Exigen libertad para presos polìticos indìgenas en Honduras

CONSEJO CIVICO DE ORGANIZACIONES POPULARES E INDIGENAS DE HONDURAS.
COPINH

EL ABUSO DE AUTORIDAD DEL TREMENDO JUEZ HERMES OMAR MONCADA.

COMUNICADO URGENTE.
Ante la problemática referente a los presos políticos indígenas de Honduras queremos informar a la comunidad nacional e internacional lsiguiente:

1. El jueves 12 de enero del presente año, cansados de tanta persecución de parte de las fuerzas represivas del estado, después de la violencia de que fue victima el compañero Luciano Pineda y concientes de ser inocentes de los delitos que el estado de Honduras a estado acusándolos, los compañeros Margarito Vargas Ponce y Marcos Reyes, se presentaron de manera voluntaria al juzgado primero de letras de Gracias departamento de Lempira.
2. Después de las respectivas indagaciones el juez primero de letras del departamento de Lempira y en respuesta a un escrito presentado por la defensa en el que se solicita la revocatoria del auto de prisión y el sobreseimiento definitivo de las diligencias, emitió una resolución favorable, la cual establece la revocatoria del auto de prisión y el sobreseimiento solicitado.
3. Con dicha resolución los compañeros mencionados estarían recuperando la libertad al transcurrir el periodo de tres días, los cuales establece la ley, con el propósito de que la misma quede en firme, hay que decir que la resolución quedo firmada y sellada por el respectivo juez.
4. Lo insólito es que otro Juez ósea el titular del juzgado segundo el abogado Hermes Omar Moncada dejo sin valor y efecto la resolución lo cual es abuso de autoridad y refleja el interés de mantener en prisión a los compañeros de Montaña Verde, es de hacer notar que el licenciado Moncada fue el mismo que se negó a reconocer la prescripción del delito robo y daño, del que también el estado de Honduras a acusado al compañero Luciano Pineda, por el cual todavía esta en prisión.
5. El copinh demanda la destitución inmediata del señor Juez Hermes Omar Moncada y que de inmediato sea detenido y puesto a la orden de los tribunales competentes en vista de su proceder fuera del marco de la ley así mismo se declare nula la decisión tomada por este y que se le de el valor y el tramite a la primera resolución.

Con la fuerza ancestral de Lempira Icelaca y Etempica se levantan nuestras voces de Justicia, Libertad y Paz.

Dado en In! tibuca, Intibuca a los 17 dias del mes de enero del 2,006

Denuncian en Zaragoza agresiones contra militantes del FMLN

ZARAGOZA, La Libertad, 15 de enero de 2006 (SIEP) Decenas de militantes del Frente Farabundo Martì para la Liberación Nacional (FMLN) se hicieron presentes esta tarde para expresar su solidaridad con activistas de este partido político que fueron agredidos el jueves 12 mientras realizaban actividades de propaganda.

El Ing. Jaime Burgos, candidato a alcalde por esta ciudad y uno de los agredidos explicó que mientras realizaban pinta y pega de propaganda un camión sin placas se les abalanzó y se bajaron individuos armados que empezaron a golpearlos. Dos personas se encuentran todavía hospitalizadas.

Indicó que “no nos van a amedrentar, aquí estamos presentes para demostrar que no les tenemos miedo y que vamos a seguir trabajando para reconquistar este municipio. Nos tiene miedo y por eso es que los areneros y sus aliados del PCN están actuando de esta forma.”

Manuel Flores, Alcalde de Quezaltepeque manifestó su solidaridad con los golpeados y heridos y dijo que “nosotros venimos de donde asustan, no les tenemos miedo y desde ya les decimos que estamos esperando que llegue ese camión sin placas a Quezaltepeque y les aseguro que va poder entrar pero no va poder salir.”

El diputado del FMLN Calixto Mejìa, explicó que desde el jueves por la noche se movilizaron para denunciar este hecho ante los tribunales y reclamaron a la PNC por haber puesto en libertad a los que habían ya capturado. No es causal que el nuevo director de la PNC Rodrigo Ávila haya sido aquí el jefe departamental de ARENA.”

Por su parte, el Rev. Roberto Pineda, de la Iglesia Luterana Popular informó que “desde el jueves en la noche nos movilizamos como iglesia para denunciar este hecho. A la luz del Evangelio de este dìa, debemos de preguntarnos como lo hizo Jesús a los que le seguían: ¿qué buscan? Que pretendían los que los agredieron y hay que decir que buscaban atemorizarlos, buscaban arrodillarlos, hacer que se fueran para sus casas y ya no salieran. Pero no los conocen.”

“No conocen a este pueblo, es el pueblo de Monseñor Romero y de Farabundo Martì. Y el llevar esas cuatro letras que dicen FMLN es una señal de orgullo, hay mucha sangre y dolor y sacrificio acumuladas en esas cuatro letras. Y por eso esa misma pregunta debemos de hacérnosla: ¿qué buscamos en el FMLN? Acaso buscamos un cargo, buscamos un puesto, enriquecernos ¿qué buscamos? Lo que buscamos es la justicia social, luchar por las necesidades de nuestro pueblo y por eso nos tienen miedo.”

“Hay hoy que seguir los pasos de Andrés e ir a buscar a Pedro y decirle: he encontrado los caminos de la lucha social, he encontrado el instrumento para dar la pelea por la justicia, acompáñame, hay que visitar a nuestros vecinos y llevarles la buena nueva de la lucha social. Esa es la tarea. Y estamos seguros que en marzo vamos a ganar. Y aquí en Zaragoza vamos a ganar.”

Los paradigmas de la militarizaciòn en Amèrica Latina

El uso de categorías y conceptos tales como imperialismo o sistema de dominación parece expresar consensos muy amplios que no necesariamente son tales. En la manera como abordamos los problemas o en el enfoque de análisis hay diferencias de matiz que pueden dar lugar tanto a interpretaciones o apreciaciones variadas sobre los desafíos de la realidad como al desentrañamiento de las estrategias de los sujetos en acción. Es importante, por ejemplo, no perder de vista los límites históricos del imperialismo, las diferencias de sustancia y alcance de los imperialismos que el mundo ha conocido y la inscripción de cada uno de ellos dentro de la lógica general de las relaciones de poder y dominación.
Como provocación yo diría que el imperialismo es una de las formas que asume la dominación, pero no es la única. Con la desaparición del imperialismo no se resuelve la dominación que abarca dimensiones tan complejas como las de las relaciones de género, de cultura, de lengua y muchas otras que significan las prácticas relacionales en los micro y macroniveles. Las lógicas del poder, que se transforman aparencialmente de acuerdo a las situaciones y circunstancias históricas, adoptan formas imperiales pero también formas consensuales para imponer sus reglas del juego. Los acuerdos aprobados en la OMC, las reglas legitimadas del FMI, las disposiciones perversas de los tratados de libre comercio e incluso las reglas de las democracias formales que padecemos son otras tantas formas de establecimiento consensual de las relaciones de dominación.
Como estudiosos de los fenómenos económicos y sociopolíticos contemporáneos, como pensadores críticos y actores políticos, estamos obligados a ser muy precisos y desentrañar la sustancia oculta de éstos sin simplificaciones abusivas
1 Transcripción editada de la ponencia oral en el seminario “Rosa Luxemburgo, pensamiento y acción por el socialismo. América Latina en el siglo XXI”
2 Investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas en la Universidad Nacional Autónoma de México; Coordinadora del Grupo de Trabajo Hegemonías y emancipaciones del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.

que en vez de contribuir a una buena comprensión y al diseño de estrategias de lucha inteligentes, nos lleven a enfrentamientos de conjunto, incapaces de penetrar por las porosidades del poder. Si seguimos hablando hoy de imperialismo estamos obligados a caracterizarlo; a marcar sus diferencias con el imperialismo de otros tiempos y a marcar también sus propias limitaciones. Es necesario elaborar teóricamente la posibilidad de una fase del capitalismo caracterizada por la dominación sin consenso para ver si esto, que a simple vista se muestra como insensato, tiene condiciones de posibilidad. O si se trata de momentos temporalmente limitados, y muy riesgosos por cierto, dentro del capitalismo, valorar su contribución a incrementar las condiciones generales de vulnerabilidad.
Tenemos que profundizar en las diferencias de estatuto general y de contenidos específicos entre imperialismo y colonialismo. Al menos en la lucha de los pueblos americanos el problema no se terminaría aboliendo las relaciones de explotación, aunque seguramente sería un punto de partida muy atractivo, sino que tenemos que enfrentar simultáneamente problemas de clase, de discriminación racial, de género y muchos otros que tienen que ver con la difícil conformación de una socialidad impuesta, contradictoria y resistida. La colonización no se realizó en la esfera del trabajo o de la producción, aunque también, sino que sobre todo se enfocó a los cambios de mentalidad, a la extirpación cultural e histórica de los pueblos mesoamericanos, caribeños y andinos, a la conquista de las mentes.
Estoy convencida de que no podemos ser antiimperialistas sin ser anticapitalistas y anticolonialistas. Sin saber hasta dónde el antiimperialismo conduce a la construcción del otro mundo que estamos buscando. Es necesario precisar el significado del antiimperialismo y sus límites, así como el valor que tiene dentro de la lucha general contra el sistema de dominación, que es nuestra lucha. Hay que rechazar la idea de que cuestionar el uso de ciertas categorías es posmoderno, o que el uso de ellas nos ubica de un lado o de otro de la cuestión. Los conceptos son herramientas para entender mejor la realidad y para transformarla. Los cientistas sociales no toman partido, analizan desde una posición de compromiso, eso sí. Buscan los matices, hurgan en los meandros, se sumergen en las profundidades para poner en evidencia las complejidades del sistema de poder; para encontrar nuevos caminos desentrañando la esencia del

poder. La esencia de las relaciones sociales, de las relaciones entre sujetos que no están establecidos o conformados de una vez y para siempre, ni emanan naturalmente de las estructuras. Los sujetos se construyen a sí mismos en el proceso social, en la lucha, en la resistencia y a través de esa lucha es que se van modificando también las formas y modalidades de la dominación.
No sería posible explicar de otro modo la tónica militarista que invade las escenas de la “libertad de mercado” impulsadas por el neoliberalismo como mecanismo privilegiado de reordenamiento social. No hay más libre mercado, si es que lo hubo. Las normatividades que se van estableciendo universalmente por la vía de los tratados económicos y de las negociaciones en organismos internacionales como la OMC, no propician la libertad sino la imposición, pero además se acompañan, cada vez más, de medidas de control militar y militarizado ahí donde el rechazo de la población se manifiesta de forma organizada y/o masiva.
Decir que se trata de políticas imperialistas no nos aporta elementos para entender las maneras específicas en que esta militarización se despliega sobre el mundo y sobre América Latina. No permite saber la diferencia entre los procesos de militarización de los años setenta y los actuales, por ejemplo, ni encontrar el modo de desmontarlos desde su esencia.
La modalidad militarizada del capitalismo de nuestros días juega con mecanismos de involucramiento generalizado y aborda científicamente3 la dimensión simbólica y de creación de sentidos que permite construir un imaginario social sustentado en la existencia de un enemigo siempre acechante y legitimar la visión guerrera de las relaciones sociales y las políticas que la acompañan (Ceceña, 2004). Esto supone que la militarización de las relaciones sociales es un fenómeno complejo que no se restringe a las situaciones de guerra abierta sino que incluye acciones de contrainsurgencia muy diversas, que comprenden ese manejo de imaginarios, todos los trabajos de inteligencia, el control de fronteras, la creación de bancos de información de datos personales, la introducción de nuevas funciones y estilos
3 Así como la introducción del taylorismo y fordismo supuso un estudio cuidadoso de los procesos de trabajo y su transformación científica con base en su desagregación en tiempos y movimientos, a la vez que el ambiente y organización del trabajo era objeto de la aplicación de dinámicas de estimulación y corresponsabilidad, recientemente los estudios sobre sistemas complejos experimentan con estímulos al comportamiento de colectivos diversos y los medios de comunicación buscan las mejores alternativas para la creación de sentidos, no sólo en términos de contenidos sino de imágenes y manejo de tiempos y secuencias. Todo esto vinculado a los campos de control y contrainsurgencia directamente generados por el Comando Conjunto de Estados Unidos.

en las policías ocupadas de la seguridad interna, e incluso la modificación del estatuto de la seguridad en el conjunto de responsabilidades y derechos de los Estados.
Caracterizar el momento actual sobre la base de la militarización de las visiones y estrategias hegemónicas no descarta la identificación de la guerra, de la sustancia de la guerra, como un elemento inmanente, consustancial, a las relaciones capitalistas. Pero si bien la guerra es sólo otra forma de entender la competencia, históricamente se van modificando los énfasis o los terrenos en los cuales se desatan las estrategias de clase, en este caso de la clase dominante, y en que se configuran las diferentes modalidades o momentos en las relaciones de dominación. Hace cinco años o un poquito más nadie estaba hablando de que el militarismo fuera el elemento dominante y sin embargo estábamos en este mismo sistema. Se hablaba del neoliberalismo, del mercado, de que el eje ordenador de la sociedad eran las relaciones de mercado y que era a través de estas relaciones de mercado como se disciplinaba y como se concebía a la sociedad en su conjunto.
Hoy eso nos es insuficiente para entenderla, pero también le es insuficiente al poder para reorganizarla y controlarla; entre otras cosas por que es una sociedad que se mueve tanto, que se insubordina tanto, que no permitió que el mercado la disciplinara, obligando a usar otro tipo de herramientas. No quiere decir que el mercado desaparezca como disciplinador, quiere decir que la dimensión militar se sobrepone al mercado desplazándolo de su carácter de eje ordenador, que la visión del mundo adopta un contenido particularmente militarizado, y que es a partir de la visión militar que la totalidad no sólo se reordena sino que cobra un nuevo sentido.
La hegemonía consiste en universalizar una visión del mundo, pero la universalización se hace de muchas maneras. A través de imágenes, a través de imposiciones, de discursos, de prácticas. Por ejemplo, haciéndonos aceptar como algo natural que la presencia de Bush en Mar del Plata justifica la llegada de aviones de guerra estadounidenses cargados de armamento en suelo argentino, lo que no es normal, no es natural, no es algo que tengamos que aceptar, pero esto forma parte de las imágenes que naturalizan las relaciones de poder y sus normatividades.

Me parece que en el caso de esta militarización de los últimos tiempos la batalla más importante la están ganando los poderosos en el terreno cultural, a través de una serie de mecanismos, entre los cuales los medios de comunicación son muy importantes pero no son los únicos. Están ganando la batalla en la medida en que logran convencer de que el mundo es un lugar de competencia, de disputa, en el que tenemos que batirnos unos con otros para ocupar nuestro espacio, por lo demás, siempre incierto. Tenemos que competir entre nosotros por un empleo, por los planes de desempleo, por la seguridad social. Batirnos a muerte por ser incluidos en el reino de los explotados y precarizados, como si esa fuera nuestra utopía de mundo para el futuro.
Esa batalla cultural es una batalla por la construcción de sentido, no es de colocación de bases militares. La militarización se está metiendo en las cabezas y no solamente en las bases militares. Se está metiendo en las leyes, antiterroristas o simplemente de control de movimientos, y no solamente con la presencia de soldados, aunque también con la presencia de soldados en bases militares.
Percibo que en términos de los paradigmas de militarización para América hay una construcción de capas envolventes en las cuales se van abarcando diferentes dimensiones de establecimiento de relaciones de sometimiento. Entre esas capas envolventes se encuentran, como círculos concéntricos, los cambios de normatividad, el establecimiento de normas continentales para la seguridad interna, el cuidado de las fronteras, los ejercicios militares en tierra, los ejercicios en los ríos y canales de internación en los territorios, el establecimiento de una red continental de bases militares y los ejercicios navales que permiten circundar todo el continente, estableciendo una última frontera, más allá de las jurisdicciones nacionales.
Desde Irak hasta la Patagonia, los poderosos han puesto especial cuidado hoy en construir una legalidad que justifique sus acciones de intromisión. Ante una legitimidad fuertemente cuestionada se generalizan las leyes antiterroristas que tienden a crear, por un lado, una complicidad entre todos los Estados y por esa vía van imponiendo políticas y juridicidades supranacionales y, por el otro, una paradójica situación de estado de excepción permanente en el que todos los ciudadanos serán rigurosamente vigilados porque todos son sospechosos, aunque todavía no se sepa ni siquiera de qué. Generalmente de pretenderse

sujetos. El derecho se coloca al servicio de la impunidad aunque se reivindique democrático y los cuerpos de seguridad empiezan a construir el panóptico que vigila desde todos los ángulos: con cámaras de video en los bancos, en los semáforos, en las calles transitadas; que permite la intercepción telefónica en casos que así lo ameriten; que permite la tortura cuando se trata de detenidos catalogados como terroristas sin ningún juicio previo y que admite la detención de cualquier ciudadano sin orden de aprehensión previa, simplemente para investigar. Es decir, se trata de imponer la cultura del miedo en una población que no podrá saber previamente a la detención si era sospechosa de algo, como medio para paralizar y disuadir de conductas terroristas o insurgentes. Los delincuentes comunes tienen construida toda otra red de relaciones que sólo casualmente son tratados de acuerdo a estas mismas normas.
Como parte del panóptico y nuevamente como otra de las paradojas de los discursos del poder, al lado de la pregonada libertad de tránsito para las mercancías, las inversiones y los cuerpos de seguridad, se ha ido restringiendo cada vez más el libre tránsito de personas. Los mejores y más trágicos ejemplos son las fronteras impuestas al pueblo palestino en su propia tierra y los muros de contención a migrantes desesperados en la frontera entre México y Estados Unidos y en el sur de España, no obstante, las fronteras no siempre se cierran de manera tan visible y evidente. Mucho más sutil pero quizá más peligroso por la amplitud y alcances que puede llegar a tener es el control de inteligencia que hoy utiliza los adelantos de la tecnología para aprovechar el tránsito a través de las fronteras como mecanismo de seguimiento personalizado. El panóptico se materializa en las nuevas fotografías que incluyen los pasaportes, con reconocimiento de iris o con otro tipo de identificación biogenética que inmediatamente incorporan los movimientos de la persona a un banco de datos centralizado en Estados Unidos y que está a disposición de los servicios migratorios de la región (en el caso nuestro del Continente americano) como en otro momento y con menos recursos tecnológico ya se hizo con el Plan Cóndor. La eficacia macabra con la que el Cóndor desarticuló los movimientos sociales en los años de las dictaduras militares en América del Sur tiene hoy posibilidades multiplicadas al poder usar tecnologías que son a la vez mucho más precisas y mucho más abarcantes; sin embargo tiene en contra, evidentemente, el aprendizaje de los pueblos y su capacidad de lucha y resistencia.

Este control de fronteras y la imposición de leyes con implicancias supranancionales, combinado con la dilución de los límites internacionales, convierten en una ilusión las soberanías nacionales. La pretensión de privatizar las aduanas de México, los tratados transfronterizos para la gestión de recursos naturales que caen bajo la jurisdicción de más de un Estado y que están permitiendo evadir leyes nacionales, por ejemplo, son mecanismos de conculcación de soberanía. En el caso del acuífero Guaraní, por citar un caso muy delicado y relevante, la negociación se hace entre los cuatro países implicados y con la intervención de Estados Unidos (en el esquema del cuatro más uno) mediante el apoyo experto del Banco Mundial. Lo mismo ocurre con selvas, oleoductos u otros recursos que pasan a ser tratados ya sea como novedosos y por tanto no contemplados en las legislaciones nacionales, ya sea como problemas de “seguridad nacional”. Y en este continente se sabe que seguridad nacional es seguridad nacional de Estados Unidos en el territorio que no es de Estados Unidos, o no solo en territorio que es de Estados Unidos. Las fronteras, que hasta ahora eran custodiadas por las fuerzas garantes de la seguridad interna en la vieja asepción, hoy se han convertido en zonas de seguridad estratégica custodiadas cada vez más por los cuerpos de seguridad del gendarme mundial.
En diversos casos los ríos o lagos son los que marcan las fronteras. Pues bien, estos son justamente los espacios privilegiados de localización de los ejercicios militares conjuntos (con Estados Unidos, se entiende) actualmente. Los ríos son un canal de penetración muy distinto al que se estaba utilizando cuando se hacían los ejercicios directamente en tierra y permiten además no sólo la utilización de fuerzas amfibias sino la definición de actividades tanto en agua como en tierra, matando dos pájaros de un tiro. En esta situación se encuentra la zona del río Paraná. Curiosamente, cuando se trata de ejercicios ribereños, es más fácil evadir la aprobación de los Congresos de los países limítrofes porque el río aparece como territorio relativamente neutro. Es como si se estuviera ante una legislación ausente o vacía ya que se refiere a un territorio fluido y no fijo.
Una de las capas envolventes más importantes por su capacidad de influir en los modos de uso de los territorios y en los modos de control de los sujetos críticos consiste en la colocación de bases militares de Estados Unidos en puntos seleccionados del continente con dos propósitos explícitos y evidentes: garantizar

el acceso a los recursos naturales estratégicos y contener, disuadir y/o eliminar la resistencia ante las políticas hegemónicas y la insurgencia abierta. Actualmente Estados Unidos cuenta con un sistema de bases que ha logrado establecer dos áreas de control: 1. el círculo formado por las islas del Caribe, el Golfo de México y Centroamérica, que cubre los yacimientos petroleros más importantes de América Latina y que se forma con las bases de Guantánamo, Reina Beatriz, Hato Rey, Lampira, Roosevelt, Palmerola, Soto Cano, Comalapa y otros tantos puestos militares de menor importancia; 2. el círculo que rodea la cuenca amazónica bajando desde Panamá, en el que el canal, las riquezas de la región y la posición de entrada a América del Sur han sido esenciales, y que se forma con las bases de Manta, Larandia, Tres Esquinas, Caño Limón, Marandúa, Riohacha, Iquitos, Pucallpa, Yurimaguas y Chiclayo, que a su vez enlazan con las de la zona más al norte.
Las posiciones llegan hasta Bolivia y se han hecho intentos por colocarlas en Brasil y la punta de Argentina. Recientemente, el convenio de inmunidad para las tropas de Estados Unidos en sus acciones en Paraguay completa la cobertura permitiendo extender hasta el sur lo que hasta hace poco sólo abarcaba hasta la cuenca amazónica.
Algo que podría ser concebido como la última frontera o la capa envolvente más externa, está conformada por los ejercicios militares en los océanos Pacífico y Atlántico y en el Mar Caribe: en todo lo que circunda a América Latina. Hasta ahora la percepción que se tenía era la de ejercicios circunstanciales y esporádicos y en parte por esa razón no se les ha concedido demasiada importancia. Mucho menos se les ha considerado parte de la estrategia continental de control. Sin embargo, de acuerdo con nuestras investigaciones, por lo menos en los últimos cinco años se trata de ejercicios sistemáticos, que permiten realizar un patrullaje constante alrededor de América Latina y mantener ahí una presencia más o menos permanente. Son ejercicios que tienen un carácter secuencial, evolutivo, y que marcan en verdad un circuito de frontera que, por ser externa a las aguas territoriales de los países correspondientes, queda a cargo, nuevamente, del gendarme mundial.
Ahora bien, estas capas envolventes, que atañen a América Latina en su conjunto, van a estar focalizadas en tres áreas distintas en las que parecen atender a tres estrategias diferenciadas. Esas tres subregiones se caracterizan

también por tres paradigmas distintos de dominación y sus diferencias geopolíticas son muy claras. En los tres casos, por diferentes razones, se trata de puntos estratégicos tanto por los recursos que albergan como por su posición geográfica específica.
La primera región es la constituida por Colombia y su área circundante. Yo destacaría dos elementos en este caso, relacionados con la estrategia contrainsurgente y de ocupación militar: 1. el experimento de la polarización para valorar hasta dónde es posible dominar, controlar e incluso hegemonizar a través de un esquema de polarización exacerbada, y 2. hasta dónde es posible, a partir de asentamientos o de construcciones sociales como la colombiana, el control de la que Estados Unidos considera la mayor amenaza hoy en el continente, que es Venezuela, evaluando el carácter de las tensiones fronterizas que se desarrollan y la capacidad de control de la insurgencia venezolana desde Colombia.
La segunda subregión es la del Caribe y la cuenca del Golfo de México, extendida hasta Venezuela. El enclave paradigmático en este momento se localiza en el caso de Haití, aunque, evidentemente, con fuertes implicaciones para Cuba. Haití es un caso muy importante porque es donde se está ensayando otra manera de establecer la hegemonía a través de la complicidad casi obligatoria de todos los ejércitos del continente, sin olvidar la de Francia, que asegura tener ahí un conflicto de intereses. La ocupación de Haití, así sea por los llamados cuerpos de paz, es una ocupación militar, impuesta. Todos sabemos que la figura de cuerpos de paz fue creada como parte de los mecanismos de penetración contrainsurgente de la USAID en los momentos inmediatos posteriores a la Segunda guerra mundial. Aunque ahora esta figura esté sancionada por la ONU, la conformación latinoamericana de los ocupantes de Haití está involucrando una estrategia que hasta ahora no había tenido éxito, y es que los países de América Latina todavía no acaban de aceptar en el Consejo Hemisférico la construcción de la fuerza militar hemisférica, como fuerza multinacional, porque saben el riesgo que tiene en términos de pérdida de soberanía, y sin embargo ya les es impuesta a través de su participación en Haití; son Brasil, Argentina, Uruguay y Chile los que están a cargo del disciplinamiento y la represión al pueblo haitiano, de la destrucción de la organización política del pueblo haitiano en razón de su supuesta incapacidad para autogobernarse.

Los brasileños, que encabezan las fuerzas de ocupación, justifican su presencia y su actuación asegurando que están ahí para garantizar la seguridad del pueblo haitiano; pero ellos son los que están matando al pueblo haitiano, acompañados de militares chilenos como el General Aldunate , en calidad de segundo responsable de la MINUSTAH, señalado por haber pertenecido a la policía militar, la DINA, en la época de la dictadura de Augusto Pinochet.
El otro eje del paradigma, el otro ensayo de estrategia, es el caso de Paraguay. Es un caso urgente dado que el país completo ha sido convertido en base militar, con implicaciones regionales de primera importancia. Por las características del convenio firmado, que ya está en práctica, se puede inferir la reactivación, sobre bases mucho más modernas, del siniestro Plan Cóndor. Simultáneamente, Paraguay es el corazón de una subregión que si bien ha sido escenario de acción de dictaduras militares que se significaron por su creatividad perversa en todo tipo de torturas y por ser máquinas implacables de desaparición y muerte, hasta ahora no tenía bases militares directamente de Estados Unidos. Los ejercicios conjuntos en Paraguay han sido sistemáticos pero el carácter de la ocupación militar actual no tiene precedente.
Esta subregión concentra una enorme porción del agua dulce del planeta en sus abundantes ríos y lagos, en los acuíferos subterráneos y en los glaciares del sur, además de minerales y otros recursos valiosos como petróleo y gas, particularmente en Argentina y Bolivia. Es en este sentido de una importancia indudable. El convenio con Paraguay, la insistencia en que la triple frontera (Paraguay, Argentina y Brasil) es lugar de refugio de terroristas, y la visita de Bush a Mar del Plata han acelerado la aprobación de leyes antiterroristas en los países sureños tan ambiguas como permisivas, casi cheques en blanco.
Y bien, volviendo a lo mencionado en un inicio, estamos en territorios en disputa. Los pueblos latinoamericanos están movilizados una vez más para defender la vida. Si algo se ha demostrado en los últimos diez años es que su acción ha detenido por lo menos una parte de lo que implicaba esta estrategia, diseñada por cierto antes del 11 de setiembre de 2001. Se ha detenido la instalación de algunas bases militares, se ha impedido la realización de algunos ejercicios; se ha parado la desapropiación de tierras, el envenenamiento de los ríos, la construcción de represas que dañan el medio ambiente y las posibilidades y modos de vida de los pueblos y comunidades.

Como pensadores críticos, como cientistas sociales, tenemos la responsabilidad de hacer un buen análisis de estos procesos para aportar elementos precisos y claros sobre su esencia, su dinámica y sus tendencias; sobre sus límites y la capacidad de los pueblos movilizados para detenerlos y cambiar el rumbo de la historia, pero también de movilizarnos con los pueblos en contra de estas tendencias y contribuir a crear una sociedad más parecida a lo que tenemos en nuestros sueños.
Bibliografía
Ceceña, Ana Esther 2004 “Estrategias de construcción de una hegemonía sin límites” en Ceceña, Ana Esther (comp) Hegemonías y emancipaciones en el siglo XXI (Buenos Aires: CLACSO).

Evo Morales asumira presidencia en Tiahuanacu

EVO MORALES ASUMIRA LA PRESIDENCIA EN TIWANAKU. RECIBIRÁ LOS
ATRIBUTOS DE PODER DE MANO DE LOS CURACAS.

El proximo 22 de enero asumirá el gobierno de Bolivia, Evo
Morales. Sin embargo, el sabado 21, en Tiwanacu recibirá los
atributos de poder que les serán entregados por los curacas. Tiwanaku – o Tiahuanacu – es un centro ceremonial de una cultura muy anterior
a los incas.

DATOS SOBRE TIWANAKU

Según viejas tradiciones, Tiwanaku – o Tiahuanaco – fue el
resultado del trabajo realizado en una sola noche por seres
gigantescos que vivieron antes del Diluvio. Es por ello que se le
llama también “Tierra de Gigantes”. Algunos creyentes en las
fantasias propuestas a partir de Erich von Daniken, hay quienes
aseguran que Tiwanaku fue contruida por habitantes de Venus, que
llegaron a orillas del Titicaca. Este tipo de tradiciones, leyendas y
fantasias son posibles debido al altisimo grado de perfección que
poseen las contrucciones a lo que se suma una gran falta de
información sobre el origen de las mismas.

Debe señalarse tambien que hay quienes creen que estas
construcciones son las de mayor antiguedad en todo el planeta. Además
quienes se adhieren a la tesis de los extraterrestres lo hacen
basándose en la proximidad de las llamadas “líneas de Nasca” (quienes
optan por la teoría extraterrestre lo hacen porque dudan de la
capacidad de los seres humanos del pasado de haber logrado tales
virtuosismos)

Tiwanacu es un enorme conjunto de ruinas que se extiende sobre
unas 420 hectáreas del altiplano boliviano, aunque sólo han sido
excavadas 50.
Están ubicadas a 20 kilómetros al sur de la parte boliviana del lago
Titicaca y a unos 3,840 metros de altitud, por lo que es la zona
arqueológica más alta de América.

No existen datos exactos de su fundación. Los expertos estiman una
edad mínima para las ruinas de 14,000 años, mientras que los guías
turísticos
del lugar pronostican la fecha de su nacimiento en el 1580 a.C. y su
desaparición en 1200 d.C. Esto la convertiría en una de las culturas más
longevas de Sudamérica, junto con la chiripa, creadora de los
sistemas de navegación; y la guancarani, cultura que domesticó a la
llama.

Pero Tiwanacu logró ir más allá. Fue agrícola y después sedentaria.
En el periodo urbano construyó grandes templos desarrollando la mejor
tecnología del continente. Canalizaron ríos desde las montañas a más
de 100 kilómetros para tener agua potable y diseñaron extraordinarios
sistemas de alcantarillado. Se cree que Tiwanacu colapsó debido a
problemas climáticos, ya que una sequía azotó a la región por 60 años,
por lo que sus pobladores emigraron.

Cuando los incas llegaron a Tiwanacu en el siglo 15, hacía más de 250
años que la ciudad había sido abandonada. En el 1549, el español
Cieza de León ocupa las ruinas de Tiwanacu que fueron objeto de
desmantelamiento para construir iglesias; más tarde, los británicos
usaron las piedras para hacer los durmientes de una línea férrea.

DATOS SOBRE LOS CURACAS

Los curacas (caciques) gobernaban los ayllus (comunidades de
personas que descienden de un ancestro común, que están a su vez
unidos por vínculos de reciprocidad, es decir, están comprometidos a
ayudarse mutuamente en las labores cotidianas; a este tipo de trabajo
se le conoce con el nombre de ayni. También tienen la obligación de
trabajar juntos para el beneficio de todo el ayllu: este trabajo se
conoce como minca o minga) Los curacas son los encargados de regular
las relaciones sociales, de ejecutar las fiestas, de almacenar
recursos, repartir las tierras entre su gente y disponer de la mano
de obra. La economía inca no conoció ni la moneda ni el mercado, por
lo tanto los intercambios y la fuerza laboral se obtenían a través de
lazos de parentesco o por reciprocidad. Entre parientes existía un
intercambio de energía constante, pero también se daba trabajo para
la autoridad, conociéndose éste como mita. El inca pedía como tributo
exclusivamente mano de obra, que era enviada a
trabajar sus tierras, a hacer cerámica, a construir andenes o
grandes obras arquitectónicas.

CHILE: PROHIBEN REALIZACION DE FERIA INDIGENA

Por decisión de la nueva administración de la Municipalidad de
Santiago, el cerro Santa Lucía, durante 2006, no será más el lugar
central de diversas actividades de los pueblos originarios. Durante
ese periodo el espacio sólo sería utilizado para eventos de empresas
privadas. Por esta razón, muchas de las tradicionales manifestaciones
culturales que se realizaban en el cerro Welén se trasladarán al
cerro Blanco.

El cerro Welén (Santa Lucía) es un ícono para los pueblos indígenas
que habitan el territorio chileno y, como tal, fue el lugar elegido
para la realización de la Feria de Arte y Cultura Indígena y
múltiples expresiones culturales.
Ese lugar fue el escenario de este gran evento cultural durante once
años seguidos. Eran diez días de música, baile, creación y encuentro
bajo el abrasante calor santiaguino. Asimismo, el Santa Lucía fue el
sitio escogido para muchas celebraciones del We Tripantu e Inti Raymi
(año nuevo indígena) en junio, de la última noche del Abya Yala en
octubre, de las exposiciones anuales de los mejores ceramistas del
proyecto Greda y Fuego y de diversos conciertos de música tradicional
chilena.

En 2006 ninguno de estos eventos va a ser considerado. Según la nueva
administradora del lugar, el cerro ya no está disponible para
manifestaciones de este tipo, decisión que aún no cuenta con un
argumento concreto.

Asimismo, afirmó que este espacio quedaría abierto sólo para eventos
de empresas privadas . De esta manera, las verdaderas razones de esta
arbitraria decisión quedan claras a todas luces y, lamentablemente,
la Ley Indígena es aún muy débil para lidiar con intereses políticos
y económicos.

De este forma, la 12 Feria de Arte y Cultura Indígena se realizará
del 20 al 29 de enero de 2006 en el cerro Blanco (el Apu Wechuraba)
con el Patrocinio del Parque Metropolitano y de la revista Identidad
Indígena. Este lugar está ubicado en la intersección de las calles
Recoleta con Santos Dumont, Metro Cerro Blanco.

El príncipe de la poesía contemporánea checa, Jan Skácel

A Jan Skácel le atribuyeron el epíteto de “poeta del silencio”. Además era periodista, redactor de radio, y durante cierto tiempo trabajó en una fábrica de tractores. Después del 69 los comunistas pusieron su nombre en la lista negra de autores prohibidos.
Jan Skácel“Quisiera saber callar de tan bella manera como las piedras”, respondió Jan Skácel a una de las 33 preguntas del cuestionario radiofónico que se transmitía en la Radio Checoslovaca en los años 60.
A sus respuestas no les faltaba el humor, la sabiduría y la modestia, un sentido fino para el idioma. Eran cortas y precisas, tal cual como sus poemas.
Jan Skácel nació el 7 de febrero de 1922 en la aldea de Vnorovy, en Moravia del Sur, en la región donde los viñedos cubren las pendientes de los Cárpatos Blancos y donde murmulla el río Moravia.
El padre era maestro, pero en la familia nunca se leían versos, recuerda Jan Skácel. En 1941 aprobó el examen de bachillerato en Brno y empezó a trabajar como acomodador en un cine. Un año más tarde los nazis lo enviaron a trabajos forzados. Jan Skácel tuvo que construir para el Reich carreteras y túneles en Austria.
Acabada la Segunda Guerra Mundial empezó a estudiar checo y ruso en la Universidad de Brno, pero no terminó la carrera.
Jan SkácelSu primer libro de poesía, “Cuántas oportunidades tiene la rosa”, fue publicado en 1957. Jan Skácel afirmaba que le gustaba más leer que escribir. Sus primeros poemas los escribió en apuros. No tenía dinero ni para cigarrillos. En las cartas que había mandado a sus padres durante la guerra encontró el poema “Ataque aéreo”. Lo echó al buzón de la redacción de la revista “Rovnost” en Brno, y el poema fue publicado. Posteriormente, el poeta y redactor Oldrich Mikulásek pidió a Skácel otros poemas.
A Mikulásek y a Skácel no sólo los unía la poesía y la amistad, sino también el amor hacia una mujer. Al divorciarse Oldrich Mikulásek después de 11 años de matrimonio sin hijos, su cónyuge Bozena se casó con Jan Skácel.
¿Cuál sería para Ud. el mayor desastre? “Si mañana por la mañana no saliera el sol”, contestó Jan Skácel en el cuestionario arriba mencionado.
Después de la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia Jan Skácel se convirtió para los comunistas en una persona non grata. A partir de los años 70 su poesía fue editada clandestinamente en publicaciones samizdat.
Recién en 1981 las obras de Jan Skácel pudieron volver a aparecer en las librerías checas. “La hora entre el perro y el lobo”, “Vaciado en cera perdida”, “Quién bebe vino en la oscuridad”, “Noche con la Venus de Vestonice”, son sólo algunos de los poemarios de Jan Skácel. Sus poemas manifiestan su relación hacia la tierra morava, la naturaleza y los niños, el correr del tiempo, el silencio, y a veces la tristeza.
Antes de 1989 conocían la poesía de Jan Skácel en Austria, Noruega y Polonia, en Italia fue galardonado con el Premio Petrarca y en Eslovenia con el Premio Vilenica. Sólo en su patria el reconocimiento se le había negado.
“Al final de todas maneras tienes que morir y eso es lo correcto”, contestó el poeta en la radio a la pregunta cuál era su lema de vida. Jan Skácel falleció el 7 de noviembre de 1989. “Sin reproches y sin gestos cargó con lo que le había caído: la cruz de su país”, dijo sobre su tumba el historiador literario, Jirí Opelík, el 15 de noviembre. Dos días más tarde Checoslovaquia emprendió el camino hacia la libertad.
Nos despedimos del príncipe de la poesía contemporánea checa con sus palabras: “En este mundo todo se pone en venta, el honor y la fama, todos lo saben, sólo el corazón puro, el bello corazón humano, no se puede comprar en ningún mercado”.
A la poesía de Jan Skácel le fue puesta música por el conjunto Hradistan, que acompañó este espacio Personalidades checas.

A apoteose da naciòn: o povo moravo

A apoteose da nación: o pobo moravo

Na constelación contemporánea dos estados centro europeos, Moravia foi totalmente arrasada como entidade histórica independente. Obviamente existe, aínda que oficialmente non foi recoñecida como territorio étnico distinto. Coma moitos outros países europeos, Moravia tamén ten o seu propio pasado glorioso. A diferencia é que os nenos moravos non o coñecen nin poden coñecelo. Moravia tamén ten a súa cultura e mitoloxía características que parecen constituír a base dunha nación. Sen embargo, á nación morava negóuselle a existencia propia, tanto na antiga Checoslovaquia, como na formulación actual que se coñece e que provén dese legado, a República Checa. Como cabe pensar e deducir, na olla do poder europeo, a denegación da existencia de Moravia obedece a razóns exclusivamente políticas. No fondo, nas circunstancias actuais, Moravia foi considerada e equiparada no estado checo a aquel outro indeseable.

A abrogación incesante dos dereitos e privilexios históricos de Moravia coincide co nacemento posbellum de Checoslovaquia en 1918 cando sacrificaron as aspiracións nacionais de Moravia a prol da unidade eslava oposta ás ambicións autocráticas alemanas e húngaras. Sen embargo, tamén no molde do novo estado checoslovaco, os moravos en Europa conseguiron preservar un mínimo da súa independencia cultural e económica dentro do sistema administrativo dos territorios autónomos da república. O territorio de Moravia e Silesia como unidade administrativa puido empurrar e, de feito, promoveu ata certo punto o carácter idiosincrásico do pobo moravo por contraste, aínda que ligado historicamente ós propios checos.

A verdadeira etapa negra na historia de Moravia empeza co adventismo do réxime comunista na antigua Checoslovaquia en 1948. Non soamente simboliza un período de odio social e a dictadura da élite política checa, senón tamén a indiferencia descarada e a represión da memoria histórica. Gradualmente disolvéronse institucións culturais que apoiaban o rexurdir da conciencia nacional do pobo moravo e prohibíuselles funcionar. Despois da invasión soviética de 1968, o sentimento antimoravo intensificouse ata proporcións case xenocidas. Os comunistas checos e eslovacos aproveitáronse do estancamento político e dividiron os restos entre eles. Checoslovaquia federalizouse con pouco xeito. Como resultado, trataron ós moravos e ó seu país como súbditos coloniais e como vertedeiro industrial de Bohemia e Eslovaquia.

O famoso disidente checo Vaclav Benda recoñeceu e describiu claramente a política antimorava do goberno socialista checoslovaco no seu artigo “Cristiandade e política, outra vez: seguindo a peregrinaxe Velehrad” (Samizdat Stredni Evropa/Central Europe, Praga, november 1985, pp27-28).

Son os moravos os que poden desesperarse verdadeiramente nesta república (Checoslovaquia) porque os seus dereitos nacionais viólanse continuamente polos checos e, ademais, os eslovacos enganáronos no momento decisivo da súa propia historia nacional. A continuación, foi o primeiro goberno poscomunista dos disidentes checoslovacos quen fixo todo tipo de promesas sobre a resurrección da independencia administrativa de Moravia. Non se cumpriu ningunha daquelas promesas. Ó contrario, dende 1993 a República Checa embarcouse nunha política de exaltación do nacionalismo checo, que centralizou a vida cultural e económica, imitando o antiguo modelo comunista autoritario. Unha vez máis, ridiculizáronse as demandas do pobo moravo a prol dun trato de igualdade no estado común, deturpándose a súa imaxe nos medios de comunicación públicos oficiais e, por último, reducindo a súa existencia ó nivel da resistencia silenciosa.

Durante as épocas máis turbulentas de Europa central, os moravos acostumáronse a deixar a súa terra na búsqueda de mellores condicións de vida. O éxodo moravo ós Estados Unidos, na segunda metade do século XIX, tamén marca o nacemento da auto-afirmación nacional de Moravia. Campesiños, a maioría de profesión, tenderon a establecerse no novo estado de Texas onde a terra era abundante e dispoñible. Por outra banda, a meirande parte dos moravos eran católicos. Como consecuencia os recén chegados crearon as súas propias comunidades dentro das cales conseguiron preservar o seu idioma e a súa cultura. Os pobos e cidades moravos dispersáronse de Brownsville e Galveston ata o extremo norte, Ennis e Dallas. Na actualidade, a poboación morava achégase ó millón de persoas. A súa lingua é a terceira máis falada en Texas, despois do inglés e do español.

Farían falla varios volumes para completar a enumeración de tódolos logros dos moravos que se estableceron en Estados Unidos. Son tanto homes de negocio, eruditos, científicos, como artistas de grande éxito. Fixéronse tan prósperos coma nostálxicos. Destino frecuente das súas viaxes é o país dos seus antergos. Nos montes ondeados de Moravia, os moravos americanos buscaron as súas abandonadas orixes e ós seus familiares perdidos para tentar reconstruír o seu pasado, esquecido hai moito tempo en América.

O goberno socialista checoslovaco comprendeu ese sentimento do retorno ó fogar por parte dos moravos americanos e deseñaron varias institucións oficiais para satisfacer o desexo dos emigrantes de vivir a herencia dos seus antepasados. O primeiro paso na propaganda do socialismo real consistía en convencer ós americanos moravos de que eles e os seus antepasados, en realidade, sempre foran checos. Era imprescindible convencer ós moravos de que calquera pretensión de recoñecemento dunha especie de nacionalidade morava non sería máis que unha aberración histórica. A explicación oficial era que, soamente, checos e eslovacos constituían Checoslovaquia.

En prexuízo da causa morava, algúns dos líderes dos moravos establecidos en Texas eran o suficientemente crédulos como para crer a propaganda comunista e convertéronse en artífices desa confirmación da noción de moravos coma checos. O argumento dos que seguían rexeitando a conciencia nacional morava a prol da nacional checa baseouse na cuestión lingüística. Como non existe ningunha lingua morava codificada e como a maioría dos moravos soamente fala dialectos rexionais (aínda que aparecen na vella e na actual literatura baixo o termo técnico de “Moravianismos”), que se relacionan coa linguaxe literaria checa, a conciencia nacional morava descartouse como unha expresión do nacionalismo máis extremo e irracional. Ningún dos defensores do criterio lingüístico semellaba darse conta de que os americanos inglés parlantes non podían ser clasificados como ingleses nin británicos xa que constituían unha nación distinta, a pesar da súa relación lingüística co pobo inglés.

Os entusiastas propagandistas do programa checo entre os texanos moravos ignoraron o feito de que os descendentes dos inmigrantes moravos se chamaron moravos (Moravci) e non checos nin bohemios, coma os denominaban despectivamente os texanos: “Bohonks”. Co gallo de distanciarse da mala imaxe dos bohonks checos, os texanos moravos insistiron en chamarse moravos aínda a sabendas de que iso implicaba, tamén, certas connotacións relixiosas.

O Brethern moravo apareceu nos Estados Unidos no século XVII. Os Brethern moravos, que eran de crenza protestante, chegaron a América cos colonialistas alemáns e holandeses. Establecéronse nas Carolinas, en Pennsylvania e despois nos demáis estados da Unión. En Bethlehem, Pennsylvania fundaron unha das primeiras universidades americanas, a Universidade Morava (1742). Levaron a riqueza da tradición musical europea e a tolerancia de distintas denominacións relixiosas. Nas Carolinas promoveron as industrias manufactureiras americanas de tabaco e a producción de cráckers e galletas. Os “Hutterites” de Moravia tamén se trasladaron ós EEUU na procura de liberdade relixiosa. Igual fixeron os Pietistos e Anabaptistas ós que, despois de establecerse primeiro en Moravia, expulsaron das súas casas novas, o que os obrigou a emigrar.

Moravia e o seu pobo, situados no cruce de Europa, sempre foron propensos a aceptar distintas nacionalidades no seu medio. Así que non sorprende que os verdadeiros moravos sexan unha mestura asombrosa de diferentes características étnicas: eslavas, latinas, celtas, alemanas, xudías, todas deixaron a súa pegada na terra e no espíritu moravos. O feito de que os moravos falen en dialecto eslavo non implica que se adhiran sen máis á súa herdanza eslava, descoidando outros rasgos posibles presentes no seu carácter. Ó contrario, unha gran cantidade de familias moravas é consciente da súa orixe histórica. E, sen embargo, recoñécense como moravos.

Hai tempo que se abandonou a noción romántica de nación, baseada en parámetros referidos á existencia dun carácter lingüístico único. Polo tanto, é sorprendente que algunhas figuras políticas na república checa aínda hoxe se adhiran ó concepto, proto-romántico e estalinista, de nación como un grupo étnico cunha lingua nacional distinta. Abonda con confirmar que unha lingua non é o criterio primario do modelo actual de nación. É, efectivamente, neste modelo no que os moravos presentes en Europa e América deberían basear as súas esixencias. Unha vez acabado este proceso, tanto os moravos americanos coma os moravos europeos terán a oportunidade de corrixir o erro histórico de clasificalos como checos recuperando a súa verdadeira identidade: a morava.

Joseph M. Rostinsky (Universidade de Tokai, Tokio).

Reflexiones sobre el mundo actual

Reflexiones sobre el mundo actual
El imperio y los capitalistas

Immanuel Wallerstein

Reflexiones del eminente pensador Immanuel Wallerstein, autor de “Después del liberalismo” y de la teoría de la “economía-mundo”. Nos habla sobre el real papel de George W. Bush en la denominada “globalización imperialista”.

No hay duda de que George W. Bush piensa que es la vanguardia de aquellos que sostienen el sistema capitalista mundial. Sin duda, una buena parte de la izquierda mundial también lo cree. ¿Piensan lo mismo los grandes capitalistas? Eso es menos claro. En su Global Economic Forum, Morgan Stanley, una de las firmas de inversión financiera más prominentes, acaba de lanzar una señal de advertencia importante. Stephen Roach escribe ahí que un “mundo estadounicéntrico” es insostenible para la economía-mundo y es malo, particularmente para Estados Unidos. En específico, Roach la emprende contra Robert Kagan, sobresaliente intelectual neoconservador que arguye que la hegemonía estadounidense seguirá creciendo, particularmente en relación con Europa. Roach no puede estar más en desacuerdo. Ve la situación actual del mundo como una relación de “profundas asimetrías” en el sistema-mundo, y como tal, no puede perdurar.

¿Cuál es el argumento de Roach? El mundo ha estado en “gran deflación (maravilloso eufemismo) entre 1982 y 2002” (apreciación saludable, tan diferente del graznido común acerca de la fortaleza de la posición económica estadounidense en la economía-mundo). “Y ahora está a punto de desplegarse un nuevo desequilibrio, el reacomodo de un mundo estadounicéntrico” ¿Por qué? Primero que nada debido a las “siempre ensanchadas disparidades en las cuentas externas mundiales”. Roach afirma que conforme Estados Unidos despilfarra sus reservas nacionales ya bastante mermadas y “conforme el resto del mundo se mantiene en el camino de un consumo subparitario”, la situación no puede sino empeorar.

Finalmente, la conclusión: “¿Puede una economía estadounidense con escasas reservas continuar financiando la expansión imparable de su superioridad militar? Mi respuesta es un contundente no”. ¿Qué pasará entonces? Los “precios de los activos fijados en dólares, en comparación con aquellos activos no fijados en dólares” deberán caer, y pronto caerán drásticamente. Roach predice “una caída de 20 por ciento en las tasas de cambio reales, casi el doble de eso en términos nominales, tasas reales de interés más altas, crecimiento reducido en la demanda interna y un crecimiento acelerado en el extranjero”. Termina su texto diciendo que “el mundo no está funcionando como una economía global” (lástima por los teóricos de la globalización), y que “para una economía global desequilibrada, un dólar más débil puede ser la única salida”.

En resumen, Roach argumenta que la fanfarronería de militarismo macho del régimen de Bush, el sueño de los halcones estadounidenses de rehacer el mundo a su imagen, no son meramente imposibles, sino evidentemente negativos desde el punto de vista de los grandes inversionistas estadounidenses, el público para quien Roach escribe, los clientes de Morgan Stanley. Por supuesto, Roach está absolutamente en lo correcto, y es notable que esto no lo diga un académico de la izquierda, sino alguien que vive en los vericuetos del gran capital. Visto en perspectiva histórica más amplia, lo que observamos es una tensión de 500 años en el sistema-mundo moderno, entre aquellos que desean proteger los intereses del estrato capitalista asegurando un buen funcionamiento de la economía-mundo mediante un poder hegemónico, pero no imperial, que garantice sus entretelas políticas y aquellos que desean transformar el sistema-mundo en un imperio-mundo. Hemos tenido tres intentos principales de lograrlo en la historia del sistema-mundo moderno: Carlos V/Fernando VII en el siglo XVI, Napoleón a principios del siglo XIX y Hitler a mediados del siglo XX. Todos ellos tuvieron logros magnificentes, hasta que cayeron de bruces al ser enfrentados por la oposición organizada por los poderes que, a fin de cuentas, resultaron hegemónicos: las Provincias Unidas, el Reino Unido y Estados Unidos.

La hegemonía no tiene que ver con un militarismo macho. La hegemonía requiere de eficiencia económica, de posibilitar la creación de un orden mundial en términos tales que garantice un sistema-mundo que funcione con fluidez, en el cual el poder hegemónico se torne un locus propicio para una desproporcionada tajada de acumulación de capital. Estados Unidos estuvo en esta situación entre 1945 y 1970, aproximadamente. Desde entonces ha ido perdiendo su posición ventajosa. Y cuando los halcones estadounidenses y el régimen de Bush decidieron tratar de revertir la decadencia transitando el sendero de un imperio-mundo, le dieron un tiro en el pie a Estados Unidos y a los grandes capitalistas con sede en dicho país, si no de inmediato, si en un futuro próximo.

Es esto lo que advierte Roach, es esto de lo que se queja.

¿Pero no, acaso, el régimen de Bush le da a estos capitalistas todo lo que quieren, por ejemplo reducciones fiscales enormes? ¿Realmente eso quieren? No Warren Buffett, no George Soros ni Bill Gates (hablando por su padre). Lo que quieren es un sistema capitalista estable, y Bush no se los brinda. Tarde o temprano traducirán su descontento en acciones. Tal vez ya lo estén haciendo. Esto no significa que lo logren. Bush puede relegirse en 2004. Puede impulsar su locura política y económica aún más. Puede hacer irreversibles sus cambios.

Pero en un sistema capitalista también está el mercado, que no es todopoderoso, pero tampoco está indefenso. Cuando el dólar se colapsa, y se va a colapsar, todo cambiará geopolíticamente. Porque un colapso del dólar es mucho más significativo que un ataque de Al Qaeda en las Torres Gemelas. Estados Unidos sobrevivió a esto último. Pero Estados Unidos será muy diferente cuando el dólar se colapse, pues no será capaz de vivir más allá de sus medios, consumiendo a expensas del resto del mundo. Los estadounidenses pueden empezar a sentir lo que han sufrido los países del tercer mundo con las medidas de reajuste estructural del Fondo Monetario Internacional: una caída pronunciada en sus niveles de vida.

La cercana bancarrota de los gobiernos estatales por todo Estados Unidos es hoy una mera sombra de lo que se avecina. Y la historia tomará nota de que durante una mala situación económica subyacente en Estados Unidos, el régimen de Bush hizo todo lo posible por empeorarla.

¿Sociedad Mundo o Imperio Mundo?

¿Sociedad mundo, o Imperio mundo?
Más allá de la globalización y el desarrollo – Edgar Morin
CNRS, París – Una mundialización plural

La globalización que comienza en 1990 es la etapa actual de una era planetaria que se abre en el siglo XVI con la conquista de las Américas y la expansión de las potencias de Europa occidental sobre el mundo. Este proceso está marcado por la rapiña, la esclavitud, la colonización, pero la era planetaria conoce también otro desarrollo.

De hecho, la civilización occidental produjo los antídotos a la barbarie que ella engendraba; éstos, aunque insuficientes y frágiles, han minado desde dentro la esclavitud; las ideas emancipadoras, tomadas en propia mano por los sometidos, condujeron a las descolonizaciones sobre la mayor parte del globo. Según una notable paradoja histórica, que se verifica de nuevo respecto al derecho de las mujeres, el hogar de la mayor y más duradera dominación ha sido también el de las ideas emancipadoras. Así, ha habido que luchar contra el imperialismo occidental para aplicar los valores occidentales.

La globalización de los años 1990 se inscribe en el doble proceso de dominación / emancipación y le aporta nuevas características. La implosión del totalitarismo soviético y el desplome de las economías burocratizadas de Estado favorecen a la vez un impulso democrático sobre todos los continentes y una expansión del mercado, que se convierte en verdaderamente mundial bajo la égida del liberalismo económico; el capitalismo se encuentra energetizado por una fabulosa expansión informática, la economía mercantil invade todos los sectores de lo humano, de la vida, de la naturaleza; correlativamente, la mundialización de redes de comunicación instantánea (teléfono móvil, fax, Internet) dinamiza el mercado mundial y es dinamizada por él.

Así, la globalización de los años 1990 opera una mundialización tecnoeconómica al mismo tiempo que favorece otra mundialización, ciertamente incompleta, vulnerable, de carácter humanista y democrático, que se encuentra entorpecida por las secuelas de los colonialismos y la rémora de las graves desigualdades tanto como por el afán de beneficio.

¿Sociedad mundo?

Esta globalización tecnoeconómica se puede considerar como el último estadio de la planetarización. Al mismo tiempo, se puede considerar como la emergencia de una infraestructura de un nuevo tipo de sociedad: una sociedad mundo.

Una sociedad dispone de un territorio que lleva consigo un sistema de comunicaciones. El planeta es un territorio dotado de una textura de comunicaciones (aviones, teléfono, fax, Internet) de la que ninguna sociedad pudo disponer en el pasado.

Una sociedad incluye una economía; la economía es desde ahora mundial, pero le faltan las constricciones de una sociedad organizada (leyes, derecho, control) y las instituciones mundiales actuales, FMI y otras, son ineptas para efectuar las más elementales regulaciones.

Una sociedad es inseparable de una civilización. Existe una civilización mundial, salida de la civilización occidental, que desarrolla el juego interactivo de la ciencia, la técnica, la industria, el capitalismo y que comporta un cierto número de valores típicos.

Una sociedad, aunque acoge en su seno múltiples culturas, suscita también una cultura propia. Ahora bien, existen múltiples corrientes transculturales que constituyen una cuasi-cultura planetaria. A lo largo del siglo XX, los medios han producido, difundido y combinado un folclore mundial, a partir de temas originales procedentes de distintas culturas, a veces repristinados, a veces sincretizados. Se ha constituido un folclore planetario y se enriquece mediante integraciones y encuentros. Ha expandido por el mundo el jazz, que ha ramificado diversos estilos a partir de Nueva Orleáns, el tango nacido en el barrio portuario de Buenos Aires, el mambo cubano, el vals de Viena, el rock norteamericano que a su vez produce variedades diferenciadas por todo el mundo. Ha integrado el sitar índico de Ravi Shankar, el flamenco andaluz, la melopea árabe de Um Kalsum, el huaiño de los Andes. El rock, aparecido en Estados Unidos, se aclimató en todas las lenguas del mundo, adoptando en cada ocasión una identidad nacional. Hoy, en Pekín, Cantón, Tokio, París, Moscú, se danza, festeja y comunica rock, y la juventud de todos los países se mueve al mismo ritmo sobre un mismo planeta. Además, la difusión mundial del rock ha suscitado un poco por todas partes nuevas originalidades mestizas como el rai y ha llegado a cocinar en el rock-fusión una especie de caldo rítmico donde se casan entre sí las culturas musicales del mundo entero.

Es destacable que las formidables máquinas culturales del cine, la canción, el rock, la televisión, animadas por el beneficio y organizadas según una división casi industrial del trabajo, sobre todo en Hollywood hayan producido no sólo obras mediocres y conformistas, sino también obras bellas y con fuerza; ha habido y hay creatividad en todos esos dominios; como yo expliqué en El espíritu del tiempo, no se pueden producir en serie películas o canciones idénticas; cada una debe tener su singularidad y su originalidad; y la producción apela necesariamente a la creación. A menudo la producción asfixia la creación, pero a veces permite que surjan obras maestras; el arte del cine ha florecido por doquier, por todos los continentes, y se ha convertido en un arte mundializado, preservando no obstante las originalidades de los artistas y las culturas.

Cuando se trata de arte, música, literatura, pensamiento, la mundialización cultural no es homogeneizadora. Se constituye de grandes oleadas transculturales, que favorecen la expresión de las originalidades nacionales en su seno. Mestizajes, hibridaciones, personalidades cosmopolitas o biculturales (Rushdie, Arjun Appadura) enriquecen sin cesar esa vida transcultural. Así, para lo peor a veces, pero a menudo también para lo mejor, y esto sin perderse, las culturas del mundo entero se interfecundan, sin saber todavía que engendran hijos planetarios.

Añadamos a esto los sentimientos comunitarios transnacionales que se manifiestan a través de la mundialización de la cultura adolescente y de la mundialización de la acción feminista.

Por otra parte, como en toda sociedad, se ha creado un trasfondo, esta vez planetario, con su criminalidad: desde los años 1990 se han desplegado mafias intercontinentales (especialmente de la droga y la prostitución).

En fin, la mundialización de la nación, acabada a fines del siglo XX, da un rasgo común de civilización y cultura al planeta; pero al mismo tiempo lo fragmenta más aún, y la soberanía absoluta de las naciones obstaculiza precisamente la emergencia de una sociedad mundo. Emancipadora y opresora, la nación hace extremadamente difícil la creación de confederaciones que respondan a las necesidades vitales de los continentes y aún más el nacimiento de una confederación planetaria.

Esbozos de una ciudadanía terrestre

Desgraciadamente las internacionales que crearon una solidaridad planetaria de los trabajadores han perecido, pero las aspiraciones que las alimentaban han resucitado a través de las vanguardias de ciudadanía terrestre.

Gary Davis fue el precursor que, tras la segunda guerra mundial, creó la asociación internacional de los Ciudadanos del Mundo que, aunque marginada, mantuvo la aspiración a la unidad planetaria.

Desde los años 1970, las asociaciones de médicos acuden a todos los lugares a curar todas las enfermedades, sin distinción étnica o religiosa. Amnesty International defiende los derechos humanos por todo el planeta, denunciando el encarcelamiento arbitrario y la tortura de Estado. Greenpeace se ha consagrado a la tarea vital de salvaguardar la biosfera. Survival International se dedica a los pequeños pueblos que en todos los continentes están amenazados de exterminio cultural o físico. Numerosas asociaciones no gubernamentales se hacen cargo de problemas comunes a toda la humanidad, como la desigualdad de derechos para las mujeres.

Ha habido un salto cualitativo en diciembre de 1999. La manifestación anti-Seattle contra la mundialización tecnoeconómica se transformó en manifestación por una mundialización diferente, cuya divisa fue: «El mundo no es una mercancía». Esta toma de conciencia de la necesidad de una respuesta a escala planetaria buscó prolongarse con fuerza de propuesta. Porto Alegre se convirtió así en el foro de una naciente sociedad civil mundial.

Hace falta saber también lo que fue ignorado por los medios, que la Alianza por un mundo responsable y solidario organizó, durante diez días en Lille, a principios de diciembre de 2001, una asamblea de ciudadanos del mundo, que congregó a 700 provenientes de todos los países y continentes, que con un extraordinario fervor elaboraron en sus debates una carta de las responsabilidades humanas.

En marzo de 2001, se creó, por iniciativa de Federico Mayor, antiguo director de la UNESCO, una «red de redes de la sociedad civil mundial», denominada Ubuntu (palabra africana que designa la humanidad). Ubuntu se reunió en marzo de 2002 para crear un «panel sobre la gobernabilidad democrática», con vistas a la «reforma profunda del sistema de las instituciones internacionales».

En fin, a consecuencia de una reunión tenida en Bled, en octubre de 2001, por iniciativa del presidente de Eslovenia, se fundó, en febrero de 2002, un «colegio internacional ético, político y científico», que se impone una misión de «vigilancia y alerta sobre los principales riesgos que corre la humanidad», a fin de ofrecerles una «respuesta cívica y ética».

Así, pues, si bien el planeta constituye un territorio que dispone de un sistema de comunicaciones, de una economía, de una civilización, de una cultura, de una vanguardia de sociedad civil, le falta un cierto número de disposiciones esenciales, que son de organización, de derecho, de instancia de poder y de regulación para la economía, la política, la policía, la biosfera, de gobernanza, de ciudadanía. La ONU no puede constituirse en autoridad supranacional y su sistema de veto la paraliza. La conferencia de Kioto no pudo instituir una Instancia de salvaguardia para la biosfera. En fin, una sociedad mundo no podrá emerger más que con un ejército y una policía internacional.

No hay todavía una sociedad civil mundial, y la conciencia de que somos ciudadanos de la Tierra Patria es dispersa, embrionaria.

En suma, la mundialización ha instalado la infraestructura de una sociedad mundo que ella misma es incapaz de instaurar. Tenemos los cimientos, pero no el edificio. Tenemos el hardware y no el software.

El choque del 11-S

El 11 de septiembre de 2001 constituyó un electrochoque decisivo para el devenir de la sociedad mundo; propagó por el globo, a partir de la desintegración de las dos torres de Manhattan, el sentimiento de una amenaza planetaria. El descubrimiento de una red clandestina político-religiosa ramificada por todo el país, dotada de una capacidad destructiva inaudita, ha suscitado la necesidad de una policía y de una gendarmería, instituciones decisivas para la emergencia de una sociedad mundo. Al querer desintegrar la mundialización, Al Qaeda ha estimulado la formación de una policía mundial.

La ONU estaba destinada naturalmente a constituir la fuerza de policía planetaria. Pero, al golpearlo en su corazón, Al Qaeda ha dado a Estados Unidos, con su total implicación y su enorme potencia, el impulso para asumir una misión mundial de policía militar bajo el nombre de «guerra al terrorismo». Los términos de «Estado granuja» y «Estado delincuente» muestran claramente lo que esta guerra tiene de policial. Desde septiembre de 2001, se ofrece una doble perspectiva: la de un desarrollo de las competencias de Naciones Unidas, constituyendo su policía, su gendarmería, su ejército, lo que tendería a la formación de una sociedad mundo confederal; la de una gobernación imperial, efectuada por Estados Unidos, tendente a la formación de un Imperio Mundo. Al Qaeda quería destruir la dominación de Estados Unidos; hasta ahora y quizá por mucho tiempo, la ha reforzado.

La ONU se ha movilizado, pero Estados Unidos ha tomado el mando.

A George Bush se le ha planteado la necesidad de una policía planetaria, pero en absoluto, lamentablemente, la de una política planetaria. La represión puede combatir los síntomas, pero no logrará combatir las causas, sino que más bien contribuye a mantenerlas. Sólo una política a escala mundial puede poner remedio a las causas. Estas causas se encuentran en la desigualdades, las injusticias, las negativas. Se trata de combinar una world politics con una world policy. Pero, bajo el mando de Estados Unidos, la world politics está atrofiada y la world policy hipertrofiada. Peor: como la resistencia de los pueblos oprimidos es calificada como terrorismo por sus opresores, la guerra al terrorismo ha determinado una alianza de las hegemonías contra las resistencias nacionales. Y peor aún: la palabra terrorismo camufla los terrorismos de Estados que ejercen una represión ciega sobre la población civil, en Chechenia y en Israel, donde ha favorecido las razias de terror para liquidar la resistencia palestina.

Romper con el desarrollo

¿Qué política hará falta para que una sociedad mundo pueda constituirse, no como remate planetario de un imperio hegemónico sino sobre la base de una confederación civilizadora?

Aquí proponemos no un programa ni un proyecto, sino los principios que permitirán abrir un camino. Son los principios de lo que he llamado antropolítica (política de la humanidad a escala planetaria) y política de civilización.

Esto debe llevarnos, en primer lugar, a deshacernos del término de desarrollo, incluso enmendado y almibarado como desarrollo durable, sostenible o humano.

La idea de desarrollo ha llevado consigo siempre una base tecnoeconómica, mensurable por los indicadores de crecimiento y los de renta. Supone de manera implícita que el desarrollo tecnoeconómico es la locomotora que tira adelante, naturalmente, de un “desarrollo humano” cuyo modelo acabado y exitoso es el de los países llamados desarrollados, es decir, occidentales. Esta visión supone que el estado actual de las sociedades occidentales constituye la meta y la finalidad de la historia humana.

El desarrollo “durable” no hace más que atemperar el desarrollo por consideración con el contexto ecológico, pero sin poner en cuestión sus principios; en el desarrollo “humano”, la palabra humano está vacía de toda sustancia, a menos que remita a un modelo humano occidental, que sin duda conlleva rasgos esencialmente positivos, pero también insistimos rasgos esencialmente negativos.

Además, el desarrollo, noción aparentemente universalista, constituye un mito típico del sociocentrismo occidental, un motor de frenética occidentalización, un instrumento de colonización de los “subdesarrollados” (el Sur) por el Norte. Como dice con acierto Serge Latouche, “estos valores occidentales (del desarrollo) son precisamente los que hay que poner en cuestión para encontrar solución a los problemas del mundo contemporáneo” (Le Monde diplomatique, mayo 2001).

El desarrollo ignora lo que no es ni calculable ni mensurable, es decir, la vida, el sufrimiento, la alegría, el amor, y su única medida de satisfacción radica en el crecimiento (de la producción, de la productividad, de la renta monetaria). Concebido únicamente en términos cuantitativos, ignora las cualidades, las cualidades de la existencia, las cualidades de solidaridad, las cualidades del medio, la calidad de la vida, las riquezas humanas no calculables y no crematísticos; ignora la donación, la magnanimidad, el honor, la conciencia. Su proceder barre los tesoros culturales y los conocimientos de las civilizaciones arcaicas y tradicionales; el concepto ciego y tosco de subdesarrollo desintegra el arte de vivir y la sabiduría de culturas milenarias.

Su racionalidad cuantificadora resulta irracional, puesto que el PIB (producto interior bruto) contabiliza como positivas todas las actividades generadoras de flujos monetarios, incluidas las catástrofes, como el naufragio del Erika o el temporal de 1999, y dado que desconoce las actividades benéficas gratuitas.

El desarrollo ignora que el crecimiento tecnoeconómico produce también subdesarrollo moral y psíquico: la hiperespecialización generalizada, las compartimentaciones en todos los campos, el hiperindividualismo, el espíritu de lucro conducen a la pérdida de las solidaridades. La educación disciplinaria del mundo desarrollado aporta muchos conocimientos, pero engendra un conocimiento especializado que es incapaz de captar los problemas multidimensionales y determina una incapacidad intelectual para reconocer los problemas fundamentales y globales.

El desarrollo asume como benéfico y positivo todo lo que en la civilización occidental es problemático, nefasto y funesto, sin por ello incorporar necesariamente lo que en ella hay de fecundo (derechos humanos, responsabilidad individual, cultura humanista, democracia).

El desarrollo aporta sin duda progresos científicos, técnicos, médicos, sociales, pero aporta también destrucciones en la biosfera, destrucciones culturales, nuevas desigualdades, nuevas servidumbres que sustituyen a las antiguos sojuzgamientos. El desarrollo derivado de la ciencia y la técnica aporta en sí mismo una amenaza de aniquilación (nuclear, ecológica) y de temibles poderes de manipulación. El término de desarrollo durable o sostenible puede enlentecer o atenuar, pero no modificar ese curso destructor. De ahí que no se trate tanto de enlentecer o atenuar, sino de concebir un nuevo punto de partida.

En fin, el desarrollo, cuyo modelo, ideal y finalidad es la civilización occidental, ignora que esta civilización está en crisis, que su bienestar comporta malestar, que su individualismo comporta enclaustramiento egocéntrico y soledad, que sus expansiones urbanas, técnicas e industriales comportan estrés y perjuicios, y que las fuerzas que ha desencadenado tal “desarrollo” conducen a la muerte nuclear y a la muerte ecológica. Tenemos necesidad no de continuar sino de un nuevo comienzo.

Toda nueva evolución supone una involución

El desarrollo ignora que un verdadero progreso humano no puede partir del hoy, sino que necesita un retorno a las potencialidades humanas genéricas, es decir, una regeneración. Lo mismo que un individuo lleva en su organismo las células madre totipotentes, que pueden regenerarlo, así la humanidad lleva en sí los principios de su propia regeneración, aunque dormidos, encerrados en las especializaciones y las esclerosis sociales. Son estos principios los que permitirán sustituir la noción de desarrollo por la de una política de la humanidad (1) (antropolítica), que sugerí hace mucho tiempo, y la de una política de civilización (2).

Por una política de la humanidad

La política de lo humano tendría como su más urgente misión solidarizar el planeta.

De manera que una agencia ad hoc de las Naciones Unidas debería disponer de fondos propios para la humanidad desfavorecida, sufriente y miserable. Debería comportar una Oficina mundial de medicamentos gratuitos para el sida y las enfermedades infecciosas, una Oficina mundial de alimentación para las poblaciones desposeídas o golpeadas por la hambruna, una ayuda sustancial a las ONG humanitarias. Las naciones ricas deberían proceder a una movilización masiva de su juventud en un servicio cívico planetario dondequiera que las necesidades se hacen sentir (sequías, inundaciones, epidemias). El problema de la pobreza se estima mal en términos de renta; es sobre todo el de la injusticia que sufren los indigentes, miserables, necesitados, los subalternos, los proletarios, no sólo ante la malnutrición o la enfermedad, sino en todos los aspectos de la existencia donde están desprovistos de respeto y consideración. El problema de los desposeídos es su impotencia ante el desprecio, la ignorancia, los golpes de la suerte. La pobreza es mucho más que la pobreza. Es decir, para lo esencial, no se calcula ni se mide en términos monetarios.

La política de la humanidad sería correlativamente una política de justicia para todos los no occidentales, que sufren la negación de los derechos reconocidos por Occidente para sí mismo.

La política de la humanidad sería, al mismo tiempo, una política para constituir, salvaguardar y controlar los bienes planetarios comunes. Mientras que éstos actualmente son limitados y excéntricos (la Antártida, la Luna), haría falta introducir el control sobre el agua, sus retenciones y sus desvíos, así como sobre los yacimientos petrolíferos.

La política de civilización tendría como misión desarrollar lo mejor de la civilización occidental, rechazar lo peor, y operar una simbiosis de civilizaciones integrando las aportaciones fundamentales de Oriente y Sur. Esta política de civilización le sería necesaria al mismo Occidente. Éste sufre cada vez más la dominación del cálculo, la técnica y el beneficio sobre todos los aspectos de la vida humana; de la dominación de la cantidad sobre la calidad; de la degradación de la calidad de la vida en las megápolis; de la desertificación de los campos dedicados a la agricultura y la ganadería industriales, que han producido ya numerosas catástrofes alimentarias. La paradoja es que esta civilización occidental que triunfa en el mundo está en crisis en su mismo núcleo, y su cumplimiento viene a revelar sus propias carencias.

La política del hombre y la política de civilización deben converger en los problemas vitales del planeta. La nave espacial Tierra está propulsada por cuatro motores asociados y a la vez incontrolados: ciencia, técnica, industria, capitalismo (beneficio). El problema es establecer un control sobre estos motores: los poderes de la ciencia, los de la técnica, los de la industria deben estar controlados por la ética, que no puede imponer su control sino mediante la política; la economía debe no sólo estar regulada, sino que debe hacerse plural, incluyendo mutualidades, asociaciones, cooperativas, intercambios de servicios.

Así, una sociedad mundo, para resolver sus problemas fundamentales afrontar sus peligros extremos, debería comportar a la vez una política del hombre y una política de civilización. Pero para esto tiene necesidad de gobernanza. Una gobernanza democrática mundial está actualmente fuera de alcance; sin embargo, las sociedades democráticas se preparan por medios no democráticos, es decir, con reformas impuestas.

Sería deseable que esta gobernanza se efectúe a partir de Naciones Unidas, que así se confederarían, creando instancias planetarias dotadas de poder sobre los problemas vitales y los peligros extremos (armas nucleares y biológicas, terrorismos, ecología, economía, cultura). Pero el ejemplo de Europa nos muestra la lentitud de una marcha que exige consenso de todos los socios. Haría falta un aumento súbito y terrible de los peligros, la llegada de una catástrofe, que constituyera el electrochoque necesario para las tomas de conciencia y las tomas de decisión.

A través de regresión, dislocación, caos, desastres, la Tierra Patria podría surgir de un civismo planetario, de una emergencia de sociedad civil mundial, de una amplificación de Naciones Unidas, no sustituyendo a las patrias, sino envolviéndolas.

El obstáculo enorme: la misma humanidad

Acabamos de diseñar el esquema racional y humanista de una sociedad mundo, como si ésta debiera formarse según esta racionalidad y este humanismo. Pero no es posible ocultar durante más tiempo los enormes obstáculos que se le oponen.

En primer lugar, el hecho de que la tendencia a la unificación de la sociedad mundo suscita resistencias nacionales, étnicas, religiosas, tendentes a la balcanización del planeta; y que la eliminación de estas resistencias supondría una dominación implacable.

Está, sobre todo, la inmadurez de los Estados nación, de los espíritus, de las conciencias; es decir, la inmadurez fundamental de la humanidad para realizarse a sí misma.

Esto equivale a decir que lejos de forjarse como una sociedad mundo civilizada, según lo habíamos considerado, se forjará, si es que lo logra, una sociedad mundo burda y bárbara. Más aún, frente a la posibilidad de una sociedad mundo confederal, está la posibilidad de una gobernanza imperial, asegurada y asumida por Estados Unidos. Al mismo tiempo que estamos en camino hacia una sociedad mundo, estamos en camino de que esta sociedad mundo tome la forma de un Imperio Mundo. Es verdad que este imperio mundo apenas podría integrar a China, pero podría incorporar como satélites a Europa y Rusia. También es verdad que el carácter democrático y poliétnico de Estados Unidos impediría un Imperio racial y totalitario. Pero no impediría una dominación brutal y despiadada sobre las disconformidades y las resistencias a los intereses hegemónicos. Por lo demás, cualquiera que sea su vía de formación, la sociedad mundo no aboliría por sí misma las explotaciones, las dominaciones, las negaciones, las desigualdades existentes. La sociedad mundo no va a resolver ipso facto los graves problemas presentes en nuestras sociedades y en nuestro mundo, pero es la única vía por la cual, llegado el caso, podría progresar el mundo.

Lo cierto es que, tanto a partir de una sociedad mundo como de un Imperio mundo, podemos entrever un largo camino posible hacia una ciudadanía y una planificación planetarias. El Imperio romano se fundó sobre dos siglos de rapiñas y conquistas feroces, pero, en 212, el edicto de Caracalla concedió la ciudadanía a todos los súbditos del Imperio.

Quiero decir que estamos llegando no sólo a un término histórico, sino a los preliminares de un nuevo comienzo, que, como todos los comienzos, conllevará barbarie y crueldad, y que la ruta hacia una humanidad civilizada será larga y aleatoria. Y esta marcha, que ya se inició después de Hiroshima, se hará a la sombra de la muerte. Quizá este comienzo sea un fin.

Así, haya sociedad mundo o imperio mundo, el problema principal permanece.

En efecto, no se da sólo el desencadenamiento y la confrontación de intereses, ambiciones, poderes, explotaciones, que además favorece el estado actual del mundo; se dan las furias fanáticas, que exacerban los choques entre culturas; se dan igualmente tanto los individualismos occidentales como los comunitarismos de todas partes, que se amplifican conjuntamente sobre el planeta y favorecen el mal primordial de la incomprensión humana. El humanismo de las sociedades occidentales favorece en principio la comprensión, pero este humanismo se inhibe en cuanto surge el antagonismo con otras sociedades. El individualismo occidental favorece más el egocentrismo, el interés personal, la autojustificación que la comprensión del otro; de ahí los estragos de la incomprensión en las familias, los grupos, los lugares de trabajo y, por supuesto, entre aquellos que deberían enseñar la comprensión: los educadores. Al mismo tiempo, en todas las civilizaciones, las cerrazones comunitarias excitan las incomprensiones entre pueblo y pueblo, entre nación y nación, entre religión y religión. De ahí la extensión y la exasperación de las incomprensiones en la extensión y la exasperación de los conflictos, que coinciden con los procesos de emergencia de la sociedad mundo y se esfuerzan incesantemente por arruinar esta emergencia.

Ningún nuevo Buda, ningún nuevo Cristo, ningún nuevo Profeta ha llegado para exhortar a la reforma de los espíritus, a la reforma de las personas, única que podría permitir la comprensión humana. Haría falta, sin embargo, en favor de la civilización mundializada, que sobrevinieran grandes progresos del espíritu humano, no tanto en sus capacidades técnicas y matemáticas, no sólo en el conocimiento de las complejidades, sino en su interioridad psíquica. Está claro que es necesaria una reforma de la civilización occidental y de todas las civilizaciones, que es necesaria una reforma radical de todos los sistemas de educación, pero no está menos claro que reina una inconsciencia total y profunda de la necesidad de esta reforma.

La necesidad de esta reforma interior de los espíritus y de las personas, que se hace imprescindible en la política, resulta evidentemente invisible para los políticos. Así se da la paradoja de que el esquema de una política de la humanidad y una política de civilización, que hemos diseñado, aunque corresponde a posibilidades materiales y técnicas, es una posibilidad real actualmente imposible. Por eso, la humanidad proseguirá largo tiempo con dolores de parto, o de aborto, cualquiera que sea la vía que se imponga.

Así, incluso en la hipótesis de una confederación planetaria, permanece el problema principal: si las ambiciones, los afanes de lucro, las incomprensiones, en suma, los aspectos más perversos, bárbaros y viciosos del ser humano no se pueden inhibir, o al menos regular, si no acontece no sólo una reforma del pensamiento, sino también una reforma del mismo ser humano, la sociedad mundo sufrirá todo lo que, hasta el presente, ha ensangrentado y vuelto cruel la historia de la humanidad, los imperios y las naciones. ¿Cómo acontecería una reforma así, que supone una reforma radical de los sistemas de educación, que supone una gran corriente de comprensión y de compasión en el mundo, un nuevo evangelio, nuevas mentalidades?

Las dos vías de una reforma de la humanidad han llegado a un mismo atolladero. La vía interior, la de los espíritus y las almas, las de las éticas, las caridades y las compasiones no ha podido nunca reducir radicalmente la barbarie humana. La vía exterior, la del cambio de las instituciones y las estructuras sociales, ha abocado al último y terrible fracaso, donde la erradicación de la clase dominante y explotadora suscitó la formación de una nueva clase dominante y explotadora peor que la anterior. Es verdad que las dos vías se necesitan una a otra. Habría que combinarlas. ¿Cómo?

No estamos aún en el nuevo comienzo, estamos en un estado preliminar, en el que un doble desencadenamiento incontrolado puede barrer todas las posibilidades de un nuevo comienzo. Es el desencadenamiento del cuatrimotor ciencia-técnica-industria-beneficio, asociado al desencadenamiento de las barbaries que suscita y resucita el caos planetario.

La peor amenaza y la mayor promesa llegan al mismo tiempo con el siglo. Por un lado, el progreso científico-técnico ofrece posibilidades de emancipación hasta ahora desconocidas, con respecto a las constricciones materiales, las máquinas, las burocracias, con respecto a las constricciones biológicas de la enfermedad y de la muerte. Por otro lado, la Muerte colectiva por armas nucleares, químicas, biológicas, por degradación ecológica, proyecta su sombra sobre la humanidad: la edad de oro y la edad de horror se presentan a un mismo tiempo en nuestro porvenir. Quizá se mezclarán en la continuación, en un nuevo nivel sociológico, de la edad de hierro planetaria y de la prehistoria del espíritu humano…

¿La esperanza?

La superación de la situación necesitaría una metamorfosis del todo inconcebible. Sin embargo, esta constatación desesperante comporta un principio de esperanza; sabemos que las grandes mutaciones son invisibles y lógicamente imposibles antes de que aparezcan; sabemos también que aparecen cuando los medios de que dispone un sistema se vuelven incapaces de resolver sus problemas. Así, para un eventual observador extraterrestre, la aparición de la vida, es decir, de una nueva organización más compleja de la materia físico-química y dotada de cualidades nuevas, habría sido tanto menos concebible cuanto que se produciría en medio de torbellinos, tempestades, borrascas, erupciones, temblores de tierra.

Además, la metamorfosis no es imposible, es improbable. Aquí aparece un segundo principio de esperanza: con frecuencia lo improbable sucede en la historia humana. La derrota nazi era improbable en 1940-41, cuando el Tercer Reich dominaba Europa y había invadido victoriosamente la Unión Soviética.

En fin, hay un principio de esperanza en lo que Marx llamaba el hombre genérico: recordemos que las células madre, capaces de regenerar la humanidad, están presentes, por doquier, en todo ser humano y en todas las sociedades, y que se trata de saber cómo estimularlas.

Así, pues, es posible mantener la esperanza en la desesperanza.

Añadamos a esto la apelación a la voluntad ante la grandeza del desafío. Aunque casi nadie tenga aún conciencia, nunca ha habido una causa tan grande, tan noble, tan necesaria como la causa de la humanidad para, a la vez e inseparablemente, sobrevivir, vivir y humanizarse.

Post scriptum

Las tres y quizá cuatro vías:
1. La vía de la reforma interior (moral, psíquica).
2. La vía de la reforma del pensamiento (vinculada a la primera, pero específica).
3. La vía de la reforma de las estructuras sociales.
4. La ¿vía? (por examinar) de la reforma mental con la intervención de las ciencias neurocerebrales y genéticas.

Nuestro sistema no tiene los medios para tratar ni resolver estos problemas.

Notas

1. Introduction à une politique de l’homme. París, Seuil, 1965. (Edición aumentada con «Postface: pour entrer dans le chaos». París, Seuil, 1969; reeditada y completada, en 1999).

2. Une politique de civilisation (en colaboración con Sami Naïr). París, Arléa, 1997.

El discurso dominante del ingles

Robar a un hombre su lenguaje: allí comienzan todos los asesinatos legales. Este es el epígrafe, una cita de Barthes, con que Calvet comienza su libro y que condensa el sentido social de un análisis focalizado en las lenguas y los grupos humanos que las hablan y en la necesidad de intervenir sobre las situaciones lingüísticas de las sociedades. Esas dos disciplinas, Sociología del Lenguaje y Políticas Lingüísticas, señalan la apuesta de los estudios sobre el lenguaje centrados en los procesos históricos y políticos. Un objetivo es elaborar estrategias lingüísticas para cada sociedad que den cuenta no sólo de los cambios que emergen de la globalización, sino que contribuyan a una democracia lingüística opuesta al poder de aquellas lenguas que pretenden ser únicas.

A comienzos del 70, Calvet planteó los fundamentos de la Sociología del Lenguaje. Analizar el escenario lingüístico de un pueblo, determinar cuáles son las relaciones entre lengua y sociedad, investigar los vínculos y las opciones que, frente al colonialismo o la mundialización neoliberal, se dan entre los grandes grupos lingüísticos —aquellos integrados por millones de hablantes como el chino, árabe, inglés, español— y los hablantes de lenguas amenazadas que sufrieron procesos de minorización como la prohibición de su lengua y la persecución de sus hablantes (romaní, yddish).

La lengua es política, por la voluntad de sus miembros o por intervención del Estado, para ejercer control o imposición, definir las estructuras de poder y delimitar a los sujetos “aquellos que son ciudadanos, tienen legitimidad o bien, son oprimidos lingüísticos”. La hegemonía del inglés en ciencia, industria cultural y tecnologías de la información y comunicación que demuestra que la dominación de las mentes importa tanto como la conquista de territorios, recursos naturales y mercados, la apuesta del francés por expandir su uso bajo el principio de la excepción cultural, la política lingüística de España que relega a las otras lenguas peninsulares, las variedades de contacto y las lenguas indígenas de Iberoamérica bajo el lugar común de la comunidad hispanohablante ideal, la realidad de las lenguas periféricas —6.000 lenguas habladas por el 5% de la población mundial— resultado histórico del colonialismo, son ejemplos de las luchas que rigen a las distintas lenguas del mundo desde el expansionismo hasta la supervivencia. Para Calvet, la geopolítica lingüística deviene en una ecología de las lenguas homologable a la biodiversidad y los derechos culturales. Las lenguas gravitan unas con respecto a otras, son atraídas por un centro pero en ese ascenso muchas de ellas son alienadas incluso eliminadas. Desde el nivel más débil, lenguas periféricas (galés, vasco) gravitan alrededor de una lengua central (inglés, español), estas lenguas centrales se ubican dentro de un Estado y tienden a las lenguas supercentrales ya utilizadas (francés, portugués). Finalmente, las lenguas hipercentrales (el inglés, el árabe) hegemonizan la comunicación no sólo por el número de sus hablantes sino por la presión lingüística que ejercen.

En estos posicionamientos confluyen las ideologías lingüísticas, es decir, la visión que una comunidad tiene de su lengua y de otras. En Lingüística y colonialismo se destacan la glotofagia —la acción simbólica y punitiva de suponer las otras lenguas inferiores a la propia— y el racismo lingüístico, la consideración del estadio evolutivo de las lenguas —jergas habladas por seres inferiores contrapuestas a las lenguas de civilización— que fueron el soporte ideológico del colonialismo y hoy lo son del neoliberalismo, en la medida en que son portadoras del nuevo mercado lingüístico.

El problema de nuestro presente es la unipolaridad lingüística. Frente a esto emerge, como en 1974, la necesidad de diseñar políticas lingüísticas capaces de re-orientar la tendencia hegemónica del mundo anglosajón, de fortalecer los espacios lingüísticos del español, francés y portugués, de propender a que los grupos lingüísticos amenazados analicen su situación para revertir las tendencias disociadoras a que están sometidas sus lenguas y los grupos migrantes sean respetados en sus diferencias y no condenados al prejuicio social. Muchas comunidades hoy sufren el despojo de sus lenguas, sobre esto trabaja Calvet, siguiendo aquella antigua tradición que dice que nombrar las cosas, ser dueño del lenguaje, equivale a poseerlas.

Las lenguas que colonizan

En los escombros de la ex Yugoslavia se está librando una nueva batalla. Es parte de una guerra diferente, sin armas pero de un alto belicismo al fin. Es la guerra por la identidad, por aquella que construye la lengua. Serbios, bosnios, croatas pueden entenderse perfectamente después de vivir décadas con el serbo croata como idioma oficial. Sin embargo, cada uno de los países que componían ese conglomerado hoy vuelve a hablar su antiguo idioma: el serbio, el croata, el bosnio, etcétera. Hay un deseo de recuperar la lengua despojada y apartada por un intento totalitario de igualación cultural que contribuyó al desmembramiento atroz y violento de los 90.

Pero ése es sólo un ejemplo de las luchas suscitadas en torno al dominio de una lengua sobre las otras. Obviamente es el idioma inglés el que en la actualidad ejerce su dominio por encima de los otros pero hubo otros que fueron iguales de poderosos, cada uno en un momento histórico definido. “La diversidad lingüística es una condición con la que tenemos que convivir, pero el respeto por las lenguas originarias es la condición para que idiomas como el español o el francés sigan existiendo ante el avance diario del inglés a nivel internacional”, dice el lingüista francés Louis-Jean Calvet desde París. Es la opinión de alguien que desde hace más de tres décadas ha investigado la dominación lingüística como parte de la dominación política.

En 1974 Calvet publicó en su país Lingüística y colonialismo, un libro que mostraba de qué modo el estudio de las lenguas había establecido escalones, castas, podios en los que se situaban las lenguas dominantes y dominadas y que había servido como apoyo cultural a las campañas coloniales a lo largo de la historia. La obra se tradujo a varios idiomas, incluyendo el español, pero recién ahora llega a nuestro país (Fondo de Cultura Económica).

Calvet es profesor de sociolingüística de la Universidad de la Sorbona de París y autor de Pour une écologie des langues du monde y de Las políticas lingüísticas. Además escribió una completa biografía de Roland Barthes y la Historia de la escritura, entre otros. Su libro Lingüística y colonialismo llega 31 años después de su versión francesa y con una traducción diferente a la que se conoce en España. ¿Pero es acaso un libro viejo?, ¿Pudo la globalización descalificarlo como perimido y vetusto? “Todo lo que dice el libro sobre el análisis histórico de las relaciones entre discurso colonial y discurso lingüístico, entre prácticas coloniales y prácticas lingüísticas, no envejeció, por lo menos eso creo. En cambio, los que eran países colonizados tienen treinta y un años más de independencia. Y no hicieron gran cosa por la defensa y la promoción de sus lenguas. Mi libro, al tiempo que un análisis científico, era también un libro militante, un llamado a la acción. En ese sentido, tuvo poco efecto, ya que vemos que Timor oriental adopta por lengua nacional… ¡el portugués!”.

Calvet intenta demostrar que la lingüística ha estado al servicio del colonialismo y que el esquema evolutivo de las lenguas es profundamente eurocentrista. Fueron el español, el portugués, el francés y definitivamente el inglés, los idiomas que ejercieron su poder por encima de lenguas a las que en muchos casos condenaron como dialectos. En el inicio de los tiempos se calificaba de bárbaras a todas las lenguas con excepción del latín y del griego. A ellas podía sumarse el hebreo solamente por su antigüedad y también porque se la consideraba una lengua sagrada inspirada por Dios.

Pero los estudios lingüísticos de las lenguas de las colonias fueron detonantes para enmarcar y congelar lenguas masivas en dialectos. Calvet dice que cuando Maurice Delafosse estudió las lenguas del antiguo Sudán sostuvo y diseminó la idea de que las lenguas bambare, malinke y el diula son dialectos de una lengua, el mande, de las que habrían surgido. Esta hipótesis podría ser correcta, pero, pregunta Calvet: “¿por qué no conceder el nombre de lengua más que al mande, desaparecido desde hacía tanto tiempo? ¿Por qué no detenerse en la relación entre mande y bambara y, por otro parte, entre bambara, malinke y diula, del mismo modo que en la relación entre latín y francés, español e italiano?”.

La respuesta a estos interrogantes es que los idiomas francés y bambara han tenido tratamientos diferenciados por la cultura europea, la dominante de las culturas africanas. Calvet ennumera: el francés se escribe, el bambara no; el francés es el idioma de un pueblo de larga tradición cultural, el bambara no; y por último “el francés es el idioma del colonizador blanco, el bambra el del colonizado negro”. Este último punto resume la diferencia sin solución de la relación entre lengua y dialecto.

Y aunque el continente vivió su revolución al cortar lazos políticos con los países centrales la situación cultural no cambió con la descolonización: la lengua de los conquistadores sigue siendo la lengua del Estado, la de la escolarización, lo que ha reforzado en todo sentido el poder las lenguas coloniales.

Los procesos de migraciones del siglo XX multiplicaron los lugares de conflicto y se generaron nuevos escenarios de la tensión lingüística en las principales ciudades del mundo adonde arribaron ciudadanos del mundo empobrecido. Inglaterra, Francia, Alemania, España, Estados Unidos, Italia son países donde se viven estos conflictos generados por los choques de lenguas: la del nativo contra la del inmigrante, que a su vez suelen generar nuevos espacios idiomáticos. “En esos países hay una gran ignorancia respecto de las lenguas de los inmigrantes, así como sobre las lenguas endógenas, pero no es una cuestión racista pero sí de indiferencia. Lo mismo ocurre en América latina en relación con las lenguas indígenas, excepto tal vez en Paraguay. Al mismo tiempo en Francia se aprende cada vez más chino, árabe, japonés y español”.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la preponderancia del inglés por encima de otras lenguas se hizo evidente. La globalización lo impuso como el idioma de la economía, la política y también se impuso en el mundo de la cultura. Sobre esta última área el mercado de las traducciones muestra la imagen perfecta de esta preeminencia. En los Estados Unidos y en el Reino Unido, menos de un 5% de las obras publicadas son traducciones; en Francia y Alemania este número ronda el 12% mientras que en España e Italia llega al 20%. “Esto significa —dice el sociólogo brasileño Renato Ortiz en su libro Mundialización: saberes y creencias—, que cuanto más central es un idioma en el mercado mundial de bienes lingüísticos, menor es la proporción de textos traducidos a él. El corolario de este axioma es que las traducciones entre lenguas periféricas se vuelven cada vez más difíciles, pues deben pasar necesariamente por el vernáculo mundial”.

Calvet sostiene que en el modelo gravitacional propuesto el inglés es la lengua pivote, hipercentral, en torno de la cual gravitan una decena de lenguas supercentrales (español, francés, chino, hindi, etcétera) que son a su vez el pivote de gravitación de lenguas centrales. “Ese modelo nos permite ver el aspecto lingüístico de la globalización, y desde ese punto de vista el inglés es la lengua »global’’, lo cual no es necesariamente algo bueno para esa lengua. Se está diluyendo”.

La hegemonía del inglés la sufren hasta los canadienses francoparlantes. Todos ellos hablan inglés, pero no todos los angloparlantes hablan francés en un país que se supone bilingüe. “No se trata de un falso bilingüismo, sino de un bilingüismo de sentido único. En Canadá se aplica el principio de la personalidad: todo ciudadano tiene derecho a su lengua (inglés o francés) en todo el territorio. Así, en Quebec o en Nueva Brunswick, los francófonos pueden ser dominantes, pero en otros lugares son minoría. En el ámbito gubernamental, sin embargo, tienen derecho a exigir que se les hable en su lengua. Pero, alguien bilingüe de Nueva Brunswick por lo general tiene el francés como primera lengua, mientras que un anglófono rara vez es bilingüe. Es una de las manifestaciones del poder”.

Las formas del racismo moderno o de la dominación toman diferentes caminos. Por ejemplo, el acento suele ser tomado como objeto de burla no sólo en los países centrales sino también en los periféricos. Calvet cuenta que “en Egipto, se burlan en la tv de los habitantes del sur; en Marruecos del acento de los bereberes y en América latina de la forma de hablar de los argentinos…” Además, es algo habitual el menosprecio por las tonadas de los habitantes del interior de nuestro país, por ejemplo, en las grandes ciudades.

Y en el horizonte de esta polémica aparece la preservación de las lenguas. La pregunta obligada es qué hacer para protegerlas, para defenderlas del acoso del inglés. Concluye Calvet: “Es un tema complejo. Sin duda no hay que liquidarlas, hacerlas »morir’’. Pero las lenguas no son focas ni ballenas que debamos proteger como especies en riesgo de extinción. Yo trabajo en el ámbito de las políticas lingüísticas y tengo un principio: »Las lenguas están al servicio de los seres humanos, y no a la inversa.’’ No estamos al servicio de las lenguas. Pero si éstas nos son útiles, incluso por razones exclusivamente identitarias, entonces hay que protegerlas”.