Combates por la historia. Otras historias

COMBATES POR LA HISTORIA.
OTRAS HISTORIAS.
Antonio Torres Montenegro

Introducción

Me gustaría empezar esta charla intentando interpretar algo de esa movilización que nos ha reunido hoy aquí en la Universidad de Panamá para el II Encuentro Internacional de Historia Oral “Construyendo otra Historia: Fuentes y Metodología” y el II Encuentro Nacional de Historia Oral “Experiencias Historiográficas Docentes y Visuales”.

En 2005, el Colectivo de Historia Oral y la Asociación Pedagógica por el Trabajo Social bajo la coordinación del Profesor Fabio Castro Bueno, realizaron en la Universidad Nacional de Colombia el I Encuentro Internacional de Historia Oral “Oralidad y Archivos de la Memoria” y el I Encuentro Nacional de Historia Oral “Usos y Expresiones de la Oralidad en la Educación”. En aquella oportunidad estuvimos reunidos profesores y pesquisadores de Méjico, Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Panamá, Brasil y Colombia. Pudimos apreciar las presentaciones de importantes trabajos en el área de historia, antropología, sociología, educación, literatura, así como la proyección de vídeos especiales, documentales y diversas actividades artísticas. Esas presentaciones revelaron reflexiones y análisis muy significativos que mediaban la utilización de fuentes orales y disfrutaban de un excelente nivel académico. De repente, los participantes, todos nosotros, fuimos sorprendidos con el estrecho conocimiento de que disfrutábamos acerca de lo que estábamos pesquisando, escribiendo, debatiendo en nuestros países, universidades, sociedades, a pesar de situarnos tan próximos, geográficamente. Esta es la primera cuestión que pongo en evidencia, o sea, ¿qué nos hace tan próximos y al mismo tiempo tan distantes?

Este movimiento que se propone congregar profesores y pesquisadores latino-americanos, incentivando la participación de profesores y pesquisadores de otros continentes, se identifica y se refleja en las palabras de la profesora Marcela Camargo de la Universidad de Panamá cuando afirma que uno de nuestros objetivos es compartir experiencias, discutir teorías, reconocer metodologías, identificarnos con la vida de otras y de otros, fortalecer nuestras luchas contra la negación de la memoria, hacer amistades, constituir redes.

Pienso que históricamente vivimos un momento muy especial en América Latina que exige de nosotros en cuanto antropólogos, sociólogos, historiadores y educadores una práctica dialógica y una reflexión crítica que posibiliten una relectura del pasado, buscando de forma permanente otras respuestas para el presente. Esa búsqueda constante, esa reinterpretación del pasado puede propiciar elementos que nos ayuden a romper con las prácticas y los discursos de dominación, discriminación y desigualdad que se perpetúan muchas veces por medio de recreaciones y reinvenciones que se actualizan permanentemente. Cuando me refiero a una práctica dialógica, estoy pensando en la necesidad innegociable de preservar la libertad de pensamiento y de expresión como condición esencial para que la circulación de ideas, proyectos y oposiciones se propague por la sociedad. Todavía, como afirma el filósofo Gilles Deleuze, si las opresiones son tan terribles es porque impiden los movimientos (1)

Existen, en la actualidad, gobiernos recién elegidos considerados de izquierda, por más impreciso que sea este concepto, en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Argentina, Chile, Nicaragua y Brasil. Tenemos conciencia que hay muchas diferencias entre esos países y que, de alguna forma, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua preservan una uniformidad política, mientras que Brasil, Argentina, Chile y Uruguay mantienen una cierta autonomía, o lo que es lo mismo, propuestas diferenciadas, podríamos así decir. Tal vez uno de los grandes desafíos para todos nosotros, en cuanto intelectuales, sea el de encontrar formas de actuar en nuestros países de manera que pudiéramos contribuir para que esos gobiernos que se han elegido, afirmando romper con la tradición neo-liberal y conservadora, reinante en el continente, no fracasaran y dieran oportunidades para que surgiera una nueva rodada de gobiernos de derecha.

Realizadas esas consideraciones de carácter histórico general, paso a reflexionar sobre dos temas que, de alguna forma, considero centrales al trabajo que utiliza las fuentes orales y al movimiento/encuentro latino-americano. El primer tema se refiere a la memoria y el segundo al imperialismo cultural.

En defensa de la memoria

Iniciaría entonces por la memoria, destacando la actualidad no apenas académica de ese tema, sino también política, en el sentido más amplio que podamos atribuirle a ese concepto. Rescato un acontecimiento que, a pesar de referirse a la memoria de un genocidio ocurrido en la primera mitad del siglo 20, en la Europa Oriental, la lucha por silenciar, por olvidarse de ese pasado, continúa haciendo víctimas. Me refiero al asesinato del periodista armenio Hrant Dink, editor del semanario bilingüe Agos, ocurrido el viernes 19 de enero de 2007, en Estambul. Durante la Primera Guerra Mundial, el gobierno turco, afirmando que los armenios eran traidores, procedió a la deportación de la población de Armenia al desierto, lo que resultó en la muerte de centenas de millares.

Dink transmitía, por intermedio de sus artículos, la necesidad de luchar contra el silencio y el descuido de ese pasado. Sin embargo, sufría constantes amenazas. Hasta llegó a ser procesado por haber dado una entrevista a un periódico suizo, para el cual afirmó que 30 mil curdos y 1 millón de armenios fueron muertos en esas tierras y nadie parece atreverse a hablar sobre esto. Entre tanto, no podemos pensar en ese asesinato apenas como un acto aislado, cometido por un joven de 17 años, asociado a una cadena de odio religioso y nacionalista que aún gana fuerza entre diversos grupos en Turquía.

La Constitución del país, en su artículo 301, afirma que cualquier persona que ofenda a su país o al pueblo turco puede ser procesada. O sea, hay una política oficial de control de la memoria, del pasado, de la historia; la lectura o la relectura del pasado están siempre en constante vigilancia, siendo controladas. El silencio que ha dominado y domina ese genocidio le habría propiciado a Hitler un argumento decisivo para su política de exterminación. Según Janine Altounian, Hitler había declarado en 21 de agosto de 1939: Les ordené a las unidades especiales del SS que se apoderaran del frente polonés y que mataran sin pena alguna a hombres mujeres y niños. ¿Quién aún habla de los exterminios de los armenios, hoy en día? (2). Esas cuestiones han adquirido una importancia vital en nuestros tiempos, en los que las políticas de la memoria están en el foco de la historia.

En reciente Encuentro Internacional de Historia Oral, ocurrido en Sydney en Australia, la conferencia de apertura realizada por el Profesor Peter Read (3), tuvo como título: La verdad que nos tornará completamente libres: reconciliación nacional, historia oral y conspiración del silencio. El objetivo de su conferencia fue poner en discusión la relación entre memoria y políticas nacionales de reconciliación, comparando la política de la memoria de Chile, posterior al período Pinochet a la de Australia, la política oficial de reconciliación nacional que se había establecido frente al robo de millares de niños aborígenes sustraídos de sus familias.

Empezando por el análisis del asesinato de millares de hombres y mujeres por el régimen Pinochet, Peter Read registra y destaca el significativo informe realizado por la Comisión Nacional, que entrevistó a millares de víctimas presas y torturadas por la dictadura chilena. En ese documento es posible comprender que la perspectiva de reconciliación nacional propuesta a partir de ese informe, no había sido alcanzada al conocerse lo que había ocurrido por intermedio de los relatos orales, sin embargo, cuando se descubría la identidad de los torturadores, ellos sí podrían ser llevados a juicio. (4)

Para el autor, la cuestión o la pregunta que se coloca: por medio de la historia oral, ¿es posible alcanzar la reconciliación nacional? O sea, ¿ésta garantiza el acceso a la verdad? Sobre todo, considerando cómo es de difícil entrevistar a los torturadores. Aunque su conferencia se proponía a reflexionar acerca del proyecto de Reconciliación Nacional, relatando y reflexionando de forma comparativa entre el caso de Chile y el de Australia, afirma que su objetivo no es realizar cualquier crítica al gobierno de Chile, porque no estaba allá, porque no era chileno. Su cuestión es pensar la historia de Australia y en especial, el caso de la historia de los aborígenes, en un país que nunca había sido amenazado por la instabilidad política.

En este sentido, revela Peter Read que en 1990 el segmento laboral del gobierno de Australia implementó el Consejo de Reconciliación de Aborígenes. Ese Consejo, constituido por 15 aborígenes y 15 no aborígenes, debería presentar en el año 2000 un documento de reconciliación nacional. Dicho documento, al ser concluido y aprobado por la Comisión instaurada, fue sometido a las comunidades aborígenes y después de una prolongada y delicada negociación, aceptado por éstas.

Sin embargo, el nuevo gobierno, de cuño conservador, rechazó el documento elaborado por la Comisión. En seguida, dicho gobierno destinó un millón de dólares a un proyecto de historia oral para registrar la historia de toda una generación de niños aborígenes robados. Ese proyecto, coordinado por la Biblioteca Nacional da Australia, propuso como uno de sus objetivos oír a todos los que de alguna forma habían participado de la construcción de aquella historia: las chicas, hoy en día adultas, sus padres, los misionarios, los funcionarios de las instituciones que participaban del internamiento, la policía que los capturaba, así como los funcionarios de órganos gubernamentales responsables por esa política.

Por intermedio de entrevistas orales, grabadas, centenas de relatos de memoria registraron marcas y significados acerca del pasado. La cuestión que se desea plantear es que si posteriormente a esa profusión memorialista sería oportuno el trabajo del historiador; o sea, si a partir de las cuestiones que la sociedad actual coloca, con la ayuda de otras fuentes documentales y de referencias teórico-metodológicas sería elaborada una historia de la generación de niños aborígenes robados. A lo que la sociedad tendrá acceso frente a ese expresivo archivo oral será a las narrativas de acusación, relatos de sufrimientos, confesiones de culpa, corriéndose el riesgo de no romper con el círculo del pasado. Sin embargo, ha sido en un artículo de Maria Helena Capelato, “Memoria de la dictadura militar en Argentina: un desafío para la Historia” (5), que he encontrado elementos teóricos e historiográficos para enfrentar de manera más efectiva el impasse metodológico que la publicación de las historias de vida de los padres me colocaba.

La historiadora presenta un cuadro muy significativo al debate que se establece en Argentina, en torno del tema historia y memoria, con base en un conjunto de relatos de los perseguidos, de los presos y de los torturados por la dictadura militar que se mantuvo en el poder desde 1976 hasta 1983. Las reflexiones construidas, valiéndose de una experiencia histórica directa, han posibilitado historiar el debate y establecer nuevos parámetros de análisis. Siguiendo el sendero del debate político que se delineó al término del régimen militar en Argentina, Maria Helena Capelato resalta la relevancia social, histórica y política de la publicación del Informe – también conocido como Nunca Más – que presenta las declaraciones de 1092 testigos, en las que se describen las crueldades atroces, las formas de tortura, los asesinatos denunciados por familias de desaparecidos y de víctimas libertadas o mismo de las que escaparon de los campos de concentración. Ese documento puede ser considerado como el acto de fundación de la construcción de la memoria de la dictadura en Argentina. En los años siguientes van a surgir otras manifestaciones de la memoria, por medio de películas, piezas teatrales, exposiciones de fotos y conmemoraciones de fechas significativas. Todo ese conjunto de signos que provenientes del pasado intenta establecer una versión realista y definitiva de la historia por medio de la memoria.

Observase, entonces, cómo en la década de 1990 la memoria acerca del período de la dictadura se ampliaba considerablemente y los abusos de la memoria empezaban a configurarse como un problema. ¿Qué debemos recordar y de qué debemos olvidarnos para poder atender al presente y al futuro?

El desafío de superar ese impasse empieza a ser evidenciado por la sociedad y en ese sentido, algunas publicaciones, como Los trabajos de la memoria, de la socióloga argentina Elizabeth Jelin, presentan una significativa contribución a este debate. La historiadora Beatriz Sarlo, en su estudio “Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo”, insiste con mucha propiedad en que la memoria debe servir a la comprensión y no apenas a la rememoración. Es posible, por medio de la experiencia histórica de la dictadura y de las reflexiones que suscita, entre intelectuales argentinos, considerar también un pasaje del libro de Jean Marie Gagnebin, “Recordar, escribir, olvidar”, en el que la autora afirma:

No se trata de recordar el pasado, de tornarlo presente en la memoria para permanecer en el registro de la queja, de la acusación, de la recriminación […] En oposición a esas figuras melancólicas y narcisistas de la memoria, Nietzsche, Freud, Adorno y Ricoeur, cada uno en su contexto específico, ha defendido un recuerdo activo: un trabajo de elaboración y de luto en relación al pasado, realizado por medio de un esfuerzo de comprensión y de entendimiento del pasado y también, del presente. Un trabajo que, ciertamente, recuerda a los muertos, por piedad y fidelidad, pero también por amor y atención a los vivos. (6)

Esas reflexiones vienen a enriquecer todo ese debate, al apuntar los riesgos y armadillas de la polifonía memorialística. Sin embargo, al adoptarse a una perspectiva de la memoria como trabajo, como elaboración y reelaboración que atiende al presente, es posible establecer un diálogo muy fecundo con la historia, con la sociología, con la antropología, con la educación, en síntesis con las demás áreas del conocimiento.

En las pesquisas que vengo desarrollando (desde fines de la década de 1990), he realizado decenas de entrevistas con padres que emigraron de países de Europa y también de los EEUU para Brasil, en las décadas de 1950/1960. Entre esas entrevistas, cinco historias de vida, de dos padres holandeses, dos franceses y un belga, me han parecido emblemáticas. Planeé durante años publicarlas, sin embargo, el recelo de ser denominado “historiador oral”, me ha hecho guardarlas durante casi diez años. Escribí apenas algunos pocos artículos, en los que las comentaba.

Sin embargo, todo ese debate actual sobre la relación historia y memoria, que he relatado en esta conferencia, me ha ayudado a entender que el gran desafío a la publicación de esos documentos de la memoria, de manera íntegra, sólo se torna posible si se interrumpe el dominio de los significados memorísticos. Si la escritura historiográfica/antropológica/sociológica/política proyecta otro sentido y otro significado para aquellas memorias, podrá articular y atender a las cuestiones y a los desafíos del presente y del futuro. En última instancia, si es capaz de instituir aquello que el filósofo Walter Benjamin denomina de una historia a contrapelo.

El imperialismo cultural

La problemática que he elaborado, después de incansables lecturas de esas cinco entrevistas, estudios de una vasta historiografía sobre el tema y las desafiadoras reflexiones de algunos teóricos, ha sido la del colonialismo como dominación política y cultural. Mis pesquisas y análisis de documentos orales y escritos acerca de la década de 1950/1960 han posibilitado comprender que, para la Iglesia Católica, o más propiamente para su cuerpo dirigente, Brasil era visto como un país al que los padres deberían ser enviados no apenas en misión religiosa, pero también política. La encíclica de Pío XII “Fidei Donum”, publicada alrededor de 1955, convocaba a los obispos de países europeos y de los EEUU a que enviaran padres en misión a África y América Latina, con el objetivo de combatir el protestantismo, el espiritismo y el comunismo.

Se podría imaginar lo que representaba para Brasil y también para muchos países de América Latina recibir a un ejército de padres que emigraba, con la perspectiva de que irían a un país atrasado, en los aspectos religioso, cultural, social, político y económico y que además, su misión sería la de salvar a ese pueblo de la “oscuridad del atraso”. Al fin y al cabo, de manera general, es esa la percepción y la concepción de la mayoría de las personas que son educadas y formadas en los países del hemisferio Norte.

En esa caminada que no es apenas intelectual pero también de vida, mucho me han ayudado las reflexiones de Edward Said, en ‘Cultura e Imperialismo’. Éste despertó mi atención para la dimensión amplia y compleja de cómo la dominación económica exterior se opera por medio de un dominio simultáneo en el campo cultural. En ese sentido, considerando la invitación expresa en la encíclica Fidei Donum, ésta puede ser leída desde una perspectiva imperialista. Esos padres no venían en misión apenas para discutir y reflexionar conjuntamente con los cristianos de Brasil acerca del protestantismo, del espiritismo y del comunismo. Al contrario, su objetivo era educar, reeducar, enseñar valores y principios por medio de discursos y prácticas de combate al protestantismo y al comunismo. En última instancia, los padres tenían una misión: realizar un combate religioso y político.

Es posible considerar esta visión del dominio cultural de la Iglesia Católica, tomándose por base las directrices generales expresas en la Encíclica, como una perspectiva de análisis macro-histórica; en la que ella, de cierta manera, informaba la concepción del mundo de una gran parcela de los padres. Sin embargo, cuando se puede apoyarse en el trabajo en los relatos orales, un tipo de documentación que posibilita conocer un nivel de experiencia micro, se entiende que “[…] no significa apenas aumentar (o disminuir) el tamaño del objeto en el visor, significa modificar su forma y su trama.” (7) Así es que el padre holandés Lambertus Bogaard, al narrar su llegada a Recife, reconstruyó la experiencia de un choque cultural entre la representación construida/aprendida acerca de Brasil y su propia vivencia. Su relato revela la visión colonialista que los países de Europa han construido de América Latina: “La idea que teníamos en Holanda, de Brasil, era la de un país completamente atrasado. Cuando desembarqué en Recife, me quedé sorprendido con todos aquellos edificios. Pensaba que iba a encontrar especialmente a indios y a negros pobres y atrasados, pero fue exactamente lo contrario.” (8)

Sin embargo, aunque formados en esa visión etnocéntrica, excluyente de otras culturas, muchos padres (y seglares) son capaces de reelaborar y reconstruir sus referenciales y por extensión, sus discursos y prácticas, como expresa el relato de Lambertus:

Nuestra filosofía era la de ayudar al desarrollo del país. Nos sentíamos también responsables, luego, pensábamos que teníamos que hacer las cosas por otros caminos; no valía la pena hacer las mismas cosas. Entonces eso fue creando problemas, pero eso sucede con todos, padres y seglares, que vienen de fuera para ayudar al Brasil. Piensan que sólo ellos tienen las respuestas y pueden imponer sus ideas. Cuesta entender que no podía ser así. Infelizmente hay gente que nunca llega a entender eso. Lógicamente, el catolicismo en Brasil es diferente del de Holanda. En Brasil, hay mucha superstición, miedo de almas, mucho fanatismo, etc. El padre tiene un poder enorme en la comunidad católica. Cuando llegué a Brasil (especialmente al interior), los que mandaban eran el alcalde, el delegado, el juez y el vicario. Lo que el padre decía era ley. En Holanda es diferente. Aquí en el Nordeste no hay diálogo. El seglar sólo obedece. Por otro lado, el padre es subordinado del obispo. El obispo manda y desmanda. Este, a su vez, no asume nada, a no ser la obediencia al Papa. Es una pasividad extremada, lo que incluye el miedo de asumir responsabilidades y de luchar por sus ideas y convicciones. ¡Dios no puede aceptar tal religión! Muchas veces les decía a los compañeros padres y a los fieles: “¡Reaccionen!. ¡Dejen de ser pasivos!” (9)

La postura de que él, el europeo, es quien tiene el conocimiento y la población nada sabe es algo propio de la cultura colonialista e imperialista de Europa. Lambertus asegura que, con mucho esfuerzo, aprendió que no podía o no debía ser “de esa manera”. Sin embargo, muchos no llegan a tener el entendimiento que afirman haber alcanzado. Sobre ese conjunto de padres que nunca había cambiado su perspectiva colonialista, se podía imaginar la influencia y el papel ejercido por ellos en la formación de una visión del mundo de parte de significativas parcelas de la población. Lambertus revelaba aún el choque producido por las prácticas de poder que dominaban la sociedad y la estructura de la Iglesia Católica, así como en su relación con los seglares.

El discurso y la práctica de un padre como Lambertus Bogaard, de cierta forma, propician elementos para entender el porqué una parte del clero pasó a ser acusada de comunista, después de 1964, o de progresista, como la prensa en el período los denominaba. No fue necesariamente lo que se podía pensar como una formación de izquierda, o una práctica de padre operario en Europa, lo que transformó parte del clero en adversaria del régimen militar, sino su propia formación en los principios de la ciudadanía.

Aún explorando la lógica del dominio cultural de la Iglesia Católica y su perspectiva “imperialista”, que, de cierta manera, sigue la lógica de los países denominados ricos, pude encontrar elementos muy significativos para la reflexión que paso a desarrollar en este texto, al leer un segmento del relato de la historia de vida del padre Joseph Comblin. La historia que narra, de alguna forma, hace recordar el texto Imperialismo de Hannah Arendt, mismo que ese paralelo tenga una dimensión mucho más metafórica. Afirma la filósofa: “La expansión como objetivo permanente y supremo de la política es la idea central del imperialismo […] Con el lema ‘expansión-por-amor-a-la-expansión’, la burguesía intentó – y parcialmente consiguió – persuadir a los gobiernos nacionales de la idea de ir en busca del camino de la política mundial”. (10) Para la autora, lo que caracterizaba el imperialismo era la constante expansión.

En vista de esas consideraciones, paso, ahora, al primer segmento del relato del padre Comblin, al reconstruir la aprehensión de su proyecto de vida sacerdotal fuera de Europa:

Terminé los estudios en 1950. Pedí para hacer una experiencia en una parroquia. Un día el obispo auxiliar me llamó para decirme: “Ud. va a la parroquia del Sagrado Corazón en Bruselas.” Era el tercer cooperante de la parroquia que contaba con 10.000 habitantes y cuatro sacerdotes. Era una parroquia que ya había pertenecido a la clase media alta, pero empezaba a entrar en decadencia porque los ricos iban a vivir en barrios más modernos y quien vivía en casas viejas era de un nivel económico más bajo. Sin embargo, los pobres no eran numerosos.

En breve entendí que con esa pastoral la Iglesia iba a ser abandonada en una generación. Aún un 40% de la población iba a misa. Aparentemente, todo corría bien. Sin embargo, a cada año disminuía la proporción de practicantes, en todos los sacramentos. Y sobretodo, la fe se debilitaba. Los valores cristianos, traídos desde el mundo rural, estaban siendo sustituidos por los valores de la nueva sociedad: dinero, consumo, competición, gozo. Y nada se hacía. El clero ciego, completamente tranquilo, viviendo una vida bien pacata; la condición material de la Iglesia cada vez más próspera. No veían nada. La Iglesia nada hacía para resistir a la invasión de esa civilización materialista de consumo que tomaba cuenta de todo. (11)

Así como Hannah Arendt afirma que el capitalismo alcanza una etapa en la que no hay más cómo crecer en el espacio de la nación, Comblin no veía futuro en la Iglesia Católica en su propio país, que aunque próspera materialmente, estaba en decadencia. No había planes de mudanza, lo que se vislumbraba era apenas consolidar lo que ya estaba realizado. La manera como describía su inquietud y desacuerdo, con la situación de la Iglesia en Bélgica, lo llevaba a pensar en ir a actuar en otro país. Pensaba inicialmente en África. Y él mismo afirmaba que, para un belga, esta era la primera idea que venía a la mente. Sin embargo, la convocación de Pío XII, para que los obispos enviaran padres a la América Latina, atendió, de alguna forma, a su inquietud:

Empecé a quedarme preocupado y más tarde, desesperado. Sentía que toda la Iglesia en Europa estaba en el camino de la decadencia y de la desintegración, porque nada ofrecía a los contemporáneos. Tan sólo había esa obsesión del comunismo, que Pío XII alimentaba sistemáticamente. Presté atención a una citación del padre Leiber, que encontré en un libro de Friedrich Heer, un historiador austriaco. La citación era la siguiente: el padre Leiber explicaba que actualmente, la Iglesia era como una fortaleza sitiada en una isla. Fueron destruidos todos los puentes y echaron la llave al agua. Y por más que se deseara, la iglesia no podía salvarse. Así pensaba el hombre que más conocía los pensamientos del Papa. De hecho, Pío XII había destruido todos los puentes que pudieran dar acceso al mundo y condenado a todos los católicos que buscaban acercarse a ese mundo.

Empecé a pensar: “No voy a dedicar mi vida a contemplar la decadencia de la Iglesia en Europa y finalmente su agonía. Voy a intentar encontrar en el mundo otra posibilidad. Pero ¿dónde?”. La primera idea que venía a la mente de un belga era África. Sin embargo, ninguna puerta fue abierta y el desastre parecía cada vez más inevitable. El desastre ocurrió en la década de los años 60 del siglo XX. La Iglesia europea había sido golpeada de muerte por la gran revolución cultural de estos años, sobretodo en 1967 y 1968. Sus pilares morales tradicionales habían caído por tierra con la revolución sexual. Las mujeres habían dejado de transmitir el catolicismo a sus hijos. El capitalismo salvaje del neo-liberalismo se había establecido. La democracia cristiana había entrado en decadencia. Había presenciado todo esto desde lejos. Nada me sorprendía más. El milagro había sido el Concilio que se había reunido antes del desastre. De esta manera, pude elaborar un mensaje para el futuro. Diez años más tarde, el Vaticano II no había sido posible.

De esta época guardé grandes amistades y la impresión de haber perdido los mejores años de la vida. La iglesia europea se había ahogado en el sistema parroquial. ¿Cómo es que el clero local no se daba cuenta? Todos los días ellos renovaban las ilusiones. Simulaban que aún todo existía, simplemente porque tenían la agenda llena de compromisos con una infinidad de pastorales, sin contenido real significativo. Entonces apareció lo imprevisible. Pío XII les hizo a todos los obispos de Europa y de América del Norte un llamado urgente para que enviaran sacerdotes a América Latina.

Se puede comprender por medio de estos relatos (Lambertus Bogaart y Joseph Comblin) que la perspectiva de “imperio religioso”, mantenida hace siglos por la Iglesia Católica, había contribuido al contexto de la Guerra Fría, decisivamente, para su alineamiento al anticomunismo dominante. Entre tanto, al nivel de las micro-relaciones es posible percibir cómo diversos padres, al aceptar misiones en otros países, no iban necesariamente a atender o cumplir el papel definido por la cúpula de la Iglesia. Simultáneamente, frente a la rígida estructura del poder, en el interior de la Iglesia, muchos padres entraron en choque con la orientación de los obispos, a quienes estaban sometidos. Este choque o este conflicto de poder, en la relación entre obispos y padres es tema para otra pesquisa.

El análisis de los relatos de la historia de vida de los padres, al ser articulado a una discusión historiográfica y metodológica del imperialismo y de la dominación cultural de la Iglesia Católica, ha dado otro significado a esa documentación oral. De esa forma, al romper con las armadillas de una polifonía memorística, torna el sentido o el significado de la historia la marca dominante y también posibilita establecer un diálogo productivo entre la historia y la memoria que amplían y enriquecen la operación historiográfica.

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Notas:

1.DELEUZE, Gilles. Conversações. Trad. Peter Pál Pelbart. Rio de Janeiro: Ed. 34. 1992. Pág. 152.
2. ALTOUNIAN, Janine. Ouvrez-moi seulement les chemins d´Arménie. Paris. Les Belles Lettres, 1990, p. 1.
3. Peter Read, diretor do Centro de Estudos Indígenas da Australian National University.
4. READ, Peter. The Truth Which Will Set Us All Free: National Reconciliation, Oral History and the Conspiracy of Silence. Recife. Revista CLIO – Programa de Pós Graduação da UFPE. 2006. P. 185.
5. CAPELATO, Maria Helena. Memória da ditadura militar Argentina: um desafio para a hsitória. In: Clio. 2006. Recife. Editora da UFPE. 2006. (No prelo)
6. GAGNEBIN, Jean Marie. Lembrar, escrever, esquecer. São Paulo: Ed. 34, 2006, p. 102y 105.
7. REVEL, Jacques. Microanálise e construção do social. In: ______ (Org.) Jogo de escalas: a experiência da microanálise. Trad. Dora Rocha. Rio de Janeiro: Editora da FGV, 1998, p. 20.
8. Entrevista com o padre Lambertus Bogaard, em 22 e 23 de agosto de 1998.
9. Padre Lambertus Bogaard, entrevista citada.
10. ARENDT, Hannah. O sistema totalitário. Trad. Roberto Raposo. Lisboa: Dom Quixote, 1973. p. 186-187.
11. Entrevista com o padre Joseph Comblin, em 07 e 24 de março de 1998.

¿La otra izquierda de Rubio?

¿La otra izquierda de Rubio?

Aquiles Montoya (*)

Hace algún tiempo, escribí un artículo titulado “La izquierda que la derecha quisiera”, cuyo contenido podría resumirse en tres palabras: una izquierda domesticada. Ha habido varios intentos fallidos de ser esa izquierda; ahora, Roberto Rubio Fabián, sostiene que “otra izquierda es posible” (LPG, 24.08.09)

Aunque muchos se autodefinen de izquierda en este momento, es preciso señalar que la cuestión clave que diferencia a la izquierda de la derecha es su postura frente al sistema capitalista: se está en contra ó se está favor del sistema capitalista. Entre los que están en contra del sistema cabe señalar la existencia de dos sub-categorías: los consecuentes y los inconsecuentes.

Ahora bien, ser anti sistema no significa estar en contra de la democracia y de la libertad. Por el contrario, implica luchar porque esos dos conceptos se una realidad y no simple formalidad; para lo cual es preciso sustituir las relaciones burguesas de poder por relaciones populares de poder, que conlleva la exigencia de transformación de las estructuras del sistema: estructura económica, política, jurídica, ideológica, social, mediática, del conocimiento, cultural y militar.

Pero ser anti sistema no es posible – al menos para un intelectual – siendo pre-marxista y cayendo en el socialismo utópico. Tampoco es posible ser de izquierda incurriendo en el error de identificar a la teoría marxista con el materialismo histórico y dialéctico; peor aún, cuando sólo conoce ó ha leído algún manualito de economía política, como por ejemplo el de Martha Harneker, tan difundido entre la pseudo intelectualidad salvadoreña en los años 70 y 80.

Con tan pobre formación teórica, es obvio que se planteen preguntas tales como: “¿Puede el concepto marxista de plusvalía explicar el complejo valor de cambio de las finanzas globales y de las crisis internacionales?”. La respuesta a tal pregunta no puede ser otra más que: ¡NO, no se puede!. Porque el concepto de plusvalía no sirve para interpretar eso, ya que la plusvalía es la forma esencial que nos sirve para comprender y explicar las formas fenoménicas de la ganancia industrial, comercial y financiera. Para explicar el valor de cambio, es decir los precios, se requiere comprender la teoría del valor trabajo de Marx. Autor cuyo pensamiento tiene tanta vigencia , al punto que su obra El Capital sea en la actualidad lectura obligada, incluso para aquellos lo rechazan o renieguen de sus ideas.

Un ejemplo de su vigencia la encontramos en la Ley General de la Acumulación de Capital, en la cual Marx preveía las tendencias de largo plazo del sistema capitalista. La primera de estas tendencias tiene que ver con la concentración y la centralización del Capital, cuya expresión actual son las empresas transnacionales y su control de las cadenas productivas globales. La otra tendencia de la acumulación del Capital señalada por Marx, es la que consiste en la pauperización absoluta y relativa de la clase trabajadora, y en su imposibilidad de reproducción material y espiritual. La dinámica del capitalismo se ha encargado por sí misma de dar la razón a Marx, y no solo en los países capitalistas pobres sino también – para mayor sorpresa de los detractores de Marx – en los países capitalistas ricos.

Solo a manera de ejemplo, en el año 2007, antes del estallido de la crisis de las hipotecas subprime, la Oficina del Censo de los Estados Unidos , reportó que en la nación capitalista más poderosa del mundo , había cinco millones más de pobres que en el año 2000, y que el ingreso promedio era mil dólares inferior al que había en 2000. Por su parte, el Ministerio de Asuntos Sociales de Alemania, para ese mismo año, registró que uno de cada cuatro alemanes era pobre o sobrevivía gracias a la ayuda del Estado.

En conclusión: usted puede autodefinirse de izquierda, aunque sea inconsecuente, pero si no es anti sistema y desconoce a Marx, el problema es suyo.

Otra izquierda es posible

Otra izquierda es posible

Por Roberto Rubio-Fabián*

Tal como lo señalamos anteriormente, la izquierda debe honrar su espíritu crítico, y ser capaz de criticarse a sí misma y sus propias bases conceptuales. Los conceptos de lucha de clases, dictadura del proletariado, plusvalía, el materialismo histórico, etcétera, son totalmente insuficientes para dar cuenta del complejo y acelerado mundo en que vivimos. La realidad ha cambiado mucho, pero el pensamiento de la izquierda, especialmente la latinoamericana, poco.

¿Cuáles son o deben ser sus nuevas bases conceptuales? Por el momento no lo sabemos a ciencia cierta. Lo único que sabemos con certeza es que lo que se tiene está desfasado, y que actualizar sus ideas acorde a la cambiante realidad es uno de los grandes retos de la izquierda hoy en día.

Por tanto, uno de los puntos de partida de la “otra izquierda posible” tiene que ver ante todo con actitud mental: intelecto amplio, pensamiento dinámico y dialéctico, abierto a críticas y nuevas ideas, tolerancia, en fin, con neuronas frescas, curiosas e inquietas. No solo es la fe en el credo sino también la duda en el mismo lo que mueve montañas.

Solo así la izquierda irá construyendo y encontrando los conceptos y enfoques que tanto necesita para interpretar mejor los signos de estos tiempos. Irónicamente, estos llamados al cambio provocan reacciones conservadoras y de no-cambio al seno de cierta izquierda. Traigo a cuenta dos simpáticas e ilustrativas sentencias de dos lectores que comentaron por internet la primera parte de este artículo, las cuales hablan por sí solas: “la izquierda es la izquierda y punto”, “buscar otra izquierda es ir al encuentro del juego de la derecha”. El dogma es infalible y punto, y quienes lo cuestionan son los tentados por el diablo. Amén.

Además de una actitud mental abierta ¿qué demanda otra izquierda posible? ¿Qué otras cosas deben definir la izquierda actual? Ante todo, capacidad de sentir y de conmoverse. No basta solamente tener mente amplia y nuevos conceptos, ideas o teorías para interpretar mejor la realidad, sino también “corazón” para sentirla. En este mundo frívolo, competitivo e individualista, la izquierda debe destacarse por su alta sensibilidad e intolerancia ante la injusticia, su capacidad de conmoverse ante la pobreza y el dolor ajeno, su generosidad y humanismo, su apego a la honestidad y la verdad, por su sencillez y humildad y su alergia a la prepotencia y la arrogancia. El profesional de las ciencias sociales que se considera de izquierda no solo debe saber medir con rigor estadístico los niveles de pobreza, sino también saber percibir con lágrimas el sufrimiento concreto que hay tras de ella; saber descubrir y sentir la gente detrás de las cifras. ¿Podrá imputarse de izquierda aquel que pasa absolutamente indiferente al drama humano que se esconde del otro lado del vidrio de su vehículo cuando le intentan limpiar el parabrisas, o ante el que no tiene más remedio que humillarse para pedir limosna en la calle? El cerebro de los que se consideran de izquierda no solo debe estar ejercitado en su racional y analítico lóbulo izquierdo, sino también en su sensible y sintético lóbulo derecho, porción cerebral donde biológicamente se procesan y experimentan las profundidades del afecto.

Los de izquierda no deben ser y actuar como tales por resentimiento, frustración, odio u oportunismo, sino por convicción, esperanza, amor e interés por el progreso y bienestar del mundo y la humanidad. Si no se acciona como tal, cuando los autodenominados de izquierda detentan y saborean las mieles del poder, de sus sombreros mágicos salen los escondidos y pequeños dictadores que anidan en sus amargadas almas.

En fin, ser de izquierda, de la otra izquierda posible, no solo implica una nueva actitud mental, una actualización del concepto y del pensamiento, una manera renovada de ver e interpretar la realidad, otra forma de pensar, sino también una activación del sentir, una remoción de las capas de la indiferencia, una zambullida a las profundidades de las más nobles y bellas energías de la Tierra y de los seres humanos que pertenecemos a ella.

No solo lo que piensa y siente define a la izquierda sino también lo que hace y practica. ¿Son de izquierda los gobiernos que se autodefinen como tales? ¿Podemos calificar de izquierda lo que hacen y practican los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Bolivia (Ecuador merece mis respetos y comentarios aparte)? ¿Se pueden calificar de izquierda los procederes y las experiencias del llamado Socialismo del Siglo XXI? ¿Otra izquierda es posible? Sobre esto trataremos en la próxima entrega.

*Roberto Rubio-Fabián es director de FUNDE – Fundación Nacional para el Desarrollo – Publicación en la LPG

La campaña contra el FMLN

Lunes, 30 de Noviembre de 2009 / 08:52 h
La campaña contra el FMLN

Dagoberto Gutiérrez

La derecha ha arreciado, de repente, sus ataques contra el partido FMLN y por primera vez en mucho tiempo estos se dirigen a aspectos ideológicos y hasta programáticos. Resulta natural que las derechas se pronuncien contra el socialismo, el comunismo y que defiendan sus aparatos ideológicos; pero en la actual coyuntura, cuando este partido ni es partido de gobierno, ni es partido en el gobierno, ni está proponiendo ningún tipo de socialismo, ni pensando en el comunismo, que significaría el fin del Estado y su democracia. Que en este momento, digo se desate esta campaña contra molinos de viento inexistentes, resulta ser iluminante.

Don Quijote de La Mancha cargó contra molinos de viento como si fueran monstruos y el error no tuvo consecuencias fatales; pero, cuando los que no son don Quijote inventan monstruos donde solo hay molinos, es de suponer razones poderosas para ello.

La campaña construye enemigos imaginarios de las derechas y sin duda oculta a los amigos reales porque el momento político está determinado por el creciente conflicto entre el Presidente de la República y el partido que ganó las votaciones el 15 de marzo, este ha sido expulsado del gobierno, por la sencilla razón de que no pueden funcionar dos partidos de gobierno sin que haya un pacto político que así lo establezca.

Y el FMLN no acordó, ni con el Presidente, ni con sus amigos, ningún acuerdo sobre el gobierno ni sobre la manera de hacer política y, así las cosas, el Presidente parece interesado en demostrar que es él el que gobierna, el que decide, el que manda y en definitiva el que es Presidente.

Planteadas así las cosas, el Presidente no parece tener necesidad de justificar un previsible cambio en su gabinete, y aunque este sería inconveniente para sus intereses resulta ser, sin embargo, una decisión esperable.

Resulta que el Presidente necesita, real o imaginariamente, ganar las confianzas de los sectores en los que él confía y que confían en él y aunque el partido FMLN no influye en el gobierno y lo hace muy poco en la sociedad por su autismo político, de todos modos resulta ser el enemigo adecuado para una derecha adecuada en un momento adecuado.

La derecha del país resulta ser la defensora de un capitalismo fracasado y derrumbado en la misma Meca de esta lógica y fracasado además en nuestro mismo país: la pobreza aberrante, la riqueza infamante, el atraso abisal, la inseguridad total, la democracia macilenta, la corrupción invasiva y la desesperanza agobiante son el resultado del capitalismo aplicado desde arriba, con fuerza, sin ningún consenso y usando el aparato de Estado como único instrumento.

En ningún momento puede aparecer ninguna responsabilidad del socialismo ante la tragedia social de El Salvador y resulta necesario abrirse a la discusión de alternativa ante la lógica fracasada del capitalismo salvaje. En todo caso, el socialismo pensable será el que convenga a la sociedad salvadoreña, pero en todo caso ya sabemos que el capitalismo no conviene.

Esta verdad simple produce, sin embargo, responsabilidad política en los sectores que han usufructuado por décadas el poder político, estos son los dueños de la campaña que comentamos y por eso, están haciendo responsable a un irresponsable para después, posiblemente, convertir a un inocente en un culpable.

La misma lógica funciona en el ataque contra el Vicepresidente de la República, que teniendo una calidad política y partidaria debe y puede funcionar y asumir opiniones y posiciones en esa calidad porque, en todo caso, la Vicepresidencia no es ninguna función.

La campaña conviene al Presidente para justificar cambios en su gabinete y conviene a las derechas para justificar sus ataques al Presidente Hugo Chávez, aunque estemos ante procesos políticos diferentes y ante una revolución venezolana que goza del apoyo y simpatía del pueblo salvadoreño.

Lo peor para el partido FMLN, resulta ser, el silencio sepulcral que guardan sus órganos de dirección, aunque en la calle el pueblo tenga opinión sobre el drama de un partido que gana una votación para perder un gobierno. Es necesario que esta institución recupere la voz para que pueda defenderse.

José Revueltas o la utopía contrariada

José Revueltas o la utopía contrariada*

América Luna Martínez

La alternativa
Tan sencillo como esto:
Vivir indignamente entre algodones
(que llegan al oído
para tapiar al yo, para dejarlo
sin nexos con el mundo),
con la cuota de besos de la madre,
los hijos y la esposa,
con los pulmones llenos de incienso
de la gloria oficial,
o vivir dignamente en la tortura,
en la persecución, en la zozobra ser
Martín Luis Guzmán o ser Revueltas
Enrique González Rojo

Conocí a José Revueltas una mañana esplendorosa de domingo en la Casa del Lago de Chapultepec. Desde muy temprano el lugar estaba abarrotado seguramente por todos aquellos que lo seguíamos a cuanto lugar se presentaba luego de su excarcelación. El maestro sostuvo una conversación ágil con José Agustín hablando de diversos temas, de sus vivencias en Lecumberri, de su opinión y balance del movimiento estudiantil, de cómo Revueltas proponía analizar la situación de la Unión Soviética a partir del carácter burocrático de su régimen, y también nos compartió algunos de sus proyectos. En otras ocasiones en que lo volví a escuchar teorizando sobre la cárcel o el teatro, hasta que un día por un azar afortunado un grupo de amigos editores de la Revista Idea, me invitaron a su casa. Allí nos recibió cálida y afectuosamente, nos enseñó su espacio de trabajo, las fotos blanco y negro que adornaban las paredes de su modesto pero acogedor estudio. Hablamos de lo difícil que resultaba conseguir su obra política y se alegró mucho cuando saque de mi morral una edición rústica de Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, la cual me firmó mientras platicábamos del accionar de las izquierdas y tomábamos una copita. Antes de despedirnos, reiteró que su casa siempre estaba abierta a los jóvenes inquietos como nosotros.

¿Por qué José Revueltas, se convirtió en el guía político y espiritual del movimiento estudiantil y sus alrededores? En más de un sentido era la encarnación de la rebeldía, de una voluntad férrea en perseguir la utopía socialista, de la coherencia de toda una vida de predicar con el ejemplo.

“Se escribe a partir de lo que se ha conseguido ser”, nos propone Simone de Beauvoir, y en el caso de José Revueltas esto es algo totalmente cierto. Nacido en 1914 en Santiago Papasquiaro, un pueblito del estado de Durango, perteneció a una familia de talentos extraordinarios, Silvestre músico, Fermín y Consuelo pintores, Rosaura actriz, los nombres de estos personajes son indispensables en la historia de la cultura nacional del siglo XX.

Socialismo y escritura

Su infancia transcurrió en la ciudad de México, donde debido a las limitaciones económicas de su familia y porque José no soportó las crueles burlas de sus compañeritos por sus botas “picudas norteñas”, el niño desertó del Colegio Alemán. Pero el alejamiento de la escuela no significó que el precoz José se alejará de los libros, por el contrario el muchacho prefirió pasar su tiempo en la biblioteca mejor que en las aulas. En alguna de las muchas entrevistas que concedió a lo largo de su vida comenta que sus dudas en cuanto a Dios y a la religión lo llevaron a estudiar filosofía e historia de la filosofía, de esta manera llegó a conocer a los marxistas italianos como Labriola, pero el hallazgo bibliográfico más revelador para el muy joven Revueltas, fueron Los manuscritos económico-filosóficos donde Marx propone su teoría de la enajenación. Su sensibilidad ante la pobreza aunada a sus lecturas, y el contacto con “el Trostky”, un compañero de trabajo y activista político, hicieron que José Revueltas pensara en la importancia lanzarse a transformar el mundo, y decidió unirse a las filas del Partido Comunista Mexicano.

Su primera experiencia política es verdaderamente accidentada pues la represión del callismo recae sobre todos aquellos que puedan representar una amenaza para el caudillo, pero especialmente contra los comunistas. Un día mientras los izquierdistas se congregaban en un mitin en la Plaza de Santo Domingo en el centro de la ciudad de México, la policía disuelve la reunión con gran violencia y el joven militante es llevado a la correccional. En el reclusorio juvenil José cumple quince años, ahí también comienza su peregrinar por las cárceles mexicanas hasta los últimos años de su vida.. Esa temprana experiencia carcelaria será recreada años más tarde en el cuento El quebranto y marcará para siempre su escritura desgarradora y catártica cuando años más tarde amparado en el realismo dialéctico emprenda la redacción de sus cuentos y novelas. O con agudeza recorre la historia nacional para desmitificarla junto con sus fallidos redentores, en sus numerosos escritos periodísticos y documentos de discusión política.

Hay en la vida y obra de José Revueltas, una voluntad inquebrantable por conocer, describir y transformar el mundo, siempre en actitud desafiante y crítica.

Lector voraz, escritor prolífico, Revueltas encuentra en la literatura, la posibilidad liberadora que proporciona un arte que se precie de serlo, en un momento en que los militantes comunistas estaban presionados por las políticas culturales del estalinismo que satanizaba cualquier producción artística que se alejará de los cánones del realismo socialista. Baste recordar que en 1934, el Primer Congreso de Escritores Soviéticos proclama en nombre del arte proletario al realismo socialista como doctrina estética oficial. Y aunque es en los años treinta cuando nuestro autor profesa una fe ciega en la Unión Soviética y sus dirigentes, su inquietud creadora lo lleva a formular su teoría del realismo dialéctico (Revueltas. 1967a) donde propone que el creador, si bien debe estar atento a la realidad circundante y a su momento histórico, el escritor puede y debe buscar todos los recursos que le permitan manifestar la totalidad de la compleja experiencia humana.

Es precisamente con base en esa propuesta que Revueltas escribe varias de sus obras más importantes y polémicas: a pesar de su intención estético-política, su primera novela, Los muros de agua publicada en 1940, no traspasa las desgarradoras experiencias de los presos comunes y perseguidos políticos con quienes vivió José Revueltas en el penal de las Islas Marías en el año de 1933. Su vocación experimental lleva a este intelectual a publicar en 1943 El luto humano, donde logra importantes aciertos literarios pues además de aplicar de manera ágil los postulados de su realismo dialéctico juega con la estructura narrativa planteando dos historias y dos planos temporales diversos, es en esta novela donde se plasman con claridad los temas revueltianos: la muerte, la desesperanza, el caos, y como el carácter redentor, abnegado de algunos militantes comunistas como Natividad (alter ego de José Revueltas), no pueden sobrevivir a la fuerza incontenible de la naturaleza y el destino. En esa “visión moridora” hay una doble intención interpretativa: rescatar la cosmovisión de los mexicanos acerca de la muerte desde tiempos prehispánicos, y realizar una crítica a los resultados de la revolución mexicana después de la experiencia cardenista, donde debido a sus continuos virajes no les había ido muy bien ni a los comunistas, ni a la izquierda lombardista. Con esta novela Revueltas obtuvo el Premio Nacional de Literatura y despertó tal interés que se tradujo a varios idiomas.

Este importante logro personal le permitió a Revueltas sobrellevar el duelo ocasionado por la muerte de su amado hermano Silvestre, con quien compartía una afición incontrolable hacia el alcohol. Poco después, el fallecimiento de su madre lo marcará profundamente. Por fortuna, sus incursiones en el periodismo le llevaron a nuevos horizontes geográficos y de importantes vínculos personales, en un viaje a Sudamérica conoció a Fernando Benítez y a Luis Spota. Lo que no le alejó de sus continuas pugnas con el Partido Comunista Mexicano.

Cine y literatura

La década de los años cuarenta es para José Revueltas un período muy importante, tanto en el ámbito creativo literario, como en el político. En 1944 aparece su volumen de cuentos Dios en la Tierra, y en 1949 termina de escribir otra de sus novelas importantes Los días terrenales. En ella hace una disección de los conflictos político-existenciales de algunos integrantes del PCM. A través de personajes como Fidel, José Revueltas muestra el dogmatismo que caracterizó a los seguidores de Moscú, y da cuenta de la persecución de que fueron víctima otros comunistas como Gregorio. También describe las purgas y procesos que impidieron la realización de la utopía socialista. Varios años antes de la publicación de La región más transparente de Carlos Fuentes, en Los días terrenales, aparece el México urbano, lejos de las ilusiones desarrollistas. Esta novela retrata el mundo sórdido del lumpen urbano, así como sus interacciones con los obreros y los campesinos, en suma un fresco interesante del México de mediados del siglo XX.

De 1948 a 1955 José Revueltas milita en las filas del Partido Popular, fundado por Vicente Lombardo Toledano, no obstante lo cual, la publicación de Los días terrenales desata la furia de los estalinistas mexicanos, ya agrupados en el PCM, ya afiliados al Partido Popular. Ante las críticas de la inquisición pseudocomunista el escritor decide retirar del mercado la novela.1

Sin embargo, a decir de la crítica especializada, la aportación de nuestro autor para la literatura mexicana es fundamental, ya que rompe con la estructura narrativa de la novela tradicional, a saber: planteamiento, nudo, desenlace. Revueltas opta por jugar con estructuras circulares, incluye el monólogo interior (a veces de manera abusiva), o bien utiliza recursos cinematográficos como el flash back, sin dejar de mencionar la complejidad psicológica de muchos de sus personajes que en varias docenas de páginas nos comparten sus dudas, sus pasiones, sus miserias en clara reminiscencia con Dostoyevesky.

Esta concepción dinámica de las estructuras narrativas lo llevó a incursionar de manera fructífera en el cine. Al igual que otros escritores como Mauricio Magdaleno, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Revueltas, realizó algunos de guiones de películas clásicas de la llamada época de oro del cine mexicano del siglo XX. Especialmente algunas2 realizadas por Roberto Gavaldón con quien José Revueltas estableció una relación creativa para el séptimo arte.

Pero la permanencia de José Revueltas en el cine fue breve, ya que la organización de la industria cinematográfica, los temas y estereotipos de las películas alejaron a José Revueltas de la actividad fílmica, quien optó por dedicarse exclusivamente a las actividades políticas y a la literatura. Afortunadamente muchas de sus experiencias y propuestas en cuanto al cine quedaron plasmadas en su libro El conocimiento cinematográfico y sus problemas.

Lucha, lucha, no dejes de luchar…

En su búsqueda de soluciones efectivas para la transformación política de un país que pese a sus intenciones desarrollistas, no lograba resolver los problemas del campo y de la ciudad, José Revueltas rompe con el PCM, y busca renovar sus esperanzas socialistas en las filas del lombardista Partido Popular. Pero, el encanto sólo dura siete años (1948-1955), al cabo de los cuales Revueltas se plantea regresar al PCM. En esta etapa, Revueltas vive esperanzado la huelga ferrocarrilera de 1958, pero la represión contra el movimiento, y la consecuente derrota, hacen que Revueltas discuta críticamente la política de los comunistas en la movilización obrera, tras lo cual nuevamente rompe con el PCM y escribe Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, que junto con La democracia bárbara, constituyen de sus textos políticos más importantes.

José Revueltas, lector atento de los pensadores marxistas, inspirado en la obra y legado de Rosa Luxemburgo, emprende junto con otros intelectuales como Enrique González Rojo la fundación de la Liga Leninista Espartaco, en la primera mitad de los años 60, con cierta transcendencia en el ámbito político de la izquierda mexicana.

La publicación de Los errores, en 1963, inserta a nuestro autor en un nuevo escándalo. A la vieja guardia estaliniana, le parece una provocación el libro. Desde la dedicatoria a Imre Nagy, el héroe de la revolución húngara, José Revueltas nos alerta mordaz sobre los excesos de la burocracia soviética.

Los errores rememora el arbitrario y misterioso encarcelamiento padecido por el militante mexicano Evelio Vadillo, veinte años atrás cuando viajó a la URSS para asistir a un Congreso y fue detenido. En esta novela José Revueltas también da cuenta de las purgas y golpes bajos al interior del PCM que nuestro autor conocía también por haberlos padecido en carne propia, y al mismo tiempo desarrolla una trama acerca de los barrios pobres poblados de asesinos a sueldo y prostitutas. Aunque la novela no tuvo el éxito de sus obras anteriores, es ciertamente valiosa como retrato de la izquierda mexicana y la vida en la ciudad de México de los años sesenta.

La irrupción del movimiento estudiantil en 1968 en la escena política nacional, le permiten a este hombre atormentado y rebelde la posibilidad de actualizar su utopía, su fe en el porvenir. Desde los primeros días del movimiento José Revueltas se traslada a vivir a Ciudad Universitaria, se deja llevar por el entusiasmo de los muchachos, y junto con otros teóricos de la revuelta juvenil estudiantil, tales como Marcuse, Andre Gorz o Ernest Mandel, también Revueltas se replantea la discusión del papel de la clase obrera y de los estudiantes en los procesos revolucionarios.

Por unos meses la algarabía callejera le hace a Revueltas olvidar el lado moridor que por tanto tiempo lo había acompañado. La frescura de la revuelta juvenil, inspiró a José Revueltas para decir que el movimiento estudiantil “posibilitó la aparición de un mexicano nuevo en oposición al feo. Este mexicano nuevo es libre, fraternal, entusiasta, sin hipocresías, en una palabra exótico. Por eso la burguesía nos odia tanto: porque pertenecemos al movimiento antichichimeca enderezado contra el mexicano doble, traicionero y mentiroso” (García, 2001: 69).

José Revueltas contribuyó de manera fundamental a la interpretación de ese capítulo tan importante de la historia nacional con sus escritos, donde discutió el carácter revolucionario de la participación estudiantil y propuso una reflexión política sobre las formas de autogestión universitaria y su consecuente transformación académica. Al igual que muchos otros dirigentes y participantes del movimiento más tarde sufrió nuevamente la cárcel, por dos años esta vez.

Desde Lecumberri además de organizar sus textos sobre el movimiento, José Revueltas escribió uno de los relatos más impactantes de la literatura carcelaria: El apando, que después fue llevada a la pantalla.

Revueltas murió en la primavera de 1976, ya no vio la caída del muro, ni la disolución de la URSS, en el fin del convulsivo siglo XX, donde tantas utopías fueron contrariadas. Pero aun cuando hoy padecemos el mundo unipolar, el tiempo de canallas, José Revueltas con lucidez y garra, nos sigue dando la pauta para apostar en un porvenir bello para la humanidad, cuando dice:

Esta edición de las obras literarias que hasta hoy llevo escritas, me anticipa el conocimiento de lo que ha de ser la libertad como emoción gratuita, puramente humana y que se satisface en sí misma con su sola humanización. Por primera vez en mi vida he sentido los momentos de un ser verdaderamente libre, aunque esto no sea otra cosa que una anticipación. Anticipación: lo que se anticipa es porque ya está contenido en el futuro. Luchemos y esperemos. (Revueltas. 1967a: 16)

Bibliografía

Directa

*

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Indirecta

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Ruffinelli, J. y Marilyn F.(1977). Conversaciones con José Revueltas. Universidad Veracruzana. Xalapa.
*

Ruiz Abreu, Á. (1992) José Revueltas: Los muros de la utopía. Cal y Arena/Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. México.

*La versión impresa apareció en el libro: Alberto Saladino García (compilador), Humanismo mexicano del siglo XX, Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2004, Tomo I, págs. 411-420.

Notas

1 El caso de Revueltas no fue el único. La censura mexicana desató su furia moralista contra Luis Buñuel por atreverse a mostrar la vida de los niños de la calle en el film clásico Los olvidados, 1950. De igual manera, luego de su publicación, Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis recibió ásperas criticas de los defensores de la cultura oficial.

2 De la mancuerna Gavaldón-Revueltas, destacan las películas La diosa arrodillada protagonizada por María Félix y Arturo de Córdoba. Y, En la palma de tu mano, en cuyos estelares participaron Leticia Palma, Carmen Montejo y Arturo de Córdoba.

América Luna Martínez
Universidad Autónoma del Estado de México
Julio 2006

Apontamentos sobre Trotsky- O Mito e a realidad

Apontamentos sobre Trotsky – O Mito e a realidade

Quem foi Trotsky? O revolucionário puro e o colaborador íntimo de Lenine nas Revoluções russas de Fevereiro e Outubro de 1917 – como proclamam os seus admiradores – ou um contra-revolucionário e um traidor, como afirmam Stáline e muitos Históriadores soviéticos?

Na opinião de Miguel Urbano Rodrigues, as duas versões falseiam a História. Neste artigo, o autor chama a atenção para facetas do pensamento, da obra e da acção de Trotsky e reflecte sobre a tenaz permanência do mito que envolve a personagem e a sua intervenção contraditória na História.

Miguel Urbano Rodrigues – 11.12.08

Transcorridas quase duas décadas sobre a desagregação da União Soviética, pouco se escreve e fala sobre Gorbatchov. Os grandes media internacionais quase esqueceram o político e o homem que guindaram a herói da humanidade quando contribuía decisivamente, através da perestroika, para a reimplantação do capitalismo na Rússia.

Paradoxalmente, Trotsky continua a ser um tema que fascina muitos intelectuais da burguesia, alguns progressistas, e dezenas de organizações trotskistas na Europa e sobretudo na América Latina.

Sobre o homem e a obra não foram nas últimas décadas publicados livros importantes que acrescentem algo de significante aos produzidos pelos seus biógrafos, nomeadamente a trilogia do Historiador polaco Isaac Deutscher.

Nem um só dos partidos e movimentos trotskistas conseguiu afirmar-se como força politica com influência real no rumo de qualquer país.

Porquê então a tenaz sobrevivência, não direi do trotskismo, mas do nome e de algumas teses do seu criador no debate de ideias contemporâneo? Isso não obstante ser hoje pouco frequente a reedição dos seus livros.

A contradição encaminha para uma conclusão: uma percentagem ponderável dos modernos trotskistas desconhece a obra teórica e a trajectória politica de Trotsky.

Cabe chamar a atenção para o facto de a maioria dos intelectuais burgueses das grandes universidades do Ocidente que assumem a defesa e a apologia da intervenção de Trotsky na História serem anticomunistas. O seu objectivo precípuo é combater a URSS e o que a herança da Revolução de Outubro significa para a humanidade. Trotsky e Stáline são utilizados por esse tipo de «sovietólogos» como instrumentos na tarefa de combater e desacreditar o comunismo.

Nos movimentos trotskistas confluem jovens com motivações e comportamentos sociais muito diferentes. À maioria ajusta-se a definição que Lenine deu a certos esquerdistas: «pequeno burgueses enraivecidos». Frustrados, expressam a sua recusa do capitalismo na adesão a projectos radicais de transformação rápida da história.

Quase todos, – como aconteceu aos líderes do Maio de 68 parisiense – voltam a integrar-se no sistema após uma breve militância pseudo-revolucionária.

A Mitificação de Trotsky

As campanhas anti-Trotsky promovidas pelos partidos comunistas na época de Stáline produziram globalmente um efeito contrário ao visado. Facilitaram o aparecimento em muitos países de organizações trotskistas e criaram condições favoráveis à mitificação de Trotsky.

Intelectuais burgueses e exilados russos, muitos deles ex-comunistas, deram uma importante contribuição para criar e difundir a imagem de um Trotsky imaginário. Os grandes diários do Ocidente, do The New York Times ao Guardian, abriram as suas colunas a essas iniciativas. Compreenderam que a transformação de Trotsky no herói revolucionário puro, vítima da engrenagem trituradora de um sistema monstruoso, daria maior credibilidade às campanhas contra a União Soviética.

A glorificação de Trotsky é um fenómeno tão lamentável, por falsificar a História, como a diabolização da União Soviética, inseparável da visão da época de Stáline como um tempo de horrores.
Stáline
Cabe aos epígonos de Stáline – repito – uma grande responsabilidade pelo êxito no Ocidente da tentativa de utilizar a vitimização de Trotsky como arma do anticomunismo.
A historiografia soviética não se limitou a negar a Trotsky um papel minimamente importante na preparação da Revolução de Outubro e na sua defesa. Nos Processos de Moscovo Trotsky é acusado em alguns depoimentos de agente de Hitler que teria levado a sua traição ao ponto de preparar com o III Reich nazi o desmembramento da jovem república soviética.

Esse tipo de calúnias é tão absurdo, como expressão de um ódio irracional, como o esforço realizado por escritores anticomunistas e alguns governos para criminalizarem o comunismo como sistema comparável ao fascismo. A falsificação das estatísticas foi levada tão longe que alguns autores acusam Stáline de ter exterminado ou enviado para campos siberianos mais de cem milhões de pessoas (1). A atribuição do Nobel de Literatura a um escritor reaccionário tresloucado como Solzenitzyn (que se orgulhava de odiar a Revolução Francesa) traduziu bem a necessidade que a burguesia sentia no Ocidente de satanizar a União Soviética, negando a herança progressista e humanista da Revolução de Outubro.

É nesse contexto que se insere o reverso da medalha, isto é a reinvenção de Trotsky.

Duas obras do próprio Trotsky e a trilogia de Deutscher – o Profeta Armado, o Profeta Desarmado e o Profeta Banido – funcionaram também como estímulos na fabricação do mito (2).

Trotsky, em «A Minha Vida» (3), a sua autobiografia, não atribui grande significado às divergências entre ele e Lenine durante os anos que precederam a Revolução de Fevereiro de 17. E na sua «História da Revolução Russa» (4) valoriza muito as convergências desde o início da Revolução de Outubro e são escassas as referencias a questões fundamentais em que assumiram posições diferentes, por vezes antagónicas. Somente nos ensaios editados sob o título de «A Revolução Permanente» (5), ao responder a criticas de Karl Radek e Stáline, reconhece que Lenine o criticou por divergirem no tocante ao papel dos sindicatos e ao Gosplan, mas subestima a importância dessas discordâncias. Simultaneamente, ao identificar em Lenine o grande líder da Revolução e expressar profunda admiração pelo ideólogo, o estratego e o estadista, encaminha, com habilidade, o leitor para a conclusão de que, no tocante aos problemas fundamentais da construção de uma sociedade socialista na Rússia revolucionária, existiu entre ambos nos últimos anos da vida de Lenine uma confiança mútua e uma grande harmonia no trabalho.

Tal conclusão deforma a História.

Deutscher, que se assume como um admirador entusiástico de Trotsky e confessa odiar Stáline, projecta uma imagem distorcida do biografado. Não esconde as divergências dele com Lenine, mas, procurando ser objectivo no relato dos factos, esforça-se por persuadir os leitores de que, nos últimos meses da sua vida, pressentindo a proximidade da morte, Lenine via em Trotsky o membro do Politburo mais indicado para lhe suceder na chefia do Estado Soviético.

A conclusão carece de fundamento, é puramente subjectiva.

O próprio Deutscher sublinha que a velha guarda bolchevique, embora reconhecendo o talento de Trotsky como estadista, nunca viu nele um homem do Partido. O seu passado, como menchevique, não fora esquecido. O carácter de Trotsky, a sua vaidade, o estilo autoritário, a sua tendência para a crítica demolidora quando discordava de companheiros de luta inspiravam desconfiança e até rancor.

É significativo que logo após a morte de Lenine, Olminski, muito ligado a Stáline, tenha proposto a publicação de uma carta datada de 1912, encontrada nos arquivos da Policia Czarista, na qual Trotsky, dirigindo-se a Tchkeidzé, um destacado contra-revolucionário, descrevia Lenine como «um intrigante» um «desorganizador» e um «explorador do atraso russo». (6)

A sugestão não foi então atendida, mas na campanha contra Trotsky a recordação do seu passado anti-bolchevique tornou-se permanente e desempenhou um papel importante.

A Carta de Lenine ao Congresso

Na fase final da sua doença, Lenine aproximou-se de Trotsky, mas não por ter reformulado a opinião que formara sobre ele. Quando Stáline na primavera de 1922 foi eleito secretário-geral do jovem Partido Comunista da União Soviética, Lenine, para lhe contrabalançar a influência, propôs a nomeação de quatro vice-presidentes para o Conselho dos Comissários do Povo, ou seja o governo. Trotsky foi um deles, Rikov, Tsurupa e Kamenev os outros.

Trotsky recusou. A simples ideia de partilhar o cargo de vice de Lenine com três camaradas – dois dos quais já o exerciam – feriu o seu desmesurado orgulho. Lenine sentiu decepção, mas por duas vezes insistiu sem êxito. Quando ele recusou novamente, Stáline levou o Politburo a aprovar, em Setembro de 22, uma resolução censurando Trotsky por indiferença perante o cumprimento do dever.
Lenine
Lenine, defensor tenaz do papel dirigente do PCUS, era partidário de uma separação de tarefas entre o Partido e o Estado para evitar problemas graves que principiavam a esboçar-se.

Inválido, sentindo a proximidade da morte, ditou entre 23 e 31 de Dezembro de 1922 uma Carta ao XIII Congresso do Partido Comunista. Nessa importante mensagem transmitiu opiniões que iriam suscitar muita polémica, ao esboçar o perfil dos cinco camaradas que, com ele integravam o Politburo: Zinoviev, Kamenev, Stáline, Bukharine e Tomski (Kalinine e Piatakov eram suplentes e Molotov assessor).

Esse explosivo documento foi lido aos delegados ao Congresso, realizado em Maio de 1924, pela companheira de Lenine, Krupskaya, quatro meses após a sua morte.

Mas, por iniciativa de Stáline aprovada pelo Politburo, a Carta não foi publicada. O povo soviético somente tomou conhecimento do seu conteúdo após o XX Congresso.

Lenine expressava muita preocupação pelo tenso relacionamento entre Stáline e Trotsky por identificar nele um perigo para a estabilidade do partido.

«O camarada Stáline – afirmava – tendo-se tornado secretário-geral, concentrou nas suas mãos um poder imenso, e não estou certo de que saiba sempre utilizar este poder com suficiente prudência. Por outro lado, o camarada Trotsky, como o demonstrou já a sua luta contra o CC a propósito da questão do Comissariado do Povo das Vias de Comunicação, não se distingue apenas pela sua destacada capacidade. Pessoalmente é talvez o homem mais capaz do actual CC, mas peca por excessiva confiança em si próprio e deixa-se arrastar excessivamente pelo aspecto puramente administrativo das coisas». (7)

Numa adenda à carta de 24 de Dezembro, datada de 4 de Janeiro de 1923, Lenine lamenta que Stáline seja demasiado rude e acrescenta: «este defeito, plenamente tolerável no nosso meio e nas relações entre nós, comunistas, torna-se intolerável no cargo de secretário-geral. Por isso proponho aos camaradas que pensem na forma de transferir deste lugar e de nomear para este lugar outro homem que em todos os outros aspectos se diferencie do camarada Stáline apenas por uma vantagem, a saber: que seja mais tolerante, mais leal, mais cortês e mais atento para com os camaradas, menos caprichoso, etc.»

Mas não sugeriu qualquer nome para a substituição de Stáline.

Quando Trotsky conversou com ele pela última vez, Lenine, cuja doença evoluiu rapidamente para o desfecho que todos temiam, pediu-lhe que colaborasse numa acção conjunta contra a burocratização do Partido e do Estado e de condenação da política repressiva que Stáline e Ordjonikidze tinham executado na Geórgia.

Mas são do domínio da fantasia as afirmações que atribuem a Lenine o desejo de ver Trotsky à frente do Partido ou do Estado.

Tal ideia – contra o que sugere Deutscher – nunca lhe terá aflorado o pensamento.

Via nele o mais dotado intelectualmente dos líderes do Partido, mas incapaz de controlar «uma autoconfiança excessiva».

O Choque humano e ideológico

Durante muitos anos, desde o início do século até à Revolução de Fevereiro, Lenine criticou Trotsky com dureza e este retribuiu sempre.

Lenine, admirando o seu talento, identificava nele um oportunista e um conciliador. A sua relação com os mencheviques, partido a que pertenceu, inspirava-lhe profunda desconfiança. Não lhe apreciava o carácter, marcado por uma impulsividade e uma arrogância que o levavam a assumir posições imprevisíveis e com frequência contraditórias em bruscas reviravoltas.

A troca de acusações exprimiu-se em determinados períodos por uma veemência verbal pouco comum.

Após a expulsão de Trotsky do Partido, essas opiniões de Lenine, emitidas em reuniões do Partido Bolchevique, em documentos, e cartas pessoais, foram tornadas publicas na URSS e amplamente divulgadas em países estrangeiros.

Trotsky, como já recordei, tenta nos livros publicados no exílio ocultar ou desvalorizar o significado das suas divergências com Lenine, pondo toda a ênfase na colaboração entre ambos a partir da Revolução de Fevereiro de 1917.

Os seus biógrafos afirmam que após a Conferência de Zimmerwald, que condenou a guerra imperialista, as suas posições quase coincidiram com as assumidas pela fracção bolchevique do Partido Operário Social-Democrata da Rússia-POSDR. Não é essa a opinião de Lenine. Numa carta a Boris Souvarine, datada de Dezembro de 1916, Lenine lembra que Trotsky acusara os bolcheviques de «divisionistas». «Em Zimmerwald – sublinha – recusou incorporar-se na esquerda local e juntamente com a camarada Roland Horst (uma holandesa) representou o «centro» (8 )

Trotsky, vindo do Canadá, regressou à Rússia antes de Lenine. Numa carta à sua intima amiga Ines Armand, datada de 19 de Fevereiro de 1917, Vladimir Ilitch incluiu o seguinte desabafo: «Chegou Trotsky e este canalha entendeu-se imediatamente com a ala direita do “Novi Mir” contra os zimmerwaldistas de esquerda. Tal como lhe digo! Assim é Trotsky! Sempre fiel a si mesmo, revolve-se, trafulha, finge de esquerdista e ajuda a direita quando pode.» (9)

Escritores trotskistas como Alfred Rosmer e Rosenthal omitem que meses depois da sua adesão ao Partido Bolchevique, quando já exercia funções de grande responsabilidade, como dirigente, Trotsky divergiu de Lenine em questões de grande importância em momentos cruciais.

A participação de Trotsky em Brest Litowski continua a ser tema polémico. Então Comissário do Povo para as Relações Exteriores, chefiou a delegação russa nas negociações de paz com os alemães.

Sobre o tema, dirigindo-se ao VII Congresso Extraordinário do Partido Bolchevique da Rússia, Lenine declarou:
«Devo referir-me agora à posição do camarada Trotsky. Na sua actuação devemos distinguir duas fases: quando iniciou as negociações de Brest, utilizando-as excelentemente para a agitação, todos estivemos de acordo com ele. Trotsky citou parte de uma conversa comigo, mas devo acrescentar que concordamos manter-nos firmes até ao ultimato dos alemães, mas cederíamos após ele. Os alemães intrujaram-nos porque de sete dias roubaram-nos cinco. A táctica de Trotsky foi correcta enquanto se destinou a ganhar tempo; tornou-se equívoca quando se declarou o fim do estado de guerra, mas não se assinou a paz. Eu tinha proposto com toda a clareza que se assinasse a paz de Brest». (10)

A transcrição (parte de uma intervenção extensa) é esclarecedora porque a posição assumida por Trotsky («nem paz nem guerra»), ignorando as instruções de Lenine, levou os alemães a romper a trégua e desencadear uma ofensiva de consequências desastrosas, ocupando enormes extensões do país. Quando o Tratado de Paz foi finalmente assinado, as condições impostas foram muito mais severas do que as inicialmente apresentadas pelo Império Alemão.

Lenine criticou então duramente Trotsky. Mas não era rancoroso.

Transferiu-o do Comissariado das Relações Exteriores para o das Questões Militares. Conhecia as qualidades de organizador de Trotsky e este na sua nova tarefa teve um papel fundamental na organização do Exército Vermelho, na condução vitoriosa da Guerra Civil e na derrota da intervenção militar das potências da Entente.

Mas logo em 1920, Trotsky e Lenine divergiram profundamente durante o debate sobre os Sindicatos e a sua função na Rússia soviética, e no tocante ao monopólio do Comércio.

Trotsky publicara um folheto intitulado «O papel e as tarefas dos sindicatos». Lenine submeteu as teses por ele defendidas e a posição que sobre o assunto assumira no Comité Central a uma critica duríssima (9). Manifestou espanto perante «quantidade de erros teóricos e de evidentes inexactidões», estranhando que no âmbito de uma discussão tão importante no partido Trotsky tivesse produzido «algo tão lamentável em vez de uma exposição cuidadosamente meditada». Nessa critica alertou para divergências de fundo de ambos quanto aos «métodos de abordar as massas, de ganhar as massas, de nos vincularmos às massas».

Concluindo, Lenine, que criticou simultaneamente, com idêntica veemência as posições assumidas por Bukharine, afirmou: «As teses do camarada Trotsky são politicamente prejudiciais. A base da sua politica é a pressão burocrática sobre os sindicatos. Estou certo de que o Congresso do nosso Partido a condenará e repudiará» (11).

Assim aconteceu.

Julgo útil chamar a atenção para o facto de que Lenine manteve a sua confiança em Trotsky como principal responsável pelas operações em que o Exército Vermelho estava então envolvido em múltiplas frentes.

A contradição aparente facilita a compreensão do carácter profundamente democrático da ditadura do proletariado na Rússia soviética nos anos posteriores à Revolução de Outubro.

As Revoluções Russas, a partir de 1905, forjaram gerações de revolucionários profissionais com um talento, uma criatividade, uma coragem e uma tenacidade que assombraram os Historiadores. Dificilmente se encontra um precedente para essas gerações que, aliás, tiveram continuidade na que se bateu contra o Reich nazi e o destruiu, salvando a humanidade de uma tragédia.

O estabelecimento de consensos na época revolucionária foi sempre difícil. Sem o imenso prestigio e o génio de Lenine – é a palavra adequada para o definir – eles não teriam sido possíveis, como ficou transparente nas jornadas de Brest Litowski.

Deutscher, um trotskista assumido, recorda que a estabilidade no Politburo e no CC nascia da «autoridade incontestável de Lenine e da sua capacidade de persuasão e habilidade táctica que, em geral, lhe permitiam conseguir a maioria de votos para as propostas que apresentava à medida que surgiam os problemas». (12)

Tinha o dom raríssimo, quando transmitia um projecto polémico a camaradas, de os levar a admitir que haviam sido eles e não ele, Lenine, que o haviam concebido.

Nos cinco anos gloriosos posteriores à vitória da Revolução, Lenine foi colocado algumas vezes em minoria, perdendo na discussão de questões importantes. Submeteu-se nessas ocasiões à maioria. Assim funcionava então o centralismo democrático. Mas quase sempre os seus camaradas acabavam por reconhecer que ele estava certo.

Chamo a atenção para a importância da excepcionalidade de Lenine porque ela lhe permitiu uma colaboração harmoniosa com um feixe de revolucionários tão heterogéneo como o da sua época. Ele conseguiu que formassem uma equipa – não os poupando a severas criticas quando necessário – dirigentes como Stáline, Trotsky, Bukharine, Kamenev, Zinoviev, Preobrazhensky, Alexandra Kolontai, Dzerzhinski, Rikov, Piatakov, Tomski, Sverdlov, Lunacharski, Molotov, Kalinine, Vorochilov, Budiony, Kirov, Rakovski, Rabkrin, etc.

Essa unidade na acção e no pensamento, mesmo entre os membros da velha guarda bolchevique, desapareceu quando Lenine morreu. Sem ele, era impossível.

—-///—-

Não se pode escrever algo sobre Trotsky sem citar Stáline. Incluo-me entre os comunistas, poucos, que recusam simultaneamente a glorificação ou a satanizarão de ambos.

A burguesia persiste em projectar de Stáline somente a imagem negativa, porque ao apresentá-lo como um ditador satânico facilita a criminalização da União Soviética e do comunismo como ideologia monstruosa.

Terei sido dos primeiros comunistas portugueses a criticar o dogmatismo subjectivista de Stáline num livro apreendido pela ditadura brasileira em 1968 (13). Mas a minha discordância da sua postura perante o marxismo e a condenação dos seus métodos e crimes não me impedem de reconhecer que Stáline foi um revolucionário cuja contribuição para a transição do capitalismo para o socialismo na União Soviética foi decisiva. Sem a sua acção à frente do Partido e do Estado, a URSS não teria sobrevivido à agressão bárbara do Reich nazi, sem ela a pátria de Lenine não se teria transformado em poucas décadas na segunda potencia mundial, impulsionando um internacionalismo que apressou a descolonização, incentivou e defendeu revoluções no Terceiro Mundo e estimulou poderosamente a luta dos trabalhadores nos países desenvolvidos do Ocidente.

No lado oposto do quadrante, recuso também a mitificação de Trotsky.

A sua transformação em herói revolucionário, tal como a sua satanizarão como contra-revolucionário, deformam a História.

São caluniosas as acusações (nomeadamente nos Processos de Moscovo) que o apresentam como cúmplice dos projectos de Hitler para destruição da URSS.

Dotado de um talento incomum, brilhante escritor e polemista, distinguiu-se desde a juventude por uma oratória que empolgava as massas e o levou aos 25 anos à presidência do Soviete de Petrogrado durante a Revolução de 1905.

A sua adesão ao Partido Bolchevique, pouco antes da Revolução de Outubro, assinalou o início de uma viragem na sua trajectória politica e humana. Foi com o pleno apoio de Lenine que nas jornadas que precederam a insurreição de Outubro voltou a presidir ao Soviete de Petrogrado e posteriormente cumpriu tarefas da maior responsabilidade como Comissário para as Relações Exteriores e Comissário para as Questões Militares, missão que na prática fez dele o chefe do Exército Vermelho.

Mas a tentativa dos seus epígonos e de Historiadores burgueses de o guindar a «companheiro de Lenine», colocando-o ao nível do líder da Revolução, falseia grosseiramente a História.

Trotsky não foi nem o revolucionário puro que os trotskistas veneram como herói da humanidade, nem o traidor fabricado por Stáline.

Mas com o rodar dos anos o mito nascido da sua vitimização tomou forma, resistiu e sobrevive.

Enquanto Gorbatchov, que abriu caminho como secretário-geral do PCUS à destruição da URRS, tende – repito – a ser esquecido, o mito Trotsky permanece. Poucos lêem hoje os livros em que condensou o seu pensamento e escreve sobre a sua participação na História. Mas a atitude dos milhares de pessoas que anualmente visitam a casa de Coyoacan, na capital do México, onde viveu e foi assassinado, ilumina bem o enraizamento desse mito.

Não é fácil compreender o fenómeno, porque o trotskismo, como ideologia e instrumento de acção revolucionária, fracassou, não correspondendo minimamente às aspirações do seu criador. (14)

Admito que Trotsky não se reveria em qualquer das dezenas de partidos trotskistas que hoje em muitos países o tomam por inspirador e guia.

Serpa e Vila Nova de Gaia, Novembro de 2008

NOTAS:
1. Jean Salem, Lenine e a Revoluçao, Ed.Avante, Lisboa, 2007
2. Isaac Deutscher, Trotsky, Ed. Civlizaçao Brasileira,1968,São Paulo.
3. Leon Trotsky, Histoire de la Revolution Russe, Ed Seuil, Paris,1950.
4. Leon Trotsky, My Life, Ed. Penguin, London, 1988
5. Leon Trotsky, La Revolución Permanente, Ed Yunque, 2ª edición, Buenos Aires,1977
6. Isaac Deutscher, O Profeta Desarmado, Obra citada, pág 44
7. Existem traduções em diferentes línguas da Carta de Lenine ao XIII Congresso do PCUS. As diferenças entre os textos que conheço são formais, mínimas. Utilizei nas citações feitas, a tradução de Edições Avante, 1979.
8. V.I.Lenine, Textos extraídos das Obras Completas de Lenine, Ed. Estampa, Lisboa 1977, pág 260
9. Obra citada, pág 269
10. Obra citada, pág 270/271
11. Obra citada, pág 300
12. Isaac Deutscher, Obra citada, pág 88
13. Miguel Urbano Rodrigues, Opções da Revolução na América Latina, Ed. Paz e Terra, Rio de Janeiro, 1968
14. Ver Leon Trotsky, Revolução e Contra-revolução, Ed. Laemmert, Rio de Janeiro, 1968.
Neste livro, que enfeixa ensaios redigidos em 1930 e1931, em Prinkipo, na Turquia, onde estava exilado, Trotsky, numa atitude de esquerdismo profético, identifica na crise iniciada em 1929 o prólogo de uma era de revoluções cujo desfecho seria o socialismo.
Transcrevo dessa obra algumas passagens expressivas de uma teimosa fidelidade à sua concepção da «revolução permanente»:

a) «É muito provável que o desenvolvimento progressivo da revolução espanhola dure por um período de tempo mais ou menos longo. E, por aí, o processo histórico abre, de algum modo, um novo crédito ao comunismo espanhol». (pág.20)

b) «A situação na Inglaterra pode também não, e não sem justas razões, ser considerada como pré-revolucionária, se se admitir com rigor, que entre uma situação pré-revolucionária e uma situação imediatamente revolucionária pode mediar um prazo de vários anos, período em que se produzirão fluxos e refluxos». (pág 20)

c) «É inevitável e relativamente próxima uma mudança na consciência revolucionária do proletariado americano, a qual já não será mais “um fogo de palha” que se apaga facilmente, mas o inicio de um verdadeiro e grande incêndio revolucionário. (pág 24)

d) A aventura iniciada pelo czar na Manchúria provocou a guerra russo-japonesa; a guerra provocou a Revolução de 1905. A aventura japonesa actual na Manchúria pode acarretar uma revolução no Japão. (pág 24)

A evolução da História nesses quatro países desmentiu quase imediatamente as previsões de Trotsky.

DEVELANDO UN MITO: EMISARIOS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN CHILE

HISTORIA N° 41, Vol. I, enero-junio 2008: 99-164

ESTUDIOS

DEVELANDO UN MITO: EMISARIOS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN CHILE

Olga Ulianova*

  • Ph.D. en Historia, Universidad Lomonosov de Moscú, Investigadora Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile (en adelante USACH), correo electrónico: oulianov@usach.cl.

Reconociendo al comunismo como un actor nacional e internacional clave en la evolución política de Chile durante el siglo XX, que tempranamente vincula el país con la política mundial, el artículo pretende reconstruir, contrastando la documentación de los archivos kominternianos con las fuentes memorialísticas y periodísticas locales, una de las primeras y más enigmáticas formas de la vinculación del movimiento comunista mundial con su partido chileno: la presencia intermitente en el país, entre las décadas de 1920 y 1930, de “delegados” o “emisarios” del Komintern. El análisis de las formas de la interacción de los emisarios kominternianos no solo con la militancia criolla, sino con importantes sectores de la sociedad nacional, contribuye a la reflexión acerca de la dimensión internacional en la construcción de la cultura política chilena del siglo XX.

Palabras clave: comunismo, Chile, Komintern, política mundial.

The article analyzes the interaction between Soviet Komintern emissaries and local communist followers as well as important sectors of Chilean society. It recognizes that communism was a key national and international factor in Chile’s political evolution during the twentieth century, when the country was closely linked with world politics. This contributes to the discussion regarding the international dimensión of the construction of Chile’s political culture during the twentieth century. The article reconstructs one of the first and enigmatic forms of linking the world communist movement and Chile’s Communist Party. Documents from Komintern archives, memories and local press sources, were used to explore this topic.

Key words: communism, Chile, Komintern, world politics.

El comunismo fue sin duda uno de los fenómenos políticos claves del siglo XX. Para algunos autores, como para Erick Hobsbawm, ese siglo, en cuanto época más que cronología pura, se inicia y termina con el comunismo: desde la Revolución Rusa en 1917 hasta la caída de la URSS en 1991 el desarrollo histórico mundial fue percibido por los contemporáneos en términos de alternatividad. Se contraponían dos modelos de hombre, de vida, de economía, de sociedad, de todo1.

No obstante la importancia del comunismo para la comprensión de la época, su estudio historiográfico dentro de los marcos del período resultó bastante precario. Alta mitologización, en blanco o en negro, del objeto del estudio, junto con limitaciones de acceso a las fuentes dificultaron la tarea2.

El cierre de la época junto con la apertura parcial de los archivos despertaron grandes expectativas, que a poco andar devinieron en muchos casos en primeras decepciones. Por un lado, los debates ideológicos del siglo tendieron a trasladarse al campo historiográfico. Por otro, el carácter fragmentado de los archivos, el lenguaje codificado de sus documentos, pocos “descubrimientos” sensacionalistas, demostraron que su incorporación a la circulación historiográfica requiere de una aproximación historiográfica, minuciosa y profesional, a la vez que la aplicación de todo el arsenal metodológico acumulado por la ciencia histórica.

Las primeras décadas de la existencia del movimiento comunista, organizado entonces en una Internacional política, aparentemente omnipresente y monolítica, con la mayoría de sus secciones y vínculos clandestinos, resultan especialmente atractivas para los historiadores y enigmáticas para el público lector en general. Para un historiador, su estudio va desde el desentrañamiento de las acciones, a veces novelescas, de la Internacional, a partir de una arqueología de fuentes, atribución de nombres, descifraje de seudónimos, hasta la reconstrucción de las complejas culturas políticas múltiples del comunismo universal y sus lecturas locales3.

Dentro de ello, el tema de la presencia de los enviados, “emisarios”, “instructores” o “agentes” del Komintern en los países más diversos en los años 20 y 30 ha constituido siempre uno de los aspectos más controvertidos y enigmáticos de la historia del comunismo del siglo XX.

En Chile, donde funcionaba entonces la “sección” más lejana del Kremlin de esta organización internacional, que con el tiempo resultó ser una de las corrientes nacionales del comunismo más potentes y más arraigadas en el tejido político local a lo largo del siglo (e incluso tras su finalización)4, la presencia y la participación de los “emisarios” de la Internacional en sus pasos iniciales siempre fue una combinación de “secreto a voces” con una gran interrogante. Diversas memorias históricas implícita o explícitamente reconocían su existencia5, pero no se sabía mucho de quiénes fueron ni cuál fue el alcance real de su acción en el desarrollo político nacional. Hoy a partir de la combinación de lo rescatado de los archivos kominter-nianos y de lo resguardado en diversas fuentes memorialísticas, prensa y folletería política chilena de la época, intentaremos responder estas preguntas.

El registro en las memorias históricas diversas del Chile de los veinte y treinta de la presencia de los “hombres del Komintern” en el país es nuestro punto de partida. Para unos fue la confirmación de su condición de parte de un movimiento y una estructura política global, en cierta medida de su propia capacidad de traspasar las fronteras, cordilleras y desiertos, de la importancia internacional de su propia acción. Para otros, siguiendo la misma lógica, pero con el juicio de valor contrario, una muestra de que el adversario ideológico local era apenas un títere de las poderosas fuerzas extranjeras. En ambos casos, al fin y al cabo, llegaba a comprobar la importancia internacional de la política local.

La cultura política chilena, en construcción aún, estaba abierta ya a seguir modelos europeos, viendo en ello un signo de la modernidad del país. Los discursos y las formas de acción política que acompañan los procesos de la consolidación del Estado nacional chileno en el siglo XIX guardan una relación mucho mayor con los debates similares europeos que en otros países del continente6.

Incluso el conservadurismo y nacionalismo chileno de principios del siglo, el que con más fuerza apela al particularismo identitario criollo, la “raza” y la singularidad, tiene parentesco ideológico muy cercano con las corrientes del giro conservador finisecular en Europa7.

Esta apelación tradicionalista al particularismo en las élites hegemónicas de principios del siglo se combina con la aspiración constante de ser “parte de Europa” (hoy se diría “del mundo occidental”) y con la autopercepción construida a partir de este deseo. De ahí, una recepción ambigua de las influencias ideológicas y culturales provenientes del viejo mundo. Incluso en aquellos que rechazan rotundamente su contenido, su presencia en el país es un signo de su pertenencia a “Europa” en términos culturales.

No es casual en este sentido que toda la prensa nacional, de todas las tendencias, en 1917 presta una gran atención y dedica grandes espacios a la Revolución Rusa, pero prácticamente no nota la Revolución Mexicana8.

A su vez, la relativa estabilidad política y económica del país en las primeras décadas del siglo XX permite a las élites cultas pensar los destinos del país en las categorías europeas, aunque sin su sesgo apocalíptico, ajeno aun en este fin del mundo, lejos de las guerras mundiales y revoluciones avasalladoras. La actividad económica relativamente exitosa y rutinaria, las instituciones que funcionan para su época, el orden social oligárquico relativamente firme. Mezcla de orgullo por “estar bien”, de atisbos de complejo de provincialismo y de cierto aburrimiento. Son los rasgos de la sociedad próspera chilena finisecular, captados por los viajeros observadores. A los visitantes cultos europeos, interesados en otra cosa aparte de los negocios, les falta adrenalina intelectual, estética, ideológica9. Parece que también ya comienza a faltar a segmentos del establishment local. Gotas de esta adrenalina la ponen las visitas extranjeras: artistas, pensadores. Muy escasos, de paso desde Buenos Aires, de ideas muy diversas, y muy recordados por estos lados.

Creo que esta compleja relación de la cultura política y de la cultura cotidiana del establishment chileno con el mundo exterior10 hay que considerar para la comprensión de la forma en que fueron recibidos en el país no solo la asociación del comunismo chileno al Komintern, sino también los enviados que esta organización destinaba al país.

A su vez, dentro de la cultura kominterniana, mesiánica y eurocéntrica, la destinación de sus delegados a diversos países se consideraba primordial para asegurar el curso adecuado de la revolución mundial. Sin conocer muchas veces en detalle las más diversas realidades nacionales, pero convencidos de poseer la nueva revelación que salvaría el mundo, los delegados de la Internacional creían ser protagonistas de la Historia con mayúscula, una especie de nuevos profetas. Este mesianis-mo se mezclaba con el romanticismo de los jóvenes, la exaltación y celebración del universalismo, así como en más de un caso con ansias de autoafirmación de individuos que buscaban realización en estructuras alternativas y, no en última instancia, con lógicas de poder.

En Europa y en las zonas geográficas cercanas a Rusia, estas lógicas tenían su epicentro directamente en Moscú11. En las regiones más lejanas se les agregaban las reproducciones locales de las jerarquías centrales.

Las militancias locales y los “emisarios” se necesitaban y se autoafirmaban mutuamente, retroalimentando la visión compartida de su protagonismo en un cambio mundial.

En el caso de Chile, dada su lejanía de los centros de la revolución mundial y la mencionada especificidad de su cultura política, la relación de su militancia comunista y de su mundo político con los emisarios de la Internacional tuvo sus particularidades.

En primer lugar, a diferencia de la mayoría de los PC europeos y americanos, el PCCh se funda, o mejor dicho, se proclama como tal, sin la presencia ni la participación de los emisarios de la Internacional.

Primeros “delegados” de la Internacional Comunista en Sudamérica

Los primeros “delegados” de la Internacional en Sudamérica aparecen en la región a fines del 1920. Los casos de Félix Weil, Henry Alien y Komin-Alexandrovski ilustran bien el perfil humano, político y raíces culturales de los “hombres de Komintern” de esa época.

Félix Weil, hijo de uno de los más grandes exportadores cerealeros argentinos, de origen judío alemán, nació en Buenos Aires en 1898 y se formó en Alemania en las décadas 1910-1920. Es más conocido como uno de los fundadores y principal financista de la Escuela de Francfurt a partir de su fundación en 1922. Sin vínculos previos con los bolcheviques, conoció a Grigory Zinoviev12 en un congreso partidista en 1920 y se ofreció para lo que la Internacional lo pudiera necesitar en Sudamérica, adonde regresaba a brevedad. Llegó a Buenos Aires en octubre de 1920 con las credenciales de Zinoviev. Tomó contacto con los primeros grupos comunistas en Argentina y Uruguay, planeó un viaje a Chile, pero no llegó a realizarlo. Tras una vasta actividad intelectual, editorial y política en Alemania de Weimer, volvió a su Argentina natal en 1931. Heredero de una gran fortuna, es más conocido como un brillante intelectual, autor de importantes textos de la historia socioeconómica argentina. En los registros del Komintern aparece en los treinta con el seudónimo de “Lucio” (era su segundo nombre real) en calidad de financista del PC argentino y administrador financiero (algo como tesorero) del Buró Sudamericano (BSA) de la Internacional, así como enlace de las comunicaciones clandestinas de la Internacional vía OMS13. Después de la Segunda Guerra volvería a Alemania y se dedicaría plenamente a las actividades del Instituto de Frankfurt14.

Félix Weil, en su primera estadía en Buenos Aires en calidad de delegado kominterniano no se refiere a Chile. El primer “emisario” que sí lo haría aparece en Sudamérica entre marzo y agosto de 1921 con las credenciales de la “Agencia Panamericana de Komintern” y bajo el nombre de Henry Alien. Tampoco pasa por Chile. Sí pasa por Río de Janeiro y Montevideo, llega hasta Buenos Aires, y de allí informa sobre los primeros grupos comunistas en la región.

En un informe, redactado a su regreso a Nueva York en octubre de 1921, dedica unos párrafos a Chile. Si bien atribuye el liderazgo del naciente PC argentino a Recabarren (“el organizador argentino actualmente es miembro de la Cámara de Diputados chilena. Es un comunista y realiza una excelente propaganda (legal y clandestina)“15), sobre el movimiento obrero chileno informa de oídas: “No puedo estar al tanto del movimiento chileno, sin haber estado allí, pero me han dicho que el movimiento revolucionario allí sigue la línea del partido laborista de Gran Bretaña, es decir, todos los partidos políticos obreros basan su militancia en los miembros de los sindicatos. Aquí, creo, no hay aun un partido comunista propio“16.

Llama la atención el predominio del criterio formal en esta evaluación: El autor del informe se refiere al principio organizacional que predominaría por mucho tiempo en el comunismo chileno cierta confusión entre la membresía en la FOCH y la militancia en el partido propiamente tal. No obstante, este sería el único rasgo que podría asemejar el protocomunismo chileno con el laborismo británico. Con una postura mucho más radical y rupturista, no reconocidos por la legalidad vigente, críticos de la Guerra Mundial, admiradores de la Revolución Rusa, Recabarren y sus camaradas que pronto transformarían el POS en el PCCh “sección chilena de la III Internacional”, estaban tan lejos del institucionalizado laborismo británico, como lo eran las barracas de calamina de las oficinas del encalve salitrero chileno de los barrios-modelo obreros de Londres y Liverpool.

Para los efectos de nuestro estudio podemos rescatar el recurso analítico de este primer “emisario” en Sudamérica. Sin conocimiento de la región, forma su opinión en conversaciones con los “dirigentes”, asociando lo escuchado a su background de conocimiento de la realidad europea.

¿Quién era este Henry Alien y quién lo había enviado a Sudamérica? Como muchos de los nombres de los primeros años de la Internacional, el suyo desaparece pronto de sus registros. Su nombre verdadero era Maximilian Cohén, tenía un poco más de 20 años, era dentista recién graduado e hijo de inmigrantes judíos rusos en EE.UU. Participó en la fundación de los primeros grupos comunistas en ese país, en particular en el medio de la colectividad judía rusa, fue miembro de la dirección del primer PC norteamericano, participó en los debates y rencillas de su etapa organizacional, lo que le significó expulsiones y reintegros. En medio de ellos en marzo de 1921 fue enviado a Sudamérica. Al parecer, se trató más bien de un exilio honroso y no hay señales de su posterior regreso a la región, ni de la continuidad de su militancia.

Finalmente, está el caso de Mijaíl Komin-Alexandrovski, ruso, obrero y militante del Partido Social-Demócrata Obrero Ruso, quien tras participar en la Revolución de 1905 en su país de origen y siendo condenado a cadena perpetua, en 1908 logró salir de Rusia y vía Alemania emigró a Argentina. Trabajó allí como mecánico y continuó su militancia en el grupo socialista ruso “Avangard” que mantenía contactos con los revolucionarios rusos exiliados en París. En 1920 aparece en el II Congreso de Komintern como delegado de la Federación Obrera Socialista Rusa de Sudamérica (FORSA), de la cual es el director del periódico y del Grupo Comunista Ruso, incorporado ese mismo año al PC A. Presenta informes al Congreso de la Internacional en nombre del comunismo argentino. Visita su ciudad natal, Nizhny Novgorod y aparentemente se reintegra plenamente a la vida política rusa, a tal punto que es enviado al frente de la Guerra Civil. No obstante, pocos meses después, el Buró Político del Comité Ejecutivo de la Internacional lo envía de vuelta a Buenos Aires, con las credenciales de representante de Komintern y Profintern, así como recursos financieros (5 mil libras esterlinas) para comenzar la actividad. Se desempeñó en Buenos Aires en 1921-22, para retornar luego a Rusia, integrarse plenamente y no volver más al país de su exilio.

Mijaíl Alexandrovski tampoco estuvo en Chile. No obstante, fue él quien a través de un cable cifrado, informó a la Internacional sobre la adhesión del POS chileno a Komintern bajo el nuevo nombre del PC: “…Les mando esta información con cierto atraso porque no siempre dispongo de tiempo y comodidades para cifrar cartas punto A fines de diciembre en la República de Chile se celebraron dos Congresos, uno de los Sindicatos de Chile, otro del Partido Comunista punto El primero aprobó la resolución de unirse indiscutiblemente al Profintern moscovita punto El segundo una semejante para Komintern punto Al próximo Congreso en Moscú llegarán delegados de sindicatos y partidos comunistas de las cuatro principales repúblicas sudamericanas dos puntos Argentina como Uruguay coma Chile coma Brasil punto…“17

Otro caso similar al de Alexandrovski es el de su camarada en FORSA, Mayor Mashevich, inmigrante judío-ruso en Argentina, Uruguay y Paraguay desde 1906 quien junto con Alexandrovski participó en 1920 en el II Congreso de la Internacional, volvió a Argentina con el encargo especial para las organizaciones rusas y judías en ese país. Nuevamente lo vemos en Rusia en 1921 en el III Congreso de la Internacional con el informe sobre el movimiento obrero argentino y “parcialmente sobre Chile, Uruguay y Brasil” (primer acápite sobre Chile en un informe presencial en Komintern – y de nuevo de parte de una persona que no había estado allí) e insistiendo ser recibido por Lenin en su calidad de delegado sudamericano. Tal entrevista no se materializó, como tampoco el retorno de Mashevich a Argentina. En los años posteriores su pista se pierde en el aparato estatal soviético.

Tratando de construir el retrato colectivo de estos primeros emisarios de la Internacional en Sudamérica podemos destacar que en ninguno de los casos se trata de los personajes de la primera línea de la política kominterniana. En dos casos se trata de jóvenes de un poco más de 20 años, provenientes de familias inmigrantes desde Europa Central o Rusia, primera generación americana (argentino en un caso y estadounidense en otro) y primera generación de profesionales en sus familias, con buen nivel educacional, judíos asimilados, laicos, con una identidad cultural desdoblada entre Europa y América. Este cosmopolitismo identitario junto con la joven vocación social y socialista, así como el indudable romanticismo revolucionario, los hace claramente susceptibles a las ideas y la sensibilidad de la Internacional. A lo que se puede agregar cierta ambición y búsqueda de prestigio y reconocimiento en las redes alternativas.

Otros dos son inmigrantes rusos residentes en Argentina, con una trayectoria de militancia mayor, aunque iniciada también en primera juventud (la revolución rusa los encuentra ya mayores de 30 años lo que en el mundo de las militancias que adhieren a la revolución puede ser considerado edad madura si no camino a la vejez). Vienen del mundo de las pequeñas organizaciones obreras y socialistas inmigrantes de Buenos Aires, presentando a la vez uno de ellos (Alexandrovski) las credenciales de su antigua militancia en Rusia. Por su condición de rusos y su vínculo con el mundo de la revolución, pretenden ser reconocidos como sus embajadores plenipotenciarios en Sudamérica.

No son los únicos en esta aspiración. En los cuatro casos observamos una búsqueda de reconocimiento. Por un lado, ante la Internacional en calidad de “descubridores de nuevas tierras”, portadores de buenas nuevas, reales o ficticios organizadores de los seguidores de la revolución. De ahí – informes y telegramas sobre la fundación y organización de los primeros grupos comunistas en la región y una especie de competencia por ser el primero y el mejor mensajero desde el fin del mundo, del cual en Moscú no se sabe mucho. Los militantes ruso-argentinos aspiran a la vez ser vistos no solo como informantes o mensajeros, sino como líderes comunistas locales, a partir de las organizaciones inmigrantes, reales o infladas, que dirigen.

Por otro lado, se busca el reconocimiento ante las organizaciones socialistas y el mundo intelectual alternativo criollo en calidad de los “representantes” de la revolución rusa. Al parecer, en esta primera etapa de su existencia, la Internacional era bastante generosa en otorgar su representación a los voluntarios dispuestos a llevar su palabra a tierras lejanas. También en otorgar recursos financieros para la organización. De hecho, todos estos primeros “emisarios” llegan a la región con montos considerables. No sabemos si en el caso de Weil se trata del mecenazgo personal o si el presupuesto de “Henry Alien” proviene de Moscú vía EE.UU. o serían aportes de los grupos comunistas norteamericanos.

Los cuatro casos vistos no representan un equipo de trabajo. Las instancias que dieron credenciales a unos no conocen, lo más probable, a los otros. Los propios “delegados” saben de la existencia de otros, y las relaciones entre ellos no son buenas. Más bien se trata de una competencia por la representación y el prestigio. En sus informes a Moscú se refieren negativamente a los “otros”, denunciando su incompetencia, contactos dudosos (ej., haber entregado recursos a grupos anarquistas) o falta de la representatividad real (en relación a los grupos ruso-argentinos).

El área geográfica de sus desplazamientos en la región abarca Buenos Aires, Montevideo y Sao Paulo. Ninguno de ellos visita Chile. No obstante, las referencias al país están presentes en sus informes a Moscú, como parte significativa de la “buena nueva”. Algunos, al parecer, habrían tomado contacto con Recabarren en Buenos Aires, pero en su calidad de líder del Partido Socialista Intemacionalista Argentino.

También en la misma ruta de presencia física de los delegados quedan asignados todos los recursos financieros y para las mismas organizaciones es solicitada la continuidad de apoyo. El POS y el naciente PC chileno no son considerados en esta distribución.

Los primeros “emisarios” extrarregionales de la Internacional no visitan Chile en su paso por Sudamérica. Quien sí está presente en el Congreso del POS-PC y de la FOCH en diciembre de 1921-enero de 1922, es el argentino Juan Greco, obrero linotipista, entonces el encargado sindical del PCA y futuro secretario general del PC argentino en 1923-24. Su presencia en los congresos no es percibida como la de un “hombre del Komintern” (lo que supondría una relación más bien vertical), sino como de un representante del “partido hermano” (vínculo horizontal). Percepción que se mantiene en gran parte en los años posteriores, cuando los militantes transandinos efectivamente llegan a Chile en calidad de enviados del Buró Sudamericano de la Internacional…

Al parecer, Alexandrovski, perteneciente a otro de los grupos comunistas argentinos, ni siquiera se entera de la presencia de Juan Greco en Chile, pues fundamenta su información en los materiales de prensa.

Surge el Secretariado Sudamericano de la Internacional (SSA)

Desde este momento fundacional del comunismo chileno (1922) hasta 1926 los documentos de la Internacional no se refieren a las visitas de los delegados komin-ternianos al país. Ese año, existiendo ya el Secretariado Sudamericano del Komin-tern (SSA) en Buenos Aires, dirigido en ese entonces por el argentino José Pene-lón, se presentan múltiples esfuerzos de “asesorar” desde esa instancia al PC chileno en su “bolchevización”, a lo menos, tal como la entendían entonces los dirigentes del SSA.

Recordemos que Chile en ese momento presentaba una situación política confusa, compleja e inestable, tras la renuncia del Presidente Alessandri y varios pronunciamientos de militares jóvenes, con el creciente poder, aun detrás de trono, de Carlos Ibáñez del Campo. A su vez, el PC chileno si bien era reconocido por el propio Penelón en su informe en Moscú en 1924 como “nuestro partido más fuerte en la región”, controlaba la mayor central sindical del momento (FOCH) y poseía una importante representación parlamentaria (8 diputados y 2 senadores), obtenida tras la participación en una coalición amplia de centro-izquierda en las elecciones de 1925, a la vez carecía de un liderazgo reconocido tras la muerte de Recabarren.

El Secretariado Sudamericano era una de las escasas instancias regionales de la Internacional creadas para funcionar fuera de Moscú y una de las escasísimas a cargo de los dirigentes locales. Ya en la segunda mitad de los veinte el Komintern, procurando la unificación del discurso y la doctrina y luchando contra las “oposiciones”, va a eliminar todos los buró y secretariados regionales in situ, dejando solo el sudamericano y el del Caribe, implementando estos con los “cuadros” soviéticos y centroeuropeos, provenientes de Moscú. Pero mientras tanto, Penelón posee una autonomía suficiente en la administración del SSA, reproduciendo esta estructura regional el espíritu mesiánico y el afán constructivista de las instancias superiores de la Internacional.

Para los militantes de pequeños grupos alternativos al fin del mundo, la misma adhesión a la Revolución Rusa y la Internacional significaba proyectar y dar sentido a su actividad más allá de su país o región. El contacto personal y directo con sus instancias de poder y de proyección mundial los colocaba en una situación distinta respecto de múltiples otros grupos alternativos de su país o región no respaldados internacionalmente. A su vez, el hecho de ser los únicos representantes de su corriente en la región con el acceso directo a Moscú, situaba a la dirección comunista argentina en una posición de líder o intermediario respecto de los otros grupos comunistas en la región, privados de esta conexión directa. La reafirmación de su sentido de ser, en cuanto portadores de la presencia de la Revolución Rusa en la región, implicaba la necesidad mesiánica de “dirigir” esta revolución y sus partidos a nivel regional. De paso permitía crear unas estructuras jerárquicas alternativas y construir prestigios colocándose a su cabeza.

En fin, de la misma manera que los creadores de la Internacional en Moscú creían indispensable su “dirección” a los que llamaban “nuestros partidos” en todo el mundo, apelando a su experiencia de una revolución victoriosa (a pesar de que la mayoría de quienes representarían a Komintern en el mundo no alcanzaron a participar en ella o si lo hicieron, fue en calidad de militantes de base juveniles), los creadores del SSA consideraban clave su “apoyo” a los partidos comunistas en la región, apelando a su mejor conocimiento (vía contacto directo) de la experiencia de la revolución bolchevique. Se trataba de una tarea romántica (y de hecho la mayoría de sus implementadores no superaban los 30 años), de gran carga mesiánica, pero a la vez peligrosa que podría significar desde malos ratos hasta martirio a sus protagonistas.

El SSA se organiza en 1925. En octubre de ese año, su secretario, José Penelón envía un informe a Moscú acerca de la situación en el movimiento obrero y el PC chileno. El autor reconoce que el informe está redactado sobre la base de las informaciones de prensa y la correspondencia con los chilenos, es decir, sin presencia física de los delegados del SSA en el país.

Sin embargo, la idea de la “orientación” de los partidos in situ ya está presente en el SSA (como el mismo SSA es “orientado” por los emisarios europeos de la Internacional). Al finalizar su informe, Penelón solicita recursos a la Internacional para estos fines: “Sería muy útil y hasta indispensable enviar una delegación a Chile. Es muy difícil de colaborar con este amplio e indispensable plan de trabajo desde la Argentina. Las relaciones con los camaradas chilenos no pueden ser tan frecuentes ni regulares como lo requiere la necesidad, debido a la reacción que subsiste en Chile”.

La construcción de las relaciones escalonadas al interior de la Internacional supone a la vez la delegación de la autoridad a las instancias superiores. Una de las tareas que Komintern “baja” en ese momento a los partidos y organizaciones regionales es la construcción orgánica de los partidos sobre la base del modelo bolchevique de células. Penelón informa a Moscú sobre el estado de esta reorganización en el PC chileno, solicitando a la vez la intervención escrita de las instancias centrales a favor de su proceder: “Sería útil que ustedes adopten algún tipo de resolución a este respecto y envíen una carta al Partido chileno, dándoles las instrucciones concretas sobre los puntos de este informe, las que ustedes consideren convenientes, especialmente sobre la reorganización del Partido, que no ha comenzado todavía y que es indispensable. Espero sus instrucciones a este respecto“18.

La Internacional accede a esta solicitud y en 1926 el PC chileno es “asesorado” por los enviados del SSA Rodolfo Ghioldi y Miguel Contreras, dirigentes del PC argentino. También pasa por Chile el primer emisario ruso de la Internacional, Boris Mijailov, “Raimond” en la correspondencia, quien hace a la vez de “inspector” de la actividad del SSA.

Mijailov, uno de los personajes de más edad en las redes kominternianas del momento, de 31 años a la sazón, fue un “antiguo” militante del partido bolchevique, con experiencia prerrevolucionaria de expulsión de universidad, arrestos y relegaciones. Durante la revolución y la guerra civil dirigió órganos de prensa, fue “agente secreto” infiltrado en el mando de los blancos, dirigió instancias de inteligencia del Ejército Rojo. En los primeros años de postguerra civil se desempeñó en cargos diplomáticos, así como en la dirección bolchevique de la región del Cáucaso. Desde 1923 lo encontramos en Komintern, en calidad de emisario del núcleo clandestino de la organización, el Departamento de Vínculos Internacionales (OMS – según sus siglas en ruso) en distintos países del mundo. Según consta de su dossier, tras ocupar cargos importantes en el aparato de la organización en Moscú, había solicitado ser enviado a “trabajo clandestino” al extranjero. Recorrió Balcanes, Grecia, Francia, Austria, Alemania, India. En 1926 llega a América del sur. Sigue vinculado de alguna manera a los temas latinoamericanos, entre otros, hasta 1929, cuando parte de representante del Komintern a EE.UU. Más tarde será “ayudante” de Dimitrov, corresponsal de Pravda en París, encargado para América de la agencia informativa soviética Sovinformburó durante la guerra.

Después de su viaje a América del sur en 1926-27, Mijailov participa en algunas oportunidades en las discusiones de temas latinoamericanos en las oficinas moscovitas del Komintern, sin pertenecer a ningún secretariado regional en particular. Da la impresión que siguió con su “trabajo clandestino” vía OMS, razón por la cual su nombre no aparece en las listas de las instancias relativamente públicas de la Internacional19. De hecho, sus informes enviados desde América del sur y redactados en un lenguaje profundamente privado y confidencial, iban dirigidos al encargado de OMS, Piatnitski (de “Raimond” a “Michelle”).

Al parecer, el objetivo principal de su viaje era examinar el estado de las comunicaciones kominternianas en la región, las que encuentra muy deficientes: “Vínculos del Secretario Sudamericano con los partidos y la dirección a los últimos se realizan de una manera absolutamente insuficiente. Los informes de los partidos de América del Sur son extremadamente pocos: de aquellas cartas informativas que logran llegar aquí, resulta muy difícil tener una idea más o menos clara sobre la situación que existe en los partidos. Resulta imposible enviar los camaradas o lograr que los camaradas lleguen debido a falta de recursos, pues los viajes se hacen cada vez más caros“20.

Respondiendo a las solicitudes de Penelón y los informes de Mijailov, la Internacional destina recursos para el envío de los delegados del SSA a “apoyar la bolchevización” del PC chileno. La dirección in situ por parte del SSA se considera un método adecuado. A su vez, el Comité Ejecutivo de la Internacional en Moscú se reserva el instrumento de una “carta directiva” para orientar a un partido lejano al que se percibe a punto de caer en una herejía: “No tenemos elementos suficientes para intervenir en la cuestión del partido de Chile, con una carta del Presidium21. Los datos que contienen los últimos informes, complican aún más estas cuestiones. Por ello, será necesario que un camarada del Secretariado22, vuelva a Chile, participe en el Congreso del Partido como representante de la I.C. y nos entregue enseguida, las informaciones más detalladas para que el Presidium esté en condiciones de dirigirse al Partido con un documento político“23.

El propio SSA se dirige al PC chileno con una carta directiva a fines de 192624. Además, durante noviembre-diciembre del 1926 y principios del 1927 se encuentran en Chile en representación del SSA los dirigentes comunistas argentinos Miguel Contreras (“Vargas”) y Rodolfo Ghioldi. Participan directamente en la elaboración de los nuevos estatutos del partido y en la preparación y realización de su VIII congreso (1 y 2 de enero de 192725). Presiden algunas de sus sesiones, revisan informes de los dirigentes chilenos y coordinan la redacción de sus resoluciones. También, al parecer por primera vez a ese nivel, intervienen en desavenencias personales entre los dirigentes chilenos, tomando partido a favor de unos u otros.

El SSA evalúa los resultados de su permanencia en Chile en su reunión de 25 de enero de 1927 a partir de un informe de Ghioldi. El acta de la reunión resume su informe así: “Ghioldi enviado a Chile informa sobre el trabajo realizado junto con Vargas26 durante un pleno ampliado y el Congreso del Partido chileno. El declara… congreso que tiene un carácter político tanto por las cuestiones allí discutidas, como por la forma de los debates y las resoluciones adoptadas. Vargas participó activamente en la preparación del pleno ampliado y del Congreso. El informe hecho por el compañero Galdames27 es un error y casi anula todo el trabajo de Vargas. Este informe produjo una terrible impresión y se pensó que eran maniobras del Secretariado y el C.E.N.28 contra los miembros del parlamento. En realidad el informe del compañero Galdames, no revisado por el C.E.N., ni por el compañero Vargas, fue enviado a la imprenta y publicado, en consecuencias que este informe, además de contener invectivas injustas en contra de los miembros del parlamento, estaba en general, mal redactado. La línea del Comité no era la adecuada. Alabando a Barra Woll y a Contreras Labarca, atacaba al mismo tiempo a los otros. Esta táctica arrojó a Sepúlveda Leal en brazos de la derecha, a pesar de que fue uno de los mejores elementos del grupo parlamentario. En este informe habían muchas cosas de más, lo que explica el por qué la mayoría del Congreso estaba en contra del informe, a pesar de manifestarse esta en contra de los miembros del parlamento. Cuando el informe fue impreso y entregado a los delegados, los miembros del C.E.N. al conocer su contenido, solidarizaron con él. Este informe no es consecuencia de una tendencia determinada, sino el resultado de un malentendido. Gracias a la intromisión enérgica del compañero Vargas en el trabajo del pleno y el Congreso, la impresión sobre la supuesta presión creada con el informe del C.E.N. se desvaneció paulatinamente. Vargas señaló los errores de organización, hizo las conclusiones pertinentes y entregó algunas indicaciones políticas, después de lo cual terminó de desvanecerse la impresión que dejó el informe del C.E.N”.

Esta larga cita demuestra el nivel de intervención de los delegados del SSA en la preparación y realización del congreso del PCCh. El tono del documento no denota una situación extraordinaria para el SSA, más bien refleja el contenido y el estilo de su trabajo rutinario. No obstante, para el PCCh, al parecer, se trata del primer caso de una intervención directa de una instancia kominterniana en las decisiones claves del partido. Como podemos observar, no solo el “principio leninista” de la organización (células, centralismo democrático) le interesa al SSA, sino las características y relaciones personales de los dirigentes del partido. Conclusión general del informe citado: la dirección del PCCh actuaba equivocadamente (ojo, no se le atribuye mala intención, más bien incompetencia) y la situación pudo ser salvada solo gracias a la intervención de los hombres del SSA.

Esta participación de los delegados del SSA en el VIII Congreso del PCCh es reconocida en su historia oficial, a partir de las memorias de la figura más emblemática del comunismo chileno de la era post-Recabarren, Elias Lafferte. Se les menciona como “delegados fraternales, los camaradas argentinos Rodolfo Ghioldi y Miguel Contreras”. Solo a este último se le señala como miembro del SSA. Al parecer, la presencia pública de los delegados extranjeros en el congreso de un partido chileno, provocó una fuerte reacción en la prensa nacional y, según Lafferte “los compañeros aconsejaron entonces a Ghioldi que se trasladara rápidamente a la Argentina”.

Respecto de Miguel Contreras, recuerda Lafferte que este “asistió a ese Congreso, discutió con nosotros, conoció sus problemas, dio su opinión, después de informarse. Pero estaba muy lejos de ser lo que muchos creen… un inspector“29.

Este episodio confirma la tendencia que ya se percibe con la presencia de Juan Greco en el congreso fundacional del PC chileno. Los “delegados” de la Internacional en Chile, de los cuales el PCCh mantiene la memoria, son militantes comunistas argentinos. Más aun, en estos primeros casos se trata de delegados obreros, de origen criollo y de perfil social, humano y cultural muy similar a los fundadores del PC chileno. Si bien, a diferencia de los chilenos, ya tienen contactos directos con la Internacional e incluso viajan a Moscú, al parecer, no actúan con aires de superioridad a partir de eso. La relación es percibida por ambas partes como más bien horizontal, aunque los documentos internos del SSA la sienten como una relación de “dirección y asesoramiento”. Según un informe de Mijailov desde Buenos Aires a Moscú en mayo de 1927, Miguel Contreras aun se encontraba en Chile, donde formaba parte del Comité Central del PCCh que funcionaba en la clandestinidad después del autogolpe de Ibáñez en febrero de ese año. Si bien el SSA había destinado ciertos recursos para la mantención de su representante en Chile, el monto insuficiente de esos más las dificultades de envío, obligaron a Miguel Contreras a buscar trabajo como obrero en una industria30. También en ese sentido su situación no era tan diferente de sus correligionarios chilenos.

A diferencia de estos casos de los delegados argentinos, el paso por Chile de Boris Mijailov no queda registrado en la memoria oficial ni disidente del comunismo chileno. Tal vez dado su carácter más compartimentado (pocos alcanzaron a conocerlo), su función más de reconocimiento de terreno que de asesoría o discusión con el PC chileno o su carácter episódico y discontinuado (no volvería más al país, ni recibiría a los chilenos en Moscú, a diferencia de los casos de los sindicalistas del PC argentino, con quienes Lafferte y otros mantendrían un contacto estrecho y al parecer, amistad, por décadas).

No sabemos hasta cuándo permaneció en Chile Miguel Contreras (“Vargas”) en 1927. No encontramos informes que él rindiera ante el SSA a su regreso a Buenos Aires, que según la lógica de la organización deberían haber existido. Según las memorias inéditas de Paulino González Alberdi, otro comunista argentino que trabaja en el SSA y con el cual nos vamos a encontrar más adelante, Miguel Contreras fue detenido y torturado en Chile en 192731.

En lo que queda del 1927 y a lo largo de todo el año 1928 la Internacional no tiene otro “delegado” en Chile, si bien primero Penelón solicita recursos para enviar uno y luego Codovilla (quien lo reemplaza a la cabeza del SSA) insiste en su necesidad. Todos los informes sobre Chile durante ese año (tanto en Buenos Aires, como en Moscú) provienen de los chilenos exiliados y se refieren principalmente a la situación previa a febrero de 1927.

Será el propio Victorio Codovilla el delegado del SSA que viajará a Chile ente febrero y marzo de 1929, dando el informe de su viaje en la reunión del SSA el 17 de abril de 1929. La importancia de este personaje tanto en la acción de la Internacional Comunista en América Latina, como en particular para la vinculación del PCCh con la Internacional, para la imagen del PCCh al interior del Komintern y para la “bolchevización” estaliniana del comunismo chileno, hacen indispensable su breve característica.

Victorio Codovilla nació en Italia y emigró a Argentina en 1912 a la edad de 18 años. Hijo de comerciante y egresado de una escuela comercial italiana, sigue trabajando en Argentina como empleado de comercio. También continúa con su militancia socialista iniciada en Italia, esta vez en los grupos socialistas italianos en Argentina. En cierta medida, esta parte de su biografía lo acerca a los casos de los inmigrantes rusos en La Plata, cuyos casos, en cuanto los primeros “embajadores” de la Internacional hemos visto más arriba. Al igual que ellos, se vincula tempranamente con el Partido Socialista Intemacionalista argentino, transformado en luego en el PC. Sintiéndose aun más bien un europeo en América, adhiere a todas las organizaciones que los grupos obreros inmigrantes y el naciente PC argentino forman a favor de la Revolución Rusa. A partir de 1924 comienza a viajar a Moscú, donde sus informes construidos con la lógica de un militante europeo que explica a otros militantes europeos la realidad de un continente lejano, convencen a sus interlocutores. También su fe en la doctrina, cruzada por su capacidad de encajar en la lógica de la organización, de ser “su” hombre en América más que el hombre de América en Moscú. El joven ítalo-argentino creía en el proyecto, pero a la vez se proponía surgir a través de la organización; ascender en su jerarquía alternativa toma un gran sentido para él.

Los ruso-argentinos referidos más arriba apelaban a su experiencia americana para retornar en gloria y reconocimiento a la madre patria (lo que efectivamente hicieron muchos de ellos). Para los dirigentes criollos como Recabarren o Penelón Moscú podía ser una Meca o un Vaticano, pero vivían dentro de sus realidades nacionales, sin la necesidad de buscar una autoafirmación en Moscú. Para Codovi-Ua la autoafirmación pasaba por ser “el” hombre de Moscú en las redes militantes y alternativas en general no solo de Argentina, sino de América Latina y luego del mundo hispanoparlante en general.

La causa daba sentido a su vida, prestigio, y la vez liberaba de “prejuicios” éticos. El siguiente episodio, relatado por el propio Codovilla un poco antes de su muerte en Moscú en 1970 a un latinoamericanista soviético, refleja bien esta personalidad.

En 1927 Codovilla participa en la celebración de los 10 años de la Revolución Rusa en Moscú. Junto con un grupo de delegados, en su mayoría latinoamericanos, salen a pasear por la ciudad y son ayudados en ubicación por los transeúntes. Entablan conversación con una señora mayor con la que pueden comunicarse en francés. Entrando algo en confianza con sus interlocutores, la señora comienza a criticar la falta de libertades, censura y represión a los disidentes en el régimen soviético. Los delegados latinoamericanos, en su mayoría por primera vez en la URSS, quedan perplejos. Codovilla, en su autoatribuida calidad de decano de la delegación, busca un policía y le entrega a la señora acusándola de propaganda contrarrevolucionaria32. 40 años después, sin poder aludir el desconocimiento del posible destino posterior de la señora, aun se sentía sinceramente orgulloso de su hazaña de “vigilancia revolucionaria”.

De vuelta en Buenos Aires en 1928 Codovilla, el hombre de confianza de Moscú, asume la dirección del Secretariado Sudamericano, destronando a su fundador, José Penelón, demasiado autónomo e impredecible para el cada vez más rígido carácter de la Internacional. El nuevo SSA, si bien sigue caracterizado por una alta presencia de los militantes rioplatenses, ya cuenta con la participación estable de los funcionarios kominternianos europeos: “Rossi” el ex diputado italiano Edigio Gennari y “Pierre” funcionario de la Juventud Comunista soviética Zinovi Rabinovich. En los años siguientes formarán parte de la etapa mítica del Secretariado (o Buró) Sudamericano del Komintern.

Mientras tanto, volvemos al viaje de Victorio Codovilla a Chile a principios de 1929. Su informe en la reunión del SSA el 17 de abril de ese año presenta un PC chileno completamente aniquilado por la represión. Codovilla, según sus palabras, no pudo establecer contactos con nadie de la dirección del PCCh, producto del clima de profundas desconfianzas mutuas, originadas en la represión, delaciones y la desmoralización generalizada. Junto con presentar un cuadro bastante coherente de la situación interna de Chile (siempre desde la perspectiva kominterniana) Codovilla destaca la necesidad de ayuda a los prisioneros políticos y sus familias en Chile a la vez que recomienda crear una dirección del PCCh en el exterior. Hasta aquí su relato se inscribe (tanto el narrador, como lo narrado) en la tradición de la historia heroica del movimiento, con su discurso de mística, riesgo, sacrificio y martirio.

Sin embargo, es posible una lectura más sutil de este documento. Y aquí en primer lugar, es importante señalar que la evolución interna del comunismo chileno en esos años está prácticamente ausente en las páginas de las historias y memorias oficiales del movimiento, concentrándose la atención en este período en los fenómenos de la resistencia a la represión. Junto con ello, se mencionan la “traición de los parlamentarios” al inicio de la dictadura ibañista, la expulsión de Manuel Hidalgo, acusado de trotskismo, y el advenimiento de una dirección nueva, “bolchevizada”, de la cual ya se puede trazar una línea de continuidad hasta la dirección actual del PC chileno. En cambio, la mayoría de los nombres de los dirigentes del comunismo chileno de los años confusos del ibañismo desaparecen de la historia oficial partidista.

Creemos que el viraje hacia las posiciones “bolchevizadas” en el PC chileno fue más complejo y resistido que lo mostrado por la historia oficial y fue acompañado por la primera oleada de purgas que afectó a figuras emblemáticas del período anterior (Hidalgo), así como por separaciones y alejamientos silenciosos de los que no calzaban con la nueva línea.

Codovilla señala en su informe la existencia de una discrepancia profunda en la dirección semidestruida del PC chileno, entre Rufino Rosas que está de vuelta de Moscú, por un lado, e Isaías Marte quien dirigió el PC chileno durante el año anterior, por el otro. Aparentemente, según Codovilla, Marte ocupaba en ese momento posiciones más duras procurando “reorganizar y consolidar el aparato…”, mientras que Rosas mantenía su visión más aperturista que ya había demostrado en sus informes en Moscú, incluyendo “intentar de constituir una organización legal”.

Esta situación descrita por Codovilla demuestra que el apego a su tradición de ligazón a los movimientos sociales y a la actividad política pública, se mantenía fuerte en el comunismo chileno. Las desavenencias con los “viejos parlamentarios” tampoco eran tan definitivas para esa tendencia, recordando las múltiples rupturas y reencuentros previos dentro de ese segmento político cultural: Rosas intenta conversar con los expulsados su reintegración al partido. El estilo kominterniano estalinista que supone las expulsiones o purgas como excomuniones perpetuas con las consecuentes demonizaciones de los expulsados, aún no se ha interiorizado en el PC chileno.

Sin embargo, paralelamente se expresan en su interior las posiciones más “duras”, centradas en la visión del partido como “aparato”, cuyo lenguaje parece estar más acorde con el espíritu de la Internacional estalinizada. Marte se opone a los contactos con los expulsados, apelando a términos como “politiqueros corrompidos” y “daño que han hecho a la causa comunista”.

Llama la atención que el portador de la posición más aperturista de ese momento, Rosas, regresa de la sede central de Komintern en los momentos del mayor auge de su línea más sectaria, manteniendo la posición que había expresado allá, e interpretando a su favor la escolástica del discurso kominterniano del momento. En cambio, Marte articula su posición “dura” sobre la base de su experiencia personal de clandestinidad, represión y derrotas.

Codovilla no ataca directamente a Rosas (secretario del PCCh en ese momento), abogando por la necesidad de unidad al interior del partido y de poner fin al conflicto interno. Sin embargo, destaca la imposibilidad de establecer contactos personales con Rosas durante su estadía en Chile y de manera sutil deja abierta la posibilidad de que el dirigente chileno haya rehuido esos contactos por algunas razones que no solo sean de seguridad y miedo a una provocación. De cualquier manera, el informe de Codovilla no registra ningún foco de disidencia abierta o de desviación en el PC chileno. En cuanto a los conflictos internos y/o eventuales pequeños descamlamientos de la línea, se les pretende corregir por medio de una reunión con los líderes de ambas tendencias en el PCCh, para lo cual se propone llamar a la sede del SSA en Buenos Aires tanto a Rosas, como a Marte.

Codovilla no informa con quién efectivamente tomó contacto en Chile y cuáles han sido sus fuentes de información. Su posición personal frente a la situación del PC chileno se deja traslucir en la argumentación de la necesidad del traslado del CC de Santiago a Valparaíso: la primera es “una ciudad burocrática en que merodean todos los oportunistas del parlamentarismo” (lenguaje muy parecido al usado por Iriarte y su grupo).

Las fuentes memorísticas abiertas agregan algo más sobre ese viaje de Codovilla a Chile. El contacto y la apreciación de sintonía de posiciones y de estilos con Galo González, futuro encargado de control y cuadros y posterior secretario general del PC chileno, fue uno de sus puntos claves. Es precisamente al grupo de Galo González, afianzado en Valparaíso, que Codovilla pretende entregar la dirección del partido en representación de la Internacional. Llama la atención que no explícita sus propósitos, cuando aparentemente una argumentación abierta a favor de ello aludiendo el bien de la causa, no rompía los esquemas de trabajo del SSA y podría perfectamente encontrar la comprensión.

Tampoco es mencionado en ese informe Manuel Hidalgo, quien en pocos meses más se convertiría en la figura emblemática en las relaciones entre el SSA y el PC chileno. Como portador de las posturas aperturistas, de reincorporación de los expulsados e incluso del partido legal aparece el propio secretario del PCCh Rufino Rosas, quien sin embargo no es demonizado por ello, siendo tal vez visto susceptible a la “reeducación” por parte del SSA. Como un ataque encubierto a Hidalgo puede ser interpretada la referencia despectiva de Codovilla a la organización en Santiago, donde “merodean todos los oportunistas del parlamentarismo”, pues era Hidalgo quien encabezaba la estructura del PCCh en la capital.

El correligionario de Hidalgo, Humberto Mendoza, en una entrevista ofrecida a mediados de los años 60, señalaba que durante esa visita de Codovilla a Chile se habría producido un choque personal y de estilos de trabajo entre Hidalgo y Codovilla, producto de la negación del primero a aceptar la subordinación vertical a las órdenes del SSA dictadas por su delegado. Ni el informe de Codovilla ni otros documentos kominternianos hacen referencia alguna a ese conflicto, pero ya en los protocolos de las reuniones del SSA de agosto del mismo año (cuatro meses después) vemos a Codovilla imponiendo a los dirigentes comunistas chilenos invitados a Buenos Aires la imagen de Hidalgo como personificación del enemigo interno a combatir.

Al parecer estamos presenciando el inicio de un conflicto, donde se combinan las diferencias políticas (“clase contra clase” vs. políticas aliancistas), las resistencias de los antiguos dirigentes a la ofensiva kominterniana sobre la autonomía de los partidos latinoamericanos, así como choques de caracteres y personalidades. La historia del Komintern está llena de casos similares, donde los debates escolásticos en torno al dogma se cruzan a cada momento con las luchas personales en torno al poder dentro de la organización. Estos dos planos se sobreponen en cada momento, por lo que la historia política concreta de la Internacional puede ser comprendida, a nuestro modo de ver, solo en el cruce de estos, sin reducirla exclusivamente a debate de ideas, ni a luchas internas por el poder.

A partir de este viaje de Codovilla a Chile, el Secretariado Sudamericano de la Internacional, bajo su dirección, comienza a construir su política de “ayuda” y “bolchevización” del PC chileno.

Así, en diciembre de 1929 – enero de 1930, otro miembro del SSA, Orestes Ghioldi (“José” en la correspondencia kominterniana), visita Chile, tratando de restablecer la dirección y la estructura interna del PCCh, en cooperación con aquellos sobrevivientes del comunismo chileno que más confianza le daban al SSA. Según las memorias de González Alberdi, Ghioldi fue detenido en Santiago y liberado gracias a la intermediación del diputado socialista argentino Alfredo Palacios y el entonces rector de la Universidad de Concepción, Enrique Molina33. Las cartas de Ghioldi desde Santiago son dirigidas a “querido Codovilla” y su aparente preocupación principal, más allá de aportes teóricos o intelectuales, es asegurar la separación de Manuel Hidalgo de la nueva dirección del PC chileno.

La preocupación del Secretariado Sudamericano por la situación del PC chileno, tanto en su calidad de víctima de la represión, como de posible “hereje” descarrilado, se traduce en la insistencia de colocar en Chile de manera estable a un “asesor” del SSA.

Instructores del Buró Sudamericano residentes en Chile durante el “tercer período” 1931-1934

Paulino González Alberdi

La tarea recae en Paulino González Alberdi, comunista argentino, quien a partir de esta experiencia se convertiría en el “experto” en temas chilenos al interior del aparato del Komintern. Nacido en España, en familia de profesionales, en 1903, Paulino González llega a Argentina en adolescencia, cursa estudios de contabilidad y economía, orientado por la familia hacia el mundo de los negocios. Sin embargo, desde una temprana participación en el movimiento estudiantil argentino, muestra un interés por el marxismo y se vincula al PCA, donde ocupa cargos de responsabilidad, representando al partido en el mundo intelectual, en la Liga Antiimperialista y colaborando con el SSA. Tras el golpe militar de 1930 en Argentina es arrestado y deportado con destino a España, pero logra abandonar el barco en Brasil para regresar a Montevideo y ponerse a disposición del Secretariado Sudamericano. El Secretariado, dirigido ya por el mítico Abram Guralski, “Rústico,” y conformado ya no solo por los militantes rioplatenses, sino en su mayoría por los soviéticos y centroeuropeos, destina a González Alberdi, en su calidad de “teórico” y hombre de confianza del SSA a “asesorar” los partidos comunistas de la región, “rectificando” sus líneas ideológicas y ayudando a su reconstrucción organizativa. En esta calidad González Alberdi permanece varios meses en el Perú, de donde se traslada a Chile. Permanecerá aquí por más de un año, desde comienzos de 1931 hasta comienzos de 1932, convirtiéndose así en testigo privilegiado del período más convulsionado de la historia política chilena de la época de la Gran Crisis. Saldrá de Chile en vísperas de la República Socialista de junio de 1932. Sin embargo, continuará vinculado con la problemática chilena, primero desde el SSA (BSA) y luego, en la segunda mitad de los treinta desde el aparato del Comité Ejecutivo del Komintern en Moscú.

Sus múltiples cartas e informes enviadas desde Chile a la sede del SSA en Montevideo en 1931-1932 pueden ser complementados con su autobiografía inédita referida a los mismos hechos, pero redactada años más tarde, así como con los materiales de la prensa chilena. En su conjunto, permiten reconstruir, no solo el mundo ideológico, sino la vida diaria de un emisario de la Internacional en Chile.

Paulino González Alberdi llega a Chile procedente del Perú en la primera mitad de 1931. Es la última etapa del gobierno de Carlos Ibáñez y el momento más álgido del impacto de la Gran Depresión en el país. El comunismo chileno se dividió ante el fenómeno del ibañismo, apoyando la mayoría de los parlamentarios PC elegidos en 1925 al nuevo régimen. Los que deciden resistirlo son reprimidos con dureza y eficiencia desconocidos anteriormente en Chile. En más de una oleada, las direcciones enteras del PCCh fueron arrestadas, sus integrantes relegados a las islas inhóspitas de Juan Fernández o expulsados del país. Acostumbrados a la relativa legalidad y asambleísmo, sindicalistas de toda su vida, pero jamás superagentes encubiertos, los comunistas chilenos no saben mantenerse en la clandestinidad. A su vez, la creación de una red de sindicatos legales, reconocidos y parcialmente apoyados por el gobierno, les quita su principal base social, reduciendo drásticamente la presencia de la también proscrita y reprimida FOCh. Si a esto le agregamos el desmantelamiento en los años de crisis de los restos del mundo salitrero, su principal baluarte histórico, no es de extrañar que al momento de la caída de Ibáñez, según el reconocimiento posterior del secretario general del PCCh, Carlos Contreras Labarca, en el PC quedaban unos 30 militantes.

A este partido es al que viene a “asesorar” Paulino González Alberdi. En sus memorias cuenta que se instaló en Valparaíso, donde funcionaba la dirección del PC. Podemos aclarar que se trataba de una de las corrientes en el destruido PC chileno, aquella dirigida por Galo González, nuevo líder que Codovilla conoce en su viaje a Chile un par de años antes y cuya línea en SSA decide apoyar.

El emisario de la Internacional primero arrienda una pieza en la ciudad (“como lo hacía siempre para que nadie supiera mi dirección”) y luego se vincula con el partido. Las normas de compartimentación establecidas no dejan al delegado de la Internacional a la merced de las probablemente deficientes normas de seguridad del partido asesorado. Entre sus actividades con el PC chileno, González Alberdi menciona “un curso de capacitación, fundamentalmente integrado por compañeros del puerto, los “carretoneros”. Los cursos se realizaban en las casas de los obreros, en los cerros de Valparaíso y abarcaban un universo de unas 30 personas, número considerado peligrosamente amplio por el expositor.

También se intenta recuperar una antigua imprenta del PC que había quedado en manos de los militantes que apoyaron a Ibáñez34 y divulgar proclamas y llamamientos del partido en cuya redacción participa González Alberdi.

Entre otras actividades suyas el memorialista menciona estudios de la historia y economía de Chile en la biblioteca pública de Valparaíso, actividad importante tanto desde el punto de vista de su propio desarrollo intelectual, como de la comprensión por parte de las estructuras kominternianas de la realidad del país. No obstante, actividad inofensiva políticamente a corto plazo y que no justificaría todo el aparataje de mantenimiento de un emisario clandestino.

González Alberdi es arrestado en Valparaíso en vísperas de la caída de Ibáñez, producto tanto del seguimiento policial de las acciones de sus asesorados, como de la entrega de información por parte de uno de los militantes detenidos bajo tortura. Sale en libertad una vez terminada la era ibañista. La detención hace pública su condición de emisario del Buró Sudamericano de la Internacional. La policía intercepta no solo su correspondencia, sino giros de dinero a su nombre. Sus fotos salen en la prensa. No obstante, una vez en libertad continúa en Chile y en su calidad del asesor del PC chileno casi por un año más, cooperando con un PC ya salido de la clandestinidad, y no vuelve ser perseguido por la policía.

Sus informes desde Chile entre julio de 1931 y abril de 1932 se refieren a la situación política general en el país, así como a las actividades del comunismo chileno. Su mayor atención se concentra en la “política de cuadros”, es decir, selección de personas para los cargos directivos y la estructuración organizacional del PC a base de células. También participa (cuando no dirige o aprueba) en la redacción de todos los documentos oficiales que salen a nombre del PCCh, asegurando su correspondencia a la línea de la Internacional. En este último aspecto actúa con criterio propio, a partir de su propia interpretación de la realidad chilena e investido de la autoridad de ser “El Hombre del Komintern” en el país. También sigue dictando charlas y cursillos de marxismo.

En sus cartas e informes dirigidos al BSA se presenta como una especie de guía indispensable que asegura, en lo posible, la adecuada línea política del PC chileno. Se queja de la imperfección del material humano con el que tiene que trabajar, el único que hay. Destaca la constante tendencia a desviaciones ideológicas y a reconciliación con todo tipo de renegados en el PC chileno, da características a sus dirigentes uno por uno.

Lo que llama la atención es que se trata de un grupo político que al momento de la caída de Ibáñez contaba apenas con una treintena de militantes y que hacia fines del año 1931 llegaría a un centenar. Y a un grupo de estas proporciones le corresponde un “asesor” permanente en terreno, cuya atención aparece prácticamente personalizada.

Esta atención, sin embargo, resulta extraordinariamente fructífera para el comunismo chileno. Muchos años después quien fuera diputado y senador por el PC desde los cuarenta hasta 1973, Víctor Contreras Tapia, recordaría en sus memorias, las primeras lecciones de “capacitación política” que recibió en 1931 de Paulino González Alberdi, en compañía del futuro secretario general del PCCh Galo González, futuros diputados Justo Zamora y José Vega, a la sazón jóvenes militantes y dirigentes sindicales de base en Valparaíso. La lista de Contreras Tapia continúa con más de 10 nombres, que si bien no alcanzaron la presencia política a nivel nacional, llegaron a ser destacados dirigentes sindicales en Chile entre los treinta y los setenta35.

Desde la caída de Ibáñez hasta principios de 1932 el PC chileno saca su periódico oficial Bandera Roja, dirige el periódico de la FOCh Justicia, se prepara para participar en la campaña presidencial, recupera algunos antiguos militantes y capta nuevos. En las páginas de su órgano oficial, Bandera Roja, se denuncia la grave situación de los trabajadores en medio de la crisis, se discuten temas internacionales (éxitos de la URSS entre ellos), así como literarios y culturales, se reproducen, a instancias de González Alberdi, según su propio testimonio, los documentos del BSA que condenan y expulsan a Manuel Hidalgo.

Los grandes acontecimientos que sacuden a Chile, como el levantamiento de la Armada, toman al grupo por sorpresa. González Alberdi reconoce que se enteran de ciertos rumores días antes del movimiento, con calma deciden averiguar, mientras tanto el levantamiento se produce. Las decisiones que discute y toma el grupo con posterioridad no tienen que ver con la estrategia de desencadenar los procesos, sino más bien con la estrategia de evaluación y de reacción frente a ellos.

Tras su partida de Chile Paulino González Alberdi no rompe el vínculo con este país. A su vez, en la Internacional el recuerdo de su pasada por Chile sobrevive a aquellos que lo habían destinado aquí. Desde 1937 y al parecer, hasta la disolución del Komintern, Paulino González bajo el seudónimo de “Bernard” será el representante del PC argentino ante la Internacional y actuará como experto en temas chilenos en el seguimiento que Komintern hará al Frente Popular chileno. La mayoría de los materiales analíticos a partir de los cuales Komintern tomará las resoluciones sobre Chile en esos años, así como buena parte de los borradores de los documentos resolutivos, serán redactados por “Bernard”, González Alberdi. Mientras que de sus antiguos mentores en el Buró Sudamericano, Humbert-Droz estará fuera del movimiento comunista, Guralski e “Inés” presos en la URSS, “Pierre” (Zinovi Rabinovich) fuera del aparato de la Internacional, el ex encargado del Lender-Secretariado latinoamericano “Sinani” (Skalov) fusilado.

Carlos Dujovne

Un nuevo representante del BSA llega a Chile a principios de 1932. Se trata de Carlos Dujovne36 (1903-1973), argentino de origen judío-ruso, con estudios universitarios y experiencia de vida y trabajo en Moscú en los años veinte, incluso en el Comisariado del Pueblo de Relaciones Exteriores soviético. En 1928 es enviado a trabajar a Profintern, el cual lo destina a América del sur. Ya no volverá a Moscú, donde sus familiares, militantes bolcheviques, caen víctimas del terror estaliniano en 1937.

Mientras tanto, Carlos Dujovne participa en la organización del congreso fundacional del CSLA (Confederación Sindical Latinoamericana) en 1930 y luego es enviado como “instructor” del BSA a “apoyar” a los sindicatos procomunistas y a los PC del Perú y Chile.

Su perfil biográfico se acerca al de González Alberdi. Tienen la misma edad, provienen de las comunidades inmigrantes de Buenos Aires, más bien de sectores medios, han tenido acceso a la educación superior y son considerados “intelectuales” en el medio comunista local.

En Chile, nuevamente su labor se centra en el apoyo a la redacción de los documentos del partido, a la elaboración de su línea frente a los acontecimientos que se precipitan y de las consignas. También, aunque ya en menor medida, en la estructuración organizacional.

La correspondencia entre Carlos Dujovne y la sede del BSA demuestra los grados de autonomía de los enviados de la Internacional in situ. Su actuaciones y decisiones de cada momento, percibidos por la dirección del partido “asesorado” como la voz del Buró Sudamericano, son lo suficientemente independientes y obedecen a su propio criterio e interpretación de la doctrina kominterniana aplicada a los hechos en curso. El BSA a su vez puede (y lo hace) en los documentos internos dirigidos al emisario, desautorizar su acción e intentar imponerle la línea que considera más adecuada (también según el criterio de sus dirigentes).

En todo caso, se trata de las diferencias entre los integrantes de una estructura regional de la Internacional no percibidas sino mucho después y de manera marginal por las estructuras centrales del Komintern en Moscú. Se mezclan en ese, debates teóricos y diferencias de apreciación de coyunturas políticas específicas con luchas de liderazgos y poder al interior de una estructura jerarquizada.

En el caso de Carlos Dujovne en Chile en 1932, su postura es más cercana a la del PC chileno en ese momento, siendo esta más flexible y realista en su apreciación de la República Socialista de junio de 1932 y de la figura de su líder, Marmaduke Grove, que la línea que el BSA pretende imponerle.

Estas infracciones a la verticalidad de mando en la Internacional aún son posibles, aunque provocan alarmas internas. De hecho, las diferencias de apreciación de la República Socialista y la política del PC chileno en torno a ella llevan a una discusión con tintes punitivos en el BSA. Las posturas de los integrantes soviéticos del BSA en esta discusión alcanzan incluso una repercusión en sus pares (competitivos) en el Comité Ejecutivo de la Internacional en Moscú.

Carlos Dujovne, por su parte, a diferencia de González Alberdi quien sería promovido más tarde a representante del BSA ante Komintern en Moscú, nunca regresa a la URSS. Hasta mediados de los cuarenta se mantiene en el BSA, llegando a ser miembro de su Comité Central en 1938. En esa época funda y dirige la Editorial Problemas, la mayor empresa de difusión de cultura soviética de la época en Latinoamérica. Tras el golpe militar de junio de 1943, la editorial es clausurada, son quemados los stocks de libros y Dujovne es detenido en la cárcel de Neuquén hasta 1945. Disconforme con la orientación comunista de férrea oposición al peronismo y desilusionado con el curso que toma la experiencia soviética, en 1947 abandona silenciosamente el PC37.

Yakov Marianski

Paralelamente con Dujovne, se encuentra en Chile otro representante kominter-niano, destinado allí en nombre de Profintern (Internacional Sindical Roja). Sus informes están redactados en ruso y los firma con la letra “M”. Sus conclusiones no difieren mucho de las de Carlos Dujovne, si bien los informes fueron redactados por separado. La crítica del BSA sobre su posición en la “cuestión chilena” recae en los dos por igual.

Creemos que se trata de Yakov Marianski, comunista polaco, residente en la URSS en los años veinte donde se desempeñó, al igual que Dujovne, en el Comisariato del Pueblo de Relaciones Exteriores soviético. También a fines de los veinte fue destinado a Profintern, trabajando en Francia, Bélgica y Rumania y llegando en 1930 a América Latina a participar en la constitución del CSLA. Su expediente señala visita a Chile en 1932, así como se constata una fuerte disputa doctrinaria y personal con el entonces secretario del BSA, Guralski. En este caso, la dura crítica del BSA a la postura de los “enviados del CSLA en Chile, camaradas C. y M.” podría ser vista como una página previa de esta disputa. Yakov Marianski murió en Moscú en 1938, víctima del Gran Terror estaliniano.

Se trataría en cualquier caso del primer “asesor” del PCCh enviado por el BSA que no fuera latinoamericano, sino soviético (los comunistas exiliados de los países de Europa del Este que habían sido partes del Imperio Ruso antes de la Revolución bolchevique se sentían y eran considerados plenamente soviéticos en la URSS).

A principios de los años 30, varios de los dirigentes del Buró Sudamericano pasan por Chile en visitas breves: el secretario del BSA, Abram Guralski (“Rústico” o “Juan de Dios”), el encargado juvenil del Buró “Pierre”. Tal vez otros. No tenemos confirmación documental de estas visitas, más allá de las menciones de varios memorialistas o de sus propias referencias posteriores.

Luis Alberto Fierro – “Horacio “

La Internacional Comunista de la Juventud (KIM) también tuvo su referente sudamericano. El Buró Sudamericano del KIM estaba adscrito al Buró regional de la Internacional, si bien tuvo su estructura propia. Varios de los delegados de la Internacional en Chile pertenecían a esta estructura. Si bien “Pierre”, “Alfredo Torres” o “César” pasan brevemente por Chile en algunos momentos, el delegado del KIM que permanece más tiempo en Chile es “Horacio”, el uruguayo Luis Alberto Fierro.

Como hemos visto, la mayoría de los integrantes del Buró Sudamericano “adulto” nació entre 1890 y 1900. Los delegados del Buró KIM son solo algunos años menores, nacidos entre 1901 y 1910. Los primeros, cuando se trata de rioplatenses, son inmigrantes (Codovilla, González Alberdi, los Ghioldi), de familias más bien de clase media, con estudios superiores, aunque no necesariamente universitarios. Los dirigentes del KIM sudamericano (Luis Víctor Sommi – “Alfredo Torres”, Jacobo Casin – “César”, Julio Gada, Luis Alberto Fierro – “Horacio”), si bien vienen de familias inmigrantes, ya son nacidos en América, provienen de familias proletarizadas y se desempeñan ellos mismos como obreros. Ninguno tuvo acceso a la educación superior, muchos no terminaron la enseñanza media. Son autodidactos y su formación está dada plenamente al interior de la organización.

La biografía de “Horacio”, Luis Alberto Fierro, quien permanece en Chile desde 1933 hasta principios de 1935, es bien representativa de este grupo. Cuando lo encontramos por primera vez en Chile en enero de 1933, aun no cumple 27 años. Viene de una familia de inmigrantes italianos instalados en Uruguay, obreros. También se declara “obrero” él, aunque por su oficio de sastre, podría más bien ser catalogado como artesano. Comienza a militar en la Federación de Jóvenes Comunistas de Uruguay a los 16 años en 1922 y al año siguiente ya es miembro de su Comité Central. A los 19 años ya es miembro del PCU y a los 21 es secretario del Comité Central del PCU. A los 22 es enviado a estudiar a la Escuela Internacional “Lenin” a Moscú (1928). Al año siguiente participa en el Congreso de la Liga Antiimperialista en Frankfurt, lo que supone permanencia de cierto tiempo en Europa. De vuelta a Sudamérica, se desempeña entre 1929 y 1935 como “instructor” del Buró Sudamericano del KIM en Argentina, Brasil y Chile. Desde este país viaja al VII Congreso de la Internacional a Moscú, se queda al VI Congreso del KIM en octubre del mismo año 1935 y permanece en el aparato de la Internacional hasta 1937. En Moscú de aquellos años es uno de los principales “expertos” en Chile, elabora informes, recibe a las delegaciones chilenas que llegan, elabora propuestas. Tras su regreso a Uruguay, su pista se pierde.

Sus informes desde Chile contienen amplia información acerca de la coyuntura política nacional, así como de la dinámica sindical, huelguística y de las actividades de las JJ.CC. Al parecer, su propia intervención se centraba en la creación de la estructura orgánica de la federación juvenil. No hay en sus informes sugerencias o imposiciones de línea de parte del delegado a la organización asistida. Más bien el detalle de la articulación de una organización. En sus informes es más bien testigo que rinde cuentas de su trabajo y proporciona información para quienes quieren analizarla, que interventor. Sus referencias a los asistidos son como se acostumbraba algo condescendientes, pero en ningún caso despectivas. Así, al secretario general de la Federación Juvenil Comunista chilena Luis Hernández Parker se refiere como a un “estudiante con facilidad de palabra y de redacción, pero poco profundo en conocimientos… [de la doctrina – OU]”. ¡Como que vislumbrara su futuro periodístico! Las críticas no van más allá de señalar que “absorbe toda la dirección” en sus manos y que necesita crear una dirección colectiva y aprender a delegar funciones. Estilo de recomendaciones que pudiera dar hoy un experto en estrategias organizativas a cualquier dirigente de una institución e incluso empresa.

Ciertos recuerdos nebulosos de los delegados del KIM sudamericano conserva Volodia Teitelboim. Recién llegado a Santiago vivía en la casa de su prima Dora Volosky, casada con Luis Hernández Parker:

“A la casa de Lucho y Dora llegaban en especial los emisarios del KIM, abreviatura de la Internacional Juvenil Comunista. Generalmente se comportaban como buenos muchachos. Sencillos, casi siempre amables, sacaban del bolsillo el catecismo, lo recitaban. El menos despistado era un uruguayo que comprendía que él no era un patrón. Otros se sentían enviados del cielo, portadores de la palabra sacrosanta“38.

Los informes enviados por “Horacio” en los primeros días de 1935 se convierten para la Internacional en la primera fuente directa referida a la postura del PC en torno al levantamiento de Lonquimay de 1934 y de las conclusiones que el PCCh saca de aquellos acontecimientos. Valorando positivamente el despliegue del “trabajo en el campo” del PC chileno, con un tono de cronista que caracteriza sus correspondencias, “Horacio” registra el gran entusiasmo reinante en el PC chileno aun en enero de 1935 respecto de las posibilidades de nuevas insurrecciones campesinas e indígenas, que, como bien suavemente señala, le parecen algo exageradas.

“Delegación” kominterniana en Chile en 1935-1936. Viraje al Frente Popular

Eudocio Ravines en Chile

El nuevo “asesor residente” de la Internacional llega a Chile a principios de 1935. Se trata de Eudocio Ravines, entonces secretario general del PC peruano, “cuadro” profesional kominterniano desde inicios de los años treinta. Ravines estaría en Chile en dos oportunidades por períodos relativamente largos: en 1935-36 y en 1938-40, con un intermedio en la Guerra Civil española, oficinas de NKVD y aparato del Komintern en Moscú en 1937.

Purgado en 1940 del movimiento comunista (circunstancias a las que nos referiremos más adelante), se volcó en los años posteriores a la causa anticomunista con la misma pasión militante con la que antes defendía el comunismo. Sus memorias, publicadas en español bajo el título de “Gran estafa” a principios de los años cincuenta constituyen la única fuente memorialística referida casi en su totalidad a la acción de la Internacional y sus hombres en Chile. No obstante, la reputación de “traidor” del autor ante los ojos de la tradición comunista, junto con las circunstancias de las publicación del libro en el apogeo de la guerra fría y con evidente patrocinio de los servicios propagandísticos norteamericanos, favorecían a la lectura ideologizada de la obra: denuncia de la perversidad del comunismo para unos y pasquín calumnioso para otros. Creemos que la versión completa de las memorias39, con el relato detallado de la infancia y formación del autor y llena de referencias personales a las experiencias vividas en Perú, Francia, Rusia, Chile o España, permite una lectura más compleja, revelando ciertas características de los militantes kominternianos de los 20-30, aportando a la reconstrucción de sus perfiles socioculturales, presentando un caso más bien trágico de un converso apasionado y combativo que termina excomulgado por la iglesia y decepcionado de la fe a las que había decidido dedicar su vida, las que había ayudado a construir y cuyo producto en gran medida ya era al momento de la defenestración.

Si bien el dossier personal de Ravines en los archivos moscovitas nunca fue desclasificado (por su calidad de un anticomunista activo hasta la década de los setenta, su dossier no quedó enterrado en los archivos kominternianos, hoy accesibles, sino que se mantuvo en el archivo corriente del PC soviético, del cual se abrió solo una pequeña parte), las múltiples menciones de su actividad en los documentos kominternianos, así como la confrontación de los hechos narrados por él con otras fuentes hoy disponibles, permiten desmitificar en gran parte esta parte aparentemente más conocida, pero a la vez más mitologizada de las relaciones de la izquierda chilena con la Internacional Comunista.

Quien era, en realidad, Eudocio Ravines, “Jorge Montero” en Chile ¿misterioso emisario del Komintern y “verdadero padre” del Frente Popular chileno para unos40, o pobre exiliado peruano, acogido por el PC chileno “por razones humanitarias” y convertido luego en un “traidor”, “espía alemán”?41.

Era peruano, provenía de una familia con notoriedad política a nivel local, pero empobrecida de la serrana región de Cajamarca, una especie de clase media pobre, educada y provinciana. En su autobiografía destaca su temprana orfandad, eterna vocación por el estudio y la lectura, su temprano oficio de maestro, enseñando a los niños de su propia edad en una remota escuela rural atendida por su madre. La investigadora peruana M. Chocano destaca la ausencia de referencias colectivas, de relaciones horizontales con los pares incluso en las rememoraciones de la infancia lejana de Ravines. También destacaríamos una autoafirmación frente a la adversidad, el ser distinto al resto (podríamos agregar que la diferencia la hace la educación), rechazo a la sumisión del medio, Nietzsche entre los pocos autores leídos nombrados. Según M. Chocano, una reinvención de yo a partir del cambio de piel ideológica (individualismo liberal vs. colectivismo comunista), un contraste consciente con las autobiografías conocidas de líderes de izquierda que resaltan su inserción popular, lo colectivo, en cada etapa de su vida42.

Este enfoque frente a la autobiografía de Ravines que claramente supera las lecturas reduccionistas e ideologizadas nos parece muy interesante (y sugerente para el tratamiento de biografías de personajes políticos contemporáneos). No obstante, creemos que este notorio individualismo que se percibe en el autor no es solo ni tanto un constructor para apoyar su nueva postura ideológica, sino una puerta (que más bien involuntaria o vanidosamente nos deja) para la comprensión del personaje, de las motivaciones de su actuar político. La aspiración individualista de superación, de ascenso, de reconocimiento y autoafirmación pueden ser una motivación perfecta de adhesión a movimientos alternativos que ofrecen espacios para ello, independientemente del carácter de sus ideologías. Siempre y cuando el sujeto no pretende ser un grano de arena anónimo de la estructura alternativa, sino un general. Cuanto mejor que el movimiento sea universalista y el reconocimiento venga desde el mundo ancho y ajeno, donde es más fácil superar las limitaciones de una sociedad cerrada y oligárquica.

De Cajamarca a Lima, los inicios de su biografía incluyen la participación en los movimientos estudiantiles y en la fundación del APRA, deportación del Perú por el gobierno de Leguía y residencia en París de los años veinte. También amistad y diálogo con Haya de la Torre, César Vallejo y Mariátegui. La búsqueda de sentido, de proyecto político y existencial, de una nueva fe, en última instancia, lo lleva a fines de los veinte, en medio de la crisis económica mundial, a Moscú. No tiene aún conocimientos de marxismo, no se trata de una adhesión intelectual, sino de la atracción del símbolo de la Revolución Rusa. “Yo no podía dejar de estar al lado de ellos”, incluso convertido en un anticomunista acérrimo, Ravines recuerda su encuentro con el comunismo con gran emoción. Según las memorias de Ravines, el responsable de su conversión al comunismo sería el escritor francés Henri Barbusse, pero el texto denota su propia necesidad y sed de una fe holística y universal, a la que, como señala el historiador peruano A. Flores Galindo, “desde un principio parece aferrarse con angustia porque de esa creencia depende toda su existencia… Tras años de desorientación, en medio de una sociedad “amodorrada y arcaica”, peregrinando inútilmente por Lima, Buenos Aires y París, pareció al fin encontrar la tierra de los profetas. Todavía más: ese tren que lo transporta a Moscú le abre la posibilidad de ser uno de ellos“43.

A diferencia de Mariátegui, quien se acerca al comunismo en cuanto idea intelectual o imagen romántica de una revolución lejana, Ravines se encanta a la vez con la Internacional, y no solo como proyecto, sino como un poderoso mecanismo político, una especie de nuevo demiurgo, capaz de transformar la tierra.

A su vez, los funcionarios latinoamericanistas de la Internacional, ven en Ravines al tipo de persona que buscan: culto, inteligente, capaz, más político que intelectual, un converso ferviente dispuesto a aceptar las normas de su nueva iglesia. El Lender-Secretariado latinoamericano buscaba tanto hacer llegar al comunismo a los líderes de las corrientes “antiimperialistas” latinoamericanas, como promover la creación de los PC donde no lo había (o donde la Internacional no los veía). Ravines, líder aprista convertido en comunista, quien en nombre del Komintern y de acuerdo a sus pautas y su verbo, completaría la labor de fundar un PC en el Perú, iniciada por Mariátegui, podría ser considerado un gran acierto y una gran adquisición del Lender-Secretariado. Mutuamente se perciben hablando un lenguaje común.

Al parecer, Ravines sería el primer sudamericano “criollo” que llega a esos niveles de compenetración con las lógicas y lenguajes internos, privados, de la Internacional. Otros que ya lo han logrado, provienen del mundo inmigrante rioplatense, mientras que un Recabarren o un Penelón nunca rompen esa barrera (tal vez, por interés implícito mutuo). Para Ravines, años después, esto tendrá su costo: sería el único comunista sudamericano no inmigrante que conocerá en Moscú de 1937 los sótanos de Lubianka.

Pero mientras tanto, en 1930 nada augura tal futuro. Ravines con las credenciales de la Internacional vuelve al Perú para fundar, tras la muerte del Mariáte-gui, el Partido Comunista de ese país. En medio de la crisis económica mundial, tras la caída del gobierno de Leguía y motivado por las estrategias insurreccionales kominternianas del “tercer período”, Ravines intenta vincular el incipiente PC con los estallidos sociales en el mundo minero peruano. Con la entronización del gobierno de Sánchez Cerro, esto le valdría en 1933 prisión, torturas y pena de muerte. Para el movimiento comunista latinoamericano se convierte en figura heroica indiscutible. Su rescate de la cárcel se convierte en la operación única de este tipo organizada por la Internacional en América del sur. Tras una breve recuperación en Moscú, Ravines vuelve a la región en calidad del integrante del Buró Sudamericano.

Las páginas de sus memorias dedicadas a esa instancia kominterniana reflejan el orgullo mesiánico de quienes creían y se sentían haciendo la historia del continente y del mundo. Ni siquiera el trauma de la expulsión ni la nueva fe anticomunista logran minimizar este sentimiento de llevar las riendas de la historia. Las memorias no hacen mayor referencia a la línea política de la Internacional de la época. Al parecer, Ravines se sentía plenamente identificado con su sectarismo heroico. No obstante, a Chile llega a imponer el viraje hacia un nuevo curso kominterniano, el de alianzas con los rivales y competidores de ayer, el curso del Frente Popular.

La llegada de Ravines a Chile en calidad del “instructor del Komintern” se produce entre febrero-marzo de 1935, en los momentos en que el secretario general del comunismo chileno, Carlos Contreras Labarca, se encontraba en Moscú, esperando el inicio del postergado VII Congreso de la Internacional y sosteniendo reuniones continuas con los funcionarios del Secretariado de Van Min, encargado entonces de América Latina.

Los informes enviados desde Chile en enero de aquel año por “Horacio”, delegado del KIM sudamericano, así como las primeras presentaciones de Carlos Contreras en Moscú en marzo, demuestran que el PC chileno y sus asesores aún se encontraban en sintonía con la línea insurreccional del “tercer período”, esperando nuevas insurrecciones campesinas en las que se aplicarían las “lecciones” de Ranquil.

Mientras tanto, la Internacional a partir de mediados de 1934 había propiciado un cambio de rumbo, inicialmente en sus partidos europeos, postergando las expectativas revolucionarias inmediatas, señalando al fascismo (se pensaba en primer lugar en el nazismo alemán, así como en sus seguidores y análogos) como la amenaza principal y estimulando las alianzas amplias con los tan vilipendiados socialdemócratas, así como con diversas fuerzas de centro-izquierda con el fin de impedir la llegada de los aliados de Hitler al poder en toda Europa. Como las demás estrategias de la Internacional, esta fue ideada pensando en regiones claves para ella, en este caso Europa.

Si bien América Latina era considerada parte de los países “semicoloniales”, por lo que el fascismo en cuanto “expresión más reaccionaria del capitalismo monopolista” aún no podía surgir allí, la estrategia de los frentes populares se unlversaliza y en 1935 llega a la región.

No hay indicio alguno que Chile hubiese sido un país especialmente elegido para aplicar esta estrategia en América Latina. El discurso iba por igual para todos. Fueron las particularidades de la evolución y de la cultura política chilena, incluyendo la tradición del propio PC, las que hacen posible su implementación en Chile.

La idea de la necesidad de una dirección externa del PC chileno por parte de un “instructor” o incluso de un equipo instructor kominterniano, iba madurando en la Internacional desde los años 1932-1933. Se basaba en la apreciación difundida por el Buró Sudameriano en el sentido de que las excelentes posibilidades revolucionarias en Chile en 1931-32 no culminaron con revolución por culpa del “factor subjetivo”, falta de preparación y criterio del PC local. Hasta el 1933 se repiten en los documentos del Buró Sudamericano las referencias a las persistencias del “re-cabarrenismo” en el PC chileno, entendido como “desviaciones reformistas” y en definitiva de la no correspondencia de la cultura del PC chileno con el espíritu y letra de la estrategia del “tercer período”.

Paradójicamente, cuando la idea del envío de un “instructor” a Chile se materializa, no existe ya el Buró Sudamericano y el instructor viene a implementar una política bastante acorde a aquello que se le incriminaba al PC chileno en los años previos.

La llegada de Eudocio Ravines a Chile está relacionada directamente con el viraje del PC chileno hacia la política del Frente Popular. No obstante, este giro hacia una apertura política fue implementado con los métodos duros y rígidos propios de la época estaliniana. Pero esta fue la contradicción vital de la política frentepopulista del comunismo a nivel mundial. La era de los Frentes Populares, de la mayor apertura del movimiento comunista internacional hacia las sociedades donde operaba, de la más fuerte apelación a las raíces comunes ilustradas del comunismo y de las corrientes del pensamiento progresista occidental en sus múltiples variantes, de la mayor popularidad del comunismo entre la intelectualidad occidental que ve en él la única fuerza capaz de parar a Hitler, esta era coincide con los años más negros y atroces del terror estaliniano al interior de la Unión Soviética. Hasta este fin del mundo esta contradicción llegará solo en forma de últimos y mínimos coletazos.

Tanto las memorias publicadas, como los documentos reservados de la Internacional reflejan el malestar generalizado en el PC chileno con los métodos a través de los cuales Ravines implementaba la nueva línea.

“En las primeras reuniones Ravines redujo a escombros la obra de los comunistas chilenos: después la barrió con el cuerpo mismo de los compañeros. Según él, el infantilismo político y las torpezas de esos seudorrevolucionarios, que enarbo-lando la bandera exclusivista de la clase proletaria habían llevado al Partido Comunista chileno al aislamiento y a los partidos burgueses de izquierda a la derrota o a los brazos derechistas, eran errores de exclusiva responsabilidad de los dirigentes nacionales; la línea equivocada se debía al sectarismo”, recuerda Marta Vergara, una de las más destacadas figuras del mundo artístico e intelectual en el PC de entonces.

Es notorio que el “sectarismo” del PC chileno que le incrimina Ravines, había sido en gran medida inculcado por el propio Buró Sudamericano, de cuyas estructuras el mismo Ravines formaba parte. Llama a su vez la atención que, al parecer, la lección fue tan bien aprendida, que nadie en el comunismo chileno esgrime este argumento frente al instructor kominterniano.

La confusión entre la militancia debe haber sido aun mayor, pues la oposición a la nueva línea surge también al interior de la propia delegación kominterniana en Chile. Así, el delegado de Profintern, el venezolano Martínez, no solo resiste a los esfuerzos de Ravines por promover la fusión de la debilitada FOCh con la antes muy criticada por los comunistas… central sindical legal, sino que entre julio y agosto de 1935 escribe largas cartas a Moscú, con una descripción detallada y confusa de sus peleas con Ravines, solicitando primer intervención de la Internacional y terminando con una solicitud de traslado propio44.

“Desde que llegué a esta he hecho todo lo posible para trabajar lo más estrechamente con el c. Jorge, y he hecho grandes esfuerzos para que las diferencias que han surgido en el trabajo fueran superadas por un serio trabajo colectivo, sin que ustedes tuvieran que intervenir. Pero un incidente sucedido el miércoles pasado, me obliga a plantearles algunas cuestiones, que en mi opinión necesitan su intervención”.

Más adelante analizaremos el contenido de estas diferencias, limitándonos por ahora a la apreciación del lenguaje y del peso de los aspectos personales en el debate.

En su libro, años después, Ravines daría una característica muy negativa a Martínez, presentándolo como un aparatchik inescrupuloso, que habría hecho una carrera en la Internacional en la representación de los sindicatos venezolanos inexistentes (en su momento estuvo vinculado a una organización de trabajadores de esa nación en Nueva York), lo acusa de intrigar en contra de Julio Antonio Mella y de ser culpable indirecto de su muerte, al impedir su salida oportuna de México donde corría peligro.

No sabemos si estas duras palabras son respuesta a desavenencias personales que se perciben en el intercambio epistolar desde Chile, pero la única carta de Ravines desde Chile de aquellos días conservada en el archivo, demuestra claramente su superioridad intelectual y de dominio de la palabra escrita en comparación con su contrincante, así como permite percibir su actitud orgullosa y mesiáni-ca a la vez respecto de su propia obra45.

“A Chile llegó Ravines de azotador de comunistas. Nada contenido. Se le iba la mano más de la cuenta y a veces daba el latigazo sobre un cuerpo equivocado. Sin embargo, no podía decir si gozaba al cumplir esta tarea, porque no lo demostraba. Además, su neurosis y su tiranía se nos disminuían ante los aspectos positivos de su personalidad. Siempre me pareció más estimulante que devastador”, recuerda Marta Vergara46.

Si para Marta Vergara, para su esposo y principal vocero del PC en aquellos años, Marcos Chamúdez y otros que asumen posturas más activas y visibles en el PC chileno en los momentos de la articulación del Frente Popular, tanto la línea aperturista que aplicaba Ravines como su esfuerzo y talento para aplicarla, pesan más que su mal genio y dificultades para relacionarse con las personas, para la dirección del PC chileno que trabaja bajo sus órdenes en ausencia del secretario general quien permanece en Moscú, la relación entre estos dos factores es inversa.

Así, en octubre de 1935 llega a Moscú una delegación de las JJ.CC. chilenas a participar en el VI Congreso de la Internacional Comunista de la Juventud. Forman parte de la delegación el secretario general de las Juventudes Comunistas, Luis Hernández Parker, “Sanfuentes” en Moscú y un tal “Ruiz”, cuyo nombre no hemos podido establecer.

En su primer informe, situando la llegada de Ravines a Santiago “después de la tercera conferencia latinoamericana” (es decir principios de 1935), “Sanfuentes” hace un discurso “autocrítico” de la situación interna del PC en ese momento: “La política sectaria nos llevó a perder influencia en una serie de sectores, originó el descontento de las bases”. En esta “autocrítica” se siente la asimilación del nuevo discurso kominterniano, en una clara diferencia con el discurso con el cual arriba algunos meses antes a Moscú Carlos Contreras Labarca. El cambio de curso, por lo tanto, ocurrió en los meses recientes y “Sanfuentes” lo confirma: “En febrero llegó la delegación (kominterniana – OU) que planteó la cuestión de cambios tácticos“47. (Dicho sea de paso, todos los cambios de línea en la Internacional se interpretaban como “cambios tácticos”, suponiendo que “La” estrategia, la de revolución mundial, quedaba incólume.)

A diferencia del propio Ravines en sus memorias y del mencionado fragmento de Marta Vergara quienes registran resistencias en la militancia comunista chilena “bolchevizada” a la nueva línea, “Sanfuentes” destaca una apreciación positiva de ella: “ Tengo la impresión que estos cambios de táctica fueron recibidos por las bases del partido con mucho entusiasmo”.

La perplejidad era producida por el estilo del discurso kominterniano, aplicado por Ravines y su gente. Como la Internacional no podía equivocarse, los cambios de rumbo no implicaban críticas al rumbo anterior, solo a las aplicaciones de este. A la dirección comunista chilena le toca vivir tal cambio por primera vez y la falta de lógica del procedimiento los confunde. Así los señala “Sanfuentes”:

“Por ejemplo, hablando de los cambios tácticos, Ravines declara: cambió la situación internacional, cambió la situación de Chile. Por ellos nos vemos obligados introducir estos cambios tácticos. Sin embargo, señala a la vez, que la línea de la Conferencia de nuestro partido es correcta, sin notar la diferencia entre las decisiones de la Conferencia del Partido chileno y los acuerdos de la 3a Conferencia de los partidos comunistas de América Latina. Así fue la situación durante el cambio de táctica. Repito, estos cambios fueron acogidos con entusiasmo, pero se producían vacilaciones por las contradicciones entre los nuevos planteamientos y los viejos planteamientos que no fueron criticados por la Delegación y se consideraban correctos“48.

Aquí está el núcleo de la confusión que el discurso de Ravines había producido en la dirigencia comunista chilena. En el lenguaje público kominterniano que el emisario, “cuadro” experimentado manejaba a la perfección, jamás se reconocían errores de las líneas políticas previas y ya abandonadas. La Internacional, como cualquier Gran Iglesia, no podía haberse equivocado. Máximo, se aludía, como lo hace Ravines en Chile, al cambio de las “condiciones objetivas” o de la “situación internacional”. Los comunistas chilenos aún no aprendían este lenguaje y, desde una lógica del sentido común, planteaban la incompatibilidad de la línea que el Buró Sudamericano les terminó de imponer en la Conferencia Nacional del PCCh del 1933 y la que traía ahora la “delegación” del Komintern. Una apuntaba a la toma del poder tipo bolchevique vía paro general combinado con levantamiento de otros sectores, otra planteaba la necesidad de una alianza política para llevar a un gobierno “reformista” al poder. Una veía en los socialistas y otros grupos de izquierda a peores enemigos que deberían ser combatidos, otra proponía una alianza con ellos. Una exigía cuidar la pureza ideológica y actuar solos en los sindicatos, otra proponía buscar la unidad sindical con los vilipendiados de ayer. Una condenaba a Recabarren y “recabarrenismo”, otra no solo reivindicaba sus prácticas políticas, sino promovía consignas de nacionalismo político y económico, impensables durante el “tercer periodo”.

En la práctica, el viraje, impuesto por la “delegación” de la Internacional a principios de 1935 suponía dejar de lado gran parte de lo interiorizado a partir de la Conferencia de 1933. No obstante, la misma delegación de la Internacional insistía en apelar a esa conferencia y dejarla en la historia del PCCh como hito fundacional (propuesta que finalmente se instaló en la historia oficial del comunismo chileno).

Con toda la carga vuelve “Sanfuentes” al tema Ravines en su siguiente exposición ante el Secretariado kominterniano, en una reunión presidida ya no por el secretario Van Min, sino por el funcionario a cargo, Kuchumov: “Ahora quiero pasar a algunas cuestiones de la vida interna de nuestro partido que considero muy importantes. Ya he dicho que a raíz del cambio de táctica del partido surgió un nuevo entusiasmo, se integraron al trabajo nuevos compañeros, utilizando la colaboración de una serie de intelectuales para la revista, en la prensa, etc. La seriedad de la situación está en la dirección actual de nuestro partido. Antes de la llegada del c. Ravines, la dirección trataba de tomar la iniciativa. Pero con la llegada del c. Ravines la situación cambió mucho. La actuación del c. Ravines tiene muchas cosas positivas. Fue él quien planteó el cambio de táctica en el trabajo de masas. Pero no mostró mucho interés en lo referente al trabajo al interior del partido, en lo de fortalecer la autoridad de la dirección de nuestro partido. Al contrario, el c. Ravines sustituyó a la dirección del partido, interviene solo en todos los frentes de trabajo del partido. Una vez nuestra fracción en el movimiento antibélico, no quiso discutir determinadas cuestiones con el compañero que es ahora el segundo del secretario general del partido ya que no estuvo Ravines“49.

Las antipatías personales acumuladas se dejan ver en el discurso, en un principio muy políticamente correcto de “Sanfuentes”: “Hubo compañeros que jugaron un rol muy importante en la dirección del partido, como por ejemplo Dick, del que ya había hablado… Actualmente este compañero está a punto de dejar la dirección del partido ya que dejó de jugar rol dirigente en el partido. El secretario del partido tampoco hace nada, solamente hace las veces de informante de Ravines sobre lo que pasa en los comités provinciales”.

La acusación de “Sanfuentes” sitúa a Contreras Labarca entre las potenciales víctimas y por lo tanto adversarios de Ravines: “En las conversaciones privadas (Ravines) decía también que en el momento del cambio de táctica, Bórquez no debe estar en Chile ya que fue un estorbo para el cambio de táctica del partido. En general tiene una mala opinión de la dirección del partido y de la voluntad de nuestro partido y de su actividad”.

El grado de intervención en los asuntos internos del PC chileno por parte de los emisarios kominternianos anteriores, en ciertos momentos, como hemos visto, no fue menor. De hecho, se atribuyen la redacción de los documentos claves de los congresos partidistas y la supervisión de la prensa y todo material publicado en nombre del partido. Da la impresión que más la forma del trato de Ravines, su falta de decoro, que el contenido de su intervención, provocan bronca en el PC chileno: “Criticaba de una manera poco cortés, grosera, a la Dirección del Partido, calificándola de una dirección indigna y hasta de impostores. Esta fue la causa por la que el actual secretario del partido enviara una carta donde pide la renuncia. Llegó a tal punto que todo el CC del partido renunció demostrativamente”.

“Sanfuentes” se refiere a la situación que ya conocemos a través de las memorias de Marta Vergara: “Ravines tiene muy malos métodos de trabajo con los cuadros del partido, en lo del trabajo con la gente. Por ejemplo, Ravines empezó la lucha con los intelectuales que son miembros del partido y participan en los órganos dirigentes del partido, tales por ejemplo, como el compañero Chamúdez y otros que juegan un papel importante. Trata a estas personas tan groseramente que no quieren seguir trabajando. Una vez los alumnos de los cursos se pusieron de acuerdo y no llegaron a clases ya que Ravines los retaba cuando no entendían algún tema. En general Ravines los trataba groseramente“50.

Si bien los mencionados “intelectuales” se habrían convertido ya en el equipo de trabajo más cercano a Ravines en la implementación de la línea frentepopulista. perdonándole, como lo describía Marta Vergara, los malos tratos iniciales, la postura de la mayoría de la dirección expresada por “Sanfuentes” es otra. Reclaman a la Internacional la retirada de Ravines de Chile:

“… insisto que si Ravines sigue trabajando en nuestro partido, va a estorbar en muchas cosas el trabajo de Bórquez, al volver este último al país, porque ya creó una muy mala reputación al compañero Bórquez en el país. Ravines impide el desarrollo de los cuadros, introduciendo métodos destinados a hacer trabajar a los compañeros a la fuerza y no según su propia voluntad. No existen relaciones amistosas, todo es como forzado. Existe una gran enemistad entre los compañeros dirigentes del partido. Si Komintern considera que Ravines debe seguir en Chile, es necesario mandar a un compañero que pudiera trabajar en lo de los cuadros y la organización. Creo personalmente que hay que retirarlo de Chile”.

Si bien “Sanfuentes” plantea el tema de la salida de Ravines de Chile como “opinión personal”, estamos frente a un giro inédito en las relaciones entre el PC chileno y la Internacional. “Sanfuentes” no solo demuestra una gran capacidad de adaptación al lenguaje en curso, sino que habla con mucha autoridad, planteándose de igual a igual, frente a los tradicionalmente mitificados y venerados por los comunistas chilenos, funcionarios de la Internacional. En este sentido, su postura y tono son más autosuficientes que los demostrados en el transcurso del mismo año por Carlos Contreras Labarca.

Kuchumov no responde directamente a las acusaciones de “Sanfuentes”, tirándole no obstante en ese momento un par de preguntas, en torno a las cuales el delegado chileno debe reconocer tanto cierta “promoción de cuadros” de base realizada por Ravines en Chile, como las situaciones de “corrupción moral” entre algunos de los antiguos dirigentes. Demuestra que tiene sus fuentes de información y tal vez (a lo mejor en parte por solidaridad corporativa) comparte en algún grado la visión crítica de Ravines respecto de la dirigencia comunista chilena “¿A lo mejor Ravines tiene razón si dice que ustedes no son aptos para la dirección ya que no pueden limpiar el partido de tales elementos?“51.

Las acusaciones formuladas por los dirigentes chilenos en Moscú en octubre de 1935 no repercuten en forma inmediata en la carrera política de Ravines. Al parecer, los éxitos de la línea frentepopulista en Chile, las estructuras latinoamericanis-tas de la Internacional estarían dispuestas de atribuirle en gran medida a su trabajo. Sus métodos y su estilo son los métodos y estilo de los aparatos soviético y kominterniano de la época.

Dos semanas más tarde, tal vez después de algunas conversaciones privadas con los funcionarios kominternianos, en una sesión en presencia de Van Min, “San-fuentes” echa pie atrás, tanto porque, al parecer, la dureza de sus acusaciones no provocó una respuesta esperada, como para no aparecer contrario a la línea komin-terniana que el emisario de la Internacional estaba aplicando en Chile:

“Quiero plantear el tema del compañero Ravines. Aquí criticamos mucho una serie de acciones de Ravines. Señalamos que sus métodos de trabajo son malos. Pero en lo que respecta a la aplicación de los acuerdos de la III conferencia y la elaboración de una nueva táctica del PC de Chile, es evidente que todos los méritos que tiene en los últimos meses el PC de Chile hay que atribuírselos al compañero Ravines. Lo digo para aclarar que no criticamos su línea táctica, sino sus métodos de trabajo“52.

Las descargas de sus propios compañeros la Delegación del Komintern en Chile, ni las de los dirigentes chilenos en Moscú, no producen ninguna resolución oficial de la Internacional respecto de Ravines, tampoco su retiro inmediato de Chile. No obstante, aunque no tenemos acceso al dossier personal de Ravines en la Internacional, es fácil suponer que en este caso, como en otros plenamente documentados, esta información fue debidamente archivada.

Ravines no fue retirado de Chile antes de la llegada de Carlos Contreras Labar-ca. En febrero del año 1936, ambos escriben por separado y sin mencionar al otro, sus cartas al CE de la Internacional informando sobre los avances del Frente Popular (aunque las dos cartas son enviadas por el mismo conducto). “Montero escribirá por su parte”, termina su misiva Carlos Contreras53.

En abril de 1936 registramos otra carta de Ravines desde Santiago. Escrita en clave y firmada “Chino” se refiere a los sentimientos de los comunistas latinoamericanos después de la derrota de la insurrección en Brasil y prisión de Prestes, a la llegada de algunos náufragos de esta a Chile, a su situación económica, a la represión en Chile en contra de los comunistas tras el paro ferroviario de inicios de aquel año, a la situación de su “terruño”, Perú, y también, por supuesto al avance de su misión en Chile:

“Además, yo quisiera también hablar del negocio aquí: sus realizaciones óptimas, sus perspectivas, la inmensa envergadura que toma o viene tomando y, al propio tiempo, las malas operaciones que nos pueden llevar a la quiebra, ya sea por culpa mía o por culpa de los socios que, llenos de desconfianzas, de temores y hasta de mala fe, entran en el negocio más de fuerza que de gana. A ratos creo hermano sinceramente, que el único que está en sociedad con toda lealtad soy yo. De todos modos, la sociedad tiene que hacerse, se hará cueste lo que cueste, a pesar de todas las dificultades, tinterilladas y porquerías. Esto lo constato yo y lo saben ellos, por mucho que refunfuñen, reculen, aplacen y traten de hacer escamoteos. Ahora vamos a ver como va en el primer negocio emprendido: yo no creo que obtengamos una ganancia de ciento por ciento, como piensa alguno; pero, mismo perdiendo en un lado, ganamos en otro“54.

Mientras tanto, el trabajo de Ravines es evaluado en Moscú en un informe sobre la política de cuadros preparado por Marcucci, dirigente comunista italiano, quien según Ravines formó parte de la “delegación” en 1935. Ahora, como funcionario del Secretariado Latinoamericano en Moscú Marcucci pasa revista a los “cuadros” de los partidos en la región. El documento elaborado en el Secretariado Latinoamericano, se conservó en el archivo de Dimitrov.

En uno de los puntos del largo acápite dedicado a Chile, Marcucci señala:

“En Chile desde hace mucho trabaja el compañero Montero (dirigente del partido peruano) en calidad del instructor del Buró Sudamericano de la IC. Aunque se trata de un compañero inteligente y capaz, sus métodos de trabajo y su carácter son muy malos y merecen reproche. El sustituye prácticamente a la dirección del partido y dirige con los métodos de mando. Trata muy mal a los cuadros obreros en la dirección del partido calificándolos en las reuniones de “tontos”, “mentirosos”, “flojos”, etc. El solo decidía sobre el trabajo de los compañeros de la dirección. Como ya señalé, mandó a una provincia lejana a un secretario del partido. El es el único quien nos escribe y nos informa sobre los problemas del partido y la vida política del país, y no lo hace en forma colectiva en nombre de la dirección. Ya se le escribió en el sentido de que no se entrometiera más en los asuntos de la dirección del partido chileno, pero unos días atrás hemos recibido una carta de la que se ve que él sigue actuando de la misma manera. El ayuda al partido en plantear de manera partidista ciertos problemas políticos, pero provoca un gran descontento con los malos métodos de trabajo. Los compañeros chilenos, delegados del VII Congreso, plantearon esta cuestión ante la IC“55.

Como podemos ver, Marcucci comparte y transcribe casi textualmente la opinión vertida por los chilenos que visitaron Moscú en 1935. Llama la atención también la precisión del cargo de Ravines, en cuanto instructor “Buró Sudamericano”, evidenciando de esta manera la instancia kominterniana que lo había destinado a Chile. No se trató por lo tanto de la misión de las estructuras centrales de la Internacional, como él mismo la presenta en sus memorias, y se explica mejor el comentario manuscrito en ruso al borde de la transcripción de aquella reunión en 1935 en Moscú, donde los comunistas chilenos expresaron sus quejas: “¿Quién es Ravines?” Confirma a la vez el grado de autonomía en sus nombramientos de emisarios que tuvo el Buró Sudamericano y el grado de autoridad frente a los partidos que estos emisarios llegaban a tener.

Después de estas críticas a “malos métodos de trabajo” de Ravines en Chile, la única propuesta que formula Marcucci al respecto, reza: “Verificar una vez más si se ha cumplido la resolución de que el compañero Montero no se inmiscuyera en los asuntos de la dirección del partido otorgándole más facultades e iniciativa”. Recomendación, difícil de cumplir a tanta distancia. Al parecer, los pecados de Ravines, si bien registrados, no eran considerados demasiado graves.

La partida de Ravines desde Chile ocurrirá en la segunda mitad de 1936, una vez iniciada la Guerra Civil en España. Para ese entonces, la totalidad de los integrantes de la delegación de la Internacional en Chile que él había presidido habría abandonado el país.

Cabe recordar que Ravines no es el único enviado de la Internacional en Chile en 1935-1936. Según sus propias memorias, formaban parte del equipo:

“Federico Glaufbauf, el checo, profesor de la Academia Leninista; Manuel Cazón, nombre y pasaporte falsos, tras el cual se ocultaba el alemán comunista hijo de un catedrático nazi de la universidad de Bonn. Ricardo Martínez, el venezolano, hombre de “Profin-tern” y auxiliar de organización sindical. El ruso Kazanov, con su español impecable, documentos a nombre de Casanova, ocultó de todas las miradas con excepción de las nuestras. Y Marcucci, el italiano dirigente de la juventud, mentalidad poderosa y verdadero comisario político de la delegación“56.

Algunos de los nombrados son fácilmente ubicables a partir de los documentos de archivo y memorias, con la identificación de otros hay más problemas.

Fritz Glaufbauf

Fritz (“Federico”) Glaufbauf se encontraba en Chile bajo su nombre verdadero. Nacido en Viena en 1901, en una familia judía ilustrada, fue junto con su hermano gemelo Hans, uno de los fundadores del PC austríaco en sus años de estudiante universitario. Exiliado desde 1924 en la URSS trabajó en distintas instancias de la Internacional. En 1929 partió junto a su esposa soviética y la pequeña hija de ambos a Uruguay. Al parecer, es el único caso de un emisario de la Internacional que llega a América Latina directamente desde Moscú bajo su nombre verdadero y con familia que tiene pasaportes soviéticos. Glaufbauf organiza “escuelas de cuadros” de los PC sudamericanos, comenzando por Uruguay. En 1933 su familia regresa a Moscú, mientras que Fritz Glaufbauf pasa a ocuparse de las “escuelas” partidistas, primero en Argentina y luego en Chile. Formalmente viajaba como un estudioso austríaco, investigando la realidad latinoamericana, combinando en la práctica sus investigaciones con las actividades de formación de militantes.

En 1935 fue arrestado en Chile. Marta Vergara recuerda esos días de la semi-clandestinidad de PC chileno y la imagen entre la militancia: “Nos daban soga y a continuación nos hacían comprender que la felicidad no es de este mundo. En una ocasión cogieron a un delegado extranjero, Federico Glaufbauf. Se trataba de un hombre muy fino, de manera suaves; tal vez creyeron que lograrían dominarlo. Pero su blandura era solo aparente. Lo torturaron… le vi los ojos negros y la boca rota. Lo visité en la cárcel; no había perdido su entereza. Siempre gentil, parecía estar en un salón…“57.

Volodia Teitelboim también recuerda ese momento. Visitó a Glaufbauf en la cárcel junto con el abogado Jorge Jiles. Fue el primer emisario de la Internacional que conocía: “Por primera vez me encontraba con uno de estos personajes entre legendarios y misteriosos… Lo observé con curiosidad y una pizca de admiración“58. Recordada 60 años después, esa breve conversación con el delegado habría evocado en el joven militante con pretensiones de poeta, imágenes de Viena de Mahler y Stefan Zweig, imágenes de Praga de Kafka59.

El periódico comunista Frente Único abre su número correspondiente a la primera semana de septiembre de 1935 con el titular “El catedrático vienes Federico Glaufbauf horriblemente torturado por Investigaciones”. La información detalla que “la semana pasada… fue detenido un grupo de estudiantes de una Escuela de Estudios Sociales”. El PC a través de su medio desmiente y ridiculiza la acusación policial de que se trataba de un “Congreso Comunista Internacional” en Chile, destaca la calidad de “profesor vienes, ex catedrático de la Universidad de Viena” de Glaufbauf y el carácter “académico” del grupo en el que participaban “jóvenes obreros y estudiantes“60. Se reivindica implícitamente la legalidad de la actividad desarrollada por Glaufbauf, junto con cierta aureola de “saberes modernos venidos de Europa”, el derecho de existir de grupos y círculos donde se estudia el marxismo, así como se refuerza el interés de los sectores ilustrados chilenos hacia ese tipo de informaciones.

Glaufbauf fue liberado en un par de meses. Para la opinión pública progresista fue un caso vergonzoso de brutalidad policial que demandaba una investigación. En menos de un año, ya no el militante Frente Único, sino el flamante y masivo vespertino Frente Popular informa que los policías culpables del maltrato al “profesor vienes” fueron separados de la institución.

Glaufbauf regresa a Moscú para partir pronto a crear una escuela de cuadros del PC francés a París. Si bien su arresto y liberación en Chile podría haber sido interpretado en su contra en el ambiente enrarecido del aparato kominterniano en Moscú de 1936-1937, felizmente logra sobrevivir. Según el testimonio de su hija, Irina Joroshaeva, fue el propio Manuilski quien apuró su salida para Francia, mencionándole en una conversación privada que “el clima de Moscú ahora le hacía mal“61.

Su paso por Chile quedó registrado en correspondencia de la Delegación de la Internacional, así como pertenece a su trabajo el único fichero existente en el Komintern de los “cuadros chilenos” que junto con los nombres de los líderes conocidos del PCCh incluye nombres y datos biográficos de militantes anónimos, alumnos de la escuela de cuadros en Santiago.

En los años de la Segunda Guerra Mundial, Fritz Glaufbauf reside en la URSS, dirigiendo la agencia telegráfica de la Internacional, SUPRESS y la radio de Komintern. Sus documentos de residencia en la URSS de aquellos años lo presentan como “corresponsal del periódico El Siglo de Chile”. Su hermano Hans, militante clandestino en los partidos comunistas de Alemania y Austria desde los años veinte, participa en la resistencia en Francia, es capturado por los nazis en 1943 y ejecutado en la cárcel berlinesa de Moabit en 1944. Su padre muere en los crematorios de Auschwitz. Terminada la guerra, Fritz Glaufbauf regresa a Austria, donde junto a una nueva familia mantiene hasta el fin de sus días una vida de bajo perfil, si bien siempre vinculada al PC austríaco.

Pero volvamos a Chile de 1935. En ese entonces, con el Frente Popular en formación y un PC legitimado en la sociedad a partir de esa idea, el estudio del marxismo y comunismo se vuelve de gran popularidad en los sectores cultos de la sociedad chilena. Su vinculación con los éxitos económicos de la URSS, su discurso inclaudicable antifascista, su imagen de lo moderno y lo internacional, junto con la curiosidad por lo que se percibe como una fuerza política emergente y por su alianza con el radicalismo, tal vez no tan peligrosa.

Según Ravines, este acercamiento a los sectores medios ilustrados chilenos y la divulgación entre ellos de las ideas comunistas “resultó más fácil” que el viraje de la dirección comunista hacia el nuevo rumbo.

“Los unos querían conocer las esencias del marxismo, cuya crítica contra la explotación humana les seducía; los otros, deseaban saber lo que pasaba en Rusia; la forma en que se construía el socialismo, el porqué de las purgas; no faltaban quienes venían por curiosidad teórica y con inquietudes filosóficas. Todos deslumhrados por el fulgor de la revolución“62.

“Eran los más numerosos los que deseaban conocer en su fundamento la doctrina comunista, iniciarse en la nueva ideología y conocerla en su esencia. Hombres y mujeres de vasta cultura y de excelente situación social, que habían viajado por Europa frecuentando universidades y centros científicos, comenzaron a llegar a los círculos restringidos en los que se desarrollaban las conferencias y se dictaban cursos. Todo acontecimiento mundial de cierta importancia, lo mismo que los sucesos nacionales, eran interpretados en aquellos círculos, dando siempre una perspectiva favorable al proceso revolucionario y presentando a la creciente audiencia, el peligro mortal del fascismo”.
“Los círculos se multiplicaban y funcionaban en los sectores más elegantes de la ciudad; las lecciones eran dictadas en las casas que eran palacetes y teniendo a veces a la puerta una veintena de coches de lujo. No se pasaba una semana sin que nuestro balance no arrojase la conquista de nuevas y más firmes posiciones“63.

Si bien en estas líneas puede haber cierta exageración, la tendencia parece bien captada. La sociedad chilena de los treinta resulta bastante receptiva a las ideas del socialismo y comunismo. Si bien el fascismo no se percibía en Sudamérica como una amenaza real y latente como en Europa, el impacto de la Gran Depresión, cierta pérdida de la identidad colectiva con el cierre de la época de bonanza exportadora, búsqueda de nuevos referentes por parte de la cada vez más presente clase media, tiene que ver mucho con el fenómeno descrito más arriba. También, creemos, la forma de percibir el mundo exterior y relacionarse con él.

A diferencia de los períodos anteriores, cuando los emisarios de la Internacional no se relacionaban en el país con otras personas que no sean militantes comunistas y por lo tanto, pasaban por el país imperceptibles para el conjunto de la sociedad, sin influir en la política chilena más que a través de asesorías a los líderes comunistas chilenos, la Delegación kominterniana encabezada por Ravines en 1935-1936 es mucho más visible. No solo interactúa con los militantes comunistas chilenos, sino en nombre del partido, con otras fuerzas políticas, y en calidad de divulgadores de ideas comunistas, con amplios sectores de la sociedad chilena que muestra curiosidad por el tema.

Este cambio de estilo tiene que ver, creemos, tanto con las personalidades de los “delegados”, en primer lugar, del propio Ravines, como con las políticas frente-populistas que suponían salir del estado de secta, insertarse de múltiples formas en la sociedad. La Delegación kominterniana daba el ejemplo, a la vez que, al parecer, tenía más chance de tener éxito. En la medida que el ambiente frentepopulista se arraigaba en la sociedad chilena, ser “delegado” de la Internacional se convertía en una especie de atractivo. Esto a pesar de, y en particular después del triste episodio vivido por Fritz Glaufbauf. Pero a la vez explica el castigo a sus represores.

Jan Jolles – “Manuel Cazón”

Otro “delegado”, cuyo paso por Chile queda en el recuerdo no solo de la militancia comunista, fue conocido en el país como Manuel Cazón. Según recuerda Volodia Teitelboim, era “un joven alemán antifascista que había pasado por las manos de la Gestapo… Era lo que hoy se llama un sociólogo y un politólogo, un estudioso que conocía bien a su coterráneo Carlos Marx y a su compatriota Federico Engels, que había estudiado a Kart Liebknecht y a Rosa Luxemburgo. Tenía formación intelectual, delicadeza y distinción en el trato“64. También lo recuerda Marta Vergara como “un alemán que había llegado a Chile como miembro de la Internacional y quedándose como militante nacional…“65.

“Manuel Cazón” era en realidad Jan Jolles, holandés de nacimiento, quien llega a América Latina en 1923 a los 17 años como militante de la Juventud Comunista holandesa a “ayudar” a organizar las organizaciones juveniles comunistas en Argentina y Uruguay. ¿Se trataba de una misión kominterniana o de la opción migratoria personal con la inserción en organizaciones similares? No lo sabemos. Tal vez lo segundo, considerando la ruptura del joven Jolles con su padre quien adhiere en la misma época al ideario nazi. La “Guerra Civil europea” ya atravesaba no solo sociedades, sino familias. Jan Jolles llega a ser miembro del Buró Político del CC del PC argentino en 1931 y como delegado del PC A participa en la Primera Conferencia de los Partidos Comunistas de América Latina en Buenos Aires en 1928. Después del golpe militar de Uriburu en Argentina en 1930 Jolles es arrestado, liberado a solicitud del cónsul alemán (su padre ya era personaje influyente en ese país) y como muchos militantes inmigrantes de la izquierda argentina, expulsado del país. Ya conocimos una historia similar en el caso de Paulino González Alberdi. Como él, Jolles se convierte en funcionario o instructor “nómade” del Buró Sudamericano. Con el inicio de las purgas “bolchevizadoras” en el PC argentino, es sacado del Comité Central con acusaciones casuísticas de trotskismo. Nuevamente detenido en Buenos Aires, es deportado en 1933 a Alemania. Logra salir del país, pasa por Moscú y es enviado como “instructor” a apoyar el PC del Brasil, que prepara la insurrección bajo las banderas de la Alianza Nacional Liberadora. Tras la derrota de la insurrección, Jolles aparece en Chile. No queda claro, si fue la derrota misma o algún choque personal dentro de la dirección comunista de la insurrección, provocan su salida del país.

A Chile llega más bien por iniciativa propia. En la ya citada carta del “Chino” Ravines a principio de 1936, este informa en los siguientes términos de la llegada de “Cazón”:

“Desde hace un mes, se vino a Santiago tu amigo Yoles, acompañado de su mujer y se encuentra aquí en espera de recibir noticias, dinero y órdenes de la familia de esa. A causa de las condiciones verdaderamente miserables en que ha llegado, me he visto forzado a pesar de mi pobreza absoluta a tener que afrontar la situación suya y de su mujer. …Yo te ruego muy encarecidamente que te veas con su familia y resuelvan esta cuestión: tendrían que enviarle lo necesario para el pasaje suyo y de su mujer, y además lo necesario para saldar la deuda contraída aquí para sostenerlo, que asciende a cerca de mil pesos chilenos. Ahora, acabo de conseguirle un pequeño trabajo en el que podrá ganar una pequeña suma con la cual ayudar en algo”.

La carta está escrita en clave, la “familia” que debe resolver la situación de Yolles, es el partido en que él milita o la repartición de la Internacional para la cual trabaja. Este pasaje demuestra que Jolles no fue enviado desde Moscú a formar parte de la “Delegación” de la Internacional en Chile, sino más bien acogido y cooptado por esta. La forma tranquila y cotidiana en que Ravines se refiere a esta situación, reclamando solo por sus aspectos económicos, señala que al parecer, se trata de una realidad bastante difundida.

Es en ese momento cuando lo conocen nuestros memorialistas. Llama la atención el mecanismo de la construcción de la imagen del “emisario kominterniano”. Habiendo llegado a Argentina a los 17 años, Jolles por su experiencia política es más bien un argentino-inmigrante, como los había mucho en la época. Las circunstancias de su biografía excluyen etapas de estudios formales. Parece que como la mayoría de los militantes de la época, era un autodidacto, tal vez aventajado por las cualidades personales y por provenir de una familia letrada. Pero a los ojos de la militancia chilena, resultaba más reconfortante recibir a un “instructor” europeo, alemán, quien en calidad de tal tendría una vinculación directa con los “clásicos”, con el propio Marx.

No obstante, más que por sus estudios acerca de Marx (jamás publicados) “Manuel Cazón” es recordado entre los militantes de aquella época a partir de un affaire protagonizado por el siempre tormentoso y tronador poeta Pablo de Rokha y la joven esposa ecuatoriana del delegado kominterniano. Situación que es recordada por la exuberante personalidad de Pablo de Rokha, por las dificultades de la recién estrenada “Comisión de Control y Cuadros” del PC chileno de lidiar con el poeta y la no menos tormentosa y exuberante personalidad de su esposa Winett de Rokha. En todo caso, la historia fue de dominio público de los medios tanto artísticos, como políticos de Santiago, lo que, entre otras cosas hacía absolutamente pública la figura del “emisario kominterniano” y contra su voluntad lo convertía poco menos que en un personaje de la novela rosa.

El final de la historia es, sin embargo, triste. Al regresar de Chile a Ecuador, donde, al parecer, había establecido su residencia, Jolles es expulsado del PC como “enemigo de clase”. En un informe reservado de la Comisión Internacional de Cuadros de la IC incorporado a su dossier en los archivos kominternianos, se le señala como “agente de la Gestapo y Sinani” (el último nombre corresponde al del antiguo encargado del Lender-Secretariado Latinoamericano de la IC, ya entonces purgado y fusilado). Poco tiempo después, Jolles muere en Guayaquil en circunstancias poco claras. ¿Fue suicidio de un excomulgado, solitario en un país lejano y privado de un sentido de existencia? ¿O se trató de un asesinato, como sugiere Ravines en sus memorias?

El dossier personal kominterniano del subsecretario general del PC chileno de entonces y encargado de la Comisión de Control y Cuadros, Galo González, contiene una denuncia en contra de Jolles, hecha a partir de las palabras de Galo González. El documento fue dirigido personalmente a Manuilski con copia a la temida sección de cuadros de la Internacional. Galo González estaría acusando a Jolles de mantener sin autorización del partido contactos con los militares ibañistas y de publicar artículos editoriales (se supone en la prensa partidista) en torno a la candidatura de Ibáñez y de presentar ciertas organizaciones ibañistas como “frente-populistas” cuando según el autor de la denuncia no lo eran. La denuncia recuerda que Jolles ya había sido expulsado del partido por la Comisión Internacional de Control y hace referencia a su origen alemán y su permanencia en Alemania en 1933 tras su deportación en Argentina66. Como la denuncia fue anotada por el funcionario de la Internacional que se desempeñaba en el Secretariado latinoamericano en 1938, lo más probable que fue hecha durante la permanencia de la delegación del PCCh compuesta por Galo González, Elias Lafferte y Raúl Barra Silva en Moscú entre noviembre de 1937 y marzo de 1938.

Los comunistas chilenos ya no se enterarían de eso. En su recuerdo colectivo “Manuel Cazón” queda como un militante ejemplar, que junto con Glaufbauf representa la imagen de la sabiduría y finura marxista europea que desciende sobre el comunismo criollo.

Ricardo Martínez

Otros integrantes de la delegación kominterniana, nombrados por Ravines dejan recuerdos solo en la militancia chilena. La presencia en Chile del venezolano Ricardo Martínez se confirma con los ya citados documentos de crítica a Ravines. El misterioso ruso “Kazanov” sigue sin identificación, mientras que el seudónimo que se le atribuye, “Casanova” habría pertenecido en otras oportunidades al ya mencionado Jan Jolles.

De Ricardo Martínez, uno de cuyos seudónimos en Santiago era “Montes”, quedan ciertos recuerdos anecdóticos entre los antiguos militantes obreros del PCCh. A pesar de todas sus resistencias internas hacia la nueva línea de la Internacional que se perciben en sus cartas de mediados de 1935, viene a aplicar el nuevo rumbo unitario a los “instruidos”. El dirigente obrero del PC Reinaldo Núñez lo recuerda como dirigente “mexicano” de la Internacional que trae la instrucción de buscar un acuerdo con “los trotskistas” para facilitar la unificación de los sindicatos:

“En el período de 1934 a 1937 estaba en lo mejor, en Santiago, la lucha contra los trotskistas. Era una lucha ideológica y a mano armada. Cada noche caían compañeros o heridos en la pelea contra la policía y los trotskistas. Por el otro lado, también había bajas. En eso llega un compañero, Montes, dirigente sindical mexicano que traía la orientación de la Internacional […] este hombre nos plantea la necesidad de conversar con los trotskistas para terminar con esta guerra civil y llevar adelante la unidad sindical […] La Comisión Política del Partido nos designó a Chacón y a mí para realizar esta gestión. Los trotskistas estuvieron de acuerdo en entrar en conversaciones, pero exigieron que fuéramos nosotros al local de ellos y tuvimos que aceptar: Fue un domingo por la tarde. Cuando llegamos al local, Arturo Prat 1242, nos encontramos con que tenían un baile: Estaban Pablo López, Aquiles Jara, Solís y otros líderes esperándonos para conversar. Pero primero había que bailar. Y tuvimos que bailar, aunque no íbamos a eso. Bailábamos con mucho cuidado, Chacón, Montes y yo, los tres casi sin movernos del sitio, Chacón y yo rodeando al compañero Montes y cuidándole las espaldas, mucho más preocupados de la posible delación o de una cuchillada que del compás o de nuestras respectivas parejas. Finalmente después de varios tangos y one steps, llegamos a la conversación y conseguimos cosas concretas: Un contacto que sirvió para el proceso de unidad sindical en la CTCH que vino después“67.

Si Glaufbauf y/o Jolles aparecen como la personificación de saberes superiores y sensibilidad moderna europeos ante los ojos de la intelectualidad comunista y cercana a ellos, Martínez es un “hermano obrero” que cumple la nueva línea a regañadientes y comparte los prejuicios de sus camaradas obreros (va a hablar con los “trotskistas”, pero espera una puñalada en el sentido directo de la palabra).

Witold Lovski – “Juan”

La ya mencionada carta de Ricardo Martínez a Moscú en julio de 1935 menciona junto con “Jorge” – Ravines a un tal “Enrique” a cargo de la delegación. Ravines no lo menciona en sus memorias. El seudónimo pertenece a Witold Lovski (Mendel Mijrovsky era su nombre verdadero). Habiendo iniciado su militancia en la organización judía Poalei-Zion, adhiere en 1921 al PC polaco. Exiliado en la URSS desde 1925, se desempeña en el aparato de la Internacional. En 1929 es enviado como representante de Profintern a América Latina y en siete años, más comúnmente con el seudónimo de “Juan”, recorre todo el continente: desde México, Cuba y Centroamérica hasta 1933 al Cono Sur en 1934-1936. En Chile, al parecer, estuvo por períodos cortos, pues lo encontramos allá en julio de 1935, mientras a fines de septiembre de 1935 ya participa en la preparación de la insurrección en Brasil y en diciembre de 1935, esta vez no como “Enrique”, sino como “Juan” está de vuelta en Santiago. Regresa a Moscú a fines de 1936 para caer el año siguiente en las purgas del gran terror.

La delegación kominterniana de 1935 se retira de Chile

Los integrantes de la “delegación” kominterniana que habían llegado a Chile a principios de 1935 abandonan el país antes de los mediados de 1936. Glaufbauf lo tiene que hacer después de su arresto, Lovski se mantiene en movimiento constante entre varios países sudamericanos, Jolles parte a Ecuador. Ravines lo hace con rumbo a España una vez iniciada la Guerra Civil. Como muchas iniciativas en cualquier organización burocrática, había comenzado con bombos y platillos y termina con un perfil más bien bajo, a pesar de los éxitos obtenidos. Otros problemas y otros escenarios atraen la atención de la Internacional.

Cabe destacar una vez más que, al contrario de los que plantean los memorialistas, el envío de esta delegación a Chile no obedecía al reconocimiento de unas condiciones excepcionales en el país para desarrollar la nueva línea. Fue más bien el cumplimiento burocrático y atrasado de una decisión tomada aun por el Buró Sudamericano y el Lender-Secretariado en Moscú, cuyos dirigentes para el momento de su materialización ya habían sido, en su mayoría, defenestrados y la línea a promover era muy distinta a la defendida por ellos.

La situación de Chile hasta ese momento jamás había sido discutida en la instancia superior de la Internacional, en su Comité Ejecutivo. La decisión de enviar a Ravines y otros a Chile fue tomada en el nivel regional latinoamericano de la organización. Las estenogramas de las reuniones mantenidas por las delegaciones chilenas en Moscú a fines de 1935 contienen anotaciones en ruso al margen, hechas a mano por alguna autoridad kominterniana (tal vez Manuilski o Dimitrov, quienes tenían jerarquía mayor que el encargado de América Latina, Van Min).

Entre diversos apuntes que denotan una lógica política y el desconocimiento total de la realidad local (“¿Quién es Ibáñez? ¿Quién es Hidalgo?). Pero también el desconocimiento personal de los enviados kominternianos en el país (¿Quién es ese Ravines?), lo que confirma indirectamente que su destinación a Chile fue decidida a nivel del secretariado regional.

Otro indicador de la evolución del estado de la “delegación” es el estado de las comunicaciones y su situación material. Las comunicaciones, al parecer, nunca eran muy buenas. De hecho, los funcionarios de la Internacional que reciben a los chilenos en 1935, no parecen haberse informado sobre la situación en el país a través de sus delegados allí, tampoco haberlos instruido en la labor diaria. En cuanto a recursos, los testimonios memorialísticos señalan que Ravines llega a Chile con recursos que le aseguran un buen pasar y una buena inserción. No obstante su carta de marzo de 1936, a un año de la llegada a Chile, apela a una situación económica desesperada del delegado kominterniano. Al parecer, tampoco era una situación excepcional, más bien parte de un modus operandi.

Ravines en España y Moscú

Según las memorias de Ravines, él parte de Chile convocado por la Internacional a la Guerra Civil Española. Volodia Teitelboim confirma esta versión, agregando la descripción de las circunstancias misteriosas de esa partida, a bordo de un avión privado que no parte desde el aeropuerto nacional, sino de un potrero desconocido.

No tenemos información alguna acerca de la presencia de algún representante de la Internacional en Chile desde ese entonces y hasta mediados de 1938, cuando Ravines regresaría a Chile en medio de la campaña electoral presidencial que daría triunfo al Frente Popular. Los funcionarios del Secretariado kominterniano encargado de América Latina en Moscú señalan (preparando la visita de una delegación chilena para fines de 1937) que no tienen contacto con el PC chileno ni información sobre Chile desde comienzos de 1936.

Según las memorias de Ravines, le tocó presenciar y participar en las relaciones controvertidas entre el Komintern en España y los anarquistas y llamados trotskis-tas españoles. También en España, a través de los compañeros de otros tiempos se entera de las purgas en Moscú. De España Ravines habría sido llamado a “informar” a Moscú, donde es “investigado” por la Comisión Internacional de Control del Komintern y luego por NKVD acerca de sus supuestos contactos con “trotskis-tas” en España. La descripción de las acusaciones, lenguaje oficial, nombres y descripciones de personas que operan como acusadores e investigadores internos, incluso formas de interrogatorios y torturas coinciden con múltiples otros testimonios de las víctimas lo que fortalece su credibilidad. No tenemos confirmaciones documentales de esta etapa de vida del más controvertido emisario kominterniano en Chile. Su dossier no está desclasificado. Los dossier de los chilenos no contienen acusaciones en su contra. Más aun, las características de algunos dirigentes obreros dadas por Galo González en los mismos meses y días, les reprocha lentitud en asimilación de las lecciones de la delegación kominterniana en 1935, por lo que se percibe que la labor de la “delegación” sigue siendo apreciada positivamente. Según el propio Ravines, las acusaciones en su contra se referían exclusivamente al episodio español, lo que también parece creíble a partir de la lógica de los acontecimientos. Muchos de los asesores kominternianos desaparecen después de su paso por España.

Documentalmente se confirma la presencia de Ravines en las únicas sesiones del CE de la Internacional dedicadas a Chile y celebradas en enero y febrero de 1938 e incluso su participación en el debate. No se han conservado los textos de las intervenciones. Según las actas, el tema a tratar en ambas ocasiones fue el programa del Frente Popular que debería ser presentado por el PC chileno y se elaboraba en la sede de la Internacional. No está, sin embargo, en ninguna de las reuniones de trabajo del secretariado latinoamericano, ni existen documentos escritos sobre Chile elaborados por él (sí, por otros ex emisarios en Chile, González Alberdi “Bernard” en Moscú y Fierro “Horacio”). Tampoco hay referencias a Ravines en los documentos sobre “la lucha contra la provocación en el PC chileno” que hablan de los comunistas chilenos purgados por razones diversas.

Ravines de vuelta en Chile: ¿delegado de la Internacional o exiliado dirigente del partido hermano?

Las memorias de Gabriel González Videla lo recuerdan en Chile durante la campaña electoral de 1938 y lo señalan como principal interlocutor del radicalismo en la campaña. El propio Ravines plantea que fue rescatado de NKVD precisamente con este objetivo, hacerse cargo de la campaña electoral en Chile, en calidad, diríamos hoy, de un operador externo que no pretende personalmente a ningún cargo de votación popular. Según las memorias de Ravines, ya en Moscú él habría planteado la necesidad de ganar los votos de ibañistas para el Frente Popular para conseguir su victoria. Esta versión no tiene comprobación documental. Ya los análisis de los comunistas chilenos en Moscú en 1935 plantean una visión más compleja de Ibáñez que no descarta en algún momento la posibilidad de interacción con él. Las páginas del Frente Popular de principios de 1938 (claramente antes del regreso de Ravines a Chile) están llenas de materiales que contienen “gestos” hacia Ibáñez y las fuerzas políticas que lo apoyaban. Pero la retirada de la candidatura de Ibáñez y su llamado a votar por el Frente Popular, son producto más bien de hechos fortuitos, tales como el putsch de los nacistas chilenos, seguido de la llamada Masacre de Seguro Obrero.

Con el Frente Popular triunfante en las elecciones Ravines se queda en Chile. No hay indicios que la Internacional le renovara las credenciales o le asignara una nueva tarea en el país. El estilo de trabajo del Komintern en estas latitudes tan lejanas de su epicentro, se caracterizaba muchas veces por los “olvidos” por tiempos largos de sus hombres colocados alguna vez al fin del mundo. Esto los obligaba y les daba la oportunidad de tomar decisiones y funcionar por cuenta propia, en la medida que sus méritos y credenciales anteriores los situaban en un sitial especial respecto de los “partidos hermanos”.

Ravines se queda en Chile, con cierta autoridad, ya no la absoluta como en 1935, en el PC chileno. Su labor es la dirección del periódico Frente Popular. Según su testimonio, la percepción del peligro mundial del fascismo, es lo que lo mantiene en las filas comunistas, a pesar de lo vivido en Moscú y en España. Vínculos personales también lo amarran a Chile: en 1935 el emisario de la Internacional se casó con la entonces joven militante Delia de la Fuente Smith, quien lo acompañó a España y volvió con él a Chile en 1938. Al Perú, de cuyo Partido Comunista Ravines sigue siendo el secretario general, no puede volver.

Creemos que cuando los dirigentes comunistas chilenos, en su rechazo total de las memorias de Ravines, en cuanto producto de la Guerra Fría, niegan su condición del delegado kominterniano y lo presentan como un exiliado peruano casado con chilena a quien el PC chileno haya acogido poco menos que por “razones humanitarias”, se puede encontrar un grano racional a esta postura en referencia a la situación de Ravines en Chile hacia 1940, el año de su expulsión. Este grano racional lo aporta la mencionada ambigüedad de los delegados kominternianos “olvidados”. No obstante, la citada postura de la historiografía oficial del comunismo chileno desconoce por completo la muy documentada participación de este emisario de la Internacional en la génesis del Frente Popular chileno.

A su regreso de Moscú, será a su vez el primero de traer al comunismo chileno, o a lo menos, a algunos de sus militantes, el tema del Gran Terror estaliniano. Recuerda Marta Vergara: “Los extraños relatos que trajo Ravines a su vuelta de España y de la Unión Soviética tampoco me hicieron cavilar “.

“Cayó de repente una tarde por la librería en compañía de Lela (su esposa Delia de la Fuente – OU). Por horas estuvimos con Marcos oyéndole unas historias desarticuladas. Casos de traiciones, delaciones, sospechas, acusaciones. Refería largamente, en forma objetiva, sucesos presenciados en Moscú. No comentaba. Como los acusados aparecían ligados con extranjeros, la gente arrancaba de estos últimos. El lo había sentido… La tragedia andaba suelta“68.

Cabe recordar que el tema de los procesos de Moscú ya estaba presente en las páginas del Frente Popular. No obstante, prácticamente la totalidad de los materiales no eran más que la reproducción de los documentos oficiales soviéticos o artículos elaborados y traducidos en Moscú para ser colocados en la prensa comunista alrededor del mundo. Los dirigentes comunistas chilenos que viajan en 1937-1938 a Moscú prefieren no ahondar en el tema, limitándose a frases muy generales acerca de la necesidad de la “vigilancia revolucionaria”.

Esta perplejidad ante lo incomprensible junto con la necesidad de mantener la fe en la doctrina y el proyecto, aun en mayor grado caracteriza entonces al emisario kominterniano en Chile. Continúa Marta Vergara:

“Leyendo más tarde su libro mencionado, recordé sus descripciones de esta tarde. El ambiente que ahí pinta a su vuelta de España era exactamente el mismo. Tan solo que él, entonces, se mostraba desorientado, no buscaba causas ni daba explicaciones. No salía de sus labios ninguna expresión antisoviética“69.

Los éxitos del Frente Popular en Chile, su triunfo en las elecciones presidenciales de 1938, los nuevos escenarios políticos y sociales que se abren a partir de este triunfo, la consolidación de una cultura frentepopulista en el país, todo eso, junto con la lejanía y ausencia de interferencias directas, ayuda al comunismo chileno abstraerse de las incomprensibles noticias desde Moscú, concentrándose en lo propio, construido a partir del verbo de la doctrina, pero propio, comprensible y exitoso. El antiguo emisario kominterniano, para entonces más bien un dirigente exiliado del país vecino y uno más en el equipo directivo del PC chileno, al parecer, compartía en gran medida esta sensibilidad.

Mientras tanto, el equipo latinoamericanista del Buró Ejecutivo del Komin-tern en Moscú, se convierte cada vez más en una oficina informativa que intenta mantenerse al tanto de los acontecimientos en el continente. Como todo el aparato kominterniano (y tal vez en menor medida) ha sufrido pérdidas producto de las purgas. Sus funcionarios soviéticos no conocen la región. El trabajo informativo recae en un pequeño grupo de “representantes de partidos” residentes en Moscú, entre ellos varios antiguos emisarios del Buró Sudamericano en Chile, pero en ningún momento ningún chileno. Dadas las dificultades de comunicación, la prensa se convierte en su principal fuente de información. Los análisis se articulan en torno a las visitas de los dirigentes de partidos a Moscú.

Si bien en toda la historia de la Internacional, América Latina nunca ocupó un lugar privilegiado en las preocupaciones de sus primeras figuras, existió durante mucho tiempo una especie del mundo latinoamericano (o latinoamericanista) en la Internacional que reproduciendo tanto las discusiones, como relaciones de poder internas a nivel regional, daban vida a la particular forma de la relación entre la Internacional y el mundo político e intelectual de la región. A fines de los treinta de eso ya no queda casi nada.

En vísperas y aun más con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, América Latina desaparece de las preocupaciones de Moscú con la excepción de un solo tema: Trotski en México. Los restos de otrora intensas redes komintenianas latinoamericanas son utilizadas por las estructuras de seguridad soviéticas en sus múltiples y finalmente exitosos intentos de eliminar físicamente a quien fuera presentado como la personificación del demonio en el régimen teleológico estali-niano.

No solo no hay chilenos en esas redes, sino que al mismo tiempo que los “estalinistas” y “trotskistas” se enfrentan a balazos en las calles de la ciudad de México, en las puertas del refugio de Trotski, en Chile unos y otros participan juntos (en las filas del PC y el PS) en un Frente Popular exitoso.

El Pacto Molotov Ribbentropp y sus implicancias en el PC chileno

El Pacto Molotov-Ribbentropp, firmado entre la URSS y Alemania nazi en agosto de 1939, a pocos días del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, estremeció al movimiento comunista internacional, poniendo fin al momento de su mayor auge y autoridad moral ganada gracias al antifascismo y a pesar de las referencias a lo incomprensible que ocurría en la URSS. Las razones de semejanzas de los totalitarismos que habrían hecho posible el Pacto, esgrimidas en los actuales debates historiográficos, no entraban en el raciocinio de los militantes atormentados. Al Pacto se le buscaba la explicación dentro de la lógica del realismo geopolítico. En Chile del Frente Popular, si bien muy lejano de los escenarios de la guerra, pero que no se comprendía a sí mismo fuera de los debates ideológicos de la época, el impacto político, a pesar de la distancia, fue grande.

Curiosamente, en las memorias oficiales de los dirigentes obreros emblemáticos del comunismo chileno, Elias Lafferte y Víctor Contreras Tapia, el Pacto ni siquiera es mencionado. Al parecer, en ese medio este tema incómodo, pudo hasta cierto punto ser obviado con la sumersión en la problemática social local. De hecho, en el periódico comunista de la época, Frente Popular en agosto de 1939, el único tema potente que logra mantenerse por más de un día, aparte de la creciente vorágine de noticias que presagiaban una nueva guerra, era el tema del congreso de la Confederación de Trabajadores de Chile (CTC).

En cambio, para los militantes provenientes de la intelectualidad chilena, para los cuales la dimensión universalista y el antifascismo eran la esencia del proyecto comunista y el sentido de su militancia y de su ser, el impacto fue tremendo. Así, Marta Vergara lo sitúa entre las mayores tragedias de su vida, a la par con el tremendo terremoto de Valparaíso de 1906 que de niña la dejó sin madre, sin casa y sin infancia. Como consecuencia del pacto “en ese 1940 se fueron el MEMCh, Que hubo, la militancia comunista las compañeras, los amigos. Casi todo“70.

Desde los meses previos, el tema de la guerra que venía ocupaba el lugar central en las páginas del periódico Frente Popular, dirigido entonces por Ravines. Si bien el periódico tenía su director y representante legal formales, el hecho del liderazgo de Ravines está comprobado tanto en el informe de Victorio Codovilla de 1940 que precisamente le acusa a Ravines de la línea “revisionista” del diario, como en las memorias recientes de Volodia Teitelboim, quien menciona las circunstancias en que, después del pleno del CC del PCCh de 1940, Ravines sería destituido y él, Volodia, pasa a reemplazarlo en el cargo de director de El Siglo, cuyo lanzamiento fue preparado aun por el ya entonces defenestrado emisario kominterniano. Pero no nos adelantemos.

Constatemos por ahora que la labor de Ravines en Chile en 1939 y su postura frente al Pacto pueden ser seguidos a través del periódico comunista. Entre julio y primera mitad de agosto de 1939, casi la totalidad de los titulares de la primera página del Frente Popular están dedicados a la coyuntura internacional (con excepción de las fechas de las visitas del Presidente Pedro Aguirre Cerda a distintas regiones del país). También están dedicadas a la situación internacional la mayoría de las contraportadas y una buena parte de las páginas que abren el diario en la mitad.

El tono de los titulares expresa una gran preocupación por la guerra que viene y una esperanza recurrente de que una alianza entre Francia-Gran Bretaña por un lado y la URSS por el otro, logre prevenir la guerra o la haga favorable para estos aliados. Los días de euforia por la “Inminente Firma de la Alianza” se suceden con las decepciones por la negativa de las democracias europeas. En esos días los titulares se refieren a las hostilidades en Asia, la resistencia en China o las acciones de los soviéticos en Mongolia. El tono general del diario es muy respetuoso respecto de las democracias occidentales, la fuente informativa más citada es la agencia norteamericana UP, los números de 4 y de 14 de julio dedican titulares y grandes espacios a elogiar las democracias americana y francesa respectivamente en sus aniversarios. El líder internacional con más apariciones gráficas es el Presidente F. D. Roosevelt, cuya política de buen vecino es elogiada y cuyas declaraciones panamericanistas acerca de una eventual defensa del hemisferio en caso de una guerra reproducidas para infundir confianza. Los materiales sobre la URSS se refieren a sus éxitos económicos y sociales y su poderío militar que la harían un aliado conveniente para las democracias occidentales, hecho que, se lamenta el diario, estas últimas subestiman. Imágenes de Stalin aparecen durante ese tiempo 2 o 3 veces, en tamaño pequeño, acompañando esas notas. Por lo general se habla de “Rusia” y “rusos”, no la URSS, y Stalin es su “jefe” o “quien gobierna”, sin la enumeración de sus cargos y títulos oficiales.

Recién hacia mediados de agosto, y solo después de la notoria decepción por las nuevas concesiones del gobierno británico, arbitro en el tema del corredor de Danzig71, ante Alemania, el periódico chileno lo caracteriza como un “nuevo Munich“72.

Los editoriales del periódico se publicaban en la página tres y durante el período señalado estaban dedicados en su totalidad a la política interna chilena (situación interna de la alianza de gobierno, movimientos sociales, políticas económicas y de desarrollo, elecciones, etc.). Casi la totalidad de los editoriales están firmados por seudónimos, apuntando semejanzas de lenguaje a que una persona podía tener más de uno.

Llama la atención, por contraste con lo común de la prensa comunista del mundo de esa época y también con el mismo periódico aun a comienzos de 1938, la casi total ausencia de ataques al “trotskismo”. Entre julio y agosto de 1939 esta palabra se menciona en los editoriales apenas un par de veces y sin histeria: una de las menciones se refiere a México y Diego Rivera y la otra a supuestas “maniobras divisionistas” en el Frente Popular chileno promovidas por los “elementos trotskistas” del PS.

Aparte de las noticias internacionales y la dinámica sindical y política chilena, grandes espacios en el diario ocupaban noticias culturales (página dos, después de los titulares internacionales y antes de los editoriales políticos nacionales), también deportes, cartelera e incluso hípica. Cualquiera de esas áreas tenía infinitamente más espacio que la “lucha contra el trotskismo”.

Creemos que la lógica de ser un partido de la coalición gobernante, la cultura frentepopulista de apertura a la sociedad, junto con la falta del control permanente por parte de la Internacional (en Sudamérica ya no quedan instancias directivas, Moscú queda demasiado lejos y está ocupada con otros temas) y el criterio asumido por el encargado de la publicación que además tiene el estatus de enviado internacional en el país (más tarde este carácter del periódico le será recriminado), explican este carácter del Frente Popular en vísperas de la guerra.

La bomba noticiosa estalla en la última semana de agosto. El 22 de agosto el Frente Popular abre con el titular “La Rusia Soviética asumirá el rol del arbitro de la política europea” y unas fotos chicas de Stalin y Ribbentropp. Se anuncia que Ribbentropp viajaría a Moscú para firmar un acuerdo con los soviéticos. Los alcances de este aún no se conocen o a lo menos no se informan. La interpretación que le ofrece a la primera el encargado del diario es de un paso acertado en un juego diplomático. Se informa que las delegaciones francesa y británica aún están en Moscú. Los títulos rezan “La intransigencia franco-británica llevó a Mr. Chamber-lain y Daladier a la derrota”. “Triunfo diplomático obtuvo el jefe ruso Stalin”. Subrepticiamente se expresa la esperanza de que el famoso anuncio nazi-soviético no sería más que una forma de presión para que los franceses y británicos firmen.

Aparte de estos comentarios, donde en comparación con la prensa mundial del día apreciamos un mayor peso de las esperanzas de la reversibilidad de la situación, las páginas centrales reproducen escuetamente “Los diarios de Moscú explican el pacto comercial germano-soviético”, material con la fuente citada: Moscú, SUPRESS. Se trata de la primera mención de la agencia soviética en el Frente Popular entre julio y agosto de 1939.

Al día siguiente las expectativas de la reversibilidad pasan a la contraportada: “Un aeroplano sale todos los días a Moscú, señor Daladier, firme el pacto”. El titular justifica la nueva realidad internacional en los mismos términos de la defensa occidental de Munich: “Rusia asegura la paz”.

La explicación del pacto pasa a la página editorial, ocupando la mayor parte de su espacio con el material “Moscú va a dictar la paz del mundo” firmado ya no con un seudónimo, sino con el nombre y apellido de Eudocio Ravines. Ya la misma aparición del nombre del autor apuntaba a la seriedad del asunto y a la responsabilidad que el director de facto del diario y ex interventor del PC chileno asumía en este tema.

Considerando que los errores o “tergiversaciones premeditadas” en la interpretación del pacto constituyen meses más tarde el principal cuerpo de pruebas que conduce a la destitución de Ravines y su posterior expulsión, vale la pena detenerse en este documento.

El pacto es presentado como una jugada diplomática exitosa de la URSS que logra desbaratar “el plan de un segundo Munich que Neville Chamberlain elaboraba en medio de obscuras y enmarañadas maniobras” con el objetivo de “hacer chocar a los países totalitarios contra la Unión Soviética“73. Se enumeran múltiples “traiciones” y claudicaciones de Gran Bretaña (curiosamente no se menciona Francia, aun se espera algún entendimiento) ante el nazismo. A la vez Ravines insiste en que la URSS (aquí es nombrada como la URSS y no Rusia) “tiene celebrados pactos semejantes con una larga lista de países capitalistas” sin que esto signifique una cercanía especial con ellos y que esta firma no implicaría cambio de rumbo político de la URSS (refleja su deseo profundo, pero no la realidad que se va a hacerse presente en pocos días): “No se trata de ninguna manera, de una alianza, ni política, ni menos aun militar. El acuerdo queda dentro de los marcos restringidos de la no agresión”.

Más aún, se intenta presentar el pacto como una medida de presión soviética para conseguir la firma de la alianza anti nazi que no se ha podido concretar por la negativa de las potencias occidentales:

“El Pacto de la no agresión Germano-Soviético no cierra las puertas, de ninguna manera, a la conclusión de la Alianza Tripartita, que Mr. Chamberlain no quiso concluir jamás. Todo lo contrario: si hay sinceridad de parte de Gran Bretaña y de Francia, el momento no puede ser más favorable para su conclusión, siempre que Inglaterra, Francia y Polonia acepten las condiciones soviéticas”.

En definitiva, el pacto se presenta como una medida táctica dentro del objetivo antifascista inmutable. Los demás materiales del diario mantienen el marcado acento antifascista, destacando a la vez la “nueva traición de Chamberlain” al entregar a Alemania el corredor de Danzig. Precisamente a eso apunta el editorial del día siguiente, el 24 de agosto de 1939, nuevamente firmado por Ravines y titulado: “Los culpables de la anexión de Danzig“74.

Llama la atención que en los casos mencionados, primeros firmados por Ravines en el Frente Popular con su nombre y apellido, este último aparece como “Rabines”. Tanto en sus propios libros y artículos (de su época pre, durante y postcomunista), como en las menciones de sus familiares cajamarquinos75, el apellido aparece escrito como “Ravines”. Tan solo en el libro de Miguel Serrano, controvertido escritor esotérico y autoproclamado nazi chileno, se le menciona como “judío peruano Eudocio Rabines, autor del Frente Popular chileno”, en “demostración” que el “Frente Popular comunista” era todo “obra de judíos y masones“76.

¿Por qué entonces esta transcripción del apellido, que hace más evidente su origen judío77, en los materiales del Frente Popular en torno al pacto en aquellos fatídicos días de agosto de 1939? ¿Se trata de pura casualidad, error tipográfico, falta de una norma gramatical establecida? ¿O del uso intencional de este recurso, considerando que parte importante de lectores y avisadores del Frente Popular provenía de la colectividad judía?

En los últimos días del agosto de 1939 los editoriales del Frente Popular vuelven a sus habituales seudónimos. La línea explicativa del pacto se mantiene. Por un par de días la prioridad de la noticia se la lleva el motín de Ariosto Herrera. Levantando la consigna “Todo Chile con Aguirre”, el diario se refiere al militar sedicioso como “el traidor fascista” (la palabra “fascismo” sigue siendo sinónimo de la peor encarnación del mal). Aumenta en esos días la cantidad de materiales provenientes de la URSS y destinados a mostrar la “vida feliz del pueblo”, así como el poderío de sus fuerzas armadas. Se reproducen materiales de la prensa soviética explicando el pacto78. Aparece también un material de desmentido a las denuncias del prófugo general Krivitsky. En un editorial propio (no reproducción de materiales soviéticos como en casos similares) se repiten los argumentos de la propaganda soviética al respecto, partiendo por la negación de la identidad de Krivitsky, era “pseudónimo de un provocador trotskista profesional al servicio del fascismo, Misha Levinsky, un aventurero utilizado sucesivamente tanto por la policía hitleriana, como por los reaccionarios franceses y norteamericanos“79. La frase nombra a todos los enemigos y encarnaciones del mal de una vez y juntos. El tema del trotskismo se refuerza y los “reaccionarios franceses y norteamericanos” aparecen al lado de la “policía hitleriana”, situados en el mismo nivel. A su vez, la “defensa de la URSS” adquiere en las páginas del diario una intensidad mucho mayor.

El PC convoca para el domingo 27 de agosto una reunión en el teatro Bolívar, al cual vía periódico a una lista larga de dirigentes, para escuchar la explicación de Carlos Contreras Labarca sobre el pacto. Se trataría del primer pronunciamiento público del secretario general del PCCh sobre un tema de tanta trascendencia. Al inicio de la semana siguiente el texto de la exposición de Contreras Labarca no se transcribe, solo se informa que la convocatoria fue un éxito y que los presentes apoyaron sus palabras con aplausos. ¿Acaso se temía otra reacción? Los memorialistas del mundo comunista chileno de entonces hablan no del rechazo, sino del desconcierto frente al desarrollo internacional.

Solo después de la mencionada reunión, para el próximo domingo 3 de septiembre se convoca una amplia asamblea comunista en el “Coliseo”, el teatro Caupolicán, la sala más grande de Santiago de entonces. La convocatoria insiste en la obligatoriedad de la asistencia de todos los militantes con algún nivel de responsabilidad.

No sabemos si la mencionada asamblea finalmente fue celebrada. De ser así, sería ya en el tercer día de la guerra iniciada. Lamentablemente, la colección del Frente Popular en la Biblioteca Nacional de Chile se interrumpe el 31 de agosto de 1939. Todo el mes de septiembre, el primer mes de la guerra, con la ocupación alemana de la mayor parte de Polonia y la ocupación soviética de Ucrania y Bielo-rrusia Occidental (Polonia oriental en otras lecturas), así como de los países del Báltico, está ausente.

Retomamos el seguimiento el 2 de octubre de 1939 y nos encontramos con otro diario. Gran parte de sus materiales constituyen traducciones de la prensa soviética que condenan la “guerra imperialista” y describen el júbilo de los pueblos de Ucrania y Bielorrusia occidentales, así como del Báltico, al recibir a sus “libertadores” soviéticos.

En las mismas fechas, una nueva misión kominterniana a Sudamérica se estaba preparando. En un informe del secretario general del PC español, José Díaz al Secretariado de la Internacional, en septiembre de 1939, este, argumentando la creciente penetración del fascismo español, alemán e italiano a América Latina, así como planteando que “A México, Argentina y Chile llegó una gran cantidad de provocadores, trotskistas, maleantes y aventureros de la FAI que realizan una campaña ensordecida en contra del partido Comunista Español, el comunismo en general, en contra de la Internacional Comunista y la Unión soviética”, proponía, primero, enviar a América Latina dos “consejeros” de la Internacional (uno a México, otro al Cono Sur) para ayudar a los partidos en la región no caer en alguna desviación y, segundo, otorgar funciones de sus apoyos a los comunistas españoles “firmes” residentes en los países latinoamericanos. A su vez, se proponía enviar a América Latina para apoyar esta tarea a los latinoamericanos que se encontraban entonces en Moscú, algunos después de la guerra española, otros desempeñándose por largo tiempo como funcionarios de la Internacional. Para la misión del comisario en el Cono Sur se proponía la candidatura de Codo villa (“Luis”), con sede en Argentina o cobertura de Chile80.

La propuesta puede ser leída como una ofensiva de la línea dura, posfrentepo-pulista al interior de la Internacional (luchar contra las “desviaciones” de los partidos). Pero a la vez como una maniobra interna con el fin de asegurar posiciones al interior del aparato del Komintern a los comunistas españoles, ahora exiliados, señalándolos como necesarios e imprescindibles a la Internacional en sus nuevos países de residencia. De paso se eliminaba la “competencia” hispano-parlante al interior del aparato representada por los antiguos funcionarios latinoamericanos.

Victorio Codovilla, recordado como uno de los representantes de la línea dura kominterniana en España y como hombre vinculado a los órganos soviéticos de seguridad en medio del conflicto81, ahora pretendía retornar a América Latina en calidad de una especie de procónsul de la Internacional. Se prepara así el último desembarco kominterniano en la región.

Victorio Codovilla en Chile. Pleno del PCCh de septiembre de 1940

En el transcurso de 1940 una delegación kominterniana, encabezada por Codovilla realiza un viaje por varios países de América Latina, “rectificando” el curso de sus partidos, dirigiendo purgas, cambiando direcciones. En septiembre de 1940 participan en el IX Pleno del CC del Partido Comunista de Chile. Acerca de este Pleno y de su paso por otros países de la región informa Codovilla a Moscú en un largo documento fechado en octubre del mismo año y llevado a Moscú por el dirigente comunista chileno Andrés Escobar.

El contenido del documento que incluye referencias a cambios y purgas en los PC de la región operados por el delegado, el tiempo transcurrido entre los hechos y el despacho de la información a Moscú, las mismas dificultades de comunicación que implican este atraso, todo eso confirma un alto grado de autonomía con que actuaba Codovilla en este último recorrido por América Latina antes de la disolución de al Internacional.

El capítulo dedicado a Chile en este informe contiene dos cuerpos informativos entrelazados. Por un lado, presenta un cuadro bastante descarnado de la situación del gobierno del Frente Popular a dos años de acceder al poder, así como de las dificultades que enfrenta un Partido Comunista, contestatario por naturaleza, al formar parte de una coalición gobernante. De hecho, es uno de los primeros casos en la historia del movimiento comunista mundial que un PC se encuentra con este problema que volverá a presentarse en varios países europeos tras la guerra.

“…los integrantes del gobierno surgido en 1938, que en su mayoría eran pequeño burgueses y frentistas honrados, paulatinamente fueron sustituidos por burgueses y terratenientes, mientras que las principales tareas del Partido y del Frente Popular fueron postergadas. Esta política se vio favorecida por las desviaciones oportunistas de nuestro Partido en la materialización de la línea política y la táctica del Frente Popular. Bajo la consigna “no crear dificultades para el Gobierno”, el Partido comenzó a aceptar todo lo que hacía o pensaba hacer el gobierno, conteniendo la lucha económica de los obreros y la lucha de los campesinos por la tierra y otras reivindicaciones de las masas”.

Codovilla, de acuerdo con el espíritu de los tiempos, no lo analiza como un problema político de amplio alcance, sino parte de la constatación de la situación para proceder a demoler el frentepopulismo en el PC chileno y “rectificar” su línea de acuerdo al viraje operado en la Internacional tras el Pacto nazi-soviético.

Así, Codovilla reconoce que los trabajadores urbanos y mineros percibieron importantes mejoras en su situación social y laboral, no así los campesinos y trabajadores rurales. Según el informe, renunciar a la reforma agraria fue el costo de minimizar la resistencia de la oligarquía agrícola a los planes de la modernización industrial del gobierno:

“De una manera u otra, la clase obrera ha alcanzado un cierto mejoramiento de vida, lo que no se puede decir sobre los trabajadores agrícolas y el campesinado. Con el afán permanente del gobierno de no excitar al campo, nuestro Partido, deseando demostrar su adhesión al gobierno, aceptó establecer la “tregua” en el campo, evitando crear las organizaciones de trabajadores agrícolas y campesinas y rehusando expresar sus reivindicaciones. Bajo el pretexto de que la reforma agraria prometida por el gobierno, resolvería los problemas del campo, el Partido frenaba la lucha de los campesinos por la tierra. La reforma agraria nunca ha sido realizada. La idea dominante de esta política fue el deseo de no irritar a la reacción feudal-latifundista para evitar, de esta manera, que surgieran “dificultades para el gobierno”. La línea política correcta del Frente Popular en los países coloniales y dependientes que consiste en la movilización y organización de las masas mediante la lucha por sus reivindicaciones en el desarrollo de la revolución agraria y antiimperialista, ha sido absolutamente alterada”.

A su vez, se destaca que el gobierno busca apoyo (créditos) norteamericano para sus planes industrializadores y que el PC está dispuesto de apoyarlo en eso, priorizando los objetivos modernizadores nacionales, lo que para Codovilla es absolutamente inaceptable: “…por la petición del gobierno, utilizando el pretexto de no impedir la recepción de los préstamos norteamericanos, el Partido incluso ponía obstáculos o postergaba las huelgas que exigían aumentar salarios en las empresas pertenecientes a los yanquis”.

El análisis que Codovilla hace de la situación del PC frente al gobierno del Frente Popular apunta a la disyuntiva presentada al comunismo chileno: apoyo incondicional al gobierno o apoyo a las reivindicaciones sociales. La primera opción ayuda a mantener el gobierno, pero priva al PC del apoyo de los sectores más radicalizados de los trabajadores, quienes optan por otras fuerzas de izquierda (“trotskistas” en el discurso de Codovilla). “…el Partido declaró solidaridad con el gobierno en todo lo bueno y lo malo, a pesar de las protestas y la desilusión de los obreros… mientras que nuestro Partido ejercía la política de pacificación, el Partido Socialista se dedicaba a la demagogia obrerista, conquistando simpatías en las masas”. La segunda pone en peligro la continuidad del gobierno, pero a ello Codovilla no se refiere.

Cabe destacar que en las recomendaciones kominternianas previas (de 1935 a 1939) se le sugería al PC chileno priorizar la articulación, posibilidades de victoria electoral y permanencia del Frente Popular. Ahora, con la firma del Pacto Molotov-Ribbentropp, los Frentes Populares dejaron de ser el eje de la política soviética y de la Internacional. Si bien no fueron públicamente criticados ni censurado el concepto, dejaron de ser necesarios. El único Frente Popular en el poder en ese momento era el chileno. Por tratarse de un país periférico, no incidía en la política mundial. Más aún que la fórmula del “frente popular antiimperialista” lo hacía compatible con el discurso “antiimperialista” de la Internacional del período del Pacto. No obstante, la cultura política, el clima interno en el partido, su forma de relacionarse con la sociedad chilena, entraban en contradicción con la extrema rigidez de la política kominterniana de ese momento. Ya no se necesitaban partidos capaces de jugar un papel relevante en la vida política de sus países ni de articular proyectos de gobierno de centro-izquierda. Codovilla venía de México donde el PC local fue convertido en cómplice, en un aparato auxiliar de la operación de NKVD de asesinato de Trotski. Quienes se opusieron a esta instrumentalización, fueron expulsados. El PC chileno que recibe a Codovilla en septiembre de 1940 no corresponde en absoluto a ese perfil.

La “rectificación” de la línea del PC chileno respecto al gobierno, impuesta por Codovilla a la dirección comunista, implica en la práctica el retiro del apoyo comunista al Presidente Aguirre Cerda y va a contribuir al fin formal de la alianza. Codovilla describe con satisfacción la reacción de perplejidad del gobierno frente a las declaraciones comunistas en el Pleno. Total, los Frentes Populares ya no son necesarios.

Otro tema al que el delegado de la Internacional presta mucha atención, es la forma de cobertura de la situación internacional, de la guerra y de la política soviética por parte de la prensa partidista. Encuentra que su tono es “antifascista en general”, pero no lo suficientemente “antiimperialista”:

“… durante este período del Frente Popular, el Partido se dedicó a la lucha contra el fascismo en general y no concentraba sus esfuerzos en librar la lucha contra el imperialismo yanqui-inglés que tenía en sus manos las fuentes principales de la producción en el país, explotaba cruelmente a la clase obrera y ahogaba a la economía nacional”.

También considera que las referencias a la URSS, sus políticas y las figuras de Stalin y sus ministros son escasas y las menciones de sus títulos inexactos. La participación personal de los dirigentes máximos del PC chileno en la defensa de la política exterior de la URSS es considerada insuficiente:

“De hecho, el Partido se distanció de la lucha contra la guerra imperialista y por la paz que libraba la Unión Soviética. Inclusive hubo casos, cuando en los mítines del Frente Popular por la defensa de la Unión Soviética y la política por la paz estalinista no participaron el 8o (Contreras Labarca) y 9° (Elias Lafferte), mientras que otros oradores, pequeño burgueses, con los objetivos demagógicos, pero interpretando los hechos a su manera, recogían una rica cosecha de aplausos”.

Llama la atención la dureza de esta crítica, pues una simple revisión de la colección del Frente Popular evidencia que en comparación con el período previo al septiembre de 1939 la reproducción de los materiales soviéticos había aumentado muy notoriamente. A su vez, la abundancia de los resúmenes de los materiales de ese periódico entre la documentación del Secretariado Latinoamericano en Moscú. Demuestra que el aparato kominterniano lo recibía en forma relativamente regular y estaba al tanto de los “pecados” que le encuentra Codovilla. Sin embargo, estos jamás habían sido criticados, a no ser en forma muy leve y en torno a situaciones muy particulares.

Todos los “errores” del PC chileno Codovilla los vincula con el problema de “cuadros”. Los líderes del exitoso PC frentepopulista nuevamente se vuelven demasiado independientes, pueden salir del control. La experiencia mexicana ya le demostró a Codovilla que con los dirigentes de este tipo él ni la “causa” (que a estas alturas para él se confunde con la causa de NKVD), no pueden contar para lo que sea. De ahí el nuevo gran esfuerzo de disciplinamiento.

El primer golpe está dirigido en contra de lo que Codovilla llama la influencia de la masonería en el PC. El tema le preocupa desde hace tiempo. Aun en el congreso del PC mexicano pide información sobre ello al delegado del PC chileno, el subsecretario general de entonces, Raúl Barra Silva. Ahora arremete con todo, consiguiendo la prohibición formal de la doble militancia PC-masonería, la que estuvo bastante difundida en la época del Frente Popular. Gran porcentaje de los líderes comunistas chilenos provenientes de los sectores medios profesionales estaban personal y/o familiarmente vinculados con la tradición de librepensamiento, la cual desde los tiempos de la independencia en Chile estaba representada por la masonería. Un vínculo aun mayor con la tradición masónica había en el Partido Socialista y aun mayor, en el Radical. Nos atrevemos a suponer que este tipo de vínculos podían haber facilitado el entendimiento de sus líderes en los marcos de la construcción del Frente Popular. Para Codovilla es una situación anormal, pues supone una doble lealtad de los militantes comunistas que los saca del control absoluto de la verticalidad del mando:

“Los agentes de la masonería que en todas partes, en el Partido Radical, en el Partido Socialista, en el gobierno, actuando como por arte de la magia a favor de la línea oportunista del Partido Comunista, trabajan libremente en sus filas, siendo conductores de la política de “pacificación”, del frenar la lucha de clases, haciendo su aporte en el adormecimiento del espíritu combatiente del Partido, creando obstáculos para que este realizara una política independiente”.

Y más adelante vuelve sobre el tema con más fuerza y detalles:

“El mal llegó a ser muy profundo. El 8o (Contreras Labarca) conocido por ustedes, siendo un intelectual, en vez de introducir obreros a la dirección del Partido, se rodeó con intelectuales y obreros intelleguizantes, distanciados de las masas. Algunos de estos intelectuales eran masones de jerarquía superior, tales como el 11° (Jiles), el famoso abogado y amigo personal de A. Cerda y de todos los personajes políticos que se hizo el consejero político del 8o (Contreras Labarca). Este y otros masones, las personas de grandes posibilidades y flexibilidad políticas, se convirtieron en los consejeros “teóricos” del 8o (Contreras Labarca) y de la dirección del Partido. Además, el 11° (Jiles) fue él quien mantenía los contactos entre la dirección del Partido, el Presidente y el gobierno. Naturalmente, fue él quien aconsejaba demostrar mesura frente a las reivindicaciones de las masas trabajadoras y el gobierno, con una postura “sabia” y “prudente” por parte del Partido. El 11° (Jiles) se hizo tan necesario en la dirección de Partido que dirigía la revista teórica, y junto con el 12° (Ravines), dirigía el periódico del Partido, se convirtió en el profesor de la escuela de cuadros82 y en uno de los administradores de Finanzas del Partido. (Su actividad financiera se caracterizaba por gigantomanía. Al mismo tiempo, se basaba solo en los créditos bancarios y la ayuda de dirigentes políticos, lo que, como la espada de Damocles, está colgado sobre la cabeza del Partido). De esta manera, a pesar de que la dirección del Partido existía formalmente, las decisiones sobre la línea del Partido se tomaban solo por un círculo estrecho, las cuales no siempre eran correctas”.

El trato es selectivo. Al secretario general del PC, Carlos Contreras Labarca, lo presenta como renunciado tiempo atrás a la masonería, por lo tanto rescatable para el Partido. Más aún, lo convierte en el vocero principal de la nueva política:

“Los masones especulaban en el Partido, diciendo que el 8o (Contreras Labarca) también era masón y que no había razones, por las cuales los miembros del Partido no podrían ser masones. Algunos se halagaban con el hecho de haber sido sus consejeros. ¿Acaso esto tiene alguna conexión con las responsabilidades que él ha asumido siendo masón y de acuerdo a las cuales los masones podían ser miembros del Partido bajo la condición de no reclutar nuevos miembros para la masonería? Creo que sí. Después de que el 8o (Contreras Labarca) me aseguró que había roto definitivamente con los masones, le hice alusión que sería necesario declararlo en el Pleno del Partido para poner fin a las especulaciones políticas de los masones. Lo hizo, demostrando gran satisfacción de haberlo hecho. Tuve la impresión de que el 8o (Contreras Labarca) poco a poco se hace consciente de la línea política correcta y está dispuesto a ejecutarla honestamente, pero por ahora vacila mucho todavía, lo que le es fuertemente propio”.

No así, como hemos visto en el fragmento citado más arriba, con Jorge Jiles y Raúl Barra Silva, quienes son destituidos de los puestos claves en el PC. Cabe destacar que aparte de aquellos militantes que hacen mea culpa y se quedan en el PC, había muchos representantes de la clase media culta, de acuerdo a las memorias y testimonios orales, quienes se vincularon al PC en la época del antifascismo del Frente Popular, resintieron el Pacto y abandonaron el PC tras el Pleno de septiembre de 1940, quedándose con la masonería. Entre ellos, varios ex combatientes chilenos de las Brigadas Internacionales de la Guerra Civil española83.

Acusando al PC chileno de dar demasiada importancia a los militantes “intelectuales” como parte de la “errónea” aplicación de la política del Frente Popular. Codovilla promueve el ascenso de los “cuadros obreros”, con quienes, reconoce, tiene un entendimiento mejor:

“Con el 10° (Galo González) nos entendimos uno al otro de inmediato, pues él representa uno de los elementos proletarios más sanos. Por ejemplo, se daba cuenta de la gravedad de la situación, con la cual se encontraba el Partido, pero trataba de resolver problemas con métodos disciplinarios. Sin embargo, tratando de realizar estas medidas, siempre se encontraba con la resistencia por parte de la dirección del Partido; cuando él ofrecía expulsar del Partido, todo se limitaba a una simple reprimenda. Así los enemigos seguían trabajando en el Partido. El 10° (Galo González) dice que él inclusive comenzó a tener dudas en la honestidad de algunos camaradas de la dirección, pero él también aceptó la política de persuasión y ya no se atrevía a ofrecer expulsiones”.

Paso seguido, Codovilla pone en boca de Galo González, el “cuadro proletario”, la iniciativa de las purgas al interior del partido.

Purgas en el PCCh en torno al Pleno de 1940. Expulsión de Ravines

En todos los partidos comunistas de la región, visitados en 1940 por la delegación de Codovilla, su inspección implicó no solo “rectificación” de línea, sino purgas y cambios en las cúpulas directivas. Observándolas en forma comparativa, se puede sostener que su impacto en el PCCh fue menor que en otros PC de la región. Tal vez la mayor flexibilidad de la cultura política chilena y de la cultura partidista del PCCh, el gran arraigo del sentido de pertenencia a la nueva iglesia universal ayudaron a que en vez de expulsiones masivas, hubo en el comunismo chileno más bien cambios internos de las posiciones de los dirigentes, “autocríticas” y, en sectores de clase media culta, retiradas del partido (estas últimas más bien a nivel de militantes rasos, aunque visibles por su posición social).

Las purgas fueron mínimas y ejemplificadoras. Afectaron a individuos, personificaban los “errores” de la línea frentepopulista, pero a la vez arrastraban tensiones y conflictos personales al interior de la comunidad partidista. El tamaño de la personalidad, autonomía, ambición y/o talento (en proporciones distintas) de los expulsados los mantuvo como protagonistas de la vida política y cultural de Chile y la región por varias décadas más, operando con la misma vehemencia, pero esta vez desde las trincheras opuestas. Sus testimonios, citados en más de una oportunidad en este artículo, durante mucho tiempo constituían casi la única fuente referida a los hechos que estamos historiando en estos momentos. Volveremos a repasarlos con la nueva documentación disponible.

Codovilla en su informe dedica al caso Ravines más espacio que a situación de países enteros. Tanto el espacio, como el tono de esta parte del informe, permiten suponer un importante involucramiento personal del autor en el tema. Se le reprochan, en primer lugar, las “desviaciones” en la dirección del periódico Frente Popular, pero Codovilla parte por destacar su situación de exiliado peruano en Chile, incluso una especie de cuadro descolgado de la Internacional que no había cumplido la misión encomendada en otro país, algo como impostor del papel del delegado de la Internacional en Chile:

“Arribó a Chile después de la discusión, en la cual participó en la Casa, después de la conversación que tuvo conmigo en París. Obtuvo instrucciones exactas de viajar a Perú y trabajar ahí para reorganizar su Partido y crear la dirección proletaria, con su apoyo político. Pero debido a las dificultades para entrar al país, decidió quedarse aquí. Utilizando su estadía en España y el viaje a Casa, se presentaba como un líder político importante y estaba cercano a la dirección del Partido chileno. Se puso en contacto con los líderes de la masonería, comenzó a ejercer influencia incluso al 8o (Contreras Labarca) y a la línea general del Partido, defendiendo la política más oportunista”.

Este pasaje contradice la versión entregada por el propio Ravines en sus memorias de que fue rescatado de Lubianka y enviado nuevamente a Chile para asegurar el triunfo del Frente Popular. Codovilla afirma que jamás se le indicó quedarse en Chile y se trató más bien de una desobediencia militante. Creemos que la verdad estaría en algún punto intermedio.

Ambos tendrían razones para exagerar. Ravines en sus memorias escritas después de su expulsión, aun muy dolida, y en el contexto de la guerra fría, desea resaltar su papel protagónico en el Frente Popular chileno. Codovilla, redactando su informe, sabe que las personas que decidieron el envío de Ravines a América Latina en el aparato de la Internacional (Van Min, Kuchumov y otros) ya no están allí y sus palabras no pueden ser desmentidas. De esta manera su papel de procónsul kominterniano frente a los partidos locales no puede ser cuestionado por nadie y su autoridad de defenestrar un cuadro local “revisionista” es indudable.

Los pecados de Ravines en la dirección del periódico Frente Popular se describen con lujo de detalles:

“Este periódico, llamado Frente Popular, está dirigido por el 12° (Ravines)… Su estilo de dirigir el periódico era muy absolutista, sin control por parte del Partido, convirtiéndolo en un diario netamente “informativo”, esterilizando su espíritu revolucionario. Se rodeó con los intelectuales iguales a él, y el periódico no solamente no reflejaba los problemas vinculados con las condiciones de vida y trabajo de las masas, sino ocultaba la cara misma del Partido”.

Efectivamente, el Frente Popular era muy distinto a los típicos panfletos partidistas. Era un periódico de masas, con amplia cobertura internacional (tal vez, la más amplia en la prensa chilena de la época), cultural y política. Fue creado para ser la voz del Frente Popular y facilitar su conformación, daba amplia tribuna a personalidades públicas de diversas corrientes que defendían la idea del Frente. Se convirtió en uno de los epicentros y articuladores de la cultura frentepopulista chilena de los fines de los treinta y de la cultura frentepopulista del PC. Nos atrevemos a plantear que el ataque de Codovilla al diario era en definitiva un ataque a esa cultura.

Las acusaciones de Codovilla están formuladas para ser leídas en Moscú:

“Su “apolitisismo”, no obstante, no impedía publicar la información positiva sobre el gobierno y publicar la información internacional que favorecía a los países imperialistas, por ejemplo, a Alemania, ocultando o falsificando las noticias de la agencia noticiosa “Supress” y todo lo que servía a nuestra causa. Lo último fue explicado por él como un caso de simple “deformación” periodística. Los ejemplos de desinformación de este tipo son: el discurso de Molotov en el Soviet Supremo fue publicado en la página 5 del periódico, escondido, sin llamar la atención, sin ser acompañado por un comentario digno de su importancia. Además, los camaradas denominaron a Molotov “canciller”. ¿Era un descuido? No… Las noticias que llegaban de la URSS sobre la construcción del socialismo, se publicaban siempre en la última página. Los telegramas sobre la división de tierra en Letonia, Estonia y Lituania después de la liberación de estos países, también fueron publicados en la última página como las noticias de poca importancia e inclusive sin títulos”.

No hay peor pecado para un partido comunista a los ojos de los funcionarios estalinianos que falta de respeto al “primer Estado de obreros y campesinos” o sus funcionarios. Y no importa que en realidad el discurso de Molotov ocupaba las páginas centrales del diario (de fácil apertura) y que la palabra “canciller” para referirse al Ministro de Relaciones Exteriores era más comprensible para el público destinatario del diario que el “Comisario del Pueblo para los Asuntos Exteriores”. Tampoco valía el criterio que la última página, es decir la contraportada de un diario es un lugar mucho más vistoso que las páginas interiores. Se creaba la imagen de disidencia, desobediencia, desinformación.

O tal vez se percibía, más a nivel de piel, las dificultades que para la cultura frentepopulista y antifascista de digerir y transmitir el discurso de la nueva línea dura soviética. Y esto, a pesar del aumento numérico de los materiales de origen directo soviético.

Las acusaciones van contra Ravines personalmente, pero apuntan a toda la dirección del PC chileno en un impersonal “ellos”:

“Con “El Siglo” que llegó a reemplazar al “Frente Popular”, querían repetir la misma historia: pusieron como director al 11° (Jiles) y como vicedirector, al 12° (Ravines). Aun antes de la publicación, fue garantizada la propaganda en la suma de 200.000.00 pesos mensuales a través de una agencia publicitaria, dirigida por un tal 19° (Poupin84), ex ministro y masón”.

Codovilla se enorgullece de haber logrado un cambio de la línea del partido y de su periódico, de conseguir el mea culpa de Contreras Labarca y cambio de la dirección del naciente El Siglo: “Cuando el periódico comenzó a publicarse como el órgano combatiente y tras los cambios en la orientación como resultado de las discusiones con la dirección del Partido, esta agencia suprimió toda su propaganda al declarar que esto no le servía”.

Si bien Codovilla señala que “el Partido aceptó los cambios en la vida política y en la vida interior con gran entusiasmo”, tiene que reconocer que su propuesta de purgas no fue muy bien recibida: “… yo tuve que librar una gran lucha para sacar al 12° (Ravines) de la dirección del periódico. Sobre él regresaré cuando hable sobre la situación en el Perú. Actualmente su caso fue trasladado para ser investigado en el Comité de Control, pues se supo que algunos directores recibían comunicados de las embajadas. Aun no se sabe qué sanciones van a ser aplicadas a Ravines”. Lo último tal vez es un eufemismo, pues la Comisión de Control del PCCh era dirigida por Galo González, con el cual Codovilla reconoce tener el mejor entendimiento mutuo.

Ravines en sus memorias señala que su defenestración fue decidida por una delegación que había llegado desde Moscú y conformada por varios de sus antiguos colegas del Buró Sudamericano. Aparte de Codovilla formaban parte de ella “Pierre” (Z. Rabinovich), el tunecino “Nemo” y el paraguayo O. Creidt.

A la luz de los documentos disponibles y de los datos biográficos de los nombrados, parece imposible la presencia del “Pierre”, catalogado antes como el super-comisario soviético del Buró Sudamericano, en la delegación. En el momento de la expulsión de Ravines, Zinovi Rabinovich hacía años que ya no trabajaba en el aparato de la Internacional. En 1936 fue despedido del Instituto de Economía Mundial donde se desempeñaba, por su cercanía con el purgado líder de la Juventud Comunista soviética, Lominadze. El ataque de Alemania nazi contra la URSS, pocos meses después de los acontecimientos chilenos descritos aquí, encontrará a “Pierre” trabajando en el Instituto de Historia de la Academia de Ciencias. De allí partirá al frente como parte de las unidades voluntarias y mal armadas de combatientes “no aptos” las “Milicias Populares de Moscú” para caer en combate a un año de los hechos referidos por Codovilla y Ravines. Claramente a fines de 1940 estaba lejos de la Internacional o de cualquier órgano de la política exterior soviética.

Tal vez, solo Osear Creidt pudo efectivamente acompañar a Codovilla en sus andanzas por América del sur en 1940. En otras palabras, una conformación más de que las purgas en los partidos de la región y la expulsión de Ravines no fueron decididos en Moscú no obedecían a grandes líneas políticas de la Internacional, sino que fueron fruto de políticas de disciplinamiento de militancias y de las luchas de poder e influencia internas en el mundo comunista latinoamericano.

Tanto el informe de Codovilla, como las memorias de Ravines mencionan una alterada conversación acerca de la situación en el Perú, llena de recriminaciones mutuas. Por sí solas ni las acusaciones en torno a la conducción del periódico Frente Popular, ni aquellas relacionadas con la situación del PC peruano, si bien podrían ser suficientes para la expulsión y castigo en Moscú de 1937, no lo son, aparentemente a los ojos de los comunistas chilenos (a quienes Codovilla convoca como parte silenciosa de su tribunal en contra de Ravines) ni peruanos.

Así, las acusaciones del insuficiente celo en la defensa de la postura soviética en las páginas del Frente Popular pasan a supuesta presentación más favorecida de la postura alemana en la guerra85 (“en la primera página salieron publicadas las fotografías del Dr. Leigh86 y del príncipe de Windsor, la información sobre Rumania, las noticias favorables para Alemania y nada sobre el discurso de Molotov”) y a supuestos contactos con la Embajada alemana en Santiago (“se supo que algunos directores recibían comunicados de las embajadas”). Ahora la acusación tiene suficiente peso.

Representante del PC chileno acompaña a Codovilla a Perú donde da fe de las acusaciones y supuestas pruebas del “espionaje alemán” de Ravines. La expulsión se materializa.

Este hecho habría pasado desapercibido en las historias de Chile, Perú y del movimiento comunista internacional, de no publicar Ravines a principios de los cincuenta sus desafectadas y desgarradas memorias “La Gran Estafa”, cuya versión abreviada fue reeditada múltiples veces convirtiéndose en un best-seller de la campaña anticomunista de la guerra fría.

Codovilla y sus acompañantes serán la última delegación kominterniana oficial que visite Chile antes de la disolución de la Internacional en 1943. Enviará a Moscú al último delegado del PCCh cuyo destino será aun el Komintern y no el Departamento Internacional del PC soviético. Andrés Escobar, diputado comunista, portador del informe de Codovilla, modelo de militante proletario, será el único dirigente comunista chileno recibido por Dimitrov, a menos de 3 meses del ataque nazi a la URSS y, a la cabeza de los restos de la Internacional, reducidos al apéndice de la política exterior soviética. Los escasos funcionarios dedicados a América Latina registrarán la información aportada por Codovilla sin discutirla ni cuestionarla. Los discursos tanto de Dimitrov, como de Escobar serán preparados por los mismos funcionarios del aparato. Las preocupaciones de la Internacional ya son otras.

Las relaciones del PC soviético con los PC sudamericanos se restablecerán una vez finalizada la guerra, pero ya sin KOMINTERN de por medio y con el espíritu de involucrarse lo menos posible en la vida interna de los partidos en la medida que los intereses de la URSS no sean afectados. Los tiempos de los emisarios quedarán atrás.

Fecha de recepción: junio 2007
Fecha de aceptación: octubre 2007

Notas

1 Erick Hobsbawm Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2001. [ Links ] Sobre el concepto del siglo XX corto ver Yuri Afanasiev, “Perestroika y el conocimiento histórico”, en No hay otro camino, Moscú, Progreso, 1998; [ Links ] Mikhail Gefter, “Paradojas del “futuro pasado” y “Alternativas no cumplidas y alternativas inminentes”, en De estos y aquellos años, Moscú, 1991. [ Links ] También desde otra tradición historiográfica, George Kennan, Al final de un siglo. Reflexiones. 1982-1995, México, Fondo de Cultura Económica [ Links ](en adelante FCE), 1998. Sobre la importancia del fenómeno comunista para la comprensión del siglo XX, ver Francois Furet, El pasado de una ilusión, México, FCE, 1995; [ Links ] Ernst Nolte, La guerra civil europea, México, FCE, 1994; [ Links ] Stéphane Courtois (ed.), El libro negro del comunismo, Barcelona, Planeta, 1998; [ Links ] Michael Dreyfus, Bruno Groppo et al. (eds.), Le Siécle des communismes, París, Les Editions de l’Atelier, 2000, [ Links ] entre otros títulos.

2 No obstante fue una de las áreas más “productivas” de las ciencias sociales de la época. Ver Thomas Hammond, Soviet Relations and World Communism. A selected Annotated Bibliography of 7000 books in 30 languages, Princeton, Princeton University Press, 1965. [ Links ]

3 Representada inicialmente por las biografías heroicas, por ejemplo Jorge Amado, Vida de Luis Carlos Prestes -ol cavaleiro da esperanca, Sao Paulo, Editora Record, 1979; [ Links ] y memorias, preferentemente de los disidentes, desde Jan Valtin, Out of thr night, 1941, [ Links ] hasta la Autobiografía de Arthur Koestler, Madrid, Debate, 2000. [ Links ] La historia de la internacional comunista se ha visto enriquecida durante las últimas décadas con estudios rigurosos tanto de su funcionamiento interno, Alexandr Vatlin, Komintern: Los primeros diez años, Moscú, 1993, [ Links ] como con casos de culturas políticas e historias de los movimientos comunistas nacionales; para el español, Antonio Elorza y Marta Bizca-rrondo, Queridos camaradas: Internacional Comunista y España, 1919-1939, Barcelona, Planeta 1999; [ Links ] el suizo, Nic Ulimi y Peter Huber Les combattants suisses en Espage Républicaine (1936-1939), Lausanne, Antipodes, 2001; [ Links ] el ya citado libro de Dreyfus, Groppo et al., Les siécle des communismes, [ Links ]sobre el caso francés; para el norteamericano, Harvey Klehr et al., The Soviet World of American Communism, New Haven Yale University Press, 1999. [ Links ] A esto hay que agregar estudios dedicados a personajes relevantes de la historia de la Internacional, como el de Stephen Koch, El fin de la inocencia. Willi Munzenberg [ Links ]y la seducción de los intelectuales, Barcelona Tusquets, 1997. [ Links ] Finalmente varias iniciativas de diccionarios biográficos, como el de Víctor Jeifets, Lazar Jeifets y Peter Huber, La Internacional Comunista y América Latina: 1919-1943. Diccionario biográfico”, Barcelona, Instituto Latinoamericano de la Academia de Ciencias, 2004. [ Links ]

4 Sobre la historia del comunismo chileno, ver Hernán Ramírez Necochea, Orígenes y fundación del Partido Comunista de Chile, Moscú, Progreso, 1984; [ Links ] Andrew Barnard, The Chilean Communist Party 1922-1947 (Thesis presented for the degree of Doctor of Philosophy in the University of Lon-don, 1977); [ Links ] Carmelo Furci, The Chilean Communist party and the Road to Socialism, London, Zed Boors Ltada., 1984; [ Links ] Ernts Halperin, Nationalism and Communism in Chile, Massachusetts, Institute of Technology, 1965; [ Links ] Robert Jackson Alexander, Communism in Latin América, New Brunswick, NJ, Rutgers University Press, 1957; [ Links ] Augusto Varas, El Partido Comunista de Chile, Estudio Multidiscipli-nario, Santiago, CESOC, 1988; [ Links ] Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista 1973-1980”, Santiago, LOM Ediciones, 2003. [ Links ]

5 Entre las obras memorialísticas provenientes del comunismo chileno que mencionan a los representantes del Komintern en Chile se puede destacar Elias Lafferte, La vida de un comunista, Santiago, Austral, 1971; [ Links ] Víctor Contreras Tapia, Campesino y proletario, Moscú, Novosti 1981; [ Links ] Volo-dia Teitelboim, Antes del olvido, Santiago, Sudamericana, 1997-2004; [ Links ] Luis Corvalán Lepe, De lo vivido y lo peleado, LOM Ediciones, Santiago, 1997. [ Links ] Entre las memorias disidentes ex comunistas nombraremos a Marta Vergara, Memorias de una mujer irreverente, Santiago, Gabriela Mistral, 1974; [ Links ] Marcos Chamúdez, Libro blanco de mi leyenda negra, Santiago, PEC, 1964; [ Links ] Eudocio Ravinés, La gran estafa, Buenos Aires, 1974. [ Links ] Memorias provenientes de otros sectores políticos: Gabriel González Videla, Memorias, Santiago, Gabriela Mistral, 1975. [ Links ]

6 José Luis Rénique, “Benjamín Vicuña Mackenna: exilio, historia y nación”, Ciberayllu [en línea] , 2 de junio del 2007. (Consulta: 2 de junio del 2007). [ Links ]

7 Luis Corvalán Márquez, Nacionalismo y autoritarismo en Chile durante el siglo XX. Los orígenes.1903-1931 (Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios Americanos, especialidad Pensamiento y Cultura, Universidad de Santiago de Chile, 2006). [ Links ]

8 Eugenia Fediakova, Rusia Soviética en el imaginario colectivo de los chilenos 1917-1939. (Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales y Políticos latinoamericanos, ILADES, Santiago, 1999), [ Links ] Fernando Estenssoro, La temprana valoración de la revolución bolchevique en Chile, 1918-1920 (Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1992). [ Links ]

9 Para fines del siglo XIX lo refleja muy bien el diplomático y viajero ruso Alexandr Ionin, Por América del Sur, vol. III San Petersburgo, 1891. [ Links ]

10 Sobre la relación de la cultura política chilena del siglo XX con las ideas y corrientes ideológicas provenientes del “Norte”, ver los trabajos de Joaquín Fermandois, en particular, Mundo y Fin de Mundo: Chile en la Política Mundial 1900-2004. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2005. [ Links ]

11 Alexandr Vatlin, op. cit.

12 Grigory Zinoviev (1883-1936) – uno de los líderes del partido bolchevique desde 1901. Presidente del Soviet de Petrogrado y Presidente del Comité Ejecutivo del Komintern hasta 1926. En 1927 fue acusado de fraccionismo y expulsado del partido bolchevique, reintegrado y nuevamente expulsado En 1936 fue acusado en el proceso del “centro unificado trotskista y zinovievista” y fusilado.

13 OMS – siglas rusas del Departamento de Vínculos Internacionales, instancia clandestina de comunicaciones kominternianas.

14 Datos biográficos en Alicia Entel et. al., Escuela de Francfurt. Razón, arte y libertad, Buenos Aires, Eudeba, 1999; [ Links ] y Jeiftes et. al., op. cit.

15 Archivo Estatal Ruso de la Historia Política y Social (en adelante RGASPI) F495, OÍA, D2, p. 10-11. [ Links ]

16 Ibíd.,11.

17 RGASPIF534,04, D13,23.

18 RGASPI, 495.106. 6, citado en Olga Ulianova y Alfredo Riquelme, Chile en los archivos soviéticos 1922-1991. Tomo 1. Komintern y Chile 1922-1931, Santiago, DIBAM-LOM Ediciones-USACH,2005, 150-151. [ Links ]

19 Los archivos de OMS permanecen inaccesibles a los investigadores. Testimonios y memorias de los funcionarios soviéticos de la época indican la vinculación estrecha de esta división de la Internacional, encargada de comunicaciones clandestinas con los servicios de inteligencia soviética.

20 RGASPI, 495.106. 6, citado en Ulianova y Riquelme, op. cit.

21 El Presidium del Comité Ejecutivo de Komintern se amplió considerablemente el 17 de noviembre de 1926, convirtiéndose en un órgano de representación de partidos nacionales. América del sur queda representada por el argentino V. Codovilla que se encontraba entonces en Moscú, fue elegido candidato a miembro del Presidium en esta oportunidad. Al interior del Presidium fue creado como órgano superior de la toma de decisiones el Secretariado Político del Presidium del CE.

22 Se refiere al SSA.

23 RGASPI, 495.106. 6, citado en Ulianova y Riquelme, op. cit., 162.

24 “Carta abierta del secretariado sudamericano a todos los miembros del Partido Comunista de Chile con motivo del próximo Congreso”, 27.12.26, citado por Ulianova y Riquelme, op. cit., 189-202.

25 Este congreso aprueba formalmente la organización partidista a base de células en reemplazo del trabajo en asambleas que practicaba el Partido Obrero Socialista de Chile (en adelante POS) y el PCCh en sus primeros años. Se crea, a lo menos en el papel, una estructura con comités locales, regionales y un Comité Central y se postula el principio del centralismo democrático.

26 Seudónimo de Miguel Contreras.

27 Secretario general del PCCh al momento del congreso.

28 Comité Ejecutivo Nacional – órgano directivo del PCCh de entonces.

29 Elias Lafferte, Vida de un comunista, Santiago, Editorial Austral, 2a edición, 1971, 186-187.

30 Informe reservado de B. Mijailov (Raimond) al Comité Ejecutivo de Komintern, mayo 1927, citado en Ulianova y Riquelme op. cit., 279-295.

31 González Alberdi, Memorias (Manuscrito), 128 Agradecemos a Horacio Tarcus por compartir con nosotros este valioso documento inédito.

32 Entrevista de la autora con el Dr. Serguei Semionov, ex profesor del Instituto de Ciencias Sociales del CC del PCUS (Escuela Internacional de Cuadros del PC soviético). Moscú, verano 1997.

33 González Alberdi, Memorias (Manuscrito), 128-129.

34 El comunismo chileno vivió un profundo quiebre con la dictadura de Ibáñez. Un importante segmento del partido apoyó el programa modernizador y antioligárquico de Ibáñez (incluyendo 7 de 8 diputados del PC), y a su vez la creación de sindicatos legales, reconocidos y aparentemente apoyados por el gobierno, diezmó las bases de la FOCh dirigida por los comunistas. Ver, con más detalle Jorge Rojas, La dictadura de Ibáñez y los sindicatos (1927-1931), Santiago, DIBAM, 1997; [ Links ] Olga Ulianova “El Partido Comunista chileno durante la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931): primera clandestinidad y ‘bolchevización’ estaliniana”, en Boletín de la Academia Chilena de Historia, N° 111, Santiago, 2002. [ Links ]

35 Víctor Contreras Tapia, Campesino y proletario, Moscú, Editorial de la Agencia de prensa Novosti, 1981,47-49. [ Links ]

36 Agradecemos la información proporcionada por Alicia Dujovne Ortiz, escritora argentina, hija de Carlos Dujovne que en estos momentos trabaja en una biografía de su padre.

37 Propulsor de políticas de reforma agraria y nacionalismo económico en América Latina, tras el estallido de la Revolución Boliviana de abril de 1952, se instala dos años después en La Paz para desempeñarse como asesor del entonces vicepresidente Hernán Siles Suazo. Su firma aparece junto a la del líder sindical Juan Lechín en el decreto de Reforma Agraria. Regresó a Buenos Aires en 1957, propulsando las políticas desarrollistas y la creación de la UCRI. Murió olvidado en 1973, en un marco de gran soledad política, atenuada por su amistad con otros comunistas disidentes: Juan José Real y Luis Sommi.

38 Volodia Teitelboim, Un muchacho del siglo veinte, Santiago, Editorial Sudamericana, 1997, 246. [ Links ]

39 El libro de publicó inicialmente en inglés en versión reducida bajo el nombre de “Yenan way”, conservando solo episodios de “denuncia” de la acción comunista en diversas partes del mundo. En español existen las dos versiones: la breve que es análoga a la edición inglesa y la completa, correspondiente al propósito inicial del autor, y mucho más valiosa como fuente histórica.

40 Esta visión de “Jorge Montero” está reflejada en las Memorias de Gabriel González Videla, Santiago, Gabriela Mistral, 1974, vol. 1.

41 Esta última versión está arraigada en la tradición memorialística y ensayística comunista chilena (a falta de trabajos historiográficos sobre estos temas) y se vuelve a reafirmar en las autobiografías recientes de Luis Corvalán L., De lo vivido y lo peleado, Santiago, LOM Ediciones, 1997, 40-41 [ Links ]y Teitelboim, op. ci., 246.

42 Magdalena Chocano “La memoria tránsfuga: mediaciones estéticas y guerra fría en el testimonio de Eudocio Ravines” en Hueso Húmero, N° 48 (http// huesohumero.perucultural.org.pe). [ Links ]

43 Alberto Flores Galindo “Eudocio Ravines o el militante”, en Tiempo de plagas, Lima, El Caballo Rojo Ediciones, 1988, 109. [ Links ]

44 Carta del delegado de Profintern en Chile, 7 de julio de 1935, RGASPI, 534.4.512 (original en español); Carta del delegado de Profintern en Chile, 13 de agosto de 1935, RGASPI, 534.4. 512.

45 Carta de Jorge Montero (Eudocio Ravines) desde Chile a Moscú, 2 de agosto de 1935, RGAS-PI, 495,106,39.

46 Marta Vergara, Memorias de una mujer irreverente, Santiago, Gabriela Mistral, 1974, 153. [ Links ]

47 Reunión del Secretariado Latinoamericano del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú, 20.10.35 (Estenograma), RGASPI, 495.106.39 (traducido del ruso por Olga Lepíjina).

48 Ibid.

49 Reunión del Secretariado Latinoamericano del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú, 21.10.1935 (Estenograma), RGASPI, 495.101.39 (Traducido del ruso por Olga Lepíjina).

50 Ibid.

51 Ibid.

52 Reunión del Secretariado Latinoamericano del Comité Ejecutivo del Komintern, Moscú, 13 de noviembre de 1935, versión taquigráfica, RGASPI, 495.101.43 (traducido del ruso por Olga Lepíjina). Versión taquigráfica en ruso de una conversación oral con traducción en la sede del CE del Komintern. Las palabras de personajes hispanoparlantes aparecen en doble traducción.

53 RGASPI, 495.106.46.

54 Carta de “Chino” a su “hermano”, RGASPI, 495.106.46.

55 Informe de Marcucci sobre la cuestión de cuadros en América del Sur, 4 de marzo de 1936, RGASPI 495.20.379 1-25.

56 Eudocio Ravines, La gran estafa, Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1977, 220-221. [ Links ]

57 Vergara, op. cit., 158-159.

58 Teitelboim, op. cit., 244.

59 Ibid., 33-34.

60 Frente Único, Santiago, 1 semana de septiembre de 1935, 1.

61 Entrevista con la Dra. Irina Joroshaeva, hija de Fritz Glaufbauf, Moscú, verano 1997.

62 Eudocio Ravines, op. cit., 222.

63 Ibid.

64 Teitelboim, op. cit., 334.

65 Vergara, op. cit., 200.

66 RGASPI,495…

67 Citado por Jorge Arrate y Eduardo Rojas, Memoria de la Izquierda Chilena, vol. 1, cap. III. Santiago, Ediciones B, 2003.

68 Vergara, op. cit., 202.

69 Ibid., 202-203.

70 Vergara, op. cit., 209.

71 Corredor de Danzig fue establecido por el tratado de Versalles junto con la creación del Estado polaco independiente y le permitía tener una salida al Báltico por una amplia franja poblada por polacos étnicos en torno a la ciudad de Danzig (actualmente Gdansk), antigua ciudad hanseática alemana que se declaraba como puerto libre. El corredor de Danzig separaba el territorio principal alemán de la zona de Prusia Oriental, convirtiendo esta última en un enclave alemán entre Polonia y estados bálticos. La “devolución” del corredor de Danzig para unir Prusia Oriental con el territorio alemán fue una de las últimas demandas internacionales alemanas previas al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Tras largas tensiones fue accedida por el arbitraje británico, con esperanzas últimas de evitar la guerra, al margen de las obligaciones de alianza de esta potencia con Polonia.

72 En referencia al acuerdo ente Francia y Gran Bretaña por un lado y Alemania por el otro que aceptaba la ocupación alemana de los Sudestes checos, liberando a las potencias occidentales de sus obligaciones de defensa común de Checoslovaquia, con la cual tenían un acuerdo de ayuda mutua. Conocida como la política del apaciguamiento del agresor, esta fue presentada por los gobiernos francés y británico, como una garantía para salvar la paz en Europa. En Checoslovaquia, en la izquierda europea y en la URSS fue caracterizada como una traición.

73 Frente Popular, Santiago, miércoles 23 de agosto 1939, 3.

74 Frente Popular, Santiago, jueves 24 de agosto de 1939, 3.

75 Ya en el siglo XIX algunos representantes de la familia Ravines de Cajamarca estaban emparentados con los descendientes del Inca Atahualpa y en calidad de tales, eran propietarios del famoso Cuarto del Rescate del Inca, apareciendo este apellido (en esta ortografía) en la lista de los propietarios del monumento, grabada en la pared del museo que lo cobija hoy. Por otra parte, más coincidencia a la palabra “Ravines” en los buscadores del Internet presenta un famoso arqueólogo cajamarquino de ese apellido.

76 Miguel Serrano… www.geocites.

77 La familia de Ravines era católica. Más aún, sus memorias destacan la fe profunda de su madre y la educación profundamente católica que le fue entregada. El apellido es de origen español y se encuentra en el Perú desde el s. XVIII.

78 “Toda la falsa argumentación de los enemigos de la URSS sobre el pacto desbaratada por Voroshilov”, reza el título en las páginas centrales (8-9) del Frente Popular del 26 de agosto de 1939.

79 Frente Popular, Santiago, viernes 25 de agosto de 1939, 3.

80 Informe del secretario general del PC español, José Díaz al Secretariado de la Internacional Comunista, septiembre de 1939, RGASPI, 495, 74, 356, 77-79 (conservado en ruso, presentamos en doble traducción).

81 El biógrafo oficial del legendario agente soviético Iosif Grigulevich, N. Nikandrov (visiblemente colega del biografiado) destaca como el gran mérito de Codovilla la cooperación con NKVD tanto en España, como posteriormente, en los años de la guerra, en América del sur.

82 Escuela de cuadros adjunta al PCCh, creada con la ayuda de los emisarios del Komintern, en la cual estudiaban también los representantes del movimiento obrero de izquierda y comunista de Perú y Bolivia.

83 Entrevistas realizadas por la autora con los descendientes de los participantes chilenos de las Brigadas Internacionales. Ver Olga Ulianova, “A setenta años de la Guerra Civil española. Combatientes chilenos en las Brigadas Internacionales”, Estudios Avanzados Interactivos, vol. 5, N° 7, 2006, web .usach .cl/revistaidea. [ Links ]

84 Antonio Poupin Gray (1904-¿?), miembro del Partido Democrático y Ministro de Trabajo en el primer gabinete de Pedro Aguirre Cerda.

85 Con la distancia histórica de más de 60 años y, creemos, alta sensibilidad personal frente a los temas relacionados con la II Guerra Mundial, hemos revisado la colección del periódico Frente Popular y no hemos percibido una postura pro alemana en sus páginas. Sí, una defensa a veces frenética, a veces disimuladamente avergonzada de la postura soviética de ese período.

86 Uno de los líderes del partido nacional-socialista de Alemania, dirigente imperial de asuntos organizacionales.

Carta para el señor Presidente

Carta para el señor Presidente

Dagoberto Gutiérrez

Como en un torbellino su gobierno tiene casi seis meses y han sido semanas rápidas y días cortos, pero intensos, me parece que ha estado bien su rápida definición sobre sus vínculos con el partido FMLN, de todos modos, todos sabemos, incluidos los pericos del volcán, que usted no tiene ni ha tenido y no tendrá mayor vinculación con este partido que la de cumplir requisitos electorales; a lo mejor usted sí tendrá algún palpito común con el FMLN, pero no con el partido del mismo nombre.

Por ahora su gobierno goza de las expectativas de la gente y de cierta sicología que pide, darle tiempo para que se descubra el velo misterioso de su gobierno, aquel en donde se apoye a la gente más humilde y se apoye en ella y se gobierne para ella; mire cómo son las cosas señor Presidente, porque aunque usted hace todo lo necesario para que se sepa muy bien para quien gobierna y con quien gobierna, la gente de carne y hueso todavía espera que en algún momento u esquina o en alguna alambrada se muestre o demuestre que usted no está gobernando para los poderosos; sin duda que esto es lo que provoca en las últimas encuestas números favorables; Ahora bien, esta esperanza no siempre convive con la confianza porque más bien se trata de un afán natural de los seres humanos para hacer que la realidad sea como se desea y no como es la realidad en realidad.

Por supuesto, estimado señor Presidente, que usted sabe muy bien lo que está haciendo, pero a lo mejor no sabe tan bien cómo el pueblo entiende lo que usted está haciendo y lo que dice usted que está haciendo, porque no debe caberle duda que si algo sabe el pueblo es ese oficio penoso de atenerse a los hechos y estos, los hechos, son como usted lo sabe bien, primer Mandatario, tercos, tenaces e insuperables .

En realidad no es apreciable, suficientemente, la diferencia entre su política y la manera de hacer política de su gobierno y los gobiernos anteriores de postguerra y en cuanto a los discursos, que también son importantes, hay algunos mejores en el pasado.

Es comprensible que usted trate de acomodar su política al mismo modelo económico de ARENA, y también lo es el hecho que establezca su vinculación estratégica con Washington, al fin y al cabo allí está situado su pensamiento fundamental, porque generalmente uno no va más allá de lo que piensa; no tengo ninguna duda, sin embargo, que usted sabe muy bien, que el norte de América tiene menos posibilidades que el sur, y que en todo caso, nuestro país, necesita tener abiertos al mundo sus ojos, sus sentidos y su cerebro.

Mire cómo son las cosas de caprichosas y revueltas, porque sin que su gobierno fuera un factor desencadenante, el partido ARENA se descompone y desconecta, y rápidamente, se forma un bloque legislativo con los doce exdiputados de ARENA en beneficio de su gobierno, y así las cosas, usted parece gozar de la confianza de las derechas y de la confianza del pueblo, y también, de la confianza de sectores oligárquicos, y puestas así las cosas, parece que hay un momento inmejorable para emprender el cambio o los cambios que durante su campaña electoral conmovieron a sus votantes.

Aunque todo esto sea favorable para usted, también lo pone en situación comprometida, porque si se tiene mucho a su favor, no encontrará excusas para no hacer esos cambios, a menos que muy claramente se diga que los está haciendo, aunque estos no sean los que la gente espera y por los que la gente votó.

En todo caso, don Mauricio, es probable que a los seis meses convenga hacer un alto en el camino, para revisar lo hecho y sus consecuencias, y para encontrar las diferencias en el ejercicio de la política con los gobiernos anteriores, para descubrir los puntos débiles y definir el rumbo para atenerse después a las consecuencias, porque si bien es cierto que el partido que ganó la votación responderá por lo bueno y por lo malo que se haga, aunque no conduzca el gobierno, también es cierto que la política de su gobierno merece, como se ha visto, ser apoyada por votos de la derecha legislativa, y esto, en cierto modo, confirma que usted no necesita totalmente de los votos del partido que ganó las votaciones en marzo, porque tiene los de la derecha, por algo su gobierno no es de izquierdas, sino de Unidad Nacional.

El último acontecimiento ambiental, mostró, bastante bien, las vísceras de su gobierno, porque al no funcionar el sistema de alerta temprana, al no tener una política de prevención, al carecer de una estructura de protección civil de acuerdo a la ley y al ser sorprendidos por el funcionamiento de la naturaleza, un evento físico produjo un desastre social, de grandes proporciones. En este punto es necesario, informar al pueblo de lo ocurrido, de lo hecho hasta ahora puntualizando la ausencia de un mapa nacional de riesgo y de una política de protección civil, que atienda la vulnerabilidad, que, como usted sabe, es humana y social y que precise las amenazas, que son físicas y externas.

Resulta un buen momento para demostrar que se es diferente o para confirmar que no hay diferencia, porque las depresiones tropicales no saben todavía que en El Salvador hay un nuevo gobierno.

Sin duda que ni su gobierno ni usted produce sobresaltos a las cúpulas empresariales, pero sí está produciendo desconfianza, desencanto, y desengaño en sectores populares que le dieron su voto, y aunque se confíe mucho en las encuestas y sus datos, no creo que le haga daño aprender a escuchar a los sectores que no lo han sido nunca y a aprender a comunicarse desde arriba como si se estuviera hablando desde abajo. Seis meses es un tiempo corto, pero fugaz y suficiente, para saber para quién se trabaja o para quién se gobierna y con quién se gobierna, y si hubiere confusión, esta nunca será eterna.

Il muro e noi

editoriale da Liberazione di domenica 8 e lunedì 9 novembre 2009

Il 9 novembre, 20 anni fa, cadeva il muro di Berlino. In quell’elemento simbolico è racchiusa la fine di un regime socialista in cui – nella migliore delle ipotesi – la giustizia sociale era contrapposta alla libertà. In questa incapacità di coniugare libertà e giustizia sta al fondo il fallimento del tentativo novecentesco di transizione al socialismo. Noi che siamo nipoti della lotta partigiana – quante lapidi ci sono nel nostro paese su cui sta scritto “morto per la libertà” – abbiamo salutato positivamente la caduta del muro. Il socialismo senza la libertà semplicemente non è socialismo: è un tentativo di andare oltre il capitalismo che ha imboccato la strada sbagliata ed è abortito. Così non poteva andare avanti e così non si andava da nessuna parte. Senza libertà nessun socialismo. Giusto quindi picconare il muro e bene che il muro sia caduto; bene che i dirigenti della DDR abbiano scelto di non sparare, preferendo perdere il potere piuttosto che cercare di mantenerlo con una strage.

Nel mondo la caduta del muro è stata salutata come la vittoria della libertà sulla barbarie, come la possibilità di un nuovo inizio per la storia del mondo basato sulla libertà e la cooperazione. Sappiamo che non è andata così. Gli stati Uniti hanno colto l’occasione della sconfitta del nemico storico per rilanciare la propria egemonia incontrastata su scala mondiale e il capitalismo ha preso da questo passaggio l’abbrivio per aprire una nuova fase della propria storia, quello della globalizzazione neoliberista. I cantori del capitalismo hanno colto l’occasione per dire che eravamo alla fine della storia. Marx aveva speso la vita e scritto migliaia di pagine per dire che il capitalismo non era un fenomeno naturale ma bensì un modo di produzione storicamente determinato e quindi superabile. La caduta del muro è stata usata per “rinaturalizzare” il capitalismo, per affermare su scala globale che viviamo nel migliore dei mondi possibili; per affermare che essendo il capitalismo naturale, ogni tentativo di superarlo diventa un atto “contro natura” e in quanto tale barbarico. Gli anni ’90 sono stati caratterizzati da questo unico grande messaggio, trasmesso a reti unificate dal complesso dei mass media e da tutte le forme di produzione culturale, cioè di costruzione dell’immaginario individuale e collettivo, a partire dall’industria cinematografica. La caduta del muro è stato l’evento simbolico che ha permesso di costruire una grande narrazione che ha rilegittimato completamente il capitalismo. Kennedy non è più il presidente dell’escalation della guerra di aggressione al Viet Nam o l’aggressore di Cuba con l’avventura della Baia dei Porci. Kennedy è celebrato come il paladino della libertà e il suo discorso berlinese ne è il suggello. Dietro il paravento della libertà, sono riapparse, anche in occidente, incredibili differenze sociali e livelli di sfruttamento del lavoro che pensavamo seppelliti per sempre dopo le lotte degli anni ‘70. Nella vulgata la libertà d’impresa è diventata il presupposto della libertà dei popoli. Questa completa rilegittimazione del capitalismo ha un sapore mortifero di falsa coscienza: Che Israele costruisca muri per imporre l’apartheid in Palestina e che gli Stati Uniti costruiscano muri per impedire l’immigrazione dal Messico non fa più problema. Ogni muro è diventato lecito per l’impero del bene. In Italia questo fenomeno ha assunto dimensioni maggiori che in altri paesi in virtù della proposta di Achille Occhetto – accolta dalla maggioranza del suo partito – di sciogliere il PCI in nome di questo nuovo inizio, appiattendo così tutta la storia del movimento comunista italiano sul fallimento del socialismo reale. La storia del nostro paese è stata integralmente riscritta, la lotta partigiana è stata denigrata nel suo valore simbolico di rinascita della nazione e così si è aperta la strada all’aggressione della Costituzione. La cancellazione della memoria del paese e la sua ricostruzione fatta dai vincitori ha sdoganato ideologie razziste e comportamenti xenofobi che pensavamo definitivamente finiti nella pattumiera della storia dopo la barbarie nazista.

Il fascismo, lungi dal presentarsi come una parentesi della storia patria, si evidenzia sempre più come una delle possibilità inscritte nel sovversivismo delle classi dirigenti di un paese che – come sottolineava Gramsci – non ha vissuto la riforma protestante e il cui risorgimento non è stato fenomeno di popolo ma di ristrette elite. La democrazia e la stessa costruzione di un etica pubblica in questo paese è concretamente il frutto delle lotte del movimento operaio, socialista e comunista. La loro disgregazione apre la strada a populismi di tutti i tipi, di destra come di sinistra.
In questo imbarbarimento del costume e dei rapporti sociali nel nostro paese e nel mondo vediamo confermata quotidianamente non solo la possibilità ma la necessità di battersi per superare il capitalismo.

In questa dialettica sta il nostro giudizio politico sulla caduta del muro di Berlino: è stato un fatto positivo e necessario, da festeggiare, ma non costituisce di per se un nuovo inizio per l’umanità. E’ stato anzi l’evento utilizzato per costruire un nuovo inizio e una nuova rilegittimazione dello sfruttamento dell’uomo sull’uomo e della guerra. Mi pare che questa sia anche la consapevolezza dei compagni e delle compagne della Linke: nessuno propone di tornare a prima ma nella Germania riunificata occorre organizzarsi e lottare – all’Est come all’Ovest – contro il capitalismo e la guerra, per costruire un socialismo democratico.
Fuori da questa comprensione dialettica della positività della caduta del muro e della chiara consapevolezza che questo non segna nessun nuovo inizio, non esiste nessuna possibilità di porsi oggi il tema della trasformazione sociale e del superamento del capitalismo. Fuori da questa comprensione dialettica possiamo solo diventare anticomunisti o far finta che i regimi dell’Est non abbiano fallito nel tentativo di costruzione del socialismo. Il pentitismo e la nostalgia indulgente sono i rischi che abbiamo dinnanzi a noi: nella loro apparente opposizione rappresentano in realtà la completa negazione della possibilità di lottare per il socialismo, per una società di liberi e di eguali.

Da questa comprensione dialettica della caduta del muro scaturisce la nostra scelta della rifondazione comunista.
Dopo il fallimento del tentativo di fuoriuscita dal capitalismo che ha dato luogo ai regimi dell’Est non basta definirsi comunisti: occorre porsi l’obiettivo teorico, politico ed etico della rifondazione del comunismo e dell’antropologia dei comunisti e delle comuniste. L’obiettivo cioè di superare il capitalismo coniugando libertà e giustizia. L’utilizzo di due parole – rifondazione comunista – anziché una per definirci non è un lusso o una complicazione: è il modo più corretto per esprimere oggi il nostro progetto politico, in cui sappiamo dove vogliamo andare e sappiamo cosa non dobbiamo rifare. Il comunismo dopo il novecento è uscito dalla fase dell’innocenza. Compito nostro è farlo diventare adulto ed è un compito per cui val la pena spendere la vita.

Ideología y crisis del marxismo

Ideología y crisis del marxismo

Por Alvaro Rivera Larios (*)

Texto para el debate sobre el marxismo, su crisis y El Salvador de la actualidad

MADRID – En el horizonte político en el cual vivo, el de la Europa posterior a la caída del muro de Berlín, nadie duda de la existencia de una compleja crisis en el marxismo. Podrían surgir desacuerdos en torno a cuáles son sus características y las causas de su origen, pero negarla sería como pretender negar que el agua moja. Ningún izquierdista europeo perdería el tiempo negando lo innegable, más bien dedicaría sus esfuerzos intelectuales a buscar una salida. La crisis del marxismo ya aparece como una entrada especifica hasta en los diccionarios de marxismo, pero todavía hay marxistas que la niegan en un lejano país del trópico. Y es que en sociedades donde nunca ha arraigado una cultura del pensamiento crítico, en sociedades donde este prendió como creencia utópica y no como ciencia, es difícil percibir lo que Georges Labica denominó las crisis del marxismo.

Labica habla de “las crisis” por dos motivos: a lo largo de su historia, en su andadura política, el marxismo se ha enfrentado a muchos instantes difíciles. Cada uno de ellos tuvo sus propios rasgos. Valgan como ejemplos la escisión reformista que lideró Eduard Bernstein a finales del siglo XIX y sucesos del siglo pasado como la revuelta contra el leninismo que protagonizó Kautsky, los desacuerdos entre Lenin y Rosa Luxemburgo, las pugnas internas del comunismo soviético, el derribo ideológico del Stalinismo y “la caída del muro de Berlín”. Según Labica, el marxismo siempre ha estado en crisis y ha avanzado a través de ellas, lo que equivale a decir que también es una praxis sometida a la dialéctica de la historia. Dada su condición de teoría y práctica, sus crisis han sido multidimensionales.

Pero ¿qué es eso que supuestamente estaría en crisis y a lo que damos el nombre de marxismo? Aquiles Montoya ofreció en su “postalita” una pobre definición del fenómeno y para superarla me basta con cederle la voz a Juan Valdés Paz, científico social cubano. Valdés afirma que “Por marxismo podemos entender cosas muy diferentes: desde el cuerpo teórico e ideológico de sus fundadores hasta el conjunto de seguidores que interpretan, revisan y se desvían, por diferentes motivos, de las fuentes originarias dando lugar a la tradición marxista, a saber, la diseminación e historia de sus disímiles corrientes. A la postre, el marxismo es un acervo cultural e histórico muy amplio donde siempre hacemos una escogencia política”. Qué lejos está Valdés de las observaciones crípticas y dogmáticas de Aquiles Montoya.

Dado que Marx entendió su esfuerzo intelectual como parte de un accionar práctico, las crisis de implantación histórica que sus conceptos han enfrentado con bastante frecuencia se han vuelto crisis teóricas y sus dilemas teórico-prácticos con bastante facilidad se han convertido en incendios políticos. Al convertirse en un conjunto de ideas que cohesiona y da sentido a grupos e instituciones, la suerte del marxismo, como teoría, a menudo involucra su suerte como doctrina institucional, de ahí que las distintas interpretaciones y aplicaciones de la teoría siempre supongan un riesgo para “la unidad de acción”. Tal como sucede con la Iglesia Católica, para mantener la unidad del organismo institucional hay que cuidar la unidad de la doctrina y es por eso que cualquier rectificación de una idea en el marxismo puede traspasar los límites del mero pensamiento científico para encender acalorados debates en torno a la pureza ideológica y la lealtad política a los intereses de los explotados y la revolución.

Hasta ahora el marxismo no ha encontrado una formula que permita, dentro de sus instituciones, una coexistencia fértil entre la unidad y la diversidad. Su rigidez política interna impide que sus partidos diseccionen con más prontitud aquellos obstáculos que situaciones nuevas le oponen a “la teoría”. Esa rigidez que tan mal se adapta a los dialécticos procesos de la vida es una de las razones que acercan al marxismo al peligro permanente del cisma. Es paradójico que un pensamiento político dialéctico le tema tanto a la dialéctica en el interior de sus organizaciones.

Este problema no es nuevo, se planteó en el seno de la socialdemocracia alemana a finales del siglo XIX. La discusión tuvo dos planos interrelacionados: el político y el epistemológico. Un líder como Eduard Bernstein juzgaba que ciertas predicciones económicas de Marx no se habían cumplido. Más allá de lo discutibles que hayan podido ser sus juicios, Bernstein consideraba que si el marxismo era una ciencia, no podía mantener la “unidad doctrinal” a costa de ignorar aquellos datos de la experiencia que contradecían alguna de sus hipótesis. Si el “edificio teórico” tenía que adaptarse a la realidad contingente, no podía ser visto como una estructura cerrada y acabada. Por fuerza tenía que estar abierto a nuevas rectificaciones y aplicaciones. En este punto surgía el problema político. Para que el marxismo fuese tratado como una ciencia era imprescindible que hubiese “libertad de crítica” dentro de la izquierda. De ahí que Bernstein defendiese la idea del pluralismo en el interior del movimiento comunista. Coherente con esa perspectiva, el teórico alemán también rechazaba la idea marxista de la Dictadura del proletariado.

Entre Bernstein y Lenin lleva debatiéndose la izquierda desde hace un siglo. El triunfo de la revolución rusa decantó la discusión en favor de Lenin. Pero la caída del socialismo real ha elevado el valor de aquellos a quienes Lenin bautizó despectivamente como “marxistas legales”. Pero el problema es complejo, aunque las alternativas parezcan semejantes, la situación no es la misma. Si Lenin ha perdido parte de su prestigio, también es cierto que la democracia representativa no es el paraíso, de ahí que para la izquierda se abra un periodo de búsqueda en el que ya no es posible ser un leninista dogmático ni un marxista legal ingenuo. Esta es (parte de) la crisis.

Toda crisis tiene su geografía. Los rasgos de la crisis del marxismo mexicano no son idénticos a los de la crisis del marxismo europeo. Nada más apunto que, en México, hace treinta años, Oscar del Barco publicó unas “Observaciones sobre la crisis del marxismo”. Sólo apunto que en 1980, en el apéndice de su libro “Marx y América Latina”, el argentino José Aricó incluyó una nota sobre “Rosa Luxemburg y la crisis del marxismo”. Nada más apunto que, treinta años después, este dilema todavía es un tabú dentro de la izquierda salvadoreña. La geografía de la crisis es también una geografía cultural. Así se explica que algunos sectores de la izquierda en México y Argentina tengan desde hace mucho constancia y conciencia teórica del problema, mientras que la izquierda salvadoreña se persigna cuando el asunto es mencionado.

II

Para tener una existencia política el pensamiento marxista no tiene más remedio que transformarse en una ideología. Pero dicha transformación no se opera sin pagar un precio en términos de racionalidad. Y no es que los contenidos ideológicos caigan por norma en el terreno irracional, pero funcionan en un campo que se regula por principios diferentes a los de una ciencia.

Introducida en la dinámica de la lucha de clases, tal como esta se objetiva en la superestructura de una formación social determinada, la dialéctica de la ideología marxista se le aparece al marxismo teórico como un hecho social objetivo que tiene su propia entidad histórica. Dicha entidad, aunque tenga cierta coherencia racional, ya no es metódica ni sistemática y se articula como un nuevo lecho de creencias, valores y símbolos que posibilitan una acción política organizada y permanente. Las reglas por las que se rige esta dimensión superestructural del marxismo son de carácter sociológico y político y sus agentes, por lo general, no reflexionan teóricamente sobre ellas ni sobre la forma en que tales reglas condicionan la praxis.

Desde mi punto de vista, la ideologización del marxismo se debe también a la misma naturaleza de su proyecto político y al destino que este tiene cuando es aplicado en sociedades donde no se ha consolidado una opinión pública compleja y autónoma. Como bien dice Hannah Arendt: “La verdad filosófica, cuando entra en la calle, cambia su naturaleza”. Según cuáles sean las calles y los barrios de la ciudad a la que llegue, así será el grado de fundamento y de fluidez que el pensamiento marxista adquiera al convertirse en un conjunto de nociones ideológicas.

La recepción y aplicación sesgadas del marxismo se deben a las mismas condiciones sociales objetivas (las de la alienación) en que se forma la conciencia de aquellos receptores que busca y privilegia la teoría de Marx. El tema es complejo y, por supuesto, mis opiniones son discutibles. Intentaré fundamentarlas más adelante.

Un primer apunte debe señalar que aunque ciencia e ideología tienen puntos de contacto no tienen la misma lógica de funcionamiento. Marx demostró que la reflexión teórica no puede abstraerse de las relaciones sociales. La división entre trabajo manual e intelectual permite el desarrollo de la teoría como especialización. A pesar de las funciones sociales que cumple, la teoría se somete a una serie de protocolos lógicos y de verificación en el seno de las comunidades científicas. En cambio, la ideología es un proceso simbólico-afectivo que se gesta de forma inconsciente en la interacción de vastos grupos humanos. Pertenece al ámbito de las nociones, creencias y valores sociales y al de las múltiples funciones que estos desempeñan en el orden de la vida practica. Una de ellas es la de dar sentido y cohesión al comportamiento grupal. Y es aquí donde a veces, en nombre de la unidad colectiva, se silencian los debates y desacuerdos que la razón critica debería de asumir. El miedo y el rechazo a todo aquello que suponga un peligro potencial para la unidad ideológica del grupo, hacen que este reprima la mención abierta de ciertos temas. O dicho de otra manera: en ciertos casos, la ideología marxista obstaculiza el desarrollo de la teoría marxista.

III

Dice Aquiles Montoya que el marxismo es algo más que una simple ideología. Supongo que su juicio no es un juicio simplista acerca de las ideologías ni tampoco un juicio simplista acerca del carácter “científico” del marxismo. Asegurando que el marxismo es una ciencia no se explica por qué es algo más que una ciencia ni por qué anida en su interior la pulsión que lo convierte en una ideología.

La problemática naturaleza y el problemático destino del marxismo fueron marcados por una de las tesis sobre Feuerbach, aquella que dice: “Los filósofos se han limitado ha interpretar el mundo; ahora lo que importa es transformarlo”. Para salir al mundo y transformarlo, la filosofía ha de empuñar las armas y ha de buscar una clase social, un ejército de hombres, que destruya las estructuras objetivas de la opresión. La filosofía crítica será la ciencia y la conciencia de dichos hombres, pero al convertirse en la conciencia del ejército de los humillados y los humildes no tendrá mas remedio que transfigurase en una ideología. El marxismo, en su existencia política, lejos de las cátedras universitarias, siempre está en camino de acercarse a la ideología, a ello lo condena su misión transformadora en un mundo en el que las inercias de la alienación también afectan al destino de la ciencia revolucionaria.

IV

Voy a darle un fundamento mínimo a mi juicio de que el marxismo padece una crisis multidimensional (debo precisar que en el caso salvadoreño es más bien una ideología estancada y que las ideologías estancadas rara vez elevan sus conflictos e incoherencias al plano de una crisis teórica) y para hacerlo deberé plantear el problema del extraño status del marxismo: “puede ser ciencia y puede transformarse a su vez en una ideología”

(Algunos ingenuos creen que refugiándose en una visión positivista del marxismo van a eludir los espinosos problemas que este plantea al transformarse en una ideología. Elogian la verdad de su ciencia, pero se desentienden de sus efectos ideológicos. Creen tales ingenuos que con unas simples clases de economía política van a contribuir a que los sectores ideologizados del marxismo eleven su “nivel de conciencia”. La pedagogía marxista no puede abordarse al margen del problema de las estructuras políticas donde interaccionan los marxistas ilustrados y las personas que asumen y viven el marxismo como una creencia. No se trata de educar en abstracto, se trata de crear marcos de interacción política donde el diálogo sea una herramienta de reflexión y decisión, sólo así podría llegarse a un pensamiento deliberativo. La crisis del marxismo puede verse también como una crisis profunda de su pedagogía política. Sobre el fracaso de la pedagogía política marxista se pueden leer las lúcidas reflexiones de Jacques Ranciére en “El maestro ignorante”).

Acudir al diccionario no es la mejor salida (ideología es, ciencia es), porque las definiciones aisladas ocultan el complejo vínculo que tienen la ideología y la ciencia en la teoría marxista (en la de Marx y sus diversos seguidores). Ambas se relacionan con otro problema, ambas se vinculan con otro concepto, el de alienación.

Ciencia e ideología son ámbitos de la superestructura que se hayan condicionados por la división capitalista del trabajo, por la forma en la que cristaliza en el capitalismo la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual (nota: hay cierto debate en torno a si la ciencia pertenece a la base económica o/y a la superestructura). Ideología y ciencia, a pesar de sus rasgos distintivos, pueden verse como elementos diferenciados de una misma estructura compleja. En una sociedad de clases, no sólo los medios de producción y la riqueza material producida son ajenos al trabajador, también lo son “la ciencia” que ayuda a gestionarlos y los diversos saberes que contribuyen a explicar y legitimar el orden económico imperante

El proletariado, dentro de esta relación social compleja, sería el portador de una serie de representaciones fragmentarias y distorsionadas de la formación social en la que vive y del papel que juega en ella. Dicho estado de su conciencia social es (a la larga) el producto de unas determinadas relaciones de producción y el prerrequisito ideológico que a su vez contribuye a reproducirlas.

Según las célebres observaciones de Lenin, en el sentido común de los trabajadores pueden desarrollarse los elementos de un rechazo a la explotación, pero sus contradicciones no siempre escaparán del ámbito gremial y del horizonte del pensamiento reformista burgués. Para que surja una conciencia revolucionaria en el proletariado, para que los trabajadores dejen de ser una clase en sí y se transformen en una clase para sí, es necesario (según Lenin) que un equipo organizado de obreros de vanguardia y de intelectuales proletarizados, el Partido, introduzca “desde fuera” la conciencia socialista en los explotados.

El problema surge al percatarnos de que tal conciencia no es una ciencia sino que es otra cosa, lo que llega a la mente de los trabajadores es una ideología política que se legitima en base a presupuestos científicos que los obreros verifican con unos criterios de prueba que, aunque sean racionales, no son metódicos ni sistemáticos. Cuando la ideología revolucionaria ya está en la mente de los trabajadores, la ciencia crítica continúa estando afuera de sus cabezas. Ya con esto podría plantearse una discusión sobre la naturaleza sociológica de la praxis en los grupos radicales que objetivamente se hayan condicionados por la alienación imperante en el sistema social que pretenden demoler.

De facto, la elite del partido reconoce la diferencia que existe entre “su ciencia” y la opinión común del militante de base. Dada su concepción de la política científica, de hecho se admite que la opinión común del militante se ha de subordinar a la ciencia revolucionaria, es decir, a las decisiones fundamentadas científicamente que emanan del comité central del partido de los explotados.

Por un lado, la conciencia socialista que se le introduce al explotado es portadora de valores positivos y por otra parte no deja de tener un carácter instrumental: lo cohesiona, lo orienta, lo capacita para llevar a cabo determinadas acciones. Pero al verterse los contenidos ideológicos en un rigido marco de interacción política, la nueva conciencia adquiere un carácter doctrinal y de esa forma pierde la posibilidad de convertirse en una herramienta deliberativa.

V

A finales del siglo XIX, Eduard Bernstein (uno de los “discípulos” directos que tuvieron Marx y Engels) ya se preguntaba si el marxismo era una ideología. Y su respuesta fue afirmativa. Eso dejó planteada la pregunta de cómo el marxismo podía ser una ciencia y al mismo tiempo una ideología, cuando ambas en cierto sentido se oponen.

La ideología, en una de sus primeras acepciones, era una representación social, una falsa conciencia, que enmascaraba las verdaderas relaciones que los hombres establecían en el proceso de producción. Y el Marxismo era precisamente la crítica racional y revolucionaria de dicha falsa conciencia. Marx, a pesar de su crítica al idealismo, se muestra como un heredero radical de la tradición ilustrada que veía la ciencia como un arma que nos liberaría de las supersticiones. Solo que para erradicar las supersticiones, Marx proponía una revolución total, que fuese a las conflictivas raíces económicas y sociales de donde procedían las falsas imágenes y el dominio que ejercían.

A finales del siglo XIX y principios del XX, por urgencias prácticas y razones didácticas, se vuelve necesario convertir “la ciencia marxista” en una serie de principios elementales y operativos que orienten “la praxis” del proletariado. El viaje del marxismo, como pensamiento sistemático y verificable, hasta ese espacio donde se articulan las creencias sociales fue la consecuencia política del proyecto que pretendía convertir la filosofía en una fuerza que transformara radicalmente la realidad social.

Dicha filosofía tenía que volverse inteligible para la clase social que debería revolucionar el mundo con ella. Las urgencias políticas concretas ponen en movimiento ese proyecto. Y sus herramientas pedagógicas serán la propaganda, los folletos y los manuales de introducción al marxismo. Ese marxismo ya no será la compleja maquinaria de pensamiento que ideó Marx, ahora será un conjunto de ideas simplificadas que serán creídas pero que no siempre lo serán por razones científicas. Quienes despotrican contra los manuales y los folletos, no comprenden que su limitación es inevitable. Es dicha limitación la que sirve de puente entre la gran teoría y el sentido común de su destinatario: el proletariado. Pero esa limitación inevitable y operativa igual que posibilita algunas cosas también obstruye otras.

El marxismo se adecua a las mismas brechas socioculturales que le impone el modo de producción capitalista, se ubica entre ellas y se ve condicionado por ellas a la hora de hacer esa inevitable labor pedagógica que transmite las ideas de Marx a quienes no tienen la competencia teórica para leerlas en su expresión originaria. Si quiere llegar a la mente de su destinatario primordial, el proletariado, el marxismo ha de hacer un viaje desde la complejidad a la simplicidad, desde el análisis teórico a la ética y el sentido común, desde las obras de Marx hasta los folletos y la propaganda. Y ese viaje lo transforma, porque las reglas que regulan el discurso vivo de la ideología no son las mismas que las de una ciencia. La ideología está más cerca de la retórica y la sofistica que de la lógica y la metodología científica.

Los teóricos que impulsan la vida social y política de las ideas de Marx a menudo se asombran de los nuevos rasgos y la nueva vida que adoptan en su transfiguración ideológica. A menudo se desentienden de esta, porque el marxismo, como fuerza espiritual, adquiere una segunda naturaleza que obedece a las condiciones y criterios de un orden práctico muy distinto al de las grandes previsiones teóricas. Y es que la mezcla de la “conciencia socialista” con las complejas variables económicas y superestructurales de una “formación social determinada” puede dar resultados no previstos. El marxista se imagina siempre su acción de forma trascendente, siempre supera un estado de cosas, pero nunca se imagina su acción como una acción limitada dentro de un estado de cosas.

Resulta fácil ver la funcionalidad política de un conjunto de valores, nociones y creencias, hasta cierto punto resulta fácil diferenciar la ideología de lo que es la ciencia, pero no resulta fácil asumir los efectos imprevisibles del paso de las “creencias marxistas” por el mundo. Se podría creer que lo ideológico y lo político se subordinan a la ciencia revolucionaria, pero con mucha frecuencia “la ciencia marxista” sólo sirve para legitimar a posteriori opciones de orden práctico y valorativo que triunfaron en razón de la fuerza y la astucia políticas antes que por ser las vías más idóneas desde el punto de vista racional.

De esa forma, alguien como Stalin pudo valerse de Marx para darle a sus oscuras y eficaces decisiones un cariz de inevitabilidad histórica y pureza doctrinal. Expuso sus actos como si fuesen los efectos inevitables de una causalidad social objetiva. Para que esta visión determinista y escolástica triunfara (en nombre del futuro de la clase obrera, el Estado socialista y el marxismo verdadero) era necesario eliminar otras alternativas teóricas y de acción. De ahí que fueran asesinados los “reaccionarios” Bujarin, Pasukanis y Trotsky. Al ingresar en la historia de una formación social, los mismos efectos superestructurales del marxismo (la ideología dogmática sería uno de ellos) pueden terminar limitando y anulando, en determinados casos, las mejores perspectivas de su racionalidad científica.

El paso de las creencias y valores marxistas por el mundo no es algo que se le pueda atribuir a Marx de forma simplista, pero sería erróneo creer que tal hecho no le competa y no le ataña al marxismo como teoría y praxis.

Esa es la doble cara del marxismo: puede ser ciencia y creencia, puede ser racionalidad e irracionalidad, puede ser sistema teórico y propaganda. El destino de la teoría marxista, al difundirse y simplificarse de modo inevitable, dada su orientación política (radical y popular), lo llevó a convertirse en otra representación social y representación que, como se vio en el caso del Sistema Soviético, podía desempeñar el rol de una falsa conciencia.

Ya que el pensamiento marxista corre también el riesgo de convertirse en una falsa conciencia, tiene ante sí mismo un problema y un desafío: si desea mantener en alto su condición de pensamiento crítico, tendrá que volverse contra los enmascaramientos a los que son proclives los mismos marxistas. Ya no basta, por lo tanto, con quedarse en los límites de la crítica al capitalismo y sus ideologías, también hará falta enfrentarse a la experiencia de los socialismos reales y al marxismo ideologizado.

Tras la experiencia del socialismo real, las alternativas radicales ya no pueden definirse sólo de forma negativa, como una mera abolición del modo de producción capitalista, tienen que incorporar su misma experiencia histórica a las formulas positivas con que pretendan trascender “el sistema”. En ese sentido, ya no basta con denunciar las libertades formales en el capitalismo, hay que darle un nuevo y complejo contenido a las libertades dentro del socialismo. Si no es posible el retorno a un leninismo dogmático y tampoco una vuelta al marxismo legal ingenuo, una de las tareas del marxismo en el siglo XXI será la de construir una concepción abierta de la democracia.

VI

En su misma vocación transformadora, en su mismo deseo de darle una estructura y una orientación “científica” a la política de la clase revolucionaria, yace el germen que transfigura al marxismo en una ideología. Este proceso nos trasladaría a los terrenos de la sociología del conocimiento: el marxismo de los trabajadores tendería a mostrarse como un conjunto de opiniones y creencias más cercano al sentido común y a la valoración ética que a un sistema de hipótesis sometido a una verificación cuidadosa en la “realidad”. La ciencia marxista estaría arriba, en el núcleo dirigente o en su equipo de intelectuales (esos viejos consejeros renacentistas que, al igual que la Iglesia, se las arreglan para sobrevivir a todos los cambios de sistema social).

Aun dentro del mismo proceso revolucionario, la ciencia radical se continuaría mostrando ajena a los trabajadores. Esta desigual distribución del “conocimiento”, heredada de la estructura socioeconómica que se pretende erradicar, influye sobre la distinta forma de evaluar la experiencia que tienen los dirigentes y los militantes de base de una organización. Esta desigual distribución supone que en las organizaciones políticas de izquierda va a subsistir la división entre el trabajo manual y el intelectual, entre los dirigentes y los dirigidos, entre la teoría y la práctica., entre la ciencia y la creencia, entre la racionalidad sistemática contrapuesta al sentido común.

Esa oposición latente entre la teoría y la práctica en el interior del partido de los trabajadores, fue algo que Bakunin denunció como un peligro que tenía la concepción de Marx acerca de “la elite proletaria” y la forma “científica” con que debía conducir a la clase obrera. Bakunin le dijo a Marx que sus ideas podían desembocar en una “dictadura científica” de la dirigencia sobre los militantes. Pero Bakunin fue más allá y predijo que cualquier dictadura del proletariado se convertiría en una dictadura sobre el proletariado.

Esta observación de Bakunin tiene implicaciones más profundas, dado que afirma que las estructuras de poder también se consolidan en torno de la posesión o no posesión de conocimiento. Mientras haya una diferencia entre dirigentes y dirigidos, subsistirá la alienación en la forma de alienación política. Los organismos de dirección del partido y la misma Dictadura del proletariado se continuarán mostrando como instancias ajenas a las clases trabajadoras por mucho que afirmen representar y expresar la voluntad popular. El marxismo ideologizado nunca ha enfrentado de forma lúcida y práctica esta contradicción interna. Ha llenado esta brecha latente con propaganda. La ideología cumple aquí de nuevo su papel: oculta las brechas y legitima un nuevo orden a costa de silenciar sus contradicciones larvadas, esas que percibió Bakunin.

La unión entre los intelectuales y el proletariado, según Bakunin, tenía que buscar formas de gestión política que evitasen el riesgo de caer en una dirección verticalista en la cual se vaciara de contenido la democracia interna de las organizaciones populares. Para Bakunin el centralismo democrático de Lenin habría sido centralismo a secas. No sólo desde una perspectiva liberal puede cuestionarse la concepción del Partido y del Estado socialista que tenía Lenin, también podría hacerse desde posturas anarquistas.

Dirán, con cierta razón, quienes me hayan seguido hasta aquí, que mi rodeo es demasiado largo. Pero mi intención, al seguir las variadas implicaciones de una pareja de conceptos como los de ideología y ciencia, es la de mostrar su problemática concreta. No basta sólo con establecer la diferencia que hay entre la ciencia y la ideología en el marxismo, hay que situarlas en los complejos procesos donde se articulan la política y el modo especifico en que se distribuyen el conocimiento y las creencias en una formación social determinada. La praxis es un problema muchísimo más complejo de lo que se supone. No hay que ver las categorías en abstracto, si remiten a relaciones sociales y procesos sociales concretos, hay que ver cómo estas categorías se mueven dialécticamente en la realidad.

El vínculo de la teoría con la acción que pregonaba Marx en el terreno político (ese encuentro entre la ciencia y el proletariado), donde realmente se ha verificado es en los sectores de la pequeña burguesía radical. No resulta extraño que, en Latinoamérica, el mito del “hombre nuevo” haya sido encarnado por un joven y atractivo médico argentino. En el caso salvadoreño, tanto Roque Dalton como Salvador Cayetano Carpio podrían ser emblemas de transformación. Uno y otro, desde sus distintas posiciones sociales lucharon por transformarse en “el hombre nuevo”. Sin embargo, para “nosotros”, es Dalton quien mejor encarna el mito de la transformación y habría que preguntarse por qué. Marcial cobró conciencia de sí mismo como explotado, en cambio Dalton (que pudo pertenecer a la elite) renunció a sus posibles privilegios y prefirió sumarse al pueblo. Para la clase media radical salvadoreña, Dalton representa el mito de la unidad y la transformación y lo representa mejor que un panadero como Cayetano Carpio. Uno se pregunta hasta qué punto, el marxismo (a pesar de su amor por el proletariado) no deja de portar los rastros de una ideología de clase media radicalizada.

En lo que respecta al encuentro de “la teoría” con los explotados, no dejaba de ser en Marx una estimación optimista y utópica, una meta que solo podría alcanzarse en la futura sociedad comunista. Sólo cuando desapareciese el Estado, la praxis sería plena y universal. Pero mientras esa unión de razón y libertad no alcance su plenitud, el marxismo ha de asumir sus propias contradicciones, si quiere tender un puente entre la racionalidad y la libertad que desde su perspectiva son posibles. Y para hacer eso tiene que reflexionar sobre sus grandes fracasos históricos y sobre los puntos de encuentro y fricción de su teoría con las circunstancias locales en que se aplica.

VII

Apuntemos ahora un par de cosas acerca del marxismo salvadoreño. Nuestra raquítica infraestructura cultural ha llevado a que la mayoría de sus estudiosos se formen una idea del marxismo en vulgarizaciones cercanas a la propaganda. Eso explicaría, en parte, el grado de conocimiento que tienen de la teoría y la forma especulativa, simplista y escolástica con que la usan. Ya dije que el marxismo como ideología está mas cerca de la retórica y de la sofistica que de la argumentación seria.

¿Es el bajo desarrollo de nuestras fuerzas productivas (en el marco de unas determinadas relaciones de producción) lo que explica el bajo desarrollo de nuestra superestructura? ¿Es el bajo desarrollo de nuestra superestructura lo que explica el bajo nivel teórico de la izquierda salvadoreña? Estas dos preguntas abren el marco de una hipótesis general que deberían operacionalizar y poner a prueba las ciencias sociales.

Suponiendo que, en general, esta teoría fuese cierta, aún podrían formularse otras dos hipótesis complementarias: el marxismo ideologizado e intolerante también es producto del fracaso que han tenido los partidos de izquierda a la hora de implementar una pedagogía política y también es producto del fracaso general de nuestra sociedad a la hora de construir una cultura cívica que tolere la discrepancia y el desacuerdo, es decir, el diálogo crítico. Aunque tales fracasos sean atribuibles al grado de atraso y a la naturaleza salvaje de nuestro modelo de desarrollo capitalista, eso no nos eximiría de responsabilidad por nuestras dejaciones políticas, por nuestros errores políticos. Sabemos el daño interno que ha hecho el purismo intolerante en la historia de la izquierda salvadoreña, pero a pesar de eso el sectarismo y el dogmatismo se continúan reproduciendo.

Esas creencias inflexibles que se disfrazan de teoría, esas conductas agresivas que niegan el debate, no las vean como rasgos aislados de las personas, como virtudes particulares y negativas, véanlas como un “tipos de actitud y conducta” que se hayan presentes en la vida interna de la izquierda y que se manifiestan en su trato con otros sectores políticos de la sociedad. Hablo de una sensibilidad predominante y no de todos los marxistas salvadoreños.

Más allá de cómo nos expliquemos la cultura dogmática y sectaria de la izquierda salvadoreña, es evidente que esta ha contribuido a estrangular el desarrollo de un pensamiento más complejo y ha contribuido también a convertir las discrepancias internas de la izquierda en tragedias políticas. En esa cultura oscurantista no es posible distinguir lo que son las ideas y lo que son las creencias. Y por todo esto hay que hacerle frente y no ser cómplices de ella.

VIII

Avancemos una respuesta parcial a la pregunta de Montoya acerca de la crisis ideológica. La ideología como conjunto de creencias tiene importancia política dentro del marxismo. Una debilidad política general de la izquierda, durante un periodo largo de tiempo, puede ser el síntoma de un fracaso en el grado de aceptación social de sus creencias.

Al menos en el caso de la Europa actual, hay una concordancia entre la crisis política y la crisis ideológica del marxismo, son una misma ¿Afecta esta situación a la teoría? Depende, habría que ver hasta qué punto la teoría marxista europea es capaz de explicar la crisis política e ideológica de la izquierda radical y de aventurar posibles salidas.

Aquí debemos hacer una puntualización, Marx no fue un pensador que buscase un éxito académico para su doctrina, él lo que buscaba era una herramienta teórica para transformar el mundo. Así que el éxito o el fracaso de su teoría, él no los habría evaluado sólo en términos científicos, también los habría evaluado en términos políticos. En Marx conviven dos criterios de validación: el de la correspondencia de la teoría con los conflictivos procesos de la realidad social y el de la verificación de la teoría por medio de la práctica. Si Marx estuviese vivo, le habría gratificado la existencia de un marxismo académico, pero le habría impactado más la crisis política del marxismo europeo. Le habría gratificado que dos profesores británicos hablaran del valor explicativo de la teoría económica marxista, pero lo habría ensombrecido más el fracaso de los socialismos reales.

Los posibles éxitos del marxismo académico en Europa, no pueden ocultar su impotencia práctica. Esta impotencia es una impotencia de carácter teórico-político. Es decir que aquí estaríamos ante el caso de un marxismo que a veces interpreta bien la realidad, pero que tiene profundas dificultades para transformarla. Ante lo que Marx afirma en la tesis 11 sobre Feuerbach, este marxismo aunque fuese académicamente brillante supondría un paso atrás, por muchas verdades parciales que expusiera (y aquí no entro todavía a discutir el alcance que puedan tener dichas verdades y el estado general en que pudiese estar ahora el complejo mapa del pensamiento marxista).

Entre los marxistas europeos, aunque no crean en la eternidad del capitalismo, ya no existe aquella confianza ciega de que las mismas contradicciones y el desarrollo del capitalismo conducirán al surgimiento de otra sociedad. Ya se esfumó aquella confianza milenarista en que todo un mundo estaba a punto de colapsar y la llegada de uno nuevo era la inevitable tendencia histórica. En ese sentido su marxismo y su creencia en el cambio son más modestos y tienen el carácter de una elección que no necesariamente respaldan las leyes históricas. Es el marxismo del reflujo, que es capaz todavía de brillantes reflexiones, aunque tales reflexiones no lo liberen de la impotencia política.

La pregunta que debemos hacernos ahora no es cuáles aspectos salvamos o no salvamos del marxismo, sino que cuál ha de ser nuestra actitud intelectual frente a él: si le atribuimos los rasgos de un sistema cerrado y perfecto o si lo utilizamos como una herramienta teórica que hemos de poner a prueba en cada experiencia e investigación ¿Qué somos? ¿Los sumisos creyentes de una doctrina o seres racionales que utilizan de forma crítica una teoría?

En el caso salvadoreño podría decirse que, hasta cierto punto, no hay en la izquierda una crisis política e ideológica. El marxismo influye por vías indirectas en las creencias de amplios sectores de la población y hay un partido político bastante poderoso que defiende una línea política de orientación radical. Pero es un hecho innegable que han existido desprendimientos en el FMLN, más allá de que uno condene ética y políticamente a quienes lo dejaron para seguir otras vías de acción. El hecho está ahí y como fenómeno político revela tensiones y desacuerdos que culminaron en una serie de abandonos y separaciones que han debilitado los lazos entre el Frente y ciertos sectores de la pequeña burguesía progresista. Que sea un partido fuerte no significa que el Frente no haya padecido crisis políticas internas en los últimos 17 años. De haber perdido las últimas elecciones es bastante probable que ahora el Frente estaría sumido en nueva y compleja crisis interna.

Que el Frente sea un partido relativamente cohesionado y que posea un ejercito leal de seguidores no es evidencia suficiente para decir que no hay una crisis latente en el pensamiento político de la izquierda salvadoreña. Yo creo que la hay y que dicha crisis se muestra como una incertidumbre en torno a las implicaciones teóricas que tiene la participación de la izquierda en El Estado. De facto, hemos dejado de ser leninistas, pero Lenin continúa influyendo en nuestra teoría y en nuestros valores, que son los que hemos heredado del magisterio histórico del partido radical más antiguo de El Salvador. Existe, más allá de las críticas generales, una incertidumbre teórico-practica en torno a qué debe aceptarse y qué debe rechazarse del Estado de derecho liberal (qué rechacemos y qué aceptemos indicará cuáles son nuestras propuestas positivas en torno al sistema de libertades y la democracia).

Por todo esto afirmo que hay también una incertidumbre teórica en torno a la idea de socialismo que debemos adoptar. Cuando la teoría política de un movimiento social o de un partido está en la incertidumbre, no es raro que la estrategia política también lo esté.

El marxismo, al reflexionar sobre las condiciones que favorecían la ruptura revolucionaria, las diferenciaba como subjetivas y objetivas. Refiriéndonos a las condiciones subjetivas, me pregunto si el atraso teórico y los resabios dogmáticos del conjunto de la izquierda salvadoreña no son un factor que limite su práctica política, su capacidad para resolver desacuerdos internos y para analizar y enfrentarse a los complejos desafíos del presente. Es posible que a pesar de su capital político e ideológico haya una indefinición teórico-política, tácticamente silenciada, en el seno del FMLN y del conjunto de la izquierda. De momento, existen algunos grupos que revelan una tremenda incapacidad para interpretar los signos de la actual coyuntura (el Foro de intelectuales sería uno de los casos más notorios). Esto nos confirma que la fortaleza relativa de la izquierda no es un aval que garantice la calidad de todos sus análisis.

Las crisis teóricas son también expresión de madurez, contradicción y desarrollo y por lo mismo es difícil que se den plenamente en el seno de un marxismo intolerante y subdesarrollado, que aplasta por medio del linchamiento simbólico a cualquiera que ose plantear dudas sobre la doctrina y sobre los representantes de Marx en la tierra.

Podría decirse que la crisis del marxismo en Europa se revela como una acumulación de sucesos imprevistos y como la impotencia que ante ellos muestra un pensamiento maduro y complejo. En nuestro caso, la crisis se nos presenta como un dilema no asumido para cuya solución carecemos de un pensamiento complejo y maduro. Evidentemente podemos ahorrarnos el dilema por medio de una salida autoritaria (expulsando a cierta gente del partido) pero ese sería otro rasgo de la crisis.

No soy un individuo aislado. Hago juicios que mucha gente respalda, pero calla. Hay temor a manifestar este tipo de desacuerdos. Ese temor al linchamiento simbólico, ese temor a ser encasillados para siempre como herejes apestados, hace que muchos eludan el dar su opinión. La censura difusa que ejercen los ortodoxos impide que salgan de forma clara, a la superficie, los desacuerdos, las diferencias, los síntomas de la incertidumbre que hay ahora en torno al modelo de socialismo, la estrategia y las alianzas de clases. Se cree que aquello que se reprime y se calla no existe. No hay crisis. Yo manifiesto un desacuerdo larvado con otra gente de la izquierda. Y este desacuerdo es posible que tenga raíces sociales más hondas que no salen a la luz por razones de cálculo político y de censura y autocensura. Pero el desacuerdo existe y la clara evidencia de que existe es esta polémica y el interés que suscita.

(*) Intelectual salvadoreño radicado en España