Hace casi sesenta años nació un niño que en un corto tiempo se incorporó a las filas de las y los rebeldes que –a inicios de la década de 1970– no querían vivir en un país donde las mayorías populares sufrían tanto. Sufrían por la exclusión económica, social y política imperantes, en un escenario donde las instituciones estaban secuestradas por grupos de poder intocables. De este personaje, Salvador Samayoa opinó hace unos años que durante el conflicto armado había sido un militante y dirigente con “brillo y fogosidad”. Se trata de quien tuvo como nombre de guerra “Milton Méndez”, integrante de las Fuerzas Populares de Liberación “Farabundo Martí”; las famosas y aguerridas FPL.
El órgano oficial de esta legendaria organización guerrillera era un boletín llamado “El Rebelde”, impreso en mimeógrafos artesanales desde la clandestinidad. Fundada el 1º de abril de 1970 por su líder máximo –Salvador Cayetano Carpio– y unas cinco o seis personas más “ante la necesidad histórica –según sus bases estatutarias– de dotar al pueblo de sus instrumentos revolucionarios de lucha frente a la defección de las organizaciones tradicionales de izquierda, especialmente el P.C.S., hundidas en las corrientes de derecha del oportunismo, el revisionismo, el reformismo burgués, el economismo y el burocratismo se platearon impulsar la guerra popular prolongada como estrategia de lucha”. Para quien no sepa, “PCS” eran las siglas del Partido Comunista Salvadoreño”.
Las “efe”, como también eran conocidas, se plantearon como estrategia de lucha la “guerra popular prolongada”. En el citado documento, explicaban el porqué de su nombre. “Fuerzas”, encerraba lo que eran en sus inicios “y también la perspectiva del desarrollo inmediato y futuro de esta organización revolucionaria”; “Populares” por no ser un ente “aislado del pueblo (…), sino un producto del mismo”; “el creador de su propio destino –afirmaba la “felipa”, como también se le llamaba– y el único que puede llevar hasta la victoria final la causa de la revolución y construir el futuro régimen socialista”. “De liberación”, porque era lo que pretendían alcanzar: la “liberación de las garras del imperialismo yanqui; de la burguesía interna; de los sangrientos regímenes de los opresores, sostenes de las clases explotadoras, para que sobre la base de la destrucción del poder de las clases dominantes explotadoras, llevar a cabo su Revolución Popular hasta la construcción del Socialismo”.
Era la rebeldía en su más alta expresión y duró poco más de diez años. Con el paso del tiempo y la guerra, sumado a un escenario político y económico mundial muy distinto de 1989 en adelante, las cosas fueron cambiando. Era entendible. Pero ahora, a principios de la segunda década del siglo XXI, “Milton Méndez” ya no existe, ya no dio para más; su lugar lo ocupa Medardo González, diputado y secretario general del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
El FMLN, sí. Pero no aquel que derrochó entrega y sacrificio desde su fundación hasta el 16 de enero de 1992, cuando su máxima dirigencia firmó un documento llamado “Acuerdo final de Paz” en el Castillo de Chapultepec, allá en la capital mexicana. El de las y los combatientes hinchados de heroísmo; el de las decenas de miles de salvadoreñas que en el campo y la ciudad se integraron a la lucha política dentro del mismo o que colaboraron en el esfuerzo; el que generó tantas simpatías y esperanzas dentro y fuera del país.
No, por favor. Ahora es el partido electorero cuyo secretario general –el mentado Medardo González y no el rebelde “Milton Méndez”– critica a Belarmino Jaime, Rodolfo González, Florentín Meléndez y Sidney Blanco por hacer bien su trabajo; por eso que debiera ser la regla y no la excepción en la administración estatal. “No es correcto –dijo hace poco González– que simple y sencillamente asumamos una postura, que se entre a un estado de rebeldía (…) No compartimos la actitud de cuatro magistrados de declararse en rebeldía; es peligroso para la estabilidad y gobernabilidad”.
¿Y no cuando era joven fue rebelde sin cuidar el riesgo en que ponía a la “estabilidad” y la “gobernabilidad” de entonces? Ese argumento junto al de la agresión comunista y otras torpezas más, eran parte del discurso oficial. Y ahora, ¿quiénes realmente están llevando al país a una situación de inestabilidad y desgobierno?
Hoy por hoy, como antes, la injusticia social y las irresponsabilidades de quienes dirigen los partidos políticos junto a la inseguridad, la violencia y la impunidad están perfilándose como las condiciones para una situación sumamente arriesgada. Ante eso, no queda más que aplaudir a esos cuatro magistrados y reclamarle tanto a la juventud como a toda la población decente seguir el ejemplo de “Milton Méndez”; no así el de Medardo Gonzáles. ¡La rebeldía y la imaginación al poder!