Siglos de resistencia y solidaridad forjaron las rebeliones sociales de Colombia. Estas luchas, que nunca padecieron “soledad”, conocieron el primer territorio libre de América en el palenque de La Matuna, dirigido por el esclavo africano Dionisio Biojó, quien murió ejecutado por los españoles (Cartagena, 1621).
Más tarde, la revolución de los comuneros (liderada entre otros por José Antonio Galán, 1781) cuestionó el “mal gobierno” del poder colonial. Las demandas comuneras contribuyeron a forjar el ideal emancipador y en 1809 fueron parcialmente contenidas en el célebre Memorial de agravios, de Camilo Torres, prócer independentista bolivariano (1766-1816).
En el primer lustro de 1960, otro Camilo irrumpe con fuerza en la historia colombiana. Hijo de padre anticlerical y madre crítica de la actitud moralizante de los curas, el joven abandona sus estudios de derecho y en 1954 se ordena sacerdote. Luego estudia ciencias sociales en la Universidad de Lovaina (Bélgica) y en 1959 regresa al país, donde la curia lo nombra capellán de la Universidad Nacional de Bogotá.
Colombia vive en aquellos años la turbia paz del Pacto Nacional, acuerdo celebrado por los ex presidentes Alberto Lleras Camargo (liberal) y Laureano Gómez (conservador) tras la caída del gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-57). Siniestra y antidemocrática por sus contenidos, la “alternancia” del pacto buscaba conjurar la rivalidad de ambas facciones que habían desangrado el país (1949-53: 300 mil muertos).
En tanto, millares de jóvenes de Colombia y el continente siguen con atención los entretelones de un cimbronazo histórico: la revolución cubana, donde… ¡otro Camilo! (Cienfuegos) había entrado en La Habana con su sombrero guajiro y montado a lomo de mula detrás de los tanques tomados por los rebeldes al ejército represor.
De actividad incesante y febril, Camilo Torres es profesor universitario, técnico en el Instituto de Reforma Agraria, fundador de la Facultad de Sociología junto a intelectuales como Orlando Fals Borda, animador de los estudiantes para que cruzaran sus conocimientos con la realidad de los pobres, presidente del primer Congreso Nacional de Sociología, autor de estudios sobre desarrollo urbano, agropecuario y universitario, y conferencista en ciudades de la sierra y los llanos, de la selva y las costas del Pacífico y el Caribe.
En el interín, otro cimbronazo: el Concilio Ecuménico Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII a pesar de los sectores retrógrados de la Iglesia (11 de octubre de 1962). Y un año después, la publicación de la encíclica Pacem in Terris, centrada en el tema de la paz y la convivencia entre los hombres, los pueblos, las naciones y los bloques de poder en que se dividía el mundo.
En el Concilio, Juan XXIII recuerda a los fieles el deber de tomar parte activa en la vida pública, aboga por el establecimiento de un sistema social regido por la justicia y la dignidad humana y denuncia el lujo sin escrúpulos de un pequeño grupo de privilegiados, que se contrapone a la miseria en que viven las masas de desposeídos (Mater et Magistra, 1961).
En junio de 1963, los curas malos festejan la muerte del papa bueno. Uno destituye a Camilo de su cátedra y así empieza la persecución de quien venía planteando a los cuatro vientos el recurrente y soterrado dilema de los católicos, “hijo de Dios-miembro de la sociedad”. “La eucaristía escribe carece de sentido sin un cambio radical en las estructuras de poder… El asunto no es discutir si el alma es mortal o no cuando el hambre y la miseria lo son.”
En 1964, después que el gobierno de Guillermo León Valencia bombardea con napalm las comunas de Marquetalia (departamento de Tolima), Camilo Torres intenta el contacto con los guerrilleros del Bloque Sur (semillero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC, 1966). Persuadido de que “el deber de todo cristiano es hacer la revolución”, redacta la Plataforma del Frente Unido del Pueblo colombiano (FUP), donde proclama la abstención electoral. Dos tribunales especiales lo llaman a juicio por los delitos de “subversión”, “atentado a la seguridad del país” y “asociación para delinquir”.
“¡Revisar la sotana/ mi general/ que en la guerrilla cabe/ un sacristán!” El 27 de julio de 1965 Camilo celebra su última misa, cuelga los hábitos y se pone a las órdenes de los comandantes Marco, Antonio y Fabio Vásquez Castaño, fundadores del Ejército de Liberación Nacional (ELN). En los últimos meses de 1965, el cura guerrillero transmite sendos mensajes a los cristianos, a los militares, a los campesinos, a las mujeres, a los sindicalistas, a la oligarquía, a los no alineados, a los desocupados y al FUP.
El 15 de febrero de 1966 Camilo Torres Restrepo muere en combate. Canta el uruguayo Daniel Viglietti: “… cuando iba/ por su fusil…” El cuerpo nunca fue encontrado. Isabel Restrepo, su madre, declaró: “Camilo nació cuando lo mataron”.