Lunes, 02 de Noviembre de 2009
Cara o cruz, crisis de proyectos
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Dagoberto Gutiérrez
Durante 20 años la crisis se larvó en los capullos de las derechas, toda vez que su proyecto fue determinado por la filosofía neoliberal, la que sustituye al mercado por el estado, la que privatiza la vida, la que mata a la industria y fomenta el comercio, la que estrangula la agricultura y hace negocio con el alimento y la que, finalmente, levantó el cetro y el reino del capital financiero.
Todo este contenido ha sido derrotado en el planeta y especialmente, en los Estados Unidos; así las cosas, ARENA pierde su piso filosófico y luego, el 15 de marzo pasado, pierde su techo político. Este partido, sin darse cuenta, se introduce en un ciclo político que requiere, en todos los casos, de precisiones, correcciones, nuevo proyecto, nuevo rumbo y nuevo dirigentes y sin embargo, todo sigue, aparentemente, un curso normal como si el régimen político del país fuera el de una democracia burguesa en donde la alternancia engrana las ruedas del sistema.
En la nueva coyuntura del gobierno Funes ARENA pierde también, su discurso electoral que basado en el miedo, el anticomunismo, la figura de Hugo Chávez y el control partidario del nuevo gobierno, se desmorona en la medida en que el gobierno Funes rompe rápidamente con el FMLN y lo expulsa del gobierno, se gana la confianza de la cúpula empresarial, ejecuta proyectos antipopulares y en el ejercicio de la política no establece diferencias apreciables con la tradicional política de derechas y, ocurre que ARENA se queda sin discurso y en dificultades para ejercer el oficio alambicado de partido de oposición.
Todo estaba listo para que las antiguas lealtades, basadas en el control partidario del aparato y en el usufructo económico de su desempeño, saltaran hechas pedazos como las astillas de un árbol derrumbado.
ARENA sufre la crisis del agotamiento de su proyecto, la cúpula empresarial del país también carece de proyecto político y económico para la coyuntura y el gobierno Funes, de la misma manera no parece tener contenidos seguros para su proyecto de unidad nacional.
Las derechas del país están enfermas de crisis supervivientes porque su fiebre viene de la crisis global, de su falta total de prevención ante esa crisis, de su ausencia de respuestas para el país y, determinantemente, por la derrota de su proyecto económico, político, ideológico y cultural.
La sociedad salvadoreña es el escenario de este derrumbe y las comunidades son los ámbitos de elaboración de alternativas ante este incendio. La crisis arrastra a los partidos políticos que, formados en un ambiente de cúpulas intentan componer y recomponer, desde las cúpulas institucionales, como la Asamblea Legislativa y su junta directiva, el hundimiento de sus barcos; sin tomar en cuenta lo que significa la crisis partidaria como liberación ideológica de millones de personas en nuestro país.
En realidad ARENA es solo la muestra mas acabada del agotamiento de una democracia representativa que niega al pueblo, de manera constitucional, la participación en la toma de decisiones trascendentales, también es la agonía del modelo neoliberal, también adoptado por el nuevo gobierno, y es, desde luego, la postración de la antigua manera de hacer política basada en el clientelismo partidario, en la manipulación de las necesidades de la gente y en el uso amañado del voto como recurso único para hacer política.
Es la política oligárquica y neoliberal la que no puede levantarse de la cama y es, la necesidad de levantar al pueblo como sujeto político y a sus organizaciones, como los instrumentos de las actuales y futuras luchas lo que marca la hora del país. En la actual coyuntura estamos viendo actores y peleas que nadie podía imaginarse apreciar y conflictos ocultos que estallan en plena calle como heridas infectadas de mal olor y mal color.
Toda crisis puede resolverse de varias maneras y no necesariamente favorable a los intereses de los pueblos y, siempre está abierta la posibilidad de una solución antipopular, incluso dictatorial y por eso hemos de buscar el más favorable desenlace para las mayorías del país.