Dos batallas guerrilleras estratégicas (1)

Dos batallas guerrilleras estratégicas narradas por el comandante Claudio Armijo del ERP

Claudio Armijo se incorporó al Ejército Revolucionario del Pueblo a mediados de los años setenta, cuando aun estudiaba el bachillerato. En ese momento la guerrilla salvadoreña se limitaba a unos cuantos comandos que operaban en las ciudades, aunque ya comenzaba a proyectar esfuerzos organizativos hacia el campo.

Rebautizado como “Chico” en la clandestinidad, Claudio fue de los últimos guerrilleros puramente urbanos y de los primeros jefes militares de unidades insurgentes mayores en las montañas.

Como miembro de la Dirección Nacional del ERP, cumplió misiones en casi todos los frentes de guerra, condujo en el terreno un sinfín de batallas, y experimentó la cárcel y la tortura sin que ello quebrara su voluntad combativa. Sin embargo, a Claudio no le gusta la palabra “heroísmo”, y en su lugar prefiere usar el concepto de responsabilidad frente a los hombres bajo su mando.

Cuando acabó la guerra, el comandante “Chico” entregó su fusil, y Claudio Armijo volvió a sus estudios, al trabajo profesional, y formó un hogar.

A sus cincuenta años, Claudio prefiere ahora vivir plenamente el presente y pensar en el futuro. No es muy dado a hablar de los tiempos pasados. Pero, a fuerza de insistencia, Centroamérica 21 logró que relatara para nuestros lectores algunas de sus batallas.

Entre ellas hay dos que recuerda especialmente, no solo por la intensidad, el volumen de fuego y el gran despliegue de personal concentrado en ellas, sino sobre todo por sus implicaciones estratégicas: una (la del Moscarrón, en 1982) cambió el curso de la guerra; la otra (la ofensiva Al Tope, de 1989) evidenció que, para el país, ya no había más salida que el diálogo y la negociación.

Lunes 9 de julio de 2007
Entrevista y edición Geovani Galeas y Berne Ayaláh (Primera entrega)
redaccion@centroamerica21.com

Claudio Armijo, comandante Chico.

El estilo y la cualidad de una guerrilla

Lo primero que debo decir es que el Ejército Revolucionario del Pueblo nació en el fogueo de la actividad guerrillera urbana. Después, su doctrina militar se nutrió de varias vertientes distintas a las que conformaron a las demás fuerzas de la guerrilla salvadoreña.

Nosotros no mandamos gente a Cuba en un primer momento. Nuestro motor inicial fueron los primeros comandos urbanos de la guerrilla. Fue en esa actividad que aprendimos el manejo de algunos principios del combate.

Luego, lo más importante para el ERP fue la influencia del propio ejército salvadoreño, a partir de una línea que asumió la dirección de que nuestros militantes campesinos se dejaran reclutar por el ejército. Muchos de los mandos nuestros que llegaron a conformar jefaturas de columnas, de lo que se conoció como la Brigada Rafael Arce Zablah (BRAZ), habían sido cabos en el ejército, ahí obtuvieron experiencia y conocimiento de las armas.

Ese fue el caso de “Licho”, “el Che”, “Javier” y “Hernán”, entre otros jefes operativos muy experimentados de la guerrilla.

Hay otro grupo que peleó en Nicaragua, en la insurrección dirigida por el Frente Sandinista. Con ello se nos permitió obtener una experiencia en la estrategia insurreccional y en la actividad militar general. Otro grupo, que también fue vital en aquellos primeros tiempos cuando no conocíamos muchas cosas, se preparó en Palestina con Al Fatah. Esas son las fuentes del ERP.

Todo eso nos sirvió para construir nuestra doctrina militar. Por eso no éramos tan cuadrados como los oficiales que se formaron en la Unión Soviética o en Cuba, como los del PC o las FPL.

Cada vertiente le da su aporte a nuestra doctrina militar, pues los primeros jefes se forman operando en las ciudades, aplicando criterios de planificación y del uso de la fuerza. Luego, cuando pasamos a la construcción de las unidades guerrilleras de mayor envergadura, esos jefes fueron decisivos, pues ya sabían usar las armas, hacer una columna, montar una marcha.

Es la suma de todo eso lo que permite construir una doctrina militar. Pero también hay que destacar el papel que en todo ello jugó la brillantez de un dirigente como Joaquín Villalobos. Esa guerrilla, con las características indicadas, es la que ejecuta la primera gran operación militar de carácter estratégico de nuestra guerra civil.

El Moscarrón

Era el mes de junio de 1982 cuando las fuerzas guerrilleras, acantonadas en el norte del departamento de Morazán, ejecutaron una maniobra de guerra en movimiento en un territorio de apenas 8 kilómetros cuadrados.

Unos tres mil hombres de la guerrilla y el ejército gubernamental nos enfrentamos en esa batalla que duró varios días, y que provocó un cambio estratégico en la guerra, se dio el viraje a las grandes concentraciones de fuerza. Al mando estuvimos Joaquín Villalobos, Jonás y yo

Las orientaciones de concentrarnos, dadas y ejecutadas en total secreto, es lo que permite que el factor sorpresa aparezca en toda la batalla del Moscarrón. Nos permitió usar el terreno de la mejor manera y algo que el ejército no esperaba: la capacidad de maniobra nuestra. Eso es lo que configuró el esplendor de esa batalla.

Es la primera vez que se aplica a gran escala la maniobra con emboscada en movimiento. La emboscada como tal lo que implica es un punto específico donde puedes utilizar el terreno para ganar sorpresa táctica, colocar tu fuerza y el que aparece ahí lo neutralizas.

Pero es muy distinto operar en un terreno más amplio, que implique el movimiento de otras fuerzas. Por eso es que el Moscarrón representa un gran viraje en la guerra. Logramos usar la masa de fuerza.

El 15 de junio de 1982 atacamos la ciudad de Perquín, y eso provocó un movimiento del ejército: el desembarco de tropa en el poblado de San Fernando. Tomamos la primera ciudad, cercamos la segunda y contuvimos el refuerzo. Luego atacamos ese movimiento, los cercamos, y con ello se provocó otro movimiento y lo aniquilamos. Ese fue el manejo extraordinario de la tropa en movimiento.

Nuestra fuerza de contención frontal detuvo el avance de las unidades enemigas que avanzaban entre Torola y San Fernando. Yo tenía el mando operativo y por ello me mantenía en movimiento constante. Me trasladaba con la fuerza. Tú vas decidiendo hacia dónde moverte de acuerdo a tus requerimientos.

Joaquín Villalobos diseña el planteamiento estratégico. Ese es su papel. No sabes cómo va a ser el desarrollo de los acontecimientos debido al movimiento. Lo que tienes que tener es capacidad para saber cómo utilizar el terreno, y eso lo aprendimos en combate. Lo aprendimos después de errores, cuando decides subir a equis cerro porque de lo contrario te sorprende el fuego enemigo, vas calculando tu capacidad de respuesta.

Las coordinaciones con el mando estratégico eran muy escasas a la hora del combate, debido a las limitaciones tecnológicas de aquellos tiempos. Lo que sí hay son grandes trazos que, en un momento determinado te pueden ayudar. A todos nos tocó que improvisar la maniobra en el terreno.

A la hora del combate llegas a comprender que todo puede ser como una jugada de ajedrez. Que si mueves una pieza de tal manera provocas una reacción. La habilidad tuya es precisamente que el enemigo haga en el combate precisamente lo que tú quieres que haga. Puedes tener varios cursos de acción y en la medida en que eres capaz de preverlos, y en las movidas que puedan ser anticipadas, vas adquiriendo ventaja. En ese momento el que tiene la iniciativa eres tú porque eres quien ha atacado.

En el diseño de la confección global estamos implicados todos. Joaquín el máximo jefe, y Jonás, que cuando hicimos las concentraciones ordenó las misiones. Jonás dijo que necesitábamos recuperar más de cien fusiles, y nadie le creyó porque veníamos de recuperar cinco o diez fusiles cuando mucho, y de hacer cinco o diez prisioneros a lo sumo.

José Adolfo Castillo, Viceministro de defensa, fue el prisionero de más alto rango capturado durante toda la guerra. Fue hecho prisionero en Perquín, Morazán por el ERP.

La habilidad fundamental nuestra consistía en lograr que en el teatro de operaciones nuestras acciones ofensivas provocaran un tipo de respuesta, ya prevista, que es lo que sucedió.

Ya en el momento del combate la velocidad también implica que puedas dar respuestas rápidas y a veces no se tiene tiempo de consultar con el mando estratégico. Lo que sí es importante decir es que el mando que está atrás de ti, y que puede ver el escenario con mayor amplitud, se comunica y te dice: toma en consideración tal cosa, que tú, debido al calor del combate, no has tenido la capacidad de apreciar. Ese es el papel de los mandos estratégicos.

La primera jugada

Todo comenzó con el ataque a Perquín: dejamos una salida para que las tropas enemigas se movieran por ahí, y efectivamente ahí emboscamos a la unidad. Eso provocó movimientos de refuerzo, que estaban estipulados, y estos a otros más. Luego viene el factor sorpresa, como el caso del helicóptero del viceministro de defensa, que no era algo esperado, lo que sí pudimos prever fue el movimiento y respuesta general de la tropa enemiga.

El prisionero de guerra de más alto rango en toda la guerra fue capturado ahí, en Perquín: el Coronel Adolfo Castillo, vice ministro de Defensa de la Fuerza Armada de El Salvador. Fui yo quien le informé en el momento de su captura que él era un prisionero de guerra de las fuerzas guerrilleras. Debido al derribo de su helicóptero, falleció el piloto y el Coronel Beltrán Luna, jefe del Destacamento Militar de Morazán.

En esos momentos aprendes a conducirte en el terreno, a manejar tus unidades, a administrar el uso de tus armas; o sea es terreno-armas-hombres.

Por eso es como un juego de ajedrez, si tú haces un movimiento que el otro no es capaz de prever lo sorprendes.

Cuando el ejército comienza a desplazarse no tienen idea de la sorpresiva maniobra estratégica que estaba siendo articulada en su contra: que el ERP había concentrado sus fuerzas y había pasado de unidades pequeñas a unidades grandes, con estructura y mando, o sea otro ejército, y que con esa maniobra fue capaz de provocar su derrota. Todo este movimiento de concentración lo habíamos comenzado en el mes de abril de 1982, bajo la orden de Joaquín Villalobos.

El mando del ejército enemigo cometió el error de subestimarnos. El ejército decide entrar y descuida su retaguardia: ingresa al corazón de la batalla sin cubrirse las espaldas.

Es la primera iniciativa de una gran concentración guerrillera en toda la guerra civil: más de mil doscientos combatientes. Ochocientos involucrados directamente en el combate, y cuatrocientos de reserva y seguridad de retaguardia.

La unidad enemiga que iba de refuerzo cometió un gravísimo error: llegó al combate y paró el avance, creyendo que se trataba de una contención. Durante toda la noche nosotros pasamos a cercarlos, a tomarnos las elevaciones y a colocar fuerza en su retaguardia, o sea que se trató de una maniobra de envolvimiento.

Al día siguiente que comenzó el combate en el lugar conocido como el Moscarrón, el enemigo chocó con la maniobra envolvente. Ese fue el inicio de su aniquilación. Durante dos días combatimos con lo mejor de nuestras armas, el ejército utilizó aviones A-37 para bombardear nuestras posiciones.

Un ejército como el salvadoreño, educado en la táctica regular se ve afectado por una maniobra de envolvimiento de una guerrilla. Cualquier militar al apreciar esas maniobras te dirá que es complejísima y que da pavor. Ellos partían, por la experiencias anteriores, de que los guerrilleros son muy desorganizados, que salimos en desbandada, unos por aquí otros por allá, y adelante nos volvemos a organizar. El ejército convencional en eso es más ordenado porque así está educado. Su percepción clásica de la guerrilla es precisamente su punto débil, el elemento aprovechado para poder cercarles concentradamente.

Ahí es donde la construcción es de todos los jefes operativos que te van ayudando. El mayor error del ejército fue el habernos subestimado; nosotros ganamos el factor sorpresa.

Maniobra y aniquilamiento

Cuando comienzan a pelear en las primeras horas hacia el frente y, además, sienten los disparos en su retaguardia, ahí comienza su debacle. Comienza a partirse la unidad y a moverse en distintas direcciones, y comienzan a caer en otras emboscadas que previamente habíamos colocado. Una muy bien calculada maniobra de envolvimiento.

Nosotros llevábamos muchos factores de sorpresa que nos dieron ventajas: la concentración y un plan. Si el ejército hubiera tenido esa información hubiera sido quizá distinto, pero pensaron que iban a combatir contra pequeñas unidades guerrilleras.

Por eso fue vital la batalla, por eso Joaquín Villalobos la ubica como un momento determinante de todo lo que fue el proceso histórico de la guerra civil: surge una fuerza regular en la guerrilla, y a partir de allí se comienza a aniquilar unidades pequeñas del ejército, porque la masa de combatientes guerrilleros era mayor.

La efectividad de la maniobra radica en tu capacidad de respuesta al momento del combate, porque tú no sabes cómo van a ser las cosas en sus detalles menores. Y en eso el ejército salvadoreño sí tiene una gran experiencia, en la maniobra de movimiento, tuvo en ese momento buenos jefes, ellos aprendieron también. Ellos iban avanzando de acuerdo a cómo se iba presentando la resistencia de la guerrilla. Si se mueve, cadencia de fuego, el tipo de armas que se tienen.

La batalla del Moscarrón dejó como resultado más de 150 soldados gubernamentales muertos, 40 prisioneros y 250 armas recuperadas. Además se cambió el curso de la guerra.

Elementos nuevos surgieron de ahí para aquellos que observaban los acontecimientos de la guerra de El Salvador, la beligerancia de la guerrilla creció y su reconocimiento internacional se consolidó.

La batalla del Moscarrón es también un momento clave en la conducta del ejército, de inmediato se planteó su respuesta: el uso masivo de los medios aéreos.

(Fin de la primera entrega)

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