Crisis de agotamiento
y el peligro de la caducidad
RICARDO ROSALES ROMÁN
\ Carlos Gonzáles \
rosalesroman.cgs@gmail.com
En abril de 1974 el compañero Huberto Alvarado, entonces secretario general del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT, me habló de la necesidad de abordar con los cuadros y dirigentes lo referente a una
cuestión de lo más importante para aquella etapa de la lucha en la clandestinidad: las crisis, en lo ideológico y práctico, propias del movimiento revolucionario guatemalteco.
El compañero Huberto, además de sus tareas al frente del Comité Central, el Secretariado y la Comisión Política, trabajaba en dos de sus más importantes elaboraciones: Apuntes para la Historia del Partido Guatemalteco del Trabajo, y Tesis e Hipótesis. Se logró publicarlas tal como las dejó después de su asesinato en diciembre de 1974, perpetrado por las fuerzas represivas del gobierno del general Kjell Eugenio Laugerud García. En el segundo de los trabajos mencionados, pensaba incluir lo referente a tan importante cuestión.
En aquella oportunidad, se refirió a dos tipos de crisis: las crisis de crecimiento y desarrollo, y las crisis de agotamiento y caducidad. Era de la opinión que, en ambos casos, su desenlace (favorable o desfavorable) dependía, por un lado, de la capacidad, condiciones, situación y posibilidades del poder gobernante, sus fuerzas que le apoyaban, y a las que les servía y lo utilizaban; y, por el otro, de la capacidad, condiciones, situación y posibilidades del partido, las fuerzas político militares revolucionarias en armas, y en lo fundamental de la lucha del pueblo contra el gobierno militar impuesto.
Dos eran, además, los problemas que se nos planteaban en aquél momento: uno, nuestras limitaciones teóricas en cuanto a las cuestiones referidas a la guerra revolucionaria del pueblo y que no se agotaron ni resolvieron del todo en el curso del IV Congreso del partido; y, dos, los rezagos prácticos no superados en cuanto a las tareas de la lucha armada revolucionaria y cómo ganar, organizar, movilizar y unir a las masas alrededor de esas tareas.
Una y otra cuestión, en mi opinión, la dirección del partido las empezó a resolver aún antes de dos de sus más importantes Plenos del Comité Central: el primero, durante el que se abordó lo referente a cómo enfrentar y superar las consecuencias del desprendimiento orgánico de enero de 1984 y las cuestiones de organización para la lucha revolucionaria en armas; y, el segundo, en que se dispuso poner los recursos, fuerzas y medios del partido a disposición del proyecto revolucionario unitario como parte del proceso de nuestra incorporación a URNG.
De entonces para acá, es mucho el tiempo transcurrido y nuevos y de otro tipo los problemas y dificultades tanto para las izquierdas institucionalizadas, orgánicas, como para las no orgánicas. El problema fundamental se expresa en una crisis de agotamiento, en lo ideológico y en la práctica, y cuyo peligro principal es que desemboque en una crisis de caducidad que en la medida que se prolongue y no se esté en capacidad y condiciones de salirle al paso y resolver, pospondrá por mucho tiempo más el desenlace favorable de la lucha revolucionaria, democrática y popular en nuestro país.
Una de las causas y, a la vez, efecto de la crisis de agotamiento en el trabajo práctico al interior de las atomizadas y dispersas izquierdas en el país, es la falta de trabajo de organización, la militancia organizada de los afiliados y su inexistente atención política e ideológica.
Lo mismo sucede con el trabajo de educación, capacitación y formación política y de concientización internacionalista de solidaridad y apoyo a las luchas de los pueblos y países del área, del Continente y el Caribe, así como de otras regiones convulsionadas por conflictos y guerras provocadas por el imperialismo estadounidense.
En lo ideológico, lo que caracteriza a esta crisis es la falta de debate y discusión de las cuestiones más importantes de nuestra época y de la lucha revolucionaria y popular para esta etapa.
Como resultado de resentimientos acumulados, prejuicios no superados y exclusiones sectarias, los seguidores de a quienes consideran como los pensadores de la “izquierda moderna”, y los que despectivamente se considera como ortodoxos, dogmáticos y estalinistas, rehuyen el debate y se enfrascan en descalificaciones que no aportan nada constructivo a la discusión. A ello, habrá que referirse más adelante.
Falta, entonces, un buen trecho por recorrer a fin de superar ese infantilismo ideológico que impide ver que la tarea principal para las izquierdas en nuestro país pasa por su reunificación a partir de una refundación revolucionaria que abarque las tareas de organización, formación, educación y capacitación política y que, como un todo, supone abrirse al debate crítico y autocrítico, depurar posiciones, superar resentimientos y sectarismos, corregir errores y rezagos, y restablecer la confianza, la lealtad y la identificación y compromiso de pertenencia al proyecto revolucionario unitario, sin exclusiones.
RRRcgs
268 \ 2008