Crónica de una guerrilla (2)
Los jefes del ERP no tenían nada que ver con la imagen del guerrillero sucio, roto, de cabello largo, barbas y con un puro en la boca que estableció en la imaginería universal el Che Guevara. Usaban, cada uno de ellos, un AK 47 de fabricación soviética, regalo del mismísimo Fidel Castro, una Browning 9 milímetros, arreos de combate norteamericanos, ropa verde olivo y se aseaban y afeitaban todos los días.
Marvin Galeas
A los máximos comandantes del Ejército Revolucionario del Pueblo, los conocí en Managua, en 1981. Era por los días en los que la ofensiva final del 10 de enero de 1981 se diluía sin el desenlace esperado. Aquella, en realidad, había sido la ofensiva que marcaría el inicio formal de una guerra que se prolongaría por 12 años. Pero entonces nadie lo sabía.
Lo primero que me llamó la atención fue el desenfado y la juventud de ellos. Los más viejos apenas habían cruzado la línea de los 30. Parecían, más bien, por el aspecto y la forma de hablar, muchachos universitarios listos para presentar la tesis de grado. Habían salido del frente de guerra para evaluar la ofensiva de enero y para planificar las próximas operaciones militares. Managua era la retaguardia profunda.
Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional
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Crónica de una guerrilla
(Primera Entrega)
Joaquín Villalobos (Atilio), era el comandante en jefe. El jefe del frente nororiental era Jonás (Jorge Meléndez); del sur oriental, Juan Ramón Medrano (Balta); del paracentral, Claudio Armijo (Chico). La encargada de las relaciones diplomáticas, Ana Guadalupe Martínez (María); Ana Sonia Medina (Mariana) estaba a cargo de las estructuras clandestinas de San Salvador y del frente de Guazapa. Mercedes del Carmen Letona (Luisa), coordinaba todo el proyecto de comunicaciones, que incluía Radio Venceremos.
Ellos siete formaban en esa época la Comisión Política, máximo organismo de dirección. Luego estaba el Comité Central, eran unos 12 o 15 miembros, diseminados en la capital y diferentes puntos del interior del país, Tegucigalpa y Managua. Cada uno tenía bajo su mando estructuras guerrilleras dedicadas a diversas misiones, como hacer la guerra en San Salvador, dirigir columnas en los frentes, conspirar con miembros de la Fuerza Armada del gobierno, conducir frentes de masas como sindicatos o introducir toneladas de armas hacia los frentes.
Algunos analistas siempre han creído que el Frente Democrático Revolucionario (FDR), era el brazo político de la guerrilla. Error. Cada una de las organizaciones guerrilleras era de tipo político militar. Es decir que cada agrupación guerrillera era conducida por un partido con claros fines políticos.
De manera que el Ejército Revolucionario del Pueblo era el brazo militar del Partido de la Revolución Salvadoreña (PRS). Su consigna: “Con la inquebrantable decisión de luchar por la revolución salvadoreña, hasta vencer o morir”. El FDR era un aliado del FMLN dedicado fundamentalmente a cuestiones de representación diplomática.
Sin embargo, la Comisión Política del PRS era, al mismo tiempo, la máxima dirección del ERP. Joaquín Villalobos era el comandante en jefe y, además, secretario general del partido. Lógicamente no eran partidos electorales, sino revolucionarios que seguían, algunos menos otros más, el clásico modelo de partido ideado por Lenin.
Llegué al cantón La Guacamaya, al norte del río Torola, en Morazán, en marzo de 1982. Allí estaba el campamento de Radio Venceremos. En ese lugar conocí a Santiago, la apasionada y recia voz de la emisora, y a Maravilla, un cineasta que hacía las veces de reportero. Al mismo tiempo que transmitía para la radio desde las propias líneas de fuego, filmaba los combates. Con ellos trabé una controvertida amistad que se convirtió en una de las más intensas experiencias humanas. No es mi propósito, en esta serie, contar mi historia, sino hacer una rápida crónica del ERP.
Joaquín Villalobos y Mercedes Letona ingresaron ese mismo año a Morazán y no volvieron a salir, sino hasta mediados de 1988. El campamento de la Venceremos estaba siempre ubicado junto al de la Comandancia General, las comunicaciones estratégicas y la sección de inteligencia y contrainteligencia militar.
Estábamos protegidos por una unidad militar bajo el mando del viejo Germán e Ismael, dos campesinos capaces de dar la vida por los ideales de la revolución o por la vida de cualquiera de los máximos comandantes. Ismael murió en combate, en el norte de La Unión. El viejo Germán vive en Morazán recordando, como futbolista nostálgico de gloria, los tiempos que no volverán.
Joaquín Villalobos
Los jefes del ERP no tenían nada que ver con la imagen del guerrillero sucio, rotoso, de cabello largo, barbas y con un puro en la boca que estableció en la imaginería universal el Che Guevara. Usaban, cada uno de ellos, un AK 47 de fabricación soviética, regalo del mismísimo Fidel Castro, una Browning 9 milímetros, arreos de combate norteamericanos, ropa verde olivo y se aseaban y afeitaban todos los días.
Es cierto que los operativos de la Fuerza Armada obligaban al puesto de mando a cambiar permanentemente de lugar, pero donde se establecía, los miembros de la seguridad construían un sistema de champas que incluía cocina, lugar de transmisión para la radio, sistema de monitoreo de noticieros y de las comunicaciones del ejército, zanjas y defensas antiaéreas. Para la comandancia hacían una champa especial, con una larga mesa (hecha de leños), para reuniones, lugar para revisar cartas topográficas y hasta un televisor de 12 pulgadas conectado a una batería de carro.
Atrás habían quedado los años de la guerrilla urbana y clandestina. Las pugnas con otras organizaciones guerrilleras, la escasez de todo y las constantes acusaciones. Ahora el ERP era la más poderosa organización de las cinco que conformaban el FMLN. Tenían a miles de hombres sobre las armas, una radio, red de comunicaciones, aparatos de propaganda y representaciones en diferentes capitales del mundo, fuentes de permanente financiamiento, dominaban un amplio territorio, se habían amistado con Fidel Castro y sus representantes eran recibidos por importantes gobernantes como Felipe González y Francois Mitterrand.
Tal vez el poder no estaba a la vuelta de la esquina. Pero de que estaba… estaba, esperando como novia ansiosa