De periodista a Presidente

De periodista a Presidente
Con o sin Tamaulipas, seguirán usando al país como ruta

Busco que México dé visa temporal a los salvadoreños: Mauricio Funes
Para gobernar, por razones pragmáticas tuve que hacer acuerdos con la derecha

Periódico La Jornada
Miércoles 22 de junio de 2011, p. 2

El presidente Mauricio Funes, en entrevista con La Jornada, asegura que pese a las carencias, El Salvador ha cambiadoFoto Marco Peláez
Dos años como presidente y le quedan tres. Primer gobernante de su país, El Salvador, que no procede de los grupos oligárquicos. Reivindica su pragmatismo como un atributo indispensable en su coyuntura. Mauricio Funes Cartagena, de 53 años, reconoce de antemano que en 2014, cuando salga de la casa presidencial, se habrá quedado a la mitad del camino, sin lograr muchas de las aspiraciones que llevaron a las bases del izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y a los sectores populares a votar por él en 2009.

“Estoy consciente de que la gente se va a decepcionar. Nunca pensé utópicamente; sabía que me iba a distanciar de las aspiraciones históricas de la población. Entiendo que los sindicatos estén frustrados, entiendo la frustración de los maestros con los que pacté una mejora en su condición salarial y hoy no vamos a cumplir eso en los términos en los que acordamos. Es que no tengo más recursos para mejorar los hospitales, para mejorar el nivel de vida de muchos. Pero pese a todo, El Salvador ha cambiado.

“Lo que queda dentro de mis posibilidades es trabajar para que esa decepción no lleve a la gente a perder la esperanza; que se entienda que hemos iniciado una etapa de transformación que no tiene vuelta atrás. Pero las demandas más sentidas será un próximo presidente quien pueda materializarlas. Por eso trabajo… para garantizar continuidad del proyecto.

Mi mayor frustración es que llegara un presidente que echara al traste lo que se ha construido. Mi esperanza es que llegue un hombre o mujer con credenciales democráticas pero con visión de futuro para entender que las transformaciones que se empezaron a engendrar en este periodo tienen que profundizarse

–¿Candidato o candidata del FMLN o de otra fuerza política?

–Puede ser del FMLN. Pero el FMLN debe cambiar su visión estratégica y entender que una elección no se gana y las esperanzas del pueblo no se representan en función de si el candidato es o no es orgánico de su partido. El mejor ejemplo soy yo.

Funes pertenece a la generación que vivió la guerra civil, la polarización. Después de su militancia estudiantil en contra de la ocupación militar de la Universidad de El Salvador, en el fragor de la guerra en los años ochenta, ejerció el periodismo 20 años antes de lanzarse a las lides políticas. Buscando siempre el centro, hizo campaña para la presidencia con camisa blanca, para diferenciarse del rojo del FMLN, que lo abanderó. Pese a ello, él se dice de izquierda.

En su segundo día de visita oficial a México desajusta totalmente el horario del protocolo y al mediodía, a la hora que tenía que estar saliendo en comitiva a depositar una ofrenda floral, recibe a La Jornada.

Recuerda que la noche anterior también desajustó la agenda porque, después de la cena, tenía prevista una reunión de una hora con el magnate Carlos Slim. Fueron tres horas. Hablaron de negocios. Slim invertirá 300 millones de dólares adicionales en El Salvador.

En la perspectiva de promover la inversión extranjera en su país, Funes busca figuras emblemáticas. La sola presencia de Slim puede mover voluntades y atraer a otros empresarios.

No más indocumentados

También abunda sobre el otro objetivo que lo trajo a México: proponerle al presidente Felipe Calderón un acuerdo que otorgue a los migrantes salvadoreños que viajen de paso hacia Estados Unidos una visa temporal para que no crucen como indocumentados el terreno minado en el que se ha convertido nuestra geografía.

Con Tamaulipas o sin Tamaulipas (Funes se refiere a las masacres de migrantes y viajeros en ese estado y a las fosas comunes donde se han encontrado varios cuerpos de sus conacionales), los salvadoreños seguirán usando a México como ruta. Como gobierno tenemos obligación de trabajar en dos vías. Una, lograr con México un compromiso para que en territorio mexicano se respete la integridad de los salvadoreños. Y en eso estamos. O se hace efectivo un acuerdo de 1979 de supresión de visas o se avanza en la vía que ayer le propuse al presidente Calderón, y que él vio con aceptación, de que a los salvadoreños se les otorgue una visa de tránsito, de tal manera que no tengan que buscar los caminos irregulares y minimizar el nivel de riesgo.

–¿Que los salvadoreños no sean indocumentados mientras van en tránsito?

–Esa es nuestra propuesta. Pero no es suficiente. Lo que hay que hacer es evitar la emigración, que no se logra con muros o leyes xenofóbicas. Eso se hace con la creación de oportunidades en los países de origen de la migración, que hoy en día es puramente de carácter económico. Esas oportunidades todavía no las estamos creando.

Entrevistador entrevistado

Entrevistador fogueado, al presidente Funes no es fácil llevarlo a terrenos que no quiere pisar. No incursiona en lo personal, en la memoria, en las emociones. Tampoco se sale del discurso que tiene previsto.

–Usted llegó a la presidencia con un programa político de justicia social, pero además con preocupaciones personales para abordar esta agenda. ¿Cómo califica su cumplimiento?

–Nunca pensé que iba a vivir una luna de miel, ni con los sectores populares ni con la derecha. Supe desde el primer momento que uno de los problemas más complejos que iba a tener era cómo hacerle frente a la cantidad de demandas insatisfechas durante dos décadas. Cuando se vota por un cambio, no sólo se hace por uno en el estilo de gobierno, sino por una solución expedita a los problemas más inmediatos.

“Lo que he logrado en dos años –me quedan tres– es ordenar la casa. Es obvio que el movimiento social se siente insatisfecho porque sus necesidades no están atendidas. Pero la economía no da para más. Necesitamos por lo menos dos periodos presidenciales, construir una plataforma de desarrollo para satisfacer esas demandas más sentidas”.

–¿Lamenta haber dejado de hacer algo en particular?

–No hice algo que debí haber hecho desde el principio. Tuve que haber construido un pacto social desde el primer día. No lo hice porque tuve que enfrentar al FMLN, que pensó que había ganado la presidencia y que se podía vaciar en el gobierno. Se encuentra con un presidente que les dice no, la población votó por un proyecto pero también por una persona; para que quien esté al frente del Ejecutivo haga lo que se puede hacer y eso requiere una gran dosis de sensatez, de pragmatismo, visión de mediano y largo plazo. Incluso una gran dosis de sinceridad, de reconocer que algunas de las viejas utopías no son posibles en El Salvador, dadas las circunstancias en que recibimos el país. En ese enfrentamiento con el partido, en esa discusión a veces pública, a veces privada, se me fue el tiempo.

El liderazgo del FMLN no entendió el tipo de gobierno que se podía hacer. Si hubiera entendido desde el principio lo que se podía hacer y lo que no, nos hubiéramos podido enfilar hacia ese pacto social. Y luego está la derecha, a la que hay que hacerle entender que por su propia sobrevivencia, el pacto es necesario.

–Caminando en el filo de la navaja.

–Así mismo. En el gobierno anterior el presidente Antonio Saca era el presidente del partido oficial, Arena, tenía el control del Legislativo, del Ministerio Público y el órgano judicial. Y desaprovechó ese capital político para hacer transformaciones.

Yo no controlo el partido en el gobierno ni el Congreso y tengo que negociar con la derecha. No controlo el órgano judicial y mejor que así sea. No controlo a las gremiales empresariales ni al movimiento social. Esta presidencia está atacada por la izquierda y por la derecha.

El tamaño del desafío

Los tres presidentes de la posguerra (1994-2009) fueron areneros, de corte neoliberal, conservador. Armando Calderón Sol, Francisco Flores y Antonio Saca.

Es larga la lista de quejas de Funes sobre el legado que le dejó Arena: un hoyo fiscal tremendo, remesas con 16 por ciento menos, fuga de inversiones, pérdida de 40 mil empleos, tasa de homicidos que era la más alta del continente, 67 por cada mil habitantes y hasta 18 o 20 asesinatos por día, una policía corrompida, sin recursos, un ejército al que se le utilizaba en tareas de seguridad pública pero sin capacitación ni medios.

“Hoy mi desafío es fortalecer las instituciones: vamos a depurar la policía, fortalecer a la fuerza armada, vamos a promover un ejercicio público con independencia de poderes, vamos a poner la divisa de la negociación como parte del ejercicio cotidiano de nuestro gobierno que antes no se daba. Antes el gobierno y Arena imponían todo, siempre. Yo no lo hago así: yo doy y cedo. Si no es así, nos hundimos.

–¿Ve llegar un punto de ruptura con el FMLN?

–No. Yo estoy convencido de que una cosa es el discurso público del FMLN y otra cosa es su práctica política. En el discurso el frente no puede renunciar a sus utopías como partido revolucionario y socialista. Pero la práctica cotidiana, donde el frente tiene representación y ejerce el poder, debe tener visión de largo plazo. Los alcaldes y diputados del FMLN no han tomado ninguna decisión que haga pensar que se quiere construir el socialismo del siglo XXI. Ellos quieren reducir la pobreza y para eso hay que fortalecer el tejido productivo nacional; quiere fortalecer instituciones y para eso tienen que ser independientes; quieren fortalecer la democracia y para eso las decisiones tienen que ser consultadas.

Las diferencias de concepción y estrategia que a veces exhibimos públicamente no llevan a un punto de ruptura.

–En aras de este pragmatismo, ¿hay alguna reivindicación histórica que haya tenido que dejar de lado y que le haya pesado personalmente? Por ejemplo, la justicia: caso monseñor Óscar Arnulfo Romero, Ignacio Ellacuría y sus compañeros, el poeta Roque Dalton… (Funes reacciona como si le hubiera picado una avispa.)

–Éste es el gobierno que más ha hecho en ese sentido. Ninguno había pedido perdón en nombre del Estado salvadoreño por las atrocidades cometidas en la guerra. Ningún gobierno había creado una comisión gubernamental de reparación. Y nosotros la hemos creado.

–Pero ese es el piso mínimo, ¿no? La aspiración era una justicia plena.

–Claro, pero eso no depende del Ejecutivo. Depende de un órgano judicial depurado, comprometido. ¿Qué puedo hacer yo como presidente para aclarar el magnicidio de Romero, de los jesuitas?

–¿Qué pacto es posible entre fuerzas tan antagónicas?

–Nosotros teníamos que haber logrado entendimientos con todos los sectores de la vida nacional. Por razones pragmáticas tuve que empezar con los acuerdos con la derecha, de lo contrario no podía sacar muchos proyectos que pasan por la Asamblea. Por ejemplo, los créditos que negociamos con la banca internacional para proyectos de los sectores más vulnerables: vivienda social, programas de primer ingreso, red solidaria en las zonas rurales, útiles escolares gratuitos que nos ayudan a evitar la deserción. Eso lo financiamos con préstamos. Y para obtenerlos, me tuve que entender con la derecha.

Entre dos huesos duros

–A la hora de negociar, ¿quién es un hueso más duro de roer, la derecha representada en Arena o la izquierda representada en el FMLN?

–No cabe duda que Arena. Porque el FMLN ha venido madurando, su práctica política corresponde a las circunstancias. Arena no; ellos perdieron el botín. Perdieron sus privilegios y los quieren seguir manteniendo. Apuestan a que este gobierno fracase para recuperar estos privilegios. En caso del FMLN, ellos tienen la bancada más numerosa y seguramente en las elecciones del año próximo van a sacar más diputados; controlan importantes municipios, en el gabinete tienen áreas estratégicas: seguridad, obras públicas, gobernación, relaciones exteriores. Entenderse con ellos es mucho más fácil porque tienen una cuota de responsabilidad que los obliga a ser más pragmáticos.

Si mi gobierno fracasa en los tres años que le quedan, en 2014 el FMLN no vuelve a ganar la elección presidencial. Ellos saben que tienen que hacer que este gobierno funcione. Al revés, Arena sabe que si nosotros no fracasamos, ellos no vuelven al gobierno. Entonces le apuestan al fracaso, Por eso es más difícil negociar con ellos, afirma el mandatario salvadoreño.

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De periodista a Presidente
Los Zetas, en busca de armas en El Salvador
Blanche Petrich

Periódico La Jornada
Miércoles 22 de junio de 2011, p. 3
El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, asegura que, según los estrategas de la lucha antimaras y contra el crimen organizado de su gabinete, en su país, a diferencia de lo que ocurre en Guatemala, “los cárteles mexicanos no operan directamente: ni Zetas ni Golfo ni Pacífico. Estamos seguros de que en el país no existen esas estructuras”.

Lo que no quiere decir que estén ausentes: “Lo que hacen es contratar a las pandillas –las maras– para el narcomenudeo, y a través de esto para la obtención de armas”.

En la entrevista con este diario reconoce uno de los más riesgosos legados de la guerra civil que formalmente concluyó en 1992: “Nosotros tenemos el problema de muchas armas no legalizadas. El desarme de la guerra –parte de los acuerdos de paz entre el gobierno de entonces y la guerrilla– quedó a medio término. Estamos empujando iniciativas de ley que todavía no han encontrado el respaldo de la derecha legislativa, para iniciar un proceso de desarme de la población, reducir la tenencia y portación de armas”.

–¿Se registra en El Salvador un desborde de cárteles mexicanos?

–Tenemos información de que Los Zetas, que no operan como tales en el país –no hay ningún hecho criminal que nos lo indique, a diferencia de lo que se ve en Guatemala, donde el mismo presidente Álvaro Colom ha dicho que operan cinco o seis grupos narcomilitares–, incursionan para comprar armas en El Salvador. Hemos detectado una célula muy pequeña dentro del ejército y la policía, que se dedicaba a la sustracción de armas, fusiles de asalto, granadas, explosivos, para vendérselo a Los Zetas.

–¿Las maras son su mayor desafío?

–Las pandillas de los ochenta, los noventa, ya mutaron en estructuras de crimen organizado, pero porque se les dejó evolucionar. Hoy son más de 20 mil y puede haber un subregistro. Viven de delinquir.

“En los gobiernos de Arena, en la estrategia anticrimen faltó la prevención. Hoy lo estamos haciendo. Impusimos un servicio obligatorio para jóvenes de alto riesgo –que no es servicio militar obligatorio– de 16 a 24 años, donde los concentramos y les damos destrezas en áreas de protección civil, que tienen un gran déficit. Paralelamente estamos depurando a las policías y a las fiscalías. Pero además, eso sí, criminalizamos la pertenencia a las maras. ¿Porqué? Porque cometen crímenes.

–¿Quien lleva el peso de la seguridad, la policía o el ejército?

–El gabinete de seguridad. Fundamentalmente la policía, pero comparten el peso con el ejército, la dirección de centros penales, migración, el consejo nacional de juventud, la fiscalía. El órgano judicial nunca se ha querido incorporar. Y eso lo coordina el secretario de asuntos estratégicos, Hato Hasbún.

–Estados Unidos ve al narcotráfico de México y Colombia como una amenaza a su seguridad interna. ¿El Salvador lo es?

–No, y en Washington nos lo han dicho. El Salvador no representa una amenaza de ese calibre, pero tenemos que evitar que la delincuencia adquiera esas dimensiones. Yo creo que lo que Estados Unidos tiene que hacer es llegar a un acuerdo con la región centroamericana en pleno antes de que el problema se nos vaya de las manos. Y no llegar a los niveles de violencia concentrada que tiene México ahora y que Colombia tuvo.

–¿Puede desbordarse el problema de los cárteles de México a El Salvador?

–Lo que hay es cambio territorial. Si en México cercan a los grupos criminales se mueven a otros lados donde hay instituciones débiles. Es lo que ha ocurrido en Guatemala. Pero hasta ahora no han llegado a El Salvador. Nuestro territorio es más complicado para su operación, por la densidad poblacional, el tamaño del territorio y porque hay una presencia territorial armada mucho mayor de la que puede tener Guatemala, incluso México.

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