De Kyoto a Quito. Moratorias petroleras: nuevas perspectivas desde Latino America
La justicia climatica y la deuda ecologica segùn Correa
Articulo publicado en: Il manifesto 13 junio de 2007
Si hay algo que no escucharemos ni leeremos en los mensajes de los comunicados, artìculos y declaraciones oficiales del ùltimo vertice alemàn del G8 es el término “justicia climàtica” o “deuda ecològica”. Mientras se sigue a argumentar, con escasas posibilidades de suceso, sobre la necesidad de ir màs allà del Protocolo de Kyoto, la realidad que se presenta a los ojos de la opiniòn pùblica mundial es que una vez màs la centralidad del crecimiento econòmico global toma ventaja respecto a la sobrevivencia del planeta.
El asunto tiene que ver con todos, las generaciones presentes y las futuras. Las conclusiones del IPCC (organismo de las Naciones Unidas sobre el clima) dan por descontada la alteraciòn del clima causada por el modelo de desarrollo y calcula pérdidas por màs del 20% del PIL mundial. Un dato dramàtico para los teòricos del crecimiento que entienden bien como este escenario marcarìa de un modo u otro el fin de la era capitalista, incapaz, como le sucederìa a cualquier otro modelo, de soportar una crisis estructural de estas proporciones.
Aquellos comunicados provenientes de algunos paìses del G8 y de la Uniòn Europea que proclaman que la cuestiòn del cambio climàtico debe ser afrontada de manera decisiva y determinante, no son el fruto de una conversiòn ambiental, sino de la convinciòn de que serà la mano (in)visible del mercado, aquella de los mercados de permisos de emisiones, o de mecanismos de desarrollo pulido, la que remediarà una cuestiòn que aparentemente se le escapo de las manos a aquellos que gobiernan el orden mundial.
En este sentido, el aparente autismo de la administraciòn Bush es realmente la lùcida consecuencia de la imposibilidad del actual paradigma de salir de la dependencia a los combustibles fòsiles y de la urgencia de asegurarse el control de esos recursos asi sea con el uso del instrumento militar. Preocupaciones no solo de Washigton, porque también es cierto que la OTAN, Italia incluìda, discute sobre còmo poder intervenir en la protecciòn de las rutas de petròleo y de oleoductos estratégicos en caso de emergencia.
Con estos presupuestos ningùn acuerdo, màs allà de las apariencias, fue posible en el vértice del G8. Ninguna justicia climàtica podrà darse si el cuadro de referencia en el que se mueve es aquel de “mitigar” la dependencia a los combustibles fòsiles, como si el metadone fuera la cura definitiva de la dependencia a la heroìna. Y aùn asì alguien lo està probando. Y no se trata de una multinacional en bùsqueda de una nueva imagen verde, o de reducidos grupos de ecologistas “nuevoluddisti”; sino de una red de asociaciones y movimientos que ha decidido de afrontar la cuestiòn partiendo de la idea de que el comercio de las emisiones y los mecanismos de desarrollo pùlido son fòrmulas elaboradas a propòsito para no golpear los intereses de las multinacionales petroleras, principales responsables del calentamiento global.
Es precisamente el comercio de las emisiones el que traslada la responsabilidad y los implantes sobre el Sur del mundo, creando consecutivas amenzas y continuando a hacer pagar a los varios “Sures” el precio del desarrollo insostenible del Norte opulente y consumidor de energia que a todo costo persiste en mantener sin alteraciòn su estilo de vida. El mercado de las emisiones de hecho legitima un subsidio a aquellas empresas responsables de los cambios climàticos y un estìmulo a los paìses que mayoritariamente consumen petròleo y continuan a mantener el actual modelo. En la situaciòn actual no lo podemos permitir màs.
El petròleo es uno de los principales factores del efecto invernadero y es por esto que todas las operaciones petroleras tienen una deuda con el clima. De años se habla de una moratoria sobre las extracciones petroleras en las àreas màs importantes de biovidversidad del planeta. Han sido los movimientos sociales latinoamericanos quienes en estos años han impulsado esta idea, invirtiendo el concepto de deuda e introduciendo nuevas claves de lectura para medir el concepto de desarrollo y de eficiencia econòmica. Precisamente gracias al anàlisis y a los nuevos instrumentos de lectura rebelados por el concepto de “deuda ecològica” los movimientos y los paìses del Sur del mundo se han definido por primera vez paìses “acreedores” y no deudores en confronto con el norte. Una inversiòn cultural de prospectiva articulada a una fuerte propuesta que ha sido lanzada a todos los gobiernos de los paìses occidentales, partiendo de una prospectiva del “juntos” en el còmo afrontar las grandes cuestiones de nuestros dìas.
Hoy esta propuesta fue asumida y reimpulsda por el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa, presidente de un paìs productor y dependiente de las exportaciones de petròleo. El ministro de la energìa, Alberto Acosta, ha lanzado –no sin dificultad y conflcitos con Petroecuador- la propuesta de no explotar pozos de petròleo presentes en àreas de alta biodiversidad como es el caso del parque del Yasunì. Su objetivo es un triple objetivo: respetar los derechos de los pueblos nativos, conservar la biodiversidad y controlar los cambios climàticos. A los paìses “ricos” les tocarìa dar una compensaciòn del 50% de lo que el estado ecuatoriano ganarìa en caso de explotaciones de yacimientos, un verdadero obsequio al principio de las responsabilidades “diferenciadas” en relaciòn a los cambios climàticos.
Es legìtimo que un paìs del sur que asume como punto central de su polìtica la responsabilidad hacia el ambiente y hacia todos los otros pueblos de la tierra, sea por lo menos compensado por sus esfuerzos y por la ausencia de ganancia que esto comporta. Es un modo de reconocer la deuda ecològica de nuestro modelo de consumo y desarrollo.
Esperamos que después de las declaraciones de apoyo de algunos paìses europeos como Espana y Noruega, tambièn Italia acoja la ocasiòn para practicar concretamente una verdadero cambio de ruta autenticamente basado sobre la justicia ecològica y ambiental.
Giuseppe De Marzo, Asociaciòn A Sud
Francesco Martone, Senador Rifondazione Comunista