcciones, pronto acordamos que lo más lógico era que yo asumiera el control del proyecto.

Sin darme cuenta, el proyecto había alcanzado otras dimensiones. Ya no estaba intentando hacerle unos cuantos cambios menores a un cliente POP, sino que me había hecho responsable de uno; y las ideas que bullían en mi cabeza me conducirían probablemente a cambios mayores.

En una cultura del software que estimula el compartir el código fuente, ésta era la forma natural de que el proyecto evolucionara. Yo actuaba de acuerdo con lo siguiente:

4. Si tienes la actitud adecuada, encontrarás problemas interesantes.

Pero la actitud de Carl Harris fue aún más importante. Él entendió que

5. Cuando se pierde el interés en un programa, el último deber es heredarlo a un sucesor competente.

Sin siquiera discutirlo, Carl y yo sabíamos que el objetivo común era obtener la mejor solución. La única duda entre nosostros era si yo podía probar que el proyecto iba a quedar en buenas manos. Una vez que lo hice, él actuó de buena gana y con diligencia. Espero comportarme igual cuando llegue mi turno.

3 La importancia de contar con usuarios
Así fue como heredé popclient. Además, recibí su base de usuarios, lo cual fue tan o más importante. Tener usuarios es maravilloso. No sólo porque prueban que uno está satisfaciendo una necesidad, que ha hecho algo bien, sino porque, cultivados adecuadamente, pueden convertirse en magníficos asistentes.

Otro aspecto importante de la tradición UNIX, que Linux, de nuevo, lleva al límite, es que muchos de los usuarios son también hackers, y, al estar disponible el código fuente, se vuelven hackers muy efectivos. Esto puede resultar tremendamente útil para reducir el tiempo de depuración de los programas. Copn un buen estímulo, los usuarios diagnosticarán problemas, sugerirán correcciones y ayudarán a mejor los programas mucho más rápido de lo que uno lo haría sin ayuda.

6. Tratar a los usuarios como colaboradores es la forma más apropiada de mejorar el código, y la más efectiva de depurarlo.

Suele ser fácil subestimar el poder de este efecto. De hecho, es posible que todos continuásemos desestimando la capacidad multiplicadora que adquiriría con el número de usuarios y en contra de la complejidad de los sistemas, hasta que así nos lo vino a demostrar Linus.

En realidad, considero que la genialidad de Linus no eradica en la construcción misma del kernel de Linux, sino en la invención del modelo de desarrollo de Linux. Cuando en una ocasión expresé esta opinión delante de él, sonrió y repitió quedito una frase que ha dicho muchas veces: “Básicamente soy una persona muy floja que le gusta obtener el crédito por lo que, realmente, hacen” los demás. Flojo como una zorra. O, como diría Robert Heinlein, demasiado flojo para fallar.

En retrospectiva, un precedente de los métodos y el éxito que tiene Linux podría encontrarse en el desarrollo de las bibliotecas del Emacs GNU, así como los archivos del código de Lisp. En contraste con el estilo de construcción catedral del núcleo del Emacs escrito en C, y de muchas otras herramientas de la FSF, la evolución del código de Lisp fue bastante fluida y, en general, dirigida por los propios usuarios. Las ideas y los prototipos de los modos se rescribían tres o cuatro veces antes de alcanzar su forma estable final. Mientras que las frecuentes colaboraciones informales se hacían posibles gracias a la Internet, al estilo Linux.

Es más, uno de mis programas con mayor exito, antes de fetchmail, fue probablemente el modo VC para Emacs, una colaboración tipo Linux, que realice por correo electrónico conjuntamente con otras tres personas, de las cuales solamente he conocido a una (Richard Stallman) hasta la fecha. VC era una front-end para SCCS, RCS y posteriormente CVS, que ofrecía controles de tipo “al toque” para operaciones de control de versiones desde Emacs. Era el desarrollaba de un pequeño y, hasta cierto punto, rudimentario modo sccs.el que alguien había escrito. El desarrollo de VC tuvo éxito porque, a diferencia del Emacs mismo, el código de Emacs en Lisp podía pasar por el ciclo de publicar, probar y depurar, muy rápidamente.

(Uno de los efectos colaterales de la política de la FSF de atar legalmente el código a la GPL, fue que se volvió más difícil para la FSF usar el modo bazar, debido a su idea de que se debín de asignar derechos de autor por cada contribución individual de más de veinte líneas, a fin de inmunizar al código protegido por la GPL de cualquier problema legal surgido de ley de derechos de autor. Los usuarios de las licencias BSD y del MIT X Consortium no tienen este problema, debido a que no intentan reservarse derechos que cualquiera intente poner en duda.)

4 Libere rápido y a menudo
Las publicaciones rápidas y frecuentes del código constituyen una parte crítica del modelo Linux de desarrollo. La mayoría de los programadores, en los que me incluyo, creía antes que era una mala política involucrarse en proyectos más grandes triviales, debido a que las primeras versiones, casi por definición, salen plagadas de errores, y a nadie le gusta agotar la paciencia de los usuarios.

Esta idea reafirmaba la preferencia de los programadores por el estilo catedral de desarrollo. Si el objetivo principal era que los usuarios vieran la menor cantidad de errores, entonces sólo habí que liberar una vez cada seis meses (o aún con menos frecuencia) y trabajar como burro en la depuración en el ínterin de las versiones que se saquen a la luz. El núcleo del Emacs escrito en C se desarrolló de esta forma. No así la biblioteca de Lisp, ya que los repositorios de los archivos de Lisp, donde se podían conseguir versiones nuevas y en desarrollo del código, independientemente del ciclo de desarrollo del Emacs, estaban fuera del control de la FSF.

El más importante de estos archivos fue el elisp de la Universidad Estatal de Ohio, el cual se anticipó al espíritu y a muchas de las características de los grandes archivos actuales de Linux. Pero solamente algunos de nosotros reflexionamos realmente acerca de lo que estábamos haciendo, o de lo que la simple existencia del archivo sugería sobre los problemas implícitos en el modelo de desarrollo estilo catedral de la FSF. Yo realicé un intento serio, alrededor de 1992, de unir formalmente buena parte del código de Ohio con la biblioteca Lisp oficial del Emacs. Me metí en broncas políticas muy serias y no tuve éxito.

Pero un año después, a medida que Linux se agigantaba, quedo claro que estaba pasando algo distinto y mucho más sano. La política abierta de desarrollo de Linus era lo más opuesto a la construcción estilo catedral. Los repositorios de archivos en sunsite y tsx-11 mostraban una intensa actividad y muchas distribuciones de Linux circulaban. Y todo esto se manejaba con una frecuencia en la publicación de programas que no tenía precedentes.

Linus estaba tratando a sus usuarios como colaboradores de la forma más efectiva posible:

7. Libere rápido y a menudo, y escuche a sus clientes.

La innovación de Linus no consistió tanto en esto (algo parecido había venido sucediendo en la tradición del mundo UNIX desde hacía tiempo), sino en llevarlo a un nivel de intensidad que estaba acorde con la complejidad de lo que estaba desarrollando. ¡En ese entonces no era raro que liberara una nueva versión del kernel más de una vez al día! Y, debido a que cultivó su base de desarrolladores asistentes y buscó colaboración en la Internet más intensamaente que ningún otro, funcionó.

¿Pero cómo fue que funcionó? ¿Era algo que yo podía emular, o se debía a la genialidad única de Linus?

No lo considero así. Está bien, Linus es un hacker endiabladamente astuto (¿cuántos de nosotros podrían diseñar un kernel de alta calidad?). Pero Linux en sí no representa ningún salto conceptual sorprendente hacia delante. Linus no es (al menos, no hasta ahora) un genio innovador del diseño como lo son Richard Stallman o James Gosling. En realidad, para mi Linus es un genio de la ingeniería; tiene un sexto sentido para evitar los callejones sin salida en el desarrollo y la depuración, y es tipo muy sagaz para encontrar el camino con el mínimo esfuerzo desde el punto A hasta el punto B. De hecho, todo el diseño de Linux transpira esta calidad, y refleja un Linus conservador que simplifica el enfoque en el diseño.

Por lo tanto, si las publicaciones frecuentes del código y la búsqueda de asistencia dentro de la Internet no son accidentes, sino partes integrales del ingenio de Linus para ver la ruta crítica del mínimo esfuerzo, ¿qué era lo que estaba maximizando? ¿Qué era lo que estaba exprimiendo de la maquinaria?

Planteada de esta forma, las pregunta se responde por sí sola. Linus estaba manteniendo a sus usuarios-hackers-asistentes constantemente estimulados y recompensados por la perspectiva de tomar parte en la acción y satisfacer su ego, premiado con la exhibición y mejora constante, casi diaria, de su trabajo.

Linus apostaba claramente a maximizar el número de horas-hombre invertidas en la depuración y el desarrollo, a pesar del riesgo que corría de volver inestable el código y agotar a la base de usuarios, si un error serio resultaba insondable. Linus se portaba como si creyera en algo como esto:

8. Dada una base suficiente de desarrolladores asistentes y beta-testers, casi cualquier problema puede ser caracterizado rápidamente, y su solución ser obvia al menos para alguien.

O, dicho de manera menos formal, “con muchas miradas, todos los errores saltarán a la vista”. A esto lo he bautizado como la Ley de Linus.

Mi formulación original rezaba que todo problema deberá ser transparente para alguien. Linus descubrió que la personas que entendían y la que resolvían un problema no eran necesariamente las mismas, ni siquiera en la mayoría de los casos. Decía que “alguien encuentra el problema y otro lo resuelve”. Pero el punto está en que ambas cosas suelen suceder con gran rapidez.

Aquí, pienso, subyace una diferencia esencial entre el estilo del bazar y el de la catedral. En el enfoque estilo catedral de la programación, los errores y problemas de desarrollo son fenómenos truculentos, insidiosos y profundos. Generalmente toma meses de revisión exhaustiva para unos cuantos el alcanzar la seguridad de que han sido eliminados del todo. Por eso se dan los intervalos tan largos entre cada versión que se libera, y la inevitable desmoralización cuando estas versiones, largamente esperadas, no resultan perfectas.

En el enfoque de programación estilo bazar, por otro lado, se asume que los errores son fenómenos relativamente evidentes o, por lo menos, que pueden volverse relativamente evidentes cuando se exhiben a miles de entusiastas desarrolladores asistentes que colaboran al parejo sobre cada una de las versiones. En consecuencia, se libera con frecuencia para poder obtener una mayor cantidad de correcciones, logrando como efecto colateral benéfico el perder menos cuando un eventual obstáculo se atraviesa.

Y eso es todo. Con eso basta. Si la Ley de Linus fuera falsa, entonces cualquier sistema suficientemente complejo como el kernel de Linux, que está siendo manipulado por tantos, debería haberse colapsado en un punto bajo el peso de ciertas interacciones imprevistas y errores “muy profundos” inadvertidos. Pero si es cierta, bastaría para explicar la relativa ausencia de errores en el código de Linux.

Despu&aecute;s de todo, esto no debí parecernos tan sorpresivo. Hace algunos años los sociólogos descubrieron que la opinión promedio de un numero grande de observadores igualmente expertos (o igualmente ignorantes) es más confiable de predecir que la de uno de los observadores seleccionado al azar. A esto se le conoce como el efecto Delphi. Al parecer, lo que Linus ha demostrado es que esto también es valedero en el ámbito de la depuración de un sistema operativo: que el efecto Delphi puede abatir la complejidad implícita en el desarrollo, incluso al nivel de la involucrada en el desarrollo del núcleo de un OS.

Estoy en deuda con Jeff Dutky dutky@wam.umd.edu, quien me sugirió que la Ley de Linus puede replantearse diciendo que “la depuración puede hacerse en paralelo”. Jeff señala que a pesar de que la depuración requiere que los participantes se comuniquen con un programador que coordina el trabajo, no demana ninguna coordinación significativa entre ellos. Por lo tanto, no cae víctima de la asombrosa complejidad cuadr&acaute;tica y los costos de maniobra que ocasionan que la incorporación de desarrolladores resulte problemática.

En la práctica, la pérdida teórica de eficiencia debido a la duplicación del trabajo por parte de los programadores casi nunca es un tema que revista importancia en el mundo Linux. Un efecto de la “política de liberar rápido y a menudo” es que esta clase de duplicidades se minimizan al propagarse las correcciones rápidamente.

Brooks hizo una observación relacionada con la de Jeff: “El costo total del mantenimiento de un programa muy usado es típicamente alrededor del 40 por ciento o más del costo del desarrollo. Sorpresivamente, este costo está fuertemente influenciado por el número de usuarios. Más usuarios detectan una mayor cantidad de errores.” (El subrayado es mío).

Una mayor cantidad de usuarios detecta más errores debido a que tienen diferentes maneras de evaluar el programa. Este efecto se incrementa cuando los usuarios son desarrolladores asaitentes. Cada uno enfoca la tarea de la caracterización de los errores con un bagaje conceptual e instrumentos analíticos distintos, desde un ángulo diferente. El efecto Delphi parece funcionar precisamente debido a estas diferencias. En el contexto específico de la depuración, dichas diferencias también tienden a reducir la duplicación del trabajo.

Por lo tanto, el agregar más beta-testers podría no contribuir a reducir la complejidad del “más profundo” de los errores actuales, desde el punto de vista del desarrollador, pero aumenta la probabilidad de que la caja de herramientas de alguno de ellos se equipare al problema, de tal suerte que esa persona vea claramente el error.

Linus también dobla sus apuestas. En el caso de que realmente existan errores serios, las versiones del kernel de Linux son enumeradas de tal manera que los usuarios potenciales puedan escoger la última versión considerada como “estable” o ponerse al filo de la navaja y arriesgarse a los errores con tal de aprovechar las nuevas características. Esta táctica no ha sido formalmente imitada por la mayoría de los hackers de Linux, pero quizá debían hacerlo. El hecho de contar con ambas opciones, lo vuelve aún más atractivo.

5 ¿Cuándo una Rosa no es Rosa?
Después de estudiar la forma en que actuó Linus y haber formulado una teoría del por qué tuvo éxito, tomé la decisión consciente de probarla en mi nuevo proyecto (el cual, debo admitirlo, es mucho menos complejo y ambicioso).

Lo primero que hice fue reorganizar y simplificar popclient. El trabajo de Carl Harris era muy bueno, pero exhibía una complejidad innecesaria, típica de muchos de los programadores en C. Él trataba el código como la parte central y las estructuras de datos como un apoyo para éste. Como resultado, el código resultó muy elegante, pero el diseño de las estructuras de datos salió ad hoc y feo (por lo menos con respecto a los estándares exigentes de este viejo hacker de Lisp).

Sin embargo, tenía otro motivo para reescribir, además de mejorar el diseño de la estructura de datos y el código: El proyecto debía evolucionar en algo que yo entendiera cabalmente. No es nada divertido ser el responsable de corregir los errores en un programa que no se entiende.

Por lo tanto, durante el primer mes, o algo así, simplemente fui siguiendo los pormenores del diseño básico de Carl. El primer cambio serio que realicé fue agregar el soporte de IMAP. Lo hice reorganizando los administradores de protocolos en un administrador genérico con tres tablas de métodos (para POP2, POP3 e IMAP). Éste y algunos cambios anteriores muestran un principio general que es bueno que los programadores tengan en mente, especialmente los que programan en lenguajes tipo C y no hacen manejo de datos dinámicamente:

9. Las estructuras de datos inteligentes y el código burdo funcionan mucho mejor que en el caso inverso.

De nuevo, Fred Brooks, Capítulo 11: “Muéstreme su código y esconda sus estructuras de datos, y continuaré intrigado. Muéstreme sus estructuras de datos y generalmente no necesitaré ver su código; resultará evidente.’’

En realidad, él hablaba de “diagramas de flujo” y “tablas”. Pero, con treinta años de cambios terminológicos y culturales, resulta prácticamente la misma idea.

En este momento (a principios de septiembre de 1996, aproximadamente seis semanas después de haber comenzado) empecé a pensar que un cambio de nombre podría ser apropiado. Después de todo, ya no se trataba de un simple cliente POP. Pero todavía vacilé, debido a que no había nada nuevo y genuinamente mío en el diseño. Mi versión del popclient tenía aún que desarrollar una identidad propia.

Esto cambio radicalmente cuando fetchmail aprendió a remitir el correo recibido al puerto SMTP. Volveré a este punto en un momento. Primero quiero decir lo siguiente: yo afirmé anteriormente que decidí utilizar este proyecto para probar mi teoría sobre la correción del estilo Linus Torvalds. ¿Cómo lo hice? (podrían ustedes preguntar muy bien). Fue de la siguiente manera:

1. Liberaba rápido y a menudo (casi nunca dejé de hacerlo en menos de diez días; durante los períodos de desarrollo intenso, una vez diaria).

2. Ampliaba mi lista de analistas de versiones beta, incorporando a todo el que me contactara para saber sobre fetchmail.

3. Efectuaba anuncios espectaculares a esta lista cada vez que liberaba una nueva versión, estimulando a la gente a participar.

4. Y escuchaba a mis analistas asistentes, consultándolos decisiones referentes al diseño y tomándolos en cuenta cuando me mandaban sus mejoras y la consecuente retroalimentación.

La recompensa por estas simples medidas fue inmediata. Desde el principio del proyecto obtuve reportes de errores de calidad, frecuentemente con buenas soluciones anexas, que envidiarían la mayoría de los desarrolladores. Obtuve crítica constructiva, mensajes de admiradores e inteligentes sugerencias. Lo que lleva a la siguiente lección:

10. Si usted trata a sus analistas (beta-testers) como si fueran su recurso más valioso, ellos le responderán convirtiéndose en su recurso más valioso.

Una medida interesante del éxito de fetchmail fue el tamaño de la lista de analistas beta del proyecto, los amigos de fetchmail. Cuando escribí esto, tenía 249 miembros, y se sumaban entre dos y tres semanalmente.

Revisandola hoy, finales de mayo de 1997, la lista ha comenzando a perder miembros debido a una razón sumamente interesante. ¡Varias personas me han pedido que los dé de baja debido a que el fetchmail les está funcionando tan bien que ya no necesitan ver todo el tráfico de de la lista! A lo mejor esto es parte del ciclo vital normal de un proyecto maduro realizado por el método de construcción estilo bazar.

6 Popclient se convierte en Fetchmail
El momento crucial para el proyecto fue cuando Harry Hochheiser me mandó su código fuente para incorporar la remisión del correo recibido a la máquina cliente a través del puerto SMTP. Comprendí casi inmediatamente que una implementación adecuada de esta característica iba a dejar a todos los demás métodos a un paso de ser obsoletos.

Durante muchas semanas habí estado perfeccionando fetchmail, agregándole características, a pesar de que sentía que el diseño de la interfaz era útil pero algo burdo, poco elegante y con demasiadas opciones insignificantes colgando fuera de lugar. La facilidad de vaciar el correo recibido a un archivo-buzón de correos o la salida estándar me incomodaba de cierta manera, pero no alcanzaba a comprender por qué.

Lo que advertí cuando me puse a pensar sobre la expedición del correo por el SMTP fue que el popclient estaba intentando hacer demasiadas cosas juntas. Había sido diseñado para funcionar al mismo tiempo como un agente de transporte (MTA) y un agente de entrega (MDA). Con la remisión del correo por el SMTP podría abandonar la función de MDA y centrarme solamente en la de MTA, mandando el correo a otros programas para su entrega local, justo como lo hace sendmail.

¿Por qué sufrir con toda la complejidad que encierra ya sea configurar el agente de entrega o realizar un bloqueo y luego un añadido al final del archivo-buzón de correos, cuando el puerto 25 está casi garantizado casi en toda plataforma con soporte TCP/IP? Especialmente cuando esto significa que el correo obtenido de esta manera tiene garantizado verse como un correo que ha sido transferido de manera normal, por el SMTP, que es lo que realmente queremos.

De aquí se extraen varias lecciones. Primero, la idea de enviar por el puerto SMTP fue la mayor recompensa individual que obtuve al tratar de emular conscientemente los métodos de Linus. Un usuario me proporcionó una fabulosa idea, y lo único que restaba era comprender sus implicaciones.

11. Lo más grande, después de tener buenas ideas, es reconocer las buenas ideas de sus usuarios. Esto último es a veces lo mejor.

Lo que resulta muy interesante es que usted rápidamente encontrará que cuando esta absolutamente convencido y seguro de lo que le debe a los demás, entonces el mundo lo tratará como si usted hubiera realizado cada parte de la invención por si mismo, y esto le hará apreciar con modestia su ingenio natural. ¡Todos podemos ver lo bien que funcionó esto para el propio Linus!

(Cuando leía este documento en la Conferencia de Perl de agosto de 1997, Larry Wall estaba en la fila del frente. Cuando llegué a lo que acabo de decir, Larry dijo con voz alta: “¡Anda, di eso, díselos, hermano!” Todos los presentes rieron porque sabían que eso también le había funcionado muy bien al inventor de Perl)

Y a unas cuantas semanas de haber echado a andar el proyecto con el mismo espíritu, comencé a recibir adulaciones similares, no sólo de parte de mis usuarios, sino de otra gente que se había enterado por terceras personas. He puesto a buen recaudo parte de ese correo. Lo volveréa a leer en alguna ocasión, si es que me llego a preguntar si mi vida ha valido la pena :-).

Pero hay otras dos lecciones más fundamentales, que no tienen que ver con las políticas, que son generales para todos los tipos de diseño:

12. Frecuentemente, las soluciones más innovadoras y espectaculares provienen de comprender que la concepción del problema era errónea.

Había estado intentando resolver el problema equivocado al continuar desarrollando el popclient como un agente de entrega y de transporte combinados, con toda clase de modos medio raros de entrega local. El diseño de fetchmail requería ser repensado de arriba abajo como un agente de transporte puro, como eslabón, si se habla de SMTP, de la ruta normal que sigue el correo en Internet.

Cuando usted se topa con un muro durante el desarrollo cuando la encuentra difícil como para pensar mas allá de la corrección que sigue es, a menudo, la hora de preguntarse no si usted realmente tiene la respuesta correcta, sino si se está planteando la pregunta correcta. Quizás el problema requiere ser replanteado.

Bien, yo ya había replanteado mi problema. Evidentemente, lo que tenía que hacer ahora era (1) programar el soporte de envío por SMTP en el controlador genérico, (2) hacerlo el modo por omisión, y (3) eliminar eventualmente todas las demás modalidades de entrega, especialmente las de envío a un archivo-buzón y la de vaciado a la salida estándar.

Estuve, durante algún tiempo, titubeando en dar el paso 3; temiendo trastornar a los viejos usuarios de poclient, quienes dependían de estos mecanismos alternativos de entrega. En teoría, ellos podían cambiar inmediatamente a archivos .forward, o sus equivalentes en otro esuema que no fuera sendmail, para obtener los mismos resultados. Pero, en la práctica, la transición podría complicarse demasiado.

Cuando por fin lo hice, empero, los beneficios fueron inmensos. Las partes más intrincadas del código del controlador desaparecieron. La configuración se volvió radicalmente más simple: al no tratar con el MDA del sistema y con el archivo-buzón del usuario, ya no había que preocuparse de que el sistema operativo soportara bloqueo de archivos.

Asimismo, el único riesgo de extraviar correo también se había desvanecido. Antes, si usted especificaba el envío a un archivo-buzón y el disco estaba lleno, entonces el correo se perdía irremediablemente. Esto no pasa con el envío vía SMTP debido a que el SMTP del receptor no devolverá un OK mientras el mensaje no haya sido entregado con éxito, o al menos haya sido mandado a la cola para su entrega ulterior.

Además, el desempeño mejoró mucho (aunque uno no lo notaráa en la primera corrida). Otro beneficio nada despreciable fue la simplificación de la página del manual.

Más adelante hubo que agregar la entrega a un agente local especificado por el usuario con el fin de manejar algunas situaciones oscuras involucradas con la asignación dinámica de direcciones en SLIP. Sin embargo, encontré una forma mucho más simple de hacerlo.

¿Cuál era la moraleja? No hay que vacilar en desechar alguna característica superflua si puede hacerlo sin pérdida de efectividad. Antôine de Saint-Exupery (un aviador y diseñador de aviones, cuando no se dedicaba a escribir libros clásicos para niños) afirmó que

13. “La perfección (en diseño) se alcanza no cuando ya no hay nada que agregar, sino cuando ya no hay algo que quitar.”

Cuando el código va mejorando y se va simplificando, es cuando sabe que está en lo correcto. Así, en este proceso, el diseño de fetchmail adquirió una identidad propia, diferente de su ancestro, el popclient.

Había llegado la hora de cambiar de nombre. El nuevo diseño parecía más un doble del Sendmail que el viejo popclient; ambos eran MTAs, agentes de transporte, pero mientras que el Sendmail empuja y luego entreg, el nuevo popclient jala y después entrega. Así que, después de dos arduos meses, lo bautice de nuevo con el nombre de fetchmail.

7 El crecimiento de Fetchmail
Allí me encontraba con un bonito e innovador diseño, un programa que sabía funcionaba bien porque lo utilizaba diariamente, y me enteraba por la lista beta, que era muy activa. Esta gradualmente me hizo ver que ya no estaba involucrado en un hackeado personal trivial, que podía resultar útil para unas cuantas personas más. Tenía en mis manos un programa que cualquier hacker con una caja UNIX y una conexión SLIP/PPP realmente necesita.

Con el método de expedición por SMTP se puso adelante de la competencia, lo suficiente como para poder convertirse en un “matón profesional”, uno de esos programas clásicos que ocupa tan bien su lugar que las otras alternativas no sólo son descartadas, sino olvidadas.

Pienso que uno realmente no podría imaginar o planear un resultado como éste. Usted tiene que meterse a manejar conceptos de diseño tan poderosos que posteriormente los resultados parezcan inevitables, naturales, o incluso predestinados. La única manera de hacerse de estas ideas es jugar con un montón de ideas; o tener una visión de la ingeniería suficiente para poder llevar las buenas ideas de otras personas más allá de lo que sus propios autores originales pensaban que podían llegar.

Andrew Tanenbaum tuvo una buena idea original, con la construcción de un UNIX nativo simple para 386, que sirviera como herramienta de enseñanza. Linus Torvalds llevó el concepto de Minix más allá de lo que Andrew imagino que pudiera llegar, y se transformó en algo maravilloso. De la misma manera (aunque en una escala menor), tomé algunas ideas de Carl Harris y Harry Hochheiser y las impulsé fuertemente. Ninguno de nosotros era “original” en el sentido romántico de la idea que la gente tiene de un genio. Pero, la mayor parte del desarrollo de la ciencia, la ingeniería y el software no se debe a un genio original, sino a la mitología del hacker por el contrario.

Los resultados fueron siempre un tanto complicados: de hecho, ¡justo el tipo de reto para el que vive un hacker! Y esto implicaba que tenía que fijar aún más alto mis propios estándares. Para hacer que el fetchmail fuese tan bueno como ahora veía que podía ser, tenía que escribir no sólo para satisfacer mis propias necesidades, sino también incluir y dar el soporte a otros que estuvieran fuera de mi órbita. Y esto lo tenía que hacer manteniendo el programa sencillo y robusto.

La primera característica más importante y contundente que escribí después de hacer eso fue el soporte para recabado múltiple, esto es, la capacidad de recoger el correo de los buzones que habían acumulado todo el correo de un grupo de usuarios, y luego trasladar cada mensaje al recipiente individual del respectivo destinatario.

Decidí agregarle el soporte de recabado múltiple debido en parte a que algunos usuarios lo reclamaban, pero sobre todo porque evidenciaría los errores de un código de recabado individual, al forzarme a abordar el direccionamiento con generalidad. Tal como ocurrió. Poner el RFC822 a que funcionara correctamente me tomó bastante tiempo, no sólo porque cada uno de las partes que lo componen son difíciles, sino porque involucraban un montón de detalles confusos e interdependientes entre sí.

Así, pues, el direccionamiento del recabado múltiple se volvió una excelente decisión de diseño. De esta forma supe que:

14 Toda herramienta es útil empleándose de la forma prevista, pero una gran herramienta es la que se presta a ser utilizada de la manera menos esperada.

El uso inesperado del recabado múltiple del fetchmail fue el trabajar listas de correo con la lista guardada, y realizar la expansión del alias en el lado del cliente de la conexión SLIP/PPP. Esto significa que alguien que cuenta con una computadora y una cuenta de ISP puede manejar una lista de correos sin que tenga que continuar entrando a los archivos del alias del ISP.

Otro cambio importante reclamado por mis auxiliares beta era el soporte para la operación MIME de 8 bits. Esto se podía obtener fácilmente, ya que había tenido cuidado de mantener el código de 8 bits limpio. No es que yo me hubiera anticipado a la exigencia de esta característica, sino que obedecía a otra regla:

15. Cuándo se escribe software para una puerta de enlace de cualquier tipo, hay que tomar la precaución de alterar el flujo de datos lo menos posible, y ¡*nunca* eliminar información a menos que los receptores obliguen a hacerlo!

Si no hubiera obedecido esta regla, entonces el soporte MIME de 8 bits habría resultado difícil y lleno de errores. Así las cosas, todo lo que tuve que hacer fue leer el RFC 1652 y agregar algo de lógica trivial en la generación de encabezados.

Algunos usuarios europeos me presionaron para que introdujera una opción que limitase el número de mensajes acarreados por sesión (de manera tal que pudieran controlar los costos de sus redes telefónicas caras). Me opuse a dicho cambio durante mucho tiempo, y aun no estoy totalmente conforme con él. Pero si usted escribe para el mundo, debe escuchar a sus clientes: esto no debe cambiar en nada tan sólo porque no le están dando dinero.

8 Algunas lecciones mas extraídas de Fetchmail
Antes de volver a los temas generales de ingeniería de software, hay que ponderar otras dos lecciones específicas sacadas de la experiencia de fetchmail.

La sintaxis de los archivos rc incluyen palabras clave opcionales “de ruido” que son ignoradas totalmente por el analizador de sintaxis. La sintaxis tipo inglés que estas permiten es considerablemente más legible que la secuencia de pares palabra clave-valor tradicionales que usted obtiene cuando quita esas palabras clave opcionales.

Estas comenzaron como un experimento de madrugada, cuando noté que muchas de las declaraciones de los archivos rc se asemejaban un poco a un minilenguaje imperativo. (Esta también fue la razón por la cual cambié la palabra clave original del popclient de “servidor” a “poll”).

Me parecía en ese entonces que el convertir ese minilenguaje imperativo más tipo inglés lo podía hacer más fácil de usar. Ahora, a pesar de que soy un partidario convencido de la escuela de diseño “hágalo un lenguaje”, ejemplificada en Emacs, HTML y muchas bases de datos, no soy normalmente un fanático de la sintaxis estilo inglés.

Los programadores han tendido a favorecer tradicionalmente la sintaxis de control, debido a que es muy precisa, compacta y no tienen redundancia alguna. Esto es una herencia cultural de la época en que los recursos de cómputo eran muy caros, por lo que la etapa de análisis tenía que ser la más sencilla y económica posible. El inglés, con un 50% de redundancia, parecía ser un modelo muy inapropiado en ese entonces.

Este no es la razón por la cual yo dudo de la sintaxis tipo inglés; y sólo lo menciono aquí para demolerlo. Con los ciclos baratos, la fluidez no debe ser un fin por sí misma. Ahora es más importante para un lenguaje el ser conveniente para los humanos que ser económico en términos de recursos computacionales.

Sin embargo, hay razones suficientes para andar con cuidado. Una es el costo de la complejidad de la etapa de análisis: nadie quiere incrementarlo a un punto tal que se vuelva una fuente importante de errores y confusión para el usuario. Otra radica en que al hacer una sintaxis del lenguaje tipo inglés se exige frecuentemente que se deforme considerablemente el “inglés” que habla, por lo que la semejanza superficial con un lenguaje natural es tan confusa como podría haberlo sido la sintaxis tradicional. (Usted puede ver mucho de esto en los 4GLs y en los lenguajes de búsqueda en bancos de datos comerciales).

La sintaxis de control de fetchmail parece esquivar estos problemas debido a que el dominio de su lenguaje es extremadamente restringido. Está muy lejos de ser un lenguaje de amplio uso; las cosas que dice no son muy complicadas, por lo que hay pocas posibilidades de una confusión, al moverse de un reducido subconjunto del inglés y el lenguaje de control real. Creo que se puede extraer una lección más general de esto:

16. Cuando su lenguaje está lejos de un Turing completo, entonces el azúcar sintáctico puede ser su amigo.

Otra lección trata de la seguridad por obscuridad. Algunos usuarios de fetchmail me solicitaron cambiar el software para poder guardar las claves de acceso encriptadas en su archivo rc, de manera tal que los crackers no pudieran verlos por pura casualidad.

No lo hice debido a que esto prácticamente no proporcionaría ninguna protección adicional. Cualquiera que adquiera los permisos necesarios para leer el archivo rc respectivo sería de todos modos capaz de correr el fetchmail; y si por su password fuera, podría sacar el decodificador necesario del mismo código del fetchmail para obtenerlo.

Todo lo que la encriptación de passwords en el archivo .fetchmailrc podría haber conseguido era una falso sensación de seguridad para la gente que no está muy metida en este medio. La regla general es la siguiente:

17. Un sistema de seguridad es tan seguro como secreto. Cuídese de los secretos a medias.

9 Condiciones necesarias para el Estilo del Bazar
Los primeros que leyeron este documento, así como sus primeras versiones inacabadas que se hicieron públicas, preguntaban constantemente sobre los requisitos necesarios para un desarrollo exitoso dentro del modelo del bazar, incluyendo tanto la calificación del líder del proyecto como la del estado del código cuando uno va a hacerlo público y a comenzar a construir una comunidad de co-desarrolladores.

Esta claro que uno no puede partir de cero en el estilo bazar. Con él, uno puede probar, buscar errores, poner a punto y mejorar algo, pero sería muy difícil originar un proyecto en un modo semejante al bazar. Linus no lo intentó de esta manera. Yo tampoco lo hice así. Nuestra naciente comunidad de desarrolladores necesita algo que ya corra para jugar.

Cuando uno comienza la construcción del edificio comunal, lo que debe ser capaz de hacer es presentar una promesa plausible. El programa no necesita ser particularmente bueno. Puede ser burdo, tener muchos errores, estar incompleto y pobremente documentado. Pero en lo que no se puede fallar es en convencer a los co-desarrolladores potenciales de que el programa puede evolucionar hacia algo elegante en el futuro.

Linux y fetchmail se hicieron públicos con diseños básicos fuertes y atractivos. Mucha gente piensa que el modelo del bazar tal como lo he presentado, ha considerado correctamente esto como crítico, y luego ha saltado de aquí a la conclusión de que es indispensable que el líder del proyecto tenga un mayor nivel de intuición para el diseño y mucha capacidad.

Sin embargo, Linus obtuvo su diseño a partir de UNIX. Yo inicialmente conseguí el mío del antiguo popmail (a pesar de que cambiaría mucho posteriormente, mucho más, guardando las proporciones, de lo que lo ha hecho Linux). Entonces, ¿tiene que poseer realmente un talento extraordinario el líder-coordinador en el modelo del bazar, o la puede ir pasando con tan sólo coordinar el talento de otros para el diseño?

Creo que no es crítico que el coordinador sea capaz de originar diseños de calidad excepcional, pero lo que sí es absolutamente esencial es que él (o ella) sea capaz de reconocer las buenas ideas sobre diseño de los demás.

Tanto el proyecto de Linux como el de fetchmail dan evidencias de esto. A pesar de que Linus no es un diseñador original espectacular (como lo discutimos anteriormente), ha mostrado tener una poderosa habilidad para reconocer un buen diseño e integrarlo al kernel de Linux. Ya he descrito cómo la idea de diseño de mayor envergadura para el fetchmail (reenvío por SMTP) provino de otro.

Los primeros lectores de este artículo me halagaron al sugerir que soy propenso a subestimar la originalidad en el diseño en los proyectos del bazar, debido a que la tengo en buena medida, y por lo tanto, la tomo por sentada. Puede ser verdad en parte; el diseño es ciertamente mi fuerte (comparado con la programación o la depuración).

Pero el problema de ser listo y original en el diseño de software se tiende a convertir en hábito: uno hace las cosas como por reflejo, de manera tal que parezcan elegantes y complicadas, cuando debería mantenerlas simples y robustas. Ya he sufrido tropiezos en proyectos debido a esta equivocación, pero me las ingenié para no sucediera lo mismo con fetchmail.

Así, pues, considero que el proyecto del fetchmail tuvo éxito en parte debido a que contuve mi propensión a ser astuto; este es un argumento que va (por lo menos) contra la originalidad en el diseño como algo esencial para que los proyectos del bazar sean exitosos. Consideremos de nuevo Linux. Supóngase que Linus Torvalds hubiera estado tratando de desechar innovaciones fundamentales en el diseño del sistema operativo durante la etapa de desarrollo; ¿podría acaso ser tan estable y exitoso como el kernel que tenemos hoy en realidad?

Por supuesto, se necesita un cierto nivel mínimo de habilidad para el diseño y la escritura de programas, pero es de esperar que cualquiera que quiera seriamente lanzar un esfuerzo al estilo del bazar ya esté por encima de este nivel. El mercado interno de la comunidad del software libre, por reputación, ejerce una presión sutil sobre la gente para que no inicie esfuerzos de desarrollo que no sea capaz de mantener. Hasta ahora, esto parece estar funcionando bastante bien.

Existe otro tipo de habilidad que no esta asociada normalmente con el desarrollo del software, la cual yo considero que es igual de importante para los proyectos del bazar, y a veces hasta más, como el ingenio en el diseño. Un coordinador o líder de proyecto estilo bazar debe tener don de gentes y una buena capacidad de comunicación.

Esto podría parecer obvio. Para poder construir una comunidad de desarrollo se necesita atraer gente, interesarla en lo que se está haciendo y mantenerla a gusto con el trabajo que se está desarrollando. El entusiasmo técnico constituye una buena parte para poder lograr esto, pero está muy lejos de ser definitivo. Además, es importante la personalidad que uno proyecta.

No es una coincidencia que Linus sea un tipo que hace que la gente lo aprecie y desee ayudarle. Tampoco es una coincidencia que yo sea un extrovertido incansable que disfruta de trabajar con una muchedumbre, y tenga un poco de porte e instintos de cómico improvisado. Para hacer que el modelo bazar funcione, ayuda mucho tener al menos un poco de capacidad para las relaciones sociales.

10 El contexto social del software libre
Bien se ha dicho: las mejores hackeadas comienzan como soluciones personales a los problemas cotidianos del autor, y se se vuelven populares debido a que el problema común para un buen grupo de usuarios. Esto nos hace regresar al tema de la regla 1, que quizá puede replantearse de una manera más útil:

18. Para resolver un problema interesante, comience por encontrar un problema que le resulte interesante.

Así ocurrió con Carl Harris y el antiguo popclient, y así sucede conmigo y fetchmail. Esto, sin embargo, se ha entendido desde hace mucho. El punto interesante, el punto que las historias de Linux y fetchmail nos piden enfocar, está en la siguiente etapa, en la de la evolución del software en presencia de una amplia y activa comunidad de usuarios y co-desarrolladores.

En The Mythical Man-Month, Fred Brooks observó que el tiempo del programador no es fungible; que el agregar desarrolladores a un proyecto maduro de software lo vuelve tardío. Expuso que la complejidad y los costos de comunicación de un proyecto aumentan como el cuadrado del número de desarrolladores, mientras que el trabajo crece sólo linealmente. A este planteamiento se le conoce como la Ley de Brooks, y es generalmente aceptado como algo cierto. Pero si la Ley de Brooks fuese general, entonces Linux sería imposible.

Unos años después, el clásico de Gerald Weinberg La Psicología de la Programación de Computadoras plantea, visto en retrospectiva, una corrección esencial a Brooks. En su discusión de la “programación sin ego”, Weinberg señala que en los lugares donde los desarrolladores no tienen propiedad sobre su código, y estimulan a otras personas a buscar errores y posibles mejoras, son los lugares donde el avance es dramáticamente más rápido que en cualquier otro lado.

La terminología empleada por Weinberg ha evitado quizá que su análisis gane la aceptación que merece: uno tiene que sonreír al oír que los hackers de Internet no tienen ego. Creo, no obstante, que su argumentación parece más valida ahora que nunca.

La historia de UNIX debió habernos preparado para lo que hemos aprendido de Linux (y lo que he verificado experimentalmente en una escala más reducida al copiar deliberadamente los métodos de Linus). Esto es, mientras que la creación de programas sigue siendo esencialmente una actividad solitaria, los desarrollos realmente grandes surgen de la atención y la capacidad de pensamiento de comunidades enteras. El desarrollador que usa solamente su cerebro sobre un proyecto cerrado está quedando detrás del que sabe como crear en un contexto abierto y evolutivo en el que la búsqueda de errores y las mejoras son realizadas por cientos de personas.

Pero el mundo tradicional de UNIX no pudo llevar este enfoque hasta sus últimas consecuencias debido a varios factores. Uno era las limitaciones legales producidas por varias licencias, secretos e intereses comerciales. Otra (en retrospectiva) era que la Internet no estaba todavía madura para lograrlo.

Antes de que Internet fuera tan accesible, había comunidades geográficamente compactas en las cuales la cultura estimulaba la “programación sin ego” de Weinberg, y el desarrollador podía atraer fácilmente a muchos desarrolladores y usuarios capacitados. El Bell Labs, el MIT AI Lab, la Universidad de California en Berkeley son lugares donde se originaron innovaciones que son legendarias y aún poderosas.

Linux fue el primer proyecto de un esfuerzo consciente y exitoso de usar el mundo entero como un nido de talento. No creo que sea coincidencia que el período de gestación de Linux haya coincidido con el nacimiento de la World Wide Web, y que Linux haya dejado su infancia durante el mismo período, en 1993-1994, en que se vio el despegue de la industria ISP y la explosión del interés masivo por la Internet. Linus fue el primero que aprendió a jugar con las nuevas reglas que esa Internet penetrante hace posibles.

A pesar de que la Internet barata es una condición necesaria para que evolucionara el modelo de Linux, no creo que sea en sí misma una condición suficiente. Otros factores vitales fueron el desarrollo de un estilo de liderazgo y el arraigo de hábitos cooperativos, que permiten a los programadores atraer más co-desarrolladores y obtener el máximo provecho del medio.

Pero, ¿qué es el estilo de liderazgo y qué estos hábitos? No pueden estar basados en relaciones de poder, y aunque lo fueran, el liderazgo por coerción no produciría los resultados que estamos viendo. Weinberg cita un pasaje de la autobiografía del anarquista ruso del siglo XIX Kropotkin Memorias de un Revolucionario, que está muy acorde con este tema:

“Habiendo sido criado en una familia que tenía siervos, me incorporé a la vida activa, como todos los jóvenes de mi época, con una gran confianza en la necesidad de mandar, ordenar, regañar, castigar y cosas semejantes. Pero cuando, en una etapa temprana, tuve que manejar empresas serias y tratar con hombres libres, y cuando cada error podría acarrear serias consecuencias, yo comencé a apreciar la diferencia entre actuar con base en el principio de orden y disciplina y actuar con base en el principio del entendimiento. El primero funciona admirablemente en un desfile militar, pero no sirve cuando está involucrada la vida real y el objetivo sólo puede lograrse mediante el esfuerzo serio de muchas voluntades convergentes.”

El “esfuerzo serio de muchas voluntades convergentes” es precisamente lo que todo proyecto estilo Linux requiere; mientras que el “principio de orden y disciplina” es efectivamente imposible de aplicar a los voluntarios del paraíso anarquista que llamamos Internet. Para poder trabajar y competir de manera efectiva, los hackers que quieran encabezar proyectos de colaboración deben aprender a reclutar y entusiasmar a las comunidades de interés de un modo vagamente sugerido por el “principio de entendimiento” de Kropotkin. Deben aprender a usar la Ley de Linus.

Anteriormente me referí al efecto Delphi como una posible explicación de la Ley de Linus. Pero existen analogías más fuertes con sistemas adaptivos en biología y economía que se sugieren irresistiblemente. El mundo de Linux se comporta en muchos aspectos como el libre mercado o un sistema ecológico, donde un grupo de agentes individualistas buscan maximizar la utilidad en la que los procesos generan un orden espontáneo autocorrectivo más desarrollado y eficiente que lo que podría lograr cualquier tipo de planeación centralizada. Aquí, entonces, es el lugar para ver el “principio del entendimiento”.

La “función utilidad” que los hackers de Linux están maximizando no es económica en el sentido clásico, sino algo intangible como la satisfacción de su ego y su reputación entre otros hackers. (Uno podría hablar de su “motivación altruista”, pero ignoraríamos el hecho de que el altruismo en sí mismo es una forma de satisfacción del ego para el altruista). Los grupos voluntarios que funcionan de esta manera no son escasos realmente; uno en el que he participado es el de los aficionados a la ciencia ficción, que a diferencia del mundo de los hackers, reconoce explícitamente el “egoboo” (el realce de la reputación de uno entre los demás) como la motivación básica que está detrás de la actividad de los voluntarios.

Linus, al ponerse exitosamente como vigía de un proyecto en el que el desarrollo es realizado por otros, y al alimentar el interés en él hasta que se hizo autosustentable, ha mostrado el largo alcance del “principio de entendimiento mutuo” de Kropotkin. Este enfoque cuasieconómico del mundo de Linux nos permite ver cual es la función de tal entendimiento.

Podemos ver al método de Linus como la forma de crear un mercado eficiente en el “egoboo”, que liga, lo más firme posible, el egoísmo de los hackers individuales a objetivos difíciles que sólo se pueden lograr con la cooperación sostenida. Con el proyecto de fetchmail he demostrado (en una escala mucho menor, claro) que sus métodos pueden copiarse con buenos resultados. Posiblemente, lo mío fue realizado de una forma un poco más consciente y sistemática que la de él.

Muchas personas (especialmente aquellas que desconfían políticamente del libre mercado) podrían esperar que una cultura de individuos egoístas que se dirigen solos sea fragmentaria, territorial, clandestina y hostil. Pero esta idea es claramente refutada, por (por poner un ejemplo) la asombrosa variedad, calidad y profundidad de la documentación de Linux. Se da por un hecho que los programadores odian la documentación: ¿cómo entonces los hackers de Linux generan tanta? Evidentemente, el libre mercado en egoboo de Linux funciona mejor para producir tal virtuosismo, que los departamentos de edición, masivamente subsidiados, de los productores comerciales de software.

Tanto el proyecto de fetchmail como el del kernel de Linux han demostrado que con el estimulo apropiado al ego de otros hackers, un desarrollador/coordinador fuerte puede usar la Internet para aprovechar los beneficios de contar con un gran número de co-desarrolladores, sin que se corra el peligro de desbocar el proyecto en un auténtico relajo. Por lo tanto, a la Ley de Brooks yo le contrapongo lo siguiente:

19. Si el coordinador de desarrollo tiene un medio al menos tan bueno como lo es Internet, y sabe dirigir sin coerción, muchas cabezas serán, inevitablemente, mejor que una.

Pienso que el futuro del software libre será cada vez más de la gente que sabe como jugar el juego de Linus, la gente que deja atrás la catedral y abraza el bazar. Esto no quiere decir que la visión y la brillantez individuales ya no importen; al contrario, creo que en la vanguardia del software libre estarán quienes comiencen con visión y brillantez individual, y luego las enriquezcan construyendo positivamente comunidades voluntarias de interés.

A lo mejor éste no sólo es el futuro del software libre. Ningún desarrollador comercial sería capaz de reunir el talento que la comunidad de Linux es capaz de invertir en un problema. ¡Muy pocos podrían pagar tan solo la contratación de las más de doscientas personas que han contribuido al fetchmail!

Es posible que a largo plazo triunfe la cultura del software libre, no porque la cooperación es moralmente correcta o porque la “apropiación” del software es moralmente incorrecta (suponiendo que se crea realmente en esto último, lo cual no es cierto ni para Linus ni para mí), sino simplemente por que el mundo comercial no puede ganar una carrera de armamentos evolutiva a las comunidades de software libre, que pueden poner mayores órdenes de magnitud de tiempo calificado en un problema que cualquier compañía.

11 Reconocimientos
Este artículo fue mejorado gracias a las conversaciones con un gran número de personas que me ayudaron a encontrar los errores. En especial, agradezco a Jeff Dutky dutky@wam.umd.edu, quien sugirió el planteamiento de que “la búsqueda de errores pude hacerse en paralelo” y ayudó a ampliar el análisis respectivo. También agradezco a Nancy Lebovitz nancyl@universe.digex.net por su sugerencia de emular a Weinberg al imitar a Kropotkin. También recibí críticas perspicaces de Joan Eslinger wombat@kilimanjaro.engr.sgi.com y de Marty Franz marty@net-link.net de la lista de Técnicos Generales. Paul Egger eggert@twinsun.com me hizo ver el conflicto entre el GPL y el modelo de bazar. Estoy agradecido con los integrantes de PLUG, el Grupo de Usuarios de Linux de Filadelfia, por convertirse en el primer público para la primera versión de este artículo. Finalmente, los comentarios de Linus Torvalds fueron de mucha ayuda, y su apoyo inicial fue muy estimulante.

12 Otras Lecturas
He citado varias partes del clásico de Frederick P. Brooks The Mythical Man-Month debido a que en muchos aspectos, todavía se tienen que mejorar sus puntos de vista. Yo recomiendo con cariño la edición del 25 aniversario de la Addison-Wesley (ISBN 0-201-83595-9), que viene junto a su artículo titulado Ninguna Bala de Plata.

La nueva edición trae una invaluable retrospectiva de veinte años, en la que Brooks admite francamente ciertas críticas al texto original que no pudieron mantenerse con el tiempo. Leí por primera vez la retrospectiva después de que estaba esencialmente terminado este artículo, y ¡me sorprendí al encontrar que Brooks le atribuye a Microsoft prácticas semejantes a las del bazar!

La Psicología de la Programación de Computadoras de Gerald P. Wienberg (Nueva York, Van Nostrand Reinhold, 1971) introdujo el concepto infortunadamente denotado de “programación sin ego”. A pesar de que él estaba muy lejos de ser la primera persona en comprender la futilidad del “principio de orden” fue probablemente el primero en reconocer y argumentar el tema en relación con el desarrollo del software.

Richard P. Gabriel, al analizar la cultura de UNIX anterior a la era de Linux, planteaba la superioridad de un primitivo modelo estilo bazar en un artículo de 1989: Lisp: Buenas Noticias, Malas Noticias y Cómo Ganar en Grande. Pese a estar atrasado en algunos aspectos, este ensayo es considerado correcto en algo por los admiradores de Lisp (entre quienes me incluyo). Uno de ellos me recordó que la sección titulada Lo Peor es Mejor predice con gran exactitud a Linux. Este artículo está disponible en la WWW en http://alpha-bits.ai.mit.edu/articles/good-news/good-news.html.

El trabajo de De Marco y Lister, Peopleware: Productive Projects and Teams (Nueva York; Dorset House, 1987; ISBN 0-932633-05-6) es una joya que ha sido subestimada; fue citada, para mi fortuna, por Fred Brooks en su retrospectiva. A pesar de que poco de lo que dicen los autores es directamente aplicable a las comunidades de software libre o de Linux, su visión sobre las condiciones necesarias para un trabajo creativo es aguda y muy recomendable para quien intente llevar algunas de las virtudes del modelo bazar a un contexto más comercial. Este documento esta disponible en http://www.agorics.com/agorpapers.html

13 Epílogo: Netscape Adopta el Bazar!
Es un extrañ sentimiento el que se percibe cuando uno comprende que está ayudando a escribir historia…

El 22 de Enero de 1998, aproximadamente siete meses después de que publiqué este artículo, Netscape Communications, Inc. anunció planes para liberar la fuente del Netscape Communicator. No tení idea alguna de que esto iba a suceder antes de la fecha de anuncio.

Eric Hahn, Vicepresidente Ejecutivo y Director en Jefe de Tecnología en Netscape, me mandó un correo electrónico poco despu&es del anuncio, que dice textualmente: «De parte de todos los que integran Netscape, quiero agradecerle por habernos ayudado a llegar hasta este punto, en primer lugar. Su pensamiento y sus escritos fueron inspiraciones fundamentales en nuestra decisión.’’

La siguiente semana, realicé un viaje en avión a Silicon Valley como parte de la invitación para realizar una conferencia de todo un día acerca de estrategia (el 4 de febrero de 1998) con algunos de sus técnicos y ejecutivos de mayor nivel. Juntos, diseñamos la estrategia de publicación de la fuente de Netscape y la licencia, y realizamos algunos otros planes que esperamos que eventualmente tengan implicaciones positivas de largo alcance sobre la comunidad de software gratuito. En el momento que estoy escribiendo, es demasiado pronto para ser más específico, pero se van a ir publicando los detalles en las semanas por venir.

Netscape está a punto de proporcionarnos con una prueba a gran escala, en el mundo real, del modelo del bazar dentro del ámbito empresarial. La cultura del software gratuito ahora enfrenta un peligro; si no funcionan las acciones de Netscape, entonces el concepto de software gratuito puede llegar a desacreditarse de tal manera que el mundo empresarial no lo abordará nuevamente sino hasta en una década.

Por otro lado, esto es también una oportunidad espectacular. La reacción inicial hacia este movimiento en Wall Street y en otros lados fue cautelosamente positiva. Nos están proporcionando una oportunidad de demostrar que nosotros podemos hacerlo. Si Netscape recupera una parte significativa del mercado mediante este movimiento, puede desencadenar una revolución ya muy retrasada en la industria del software.

El siguiente año deberá demostrar ser un período muy interesante y de intenso aprendizaje.

14 Versión y actualizaciones:
$Id: cathedral-bazaar.sgml,v 1.39 1998/07/28 05:04:58 esr Exp $

Expuse 1.17 en el Linux Kongress, realizado el 21 de Mayo de 1997.

Agregue la bibliografía el 7 de Julio de 1997.

Puse la anécdota de la Conferencia de Perl el 18 de Noviembre de 1997.

Sustituí el término de «software gratuito’’ por el de «fuente abierta’’ el día 9 de Febrero de 1998 en la versión 1.29.

Agregué la sección «Epílogo: Netscape Adopta el Bazar!’’ el día 10 de Febrero de 1998 en la versión 1.31.

Eliminé la gráfica de Paul Eggert sobre GPL vs. Bazar como respuesta a argumentos reiterados por parte de RMS el día 28 de Julio de 1998.

En otras revisiones he incorporado cambios editoriales menores y corregido algunos detalles.